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Galas

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  1. Galas

    [Ficha] Redia Yelmocaso

    Nombre: Redia Yelmocaso Atributos 9 Físico5 Destreza6 Inteligencia7 Espíritu6 Percepción Valores de Combate 36 Puntos de vida28 Mana7 Iniciativa10 Ataque CC (Combate Desarmado)11 Ataque CC (Maza de Guerra)7 Defensa Habilidades Físico 2 Atletismo 1 Combate Desarmado 2 Maza de Guerra 1 Nadar 1 Escalar Destreza 1 Bailar 2 Defensa 1 Lanzador 1 Sigilo Inteligencia 1 Fauna (Mamíferos) 1 Fauna (Fauna Acuática) 1 Fauna (Aves) 1 Fauna (Insectoides/Arácnidos) 1 Religión (Druidismo) 1 Religión (Culto de Elune) 1 Sanación/Hierbas 1 Supervivencia 1 Conocimientos/Historia (Elfos de la Noche) Espíritu 2 Voluntad 1 Guarda Natural 1 Comunión Astral 1 Comunión Natural 1 Comunicación Animal 1 Pacificar Animal 2 Forma de Oso Percepción 1 Advertir/Notar 1 Rastrear 1 Reflejos Escuelas/Especializaciones Druidismo: Feral
  2. Historia Las cumbres más altas del monte Hyjal se conocen como Cuna del Invierno. No son realmente la parte más alta del monte hyjal, pues en la cumbre de este es donde reside el Nordrassil, cuya influencia mágica y natural hace que estas sean un paraiso natural en cualquier momento del año. Este poder natural no se extiende a las cimas de menos altitud, que están perpetuamente cubiertas por espesas capas de nieve fruto de las bajas temperaturas y los fuertes vientos que azotan constantemente sus claros y sus bosques de árboles alpinos. En estas tierras es donde se crió Redia, y donde los Yelmocaso han habitado durante milenios. Los Kaldorei de estas regiones suelen ser conocidos por ser algo huraños, o al menos esa perspectiva suelen tener de ellos el grueso de la población elfa, que habitaba los bosques sagrados de los elfos en las lomas más bajas del monte Hyjal. Una perspectiva muy injusta, pues pocos elfos de la noche más hospitalarios existen: Uno sabe que en las altas montañas, los refugios seguros escasean, y negarle tu fuego a un viajero puede ser una sentencia de muerte. Donde esta joven elfa se crió no se podía usar siquiera el término de aldea. Eran apenas tres guaridas o casas, construidas en cuevas naturales y separadas unas de otras en familias emparentadas que no coincidían demasiado, prefiriendo guardarse para lo suyo, fuera de alguna celebración o festividad donde se reunían para compartir junto al fuego bebidas de bayas fermentadas y grandes salmones, salvajes y pescados en los ríos cuando estos se descongelaban en verano. Y sin embargo la elfa nunca sintió que le faltase de nada. Podía pasar perfectamente un lustro o década entre que un viajero u otro cruzase su umbral y se resguardase en la morada de su familia , de varios días a semanas, según los pasos montañosos hubiesen quedado sepultados bajo la nieve. En estos tiempos es que su familia recibía noticias del exterior, intercambiaban relatos o a veces hacían algún que otro trueque si algo que llevaban estos viajeros les captaba su atención. Tal vez otra elfa más curiosa se habría sentido limitada por una vida sencilla en las montañas. Pero Redia nunca tuvo esas inquietudes. Disfrutaba de correr por las colinas nevadas, de explorar sus bosques, de nadar en sus lagos de agua helada tras quebrantar las capas de hielo que los cubrían, y de la soledad e inmensidad de los valles nevados. Por eso cuando los valles nevados se derritieron bajo el fuego demoníaco, nadie pudo avisarlos. Nunca olvidaría ese día. Se encontraba dormitando sobre su roca favorita, en una de las lomas más altas del valle donde vivía cuando observó extrañas nubes de humo en la lejanía. Lo que parecía humo alzándose al cielo pronto se mostró como enjambres lejanos de extrañas criaturas que nunca había llegado a ver antes , sin poder discernirlas fruto de la distancia, siquiera con sus ojos de elfa. Pronto en la lejanía observo no una marea: Una avalancha completa , más gente de la que jamás había visto junta en diez mil de las vidas que había llevado hasta ahora. Estos no llegaron a su valle, claro, en la lejanía continuaron ascendiendo por los pasos montañosos que llevaban hacia la cima del Monte Hyjal. Pero hubo varios puntos oscuros que moviendose con velocidad se desviaron de la fuerza principal. Se dispersaban por el valle, y corrían como si temiesen los latigazos de sus amos. Y varios de ellos se dirigían hacia su hogar. El descenso de la loma de la montaña fue uno frenético, con el corazón a punto de estallarle en el pecho. Cada latido era un tambor que golpeaba sus tímpanos. ¿Que estaba ocurriendo, que eran esas criaturas? ¿Eran elfos? No, no podían serlo. No sabia porqué pero algo en su corazón le decía que un gran peligro se acercaba a sus tierras, un instinto natural, salvaje, que nunca le había fallado en todos sus años previos de vida. Llegó a su hogar pasada una media hora. Para su sorpresa, esas criaturas habían sido más rápidas que ella. Para su sorpresa y horror. Sobre la nieve estaban dispersados huesos quebrados, pero pequeños, como si perteneciesen a algun tipo de joven o niño. También vio criaturas de piel rojiza, cuadrúpedas, que habían sido descuartizadas. Frente a su hogar encontró a su padre. Este, sentado, jadeaba y gruñía con resoplidos mientras la madre de Redia atendia a sus heridas. A su lado descansaba su enorme arco de caza, astillado tras haberlo usado para aplastar a las criaturas que les habían atacado. Redia realizó muchas preguntas pero no llegó a recibir respuesta ninguna, pues sus padres, y tampoco sus vecinos y parientes sabían que eran estas criaturas cuya sangre quemaba la nieve y ardia con fuego propio. Pero no se quedarían en su hogar a esperar a que viniesen más. Marcharon a las montañas. Durante días en ellas esperaron, sobreviviendo de la naturaleza hasta que algo les dejó a todos sin aliento. De manera repentina, una sensación de vacío hizo presa de todos ellos: Un miedo terrible invadió sus mentes y corazones, como si uno hubiese estado toda su vida en el lecho materno, y de golpe hubiese sido arrojado de este, perdiendo una calidez en sus espíritus que nunca jamás recuperarían. Tardarían semanas en comprender que pasó. Nordrassil había sido atacado. Su inmortalidad había sido el sacrificio a pagar para salvar el mundo, así como las vidas de decenas de miles de elfos y otras criaturas de tierras lejanas, así como los espiritus de muchos de sus antepasados. Redia regresó a su hogar, su padre herido se acabó recuperando de sus heridas, pero algo cambió en ella: Ese vacío en su corazón no había dejado de crecer. Las montañas nevadas ya no le transmitían seguridad, si no una sensación de ahogo, de vivir aislada y ajena a un mundo grande, terrible. Había perdido una inocencia pura y hermosa. Había terminado su infancia. Cuando marchó de su hogar, con las bendiciones de sus progenitores , su rostro hasta entonces inmaculado lucía ya los tatuajes de aquella que se siente preparada para afrontar y ser considerada en la adultez. Sus pasos la llevaron a las cimas altas, a los claros lunares donde los druidas se reunían. Allí aprendió sobre lo que había ocurrido, sobre los demonios y sobre sus vasallos, sobre las fuerzas oscuras del mundo. Y tras que las barreras que habían separado a su pueblo durante milenios fuesen derribadas, comenzaría a caminar la senda natural, convencida en dejar una marca en el mundo, y evitar que una oscuridad como la que observó desde aquella montaña volviese a amenazar a su pueblo.
  3. Redia Yelmocaso Nombre: Redia Yelmocaso Raza: Elfa de la Noche Sexo: Mujer Edad: 146 años. Altura: 2,27m Peso: 138 Kg Lugar de Nacimiento: Cuna del Invierno Ocupación: Druida de la Zarpa Indice Eventos masteados Eventos asistidos Misivas Descripción Física Como la montaña donde nació, Redia destaca por encima de sus hermanas e incluso de muchos de sus hermanos, no solo por su altura si no por su envergadura. Su espalda, ancha remata en dos hombros de piel tensada alrededor de una musculatura considerablemente desarrollada, no nacido del esfuerzo deliberado si no de una vida en los bosques nevados y una herencia pasada de su padre, un semigigante entre los elfos de la noche, que se rumorea descendía de una osa y un elfo lo suficiente valiente para tomarla como esposa. Tanto por grande, como por peludo. Su anchura toma un cariz femenino pero no deja de ser notable, una apariencia y tamaño totalmente intimidante que contrasta con una expresión afable, tranquila y muchas veces hasta perezosa, de movimientos lentos , pero no medidos como acechante sable de la noche, si no desapasionados. De aquella que ha aprendido a buscar lo más vital en la vida y olvidarse de las preocupaciones mundanas. Su rostro refleja su juventud, rajada esta por los tatuajes de aquella que ya ha llegado a la adultez en su gente y ha pasado los ritos apropiados, considerándose capaz para entrar en su siguiente etapa. Sus ojos plateados se ven ocultos bajo unas espesas cejas oscuras, con un cabello de un profundo color negro, normalmente recogido en coletas de media melena asalvajada. Descripción Psicológica Redia y la familia Yelmocaso son elfos humildes. Jamás de su linaje ha venido una gran sacerdotisa, un afamado archidruida o un artesano particularmente notable. Han sido, durante milenios, simples cazadores de las regiones más altas del sagrado monte Hyjal. Y eso se refleja en el carácter de Redia. Tranquila, comedida, lenta en reaccionar, se toma las cosas con una naturalidad y parsimonía que contrasta con su juventud: Su lentitud en el actuar no procede de la contemplativa reflexión que ataca a muchos elfos milenarios si no de aquella que ha vivido toda su vida con la calma chicha. Esto puede exasperar a elfos más activos, o que dan más importancia a los sucesos del presente. Pero Redia ha aprendido que incluso los elfos milenarios no son si no bebés recién nacidos en comparación a la antigüedad de las raices de las montañas. ¿Por qué entonces dejar que los problemas del presente nos atosiguen? Eso no significa que llegado el momento no sea capaz de entrar en acción: Cuidado de aquel que se gane su furia genuina o ha desatar toda su capacidad para la violencia. Suele tener un sentido del humor agradable que combinado con su humildad hace difícil que reaccione de manera hostil ante sus hermanos y hermanas, incluso ante los más impertinentes. Sigue una filosofía muy simple: No puede controlar aquello que le ocurre, solo el como permite que esto el afecte a ella.
  4. La cultura bélica del Clan Grito de Guerra es una de las máquinas de guerra mejor engrasadas de todo Azeroth. Estos orcos orgullosos siempre han sido respetados por sus compañeros de otros clanes por su fiereza en el combate y lo indomables que resultan. Sin embargo, siempre han pecado de una temeridad que si bien en todos los orcos está presente, en ellos se convierte en parte de su cultura. Un grito de guerra arde de manera feroz y breve, alcanzando la gloria en combate antes de morir, para ser bienvenido por sus ancestros en los grandes salones. Su campaña en Vallefresno es una de agresión: El Jefe de Guerra necesita recursos y ellos los proveen. Sus enemigos, los Kaldorei, son enemigos formidables, invencibles bajo el amparo de su Diosa y maestros de sus bosques. Pero no son contra lo único que combaten. Las regiones de Vallefresno que los orcos han conquistado están infestadas de demonios y sectas de las criaturas retorcidas llamadas sátiros. Que nadie se confunda: Los Grito de Guerra no repetirán sus errores. Estas criaturas serán exterminadas como las alimañas que son, así tengan que adentrarse en la última de sus madrigueras a matarlos uno por uno.
  5. LA GRAN CUCHIPANDA OGRA Las cuchipandas de los ogros representan el máximo exponente de la cultura ogra actual: Fiestas y bacanales a partes iguales , todo un clan, tribu o túmulo entra en un fervor festivo donde la comida que se ha acumulado en los dias preparativos previos es cocinada, los prisioneros devorados, y los tambores bapuleados hasta que el sol se alza y los ultimos ogros que permanecen en pie intentan evitar caer desmayados fruto del cansancio y el alcohol. No hay un motivo especial detrás de las cuchipandas: Cualquier excusa es válida si la dicha es buena, y los ogros, en su simpleza mental, siempre son dichosos. El grupo entró en una cuchipanda ogra y salieron no solo vivos, si no con todas sus extremidades, un logro en si mismo. Y al salir, lo hicieron con un fragmento de historia. Poco más que una pequeña chispa, pero que serviría para iniciar el fuego que iluminaría el pasado de este pueblo de semi gigantes.
  6. Galas

    [Ficha] Calil

    Nombre: Calil-Esh Maliaram Atributos 7 Físico 9 Destreza 6 Inteligencia 5 Espíritu 6 Percepción Valores de combate 28 Puntos de vida 24 Mana 7 Iniciativa 7 Ataque a Distancia (Rifle de Chispa) 11 Ataque CC Sutil (Maza Ligera) 11 Ataque CC Sutil (Combate Desarmado (Ofensivo)) 11 Defensa Habilidades Físico 2 Atletismo Destreza 2 Maza Ligera 2 Combate Desarmado (Ofensivo) 1 Bailar 1 Escalar 2 Defensa 1 Lanzador 1 Robar bolsillos 1 Sigilo 2 Recuperacion Rapida 2 Escurridizo Inteligencia 1 Fauna (Mamíferos) 1 Navegar 1 Religión (Los Loa) 1 Supervivencia 1 Fauna (Aves) 1 Fauna (Insectos/Arácnidos) Espíritu Percepción 1 Rifle de Chispa 1 Advertir/Notar 1 Comercio 1 Dibujar 1 Disfraz 1 Rastrear 1 Reflejos 1 Rumores 1 Música (Flauta) Escuelas/Especializaciones
  7. El hombre de patillas canosas, entrado ya en una edad madura a la que pocos llegaban en esas tierras observaba desde el saliente rocoso donde se asentaba su grupo la lejana costa. Envuelto en una capa de un profundo color azul, aquel que llamaban el Amigo de las Estrellas era testigo de como las banderas rojas con un particular simbolo negro estampado en ellas se mecían bajo la brisa del mar. A un par de centenas de metros, más hacia el interior, un enorme campamento se había alzado. Tiendas de campaña repletas de criaturas de piel verde: La poca que llegaba a verse, pues la mayoría iban embutidos en pesadas armaduras de acero oscurecido y desgastado. Lo extraño no era eso, pues el vagayermos tenía suficientes años para haber visto ya varias veces como los extranjeros llegaban para invadir sus tierras. ¿Serían estos distintos? La mayoría acabarían enterrados bajo la arena, como casi todos. Pero según había podido ver, estos parecían estar compinchados con sus acérrimos enemigos, los trols. ¿Habían ido en busca de nuevos aliados? ¿Como desequilibraría eso las luchas de poder por Tanaris? El desierto era grande, desde luego. Demasiado de hecho. Pero sus recursos eran escasos, y cada vez más demandados. Esa y muchas otras ideas pasaban por su mente cuando escucho unos pasos acercarse a él. No se giró, pues sabía que no era amenaza alguna. -Ab, os he traido algo de té. - Inclinando la cabeza, Calil ofreció una taza humeante a su progenitor. Esta, de hierro finamente forjado y tallado contrastaba con la austera vida que vivian como nómadas del desierto. Claro está, que no la habían forjado ni tallado ellos. Al-muhalled inclinó la cabeza con taciturnidad, y aceptó en silencio la compañía de su hija mientras seguía contemplando el horizonte, con un sol sangrante que tintaba de granates y violetas las blancas dunas. -La Dama surca en solitario los cielos hoy. ¿Creeis que es eso un buen presagio? - La muchacha contemplaba el disco plateado que se intuia ya, compartiendo boveda celeste con el astro rey. - Cuando la Madre discurre sola los cielos, es porque desea proteger a su niña de las guerras venideras. Con cierto deje de preocupación la muchacha torció el rostro. Señaló con el mentón hacia la lejanía. - Esas criaturas... ¿Nos darán problemas? Su respuesta fue el silencio. No pudo si no sonreir por su inocencia. ¿Cuando un extranjero no les había traido problemas? Los trols, originales habitantes de ese desierto, habían regado con su sangre las arenas, cada gruta ganada, cada fuente de agua obtenida, se la habían extirpado a esas criaturas con pólvora y acero. Luego, llegaron los goblins. Sus máquinas humeantes oscurecían los cielos y en apenas unos años domaron las arenas, alzando en lo que antaño eran páramos inhabitados inmensas ciudades bullentes, llenas de vida y riqueza. ¿Cómo lo habían logrado? No limitandose a lo que la tierra y el cielo les ofrecía. Con sus esclavos de metal quebraron la roca y cavaron profundamente en ella, accediendo a fuentes de agua aparentemente ilimitadas para nutrir su siempre creciente población. Fue entonces que empezaron las guerras por el agua. En el desierto, esta era más valiosa que el oro, y por ella miles de vidas se han perdido. Al principio fueron pequeñas incursiones, saqueando caravanas. Incluso llegaron a conquistar alguno de los pozos más alejados. Esa época fue buena. Podían beber cuanto querían, lavarse cuanto querían. Nada les faltaba, pues con tan poco se contentaban. Pero entonces los goblins respondieron. Con armas que volvían obsoletas las artes de combate de su pueblo, con máquinas que eran inmunes a espada y bala, y con batallones de letales mercenarios que no ofrecían piedad alguna. Les cazaron como ratas, y hasta sus madrigueras les persiguieron. A su padre lo había perdido en una de esas cacerías. Ella apenas tenia unos doce o treces años por aquel entonces. Lo había dado por muerto, como al resto de su familia, salvo a su hermano mayor. Lo que le siguió fue una década y media de malvivir en las arenas, entre las calles de aquellos que habían masacrado a su tribu. Encontró a otros de los suyos, claro, pero en el desierto la lealtad es difícil de comprar, y por ello los lazos de sangre aseguran la cohesión del grupo. Los extranjeros, incluso entre vagayermos, no eran bien recibidos, ni bien vistos. Robó, luchó, y a veces mató y por poco no fue matada, pero sobrevivió. Dia a día. Para su sorpresa, una década después, su progenitor había regresado. Más viejo, con extrañas historias de tierras lejanas, de una tal Villaverde y una Sierranueva, sus sadiqs, como a él le llamaban. La reunión había sido extraña, pero en última estancia, la había agradecido. Volvía a tener una familia. - Con la siguiente fase de la luna, zarparás lejos de estas costas. -¿Ab? - Su sorpresa era máxima, y su piel palideció mirando a su padre. - ¿O-os he ofendido de alguna manera, Razho? Si es así decídmelo para que pueda compensároslo. - Al instante agarró la manga de su padre, de seda oscura, ancha. No solía llamarlo por su nombre, pero en esta ocasión la sorpresa le había hecho olvidarse por un segundo de la deferencia que una buena hija ofrece a un buen padre. Aunque el suyo no fuese muy buen padre, y ella, una hija no demasiado buena. - Lo huelo en el aire. ¿Acaso tú no? Se tomó unos segundos para olisquear. La brisa venia a contra, trayendo los aromas de la lejanía. Sudor. Hierro. Pólvora, pelo animal. Guerra. - Estas dunas se teñirán de rojo. Habremos de escondernos, pues no arriesgaré a los nuestros, no sin saber lo que nos aguarda. Pero tú te marcharás lejos. Y como yo, contemplarás lo que hay más allá del mar. Y con esa sabiduría, serás libre. Miró entonces a su hija, sus ojos de un oscuro castaño, y sus mejillas tatuadas, daban al hombre de ojos maquillados en oscuro hollín una apariencia intimidante. Pero en ellos solo había genuina preocupación, disimulada bajo un rostro ceñudo. Tenaz. - ¿Y qué es la libertad, bint? - La libertad es por lo único que merece la pena vivir. Agachó la cabeza. Podría haber protestado. Y en los dias siguientes lo intentaría, claro. Si su pueblo iba a luchar ella quería estar junto a ellos. Sin embargo la orden de su padre no aceptaba réplica. Le aseguró que no lucharían, si no que buscarían capear la tormenta como siempre lo habían hecho, esperando, acechando, y solo actuando cuando la posibilidad de victoria fuese absoluta. Como cazaban los escorpijones de las arenas. La última vez que Calil vio a su padre fue en los muelles, mientras su barco se alejaba de las costas de Tanaris. Ninguno alzó la mano para despedir al otro. No era la suya esa clase de relación.
  8. 𝔑𝔬𝔪𝔟𝔯𝔢: Calil-Esh Maliaram ("Calil, Pintora de Serpientes") ℜ𝔞𝔷𝔞: Humana vagayermos 𝔖𝔢𝔵𝔬: Femenino 𝔈𝔡𝔞𝔡: 29 años. 𝔄𝔩𝔱𝔲𝔯𝔞: 1,73m 𝔓𝔢𝔰𝔬: 59 Kg 𝔏𝔲𝔤𝔞𝔯 𝔡𝔢 𝔫𝔞𝔠𝔦𝔪𝔦𝔢𝔫𝔱𝔬: Tanaris 𝔒𝔠𝔲𝔭𝔞𝔠𝔦ó𝔫: Mercenaria Í𝔫𝔡𝔦𝔠𝔢 𝔈𝔳𝔢𝔫𝔱𝔬𝔰 𝔐𝔞𝔰𝔱𝔢𝔞𝔡𝔬𝔰 𝔈𝔳𝔢𝔫𝔱𝔬𝔰 𝔄𝔰𝔦𝔰𝔱𝔦𝔡𝔬𝔰 𝔐í𝔰𝔦𝔳𝔞𝔰 Una tez bronceada por el sol del sur envuelve el cuerpo entrenado, grácil y ágil de esta mujer, que no ya muchacha. Cual espejo, sus ojos parecen haber atrapado el color de las arenas que han estado observando durante la mayor parte de su vida: Unos irises de un color marrón pálido que danzan bajo la luz , mostrando una expresividad clara enfatizada por unos ojos normalmente ahumados y delineados. Su rostro se ve joven, con una media melena de mechones oscuros y descoloridos, desgarbados y algo ásperos al tacto, desgastados por la salitre del mar, y el sol inclemente que suele recoger en una coleta trenzada. Su mirada profunda se ve enmarcada por unas gruesas cejas, de un intenso color oscuro, incluso más que su cabello, dándole una apariencia peculiar e indiscutiblemente extranjera de los reinos del este. Habla con un marcado acento: Aquel en el que derivó la lengua de los vagayermos de Tanaris, una mezcla de común y jerga pirata que con las décadas se ha entremezclado con términos trol y goblin, dando lugar a una lengua que mezcla la musicalidad con los sonidos graves y ásperos de una garganta rascada. Sus pasos son felinos, con una ondulación al caminar característicamente hipnótica y una seguridad cuasi predatoria. La supervivencia es la máxima del desierto. Y por ello todo merece la pena ser sacrificado. El honor del clan. La familia. La amistad. El dinero. El amor. La dignidad misma. Todo virtudes a las que aspirar pero que nunca anteponer ante el vivir un día más. Los que olvidan eso están condenados a que sus huesos blanquecinos sean los futuros nidos de los Rocs de las arenas. Y Calil no será hueso y polvo enterrado entre las dunas.
  9. Matias Corvino antes de hacer lo que él llama: La Clasica de Matias. Salir corriendo. Los bajos fondos de la ciudad de Strom son una aglomeración variopinta de distritos y calles en secciones empobrecidas o abandonadas de la que antaño fue la capital del imperio de los hombres, de épocas donde vivía mucha más población que la actual. En esas calles proliferan toda clase de negocios ilegales. Y también humildes, claro está. Pero sobre todo, ilegales. Lo que es legal o no, claro, no implica juicio moral, y más tratándose de uno de los reinos más anticuados de los humanos. Pero no habian acudido por moral, los dos protagonistas de esta historia. Solo tenian una presa que cazar. Y fracasaron. Pero un cazador destaca por su paciencia, y en algún otro momento, Matias volvería a mostrar su oscura faz. Y entonces, no volverían a fallar.
  10. Galas

    [Ficha] Desiderata Deimos

    Nombre: Desiderata Atributos 7 Físico 8 Destreza 6 Inteligencia 6 Espíritu 6 Percepción Valores de combate 28 Puntos de vida 24 Mana 7 Iniciativa 7 Ataque a Distancia (Ballesta Ligera) 10 Ataque CC Sutil (Espada Ligera) 9 Ataque CC Sutil (Daga) 9 Ataque CC Sutil (Cuchillo) 9 Defensa Físico 1 Atletismo Destreza 2 Espada Ligera 1 Daga 1 Cuchillo 1 Bailar 1 Equitación 1 Escalar 1 Defensa 1 Nadar 1 Robar bolsillos 2 Sigilo 1 Trampas/Cerraduras Inteligencia 1 Leyes (Reinos Humanos) 1 Religión (Luz Sagrada) 1 Tortura 1 Supervivencia 1 Conocimientos/Historia (Reinos Humanos) 1 Conocimientos/Historia (Magia Arcana) 1 Conocimientos/Historia (Nigromancia) Espíritu 1 Voluntad Percepción 1 Ballesta Ligera 1 Advertir/Notar 1 Buscar 1 Callejeo 1 Disfraz 1 Etiqueta 1 Rastrear 1 Reflejos 1 Rumores 1 Música (Canto) Escuelas/Especializaciones Aptitudes de combate diestro: Aprendiz: Golpe de oportunidad Recuperación rápida
  11. Me brota del corazón un poema bello, recito mis versos a un rey; mi lengua es ágil pluma de escribano. Eres el más bello de los hombres, en tus labios se derrama la gracia, la Luz Sagrada te bendice eternamente. Cíñete al flanco la espada, valiente: es tu gala y tu orgullo; cabalga victorioso por la verdad y la justicia, tu diestra te enseñe a realizar proezas. Tus flechas son agudas, los pueblos se te rinden, se acobardan los enemigos del rey. Tu trono, santa Luz, permanece para siempre, cetro de rectitud es tu cetro real; has amado la justicia y odiado la impiedad: por eso la Luz Sagrada te ha ungido con aceite de júbilo entre todos tus compañeros. Los cánticos en honor al Emperador de todos los Humanos, Anduin Wrynn I, aun resonaban en su cabeza y causaban un cosquilleo en su nuca cuando deslizándose bajo su humilde hábito entre los oscuros pasillos de la catedral, la mujer llegó a dar con una figura altiva que se le plantó delante. Embutido en una toga blanca con cinchas oscuras, la mujer agacho la cabeza en sumisión genuina y sincera. -Acudo al llamado pues he sido convocada, mi señor. La respuesta fue un gesto leve con la mano izquierda. Los dedos eran largos, y nudosos, como ramas de árbol retorcido. La figura del Inquisidor era imponente solo en su silueta. De casi dos metros, apenas tenia carne para llenar unos huesos tan estirados. Un carácter sombrío le era adjudicado. Nada más lejos de la realidad, sin embargo. Atormentado por el aura que desprendía, el hombre no era si no un viejo sacerdote que siempre había estado más cómodo entre libros y estudios , y su apariencia más digna de una gárgola en fachada de catedral no era si no eso, una apariencia que guardaba un corazón puro y virtuoso. La reunión fue breve. Una lectura de textos sagrados, una lección sobre la cual reflexionar, y un encargo que ejecutar. Con la misma sumisión por la cual entro a través de la portilla ahora salía, cabizbaja, pues se sabía inferior. Como no sentirse sobrecogida al caminar entre piedras de granito alzadas hacia más de mil años, por los primeros hombres, en este, el reino más antiguo de la humanidad. El sol estaba aun alto en el cielo cuando salió de la Catedral de Stromgarde, pero estaba desangrándose en el firmamento cuando llegó a su destino. ************* Ha llegado el verano, ¡Canta fuerte, Cuco! La semilla crece y el prado florece Y la madera brota de nuevo, ¡Canta, Cuco! La oveja bala tras el cordero La vaca muge tras el ternero. El toro se agita, el ciervo se tira pedos, ¡Canta alegre, cuco! Cuco, cuco, bien cantas, cuco; Nunca te detengas ahora, Canta cuco ahora. Canta, Cuco. Canta Cuco. ¡Canta cuco ahora! La cacofonía de los borrachos dolía al oído, aunque todos los parroquianos presentes en la posada estuviesen demasiado alcoholizados como para sentirlo. Por la contra, la mayoría se habían unido al son popular, agitando sus cuencos de vino tinto tan popular en los alrededores de la capital. Todos salvo una figura, claro está. Retirandose la capucha, la mujer no tardó en dirigirse hacia el posadero. Un viejo conocido, aunque no de ella. Un par de gestos y un intercambio de cobrizas le ganó acceso a una sala discreta, un cuarto más pequeño que el resto, en la planta superior. La figura que aguardaba en su interior la miró varios segundos. - Esperaba otra cosa. - Dijo con un tono burlesco. - Puedes seguir esperando, entonces. - No. Dame el pago, y yo te daré lo mío. No quiero saber nada más de esta cosa, solo me ha traído desgracias. Con la prontitud de aquel que no ve el momento de acabar con una situación desagradable, enseño una caja de madera gruesa. Esquinas reforzadas de hierro forjado y clavado, con un grueso candado. Se la dejó sobre la mesita, y la mujer la inspeccionó en silencio varios segundos. - Ábrela. -¿Estas loca mujer? ¡Y si maldice, o algo peor, me convierte en un ganso! - Ábrela, o me iré por donde he venido. Con gruñidos y maldiciones el hombre abrió el candado y se apartó de la caja, dejando a la mujer en solitario para que esta saciase su curiosidad. Una comprobación rutinaria, desde luego, pero necesaria. No sería el primero que había intentado ganarse unas monedas ofreciendo paja como grano. Abrió la caja para observar su interior. Vacía. O eso aparentaba. Entre las sombras, en su esquina, observó un objeto particular. Parecía un hueso raído y desgastado. Pero un ojo mínimamente atento podía percatarse de que no se trataba solamente de eso. Era el doble de grueso que el de un humano normal, y acababa en una larga uña retorcida. Y aunque ella no tuviese la capacidad, el regusto bilioso en su paladar al recibir de lleno los efluvios del interior de la caja rápidamente le dijo que se trataba de algo genuino. La cerró con velocidad y echó la llave. - Eso... llévatelo. En mal día desenterré esa cosa de mi granja... que la Iglesia se ocupe, que para eso cobrais diezmo... - Respondió zalamero el hombrecillo, con un nerviosismo leve en su voz y las mejillas coloradas. Había estado bebiendo mientras esperaba la llegada de Desiderata. - Lord Tempus está dispuesto a obviar el hecho de que intentases vender este dedo de brujo orco en el mercado negro... siempre y cuando le entregues, o informes, de cualquier otro artefacto similar que encuentres en tu granja, o en las granjas vecinas. La altiveza del hombrecillo desapareció tan rápido como pálidos quedaron sus mofletes. La mujer no dijo mentira, pero él no esperaba que la Inquisición tuviese esa información. Agachando la cabeza aseveró cinco veces que eso haría, desde luego. La mujer no estaba del todo segura, pero no tenia más que hacer ahí. Con el canto de los borrachos tras de si, abandonó la posada del cruce de caminos, y retomó la marcha, de regreso a Stromgarde.
  12. 𝔑𝔬𝔪𝔟𝔯𝔢: Desiderata Deimos ℜ𝔞𝔷𝔞: Humana 𝔖𝔢𝔵𝔬: Eclesiástico. 𝔈𝔡𝔞𝔡: 32 años. 𝔄𝔩𝔱𝔲𝔯𝔞: 1,67m 𝔓𝔢𝔰𝔬: 53 Kg 𝔏𝔲𝔤𝔞𝔯 𝔡𝔢 𝔫𝔞𝔠𝔦𝔪𝔦𝔢𝔫𝔱𝔬: Dalaran 𝔒𝔠𝔲𝔭𝔞𝔠𝔦ó𝔫: Agente Inquisitorial Í𝔫𝔡𝔦𝔠𝔢 𝔈𝔳𝔢𝔫𝔱𝔬𝔰 𝔐𝔞𝔰𝔱𝔢𝔞𝔡𝔬𝔰 A la caza de Matias Corvino [Entrenamiento] 𝔈𝔳𝔢𝔫𝔱𝔬𝔰 𝔄𝔰𝔦𝔰𝔱𝔦𝔡𝔬𝔰 𝔐í𝔰𝔦𝔳𝔞𝔰 Una mujer que ha dejado atrás todo rastro de juventud y ha entrado en una edad adulta que refleja una vida llena de peligros. Una figura que podría perderse a la vista de cualquiera por lo poco destacable que resulta. Mujer esbelta, de ligero caminar. Sus pómulos se alzan y marcan un rostro ojeroso y con permanente apariencia de cansancio profundo. Sus ojos son de un color marrón amarillento, que bajo la luz del sol a veces parecen miel, y encuadernan junto a una larga melena castaña recogida en una trenza su cara libre de marcas, manchas o cicatrices. Desiderata es una mujer tranquila, devota, obediente y servicial. Criada entre las espiras violetas de Dalaran ha renegado de los excesos de los magos para optar por una vida de privación religiosa. De su infancia lo poco que ha permeado en ella son el desprecio por la frivolidad de los magos, especialmente su abuso de poderes que desafían las leyes físicas para realizar las tareas más mundanas, en vez de ayudar a aquellos que más sufren y lo necesitan. Es agradable en su trato y de difícil enfadar, educada y comedida en todo cuanto hace, vive y siente. Por una sola excepción. Dentro del pecho de esta hija de la Luz arde un fuego constante ante las situaciones de injusticia: La de aquellos que abrazan la oscuridad siendo mostrados la Luz, la de aquellos que abusan del débil siendo ellos fuertes, y de los que teniéndolo todo no lo usan para nada, salvo para regodearse como cerdos en una piara. Cuando cumple sus deberes lo hace con la mayor de las voluntades y la menor de las dudas: Es consciente de su propia ignorancia y por ello confía en ejecutar las órdenes de aquellos más capaces de ella.
  13. -Dabale arroz a la zorra el abad... dabale arroz a la zorra el abad... dabale arroz a la zorra el abad... Paseaba una joven moza por las calles de Stromgarde. Embutida estaba ella en cuero de gambesón, y su mente, atrapada en una frase cuyo sentido se le escapaba. Esa mañana había aprendido de algo ecléctico en sus clases de gramatica y caligrafía. Palindromonos los llamaban, o algo parecido. ¡Como podia ser, que del revés sea del derecho! Toda su vida, la lógica le había dictado que las cosas se hacen de una forma. Pero no. A veces, aunque algo sea lo opuesto, resulta que es lo mismo. Para pensar. Sus elucubraciones la detuvieron, camino a hacer un recado para un caballero de su Orden. Sus ojos verdes se percataron de una nota. Una de muchas. Una nota insignificante, que ya habia sido parcialmente cubierta por otras varias. Pero esta tenia un algo. Un nosequé que queseyo. ¿Era la caligrafia tal vez? Se la veía bonita. Bien cuidada, seguro era de alguna mujer delicada. ¿Hombres? ¿Desaparecidos? Mon dieu. No podía permitirlo. Y con un arranque repentino, corrió para acabar cuanto antes sus recados y liberarse. ¿Con qué fin esa prisa repentina? Si para la fecha fijada aun faltaban días. Pero Agathe era una mujer de acción. Lo de pensar ya, para las clases de gramática.
  14. Galas

    [Ficha] Caerwyn

    Nombre: Caerwyn Atributos 7 Físico 6 Destreza 8 Inteligencia 6 Espíritu 6 Percepción Valores de combate 28 Puntos de vida 32 Mana 7 Iniciativa 8 Ataque CC (Espada Pesada) 8 Ataque CC (Lanza Pesada) >8 Ataque CC (Combate Des. (Defensivo)) 8 Defensa Habilidades Físico 2 Atletismo 1 Espada Pesada 1 Lanza Pesada 1 Combate Des. (Defensivo) Destreza 1 Bailar 1 Escalar 2 Defensa 1 Nadar 1 Sigilo Inteligencia 1 Leyes (Reinos Humanos) 1 Leyes (Justicia Thalassiana) 1 Conocimientos/Historia (El Alto Reino Élfico) 1 Conocimiento/Historia (Reinos Humanos) 2 Mísiles de Energía (Arcano) 1 Conjuración Básica 1 Abjuración Básica Espíritu 1 Voluntad Percepción 1 Advertir/Notar 1 Rastrear 1 Reflejos 2 Música (Guitarra Acústica) 1 Música (Canto) Escuelas/Especializaciones Magia Arcana: Arcano: Evocación.
  15. 𝓗𝓲𝓼𝓽𝓸𝓻𝓲𝓪 Con pasos tranquilos una figura solitaria recorría un manzanar de árboles en flor. Sus colores blancos y rosados eran hermosos , pero empequeñecían ante la fragancia perfumada la cual inundaban el ambiente. Las vallas separaban el camino de tierra de lo que no dejaban de ser fincas privadas, un contraste particular con los extensos campos abiertos de las tierras de los elfos. En las tierras humanas, todo tenia dueño, y no solo lo tenía, si no que este se aseguraba de que los demás supiesen que aquello que observaban tenía amo y señor. Desde las banderolas y pendones de las grandes casas, hasta pequeños carteles o nombres excavados en menhires y lindes de roca campesina. Más de una vez, en sus primeros años, algún que otro campesino alborotado, horca en mano, había salido a su persecución por ver a un intruso no identificado recorriendo sus campos, o peor, alimentándose de sus árboles frutales con absoluta naturalidad. La mayoría de ellos se calmaban, o más bien se quedaban sorprendidos, a ver que no era pillo, vagabundo o maleante, si no una mujer de ojos de brillo azul y característicamente luengas orejas la que había allanado su terreno. Algunos la expulsaban igualmente, pero muchos otros eran rápidamente fascinados por una voz suave y musical de fuerte acento. Y Caerwyn siempre disfrutaba de sentarse al fuego de una granja, narrando sus viajes , pero sobre todo, escuchando y preguntando de las vivencias de las gentes humildes. Y los niños. Los elfos no eran conocidos por prolíferos , y por ello su experiencia con pequeños duendecillos era bastante limitada. ¿Los humanos, en cambio? Eran pequeños torbellinos de entusiasmo. ¡Y sus caritas! Redondas, de grandes orejas y ojos, y mechones rebeldes. Cada nombre y apellido, los apuntaba en una libreta, por si alguna vez con ellos volvía a encontrar, no sufrir la vergüenza de haberlos olvidado. Otros elfos veían en los humanos criaturas fugaces, que carecían de la perspicacia y el sentido común para preocuparse del futuro. Y no les faltaba parte de razón. ¿Pero acaso es justo juzgar al que hace con el tiempo que se le ha dado el máximo que puede alcanzar? Cada pueblo tenía sus virtudes y sus defectos, simplemente, estos solían ser distintos. Esta vez la quel'dorei no cruzó los vallados, pues la emoción de lo que le aguardaba superaba su ansia por explorar esos jardines y tal vez encontrarse a algún labriego campesino, a una dulce muchacha escribiendo poemas para su amado, o un par de perros pastores dormitando bajo la arboleda. En la lejanía había llegado a intuirla, alzada, vetusta y orgullosa, al borde de un acantilado, cuando cruzó unas colinas coronadas por un par de pequeños árboles, de troncos gruesos de corteza blanca, pero pronto la depresión del terreno le había robado la visión de la capital del reino que ahora recorría. Pese a la cercanía, nunca lo había visitado. Como tantos otros elfos, claro está. Lo cierto es que tras la caída de su reino vagó sin rumbo y sin cercanos, pues sus compañeros en exilio fueron tomando otras sendas con el paso del tiempo hasta que ella se quedó sola. Poco a poco la no-muerte avanzaba , aunque ahora fuese sobre estandarte violeta y no negro, con rostro pálido y quebrado que recordaba a antiguos heroes caídos del pueblo élfico, y por ello los caminos que antaño recorría, en las comarcas del sur de Lordaeron ya dejaron de ser seguros para ella. Pasó una temporada con los suyos en las tierras altas, y disfrutó de la compañía y el remanso de paz que habían construido: Quel'danil le recordaba a lo mejor del Alto Reino, concentrado, sin los vicios que un reino gobernado por magos sufría. Pero esa existencia de paz contemplativa no era para ella, pues su espíritu había experimentado la magnitud del mundo ante ella, y no se contentaba ahora con volver a la seguridad previa de una zona de confort en la que vivió toda su vida. Una pequeña ascensión en la senda, y de nuevo las colinas se despejaban para dejar que los ojos de fina mirada de la Alta elfa pudiesen disfrutar de toda la extensión de las tierras altas. Había contemplado bosques, montañas, colinas y hasta pantanos, pero era en los nucleos de la civilización humana donde una más podía contemplar la extensión de los terrenos llanos, que para una elfa, resultaban impresionantes. Strom, capital del primer imperio de los humanos. Sus muros de roca gruesa y gris ondeaban con grandes banderas de color rojo carmesí, y hasta donde alcanzaba la vista, más allá de sus muros, las praderas se extendían en campos y campos de toda clase de cosechas. Pequeños cúmulos de hogares se intuían aquí y allá, aldeas coetáneas a la capital del poder real. Pese a que pudiese observar la ciudad desde su posición, rápidamente la elfa calculó que aun le quedaba medio día de caminata relajada para llegar. O unas pocas horas, a buen ritmo. Pero como siempre, Caerwyn, descendió con parsimonía por las colinas. Al fin y al cabo, tenía todo el tiempo del mundo.
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