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Galas

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  1. Galas

    [Ficha] Redia Yelmocaso

    Nombre: Redia Yelmocaso Atributos 9 Físico5 Destreza6 Inteligencia7 Espíritu6 Percepción Valores de Combate 36 Puntos de vida28 Mana7 Iniciativa10 Ataque CC (Combate Desarmado)11 Ataque CC (Maza de Guerra)7 Defensa Habilidades Físico 2 Atletismo 1 Combate Desarmado 2 Maza de Guerra 1 Nadar 1 Escalar Destreza 1 Bailar 2 Defensa 1 Lanzador 1 Sigilo Inteligencia 1 Fauna (Mamíferos) 1 Fauna (Fauna Acuática) 1 Fauna (Aves) 1 Fauna (Insectoides/Arácnidos) 1 Religión (Druidismo) 1 Religión (Culto de Elune) 1 Sanación/Hierbas 1 Supervivencia 1 Conocimientos/Historia (Elfos de la Noche) Espíritu 2 Voluntad 1 Guarda Natural 1 Comunión Astral 1 Comunión Natural 1 Comunicación Animal 1 Pacificar Animal 2 Forma de Oso Percepción 1 Advertir/Notar 1 Rastrear 1 Reflejos Escuelas/Especializaciones Druidismo: Feral
  2. Historia Las cumbres más altas del monte Hyjal se conocen como Cuna del Invierno. No son realmente la parte más alta del monte hyjal, pues en la cumbre de este es donde reside el Nordrassil, cuya influencia mágica y natural hace que estas sean un paraiso natural en cualquier momento del año. Este poder natural no se extiende a las cimas de menos altitud, que están perpetuamente cubiertas por espesas capas de nieve fruto de las bajas temperaturas y los fuertes vientos que azotan constantemente sus claros y sus bosques de árboles alpinos. En estas tierras es donde se crió Redia, y donde los Yelmocaso han habitado durante milenios. Los Kaldorei de estas regiones suelen ser conocidos por ser algo huraños, o al menos esa perspectiva suelen tener de ellos el grueso de la población elfa, que habitaba los bosques sagrados de los elfos en las lomas más bajas del monte Hyjal. Una perspectiva muy injusta, pues pocos elfos de la noche más hospitalarios existen: Uno sabe que en las altas montañas, los refugios seguros escasean, y negarle tu fuego a un viajero puede ser una sentencia de muerte. Donde esta joven elfa se crió no se podía usar siquiera el término de aldea. Eran apenas tres guaridas o casas, construidas en cuevas naturales y separadas unas de otras en familias emparentadas que no coincidían demasiado, prefiriendo guardarse para lo suyo, fuera de alguna celebración o festividad donde se reunían para compartir junto al fuego bebidas de bayas fermentadas y grandes salmones, salvajes y pescados en los ríos cuando estos se descongelaban en verano. Y sin embargo la elfa nunca sintió que le faltase de nada. Podía pasar perfectamente un lustro o década entre que un viajero u otro cruzase su umbral y se resguardase en la morada de su familia , de varios días a semanas, según los pasos montañosos hubiesen quedado sepultados bajo la nieve. En estos tiempos es que su familia recibía noticias del exterior, intercambiaban relatos o a veces hacían algún que otro trueque si algo que llevaban estos viajeros les captaba su atención. Tal vez otra elfa más curiosa se habría sentido limitada por una vida sencilla en las montañas. Pero Redia nunca tuvo esas inquietudes. Disfrutaba de correr por las colinas nevadas, de explorar sus bosques, de nadar en sus lagos de agua helada tras quebrantar las capas de hielo que los cubrían, y de la soledad e inmensidad de los valles nevados. Por eso cuando los valles nevados se derritieron bajo el fuego demoníaco, nadie pudo avisarlos. Nunca olvidaría ese día. Se encontraba dormitando sobre su roca favorita, en una de las lomas más altas del valle donde vivía cuando observó extrañas nubes de humo en la lejanía. Lo que parecía humo alzándose al cielo pronto se mostró como enjambres lejanos de extrañas criaturas que nunca había llegado a ver antes , sin poder discernirlas fruto de la distancia, siquiera con sus ojos de elfa. Pronto en la lejanía observo no una marea: Una avalancha completa , más gente de la que jamás había visto junta en diez mil de las vidas que había llevado hasta ahora. Estos no llegaron a su valle, claro, en la lejanía continuaron ascendiendo por los pasos montañosos que llevaban hacia la cima del Monte Hyjal. Pero hubo varios puntos oscuros que moviendose con velocidad se desviaron de la fuerza principal. Se dispersaban por el valle, y corrían como si temiesen los latigazos de sus amos. Y varios de ellos se dirigían hacia su hogar. El descenso de la loma de la montaña fue uno frenético, con el corazón a punto de estallarle en el pecho. Cada latido era un tambor que golpeaba sus tímpanos. ¿Que estaba ocurriendo, que eran esas criaturas? ¿Eran elfos? No, no podían serlo. No sabia porqué pero algo en su corazón le decía que un gran peligro se acercaba a sus tierras, un instinto natural, salvaje, que nunca le había fallado en todos sus años previos de vida. Llegó a su hogar pasada una media hora. Para su sorpresa, esas criaturas habían sido más rápidas que ella. Para su sorpresa y horror. Sobre la nieve estaban dispersados huesos quebrados, pero pequeños, como si perteneciesen a algun tipo de joven o niño. También vio criaturas de piel rojiza, cuadrúpedas, que habían sido descuartizadas. Frente a su hogar encontró a su padre. Este, sentado, jadeaba y gruñía con resoplidos mientras la madre de Redia atendia a sus heridas. A su lado descansaba su enorme arco de caza, astillado tras haberlo usado para aplastar a las criaturas que les habían atacado. Redia realizó muchas preguntas pero no llegó a recibir respuesta ninguna, pues sus padres, y tampoco sus vecinos y parientes sabían que eran estas criaturas cuya sangre quemaba la nieve y ardia con fuego propio. Pero no se quedarían en su hogar a esperar a que viniesen más. Marcharon a las montañas. Durante días en ellas esperaron, sobreviviendo de la naturaleza hasta que algo les dejó a todos sin aliento. De manera repentina, una sensación de vacío hizo presa de todos ellos: Un miedo terrible invadió sus mentes y corazones, como si uno hubiese estado toda su vida en el lecho materno, y de golpe hubiese sido arrojado de este, perdiendo una calidez en sus espíritus que nunca jamás recuperarían. Tardarían semanas en comprender que pasó. Nordrassil había sido atacado. Su inmortalidad había sido el sacrificio a pagar para salvar el mundo, así como las vidas de decenas de miles de elfos y otras criaturas de tierras lejanas, así como los espiritus de muchos de sus antepasados. Redia regresó a su hogar, su padre herido se acabó recuperando de sus heridas, pero algo cambió en ella: Ese vacío en su corazón no había dejado de crecer. Las montañas nevadas ya no le transmitían seguridad, si no una sensación de ahogo, de vivir aislada y ajena a un mundo grande, terrible. Había perdido una inocencia pura y hermosa. Había terminado su infancia. Cuando marchó de su hogar, con las bendiciones de sus progenitores , su rostro hasta entonces inmaculado lucía ya los tatuajes de aquella que se siente preparada para afrontar y ser considerada en la adultez. Sus pasos la llevaron a las cimas altas, a los claros lunares donde los druidas se reunían. Allí aprendió sobre lo que había ocurrido, sobre los demonios y sobre sus vasallos, sobre las fuerzas oscuras del mundo. Y tras que las barreras que habían separado a su pueblo durante milenios fuesen derribadas, comenzaría a caminar la senda natural, convencida en dejar una marca en el mundo, y evitar que una oscuridad como la que observó desde aquella montaña volviese a amenazar a su pueblo.
  3. Redia Yelmocaso Nombre: Redia Yelmocaso Raza: Elfa de la Noche Sexo: Mujer Edad: 146 años. Altura: 2,27m Peso: 138 Kg Lugar de Nacimiento: Cuna del Invierno Ocupación: Druida de la Zarpa Indice Eventos masteados Eventos asistidos Misivas Descripción Física Como la montaña donde nació, Redia destaca por encima de sus hermanas e incluso de muchos de sus hermanos, no solo por su altura si no por su envergadura. Su espalda, ancha remata en dos hombros de piel tensada alrededor de una musculatura considerablemente desarrollada, no nacido del esfuerzo deliberado si no de una vida en los bosques nevados y una herencia pasada de su padre, un semigigante entre los elfos de la noche, que se rumorea descendía de una osa y un elfo lo suficiente valiente para tomarla como esposa. Tanto por grande, como por peludo. Su anchura toma un cariz femenino pero no deja de ser notable, una apariencia y tamaño totalmente intimidante que contrasta con una expresión afable, tranquila y muchas veces hasta perezosa, de movimientos lentos , pero no medidos como acechante sable de la noche, si no desapasionados. De aquella que ha aprendido a buscar lo más vital en la vida y olvidarse de las preocupaciones mundanas. Su rostro refleja su juventud, rajada esta por los tatuajes de aquella que ya ha llegado a la adultez en su gente y ha pasado los ritos apropiados, considerándose capaz para entrar en su siguiente etapa. Sus ojos plateados se ven ocultos bajo unas espesas cejas oscuras, con un cabello de un profundo color negro, normalmente recogido en coletas de media melena asalvajada. Descripción Psicológica Redia y la familia Yelmocaso son elfos humildes. Jamás de su linaje ha venido una gran sacerdotisa, un afamado archidruida o un artesano particularmente notable. Han sido, durante milenios, simples cazadores de las regiones más altas del sagrado monte Hyjal. Y eso se refleja en el carácter de Redia. Tranquila, comedida, lenta en reaccionar, se toma las cosas con una naturalidad y parsimonía que contrasta con su juventud: Su lentitud en el actuar no procede de la contemplativa reflexión que ataca a muchos elfos milenarios si no de aquella que ha vivido toda su vida con la calma chicha. Esto puede exasperar a elfos más activos, o que dan más importancia a los sucesos del presente. Pero Redia ha aprendido que incluso los elfos milenarios no son si no bebés recién nacidos en comparación a la antigüedad de las raices de las montañas. ¿Por qué entonces dejar que los problemas del presente nos atosiguen? Eso no significa que llegado el momento no sea capaz de entrar en acción: Cuidado de aquel que se gane su furia genuina o ha desatar toda su capacidad para la violencia. Suele tener un sentido del humor agradable que combinado con su humildad hace difícil que reaccione de manera hostil ante sus hermanos y hermanas, incluso ante los más impertinentes. Sigue una filosofía muy simple: No puede controlar aquello que le ocurre, solo el como permite que esto el afecte a ella.
  4. La cultura bélica del Clan Grito de Guerra es una de las máquinas de guerra mejor engrasadas de todo Azeroth. Estos orcos orgullosos siempre han sido respetados por sus compañeros de otros clanes por su fiereza en el combate y lo indomables que resultan. Sin embargo, siempre han pecado de una temeridad que si bien en todos los orcos está presente, en ellos se convierte en parte de su cultura. Un grito de guerra arde de manera feroz y breve, alcanzando la gloria en combate antes de morir, para ser bienvenido por sus ancestros en los grandes salones. Su campaña en Vallefresno es una de agresión: El Jefe de Guerra necesita recursos y ellos los proveen. Sus enemigos, los Kaldorei, son enemigos formidables, invencibles bajo el amparo de su Diosa y maestros de sus bosques. Pero no son contra lo único que combaten. Las regiones de Vallefresno que los orcos han conquistado están infestadas de demonios y sectas de las criaturas retorcidas llamadas sátiros. Que nadie se confunda: Los Grito de Guerra no repetirán sus errores. Estas criaturas serán exterminadas como las alimañas que son, así tengan que adentrarse en la última de sus madrigueras a matarlos uno por uno.
  5. LA GRAN CUCHIPANDA OGRA Las cuchipandas de los ogros representan el máximo exponente de la cultura ogra actual: Fiestas y bacanales a partes iguales , todo un clan, tribu o túmulo entra en un fervor festivo donde la comida que se ha acumulado en los dias preparativos previos es cocinada, los prisioneros devorados, y los tambores bapuleados hasta que el sol se alza y los ultimos ogros que permanecen en pie intentan evitar caer desmayados fruto del cansancio y el alcohol. No hay un motivo especial detrás de las cuchipandas: Cualquier excusa es válida si la dicha es buena, y los ogros, en su simpleza mental, siempre son dichosos. El grupo entró en una cuchipanda ogra y salieron no solo vivos, si no con todas sus extremidades, un logro en si mismo. Y al salir, lo hicieron con un fragmento de historia. Poco más que una pequeña chispa, pero que serviría para iniciar el fuego que iluminaría el pasado de este pueblo de semi gigantes.
  6. Galas

    [Ficha] Calil

    Nombre: Calil-Esh Maliaram Atributos 7 Físico 9 Destreza 6 Inteligencia 5 Espíritu 6 Percepción Valores de combate 28 Puntos de vida 24 Mana 7 Iniciativa 7 Ataque a Distancia (Rifle de Chispa) 11 Ataque CC Sutil (Maza Ligera) 11 Ataque CC Sutil (Combate Desarmado (Ofensivo)) 11 Defensa Habilidades Físico 2 Atletismo Destreza 2 Maza Ligera 2 Combate Desarmado (Ofensivo) 1 Bailar 1 Escalar 2 Defensa 1 Lanzador 1 Robar bolsillos 1 Sigilo 2 Recuperacion Rapida 2 Escurridizo Inteligencia 1 Fauna (Mamíferos) 1 Navegar 1 Religión (Los Loa) 1 Supervivencia 1 Fauna (Aves) 1 Fauna (Insectos/Arácnidos) Espíritu Percepción 1 Rifle de Chispa 1 Advertir/Notar 1 Comercio 1 Dibujar 1 Disfraz 1 Rastrear 1 Reflejos 1 Rumores 1 Música (Flauta) Escuelas/Especializaciones
  7. El hombre de patillas canosas, entrado ya en una edad madura a la que pocos llegaban en esas tierras observaba desde el saliente rocoso donde se asentaba su grupo la lejana costa. Envuelto en una capa de un profundo color azul, aquel que llamaban el Amigo de las Estrellas era testigo de como las banderas rojas con un particular simbolo negro estampado en ellas se mecían bajo la brisa del mar. A un par de centenas de metros, más hacia el interior, un enorme campamento se había alzado. Tiendas de campaña repletas de criaturas de piel verde: La poca que llegaba a verse, pues la mayoría iban embutidos en pesadas armaduras de acero oscurecido y desgastado. Lo extraño no era eso, pues el vagayermos tenía suficientes años para haber visto ya varias veces como los extranjeros llegaban para invadir sus tierras. ¿Serían estos distintos? La mayoría acabarían enterrados bajo la arena, como casi todos. Pero según había podido ver, estos parecían estar compinchados con sus acérrimos enemigos, los trols. ¿Habían ido en busca de nuevos aliados? ¿Como desequilibraría eso las luchas de poder por Tanaris? El desierto era grande, desde luego. Demasiado de hecho. Pero sus recursos eran escasos, y cada vez más demandados. Esa y muchas otras ideas pasaban por su mente cuando escucho unos pasos acercarse a él. No se giró, pues sabía que no era amenaza alguna. -Ab, os he traido algo de té. - Inclinando la cabeza, Calil ofreció una taza humeante a su progenitor. Esta, de hierro finamente forjado y tallado contrastaba con la austera vida que vivian como nómadas del desierto. Claro está, que no la habían forjado ni tallado ellos. Al-muhalled inclinó la cabeza con taciturnidad, y aceptó en silencio la compañía de su hija mientras seguía contemplando el horizonte, con un sol sangrante que tintaba de granates y violetas las blancas dunas. -La Dama surca en solitario los cielos hoy. ¿Creeis que es eso un buen presagio? - La muchacha contemplaba el disco plateado que se intuia ya, compartiendo boveda celeste con el astro rey. - Cuando la Madre discurre sola los cielos, es porque desea proteger a su niña de las guerras venideras. Con cierto deje de preocupación la muchacha torció el rostro. Señaló con el mentón hacia la lejanía. - Esas criaturas... ¿Nos darán problemas? Su respuesta fue el silencio. No pudo si no sonreir por su inocencia. ¿Cuando un extranjero no les había traido problemas? Los trols, originales habitantes de ese desierto, habían regado con su sangre las arenas, cada gruta ganada, cada fuente de agua obtenida, se la habían extirpado a esas criaturas con pólvora y acero. Luego, llegaron los goblins. Sus máquinas humeantes oscurecían los cielos y en apenas unos años domaron las arenas, alzando en lo que antaño eran páramos inhabitados inmensas ciudades bullentes, llenas de vida y riqueza. ¿Cómo lo habían logrado? No limitandose a lo que la tierra y el cielo les ofrecía. Con sus esclavos de metal quebraron la roca y cavaron profundamente en ella, accediendo a fuentes de agua aparentemente ilimitadas para nutrir su siempre creciente población. Fue entonces que empezaron las guerras por el agua. En el desierto, esta era más valiosa que el oro, y por ella miles de vidas se han perdido. Al principio fueron pequeñas incursiones, saqueando caravanas. Incluso llegaron a conquistar alguno de los pozos más alejados. Esa época fue buena. Podían beber cuanto querían, lavarse cuanto querían. Nada les faltaba, pues con tan poco se contentaban. Pero entonces los goblins respondieron. Con armas que volvían obsoletas las artes de combate de su pueblo, con máquinas que eran inmunes a espada y bala, y con batallones de letales mercenarios que no ofrecían piedad alguna. Les cazaron como ratas, y hasta sus madrigueras les persiguieron. A su padre lo había perdido en una de esas cacerías. Ella apenas tenia unos doce o treces años por aquel entonces. Lo había dado por muerto, como al resto de su familia, salvo a su hermano mayor. Lo que le siguió fue una década y media de malvivir en las arenas, entre las calles de aquellos que habían masacrado a su tribu. Encontró a otros de los suyos, claro, pero en el desierto la lealtad es difícil de comprar, y por ello los lazos de sangre aseguran la cohesión del grupo. Los extranjeros, incluso entre vagayermos, no eran bien recibidos, ni bien vistos. Robó, luchó, y a veces mató y por poco no fue matada, pero sobrevivió. Dia a día. Para su sorpresa, una década después, su progenitor había regresado. Más viejo, con extrañas historias de tierras lejanas, de una tal Villaverde y una Sierranueva, sus sadiqs, como a él le llamaban. La reunión había sido extraña, pero en última estancia, la había agradecido. Volvía a tener una familia. - Con la siguiente fase de la luna, zarparás lejos de estas costas. -¿Ab? - Su sorpresa era máxima, y su piel palideció mirando a su padre. - ¿O-os he ofendido de alguna manera, Razho? Si es así decídmelo para que pueda compensároslo. - Al instante agarró la manga de su padre, de seda oscura, ancha. No solía llamarlo por su nombre, pero en esta ocasión la sorpresa le había hecho olvidarse por un segundo de la deferencia que una buena hija ofrece a un buen padre. Aunque el suyo no fuese muy buen padre, y ella, una hija no demasiado buena. - Lo huelo en el aire. ¿Acaso tú no? Se tomó unos segundos para olisquear. La brisa venia a contra, trayendo los aromas de la lejanía. Sudor. Hierro. Pólvora, pelo animal. Guerra. - Estas dunas se teñirán de rojo. Habremos de escondernos, pues no arriesgaré a los nuestros, no sin saber lo que nos aguarda. Pero tú te marcharás lejos. Y como yo, contemplarás lo que hay más allá del mar. Y con esa sabiduría, serás libre. Miró entonces a su hija, sus ojos de un oscuro castaño, y sus mejillas tatuadas, daban al hombre de ojos maquillados en oscuro hollín una apariencia intimidante. Pero en ellos solo había genuina preocupación, disimulada bajo un rostro ceñudo. Tenaz. - ¿Y qué es la libertad, bint? - La libertad es por lo único que merece la pena vivir. Agachó la cabeza. Podría haber protestado. Y en los dias siguientes lo intentaría, claro. Si su pueblo iba a luchar ella quería estar junto a ellos. Sin embargo la orden de su padre no aceptaba réplica. Le aseguró que no lucharían, si no que buscarían capear la tormenta como siempre lo habían hecho, esperando, acechando, y solo actuando cuando la posibilidad de victoria fuese absoluta. Como cazaban los escorpijones de las arenas. La última vez que Calil vio a su padre fue en los muelles, mientras su barco se alejaba de las costas de Tanaris. Ninguno alzó la mano para despedir al otro. No era la suya esa clase de relación.
  8. 𝔑𝔬𝔪𝔟𝔯𝔢: Calil-Esh Maliaram ("Calil, Pintora de Serpientes") ℜ𝔞𝔷𝔞: Humana vagayermos 𝔖𝔢𝔵𝔬: Femenino 𝔈𝔡𝔞𝔡: 29 años. 𝔄𝔩𝔱𝔲𝔯𝔞: 1,73m 𝔓𝔢𝔰𝔬: 59 Kg 𝔏𝔲𝔤𝔞𝔯 𝔡𝔢 𝔫𝔞𝔠𝔦𝔪𝔦𝔢𝔫𝔱𝔬: Tanaris 𝔒𝔠𝔲𝔭𝔞𝔠𝔦ó𝔫: Mercenaria Í𝔫𝔡𝔦𝔠𝔢 𝔈𝔳𝔢𝔫𝔱𝔬𝔰 𝔐𝔞𝔰𝔱𝔢𝔞𝔡𝔬𝔰 𝔈𝔳𝔢𝔫𝔱𝔬𝔰 𝔄𝔰𝔦𝔰𝔱𝔦𝔡𝔬𝔰 𝔐í𝔰𝔦𝔳𝔞𝔰 Una tez bronceada por el sol del sur envuelve el cuerpo entrenado, grácil y ágil de esta mujer, que no ya muchacha. Cual espejo, sus ojos parecen haber atrapado el color de las arenas que han estado observando durante la mayor parte de su vida: Unos irises de un color marrón pálido que danzan bajo la luz , mostrando una expresividad clara enfatizada por unos ojos normalmente ahumados y delineados. Su rostro se ve joven, con una media melena de mechones oscuros y descoloridos, desgarbados y algo ásperos al tacto, desgastados por la salitre del mar, y el sol inclemente que suele recoger en una coleta trenzada. Su mirada profunda se ve enmarcada por unas gruesas cejas, de un intenso color oscuro, incluso más que su cabello, dándole una apariencia peculiar e indiscutiblemente extranjera de los reinos del este. Habla con un marcado acento: Aquel en el que derivó la lengua de los vagayermos de Tanaris, una mezcla de común y jerga pirata que con las décadas se ha entremezclado con términos trol y goblin, dando lugar a una lengua que mezcla la musicalidad con los sonidos graves y ásperos de una garganta rascada. Sus pasos son felinos, con una ondulación al caminar característicamente hipnótica y una seguridad cuasi predatoria. La supervivencia es la máxima del desierto. Y por ello todo merece la pena ser sacrificado. El honor del clan. La familia. La amistad. El dinero. El amor. La dignidad misma. Todo virtudes a las que aspirar pero que nunca anteponer ante el vivir un día más. Los que olvidan eso están condenados a que sus huesos blanquecinos sean los futuros nidos de los Rocs de las arenas. Y Calil no será hueso y polvo enterrado entre las dunas.
  9. Matias Corvino antes de hacer lo que él llama: La Clasica de Matias. Salir corriendo. Los bajos fondos de la ciudad de Strom son una aglomeración variopinta de distritos y calles en secciones empobrecidas o abandonadas de la que antaño fue la capital del imperio de los hombres, de épocas donde vivía mucha más población que la actual. En esas calles proliferan toda clase de negocios ilegales. Y también humildes, claro está. Pero sobre todo, ilegales. Lo que es legal o no, claro, no implica juicio moral, y más tratándose de uno de los reinos más anticuados de los humanos. Pero no habian acudido por moral, los dos protagonistas de esta historia. Solo tenian una presa que cazar. Y fracasaron. Pero un cazador destaca por su paciencia, y en algún otro momento, Matias volvería a mostrar su oscura faz. Y entonces, no volverían a fallar.
  10. Galas

    [Ficha] Desiderata Deimos

    Nombre: Desiderata Atributos 7 Físico 8 Destreza 6 Inteligencia 6 Espíritu 6 Percepción Valores de combate 28 Puntos de vida 24 Mana 7 Iniciativa 7 Ataque a Distancia (Ballesta Ligera) 10 Ataque CC Sutil (Espada Ligera) 9 Ataque CC Sutil (Daga) 9 Ataque CC Sutil (Cuchillo) 9 Defensa Físico 1 Atletismo Destreza 2 Espada Ligera 1 Daga 1 Cuchillo 1 Bailar 1 Equitación 1 Escalar 1 Defensa 1 Nadar 1 Robar bolsillos 2 Sigilo 1 Trampas/Cerraduras Inteligencia 1 Leyes (Reinos Humanos) 1 Religión (Luz Sagrada) 1 Tortura 1 Supervivencia 1 Conocimientos/Historia (Reinos Humanos) 1 Conocimientos/Historia (Magia Arcana) 1 Conocimientos/Historia (Nigromancia) Espíritu 1 Voluntad Percepción 1 Ballesta Ligera 1 Advertir/Notar 1 Buscar 1 Callejeo 1 Disfraz 1 Etiqueta 1 Rastrear 1 Reflejos 1 Rumores 1 Música (Canto) Escuelas/Especializaciones Aptitudes de combate diestro: Aprendiz: Golpe de oportunidad Recuperación rápida
  11. Me brota del corazón un poema bello, recito mis versos a un rey; mi lengua es ágil pluma de escribano. Eres el más bello de los hombres, en tus labios se derrama la gracia, la Luz Sagrada te bendice eternamente. Cíñete al flanco la espada, valiente: es tu gala y tu orgullo; cabalga victorioso por la verdad y la justicia, tu diestra te enseñe a realizar proezas. Tus flechas son agudas, los pueblos se te rinden, se acobardan los enemigos del rey. Tu trono, santa Luz, permanece para siempre, cetro de rectitud es tu cetro real; has amado la justicia y odiado la impiedad: por eso la Luz Sagrada te ha ungido con aceite de júbilo entre todos tus compañeros. Los cánticos en honor al Emperador de todos los Humanos, Anduin Wrynn I, aun resonaban en su cabeza y causaban un cosquilleo en su nuca cuando deslizándose bajo su humilde hábito entre los oscuros pasillos de la catedral, la mujer llegó a dar con una figura altiva que se le plantó delante. Embutido en una toga blanca con cinchas oscuras, la mujer agacho la cabeza en sumisión genuina y sincera. -Acudo al llamado pues he sido convocada, mi señor. La respuesta fue un gesto leve con la mano izquierda. Los dedos eran largos, y nudosos, como ramas de árbol retorcido. La figura del Inquisidor era imponente solo en su silueta. De casi dos metros, apenas tenia carne para llenar unos huesos tan estirados. Un carácter sombrío le era adjudicado. Nada más lejos de la realidad, sin embargo. Atormentado por el aura que desprendía, el hombre no era si no un viejo sacerdote que siempre había estado más cómodo entre libros y estudios , y su apariencia más digna de una gárgola en fachada de catedral no era si no eso, una apariencia que guardaba un corazón puro y virtuoso. La reunión fue breve. Una lectura de textos sagrados, una lección sobre la cual reflexionar, y un encargo que ejecutar. Con la misma sumisión por la cual entro a través de la portilla ahora salía, cabizbaja, pues se sabía inferior. Como no sentirse sobrecogida al caminar entre piedras de granito alzadas hacia más de mil años, por los primeros hombres, en este, el reino más antiguo de la humanidad. El sol estaba aun alto en el cielo cuando salió de la Catedral de Stromgarde, pero estaba desangrándose en el firmamento cuando llegó a su destino. ************* Ha llegado el verano, ¡Canta fuerte, Cuco! La semilla crece y el prado florece Y la madera brota de nuevo, ¡Canta, Cuco! La oveja bala tras el cordero La vaca muge tras el ternero. El toro se agita, el ciervo se tira pedos, ¡Canta alegre, cuco! Cuco, cuco, bien cantas, cuco; Nunca te detengas ahora, Canta cuco ahora. Canta, Cuco. Canta Cuco. ¡Canta cuco ahora! La cacofonía de los borrachos dolía al oído, aunque todos los parroquianos presentes en la posada estuviesen demasiado alcoholizados como para sentirlo. Por la contra, la mayoría se habían unido al son popular, agitando sus cuencos de vino tinto tan popular en los alrededores de la capital. Todos salvo una figura, claro está. Retirandose la capucha, la mujer no tardó en dirigirse hacia el posadero. Un viejo conocido, aunque no de ella. Un par de gestos y un intercambio de cobrizas le ganó acceso a una sala discreta, un cuarto más pequeño que el resto, en la planta superior. La figura que aguardaba en su interior la miró varios segundos. - Esperaba otra cosa. - Dijo con un tono burlesco. - Puedes seguir esperando, entonces. - No. Dame el pago, y yo te daré lo mío. No quiero saber nada más de esta cosa, solo me ha traído desgracias. Con la prontitud de aquel que no ve el momento de acabar con una situación desagradable, enseño una caja de madera gruesa. Esquinas reforzadas de hierro forjado y clavado, con un grueso candado. Se la dejó sobre la mesita, y la mujer la inspeccionó en silencio varios segundos. - Ábrela. -¿Estas loca mujer? ¡Y si maldice, o algo peor, me convierte en un ganso! - Ábrela, o me iré por donde he venido. Con gruñidos y maldiciones el hombre abrió el candado y se apartó de la caja, dejando a la mujer en solitario para que esta saciase su curiosidad. Una comprobación rutinaria, desde luego, pero necesaria. No sería el primero que había intentado ganarse unas monedas ofreciendo paja como grano. Abrió la caja para observar su interior. Vacía. O eso aparentaba. Entre las sombras, en su esquina, observó un objeto particular. Parecía un hueso raído y desgastado. Pero un ojo mínimamente atento podía percatarse de que no se trataba solamente de eso. Era el doble de grueso que el de un humano normal, y acababa en una larga uña retorcida. Y aunque ella no tuviese la capacidad, el regusto bilioso en su paladar al recibir de lleno los efluvios del interior de la caja rápidamente le dijo que se trataba de algo genuino. La cerró con velocidad y echó la llave. - Eso... llévatelo. En mal día desenterré esa cosa de mi granja... que la Iglesia se ocupe, que para eso cobrais diezmo... - Respondió zalamero el hombrecillo, con un nerviosismo leve en su voz y las mejillas coloradas. Había estado bebiendo mientras esperaba la llegada de Desiderata. - Lord Tempus está dispuesto a obviar el hecho de que intentases vender este dedo de brujo orco en el mercado negro... siempre y cuando le entregues, o informes, de cualquier otro artefacto similar que encuentres en tu granja, o en las granjas vecinas. La altiveza del hombrecillo desapareció tan rápido como pálidos quedaron sus mofletes. La mujer no dijo mentira, pero él no esperaba que la Inquisición tuviese esa información. Agachando la cabeza aseveró cinco veces que eso haría, desde luego. La mujer no estaba del todo segura, pero no tenia más que hacer ahí. Con el canto de los borrachos tras de si, abandonó la posada del cruce de caminos, y retomó la marcha, de regreso a Stromgarde.
  12. 𝔑𝔬𝔪𝔟𝔯𝔢: Desiderata Deimos ℜ𝔞𝔷𝔞: Humana 𝔖𝔢𝔵𝔬: Eclesiástico. 𝔈𝔡𝔞𝔡: 32 años. 𝔄𝔩𝔱𝔲𝔯𝔞: 1,67m 𝔓𝔢𝔰𝔬: 53 Kg 𝔏𝔲𝔤𝔞𝔯 𝔡𝔢 𝔫𝔞𝔠𝔦𝔪𝔦𝔢𝔫𝔱𝔬: Dalaran 𝔒𝔠𝔲𝔭𝔞𝔠𝔦ó𝔫: Agente Inquisitorial Í𝔫𝔡𝔦𝔠𝔢 𝔈𝔳𝔢𝔫𝔱𝔬𝔰 𝔐𝔞𝔰𝔱𝔢𝔞𝔡𝔬𝔰 A la caza de Matias Corvino [Entrenamiento] 𝔈𝔳𝔢𝔫𝔱𝔬𝔰 𝔄𝔰𝔦𝔰𝔱𝔦𝔡𝔬𝔰 𝔐í𝔰𝔦𝔳𝔞𝔰 Una mujer que ha dejado atrás todo rastro de juventud y ha entrado en una edad adulta que refleja una vida llena de peligros. Una figura que podría perderse a la vista de cualquiera por lo poco destacable que resulta. Mujer esbelta, de ligero caminar. Sus pómulos se alzan y marcan un rostro ojeroso y con permanente apariencia de cansancio profundo. Sus ojos son de un color marrón amarillento, que bajo la luz del sol a veces parecen miel, y encuadernan junto a una larga melena castaña recogida en una trenza su cara libre de marcas, manchas o cicatrices. Desiderata es una mujer tranquila, devota, obediente y servicial. Criada entre las espiras violetas de Dalaran ha renegado de los excesos de los magos para optar por una vida de privación religiosa. De su infancia lo poco que ha permeado en ella son el desprecio por la frivolidad de los magos, especialmente su abuso de poderes que desafían las leyes físicas para realizar las tareas más mundanas, en vez de ayudar a aquellos que más sufren y lo necesitan. Es agradable en su trato y de difícil enfadar, educada y comedida en todo cuanto hace, vive y siente. Por una sola excepción. Dentro del pecho de esta hija de la Luz arde un fuego constante ante las situaciones de injusticia: La de aquellos que abrazan la oscuridad siendo mostrados la Luz, la de aquellos que abusan del débil siendo ellos fuertes, y de los que teniéndolo todo no lo usan para nada, salvo para regodearse como cerdos en una piara. Cuando cumple sus deberes lo hace con la mayor de las voluntades y la menor de las dudas: Es consciente de su propia ignorancia y por ello confía en ejecutar las órdenes de aquellos más capaces de ella.
  13. -Dabale arroz a la zorra el abad... dabale arroz a la zorra el abad... dabale arroz a la zorra el abad... Paseaba una joven moza por las calles de Stromgarde. Embutida estaba ella en cuero de gambesón, y su mente, atrapada en una frase cuyo sentido se le escapaba. Esa mañana había aprendido de algo ecléctico en sus clases de gramatica y caligrafía. Palindromonos los llamaban, o algo parecido. ¡Como podia ser, que del revés sea del derecho! Toda su vida, la lógica le había dictado que las cosas se hacen de una forma. Pero no. A veces, aunque algo sea lo opuesto, resulta que es lo mismo. Para pensar. Sus elucubraciones la detuvieron, camino a hacer un recado para un caballero de su Orden. Sus ojos verdes se percataron de una nota. Una de muchas. Una nota insignificante, que ya habia sido parcialmente cubierta por otras varias. Pero esta tenia un algo. Un nosequé que queseyo. ¿Era la caligrafia tal vez? Se la veía bonita. Bien cuidada, seguro era de alguna mujer delicada. ¿Hombres? ¿Desaparecidos? Mon dieu. No podía permitirlo. Y con un arranque repentino, corrió para acabar cuanto antes sus recados y liberarse. ¿Con qué fin esa prisa repentina? Si para la fecha fijada aun faltaban días. Pero Agathe era una mujer de acción. Lo de pensar ya, para las clases de gramática.
  14. Galas

    [Ficha] Caerwyn

    Nombre: Caerwyn Atributos 7 Físico 6 Destreza 8 Inteligencia 6 Espíritu 6 Percepción Valores de combate 28 Puntos de vida 32 Mana 7 Iniciativa 8 Ataque CC (Espada Pesada) 8 Ataque CC (Lanza Pesada) >8 Ataque CC (Combate Des. (Defensivo)) 8 Defensa Habilidades Físico 2 Atletismo 1 Espada Pesada 1 Lanza Pesada 1 Combate Des. (Defensivo) Destreza 1 Bailar 1 Escalar 2 Defensa 1 Nadar 1 Sigilo Inteligencia 1 Leyes (Reinos Humanos) 1 Leyes (Justicia Thalassiana) 1 Conocimientos/Historia (El Alto Reino Élfico) 1 Conocimiento/Historia (Reinos Humanos) 2 Mísiles de Energía (Arcano) 1 Conjuración Básica 1 Abjuración Básica Espíritu 1 Voluntad Percepción 1 Advertir/Notar 1 Rastrear 1 Reflejos 2 Música (Guitarra Acústica) 1 Música (Canto) Escuelas/Especializaciones Magia Arcana: Arcano: Evocación.
  15. 𝓗𝓲𝓼𝓽𝓸𝓻𝓲𝓪 Con pasos tranquilos una figura solitaria recorría un manzanar de árboles en flor. Sus colores blancos y rosados eran hermosos , pero empequeñecían ante la fragancia perfumada la cual inundaban el ambiente. Las vallas separaban el camino de tierra de lo que no dejaban de ser fincas privadas, un contraste particular con los extensos campos abiertos de las tierras de los elfos. En las tierras humanas, todo tenia dueño, y no solo lo tenía, si no que este se aseguraba de que los demás supiesen que aquello que observaban tenía amo y señor. Desde las banderolas y pendones de las grandes casas, hasta pequeños carteles o nombres excavados en menhires y lindes de roca campesina. Más de una vez, en sus primeros años, algún que otro campesino alborotado, horca en mano, había salido a su persecución por ver a un intruso no identificado recorriendo sus campos, o peor, alimentándose de sus árboles frutales con absoluta naturalidad. La mayoría de ellos se calmaban, o más bien se quedaban sorprendidos, a ver que no era pillo, vagabundo o maleante, si no una mujer de ojos de brillo azul y característicamente luengas orejas la que había allanado su terreno. Algunos la expulsaban igualmente, pero muchos otros eran rápidamente fascinados por una voz suave y musical de fuerte acento. Y Caerwyn siempre disfrutaba de sentarse al fuego de una granja, narrando sus viajes , pero sobre todo, escuchando y preguntando de las vivencias de las gentes humildes. Y los niños. Los elfos no eran conocidos por prolíferos , y por ello su experiencia con pequeños duendecillos era bastante limitada. ¿Los humanos, en cambio? Eran pequeños torbellinos de entusiasmo. ¡Y sus caritas! Redondas, de grandes orejas y ojos, y mechones rebeldes. Cada nombre y apellido, los apuntaba en una libreta, por si alguna vez con ellos volvía a encontrar, no sufrir la vergüenza de haberlos olvidado. Otros elfos veían en los humanos criaturas fugaces, que carecían de la perspicacia y el sentido común para preocuparse del futuro. Y no les faltaba parte de razón. ¿Pero acaso es justo juzgar al que hace con el tiempo que se le ha dado el máximo que puede alcanzar? Cada pueblo tenía sus virtudes y sus defectos, simplemente, estos solían ser distintos. Esta vez la quel'dorei no cruzó los vallados, pues la emoción de lo que le aguardaba superaba su ansia por explorar esos jardines y tal vez encontrarse a algún labriego campesino, a una dulce muchacha escribiendo poemas para su amado, o un par de perros pastores dormitando bajo la arboleda. En la lejanía había llegado a intuirla, alzada, vetusta y orgullosa, al borde de un acantilado, cuando cruzó unas colinas coronadas por un par de pequeños árboles, de troncos gruesos de corteza blanca, pero pronto la depresión del terreno le había robado la visión de la capital del reino que ahora recorría. Pese a la cercanía, nunca lo había visitado. Como tantos otros elfos, claro está. Lo cierto es que tras la caída de su reino vagó sin rumbo y sin cercanos, pues sus compañeros en exilio fueron tomando otras sendas con el paso del tiempo hasta que ella se quedó sola. Poco a poco la no-muerte avanzaba , aunque ahora fuese sobre estandarte violeta y no negro, con rostro pálido y quebrado que recordaba a antiguos heroes caídos del pueblo élfico, y por ello los caminos que antaño recorría, en las comarcas del sur de Lordaeron ya dejaron de ser seguros para ella. Pasó una temporada con los suyos en las tierras altas, y disfrutó de la compañía y el remanso de paz que habían construido: Quel'danil le recordaba a lo mejor del Alto Reino, concentrado, sin los vicios que un reino gobernado por magos sufría. Pero esa existencia de paz contemplativa no era para ella, pues su espíritu había experimentado la magnitud del mundo ante ella, y no se contentaba ahora con volver a la seguridad previa de una zona de confort en la que vivió toda su vida. Una pequeña ascensión en la senda, y de nuevo las colinas se despejaban para dejar que los ojos de fina mirada de la Alta elfa pudiesen disfrutar de toda la extensión de las tierras altas. Había contemplado bosques, montañas, colinas y hasta pantanos, pero era en los nucleos de la civilización humana donde una más podía contemplar la extensión de los terrenos llanos, que para una elfa, resultaban impresionantes. Strom, capital del primer imperio de los humanos. Sus muros de roca gruesa y gris ondeaban con grandes banderas de color rojo carmesí, y hasta donde alcanzaba la vista, más allá de sus muros, las praderas se extendían en campos y campos de toda clase de cosechas. Pequeños cúmulos de hogares se intuían aquí y allá, aldeas coetáneas a la capital del poder real. Pese a que pudiese observar la ciudad desde su posición, rápidamente la elfa calculó que aun le quedaba medio día de caminata relajada para llegar. O unas pocas horas, a buen ritmo. Pero como siempre, Caerwyn, descendió con parsimonía por las colinas. Al fin y al cabo, tenía todo el tiempo del mundo.
  16. 𝒞𝒶𝑒𝓇𝓌𝓎𝓃 𝐿𝓁𝓊𝓋𝒾𝒶𝓈𝒾𝓃𝑜 𝒩𝑜𝓂𝒷𝓇𝑒: Caerwyn Lluviasino 𝑅𝒶𝓏𝒶: Quel'dorei 𝒮𝑒𝓍𝑜: Femenino 𝐸𝒹𝒶𝒹: 182 años 𝒜𝓁𝓉𝓊𝓇𝒶: 1,83m 𝒫𝑒𝓈𝑜: 67 Kg 𝐿𝓊𝑔𝒶𝓇 𝒹𝑒 𝓃𝒶𝒸𝒾𝓂𝒾𝑒𝓃𝓉𝑜: Calandil-Thil, Sur de Quel'thalas 𝒪𝒸𝓊𝓅𝒶𝒸𝒾ó𝓃: Elfa arcana errante. Í𝓃𝒹𝒾𝒸𝑒: 𝐸𝓋𝑒𝓃𝓉𝑜𝓈 𝓂𝒶𝓈𝓉𝑒𝒶𝒹𝑜𝓈: 𝐸𝓋𝑒𝓃𝓉𝑜𝓈 𝒶𝓈𝒾𝓈𝓉𝒾𝒹𝑜𝓈: 𝑀𝒾𝓈𝒾𝓋𝒶𝓈: 𝒟𝑒𝓈𝒸𝓇𝒾𝓅𝒸𝒾ó𝓃 𝒻í𝓈𝒾𝒸𝒶: Una alta elfa que hace honor al apelativo de su pueblo. Su pose es erguida, su expresión jovial y sus grandes ojos de fulgor azul contrastan con una expresión tranquila, siendo expresivos tal vez en demasía. Si los ojos son la ventana del alma, en su caso son un ventanal de doble puerta. A diferencia de muchos Quel'dorei, su piel tiene un saludable bronceado, y su larga melena, siempre peinada y perfumada, cae ondulada por hombros y espalda, libre y frondoso, con un volumen saludable. Destaca de esta elfa un caminar de espalda erguida, de pasos seguros y ligeros, veloces. Destila confianza en si misma y en sus capacidades. 𝒟𝑒𝓈𝒸𝓇𝒾𝓅𝒸𝒾ó𝓃 𝓅𝓈𝒾𝒸𝑜𝓁ó𝑔𝒾𝒸𝒶: Caerwyn es una mujer calmada, de espíritu tranquilo y sereno, y a veces confundida con apagada , ella más preferiría considerarlo como un estado de paz interna. Es de ideas claras y firmes, de convicción justa y de buenas intenciones, más aprecia en demasía la sensación de libertad adquirida en la nueva perspectiva de una exiliada de un reino utópico pero a su vez demasiado anquilosado a sus viejas leyes y tradiciones. Durante más de siglo y medio vivió cohartada por un patrón marcado por otros, y tras el golpe inicial, no cambiaría su nueva vida por un solo día más en un Alto Reino mágico. Ve en pueblos como los humanos y los enanos martillo salvaje ideales de libertad a los que aspirar , motivados por sus cortas vidas, especialmente los humanos, un pueblo que jamás la llegó a interesar en el pasado, pero que ahora la fascina, y por cuya cultura siente gran interés, pues ve con ojos cuasi ajenos tanto lo bueno como lo malo de la misma, aceptándolo como su manera de hacer la vida y ver el mundo.
  17. Es una mañana fría de un primer mes del año nuevo que ya llega a su equinoccio. Los críos corren agitando palos y gritando improperios unos contra otros en una guerra de fortines de nieve , donde unos caballeros, defienden a las princesas de otros, trols monstruosos. Los alrededores de la vieja ciudad de Strom son una extensión de terreno agreste y talado que crece más allá de los ríos y arrebatos que van a dar al foso que rodea la ciudad, en primavera y verano sus campos rebullen de trabajo , y los artesanos, peleteros y curtidores exponen sus materiales al sol para que las pieles tiernas se endurezcan. Sin embargo, ahora, en invierno, la actividad es mucho menor, pues el frío no acompaña. Cerca de uno de estos riachuelos que van a dar al foso descansa, a la vera de las aguas cuasi heladas una tienda y un carromato viejo. Uno de muchos. Algunos campamentos, dispuestos por caravanas de viajeros que aun no han accedido a la ciudad, tal vez por problemas de permisos, de presupuesto, o simplemente porque prefieren descansar fuera de los muros. Este, sin embargo, pertenecía a extranjeras sí, pero más peculiares. De tierras más lejanas. Y una de ellas recibiría un sobre, entregado por un joven mensajero, a los catorce veranos no llegaba, que a pie, con ropajes humildes pero de buena costura y una pañueleta ocre al cuello, la saludó formal, como el paje que era. Le entregó un sobre, que sellado con cera no indicaba quién lo había escrito. Pero la inteligente sureña no tendría problemas en intuirlo. Al abrirlo, observó una letra que si bien legible, era de rimbombante rebuscada, de difícil lectura por un trazo que dejaba desear en su firmeza y precisión. El pergamino era de buena calidad, de un tono ocre cuasi blanco, y con un suave olor a lima u otro cítrico. La misiva remata con una refinada firma en gruesa tinta, donde se podría jurar que quién ha escrito la misiva ha titubeado respecto a como hacerla, pues su forma se desvía en trazos que no llevan a ninguna parte.
  18. Galas

    [Ficha] Amnestria

    Nombre: Amnestria Atributos 6 Físico 9 Destreza 6 Inteligencia 6 Espíritu 6 Percepción Valores de combate 24 Puntos de vida 24 Mana 7 Iniciativa 10 Ataque CC Sutil (Cuchillo) 11 Ataque CC Sutil (Espada Ligera) 10 Ataque CC Sutil (Daga) 10 Ataque CC Sutil (Combate Des. Eq.) 11 Defensa Físico 1 Atletismo Destreza 2 Espada Ligera 1 Daga 1 Combate Des. Eq. 1 Cuchillo 1 Bailar 1 Escalar 2 Defensa 1 Nadar 1 Sigilo 1 Trampas/Cerraduras Inteligencia 1 Leyes (Justicia Thalassiana) 1 Leyes (Ley de Lordaeron) 1 Conocimientos/Historia (El Nuevo Orden Renegado) 1 Conoc/Historia (Alto Reino Élfico) Espíritu 2 Encantamiento Sanguijuela Percepción 1 Advertir/Notar 1 Disfraz 1 Etiqueta 1 Reflejos 1 Rumores 1 Música (Violonchelo) 2 Música (Violín) 1 Música (Viola) Escuelas/Especializaciones Energía Vital Aptitudes de Combate: Aptitudes diestras: Aprendiz: Recuperación Rápida Golpe de Oportunidad
  19. Galas

    Amnestria - Ad libitum

    I "El Inicio del Saber comienza con el temor" -Hm... no llevas exactamente mi ritmo... A ver, intentémoslo otra vez - La batuta del maestro de orquesta de vetusta constitución se alzó con un movimiento firme. El elfo, enjuto en sus simples togas de color esmeralda se alzaba sobre casi los dos metros. Un prodigio entre sus iguales. Muchas voces resonaron en las altas calles de Lunargenta respecto al uso peculiar de sus talentos. Lord Inthari Va'vildi había sido destinado a la grandeza. Hijo de un linaje que databa al alzamiento del Imperio de los Altonatos, la magia arcana no corría por sus venas si no que palpitaba a cada uno de sus alientos. No fue lo arcano su senda, sin embargo. Tampoco lo fue la guerra, pese a que podría haber entrenado hasta tener la constitución de un lince de guerra. El virtuosismo de Lord Inthari se había reflejado de otra manera muy distinta. En el arte y en la música, en la búsqueda del conocimiento mediante el entendimiento de todo aquello que rodea, de la emoción y de la extenuación del espíritu en su expresividad a través de , para y por los sentidos. Durante siglos había dominado docenas de instrumentos, pero había sido en la cuerda donde había encontrado su verdadera pasión. -No, no... aun vas a destiempo... venga, de nuevo - El rasgar de una garganta desgarrada, el grito de amor de una madre que acaba de perder a su hijo frente a los trols, y el canto de un dracohalcón al alzar del sol, todo ello capaz de ser representado mediante los movimientos del virtuoso. Había dirigido óperas y orquestas enteras en el Gran Teatro Real de Lunargenta, y sin embargo con el pasar de los siglos dejó de interesarse por las grandes multitudes, por las ovaciones de una hora, por las reverencias, los ramos de flores, las invitaciones. Lo disfrutó y tanto que lo disfrutó en su juventud, pero ahora buscaba algo más. Los asuntos terrenales le resultaban si bien no tediosos, si superfluos. La persecución de la perfección artística era lo único que aun despertaba en su corazón emoción y gozo. Como tantos otros elfos milenarios, se había desasociado de los asuntos del reino, dejándoselos a las manos de aquellos más jóvenes y con mayor interés en el devenir de un mundo que aun no se les había hecho aburrido. Pero no de la música. Nunca de la música. Aun lagrimaba cuando escuchaba el concerto nº3 en do menor de Lady Siravennia, como si fuese la primera vez que lo hacía. -¿Te estas burlando de mi, jovencita? - El silencio se hizo en el pequeño estudio. Tres pares de ojos, sumados al fulgor azul cielo de Lord Va'vildi se giraron hacia una joven elfa, larga su melena de cabellos azabaches recogida en dos largas coletas que descendían de sus hombros a su pecho. Esta se tensó, animalillo acorralado en su madriguera, con el chelo entre sus piernas. -No maestro, no me estoy burlando de vos. - La voz tenue de la elfa era titubeante. La joven se había unido como la última chiquilla "prodigio" al cuarteto de cuerda de maese Inthari. ¿Su familia? Ni bien posicionada, ni demasiado humilde. El punto de equilibrio justo para que en uno de sus paseos por las avenidas menos transitadas de la gran capital, el virtuoso de la cuerda la hubiese escuchado tocar a través del jardín que quedaba bajo su ventana. Resta decir que la sorpresa y susto de la joven elfa fue superlativo cuando al mirar por su ventana vio a un elfo milenario observándola fijamente. La sorpresa se quedó en nada cuando este explicó a sus padres quién era, y estés le reconocieron. -¿Entonces podrás decirme por qué eres incapaz de seguir el ritmo del resto? ¿Acaso algo os distrae, señorita? - La mirada seria del hombre, peculiar ya a estas alturas la hacía encogerse. Rozaría ya la madurez, y sin embargo no podía sentirse si no desarmada ante el juicio del elfo, que acariciaba una larga barba de pelo canoso, fino y suave, digna de su estatus venerable. - Y decidme más. ¿Acaso eso que os distrae es más importante que lo que pasa por las cabezas de tus compañeros, de la mia propia? -La joven elfa negó, pero no pareció contentar a su maestro. - ¡Entonces dime, señorita! ¿Por qué eras incapaz de seguir el ritmo? ¿Acaso te estabas retrasando, o es que estabas acelerando demasiado? -¿Acelerando? -¿Me lo dices o me lo preguntas? Respóndeme. ¿Quiéres? - La voz fría e inquisitiva eran como dagas clavadas en su nuca. Cogiendo con firmeza el chelo. Comenzó a tocar, buscando enmendar su error. Esto pareció contentar a su instructor, que con un movimiento sutil indicó al trio de elfos y estudiantes que se uniesen a ella. Tocarían horas, y horas, hasta que el sol diese paso a la tarde y la tarde a la noche. Y un día más, la joven elfa regresaría al hogar con una sensación danzante de respeto y horror ante la imagen de su maestro e instructor. II "¿Qué significa vivir?" Los aplausos tronaban alrededor desde los palcos más altos hasta lo más profundo del gran teatro. Con una respiración que a duras penas le cabía en el pecho, la joven elfa hacia una reverencia. No más, pues una segunda habría sido considerada prepotente. Junto a ella, sus tres acompañantes, otros dos jóvenes elfos, y su compañera. Esta noche ella había tocado la viola, no era su favorito, prefiriendo los tonos más graves del violonchelo, pero sin embargo otro instrumento a dominar. Cuando bajaron del escenario , quedando atrás el eco de los aplausos sin ovaciones, ahí estaba esperándoles. Enjuto en una larga gabardina de tela oscura, azabache y parpadeante con estrellas de diamante que imitaban las constelaciones del cielo nocturno. Su expresión era de agrado. ¿No? No. Su maestro y virtuoso solo tenía una gesticulación, que parecía haber sido cincelada hacía siglos por aquellos que le dieron forma a la estatua de alabastro que era su cuerpo, antes de insuflarle vida. Un ceño, profundas sus arrugas, en una expresión permanente de insatisfacción y juicio silencioso que sin embargo se ha de hacer oir. -Lorenthil, has desafinado en la doceava estrofa. Tú, Mier'lia, has demostrado habilidad al cubrir el fallo de Vor'thiger a su paso a adagietto pero te ha hecho forzar el ritmo. - La euforia duraba poco para los discípulos del lord. Aceptando sus críticas, estos se retiraban algo cabizbajos, pues el recuerdo constante de que los aplausos vacíos eran si no una distracción de la persecución de la perfección era algo que el virtuoso Inthari se había asegurado de gravar a fuego en sus mentes. -¿A donde crees que vas señorita? Acompáñame. ¿Quieres? - Una sensación de frio ascendió por su columna, una respuesta instintiva y animal, de puro terror que explotó en su nuca, de presa frente a depredador. Sabía lo que venia a continuación. Dejando marchar a sus compañeros, siguió en silencio la silueta de su maestro. Los pasillos del Teatro Real eran un testimonio de antiguos interpretes y virtuosos de las artes élficas. Sus estatuas, bustos o retratos decoraban las paredes como recuerdo constante de aquellos que habían alcanzado la supremacía. ¿Donde estaría la estatua de su maestro? Delante suya, claro, él mismo era el testimonio viviente de su obra. Los ruidos quedaron lejos, así como las voces, los susurros y las luces. Ya solo eran ellos dos, y abriendo la puerta, el anciano elfo indicó a la joven que pasase. Era un cuartillo pequeño, aunque tales adjetivos eran relativos a su condición élfica, pues probablemente empequeñecería muchas viviendas humanas. Pero para ellos, era un cuartillo. A un lado, un gran sofá, de sedas cómodas de un color negro profundo, sin mácula, con rebordes decorados con hilos de oro que brillaban como si estuviesen permanentemente fundidos en un efecto visual transmutado. El maestro elfo no dijo nada. Ella sabía para qué habían venido. El ruido de la puerta al cerrarse tras ella le hizo contener una arcada, un sabor a bilis amargo que ascendió hasta su boca. Lentamente comenzó a retirarse el pesado vestido que había usado para su interpretación. ¿El suyo? Un azul cian claro, con unas mangas que remataban en copos de nieve tejidos, a juego con el resto de indumentarias de sus compañeros, representando unas estaciones que a los elfos fascinaban tanto como les resultaban alienígenas. Liberada del peso de la tela molesta sobre sus hombros , no se giró, pero sintió la silueta de su maestro tras ella. Para sorpresa de muchos, ella sin llegar a su embergadura también había crecido para ser un ejemplar prodigioso de la altura de su pueblo, tan enjuta como Lord Va'vildi, pero empequeñecía y no solo por la diferencia de tamaño ante la presencia del milenario elfo. Tragó saliva. Observó la silueta recortada por las luces tenues de la instancia a su diestra. Extendiendo la mano, cogió la herramienta de su maestro. Este exhaló satisfecho como si hubiese estado esperando toda la noche para este momento. -Bien. Comenzaremos por la página cuarta. Es donde comenzaste a acelerarte dejando atrás a tus compañeros. Ya se que no tienen tu habilidad, pero aun estas lejos de tener el privilegio de actuar en solitario. - Con el arco del violín en la mano que le había dado su maestro, la muchacha elfa se sentó en el alto taburete e inspirando, luciendo unas ropas más cómodas , que portaba bajo el pesado disfraz que lució en el escenario, acomodó su instrumento al hombro. ¿Debía sentirse honrada por la atención dedicada a ella por su maestro? Sin duda alguna. La perfección, él decía, conllevaba gran dolor y sacrificio. Y sin embargo había una soledad en la cima, y aun más solitaria era la escalada hacia ella. ¿Era esto lo que realmente deseaba? Lorenthil estaría amenizando la velada junto a los demás con sus habituales juegos ilusorios, mientras Mier'lia preparaba su afamado salteado. Entre risas, celebrarían lejos de la presencia abotargante de su maestro la gran interpretación que habían realizado. ¿Y qué si no era perfecta? ¿Y qué si habían cometido errores? ¿Qué era la vida si no disfrutar de esos momentos? Un carraspeo de su maestro la quitó de esas ensoñaciones. No. Esa no era su vida. Esa era la vida de aquellos sin el talento para alcanzar la cima. Esa era la vida de los mediocres. III "La anticipación a la conclusión de una historia a medio leer." La sangre salpicaba su vestido. ¿Era suya? ¿O de la muchacha que la había empujado? No, era suya. Al retirar la mano pudo ver, o creyó ver en una vista torva por la pérdida de sangre el baile de las sierpes negras que eran sus tripas. Eso no le impidió seguir apretando, como si por pura voluntad su espíritu fuese capaz de sobreponerse a las limitaciones de la carne. ¿Y a donde iba, acaso? El aire estaba lleno de humo y cenizas. Los gritos lejanos eran una cacofonía de horror y muerte. Y no por sus invasores. Esto no eran trols, de leyenda, bestias salvajes que llegaban gritando y secuestraban doncellas para sus sacrificios, no. Eran criaturas de pesadilla, y que sin embargo en su avance inexorable eran completamente silenciosos. Los había visto, un regimiento de esqueletos, movidos a un son que solo en sus cráneos brillantes resonaba, masacrando a todo cuanto elfo se cruzase en su camino. Coordinados, sin profesar una sola palabra o maldición. El fuego azul que brillaba en sus ojos no daba margen de duda al odio. Era una masacre totalmente impersonal. Tanto, que nisiquiera sabía porqué estaba sucediendo. ¿Qué habría pensado de saber que el final de un reino de más de cinco mil años de historia sucedería por la mera realización de un ritual? ¿Tan poco significaban los Altos Elfos, orgullos en su ciudad de la Luna Plateada, que su reino era arrasado en una guerra mayor, sin interés alguno por su futuro? Quel'thalas iba a ser destruida, y solo sería recordado tal suceso como una nota a pie de página en los libros de historia que hablasen de un conflicto mayor. Se creían reyes del mundo, y en su aislamiento se habían vuelto irrelevantes. Esto no era una invasión. Era un despertar del universo para con el pueblo elfo. La indolencia les había hecho creerse por encima de la mortalidad. Pero nada lo está. Nisiquiera los inmortales. ¿A donde se dirigía? En su mente solo había un lugar. Un santuario. No, no era un santuario. Pero en su mente entorpecida, su instinto infantil la llamaba a un lugar donde un monstruo aun más temible que aquellos que la perseguían moraba. Él los mantendría a raya, sí, por supuesto. ¿Pero cómo? ¿Con un arco de cuerda? Eso no se lo había siquiera planteado, ahora mismo, con su sabia vital escurriéndosele entre los dedos, en su mente tenía sentido. Un par de giros de calle más y habría llegado. Y todo estaría bien. Ahí la veía. La fachada de la hacienda de los Susurro de la Luna, con sus peces danzarines y sus hipocampos rampantes. Pero sus piernas ya no le respondían, pues en su vientre se hundía un acero roto, de manufactura élfica. Levantó su mirada, que se oscurecía por momentos. Mientras caía, observaba una silueta que enjuta y alta como un abedul, se encorvaba sobre ella. IV "Los nombres son una expresión del yo. Una declaración de nuestros sueños y esperanzas." Arrodillada la elfa agachó una cabeza encapuchada. Bajo las telas carmesíes una larga melena que flotaba con vida propia, aquella que le faltaba a ella se desparramaba sobre el suelo de piedra desgastada. Sus manos en reverencia la pusieron a cuatro patas. De su silla de madera vieja adornada con oro brillante, se alzó una figura. Era alta, mucho más que la mayoría de los que ahora moraban entre esos salones y pasillos, y a diferencia de la mayoría no lucía encorvada, como si su espalda hubiese sido forjada firme bajo el yunque de un dios furibundo. Sus orejas puntiagudas se alzaban erguidas, y tras juntar las manos bajo las anchas mangas de su toga, las centellas rojizas que eran sus ojos bajaron la vista a la criatura que con sumisión se presentaba mendicante frente a él. Este se deslizó hacia ella sin que llegase a intuirse el movimiento de sus finos pies bajo la ancha túnica que pesada hacia un ruido de frufrús a su paso. -Levantate Amnestria. Has cumplido bien. Pero puedes cumplir mejor. - Esas palabras lanzaron una sensación eléctrica por todo el cuerpo de la elfa, que se incorporó para cruzar con su propia mirada carmesí a la de su maestro. -Habrás de marcharte, pues así lo han dispuesto otros que por encima de tu o que yo están. - El amago de réplica fue acallado con una mirada y un ceño fruncido, que se encogía mortalmente pálido en una piel que sin embargo no mostraba mácula alguna por los estragos de la podredumbre. - Ahora, hazme el favor. Y acompáñame. ¿Quieres? Dejando el instrumento de madera oscura, viejo y tallado con maestría en el regazo de su maestro, la no-muerta cogió su violonchelo de manufactura elfa, mucho más reciente y adquirido no sin esfuerzo. Y en las profundidades de la cripta que durante años había sido su hogar, acompañó al virtuoso en lo que tal vez sería un último dueto. Irónicamente, el primero que Lord Inthari había permitido compartir con su discípula. Al anochecer siguiente, ya había partido.
  20. Galas

    Amnestria - Ad libitum

    𝓐𝓶𝓷𝓮𝓼𝓽𝓻𝓲𝓪 Nombre: "Amnestria" Raza: Elfo de Sangre no-muerto. Sexo: Si te atreves. Edad: 246 años. Altura: 1,88m Peso: 53 Kg Lugar de nacimiento: Lunargenta, Quel'thalas Ocupación: Agente Libre Índice: Eventos masteados: Eventos asistidos: Misivas: Descripción física: Esbelta, su piel palidece como la corteza de un abedul joven. Marcada por la no-muerte en unas cuencas que se hunden, disimuladas con profundo maquillaje , los ojos de esta elfa no-muerta palpitan con un fuego rojo sanguino y malicioso que quitan de toda duda, salvo para aquellos más ignorantes de la lóngeva raza de los reinos del norte, la verdadera naturaleza de esta criatura. Fría es su piel, así como su expresión, que esbelta y orgullosa disimula la condición de una muerte que a su pueblo parece afectar menos que a otros. En vida, la elfa conocida actualmente como Amnestria era alta incluso para su pueblo, erguida y de extremidades finas y ágiles y su silueta no ha hecho más que afilarse con el paso a la no-muerte, en un peso menor potenciado por el fuego oscuro que otorga movimiento a su cuerpo. Sus orejas son altas y firmes, libre de mácula o de rastro de necrosis, con una piel tan clara como el resto de su cuerpo, y sobresalen por una larga melena de cabello oscuro como la noche, de manera cuasi antinatura que cae a bucles sobre su rostro, hombros y espalda, siempre peinada, pero raras veces recogida. Luce ropas refinadas e impolutas, con filigranas, cordones inútiles y formas florales que contrastan con el poco cuidado por su indumentaria que muchos no-muertos suelen aplicar. "Los animales que juegan más despreocupadamente son los depredadores, pues una presa nunca está lo suficientemente segura como para jugar."
  21. Galas

    [Ficha] Taleesa

    Nombre: Taleesa Atributos 8 Físico 7 Destreza 6 Inteligencia 6 Espíritu 6 Percepción Valores de combate 32 Puntos de vida 24 Mana 7 Iniciativa 10 Ataque CC (Espada Pesada) 10 Ataque CC (Espadón Pesado) 8 Defensa Habilidades Físico 2 Atletismo 2 Espada Pesada 2 Espadón Pesado Destreza 1 Escalar 1 Defensa 1 Nadar Inteligencia 1 Fauna (Réptiles) 1 Religión (Luz Sagrada) 1 Conocimientos/Historia (Los Draenei) 1 Conoc./Historia (Brujería Vil) 1 Religión (La Legion Ardiente) Espíritu 1 Voluntad Percepción 1 Advertir/Notar 1 Buscar 1 Callejeo 1 Etiqueta 1 Reflejos 1 Rumores Escuelas/Especializaciones Aptitudes de Combate: Aptitudes Físicas: Aprendiz: Golpe de Escudo Ataque Temerario
  22. Historia Era un día como cualquier otro en el norte de Terokkar. Los avispones rondaban por las marismas costeras del Mar de Zangar como de costumbre. Los Esporiélagos se agazapaban entre los grandes champiñones esperando a que el sol se pusiese y las temperaturas bajasen para salir a cazar en bandadas. Usarían su táctica habitual. Rodearían a un animal mucho más grande que ellos, lo rodearían, y lo saturarían con esporas venenosas hasta que cayese rendido y comenzar a devorarlo como una bandada de moscas un trozo de carne podrida. Yo, por mi parte, me encontraba corriendo como de costumbre a toda velocidad. Mis pezuñas saltaron sobre un tronco derribado y semi podrido para seguir chapoteando a toda velocidad por el terreno embarrado. Por muy niña que fuese, llevaba medio siglo viviendo en estos pantanos y los conocía como mi propia cola. Desgracia para mi, el reptador de las Marismas que había molestado ese día, también llevaba toda su vida creciendo en este lugar. Las largas patas del animal se movían bastante más lentas que mis cortas piernas, pero una de sus zancadas era como diez de mis pasos. De tanto en tanto, mirando por encima de mi hombro, veia al furioso bicho acercarse tras de mi, agitando las pinzas y abriendo y cerrando las tenazas que tenía por boca. Una visión terrible la verdad, había visto docenas de veces a animales desventurados desaparecer entre las fauces de los reptadores. Pero qué podía decir. Era joven, rápida, estaba aburrida, y el peligro me encantaba. Resbalando por el barro me escondí rápidamente tras el tronco de una gran seta, expectante, con el pecho subiendo y bajando según el aire entraba y salía a raudales por mi boca. Intenté calmarme y respirar por la nariz, según veía como el gran reptador pasaba un par de metros de largo, y se quedaba quieto, moviendo sus antenas, obviamente rastreándome. No perdí un segundo, y echando mano rápidamente al tirachinas que llevaba a la cintura, cargué un pequeño guijarro, dando de lleno a una de las dos protuberancias lumínicas que salían de la cabeza del animal. El reptador obviamente furioso chilló girándose frenético, pero yo ya no estaba ahí. Mis pasos ya me habían alejado bastante de la escena. Los años pasaron. Los años se hicieron lustros, los lustros décadas, y las décadas fueron sucediéndose en la vida de una aburrida draenei de las marismas del Mar de Zangar, hasta que como todos sabremos a día de hoy, estalló lo que en el futuro sería conocido como el genocidio draenei. Por mi parte no me vi personalmente afectada por el asunto… aun que eso no significa que no sufriese como muchos otros. Un día a nuestras humildes cabañas comenzaron a llegar docenas de refugiados que parecían haber visto a todos sus fantasmas. La realidad era mucho más terrible. Los orcos, corruptos por los que antaño llamamos hermanos y ahora eran unos corruptos hijos de… atacaron de manera relámpago a nuestro pueblo. Su avance fue atroz y sus hachas sesgaron rápidamente las vida de miles de draenei. Pero lo que me contaron a continuación fue aun mucho más doloroso. Un día llegaron una gran cantidad de refugiados… de la batalla de Sattrath. ¿Sattrath? ¡Ahí era donde servía mi madre! Orgullosa capitana de la Guardia del Cielo Sha’tari, que llevaba sirviendo en ella protegiendo la gran ciudad desde que yo tenía uso de razón. Me pasé durante días gritando a todos los refugiados cuantos venían, gritando su descripción y su nombre, pero nadie sabía nada. Un día incluso intenté salir del pueblo dirección Sattrath, pero mi padre me descubrió y entre mordiscos y arañazos me encerró en mi habitación con gesto serio, aun que juraría que en ese momento lo vi llorar. Al cabo de una semana nos despejamos de dudas. El ritmo de llegada de los refugiados había ido disminuyendo hasta que habían dejado de llegar. Hasta que un día llegó un draenei muy herido, con un tabardo desgarrado. Salimos en su auxilio rápidamente y lo atendimos, aun que pude ver como cuando me vio palideció. Tras un par de horas, habiéndolo dejado descansar, me acerqué a la casa donde estaba, para ver porqué había reaccionado así al verme. Entonces lo supe. No había venido al poblado por casualidad. Lo habían enviado… lo había enviado mi madre. Me informó de que me había reconocido al momento por mi gran parecido con ella. Me narró como su unidad luchó valientemente contra los orcos, hasta que… Un medallón. Su medallón de la guardia del cielo Sha’tari. Todo lo que me quedó de ella. El soldado no sobrevivió a sus heridas, pero pudo marcharse tranquilo habiendo cumplido su promesa. Lo que un día llamábamos hogar se estremeció con la fuerza de diez mil hidras. Ante nuestros ojos pudimos ver como el cielo sobre nuestras cabezas comenzaba a temblar. ¡A contraerse! Sí, no me he comido ninguna seta. El cielo comenzó a mutar repentinamente. ¡Pude ver como una colina salía volando por los aires! Bueno, siendo sincera, sí que parece que me haya comido un champiñón. Bueno, como decía, el mundo se quebró sobre si mismo. Lo que antes era el Mar de Zangar, se convirtió en una enorme extensión de las marismas que lo rodeaban. Años después me enteré de todo el asunto. De como los orcos una vez exterminados los draenei decidieron que como que este mundo se quedaba pequeño. Je. Menudos prepotentes. Eso que les hicieron esos humanos les estuvo bien merecido… aun que una desgracia que todo acabase como acabó. Pero viéndolo por el lado bueno, gané unas marismas de docenas de hectáreas para correr por ellas. Una pena que la inocencia que tenia cuando corría por ellas de niña, no fuese algo que se pudiese recuperar… Sería en Sattrath donde encontraría mi futuro. Muchos años después, cuando las legiones recorrieron nuestro mundo roto y fragmentado y destruyeron a los que se habían alzado como sus señores. Y sin embargo, se marcharon, desinteresándose de lo que ahora ya no les importaba. Terrallende es un mundo muerto, pero no aquellos que viven en él. Y alguien debía protegerlos. ¿Yo? No. Yo no era nadie. Pero tal vez haría a mi madre orgullosa, si pudiese cumplir su ultimo deseo, y proteger Sattrath y a su pueblo de aquellos que lo acechaban.
  23. Taleesa Nombre: Taleesa Raza: Draenei Sexo: Mujer Edad: 169 años Altura: 2,19m Peso: 123 Kg Lugar de nacimiento: Costas del mar de Zangar. Ocupación: Pacificadora de Sattrath Índice: Eventos Masteados: Eventos Asistidos: Misivas: Descripción física Draenei joven, 169 años de buena estatura, 2,19m y cuerpo fibroso y resistente aun que no musculado, 123 Kg. Su piel es de un color violeta oscuro y su pelo, blanco como la nieve y largo. Lo más destacable es su cola, notablemente larga. Su rostro es de rasgos afilados acorde a su edad, en el punto intermedio entre joven y adulto, y su cuerpo está definido con muslos marcados y fibrados. Su cornamenta luce entera y sana, erguida y vertical, con una suave curvatura. En el vientre, en diagonal cruzándolo desde debajo del pecho izquierdo, tiene una terrible cicatriz algo más clara que la tonalidad violeta oscura de su piel. Descripción psicológica Draenei joven lo cual se refleja en su carácter. Bastante poco refinada para una draenei, por donde se ha criado y educado. Con un fuerte instinto de supervivencia que muchas veces se deja de lado por la impulsividad que la embarga a veces, aun que intenta controlarlo por experiencias recientes en su vida. Bastante pragmática, aun que simpática, amable, y respetuosa con los Naaru, la Luz, los mayores a ella, y cualquiera que muestre una actitud similar. Aun así, sus colmillos pueden echar veneno si es necesario. Le gusta bastante el sarcasmo con gente que sabe que no se ofende por ello.
  24. Galas

    [Ficha] Agathe

    Nombre: Agathe Colette D'Tatou 𝔄𝔱𝔯𝔦𝔟𝔲𝔱𝔬𝔰 7 Físico 6 Destreza 6 Inteligencia 9 Espíritu 5 Percepción 𝔙𝔞𝔩𝔬𝔯𝔢𝔰 𝔡𝔢 𝔠𝔬𝔪𝔟𝔞𝔱𝔢 28 Puntos de vida 36 Mana 6 Iniciativa 11 Ataque CC (Espadón Pesado) 9 Ataque CC (Espada Pesada) 8 Ataque CC (Hacha de mano) 9 Ataque CC (Lanza Pesada) 7 Ataque a Distancia (Arco Largo) 10 Defensa ℌ𝔞𝔟𝔦𝔩𝔦𝔡𝔞𝔡𝔢𝔰 𝔉í𝔰𝔦𝔠𝔬 4 Atletismo 4 Espadón Pesado 2 Espada Pesada 2 Lanza Pesada 1 Hacha de mano 1 Escalar 1 Nadar 𝔇𝔢𝔰𝔱𝔯𝔢𝔷𝔞 1 Bailar 2 Equitación +1 Racial 4 Defensa ℑ𝔫𝔱𝔢𝔩𝔦𝔤𝔢𝔫𝔠𝔦𝔞 1 Fauna (Mamíferos) 2 Leyes (Reinos Humanos) 1 Religión (Luz Sagrada) 1 Conocimientos/Historia (Reinos Humanos) 1 Fauna (Dragonantes) 1 Herrería 𝔈𝔰𝔭í𝔯𝔦𝔱𝔲 4 Voluntad 𝔓𝔢𝔯𝔠𝔢𝔭𝔠𝔦ó𝔫 2 Arco Largo 1 Advertir/Notar 1 Etiqueta 1 Reflejos 2 Música (Lira) 𝔈𝔰𝔠𝔲𝔢𝔩𝔞𝔰/𝔈𝔰𝔭𝔢𝔠𝔦𝔞𝔩𝔦𝔷𝔞𝔠𝔦𝔬𝔫𝔢𝔰 𝕬𝖕𝖙𝖎𝖙𝖚𝖉𝖊𝖘 𝖉𝖊 𝕮𝖔𝖒𝖇𝖆𝖙𝖊 𝕬𝖕𝖙𝖎𝖙𝖚𝖉𝖊𝖘 𝕯𝖎𝖊𝖘𝖙𝖗𝖆𝖘 𝔄𝔭𝔯𝔢𝔫𝔡𝔦𝔷 Apuntado Diestro 𝕬𝖕𝖙𝖎𝖙𝖚𝖉𝖊𝖘 𝕱𝖎𝖘𝖎𝖈𝖆𝖘 𝔄𝔭𝔯𝔢𝔫𝔡𝔦𝔷 Inquebrantable
  25. ℌ𝔦𝔰𝔱𝔬𝔯𝔦𝔞 La joven muchacha levantaba la mirada para observar el reflejo de un sol en cielo despejado. Le dolía algo la espalda, pero era habitual, el frío calaba pese a las capas de ropa y abrigo, y la leña estaba prácticamente congelada, lo que dificultaba la tarea de cortar los tocones para llevarlos al interior. Era una vida humilde y dura, pero no sin sus pequeños momentos gratificantes. Cargando los trozos de troncos recién cortados en su cesta, se la echó a la espalda, y empezó a recorrer el sendero de tierra, ahora semi oculta por la nieve, que llevaba hasta la hacienda de su familia. La villa de Yvoire era un pequeño feudo norteño de las amplias tierras de Arathi. Bajo la autoridad de un barón cercano, era famosa por su gran lago, el Morganne, que había sido durante siglos el núcleo principal de la actividad económica de la población. Humildes pescadores de agua dulce, así eran los villanos de Yvoire, que también acudían a los bosquecillos cercanos a por caza menor, recolectar frutos del bosque, o cortar leña bajo permiso y diezmo señorial. Por suerte para ellos, estos bosques eran relativamente pequeños, motivo por el cual , salvo alguna ocasional banda de trols jóvenes , jamás habían tenido que hacer frente a la letal presencia cercana de una gran tribu. Pero ya no eran tiempos pasados, y ya no solo de trols se tenían que preocupar los humanos. Oliendo el pan recién horneado, Colette sonrió a la hija del panadero al pasar frente a su negocio, uno de los pocos que aun quedaban en la villa. En las últimas décadas, esta había visto su población reducida a algo menos de la mitad, pues todo el mundo sabía que esa región de altas colinas frondosas se había visto infestada por ogros, bestias aun más viles y temibles que los trols, si es que tal cosa podía existir. Ella no. Colette se había quedado, aunque no lo había hecho sola. Ascendiendo la escalada, llegó a la pequeña hacienda de su familia. Rodeada por un murito de madera, era una de las casas más viejas del lugar. Antaño habría guardias en las puertas, y algún que otro mozo en los establos, cuidando de los sementales de la familia, pero ahora ya viejos y medio derruidos, no eran si no un recuerdo de tiempos mejores. Ella nunca había visto esos tiempos, pero sí leído sobre ellos, o escuchado frente al fuego las historias de su abuelo, aquel con quién vivía, Sir Lyonne D'Tatou. Aunque era su abuelo, el viejo caballero, alto como una torre, pero enjuto como un chorizo reseco, la había criado como a su propia hija. Ella solo tenía cinco años, cuando sus padres regresaron a la hacienda familiar, pero no embutidos en sus armaduras de acero y hierro, si no envueltos en mortajas y paños, descuartizados por trols en una escaramuza sin demasiada relevancia. Llevó el luto con dolor, pero se sobrepuso con sorprendente velocidad. Había algo en Agathe que la había separado siempre de otros muchachos jóvenes, incluso de aquellos con un linaje de sangre noble como el suyo, por exigua que se encontrase actualmente. Un brillo especial, que ardía tras sus ojos con luz propia. Una fortaleza de espíritu y voluntad, que la había hecho prosperar, o como mínimo sobrevivir, donde otros muchos habrían sucumbido. Su ánimo jamás se ensombrecía. De las épocas más oscuras, ella era capaz de encher los corazones de sus hermanos y hermanas de luz y esperanza. De niña, el sacerdote de la villa le había recomendado la senda del sacerdocio, tal vez incluso marchar a la capital y aspirar a unirse a la Mano de Plata, pues en ella ardía el fuego en el que se forjaban, con años, templanza y entrenamiento, a los heroes de los humanos. Y aunque Colette siempre sintió que la Luz estaba detrás de ella, susurrándole fortaleza y ánimo (Cosa que jamás había compartido salvo con su abuelo, pues era consciente de que tal idea era extremadamente prepotente, casi blasfema), sabía que ese no era su destino. Lo supo desde que vio asomar la mano de su madre por bajo las mantas ensangrentadas que cubrían su cuerpo de niña. Era su futuro su legado. Su historia, la pasión. La caballería. Blandiría los emblemas de su casa, y con acero y hierro, no permitiría que de nuevo, las fuerzas de la oscuridad azotasen a los reinos humanos. Ninguna niña lloraría más en soledad, al ver a sus padres llegar muertos, por mano de bestia oscura. No era venganza. Si no justicia. Se despidió de su abuelo, no sin dolor , pero sí sin lágrimas, pues la convicción, y la insistencia de este la empujaban a marchar. Como todos los que la habían predecido, era el destino de los D'Tatou el servir y ganarse su rango de caballero del reino de Stromgarde, el más viejo y glorioso de todos. Y una vez lo consiguiese, traería la gloria a su casa, restauraría su legado, y la risa volvería a su hacienda. Y ningún niño de Yvoire desaparecería más en la noche, por mano oscura de ogro, trol u monstruo.
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