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SwordsMaster

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  1. La voz se fue corriendo, y eventualmente como muchos de los habitantes de Costasur sospechaban: los soldados de la guarnición comenzaron a hacer preguntas, dar descripciones. Buscaban un rastro. Buscan a alguien. Los soldados de Costasur se encontraban buscando a dos civiles que habían llegado recientemente al pueblo: Uno de estatura promedio, de un cabello color bronce, con una leve barba de varios días, ojos azules y con la complexión de alguien entrenado. El otro, alto, delgado, de cabello negro, levemente moreno, ojos verdes. Ambos vestidos como poco más que pordioseros y el cabello suelto en forma de melena. Revolvían cada rincón de la aldea, haciendo preguntas y tomando medidas cada vez más drásticas bajo el mando de sus superiores, azotados por la preocupación de un levantamiento que podrían no detener a tiempo. El pueblo no estaba feliz. Los sospechosos eran buscados como sospechosos de la desaparición del herrero de Costasur y de agresión injustificada contra un civil que poseía información clave sobre el caso. // Pequeño comunicado, relacionado con el evento de "Los Rebeldes del Norte". Esta es la situación actual de la guarnición y el pueblo en general respecto a los rumores de los levantamientos y las medidas tomadas, para quien quiera rolear en consecuencia (E insto a ello). Si alguien quiere ir tras los montaraces, debido a que no estoy tanto tiempo como me gustaría, puede solicitar a @Stannis the Mannis un pequeño rol (Si se encuentra y si tiene ganas, pues reconozco que debería ser algo mío, y no suyo, y no tiene ninguna obligación con el tema. Pero en esta ocasión es mi Sumiller de Corps.) Un saludo y buen rol.
  2. Los Rebeldes del Norte Los soldados de la guarnición local de Costasur se apresuraban de un lado al otro del pueblo. Su equipamiento no era el mejor, pues desde hacía tiempo se sospechaba que el herrero estaba desviando recursos a, según la paranoia (quizás no tan equivocada) del sargento de la guarnición, entidades rebeldes. Sin embargo, luego de mandar a dos recién llegados que decían ser soldados imperiales a investigar el asunto: El herrero misteriosamente desapareció y, junto a él, la única pista de la guarnición para dar con los rebeldes, los cuales cada vez más sonaban menos como una paranoia de un sargento atormentado por los años y más como una cruda realidad para afrontar. Y, solo como si no fuese suficiente, los recién llegados habían tratado de dañar (con éxito) al único testigo que había visto algo en la noche en la que el herrero había desaparecido. El sargento, envuelto en cólera, puso de inmediato a sus soldados a buscar a los ahora principales sospechosos de la desaparición del herrero y a cuidar y mantener bajo estrecha vigilancia al testigo hasta poder sacarle lo que querían saber: Pues se negaba a colaborar sin una promesa de protección por parte de la guarnición, cosa que con los pocos recursos y los constantes frentes a mantener fuera del pueblo, era algo que no se podían permitir. Mientras tanto, el pueblo cada vez temía más al sargento, y por extensión, a toda la guarnición de soldados... Continuará... Participantes: @Stannis the Mannis como Elegost, @SwordsMaster como Santiago y Master. Duración: 2 díasTipo del evento: Corto (Prólogo) Habilidades usadas: Elegost: Etiqueta, Advertir/Notar, Buscar / Santiago: Etiqueta, Buscar
  3. División Perdida Lejos de casa ellos resistirán Y si caen la leyenda aún vivirá -----♫----- Desde alta mar la tormenta rugió Y el bote con los soldados se hundió A una isla agotados llegaron Una prueba de determinación La isla a prueba los puso, entre gritos y desesperación Pero el dúo ante todo resistió Lejos de casa ellos resistirán En el nombre de la Dama Es vivir o morir y no hay elección En tierras de nadie, el fuerte prevaleció Armas en mano, ellos resistirán En el nombre de la Dama Nunca se quejarán si la muerte acecha Con fuerza y astucia, solos se salvarán Heridos a las costas llegaron Por nagas uno fue capturado Una tormenta de pólvora rugió En manos enanas acabaron Aceptando su destino, era ganar o morir Con el plan suicida han de cumplir Lejos de casa ellos resistirán En el nombre de la Dama Es vivir o morir y no hay elección En tierras de nadie, el fuerte prevaleció Armas en mano, ellos resistirán En el nombre de la Dama Nunca se quejarán si la muerte acecha Con fuerza y astucia, solos se salvarán -----♫----- Lejos de casa ellos resistirán En el nombre de la Dama Es vivir o morir y no hay elección En tierras de nadie, el fuerte prevaleció Armas en mano, ellos resistirán En el nombre de la Dama Nunca se quejarán si la muerte acecha Con fuerza y astucia, solos se salvarán Entre heridas y explosiones, el fuego les alcanzó Pero la muerte de ellos se olvidó Lejos de casa ellos resistirán En el nombre de la Dama Es vivir o morir y no hay elección En tierras de nadie, el fuerte prevaleció Armas en mano, ellos resistirán En el nombre de la Dama Nunca se quejarán si la muerte acecha Con fuerza y astucia, solos se salvarán
  4. La tomo con Santiago. Postearé el evento para realizarlo en Costasur en cuanto Santiago y Elegost se recuperen de casi haber muerto y estar sin nada más que pantalones en Costasur.
  5. @Stannis the Mannis

    Elegost:  Regla 96: ¡Nada de acostarse con la hija de tu capitán!

    *Santiago depressed*

  6. No lo apruebo. El cupo de dúo homo-erótico ya está cubierto. No pueden haber dos dúos homo-eróticos. Seréis destruidos.
  7. Y solo dejo como dato además, que resulta bastante un incordio cuando quieres/debes pasarte items de un personaje al otro.
  8. //Pues si no me surge nada para ese entonces, puedes contar con el Adivinador Imperial.
  9. Buenas. Vengo de nuevo con una duda rápida. Ante la reciente edición del Sistema de Magia, un hechizo que poseía con mi personaje, Rastrear Energía, ha dejado de existir. La duda es realmente bastante rápida, ¿qué debería hacer ante tal caso? ¿Solicitar para poder re-invertir los puntos en una de las actuales habilidades de dificultad 14 de Adivinación? ¿Dejarla tal y cómo está y usarla como era antes? Desde ya, un saludo y gracias
  10. Y para la próxima les saco otro 39 para arruinarles la cena. Nadie jode con un Montaraz. Nadie festeja delante de un Montaraz. Nadie le toca los huevos a un Montaraz. Para que aprendan.
  11. // Yo estaré estudiando ese día, por lo que si llego a participar será eso de una hora.
  12. Ese momento en el que no se te antoja descargar el nuevo parche y te quedas tan tranquilo.

    No es vagancia vale.

    1. Stannis the Mannis

      Stannis the Mannis

      ¡Clamemos por parches para nuestros focos! ¡Salgamos a la calle y pidamos justicia!

       

      Revolucion-francesa.jpg

    2. Malcador

      Malcador

      Ya lo hay. Se llama Villadorada.

    3. Prometeus

      Prometeus

      Tienen el decorado más grande de todo el servidor actualmente. Si juntamos El cruce y Vallefresno, tendríamos Villadorada. Mmm.. y creo que me quedaría corto.

  13. Eventos asistidos: - Eventos creados: -
  14. SwordsMaster

    Garlak

    Eventos asistidos: - Eventos creados: -
  15. Atributos 7 Físico 7 Destreza 6 Inteligencia 6 Percepción Valores de combate 28 Puntos de vida 18 Mana 8 Iniciativa 9 Ataque CC (Sable) 9 Ataque a Distancia (Pistola de Chispa) 9 Defensa Habilidades Físico 2 Atletismo 2 Sable Destreza 2 Pistola de Chispa 1 Cabalgar 2 Defensa 1 Nadar 1 Robar bolsillos 1 Sigilo 1 Trampas/Cerraduras 1 Escapismo Inteligencia 1 Callejeo Percepción 1 Advertir/Notar 1 Bailar 1 Buscar 2 Reflejos 1 Música (Canto) Nombre: Perikú [Mascota de Tatyana F. Rotheram] Animal: Loro Atributos4 Físico8 Destreza5 Inteligencia4 PercepciónValores de combate16 Puntos de vida15 Mana5 Iniciativa9 Ataque CC Sutil (Picotazo)10 Defensa FísicoDestreza1 Picotazo2 Defensa1 Robar bolsillosInteligencia1 Supervivencia/Cazar1 Idioma (Común)Percepción1 Advertir/Notar1 Buscar1 Reflejos Escuelas/Especializaciones
  16. Nombre: Tatyana Faylina Rotherham (Más conocida como Tynna) Raza: Humana Género: Femenino Orientación sexual: “¿Hace falta decantarse por una sola?” Edad: 34 Años Cumpleaños: Verano (Junio) Lugar de nacimiento: Piroleña, Reino de Gilneas Ubicación actual: Bahía del Botín Allegados: Elennel (Compañera de armas) y Perikú (“El mejor puto loro de todo Tuercespina”) Ocupación: Cazarrecompensas Descrpción Física: Tynna es una humana ya madura, de piel morena y cabello negro azabache. Sus ojos son verdes y desprenden una mirada llena de energía. Su cuerpo es esbelto, con generosas curvas y pechos. Usualmente deja ver buena parte de su escote, a consciencia. Sus labios no son ni excesivamente finos ni demasiado carnosos. Sus pestañas no son muy largas y el único tipo de maquillaje que gusta de usar es para enrojecer el color de sus labios, que de por sí son demasiado pálidos para su gusto. Su altura no destaca en nada del promedio así como su peso, que se mantienen en el promedio para una mujer de su edad. Suele pintarse las uñas dependiendo de su estado de ánimo, y de si tiene el dinero para permitírselo. Lo cual suele ser un atrevido rojo, la mayoría de las veces. Descripción Psicológica: Impulsiva, imprudente, bocazas y zorra. Son cuatro palabras que conforman los pilares más básicos de la personalidad de Tynna. El simple hecho de ser una amante del fuego y las explosiones dice mucho sobre ella. No sigue el más mínimo orden o ley, y cuantas más cosas pueda matar y hacer volar por los aires durante sus trabajos, mejor. No tiene además ningún reparo o pudor con nada, y no tendrá problemas con acostarse con un hombre y luego cortarle sus partes si se le ha prometido una recompensa por ello. Sin embargo no es una psicópata, y aunque no tenga nervios ni limitaciones a la hora de cuán lejos llegar para completar un trabajo, jamás se pondrá a matar gente sin ton ni son por ahí. Golpizas sí. Algunas personas se merecen un buen par de hostias bien dadas en la cara, y algún rodillazo en la entrepierna. Suele meterse en problemas. Historia Prólogo: El fuego se enciende El abrasador calor del verano se cernía sobre los alegres padres. La pequeña recién nacida en manos de su madre y bajo la atenta mirada de su padre. La llamarían… Tatyana Faylina Rotherham. A menudo llamada “Tynna” por sus padres, abreviación con la que se hizo y adaptó desde muy pequeña. Creció sin mayores preocupaciones durante su primer año de vida. Su padre simplemente desapareció un día sin volver, dejando a su esposa e hija solas. Por un tiempo, la familia había prosperado gracias a la estabilidad económica que, aunque no perfecta suficiente, otorgaba el trabajo como herrero de su padre. Desde aquel día, sin su madre con un trabajo fijo… La vida nunca volvió a ser igual para Tynna. Episodio I: Entre ratas La muchacha de ocho años correteaba por el pequeño pueblo, seguida por un hombre que gritaba histérico y la maldecía, apartando a la gente en el mercado bajo el sol de primavera. Sus cabellos negros se agitaban en cada paso que corría entre la multitud, con una sonrisa traviesa. Su altura era una ventaja para que a aquel hombre le costase seguir el rastro allí y lo sabía. Finalmente, dio la vuelta en un callejón, trepó por entre unas cajas amontonadas de la verdulería cercana y saltó al otro lado del callejón sin salida. Caminó unos pasos tranquilamente hasta salir por el otro lado del callejón y comenzó la marcha a su hogar, contando monedas. La puerta se cerró tras ella. Olisqueó el aire un momento y no le costó darse cuenta de que alguien había estado bebiendo de nuevo. Entró a pasos firmes arrojando la bolsita con monedas ya contada y bien atada sobre la mesa del comedor, destartalada y vieja. Se asomó por uno de los marcos de la casa y, efectivamente, su madre estaba allí de nuevo con la cabeza sobre la mesa y rodeada de botellas vacías, seguramente inconsciente. Pasó por su lado sin darle importancia, abriendo uno de los estantes y tomando un trozo de pan duro y algo de carne seca que tenía guardadas. Tomó un cuchillo de una caja en la misma estantería y abrió el pan por la mitad, colocando la carne seca en medio de las dos mitades y comenzando a comer. Mientras salía de la habitación masticando volvió a observar a su madre. Pensó en despertarla pero no valía la pena. Volvió a darse la vuelta y caminó hasta su habitación a terminar su aperitivo echada y despatarrada sobre la cama, carente de cualquier tipo de orden como el resto de la habitación. Mientras acababa de comer sonaron unos golpecitos en la ventana y volteó la cabeza, sonriendo. Tragó el último trozo de su emparedado de pan duro y carne seca y se dirigió al lugar de procedencia del ruido, abriendo la ventana de lado a lado. Una joven, quizás un par de años mayor, la observaba expectante. -¿Estás lista?- El silencio se hizo unos segundos. Tynna se limitó a otorgar una única sonrisa a su amiga, Shara. Volvió a cerrar la ventana y a pasos agitados se dirigió a la puerta de la casa. Se detuvo un momento frente a la entrada y observó con detenimiento la entrada a la cocina, donde había visto a su madre. Soltó un suspiro y abrió la puerta, una vez más con su expresión animada. Cerró de un portazo apresurado y echó a correr tras Shara, que ya había rodeado la casa. Estuvieron un rato abriéndose camino entre las callejuelas hasta llegar al camino por el que se entraba al pueblo. No muy lejos se veía un hombre con un carro arrastrado por un caballo dirigirse a una velocidad serena fuera del pueblo. Shara y Tannya se miraron sonriendo avanzaron rápidamente con una sonrisa, hasta que se separaron y Shara se salió del camino. Tynna se apresuró a tomar unas piedrecitas del suelo y comenzar a arrojarlas al carro hasta llamar la atención del molesto conductor, que frenó el caballo y centró sus ojos en la niña, dirigiéndose a ella a zancadas aceleradas. Tynna al contrario que asustarse, observó con una sonrisota como Shara se acercaba al carro a espaldas del hombre, que antes de que Tynna llegase a reaccionar, le cazó de la oreja, jalándole y comenzando a darle un sermón sobre comportamientos adecuados. Cuando acabó, se dio la vuelta y volvió a su carro, retomando la marcha confiado de haberle dado una lección a la joven. Tynna se pasó la mano por la oreja mientras el carro se alejaba y observó a un lado. Shara llevaba los brazos cargados de mazorcas de maíz, tomates, y una variedad de verduras y frutas. Se acercó y le tendió a Tynna una zanahoria, la cual tomó con gusto mientras retomaban su rumbo hacia la Aldea Piroleña. La primavera siempre comenzaba con una sonrisa. Especialmente… Cuando puede llenar el estómago. Episodio II: Camino de lo Desconocido La joven de 17 veranos permanecía echada en su cama, la misma de año tras año. Se levantó con lentitud soltando un quejido de pereza. Tomó la pistola de chispa, de encima de una mesita de luz que parecía tener varios años, y se la colgó en la cintura. Tomó su sombrero colgado en la pared y se lo colocó, tras acomodarlo bien. El sombrero iba bien con su cabello, del mismo oscuro color. Avanzó hasta salir de su habitación, tomando una bolsa con ahorros de su vida de crímenes durante su infancia. Observó la cocina, viendo a su madre como esperaba. Se limitó a rodar los ojos y negar, dirigiéndose a la salida. Observó el cielo despejado y a los habitantes de Piroleña yendo de un lado al otro en sus monótonas rutinas diarias. El carnicero de dos calles más arriba llevando un cargamento a su tienda, el hijo del encargado de la panadería de en frente preparándose para acudir a sus clases de magia, la sastre de la casa de al lado entrando de comprar una bola de lana de color rojo, las aves migrando en el cielo con la llegada del otoño. Comenzó a andar, conociéndose cada paso, cada persona, cada rincón y cada rutina de la gente. Los observaba con cierta lástima mientras se acercaba a la salida del pueblo. Lástima por ellos. No se darían cuenta cuan muertos estaban hasta que fuese tarde para vivir. Ella sin embargo, no estaba dispuesta a seguir el mismo destino, atascada allí toda su vida. Sasha le esperaba en la salida del pueblo, con una sonrisa burlona y la mano apoyada en la cintura, ladeando la cabeza. Los años habían pasado para ambas, y Sasha seguía teniendo su característico cabello rubio, largo y suelto, acompañado de la suspicaz mirada de sus ojos de una tonalidad azul zafiro. A un lado de su cintura colgaba un sable, el cual claramente tenía una procedencia cuestionable. Intercambiaron saludos y unas cortas palabras un momento. Contaron los ahorros de sus desastrosas vidas fuera de la ley en Piroleña. Era suficiente para costearse una caravana fuera de ese sitio, al Reino de Lordaeron. Nunca en el mismo pueblo demasiado tiempo, de un sitio al otro. Completando trabajos junto a su compañera, entre largos viajes en caravanas de todo tipo a lo largo de los caminos. Y no cambiaría por un largo, largo tiempo… Episodio III: Muerta Tynna soltó un vago quejido cuando la luz del alba se coló por entre sus ojos cerrados, avisándole que el día ya había llegado. Sasha no ayudaba, zarandeándola para que despertase. Estaban en una posada de la ciudad de Andorhal. –No hace falta que me lo recuerdes- Dijo Tynna mientras se ponía en pie lentamente, mientras las sábanas caían y dejaban poco a la imaginación. En la misma cama yacía un hombre de unos 40 años, quizás más, con una larga barba roncando y un par de botellas vacías en el suelo. Pero había conseguido dormir en la posada gratis, gracias a la gratitud del dueño del local que yacía a su lado, y era todo lo que importaba. Se levantó y comenzó a vestirse, mientras Sasha le miraba impacientada y de brazos cruzados. Cuando acabó salieron del lugar, y tras caminar un largo rato por las calles, de la ciudad. Acabaron saliendo de Andorhal, pues tenían un contrato para dar caza a un desgraciado que se había instalado a orillas del Lago Lordamere, tratando de huir de una cantidad ingente de deudas que claramente no iba a poder pagar. Sencillamente, era hora de ponerle un fin y cobrar la recompensa. Avanzaron por entre los bosques por un largo rato, con Sasha delante guiando el camino sable en mano. Acabaron llegando a una pequeña cabaña con varias reservas de agua, seguramente sacadas del lago y hervida por el mismo habitante de la cabaña. Sin embargo, incluso desde fuera del lugar el olor pestilente que venía desde dentro de la pequeña estructura resultaba desalentador, pues probablemente significase que alguien más había acabado con su presa. Habían cortinas por el lado de adentro con unas curiosas decoraciones florales en su tejido que impedía ver dentro y la puerta por otro lado, para sorpresa de ambas cazadoras de recompensas, permanecía cerrada y firmemente trancada. Tynna acabó por soltar un pesado suspiro y se acercó a abrir una entrada de una firme patada a la puerta, impaciente por llegar al fondo de aquello. Sin embargo, dentro no solo había un olor a putrefacción más fuerte incluso que antes. Tynna y Sasha observaron estupefactas a su presa moverse de manera errante a través de la habitación, provista con cantidades enormes de pan, agua y algo de carne seca, seguramente aprovisionado para sobrevivir un largo tiempo allí. Lo inquietante no era el olor, o que su presa estuviese errando a lo largo de la habitación de manera irregular hasta haber centrado la vista en ellas. Lo intrigante pero altamente perturbador era la piel cayéndosele a pedazos y la vista en blanco y desencajada, sin signos de vida en lo absoluto. La criatura se lanzó sobre ambas mujeres. Sasha rápidamente antepuso el sable enterrándolo en el tórax del hombre que habían venido a buscar. Pero no sangró, ni tan siquiera se inmutó. Se siguió moviendo en cuanto Sasha acabó de retirar el sable de un certero golpe al corazón. Tynna alzó la pistola de chispas sujeta con ambas manos y acabó por darle un certero disparo a la cabeza que acabó con la clase de vida que tuviese aquel pobre desgraciado. Tynna y Sasha se miraron con severidad, pero tenían un contrato que cumplir. Tomaron el anillo de bodas del hombre de entre sus dedos, la prueba que le habían solicitado de que había muerto. Se fueron de allí tan rápido como pudieron, tras aceptar conjuntamente la teoría de que fuese alguna clase de nueva enfermedad. Deberían darse un baño al volver. Sin embargo, llegando a la Ciudad de Andorhal todo lo que oyeron proviniendo del interior de la misma fueron gritos agónicos. Vieron estupefactas desde la lejanía y con el ocaso cayéndoles encima la columna de humo alzándose e imponiéndose en el cielo. Cuando llegaron a vislumbrar una horda entera de aquellas criaturas como la que habían visto hace tan solo unas horas, todo cuanto pudieron pensar en hacer fue correr en dirección a los bosques, correr y seguir corriendo hasta llegar a algún sitio. La noche les cayó encima, sin detenerse a descansar ni un solo momento. Al alba aún continuaban avanzando; agotadas, hambrientas y sedientas. Y no se detendrían aún por un largo, largo rato. Tynna y Sasha fueron sorprendidas mientras se tomaban un descanso en el camino, tras marchar toda la noche. Un grupo de no-muertos lograron alcanzarlas, y un su estado ninguna de las dos lo conseguiría. Tynna arrebató el sable de las manos de Sasha, quedándose con ambas armas en cada mano y le ordenó correr lejos. Sasha jadeando obedeció y se arrojó a correr entre los bosques. Tynna cargó con un grito hacia el grupo de criaturas que trataban de amenazar a su amiga, sin embargo fue incapaz de retenerlos por demasiado tiempo. Rápidamente lograron reducirla y siguieron avanzando, siguiendo el rastro de Sasha sin importar los gritos de negación que ofreciese Tynna al respecto. Los minutos pasaron y acabó oyendo unos familiares gritos a la distancia de su ahora desarmada amiga, acabando por cerrar los ojos con pesadez. No quedó claro en qué momento luego de eso ocurrió, pero terminó sucumbiendo a las heridas y su consciencia se desvaneció, mientras asumía su final con los ojos cerrados y sus pensamientos esfumándose uno a uno, debilitada por el sangrado… Episodio IV: El Espadachín Sus ojos verde avellana se abrieron con lentitud. Tynna llevaba el cuerpo vendado en gran parte. Estaba en una tienda de campaña. Su ropa, su sombrero y sus armas residían a un lado, todo lo cual no tardó en colocárselo incluso ante el dolor aún reciente de las heridas. Abrió las lonas de la entrada a la pequeña tiendecilla de campaña, viendo varias más en el exterior. Había varios hombres armados con gruesas capas de tela gris colgadas a la espalda yendo de un lado al mismo del improvisado campamento. Un joven con el cabello negro y largo, suelto, fijó ambos ojos en la herida que acababa de despertar, acercándose a largas zancadas, seguramente a tratar de aclarar el claro desconcierto de la mujer. Su aspecto no superaba el de un muchacho de 17 inviernos, con una espada a un lado de la cintura y el mismo grueso manto gris que varios allí a sus espaldas. Un joven en apariencia de la misma edad seguía al muchacho, este otro de cabello amarronado y ojos de una tonalidad marrón claro que podía fácilmente confundirse con una especie de dorado oscuro. El primero tenía una tez tostada y morena, mientras que el segundo un tono de piel más pálido. -Llevabas días inconsciente- El joven moreno habló, y acto seguido hizo un ademán con la cabeza señalando al otro muchacho a su lado –Mi compañero apostaba a que no despertarías- Sonrió mientras el otro muchacho se limitó a inclinar la cabeza y soltar en un tono bajo un leve saludo. El moreno fijó la vista largos segundos en la recién despertada herida antes de volver a hablar, notando su desconcierto –Mi compañero y yo te encontramos mientras explorábamos los alrededores para asentar un campamento. La vimos herida e inconsciente, así que la trajimos para que pudiesen atenderla como se pudiese. Hemos encontrado varias personas que trataron de huir de Lordaeron pero… Ya tarde, en su mayoría.- Admitió con un tono de dejadez, y quizás incluso falta de moral en la voz. Tynna observó ahora quizás más desconcertada que antes al joven y finalmente habló –Yo… Muchas gracias pero… ¿Quién… Qué…?- Tynna no le salían las palabras, aún aturdida y de no haberlo estado seguramente se habría marchado a regañadientes admitiendo que no necesitaba ayuda de un crío. –Somos la guardia de mi señor. Nos envió a Lordaeron con su primogénito para cerrar un trato con una pequeña familia noble de aquí. Él… Está herido, cayó en combate ayer. Pero se recuperará.- Dijo sonriendo con un denotado optimismo que rozaba la estupidez y la inocencia. Finalmente prosiguió, la voz no ayudaba a Tynna a calmar su dolor de cabeza y parecía que el joven no tenía frenos en la lengua para detenerse de hablar. Seguía hablando, de cómo estaban allí resistiendo y esperando apoyo desde el Reino de Ventormenta. Nada de eso le importaba a Tynna, quien terminó oyendo la voz del joven solamente de fondo, hasta que finalmente le interrumpió con un bufido. –Escucha, solamente quiero largarme.- Admitió con pesadez a su salvador. La memoria de los gritos de Sasha al ser alcanzada por el grupo de no-muertos, a pesar de haber ocurrido hace días, aún seguían frescos en la memoria de Tynna y su humor no había hecho sino más que empeorar drásticamente. El muchacho se mordió el labio frunciendo el ceño, conteniéndose de soltar algo inapropiado a la interrupción de la mujer. Pero acabó por calmarse, reposando una mano sobre la empuñadora de la espada probablemente por costumbre y comodidad. –Han estado saliendo algunos carros desde Lordaeron para cruzar la frontera y llevar refugiados al sur. Hay uno que acaba de hacer una parada en el campamento, aprovechando que estamos armados y defendiendo el lugar. Continúa su viaje en una hora, por unas monedas quizás el propietario permita llevar a alguien más- Tynna volvió a soltar un pesado bufido. Se volteó a observar el carro en el borde del campamento y echó a andar, sin dar más palabra al joven ni el joven a ella, que la miraba largarse de brazos cruzados y una mirada molesta por su antipática actitud. Su amiga acababa de morir, ¿no era acaso una actitud justificada? El hombre acabó de contar las monedas y observó a Tynna, aún repleta de vendas. Era el dinero que le quedaba del último trabajo con su compañera y aunque desprenderse de él le costó, prefería conservar la vida a un par de trozos metálicos. El carro acabó partiendo del campamento con varios civiles encima, de camino al sur y fuera del desolado Reino de Lordaeron. Episodio V: Epílogo de un prólogo Tynna no recordaba nada de la noche anterior. Al abrir los ojos, todo lo que pudo sentir fue el típico y agradable olor de altamar al que ya se había acostumbrado, o al menos ella. El sol que se colaba a la habitación a través de la ventana, a la cual le acababan de correr las cortinas, revelaba que probablemente fuese ya cerca del mediodía, si no es que de tarde, lo cual solo incrementaba la jaqueca de Tynna. Observó la habitación unos segundos. Había botellas vacías, su ropa tirada por todos lados y una Elennel parada a su lado mirándola con mala cara. Nada fuera de lo normal. Acabó por voltearse en la cama, dejando nada a la imaginación de su compañera en el acto y soltando un pesado gruñido ante la horrible jaqueca. - Espero que hayas logrado lo que te habías propuesto. Porque para mí que ha sido un fracaso. Otra vez– Para infortunio de Tynna, Elennel pronto comenzó a zarandear la cama con el pie, obligándola a soltar un extenuante quejido ante la mezcla de los bruscos movimientos y su insoportable dolor de cabeza. Tynna acabó abriendo un ojo, observando a Elennel con una mirada que aunque agotada por la noche anterior, cargada por picardía y una leve sonrisa. -Bastantes vueltas me da la cabeza como para que tú lo agraves. ¿No sabes que es peligroso despertar a una fiera y permanecer cerca?– Dijo sin cambiar su gesto. Lo cierto es que Elennel le recordaba en demasía a Sasha. Una versión mucho más dura de roer que Sasha. Y mucho más capaz de clavarle un cuchillo en el pecho de siquiera intentar las locuras que había hecho en un par de ocasiones en las posadas con Sasha. -Sé mantenerlos a raya. Mala hora fue cuando me junté contigo para salir adelante– Admitió con su gesto duro Elennel, mientras se acercaba a la jaula de Perikú, el molesto pero más fantástico loro que había salvado en su vida de la muerte. O el único loro. Igual le molaba para enseñarle insultos contra Elennel, o llevarle al hombro jugando a ser un pirata cliché. -Dame un ratito, que me quite las legañas y me ponga la ropa. Tengo que estar en condiciones- Dijo Tynna volviéndose a recostar en la cama con pesadez, con el brazo delante de los ojos ante la encandiladora luz del sol. -Te quitas la ropa muy rápido pero te la pones muy despacio. – Dijo Elennel mientras se acercaba a pasos firmes y sonoros a la puerta –Si lo encuentro antes, me llevo el pago- Elennel acabó por cerrar de un portazo la habitación. Perikú comenzó a gritar insultos, demasiado tarde pues Elennel ya se había largado de allí, y demasiado alto como para ayudar a que la resaca desapareciese. Tynna acabó por ponerse en pie y vestirse, tras dar un par de golpes a la jaula de Perikú para que cerrase el pico, tras lo cual abrió la jaula para dejarle libre cuando finalmente guardó silencio. Había acabado en Bahía del Botín tiempo después de huir de Lordaeron. Había estado en los Bosques de Elwynn un tiempo, pero el entorno no se adecuaba a su estilo de vida y Bahía del Botín parecía un paraíso para ella. Ahora llevaba años allí y había acabado conociendo a Elennel, su nueva compañera de armas. Y no querría que fuese de otro modo
  17. EPÍLOGO:Dieter Los gnolls se habían retirado de momento. Tras esperar unos largos minutos, Elegost acabó por lograr despertar a Santiago. Pero mientras debatían su siguiente paso a tomar para escapar de aquel sitio, una luz se vio aproximándose por una de las galerías, tras lo cual se asomó un hombre de avanzada edad que se dirigía directamente a la galería de donde acababan de rescatar a Santiago, llena de gnolls, así que se apresuraron a detener su paso y taparle la boca para que no gritase, apagando de paso su antorcha. Tras un momento encendieron una pequeña vela y lograron reconocer que se trataba de Dieter, el vagabundo que a menudo habían alimentado en el Campamento Falveri. Para fortuna del grupo, este conocía las cloacas y sabía donde se encontraba la salida; siendo el único problema que estaban a horas de distancia de Villadorada. Dieter comenzó a guiarles y aseguró que los gnolls no serían un problema, comenzando a andar entre las cloacas y llevándose la mano al pecho de tiempo en tiempo. Aunque de camino observaron una puerta y oyeron gnolls detrás, e incluso sintieron las enormemente pestilentes energías oscuras que uno de ellos parecía desprender al otro lado, no fueron detectados ni vistos. El camino de vuelta duró varias extenuantes horas de andar en el colosal sistema de alcantarillado hasta que Dieter llegó a una de las salidas que daban al exterior. El anciano vagabundo se despidió de ellos allí, asegurando que no volvería a Villadorada y que esta permanecía cerrada a cal y canto ante un seguro asedio por parte de los hombres hiena. Los soldados volvieron al exterior, tomando enormes bocanadas de aire. Aunque la misión había ido bien en un comienzo, la segunda parte había acabado siendo un completo fracaso. Tenían buenas noticias para alcaldía y su problema del sistema atascado... Y pésimas noticias para el Capitán Marco. // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // Evento finalizado -Este no ha sido un mastereo mío como tal, por lo cual no colocaré duración ni reclamaré experiencia por ello- Tiempo transcurrido on rol desde la entrada hasta la salida: Aproximadamente entre 10 y 12 horas Recompensa: 80 cobres a Melissa, Santiago y Elegost al haber completado el desatascado en un único día Completado: Desatascado el sistema de alcantarillados de lo que lo obstruía (Misión del Tablón de Anuncios) No completado: Bloquear la entrada de los Gnolls a través de las cloacas que daban al interior de Villadorada (Misión del Ejército Imperial)
  18. PARTE II:Demonios de pelo y garras El eco del grito resonó un par de veces más por las galerías, y por consecuente llegando el sonido a los oídos de Elegost y Melissa. Los dos fontaneros montaraces se voltearon hacia la procedencia del grito, a sus espaldas. Elegost descartó cualquier problema, asegurando que Santiago se habría perdido o caído por las escaleras, y seguido eso comenzaron a andar. Cerca de las escaleras no encontraron absolutamente nada. A los lados se abrían dos galerías más aún sin explorar, a la izquierda y la derecha consecutivamente. Se dirigieron en primer lugar a la galería de las cloacas a su izquierda. Tras avanzar por el monótono camino, no encontraron nada más al final que enormes rejas metálicas impidiendo el paso. Tras volver sobre sus pasos sin nada, se adentraron nuevamente en los caminos de las cloacas, pero esta vez hacia el lado contrario. El camino se mantuvo por un momento monótono y similar al anterior. Al llegar al fondo, se encontraron una vez más con enormes rejas metálicas impidiendo el paso, sin ningún portón apreciable bajo la iluminación de la vela de Elegost. Cruzando por encima del agua de las cloacas, había otra pasarela improvisada con madera rapiñada y poco estable. Al otro lado se llegaba a ver trozos de la pared retirados, pero poco más. Sin embargo, a sus espaldas encontraron un enorme agujero en la pared. Alguien o algo había retirado partes de la misma recientemente, revelando un túnel que parecía estar allí desde antes incluso de la construcción de las cloacas, por las enormes raíces que dificultaban el paso a través; aunque sin embargo, algo había estado dándoles hachazos para despejar un poco el camino. En la tierra a la entrada del túnel, Elegost logró ver pisadas en apariencia caninas y un par de botas, con bastante separación entre paso y paso. Tras adentrarse un poco en el dificultado paso del túnel, a cierto punto en este poco más allá de la entrada las huellas de las botas desaparecían, siendo sustituidas por el rastro de algo siendo arrastrado, y las pisadas caninas con mucha menos separación entre paso y paso. Los no muy envalentonados héroes continuaron su dificultado avance hasta arreglárselas para salir del túnel, que giraba, descendía, ascendía y volvía a descender, como si hubiese sido generado de manera totalmente aleatoria por la propia naturaleza del mundo. Al salir se encontraron otra sala del sistema de alcantarillado, sin quedar claro si estaban más profundo o más cerca de la superficie que antes. Mientras Elegost observaba las sólidas barras de hierro que actuaban como reja una vez más a su lado, marcando el final del pasillo del alcantarillado, Melissa logró discernir unos poco sonoros gruñidos provenientes a lo lejos por su derecha, por el único camino que parecían ser capaces de tomar. Y con el rastro de Santiago perdido al pasar del suelo de tierra a la fría piedra de nuevo, no parecían tener otra opción. Avanzaron con cuidado hasta llegar a la salida de aquella sala de las alcantarillas, aún sin tener la mínima idea de dónde estaban situadas en la misma. Al otro lado, proveniente de la otra galería de las cloacas a la que comunicaba la salida, se oían ahora con más fuerza los gruñidos. Elegost se asomó con cuidado, logrando observar una patrulla de dos gnolls sin ser visto. Junto a Melissa, idearon un alocado plan para pasar al otro lado, y la otra mitad a partir de ahí basada en improvisar. Elegost se retiró el improvisado cubo/casco metálico que se había traído y lo arrojó más adentro de la sala en la que estaban, para hacer ruido mientras él y Melissa permanecieron ocultos en las sombras, apagando la vela. El plan funcionó, y aunque los gnolls estuvieron bastante cerca de tenerlos dentro de su rango de visión, continuaron adentrándose por el camino del que acababan de llegar los montaraces buscando la fuente del ruido. Eleogst y Melissa aprovecharon la ocasión para colarse dentro de la siguiente sala, libre de la patrulla del dúo gnoll. Ya al otro lado, pudieron divisar antorchas y una fogata encendida al final del pasillo de la galería de las cloacas en la que acababan de entrar. Algunos sitios para dormir improvisados con lonas y ramas rapiñadas de las alcantarillas. En torno a la hoguera, cinco gnolls discutían acaloradamente entre gruñidos, con Santiago a un lado, maniatado, amordazado e inconsciente. Alguno se relamía la boca, con claras ganas de comerse al humano. A ese punto, Elegost y Melissa decidieron dejar de lado el sigilo. Elegost encendió la mecha de uno de los cartuchos de la dinamita húmeda y comenzó a cargar hacia los gnolls, arrojando el cartucho con la intensión de atemorizar a las criaturas que tenían a su compañero. La dinamita cayó demasiado cerca de la hoguera para el gusto de cualquier persona mentalmente sana. Tres de los cinco gnolls sucumbieron al plan de Elegost, huyendo en dirección contraria a los humanos y la dinamita, aparentemente por una salida que conducía a otra sala más de las alcantarillas. Dos de los gnolls, sin embargo, permanecieron allí y cargaron contra el humano dinamitero. Uno de los dos hombre hiena se adelantó y encaró a Elegost para bloquearle el paso, pero logró evadir el bloqueo y escurrirse por uno de los lados de su enemigo, que seguido a eso y sin molestarse mucho centró su carrera en Melissa, quien acababa de fallar un disparo con el arco. El segundo gnoll que se había rezagado también se plantó ante el montaraz para impedir su paso, pero este logró diestramente deshacerse y evadir el bloqueo del segundo Gnoll también, continuando con su carrera por llegar a Santiago. En ese momento, la mecha de la dinamita se apagó y la humedad del cartucho parecía haber hecho su función impidiendo la explosión. Sin embargo, habiendo caído tan extremadamente cerca de las llamas de la hoguera, solo sería cuestión de tiempo antes de que hiciese volar todo en torno a ese lugar, por lo cual Elegost retiró la mecha y se guardó el cartucho. Tomó a Santiago sobre su hombro, mientras Melissa parecía meterse en más problemas. Los dos gnolls del improvisado campamento parecían haber llegado hasta ella, y ahora se sumaban los dos gnoll patrulla que habían ido a revisar antes el sonido metálico causado por Elegost. Melissa milagrosamente logró burlar el bloqueo de los hombre hiena frente a ella, y comenzaron una persecución entre gruñidos y aullidos. Elegost logró salir de allí antes, por la misma entrada , ocultándose en un rincón cercano a la entrada, dejando a Santiago en el suelo y cubriéndose a ambos con el oscuro manto, aprovechando la oscuridad. Melissa llegó luego, ocultándose rápidamente tras la entrada a otra de las salas. Los gnolls entraron, observaron, oyeron. Pero tras casi un largo minuto, dieron por sentado que su cena había huido y volvieron a su campamento. // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // Segunda parte finalizada Duración aproximada: 3 horas Tiempo transcurrido on rol: 2 horas Tiempo transcurrido on rol desde la entrada: 6 horas Participantes: Melissa F. Emerson (@Daeshagoddess), Elegost Faler (@Stannis the Mannis), Santiago de Sveri Mastereado por: @SwordsMaster Continuamos hoy a las 18 horas del servidor. Habrá sorpresa
  19. ¿La élite del campamento sale unas horas y ya os matan? Dios santo. ¡Si es que sin nosotros estáis condenados todos!
  20. Incluso con mi perfecto caché, mi problema es no ver los arcos. Y es un problema que le he pegado a Stannis al pasárselo. Sin embargo, sí veo todas las armas enfundadas cuerpo a cuerpo, perfectamente vaya. Pero por si acaso, dejo los dos arcos que uso. Arco corto rajado, ID: 2773. Arco. Arco corvo sólido, ID: 11306. Arco.
  21. PARTE I: Descenso a la locura El cielo de Villadorada, y seguramente del resto de los Bosques de Elwynn, se encontraba repleto de grises y oscuras nubes. Desde arriba descendían cientos de pequeñas gotas de agua que empapaban el entorno. El soldado patoso aguardaba detrás del ayuntamiento del pueblo, bajo un toldo de tonalidad azul, que se sacudía de un lado hacia el otro eventualmente por el paso del feroz pasar del viento, y con los materiales que había proporcionado la alcaldía para el desatascado, más los materiales proporcionados por el Ejército Imperial para la tarea de cortar el paso de los Gnolls al corazón de Villadorada. En conjunto, todo aquello conformaban tres carretillas, varias palas de sencillo hierro para los voluntarios, 6 faroles, 3 frascos de Aceite, un mapa del alcantarillado y los explosivos que el Ejército Imperial le había proporcionado. Santiago se tomó un momento ordenando todo, las palas, faroles y frascos en una carretilla, los explosivos en otra cubierta por una lona para que no se mojase en la ida por la lluvia, y una tercera carretilla vacía. Elegost y Melissa eventualmente llegaron a ayudarle, mientras esperaban la llegada de más voluntarios. La lluvia cayó por un rato, hasta que estuvo claro que nadie más vendría. "Más gloria para ellos", según Elegost, algo que quizás habría sido acertado de no estar yendo con unas carretillas bajo la lluvia a limpiar la zona más desagradable y apestosa de toda Villadorada. Los valientes intentos de fontaneros llegaron ante la entrada a las cloacas. Santiago tomó el manojo de llaves y comenzó a abrir los candados, cayendo las pesadas cadenas con sonidos metálicos al suelo, y eventualmente la entrada quedó libre. Elegost se adelantó a pasar, y justo en la entrada, dejó caer su carretilla escaleras abajo, ante el desconcierto de sus compañeros. Primero sonó el golpe de la madera de la carretilla contra el fondo y luego un acogedor, y sin dudas agradable, sonido de cristal roto. Cualquier oportunidad de sigilo sin duda habría muerto ya. Cuando descendieron, bajo la luz de una vela de Elegost se pudo apreciar 4 faroles rotos y dos de los tres frascos de aceite destrozados, con el oscuro líquido disperso por el suelo y discurriendo lentamente hasta caer al agua de las cloacas. Por suerte para el grupo, un frasco de aceite y dos faroles permanecían aún intactos. Bajo miradas de recriminación, Elegost tomó de nuevo los materiales restantes y comenzaron a andar hacia la izquierda, por mero azar. En la izquierda hallaron rejas metálicas y un pequeño portón del mismo material, abierta hacia atrás y con un candado destrozado a sus pies. Más allá de eso, al fondo, el camino continuaba pero resultaba intransitable por unas enormes barras de hierro que cortaban el paso del complejo sistema de alcantarillados. Había una pasarela, en apariencia insegura de cruzar y fabricada con varias cosas que seguramente habían sido rapiñadas de entre la basura de las cloacas. Nadie quiso probar suerte y cruzar aquello, especialmente sin saber a dónde iban aún. Tras volver al punto de partida, revisaron el anticuado mapa. Hacia la derecha, el camino que no habían tomado, había una pasarela oficial marcada en el mapa que permitiría cruzar al otro lado de las cloacas, pues justo frente a la entrada y cruzando las sucias aguas de las cloacas se encontraba otro camino que descendía más en las profundidades de Villadorada, sin nada que pareciese estarlo bloqueando aún. Avanzando hacia la derecha se encontraron la susodicha pasarela. Si buen en su tiempo habría sido una firme estructura de piedra segura para cruzar al otro lado, ahora se encontraba lleno de enormes grietas y alguna parte algo suelta, lo cual no hacía dar un aspecto esperanzador para cruzar. El primero en probar su seguridad fue Elegost, quien cruzó sin mayor problema. Las grietas resonaron con fuerza, expandiéndose y algún trozo de la parte inferior cayó al agua, pero parecía resistir de momento. La siguiente en cruzar fue Melissa. Las grietas volvieron a expandirse con brusquedad y trozos cada vez más grandes de piedra caían al agua, pero parecía mantenerse estable y el peso de Melissa y su carretilla vacía no era suficiente para hacer un daño real a la estructura. Finalmente, se adelantó Santiago, con la carretilla cargada de explosivos. Las grietas se expandieron con mayor brusquedad que antes. Trozos enteros de la pasarela se desmoronaban bajo los atemorizados pies del soldado, y cómo cabía esperar, eventualmente una zona donde puso firmemente el pie cedió, cayendo la roca al agua. Santiago fue incapaz de mantener el equilibrio tras el paso en falso, cayendo al agua con mochila y todo. La carretilla cargada de cartuchos de explosivos permaneció en un punto muerto, la mitad aún sobre la roca y la otra mitad amenazando con caer. Elegost trató de ayudar a Santiago a salir, pero este parecía demasiado histérico por la carretilla a punto de caerse. Y antes de que Elegost pudiese reaccionar, todo el cargamento de explosivos junto con la carretilla perdió el delicado equilibrio que lo mantenía allí, cayendo al completo y con todo su contenido a las sucias y nada agradables aguas del alcantarillado. Para desgracia del soldado patoso, su grupo no le ayudó a salir hasta que buceó por debajo de esas aguas, logrando recuperar cuatro de los cartuchos de explosivos, aunque empapados, por lo cual seguramente no funcionarían por un buen rato hasta secarse. Santiago acabó de limpiarse como pudo la cara con parte del agua que tenía para beber. Las pertenencias de su mochila se encontraban totalmente mojadas ahora e impregnadas en un desagradable olor. Entre todo aquello se incluían sus canciones, pero lo más importante de todo, el mapa de las cloacas. No había pasado aún ni una hora de trabajo y tan solo les quedaba un par de faroles, un frasco de aceite, las palas y cuatro cartuchos de explosivos húmedos de todo lo que les habían proporcionado. Al menos los Gnolls podían estar tranquilos de que los intentos de fontaneros les estaban haciendo el trabajo de sabotaje, donde fuese que estuviesen. El grupo avanzó ahora por el otro lado de las cloacas ante la zona de la entrada. Ya al otro lado, el camino descendente se abría ante ellos, con todas las posibilidades que aquello suponía ante la falta del mapa, que aunque tenía varios años de antigüedad, al menos habría servido de guía. Sin embargo, antes de iniciar el segundo descenso del día Elegost y Santiago alcanzaron a oír un suave susurro en la lejanía, casi imperceptible, alguien que adoraba a... ¿Akul? La voz resultaba humana, así que sin dudas no era un gnoll ¿es que habían acaso humanos capaces de adorar aquella criatura que les había arrebatado el Campamento Falveri?. El trío inició la marcha a una zona más profunda de las cloacas, a través de unas escaleras. Elegost pisó una zona en falso de los viejos escalones, cayendo por suerte ya cerca del final, sin hacerse demasiado daño. Debajo volvieron a ver la sucia agua de las cloacas, el camino se extendía hacia delante sin llegar a ver el final entre la oscuridad de las cloacas, y dos caminos discurrían además hacia izquierda y derecha. Sin el mapa, era imposible saber a dónde llevaría cada camino. Así que el grupo tomó la sensata opción de dejar la decisión al azar, continuando hacia delante sin tomar izquierda ni derecha. Para fortuna, aquella había sido la decisión acertada. Y cuando siguieron avanzando entre los enormes pasillos de las cloacas, lograron vislumbrar a lo lejos un enorme altar, alzado principalmente con madera y raíces, pero además algunas barras de hierro, rocas, trozos de las paredes y deshechos humanos. El altar tenía algunos cartones y planchas de madera por los lados para poder andar por sobre ella, y una enorme estatua alzada en la cima, casi rozando el techo de las alcantarillas. Un enorme gnoll fabricado con deshechos orgánicos, raíces, rocas y varias cosas, probablemente todo rapiñado del mismo sistema de alcantarillado. El susurro finalmente fue audible para Melissa, pudiendo oír todos que venía del otro lado de la enorme estatua, oculto a la vista quien quiera que fuese. A la derecha del altar, sobre el empedrado a los lados de las cloacas, había una pequeña tienda armada con una vieja y sucia lona y algunos trozos de madera, con una ardiente hoguera al frente la cual probablemente también había sido armada con materiales rapiñados de entre la basura del alcantarillado. Elegost ideó un plan para asustar a quien fuese que había alzado aquella locura. Primero arrojaría un cartucho de dinamita, que aunque al estar húmedo seguramente no estallaría, al menos provocaría un buen susto en la persona del susurro, momento de shock que podrían aprovechar a su favor. Santiago y Melissa tomaron sus arcos mientras Elegost se acercaba al altar lo suficiente como para arrojar el explosivo, con la mecha encendida con su habitual sonido. Un anciano con bigote y el cabello totalmente alcanzado por grises canas, con unos tirantes azules y una camisa de color rojo debajo, sucia y en un estado deplorable, salió finalmente. Histérico y gritando frases sin sentido, como que eran unos insensatos y que condenarían Villadorada, se apresuró a tomar el cartucho de dinamita para arrojarlo a Elegost de nuevo. Sin embargo, el pobre anciano resbaló con una de sus propias planchas de madera durante su carrera cayendo al agua con explosivo y todo, el cual se apagó al instante y se perdió en lo profundo del agua. El anciano luchó durante un rato en el agua, pero aparentemente no sabía nadar, y aunque Melissa trató de salvarlo del agua, sin el apoyo de sus compañeros no llegó a hacer mucho antes de que el anciano cediese a una desagradable muerte ahogado en las sucias aguas de las alcantarillas. Melissa revisó la tienda del hombre mientras los otros dos debatían un modo de limpiar aquel montón de madera que tapaba el paso del agua. Allí encontró un saco de dormir que por la suciedad que llevaba pocas ganas daban de acostarse en él. Encima había un papel doblado, que tenía dibujado un enorme Gnoll y escrito "Akul" debajo. Por el resto de esa cara de la hoja habían frases inentendibles de otra lengua, con letras y símbolos que sin duda no eran del común. Y los Gnolls no tenían ninguna lengua escrita conocida. En la parte trasera del papel habían indicaciones de lugares de las cloacas y fechas, pero nada indicaba de qué se trataba. Los otros dos habían llegado al consenso de quemarlo todo. Sacrificarían el aceite, pero al menos ardería toda esa madera rapiñada y húmeda. Pasado un rato el lugar era una humareda. Santiago se había retirado para alejarse de allí y esperarles más atrás, ya que sin nada para cubrirse, a diferencia de sus precavidos compañeros, el humo le estaba destrozando por dentro. Solo permanecían algunos trozos de barras de hierro que seguramente antes eran rejas y algunas rocas y trozos de pared que no habían logrado quemarse, pero en su mayoría el escalofriante altar del enloquecido anciano se había reducido a nada y no supondría gran esfuerzo retirar lo poco que quedaba, si no acababa haciéndolo la fuerza misma del agua. Y cuando Melissa y Elegost estaban por regresar triunfantes... Se oyó un grito detrás. // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // // Primera parte finalizada Duración aproximada: Poco más de 3 horas Tiempo transcurrido on rol desde la entrada: 4 horas Participantes: Melissa F. Emerson (@Daeshagoddess), Elegost Faler (@Stannis the Mannis), Santiago de Sveri Mastereado por: @SwordsMaster Continuamos hoy, Domingo, a las 18 horas del servidor Pospuesto para el día de mañana, Lunes 07
  22. Dios santo Ilus. Necesitas una vida. Me preocupas. Te lo digo porque me preocupo por ti. Alguien tenía la noche del fin de semana demasiado libre.
  23. // Paso a avisar que el evento no cambia su fecha. Debido a que los maestres no tendrán la mejor disponibilidad el fin de semana, se procederá a mastear este evento. Se tratará de que no se tarde más de 3 días, a ser posible. Mañana Sábado a las 18 horas, puede demorar unos minutos por factores externos, pero no deberían ser más de 15-20 minutos. Un saludo
  24. En mi defensa diré que manteníamos con total seriedad la seguridad del campamento ante potenciales amenazas externas. Un jabalí enfadado es una potencial amenaza. Puede quebrar a alguien. Cualquier parecido con estar toreando a un jabalí es mera coincidencia.
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