Saltar al contenido

Gauss

Roler@
  • Contenido

    80
  • Registrado

  • Days Won

    2

Mensajes publicados por Gauss


  1. Capítulo segundo
     

    5uHHmL1.jpg

     

    Ian el Bardo. Ian el Seductor. Ian el Poeta. Desde que marchó de la hacienda familiar, haría poco más de una década, al melenudo le habían apodado muchas cosas. Ninguna de ellas, por supuesto, remotamente vinculada a las faenas físicas a las que los campesinos y los siervos se veían relegados a cumplir día sí y día también. Ian jamás pensó que tendría que llenarse las uñas de porquería o trastabillar entre las paredes renegridas de una galería minera con tal de salvar el pellejo. Al fin y al cabo, el único uso que le había dado a sus hidalgas manos, libres de callosidades y cicatrices, era el de obstruir los orificios tallados en Lucía —realizó este chiste demasiadas veces a lo largo de los años, alardeando de haber nombrado a su preciada flauta de pico por una de sus amantes en la primavera de su vida— con el fin de producir melodías con las que engatusar a muchachas y muchachos por igual. Nunca se acercó a imaginar que tal regalo que la Luz había tenido a bien de otorgarle quedaría desperdiciado de tal manera.

    Para el trovador, el despuntar del alba no había sido muy distinto al caer de la noche anterior. Llevaba más horas de las que se pueden contar con dos manos vagando entre las tinieblas de la mina, con un estómago tan vacío como podía estarlo y las plantas de los pies abrasando como si estuviera pisoteando carbones. Las piernas de los dos muchachos que entraron con él habían cedido hace unos cuantos centenares de pasos, víctimas de un físico más frágil que el suyo, bien mantenido por las propinas de mesoneros y parroquianos agradecidos por las escasas —y extrañas— gotitas de felicidad que sus melodías conseguían escanciar en sus vidas. 

    Ahora estaba solo, tanto como lo había estado únicamente en sus pesadillas, sumergido en un silencio abismal y cavernoso, solamente interrumpido por sus pisadas erráticas y el goteo de las estalactitas suspendidas del techo. La vocecilla encerrada en su mollera, que cada vez susurraba de forma más y más apagada, no conseguía apenas recordar cómo había acabado allí dentro. ¿Buscaba a alguien, a algo? ¿Acaso lo supo alguna vez? ¿Eran reales todas esas memorias, de antes de la Oscuridad? ¿O había pasado toda su vida encerrado en aquellas galerías, soñando con cómo era el mundo allí afuera? No podía ser; un mundo tan lleno de colores, de belleza y de vida, no podía haber nacido de la imaginación de alguien atrapado en uno de sombras y terrores. Quizá si cerraba los ojos, ya acurrucado contra una de las frías paredes del pasadizo, y se esforzaba lo suficiente, podría regresar a ese otro mundo del que la ya casi inexistente voz en sus adentros hablaba. Así que lo hizo, y volvió a ver a su Madre.

     


     

    Sé que has partido con más preguntas que respuestas, y temo que estas líneas no vayan a ayudar en darte las que buscas. ¿Pero qué somos, al fin y al cabo, más que los interrogantes que nos ponemos y dedicamos nuestras existencias a resolver? Sé que esperas que, al llegar a tu destino, una infinidad de piezas caigan en su lugar, como si de algún gran rompecabezas que los Dioses han dispuesto para nosotros se tratara. Esperarás entender por qué eres quien eres o por qué haces lo que haces, o incluso guardarás una pizca de curiosidad por una vieja ciega como yo.

    También sé que aquí no habrá nada de eso, pero quiero que entiendas que nada de esto ha sido en vano. Te he pedido que hagas esto no para que encuentres respuestas, si no para que aprendas a buscarlas.

    Off-rol:

    Spoiler

    Evento de cinco sesiones (15 horas en total, aproximadamente), en el que casi todas las siguientes habilidades han sido usadas de forma más o menos frecuente:

    @Beretta como Baal - Adv/notar
    @Murdoch como Aiden - Adv/notar, atletismo, sigilo, escalar, callejeo, trampas/cerraduras, daga, ballesta ligera, reflejos
    @Galas como Ludoveca - Adv/notar, sigilo, atletismo, buscar, escalar, callejeo, cuchillo
    @Gauss (máster) como Catriona - Adv/notar, atletismo, sigilo, escalar, callejeo

    Consecuencias:

    Spoiler

    - Abandonasteis la villa como prófugos, con Aiden llevándose por delante la vida de dos de los invasores imperiales. Vuestra rehén ha quedado en libertad, con un futuro para ella y su compañero casi tan incierto como el vuestro.
    - Ian, el bardo con el que compartisteis chanzas, bailes y baladas aquella dichosa noche ha quedado atrás. Tal vez podríais haber jugado un mayor rol en su destino si hubierais decidido quedaros y cumplir con la propuesta del Capitán, pero al fin y al cabo la guerra es la que es. Aquellos que no pudieron ser salvados serán, sin duda alguna, recordados como lo mejor de las personas que fueron.
    - Continuáis vuestra odisea por las montañas, seguramente con la esperanza de que de aquí en adelante las cosas vayan mejor. Cosa que parece improbable, pues las tierras del Norte han quedado plagadas por el bandidaje, la desconfianza y la muerte a causa de la Guerra.

     

    • Like 5

  2. Capítulo primero
     

    Hxf2lgz.jpg


    Si la Muralla de Cringris había amparado al Reino de los invasores extranjeros durante unas cuantas décadas, las inmensas puertas fortificadas de Villaorcas habían resultado ser suficiente fuerza disuasoria para los titanes de las montañas a lo largo de los siglos. Estaban encajadas en una de las gargantas que quebraban por la mitad las cordilleras al oeste de la Península, por lo que el acceso que enlazaba al poblado marítimo con el sur peninsular tan solo era del todo seguro una vez al año, pasados los deshielos, cuando los gigantes migraban de vuelta a las cumbres. Esto había sido a la vez bendición y condena para sus habitantes, que fueron esquivando muchas de las guerras y plagas que habían asolado Gilneas en su historia gracias a lo inaccesible de su posición.

    Es por esto que, de todos los adjetivos que se le podrían haber atribuído a la reacción de Lord Kordick cuando las noticias de la ocupación extranjera alcanzaron sus oídos, sorprendente sería de los últimos. Un país entero se extendía de por medio entre sus tierras y aquellas que los leones habían tomado, así que tomar las medidas y precauciones que los señores sureños se habían visto obligados a adoptar se le antojaba más un gasto de tiempo y oro que otra cosa. 

    Y habría tenido razón, si no hubiese sido por la tormenta. El temporal, como todos los fenónemos naturales, no tuvo preferencia por un bando o por otro. Al provocar el naufragio de los hombres del Capitán, había condenado a los de Lord Kordick a la derrota. Pilllados desprevenidos, doblados en número y con un liderazgo más que frágil, los gilneanos no tardaron en tirar sus espadas al suelo y rendirse ante la invasión extranjera. Aquellos que fueron testigos de lo sucedido aseguran que al Lord y a su familia los pasaron por el cuchillo poco después de tomar sus tierras, aunque muchos juran haberles visto escapar bajo el manto de la noche. Apenas unas horas antes de que los milicianos fuesen hacinados en un corral como gorrinos.
     


     

    No eras más que una cría cuando te hallé entre esas rocas. Fría, desnutrida, sedienta y nadando a las orillas de la Muerte. Una cáscara de un ser humano, por la que nadie habría apostado que sobreviviera. Y sin embargo lo hiciste. Y escuchaste todo lo que tenía que decir, y aprendiste todo lo que tenía que enseñar, y ayudaste en todo lo que podías ayudar. Invierno tras invierno.
    Ahora, cuando partas al sur, a la capital de aquellos que son nuestros hermanos pero desconocidos al mismo tiempo, no serás mucho más. Me has dicho lo poco que te gusta que te llame niña, pero las cosas no difieren de lo que son por mucho que nos empeñemos en llamarlas de otra forma. Cuando cruces esa puerta para aventurarte por los bosques y las montañas, serás una chiquilla. Una un poco más sabia, fuerte y lozana que cuando te encontré, pero una al fin y al cabo.
    Y cuando vuelvas, ya no lo serás.


    Off-rol:

    Spoiler

    Primera sesión (3 horas):

    @Beretta como Baal - Supervivencia, advertir/notar, buscar, escalar, atletismo, comunicación natural
    @Murdoch como Aiden - Supervivencia, advertir/notar, buscar, escalar, atletismo

    @Gauss (máster) como Catriona - Supervivencia, advertir/notar, buscar, escalar, atletismo

    Segunda sesión (8 horas):

    @Galas como Ludoveca - Rastrear, llamada natural, supervivencia, advertir/notar, buscar, atletismo, defensa, escalar

     

    Consecuencias:

    Spoiler

    - Llegasteis al poblado de Villaorcas enteros, tras cruzar gran parte de los bosques que separan la capital de la costa occidental de Gilneas. En el camino habéis sido testigos de la destrucción que los gigantes de las montañas pueden causar, aunque por fortuna aun no habéis sido su víctima.
    - La villa, protegida por enormes portones encajados en un desfiladero, ha resultado estar tomada por el ejército imperial. Su navío naufragó en una tormenta y se separó del resto de la flota, yendo a parar en las quebradas costas del oeste de la Península.
    - Os han dejado entrar y prometido una audiencia con el Capitán, el cabecilla del destacamento imperial, pues el paso hacia las montañas ha sido cerrado por los forasteros hasta nueva orden y tan solo se puede atravesar con su permiso expreso.
    - (Ludoveca) En tu camino encontraste a un grupo de canallas con el mismo destino que tú, y uno de ellos intento abrirte el pescuezo en vano. Decidiste no devolvérselo, y a la mañana siguiente partiste, dejándolos atrás. Su destino te es desconocido.

     

    • Like 4

  3. Atributos
    5 Físico
    6 Destreza
    9 Inteligencia
    6 Percepción

    Valores de combate
    20 Puntos de vida
    27 Mana
    8 Iniciativa
    8 Ataque CC Sutil (Daga)
    8 Defensa
    Habilidades
    Físico
    1 Atletismo
    Destreza
    2 Daga
    2 Defensa
    3 Sigilo
    Inteligencia
    1 Religión
    2 Sanación/Hierbas
    1 Cirugía/Anatomía
    2 Supervivencia
    1 Tradición/Historia
    1 Sastrería
    2 Inscripción (puramente teórico)
    Percepción
    3 Advertir/Notar
    1 Etiqueta
    2 Reflejos

  4. ADA DOLORES FERGUSON

    oKmjJiE.jpg


    Banda sonora

     

    FICHA DEL PERSONAJE

    Nombre: Ada Dolores Ferguson
    Raza: Humana del sur
    Sexo: Mujer
    Edad: 16 inviernos
    Altura: 1 metro y 59 centímetros
    Peso: 44 kilogramos
    Lugar de nacimiento: Frontera norte de los Bosques del Ocaso
    Ocupación: Criada, cocinera, escribana

     

    APARIENCIA

    Spoiler

    Las malas cosechas y los inviernos nunca habían permitido que fuese una muchacha particularmente alta o carnosa, pero consiguió alcanzar la pubertad antes de la Caída de Ocaso. Unas grasas escasas se habían empezado a acumular alrededor de sus caderas y de sus pechos, comenzando a dar forma a la mujer que iba a ser. No obstante, este crecimiento se ha truncado por la penuria extrema a la que se ha visto sometida los últimos meses. Vagabundeando de villa en villa, encontrando poco más que abandono, bandidaje, destrucción y muerte. Sin nada que echarse a la boca y con la parca pisándole los talones y acechando a cada esquina, tan solo queda la cáscara de la muchacha que una vez fue. No sería disparate pensar que se ha librado de caer presa de los herejes y los necrófagos por parecerse a uno de ellos: está desnutrida, con los brazos y las piernas escuálidos y llenos de heridas y moratones. Los cabellos, antaño siempre bien recogidos y cuidados como la etiqueta de la Casa requería, son ahora de un castaño apagado y sucio, mal recortados a navaja como a la altura del hombro. Nunca fue fea, aunque tampoco la más guapa de las doncellas. Pero ahora luce un rostro consumido por el hambre y la extenuación.

    Solía llevar vestidos simples: las túnicas y faldas propias de aquellos que dan sus días y noches por servir a los que han sido más afortunados. Ahora, sin embargo, tan solo porta prendas corroídas por la escasez, que difícilmente la mantendrán viva durante un invierno más. Tampoco porta arma alguna más que un cuchillo viejo a la cintura, que apenas sabe blandir. 

     

    PERSONALIDAD

    Spoiler

    Tener siquiera una posibilidad de sobrevivir a Ocaso durante varios meses es una proeza tan solo reservada para los más afortunados, los mejores armados o los más chiflados. Desde luego, no para una cría que apenas supera la quincena de edad y que el único filo que ha blandido en su vida ha sido para pelar patatas. Cuando lo perdió todo lo único que le quedó fueron la sesera y la boca, así que ha sido de estas de las que se ha debido valer para salir del paso hasta ahora. Si alguna vez le fueron inculcados principios algunos de lealtad y honestidad, se han perdido en el abismo tan irremediablemente como la esperanza de la tierra que la vio nacer. Lo poco que ha podido comer y las veces que ha conseguido salir de situaciones comprometidas por los pelos tras perder un techo ha sido gracias a promesas falsas y palabras vacías. 

    De criada, tal duplicidad y lengua mordaz no le habían costado más que unos cuantos azotes en el trasero o una riña por parte de su madre o sus superiores. Ahora, la apuesta era mucho más alta, y se jugaba el cuello cada vez que salía del paso mediante embustes y ofertas que sabía que jamás cumpliría. Dista de disfrutar la mentira, aunque tampoco le quita el sueño saber que es así como llega a ver un día más.

    Fue muchacha soñadora, vivaz y bromista. Siempre con la última palabra, con un ansia irrefrenable de conocer lo desconocido. De eso también solo quedan los restos, pues a día de hoy Ada es poco más que el cascarón de una mujer que busca vencer el hambre y la enfermedad de la manera que pueda.

    Las pocas noches que concilia el sueño, a pesar de todo, le gusta imaginarse que todo cambiará. Que llegará el día en el que volverá a ser la moza que alguna vez fue; la mujer que estaba destinada a ser.

     

    HISTORIA

    Spoiler

    Es pecado la riqueza; la pobreza, santidad.

     

    O en eso le habían insistido desde chiquilla. No solo el patriarca y su ilustre familia, sino también los criados y las doncellas, su madre desde las cocinas y su padre desde las caballerizas. El mayordomo —que de mayor tenía mucho, tanto que nadie en el servicio se atrevía a poner en duda sus enseñanzas— aseguraba que la estirpe de la muchacha había servido a los Lerena en cuerpo y mente desde que la Corona le otorgó a Pascual Lerena la señoría y una finca que mantener y dirigir en los bosques al sur del antaño Reino de Ventormenta, por sus servicios y sacrificios en una de las innumerables guerras que habían asolado a la humanidad durante sus siglos de existencia.

    Ella se había cuestionado por primera vez qué lugar ocupaba en el mundo cuando apenas contaba con una década de edad, hace no tantos inviernos, mientras transportaba una pila de prendas limpias a los aposentos del primogénito de la ilustre familia. El señorito, que a Ada le era coetáneo, le preguntó con la ignorancia propia de alguien que aún no ha asimilado los principios por los que se rige la existencia humana —y quizá con algo de picardía— que cómo era que ella se contentaba con una vida cuya propiedad se le había sido arrebatada antes incluso de que ella misma naciera. Cómo era posible, razonaba el rapaz en voz alta, que alguien aceptase el mediocre destino de la servidumbre, en lugar de cargar un petate al hombro e irse a buscar suerte por los caminos. ¡A crearse su propia fortuna, con hazañas dignas de leyendas y fábulas como las de sus ancestros!

    Aunque Ada Dolores bien sabía que allí afuera no le esperaba más que una muerte rápida a manos de los bandidos o las bestias que inundaban la espesura. Desde pequeña se le había dejado bien claro, sobre todo por aquellos en similar posición a la suya, que había nacido en un estamento del que era casi imposible emerger, que la gloria y las grandes hazañas estaban destinadas para aquellos que habían nacido en circunstancias más favorables. Lo entendió rápido, pues no había tardado en granjearse la reputación de avispada y preguntona entre las filas de aquellos que ofrecían su fuerza de trabajo a la vieja familia de los Lerena. Aprendió a descifrar los misterios que esconde la palabra escrita a una edad más tierna incluso que la de los vástagos del Señor, cuando se empecinó con que su madre, a cargo de los fogones del caserón, le enseñara a interpretar los enormes volúmenes de recetas y hierbas que habían sido acumulados durante generaciones en los estantes que adornaban las cocinas. A pesar de las advertencias de los padres, que lo último que querían era que la cría destacase por impertinente, supo encontrar los momentos en los cuales dejar caer al maestre de la Casa alguna pregunta sobre la naturaleza de la raza humana, sobre su historia, sus costumbres y sus creencias, más allá de los suelos y paredes que restregaba durante el día y los hornos y calderos en los que transcurría sus noches. Incluso llegó a inquirir sobre las energías sobrenaturales que la humanidad había manejado desde hace tiempo, un asunto que a alguien de tan humilde cuna le resultaba tan llamativo como exótico e inalcanzable. Todo esto estaba fuera de lugar, claro está, pues tales enseñanzas eran reservadas por tradición a los herederos de la señoría, y si los siervos recibían educación alguna más que la necesaria para llevar a cabo sus labores diarias sería más excepción que regla.

    A los ojos del maestre la edad les había arrancado la vivacidad y el brillo inquieto del que gozaron en su juventud, pero aun eran capaces de ver las cosas tal y como eran. Había aceptado con alegría cuando, durante las guerras que siguieron a la apertura del Portal de los orcos, un anciano conocido suyo, Hermógenes Lerena, le había pedido entregar sus días a la correcta instrucción de los discípulos de la familia. A pesar de todo, el destino es caprichoso. Los pequeños herederos tenían poca o ninguna fascinación por cómo el maestre había recorrido las cuatro esquinas del Mundo, cómo había conocido a guerreros tan fervientes de su fe que aseguraban que la única vez que besarían a una mujer sería a la Muerte misma cuando la hora llegase, y a hechiceros tan enamorados de su propio poder que a buen seguro causarían la desgracia si no estuviesen ocupados en servir a una autoridad o propósito mayor. Todas estas cuestiones y otras mucho más complicadas se les antojaban de un tedio inimaginable a los rapaces, que eran de seso poco hambriento y bastante lento, aunque auténticas fieras en el patio de armas.

    Es por ello por lo que no sería justo echarle en cara al viejo maestre que viera en Ada, la única además de Hermógenes que parecía interesarse por lo que saliera por su boca, el receptáculo en el que verter todas sus vivencias y conocimientos. Lo que empezó como una irritación leve cuando la criada bocazas se atrevía a hacerle una pregunta sobre alguna lección a los señoritos que había oído por encima no tardó en trocarse en conversación agradecida. Dejó de ser la pequeña la que buscaba alargar los momentos en los que le servía la cena al maestre, le cambiaba las sábanas o limpiaba su alcoba, para ser él el que la mantenía atrapada en sus anécdotas y relatos, a cada cual más inverosímil y escalofriante que el anterior. Ada Dolores no se quejaba, por supuesto, y tampoco se creía la mitad de las historias, pues una vida tan cargada de aventuras y emociones era impensable para alguien que había nacido para servir a los que eran más: en su humildad, se hallaba la verdadera virtud, habían repetido vez sí y vez también los que de humilde tenían más bien poco.

    No obstante, las palabras del maestre jamás cayeron en saco roto. Al contrario, tan solo alimentaron un intelecto que se hizo más y más voraz con la edad, hasta el punto en el que el anciano le pidió a Hermógenes, quien fue compañero de correrías suyo en una época más vieja pero también más simple y entendía a la perfección que sus hijos no estaban destinados a la grandeza filosófica y necesitarían a alguien que pensara por ellos cuando el maestre ya no estuviese, que la muchacha quedase relegada de sus deberes en los fogones y en las demás labores de la casa a los que una joven doncella se pudiese dedicar para ser educada como escriba y estudiosa, quedando al servicio personal del carcamal durante los años en los que entró en la adolescencia.

    La vida en esos bosques, incluso desde la relativa seguridad de la finca, que descansaba junto a las orillas del río que dividía la parte buena del Reino de la que no lo era, nunca fue sencilla. Asolados por la guerra y la maldición, los hijos de Ocaso conocían de buena mano lo que era el sufrimiento y la pérdida. Pero muchos, sobre todo aquellos locos soñadores que se atrevían a vivir en una burbuja que creían irrompible, como los Lerena y su ejército de siervos, jamás pudieron imaginar que el final llegaría de manera tan repentina y tajante como cuando las noticias de la caída de Villaoscura llegaron y el Imperio cerró las fronteras. 
    Tan rápido fue que Ada casi no tuvo tiempo de verlo. Regresaba de un día entero recogiendo hierbas para molerlas en tinta, como había hecho tantas otras veces durante el último par de años. Iba pensando en la pregunta que hace casi un lustro el joven Lerena le había puesto, sobre las ataduras que la sangre que corría por sus venas presentaban y sobre cómo las parecía haber roto precisamente mediante aquello que él tanto despreciaba: el conocimiento y el estudio. Era, por primera vez en su vida, realmente feliz. Feliz en una tierra en la que la felicidad había dejado de existir hace décadas, pues ni todos los malos augurios que llegaban desde las partes más centrales del bosque sobre muertos andantes y hombres ferales que de hombres tan solo tenían su pasado podían eclipsar la plenitud que sentía cuando poco a poco, estaba empezando a desentrañar los secretos y maravillas que el maestre había descubierto mucho antes de que ella naciera.
    Pocas historias tienen final tan dichoso como ella lo era en esos momentos, claro. No encontró al volver los libros y la simpatía del maestre, o el abrazo cálido de su madre, sino el de las llamas que consumían con un hambre inaudita la hacienda, levantando un humo horrible. No había gritos ni gente corriendo, así que su cabeza creó de la situación una historia bien clara, no por ello menos sobrecogedora. Las noticias que venían de más al sur eran ciertas. La caída de Ocaso era inminente, y los que no fueran evacuados a tiempo perecerían o serían condenados a la desgracia eterna. Un destino parecido debía haberle aguardado aquel día a los Lerena y a sus siervos, al maestre y a los padres de Ada. Estarían al otro lado de la frontera, en los prósperos bosques de Elwynn, o consumidos por las llamas.

    En cualquier caso, no era la suerte que a ella le había tocado. Jamás les volvería a ver. Estaba atrapada en su propia tierra, y no le quedaba nada. No contaba con un hogar al que regresar, una familia a la que amar, o unos tomos de los que aprender. Tan solo con la oscuridad del bosque, junto al frío, el hambre y la muerte que esta envolvía. Así que caminó hacia ella, con los tobillos trémulos y los lagrimones cubriéndole el rostro tiznado de hollín. Parecía que, al fin y al cabo, la pobreza, fuese de materia o de espíritu, no solo era santa, sino que además era para siempre.

     

    • Like 3

  5. Prólogo
     

    Q9SCJFc.jpg


    Juraría que se había guardado los cobres en el bosillo que su madre le había cosido dentro del viejo chaquetón antes de fallecer. Aunque exiguos, habrían alimentado las bocas de Caleb y de su hermanita durante unas cuantas noches, pero no era capaz de encontrarlos ni del derecho ni del revés. Terminó convenciéndose a sí mismo de que se le habrían resbalado bajo la implacable lluvia y habrían acabado engullidos por la negrura de alguna acantarilla, o de que alguno de los dementes los había encontrado sobre los adoquines y los usaría para la Luz sabe qué.
    Fuese como fuese, tampoco podía quejarse a su superior. ¡Un hombre tan rechoncho como intrasingente —habría pensado el jovencillo de cabellos azabaches, si conociese esas palabras—, con más aprecio por el vino que por sus subordinados o por los pacientes! Los cobres que había perdido eran, al fin y al cabo, poco más que un soborno, y el castigo que le esperaría por ello sería mucho peor que pasar otra noche más sin algo caliente que llevarse a la boca.

     


     

    Si marco estas palabras sobre el pergamino es porque no he tenido el tiempo valor de articularlas con mi propia voz; espero que me dispenses por esto, como lo has hecho en el pasado por tantas otras cosas.
    Tras tantos inviernos segura de que las verdades con las que había contado toda mi existencia eran indiscutibles, dejar esto por manifiesto aquí se me antoja bastante engorroso. Pero todo en esta vida debe llegar a su fin para dar paso a lo nuevo, aunque esto no implique su desaparición. Cuando los cuerpos se extinguen no se desvanecen, pues pasan a formar parte de la tierra de la que vinieron. De este mismo modo deberían comportarse las mentes y las ideas que albergan. Las tradiciones que con tanto ahínco defendemos y seguimos no pueden guiar ciegamente el destino, pero pueden ser algo sobre lo que construir. Con un poco de suerte y buena voluntad, pueden ser el punto de partida de un futuro mejor para una tierra que lleva demasiadas décadas sumida en el caos, la miseria y la desgracia.
    Digo esto porque espero que te ayude, no solo a saber cómo llevar el resto de tus días, sino a entender lo que leerás en las próximas líneas...

     

    La anciana había aprendido los secretos que guardan el papel y la tinta años antes de perder la vista, en una Gilneas muy diferente a la que se asomaba al Mare Magnum en la actualidad. Su ceguera le impedía hacer muchas cosas, pero imprimir sus pensamientos sobre el papel no era una de ellas, aunque estaba lejos de poder ser la escriba de algún señor. Las palabras que la ciega había trazado sobrecogida por las fiebres y los sudores eran apenas inteligibles y las líneas se apilaban torpemente en diferentes ángulos y en ocasiones hasta se cruzaban entre ellas, lo que dificultaba enormemente su lectura. La muchacha que la había acompañado durante ya un par de décadas había insistido en escribirla ella, pero se mantuvo firme en su negativa. Eran unas palabras que debían salir de sus propias manos y Catriona no tenía permitido verlas.
     

    Off-rol:

    Spoiler

    PRIMERA SESIÓN (1-2 horas):
    @Gauss (máster) como Catriona - n/a
    @Beretta como Baal - Supervivencia
    @Galas como Ludoveca - Callejeo, sigilo, robar bolsillos

    SEGUNDA SESIÓN (4 horas):
    @Gauss (máster) como Catriona - Advertir/notar
    @Beretta como Baal - Advertir/notar, reflejos
    @Galas como Ludoveca - Callejeo, advertir/notar, robar bolsillos, buscar


     

    • Like 2
    • Thanks 1

  6. LÍNEAS DE SANGRE
     

    locDaoe.jpg



     

    Angus ocupaba una insignificante fracción de las orillas de uno de los extensos lagos del norte de Gilneas. Su población era de las más orgullosas de la región, anclada a tradiciones y costumbres que muchos otros habían olvidado y poco gentil con los extranjeros. Y, por encima de todo, si había algo de lo que sus habitantes estaban seguros, era de que la cabaña a lo alto de la colina que dominaba los bosques circundantes lo había hecho durante más generaciones de las que muchos de ellos podrían contar.

    Que la choza había sido el hogar de incontables ermitaños, curanderos y espiritistas a lo largo de los siglos no era secreto alguno, y la más famosa de todos ellos era sin duda alguna la última en haberla ocupado. La mujer, anciana y desprovista de claridad en los ojos, había sido considerada por los residentes de Angus tanto una bendición como una maldición a partes iguales. Había sabido traer fertilidad a las cosechas de los campesinos pobres en los años más fríos y a las jovenzuelas y jovenzuelas del pueblo en los más calurosos, así como había salvado de las fiebres a más de uno. Pero no todo lo hacía por la pureza de su corazón, o eso susurraban las malas lenguas del lugar; a veces, cuando las lunas estaban en conjunción o cuando los árboles se lo susurraban —al menos eso es lo que ellos aseguraban—, pedía a algo a cambio. En ocasiones se trataba de algo inocuo o sin valor, otras simplemente pedía lo primero que uno viese al regresar a casa, pero en algunas de ellas lo requerido era mucho mayor. Una res en perfecto estado de salud, una porción de las recogidas de ese mes... Para una villa que se mantenía únicamente del trabajo de su propia gente, todo esto era a veces un precio demasiado alto a pagar, y las ofrendas jamás volvían a ser vistas por sus propietarios.

    Es casi con total certeza que algún patán hubiese acabado por intentar cometer alguna estupidez contra la vieja si no hubiese sido porque, apenas una década después de la Primera Guerra, la mujer dejó de responder a las plegarias y peticiones de los aldeanos. Sencillamente, un día, la puerta se cerró y no volvió a abrirse hasta varios meses después, cuando la ciega regresó acompañada de una jovencilla en su más tierna pubertad, de cabellos claros y mejillas regordetas. 

    Y entonces cambió todo. Ninguno de los habitantes volvieron a posar sus ojos sobre la piel decrépita de la mujer, pero su influencia se parecía mantener constante. Todo aquello a lo que alguna vez atendió parecía estar en manos de la joven —¡una extranjera, de otro pueblo al otro lado de las montañas decían muchos, por si fuera poco!—, tan solo que de manera mucho más burda e ineficiente. La nula experiencia de la chica provocó que su camino para llenar las gigantes botas que le habían dejado fuese escabroso y no lleno de disgustos. Los aldeanos no siempre estaban contentos con los servicios, y demandaban ver a la vieja, a la que una vez muchos de ellos habían temido e incluso detestado en silencio.
    Tardó muchos años en granjearse la confianza de los hombres y mujeres de Angus, y para cuando lo hizo ya habían casi olvidado a la anciana, ignorantes de que esta última había pasado todo este tiempo postrada y consumida por las fiebres y males que había tratado durante una vida entera, a apenas unos metros de donde la joven druida les había recibido vez sí y otra también.

     

    Catriona había sabido desde el primer momento que la mujer acabaría por marchitarse en algún momento, y la había llegado a querer tanto como a una madre. Así que cuando, en lo que la muchacha supo que eran los últimos momentos en los que la vería, le pidió que entregara un mensaje a alguien en la otra punta de la península en vez de despedirse o mostrar algún tipo de afecto, no pudo evitar sentir una rabia juvenil que no había saboreado en muchos años. Algo parecido a la envidia, un espectro para el que la ciega jamás la había preparado y que no tenía la menor idea de cómo apaciguar.
    A pesar de esto, agarró el cesto, ajustó su hoz al cinto y echó a caminar hacia el sur. En mitad de uno de los inviernos más despiadados que el Reino había conocido en generaciones.

     

     

    Notas off-rol:

    Spoiler

    Pues con estoy doy por comenzada la trama de Catriona. Los primeros roles serán por la Ciudad de Gilneas, pero tengo planeado que se alargue bastante y acabe por otras zonas del Reino (incluso con alguna incursión al Gueto, si la situación lo requiere). Puede apuntarse quien quiera además de los personajes que ya tengo medio encaminados, y como voy a estructurarlo de forma bastante episódica podéis inscribiros sin temor a quedaros estancados con el personaje en algún sitio durante un montón de tiempo, porque soy bastante flexible con que podáis entrar y salir cuando queráis de los eventos.

    Así que eso, si alguien por la Península (humano o huargen, por si acabamos yendo al Gueto) se quiere subir al carro, que me lo comente por MP, por discord o in-game y vemos cómo arreglarlo. ¡Nos vemos!

     

    • Like 4
    • Thanks 1

  7. PERTENENCIAS

    M1w6ET3.jpg

    Tomos varios

    qIjELCM.jpg

    Valor: medio-alto

    Una colección de volúmenes, compendios y vademécums que heredó de la ciega. La mayoría son más viejos que el hambre y sus portadas se han borrado por completo a causa del tiempo y la humedad, pero los contenidos permanecen por la mayor parte intactos. Estos tratan de la herbología y la botánica, la auguración mediante las entrañas de las bestias y el movimiento de las estrellas, e incluso sobre hechizos, encantamientos y rituales tan antiguos que solo pueden ser invocados en una lengua ya olvidada. Como sea, Cat sospecha que si cayesen en las manos equivocadas podría acabar linchada o en una pira, sobre todo en unos tiempos como los actuales.

     

    Adornos y ornamentos

    Q3ulbVV.jpg

    Valor: bajo

    Se trata de una miríada de colgantes, pendientes, trenzas y demás confeccionados a base de los materiales más dispares: plumas, dientes y otras partes de bestias, pedruscos -algunos de ellos grabados con runas y escritos incomprensibles-... Hay incluso algún que otro cordel adornado con partes que parecerían ser humanas, para asustar a quien merezca ser asustado. Quién sabe cómo lo habrá conseguido.

     

    Cesto sin fondo

    J7zI1Tv.jpg

    Valor: medio

    Una cesta de artesanía sorprendemente elaborada, en la que guarda de todo y más cuando tiene que desplazarse. Debe pesar más que una mula en brazos, pero la suele llevar al hombro como si nada. Tiene que haber una marca bastante fea en la clavícula e la mujer a causa de esto.

     

    Armas

    S83N6qm.jpg

    Valor: bajo-medio

    La bruja conoce los peligros que los bosques esconden, así que rara vez se aventura fuera de su morada sin su preciada hachuela, un puñal bastante tosco y preparada para conjurar algún que otro hechizo si fuese necesario.

     

    Utensilios

    Ra2ujqX.jpg

    Valor: bajo

    Varias herramientas útiles para la vida del hermitaño. Hoz, guadaña, escoba... Todo lo necesario para no morir de hambre en el bosque y poder mantener un nivel de vida medio decente.


  8. Atributos
    6 Físico
    6 Destreza
    8 Inteligencia
    6 Percepción

    Valores de combate
    24 Puntos de vida
    24 Mana
    8 Iniciativa
    8 Ataque CC Sutil (Hacha de mano)
    8 Ataque CC Sutil (Daga)
    10 Defensa

     

     

    Habilidades
    Físico
    3 Atletismo
    Destreza
    2 Hacha de mano
    2 Daga
    4 Defensa
    Inteligencia
    2 Fauna
    2 Religión
    5 Sanación/Hierbas
    2 Cirugía/Anatomía
    2 Supervivencia
    1 Tradición/Historia
    2 Llamada natural
    2 Toque natural
    3 Favor natural
    2 Guarda natural
    Percepción
    4 Advertir/Notar
    2 Buscar
    1 Rastrear
    2 Reflejos

     

    Escuelas/Especializaciones

    Equilibrio

    • Like 1

  9. CATRIONA

    ddUGfJR.jpg


    Banda sonora

     

     

    FICHA DEL PERSONAJE

    Nombre: Catriona
    Raza: Humana gilneana
    Sexo: Mujer
    Edad: Treinta inviernos
    Altura: Apenas supera el metro sesenta de altura
    Peso: 56 kilos
    Lugar de nacimiento: Aird Asaig, al norte del Reino de Gilneas
    Ocupación: Bruja de la cosecha


    APARIENCIA

    Spoiler

    Una joven más bien menuda y quizá un pelín regordeta, con una cabeza más redonda que alargada y cubierta con una melena castaña clara. Esta última suele estar enmarañada y la mujer acostumbra a aderezarla con algún que otro adorno rudimentario. De facciones no particularmente notables pero tampoco afeada, quizá el rasgo más reseñable sean sus mejillas, rollizas y sonrosadas la mayor parte del tiempo. Fruto de una alimentación con la que muchos campesinos y habitantes de la espesura podrían tan solo soñar.
    Viste ropas sencillas, normalmente pieles o togas viejas, que le permiten moverse con comodidad por el bosque y la reparan del frío de la noche gilneana. La parte anterior de sus brazos ha sido parcialmente cubierta por una serie de marcas, de las cuales algunas se asemejan a cicatrices y otras a dibujos grabados en la piel de la muchacha. Se trata de motivos enrevesados y naturales, como si unas ramas inexistentes se enroscasen alrededor de su carne.

    Al cinto suele llevar una hachuela vieja y otros utensilios que la ayudan en su día a día, así como un puñal desgastado escondido entre las ropas, aunque a veces usa un bastón de madera de castaño para ayudarse a caminar. Casi siempre se la podrá ver cargando un cesto que ha sido tejido con cuidado y cariño al hombro, cuyo peso ha sorprendido a más de uno. Dentro lleva todo lo esperable para alguien de su condición: hierbas con multitudes de usos, algunas secas y otras no tanto, botes y recipientes con mejunjes, cataplasmas y brebajes de todo tipo...

     

    PERSONALIDAD

    Spoiler

    Se trata de una mujer de convicciones y costumbres férreas, de las cuales le sería difícil o incluso imposible desprenderse. Ha crecido rodeada de los mitos y leyendas de los bosques, y ha pasado toda su vida adulta entre estos mismos, descubriendo cuáles de ellos eran ciertos y cuáles no. Es por ello que sabe cómo apelar al corazón de los hombres y las mujeres en sus formas más primitivas, mediante el miedo o mediante la compasión, para ayudar a defender la tierra que la vio nacer.

    Si bien la vida de las brujas es de una naturaleza retraída y esquiva, Cat comprendió desde una temprana edad que sus habilidades y conocimientos pueden llegar a ser de inestimable ayuda para los más desamparados. Su mentora le enseñó que prestar socorro a quien lo necesita por compasión y empatía es imprescindible, pero de todo se puede tener demasiado, y juró vez sí y otra también que si la joven Catriona hiciese de su vida poco más que una colección de actos bondadosos y desinteresados los campesinos acabarían mordiendo la mano que les daba de comer. Es por esto que la mujer no ve su lugar en el mundo como el de alguna clase de caballera errante o una sacerdotisa que vierte su vida en la ayuda del prójimo, por lo que a veces puede parecer injusta en su decisión sobre a quién ayudar y a quién no. Incluso, en ocasiones muchas veces indescifrables por los pueblerinos, pide algo a cambio. Suelen tratarse de cosas aparentemente inútiles o fuera de lugar, para las cuales solo las profundidades del bosque conocen sus usos.

    No es, evidentemente, una mujer de guerra o de carnicería, pero la vida en la espesura gilneana es dura y no todos honran a los ancestros del modo en el que deberían. Su hachuela desgastada y una daga que esconde entre las prendas le han salvado el pellejo más de una vez, cuando bandidos o individuos demasiado ignorantes de lo que los árbolees esconden han estimado conveniente irrumpir en los lugares más sagrados. También cuenta con un conocimiento y manejo básico de las energías naturales que le pueden ayudar en su día a día e incluso en combate, si la situación se diese.

     

    HISTORIA

    Spoiler

    Los bosques gilneanos habían sabido desde tiempos inmemoriales cómo dar con una mano y recibir con la otra. Sostuvieron y abasteciron durante siglos a numerosas aldeas en sus necesidades más esenciales. Favorecieron la caza, dieron refugio a quien lo necesitase en tiempos de guerra o persecución, e incluso permitieron que los primeros hombres que los pisaron talasen su leña para construir y mantener los hogares que darían cobijo a sus hijos. En contrapartida, la espesura se había llevado más vidas de las que se pudieran contar, sin hacer distinción de estamento, sexo o moral. Gilneas estaba plagada de historias y leyendas oscuras sobre los peligros y terrores que los árboles guardaban. Y con ellas crecieron los infantes de incontables generaciones, atemorizados y agradecidos por igual del bosque, sus espíritus y sus criaturas.

    No fue la cosa diferente para una cría menuda y de cabellos como la avellana, con nombre y apellido ordinarios y venida al mundo poco después de la apertura del Portal Oscuro en una de las aldeas situadas en la linde de los bosques al norte de la Península, arraigada en las costumbres y tradiciones más arcaicas. Hija de campesinos especialmente pobres en un pedazo de tierra especialmente estéril, su primera década de vida estuvo marcada por el hambre y la penuria en los inviernos y el trabajo duro y apenas fructífero en las primaveras.
    A pesar de las adversidades, la familia vivía observando las usanzas del pasado tan meticulosamente como el resto, pero un error es más que suficiente para cambiarlo todo. El único hermano de la muchacha, ya bien entrado en la pubertad, se escapó una tarde despejada con la hija del propietario del molino y la llevó al bosque en busca de un claro en el que consumar los deseos de ambos y hacer bajo la escrupulosa mirada de los árboles y los dioses lo que no era admisible hacer de vuelta en el villorrio.
    Debía ser que dichos dioses no estaban de buenas aquel aciago día, pues la pareja acabó por dar con un magnífico espacio que abría el follaje en dos como una herida, pero que guardaba un secreto que no les era íntimo a ninguno de los dos.

    Es común que las gentes del pueblo, sobre todo aquellos más ancianos y fijados en las costumbres, recojan hierbas para brebajes y cataplasmas y presenten sus respetos a sus espíritus y deidades en claros como aquel. Estropear la tierra de un lugar así o cometer un acto carnal sobre un césped como ese sería considerado de mal gusto en cualquier lado, y un crimen extraordinario en algunos de los villorrios más anticuados. Fue así que, cuando los jovencitos tuvieron la desdicha de ser sorprendidos por uno de los villanos que venía a recordar a sus antepasados, los problemas comenzaron a apilarse.

    Los más viejos y sabios del pueblo se reunieron para decidir qué hacer al respecto. Cada uno tenía una versión de lo que la tradición exigía en casos de afrentas como esta, a cada cual más macabro e injusto. Sin embargo, la voz cantante la tuvo aquel que descubrió el acto, y su propuesta, si bien no tan brutal como las otras, era cruel y grave quizá en mayor medida.
    La asamblea decidió que la familia del joven no solo había quedado deshonrada, y por lo tanto el muchacho debería ser exiliado y buscar seguir su vida como fuese alejado del poblado, si no que además la comunidad entera había quedado desacreditada a los ojos de la arboleda y un precio debería ser pagado. La semilla más joven de la familia caída en desgracia, concluyeron los aldeanos, debía ser entregada de vuelta a la tierra y a su merced, de modo que los espíritus y las criaturas del bosque hiciesen con ella lo que considerasen preciso para saldar la deuda contraída.

    Fue así como nuestra pequeña, aun apenas una mocosa y en gran parte ajena a la verdadera situación, fue arrancada de los brazos de sus padres y guiada hasta lo más frondoso del bosque, a una loma donde unas piedras con inscripciones más antiguas que el mundo mismo se erigían imponentes. Tras unas palabras con las que el varón que la cargó con ella informó a quien quiera que escuchase el objetivo de la ofrenda, este se perdió en la espesura para no volver a ser visto jamás por la cría.
    Fría, hambrienta y sin idea alguna de lo que había ocurrido, la chiquilla pasó dos días y dos noches a merced de los elementos, aterrorizada y al borde de la hipotermia. No fue hasta la tercera mañana cuando una mano arrugada se posó sobre su cuerpo esquelético, moviéndola de lado a lado. La pequeña apenas tuvo tiempo para ver la imagen borrosa de una mujer algo encorvada y con el rostro ocultado bajo una capucha, que la alzaba y la llevaba de vuelta a los bosques de los que había venido, antes de perder el conocimiento otra vez.

    Despertó sumida en el fuerte aroma del incienso y las entrañas, en una gruta que estaría completamente engullida por la oscuridad si no fuese por la lumbre que dibujaba sombras extrañas y aterradoras en las paredes. Luego, vio aquello de lo que muchas de las historias y leyendas con las que había crecido hablaban. Una mujer, más anciana de lo que uno podría imaginar, molía unas hierbas en un cuenco, cheposa y arrugada como una pasa. Sus ojos eran blancos y su mirada inexistente, pero le indicó a la joven que se acercase en cuanto esta se despertó.
    A diferencia de lo que los aldeanos seguramente auguraban, los elementos no le habían arrancado la vida del cuerpo, ni las bestias salvajes habían hecho de ella su almuerzo, si no que había caído en las manos de una de las figuras que en épocas modernas eran ya casi mitológicas por sus reducidos números. Una de las brujas de la cosecha había encontrado por fin a quien podría reemplazarla cuando lo inevitable ocurriese.

    Los años siguientes transcurrieron no de forma menos dura que su vida en el campo. La ciega centenaria la llevó de vuelta a su cabaña, al otro lado de las montañas y, de acuerdo con la usanza, le dio un nombre nuevo por la fecha en el que se le fue otorgado pero viejo en sus orígenes: Catriona. Catriona no tuvo ni la posibilidad ni la capacidad de decidir lo que el futuro le había deparado, pero aun así siguió con religiosidad y aptitud las enseñanzas de la curandera. Además de aprender sobre los rituales, leyendas oscuras e incluso encantamientos de los que las brujas se valían en su día a día, llevaba a cabo los recados que la anciana ya no podía —o, como descubrió más adelante, no quería— hacer. Bajaba a los pueblos más cercanos a por ingredientes que no podían encontrarse en la espesura y atendía a aquellos que habían fermentado unas fiebres o que no podían fermentar a un retoño en sus vientres.

    No fue hasta la guerra civil y adviento de la plaga que Catriona comenzó a abandonar a su mentora para dedicarse a ocasionalmente recorrer los bosques y aldeas en busca de a quién ayudar, sintiendo que no podía quedarse encerrada en aquella choza mientras la nación entera se veía sumida en el caos. Aun así y a pesar de sus buenas intenciones, la maldición huargen fue uno de los últimos clavos en el ataúd de Gilneas y su tradición, y vagar por esas tierras predicando tales tradiciones y métodos paganos se convirtió en una tarea casi imposible. Aunque no una que la orgullosa mujer pensaba abandonar con tanta facilidad.

    • Like 2

  10. Atributos
    6 Físico
    7 Destreza
    6 Inteligencia
    7 Percepción

    Valores de combate
    24 Puntos de vida
    18 Mana
    9 Iniciativa
    10 Ataque a Distancia (Arco Corto)
    9 Ataque a Distancia (Pistola de Chispa)
    9 Ataque CC Sutil (Dagas)
    8 Ataque CC Sutil (Espadas ligeras)
    8 Ataque CC Sutil (Combate Desarmado Eq)

    10 Defensa

     

     

    Habilidades
    Físico
    3 Atletismo
    Destreza
    3 Arco Corto
    2 Pistola de Chispa
    2 Dagas
    1 Espadas ligeras
    1 Combate Desarmado Eq
    1 Cabalgar
    2 Escalar
    3 Defensa
    2 Sigilo
    1 Trampas/Cerraduras
    Inteligencia
    1 Supervivencia/Cazar
    Percepción
    2 Advertir/Notar
    2 Rastrear
    2 Reflejos

     

    Escuelas/Especializaciones

     


  11. VEY

    TYNSeuX.jpg



    Banda sonora


    FICHA DEL PERSONAJE

    Nombre: Vey
    Raza: Quel'dorei
    Sexo: Mujer
    Edad: Dos cientos cincuenta y tres primaveras
    Altura: Un metro y setenta y seis centímetros
    Peso: Sesenta y ocho kilos
    Lugar de nacimiento: Afueras de Quel'Thalas
    Ocupación: Aventurera, mercenaria


    APARIENCIA

    Spoiler

    Delgada y nervuda. Antaño algo agraciada, el tiempo y las cicatrices se han afanado en estropearla. La cabeza la recubre una medio melena castaña mal recortada, más propia de un chaval a punto de alcanzar la pubertad que de una elfa adulta. Los mediodías feroces del sur del continente han chamuscado su tez durante años, otorgándole un deje tostado.

    De orejas algo más cortas de la media, pero aun decididamente elfas. Los ojos, envueltos en una capa vidriosa de un azul apagado, aun mantienen el brillo turquesa de su gente. El resto del rostro está marcado por facciones angulosas, a veces huesudas. Alguna que otra vieja herida le recorre el mentón y la mejilla, sin llegar a desfigurarla. Se antoja difícil acertar si su mirada es la de alguien sumido en el cansancio o en el hastío.

    De voz baja, algo ronca. Gastada por los años de conflictos y penurias. Aun así, el sonido de sus palabras, hoscas como puedan parecer, es singularmente cordial. El tono de su voz es honesto, y el habla que lo acompaña suele serlo también.

    Suele vestir ropas simples, de cuero acolchado, normalmente gastadas por el tiempo y el uso. Muy de vez en cuando porta pieles encima, para protegerse del frío, y al cinto siempre lleva un puñal enfundado. Cuando puede, y las leyes del lugar lo permiten, carga con arco y carcaj a su espalda, y en ocasiones se la ha visto blandiendo aceros más largos que dagas y cuchillos y disparando armas de fuego más propias de los humanos y de los enanos que de los elfos.

     

    PERSONALIDAD

    Spoiler

    Mujer ante todo franca y honesta, que rara vez se anda con rodeos a la hora de decir lo que piensa. Lejos de haber jurado un voto por la sinceridad y el buen hacer, detesta endulzar sus palabras con embustes y zalamerías. Para el observador que la desconoce, es sencillo juzgarla como adusta y algo arisca. Mas aquel que se haya molestado en hablar con ella sabrá que se trata de una elfa espabilada y locuaz, con la que mantener una conversación está lejos de ser un esfuerzo infructuoso.

    No le quedan muchos seres queridos, y ha aprendido por las malas a valerse de ella misma y de nadie más. No por ello es amiga de rechazar la ayuda de quien la ofrezca, ni se refrenará de otorgarla ella misma, mas sabe que quien esté con ella alguna vez dejará de estarlo y los únicos hombros en los que siempre podrá apoyarse son los suyos propios.

    Creció en un ambiente marcial, severo. Entrenada para la guerra y la disciplina. Y daría lo que fuese por cambiarlo. Las acciones que ha presenciado y cometido a lo largo de su más de dos siglos de consciencia aun le revuelven el estómago cuando se le vienen a la mente, y aborrece la guerra por encima de todo. Ha visto lo que el patriotismo y la efervescencia militar pueden llegar a hacerle a su gente y a los que resulten estar en el otro extremo del filo. No guarda ningún cariño por aquellos que abusan de posiciones de poder y causan sufrimiento a los desamparados. En sus ojos, lo único que diferencia a las cortes nobles y a los altos mandos militares de las chusmas y bandas de los barrios bajo es que los primeros son mucho más peligrosos, y oponerse a ellos es órdenes de magnitud mucho más arriesgado que caerle mal a cualquier matarife de pacotilla.

    Es por todo esto que sabe que muchas veces la violencia es la única manera de resolver situaciones peliagudas. Si bien le es de alivio cuando algo queda solucionado sin necesidad de recurrir al acero, no tiene problema alguno en desenvainarlo para comer el día siguiente, defender a aquellos en necesidad o castigar a quien ella juzgue indigna. 
    Autoproclamada enemiga de las sabandijas del mundo, ha matado y torturado más veces de las que gusta admitir, pero trata de evitar dañar a inocentes y desamparados, y será rara la vez que descienda a tales mezquindades.

    Algunas veces le gusta fantasear con la idea de dar su vida por una causa más grande que ella misma, por una justicia que aun no ha encontrado, por un motivo más que el sobrevivir al día siguiente. En el fondo, aun así, sabe que hay unas raíces que la aferran demasiado fuerte como para hacerlo. Teme a la muerte como pocos, las ocasiones en las que se despierta jadeando con memorias de la frontera son abundantes y serían pocas las cosas que no haría por salvar el pellejo un día más.

     

    HISTORIA

    Spoiler

    Algunas pocas noches, cuando permitía que el alcohol le bañase el gaznate y los opiáceos se deslizasen por sus venas, recordaba. No eran, sin embargo, las caras y los hechos lo que evocaba. Habían pasado demasiados años. Las imágenes que le inundaban la mente eran de naturaleza más aterradora, casi primitiva.
    El subidón que el opio le brindaba le devolvía a la inyección de adrenalina que sentía en esas incursiones, en esas “expediciones por la justicia”, como solían llamarlas en el cuerpo. El ardor de los licores en su garganta le hacía volver a sentir el bochorno sofocante a su alrededor, cuando más de una vez prendieron fuego a esas aldeas. Creyendo que estaban desiertas. El olor del asado en la lumbre a su lado le recordaba a cuando descubrieron que no lo estaban.

     

    Para muchos hijos del Alto Reino, ganar acceso al cuerpo de forestales élfico era uno de los mayores honores alcanzables. Antes, y después de la Plaga, y de que el Príncipe Traidor diezmase la cantidad de potenciales reclutas. Para el padre de la elfa, un hombre recto, estricto y austero, perteneciente a la guardia de la ciudad, era una de las únicas cosas que importaban.
    Nacida sin hermanos, y criada sin ellos también, jamás conoció figura materna. El único progenitor que tuvo debió lidiar con la muerte de su amada a manos de las fiebres pocas noches tras el parto y con el peso de sacar a una criatura adelante en tiempos en los que los trols se habían tornado particularmente osados, y los ataques a las pequeñas villas esparcidas por los bosques que los elfos habían proclamado suyas eran más y más frecuentes. Aun así, y para fortuna de nuestra protagonista, algunas de las mujeres del vecindario siempre supieron apiadarse cuando apenas era un cachorro, y se ocuparon de ella para aquellas tareas que el guarda no podía llevar a cabo. Fue una de las más ancianas, que había visto más siglos pasar por delante de sus ojos de los que la pequeña Vey podía contar con los dedos de la mano, la que le enseño a leer y escribir. A hacer cuentas y a mirar a los cielos para orientarse, con tal de darle una oportunidad si alguna vez se extraviase en la espesura y tuviese la fortuna de no ser encontrada por alguna escaramuza de los “hombres con los hocicos de jabalí”. Así es como recordaba que los niños de la época llamaban a los trols. Y era de las pocas cosas que su memoria guardaba de entonces.

     

    Creciendo, las tribus Amani y su constante, sofocante amenaza eran lo que daba forma al día al día. Fuera de la seguridad de los muros de la ciudad, quienes vivían en villas y aldeas debían contar en gente como su padre para asegurar su supervivencia. Aquellos que empuñaban el filo para defender a los suyos de los terrores que acechaban más allá de los límites del villorrio eran considerados héroes locales, y no era inusual que los niños cantasen canciones y contaran historias sobre los forestales que hacían llover flechas sobre los monstruos verdes.
    Vey no creció ajena a todo esto. Su padre era inflexible, adusto y exigente, falto de cariño. A veces cruel. Pero no era un bellaco. Quería, al fin y al cabo, lo mejor para su hija y para su gente. Y la vida que le había tocado llevar jamás dejó lugar para la debilidad y las carantoñas.

     

    Es por eso que el día en el que nuestra elfa se hizo lugar a duras penas entre una de las oleadas de reclutamiento del cuerpo de forestales fue uno de los pocos que el hombre pudo llamarse algo parecido a feliz. Con un petate al hombro, un raro y breve beso de su padre en la frente y poco más que veinte años a la espalda, Vey partió hacia la capital. A entrenar con aquellos que solo había visto en cuentos e historietas. Con la ilusión —y, más importantemente, el temor— de ser el orgullo de su padre y de su gente. De dar la vida por una causa justa, y asegurar que otros pudieran disfrutar de las suyas.
    Aprendió a tirar con el arco, a blandir el acero y a rastrear y matar bestias y trols por igual —no había para ellos, al fin y al cabo, diferencia alguna entre ambos—.Los años transcurrieron relativamente sosegados en un inicio. Cuando era poco más que una recluta, fue asignada a una patrulla en las afueras de la capital, donde los ataques eran escasos y, por lo general, inocuos.

     

    A veces, muchas décadas después, soñaría con haberse quedado en esos años, en esos bosques. Hizo buenos amigos, y podía fardar de defender el Reino sin tener que llegar a mancharse las manos demasiado o que enterrar a conocidos.
    Hasta que tuvo que hacerlo. Un día, tan soleado y normal como otro cualquiera, al padre se lo llevó una flecha amani en el pescuezo. Apenas tuvo tiempo para darse cuenta de que estaba muriendo. A la elfa se le permitió regresar por unos días a la aldea que la vio nacer para llorar y sepultar al muerto, pero cuando tuvo que retomar el arco y las obligaciones que ello conllevaba algo había cambiado. En cuanto volvió a pisar la capital, se le reveló que ella y sus hermanos en armas partirían inmediatamente hacia el sur, nada más asomar el sol en el próximo amanecer. Mucho más al sur de lo que jamás había estado: a las tierras que más de un siglo después Arthas arrasaría por completo. A las comarcas más salvajes del Reino, donde había poco lugar para el heroísmo y la norma era no regresar a casa para contarlo.

     

    Lo cierto es que jamás supo por qué les enviaron allí. Alguno de sus superiores tuvo que cabrear a la gente equivocada, o tal vez la situación era suficientemente apremiante como para justificar reforzar la zona aun más.
    Para cuando lo abandonó todo, más de la mitad de la gente que había conocido era un cadáver, y los que les habían reemplazado no tardaron en serlo también. De algún modo, ella sobrevivió. Una y otra vez. Las tareas del día a día ahí abajo no eran como más al norte. No patrullaban, contando chistes y relatando historias, practicando el tiro con monigotes más por entretenimiento que otra cosa. Mataban, y lo hacían bien. La maquinaria de guerra élfica era eficiente y despiadada. Tenía que serlo. Tomar prisioneros era excepcional, y cuando se hacía el trato que se les brindaba dejaba cualquiera de las más dolorosas muertes como infinitamente más deseable. Por cada civil elfo muerto a manos de los trol en el norte, otros diez trols inocentes morían al sur a manos del cuerpo. Por cada infructuoso ataque a los poblados del Alto Reino, las aldeas de los amani estallaban en llamas, y con ellas aquellos que no lograban escapar a tiempo.
    La magnitud de las represalias que el ejército llevaba a cabo haría pensar que los trols habrían sido erradicados en poco tiempo. Pero sus números no eran precisamente pocos, y su tenacidad era casi legendaria —estas habían sido, al fin y al cabo y desde que tenían uso de memoria, sus tierras— y los elfos que los combatían se reunirían a menudo con la muerte que ellos mismos habían dado tantas veces.

     

    De tal guisa pasaron las siguientes décadas para nuestra joven. No era más implacable que el resto, pero tampoco lo era menos. Sabía lo que tenía que hacer y cuándo hacerlo, y había vivido para contarlo. Pero sobrevivirlo había demostrado ser más una maldición que un golpe de suerte.
    En su juventud, la elfa se había regocijado en ocasión jugueteando con la idea de que se encontraba en un escalón moral por encima de su padre. Que jamás se miraría al espejo y vería la brutalidad y dureza que apreciaba cuando miraba al hombre a los ojos. En esos tiempos, aun no había comprendido que él no había sido así por decisión, si no por falta de opciones. En un mundo en el que un desliz te costaba la vida y la de aquellos a los que habías jurado proteger, jamás hubo lugar para la clemencia y las segundas oportunidades.
    Con esos ojos castaños, que cada vez se asemejaban más y más a los de su padre, Vey había visto ya todo lo que necesitaba para entender. Sus propias manos y las de sus camaradas eran responsables de atrocidades solo equiparables a las que los trols cometían contra su gente día tras día, noche tras noche. Y quizá fue así cómo se lo justificó durante tantos años, pues para aquellos que vivían para ver una noche más, la confusión y el terror provocados por encontrarse en el corazón de una guerra dieron rápidamente paso al odio y a la bestialidad. El miedo se convirtió en inquina, y el desconcierto en crueldad.
    En la frontera con Zul'Aman, la realidad que se había visto cubierta por un fino velo salpicado de sangre no tardó en convertirse dolorosamente obvia. Su unidad no estaba ahí para fabricar leyendas y ser la pasta de los relatos de los críos del Alto Reino. Habían ido a parar a esas endemoniadas tierras para participar en una eterna, agotadora refriega no con los trols, si no con la guerra misma. Ninguna muerte importaba, pues por cada caído en ambos bandos otro no tardaba en reemplazarlo. Ningún acto era demasiado atroz si daba aunque fuese una sola noche de respiro a un niño en una de las aldeas al norte.

     

    Nunca supo realmente por qué lo hizo, pero seguramente fue esta percepción insidiosa de desesperanza la que la empujó a cometer una deshonra con la que jamás habría soñado en sus peores pesadillas de cría.
    Se encontraba de noche, mirando al techo de la carpa que habían improvisado un par de días atrás cuando hacían campamento. No había nadie a su lado, pues los dos chavales con los que compartía tienda habían encontrado la muerte esa misma mañana. De forma rápida, pero aun así horrible. La elfa no podía quitarse sus rostros de la cabeza. Había visto a muchos caer, pero estos eran especiales. Su sangre colmó el vaso.
    Se levantó, sudando y con el corazón palpitándole como si fuese a salírsele por la boca. Se miró las manos, le temblaban. En un impulso, se abalanzó hacia sus cosas. Metió todo lo que podía en el petate, de forma torpe y apresurada. Se ajustó los filos al cinto y colgó el arco a su espalda. Una sensación de pánico serpenteaba desde su abdomen hacia arriba, engulléndola. Tenía que salir de ahí, cuanto antes. Se asomó para cerciorarse de la posición de los guardias, y tragó saliva. Antes de salir disparada hacia la espesura, lo más sigilosa que sus piernas temblorosas le permitían.
    Fue nada más cruzar la linde del bosque que el peso de lo que acababa hacer le corroyó por dentro. Pero era demasiado tarde, y ese pavor primitivo, casi irracional continuaba aferrándola. Perdería la cabeza, se continuaba repitiendo mientras corría entre los árboles en cualquier dirección, si pasaba un día más en esa condenada guerra. Si veía a alguien más matar y morir por una causa perdida.

     

    Dos días después, sin saber bien cómo y con sus camaradas pisándoles los talones, se las arregló para deslizarse entre la frontera hacia los reinos humanos al sur. Anónima, sin nada en los bolsillos ni a las espaldas más que su arco y sus flechas. Aterrada, y en una tierra que no conocía con gente a la que no comprendía.
    En un principio, trató de mantenerse lejos de grandes ciudades o asentamientos, en las tierras más salvajes de los reinos humanos. Como una bestia, cazó para sobrevivir y durmió a la intemperie más noches de las que jamás pudo contar.
    Durante años continuó corriendo, de reino en reino y de continente en continente. Huyendo de bandidos y de autoridades locales.

    Jamás se habia parado desde entonces. Las noticias de la caída del Alto Reino a manos del príncipe traidor, en la otra punta del continente, fueron las últimas que hicieron que el remordimiento la apresara de nuevo. Le gustaba engañarse con que si ella hubiese estado allí, las cosas tal vez habrían sido diferentes. Aunque sabía a la perfección que el modo en el que lo hubiesen sido es con ella bajo tierra, o vagando los territorios de la plaga con el resto de los cadáveres de su gente.
    Y, tal vez, ese hubiese sido mejor destino que el que le había tocado vivir.

     

    • Like 3


  12. Capítulo tercero.
     

    dark_sands_by_fellier-dac3234.png

     

    Las togas eran un estorbo mucho más formidable de lo que había imaginado, al correr. La elección que había tomado al decidir la paleta de colores para la túnica tampoco era la más adecuada. Se maldijo mil y una veces por la forma en la que los amarillos chillones de la sotana reflejaban la luz de la luna. Como un faro, si los faros tuviesen patas y correteasen por la orilla de las playas sobre las que se erigen. Huyendo de los cabos que habían dejado sin atar.

    Sea como fuere, parecía que les había tomado la delantera. No había nadie a sus espaldas, aunque el precio a pagar había sido alto. Había puesto semanas en la maquinación de su bestia. Meses en el estudio de su funcionamiento. Años en adquirir los conocimientos para que todo lo anterior fuera posible. Y ahora se lo había dejado en bandeja a sus persecutores. A esos imbéciles de la Guardia de la Muerte y sus amigos, con su fe ciega hacia una forastera a la que no le debían nada más que la prolongación de sus penas y tormentos. No comprendían lo que su nueva forma les podía otorgar. El conocimiento y el poder que se encontraba a un paso de sus huesudas manos era inimaginable para quien no lo había manejado.

    No importaba. Lo que ya se había construido, podía volverse a erigir. Mejor. Partiría hacia el norte, una vez más. A las tierras de los elfos. Y allí informaría al resto de lo acontecido. Ellos entenderían.

     


     

    Carroña había llegado en un carromato a Rémol. Arrastrado por sus compañeros. Le faltaban ambas piernas, y llevaba en silencio todo el trayecto. A decir verdad, no había proferido palabra alguna desde que comprendió las implicaciones de lo que había ocurrido. De lo que había hecho. Le cargarían de cadenas, y pronto sería pasto de gusanos. Era traición.

    Y, lo peor de todo, ni siquiera la había cometido para obtener provecho alguno. Su ingenua felonía había sido fruto únicamente de su estupidez. Peor que la apreciación de su funesto destino, era la de descubrir lo que realmente era. Un mentecato más, como había sido antes de que lo levantaran. Y ahora iba a perder la vida por segunda vez a causa de su insensatez. Condenado zoquete.

     

    Duración: 4 horas
    Máster: Gauss
    Participantes y habilidades:
    Donnovan @Focus- Advertir/Notar, Espada pesada, Atletismo
    Feevere Raynould @Psique - Advertir/Notar, Atletismo, Llamada de lo profano
    Vindriel Talestran @Barbas (3 horas) - Advertir/Notar, Mimetizar imagen, Arco corto, Atletismo
    Gretchen @Elireth - Advertir/Notar (x2), Escalar (x2), Trampas/Cerraduras
    Irma King @Gauss - Advertir/Notar, Atletismo
    Anthony Bélenger @Imperator (2 horas) - n/a

     


    FIN DEL PRIMER ACTO

    • Like 2


  13. Capítulo segundo.
     

    edgar_allan_poe_s_ligeia_by_mgkellermeye

     

    La no-muerta cerró la ventana, en cuanto los tres hombres se perdieron de vista. En otros tiempos habría apoyado la espalda contra el alféizar, posado la mirada en el techo y dejado escapar un suspiro, ante las galanterías del caballero. Ya no, aun así. No murió joven, y aprender las reglas de una nueva vida no le había resultado difícil. Así que decidió obviarlas.

    Aun residía donde murió, a pocas casas de donde vio al crío de los Daren nacer. El mismo crío que años después cabalgó hacia el sur, para no ser visto nunca más. Había noches en las que pensaba en él. A decir verdad, no había mucho más en lo que pensar. Casi toda la calle llevaba años completamente deshabitada, y su única compañía eran sus toscas agujas de madera y los ovillos que aun conseguía por un buen precio en el centro de la villa. 

    La imagen de aquel mocoso, todo entusiasmado de partir hacia lo que creía tierras lejanas en el nombre de su señor, había tomado una forma particularmente real esa noche, horas después de que los visitantes desaparecieran. Mientras tejía, sin siquiera mirar su obra, la oscuridad y el silencio perturbado únicamente por el crujir de la mecedora sobre la que se balanceaba la habían colocado en una especie de trance hipnótico. Podía ver la cara del chiquillo claramente, en la pared de enfrente. Un muchacho moreno y de piel pálida, menudo al nacer pero que rápidamente se estiró al alcanzar la pubertad. Su familia no tenía mucho, como todos en el barrio. Pero había conseguido hacerse un lugar entre los escuderos de un señor menor. Y ahora sabía cómo blandir una espada.

    Mary dejó las agujas y la lana sobre su regazo. Notaba y entendía a la perfección esa urgencia en la parte posterior de su cabeza, esa memoria de lo que alguna vez había sido. Algo bien enterrado en su interior le decía que debía sentir pena. Que era lo humano. Pero ya no la sentía.

     


     

    La Guardia de la Muerte mantenía su mirada clavada sobre el despojo, atado en una silla con la cabeza gacha. Era un no-muerto recién levantado, aun fresco y bien conservado, este último. Pero estaba espantado.
    —Confío en que tú y yo vamos a entendernos, ¿hm?— La mujer que portaba el tabardo hizo una mueca desagradable. Tan sólo potenciada por su mandíbula desencajada. —No creo que vaya a ser necesario llamar a los profanadores. ¿Y tú?—
    —N-... No, mi señora.—
    —Fabuloso. Puedes empezar a hablar cuando quieras. Tenemos toda la no-vida.— Sonrió, aun macabramente. El preso no tenía el arrojo suficiente de mirarla a los ojos. Ni siquiera cuando cantó como un pajarito.

    —Yo... Teníamos que emboscarles. La pequeñaja debía llevarles hasta las puertas del mausoleo... Maldita sea, eran sólo unas monedas.—
    —¡Esa parte ya me la sé, gusano! Quiero que me digas quién te las ofreció. Y dónde está.—
    —N-... No lo sé... Teníamos un contacto... No sé quién está detrás de todo esto... Pero hay historias sobre él. Lo que le hace a los que no cumplen con su trato...—
    —¡Dónde! ¡Por la Sombra, dónde os reunisteis con este contacto!— La renegada dio un golpetazo contra la pared, con el puño cerrado. Varios de los huesos de su mano crujieron. Mientras el miserable frente a ella brincaba del susto.
    —¡Aaaah! ¡En el bosque! ¡Dadme un mapa, os indicaré dónde! ¡Lo juro, no sé más!—
    —Eres un buen cachorrito. Servirás como diana para los nuevos reclutas.—

     

    Duración: 4 horas
    Máster: Gauss
    Participantes y habilidades:
    Feevere Raynould @Psique (2 horas) - Advertir/Notar
    Donnovan @Focus - Callejo, Advertir/Notar
    Anthony Bélenger @Imperator - Callejeo, Advertir/Notar

     

    • Like 3

  14. LOS CINCO

     


    Índice

    PRIMER ACTO

    Capítulo primero.
     

    dark_alley_03_by_markusml-damybdm.jpg

    Rémol

     

    El sargento Morris estaba en su despacho, danzando con una escoba mientras tatareaba una antigua canción que había aprendido en vida. Se movía mejor que muchos de los elfos que habían desaparecido los últimos días. Al recordarlo sacudió la cabeza, tirando la escoba al suelo y poniendo una mueca de desagrado. Esta investigación le había traído demasiados quebraderos de cabeza, y había frenado notablemente el progreso que había hecho las últimas lunas en su libro: Memorias de un Cadáver Romántico.

    —¡¡Carroña!!— El alarido desgarró el silencio del cuartel. Había aprendido que este era su nombre cuando el recluta se lo dijo entre murmuros. Como avergonzado. Morris no entendía por qué, pues le parecía un nombre de lo más digno para un fiambre sin aspiraciones como él. 
    —¡¿Señor?!— La voz del recluta respondió al otro lado de la puerta, donde hacia guardia. —¡Sigo aquí, señor! No iré a ninguna parte.—
    Morris rodó el ojo que le quedaba. En un signo de exasperación. Y se dejó caer sobre la silla, mirando fijamente la puerta. Antes de hablar con voz ronca. —Ve a ciudad capital. A ver qué demonios han sacado en claro los apotecarios. Y asegúrate de que el cuerpo sea devuelto al Alto Reino cuando hayan terminado de destriparlo.—
    —¡Señor, sí señor!— 

    Tras esto se escuchó el distintivo correteo de Carroña alejarse de la puerta. Seguramente emprendiendo su marcha hacia Entrañas.

     


     

    —¿Qué me has traído?— El boticario giró sobre sus talones, con gracia. Antes de clavarle la mirada al no-muerto al otro lado de la sala. Él era un cadáver también, pero en mucho mejor estado. Conservaba casi todos los sentidos y vestía togas impecables. Aunque no se podía decir lo mismo del otro muerto. 
    —Me... Me temo que no salió bien. Ese compuesto que me disteis tarda demasiado en actuar. He tenido que recurrir al otro una vez más...— El no-muerto habló en un hilo de voz. Sus ropajes eran de cuero ennegrecido, roídos por la podredumbre. Al cinto colgaba una daga igual de negra que sus prendas.
    —Esta es la segunda vez que me fallas, Alfar.— El más elegante de los dos podridos se acercó al otro, extendiendo una mano hacia su barbilla. Acariciándola. Mientras un grito femenino rasgaba el aire al otro lado de la pared. En una sala contigua. —Y la última.— El boticario se dio la vuelta, alzando la voz. Aunque sin gritar. Mientras se dirigía hacia una de las mesas. —Confío en que sepas cuál es el destino de los errores como tú. Te he pagado por un servicio. Un servicio que no has llevado a cabo.—
    El pícaro descendió la mirada. Pero acabó por asentir. —Yo... Sí. Lo conozco.—
    —Extraordinario. Espérame en la mesilla. Ya sabes cuál, la de la otra sala. Donde los otros estuvieron. Y hazme el favor de amarrarte las muñecas y los tobillos. Ahórrame el trabajo de tener que perseguirte por estos bosques... Oh. Y dile a la pequeñaja que entre.—

     

    Duración: 4 horas
    Máster: Gauss
    Participantes y habilidades:
    Donnovan @Focus - Advertir/Notar
    Gretchen @ElirethAdvertir/Notar
    Anthony Bélenger @Imperator (2 horas) - n/a
    Azálea Belore'zaram @Galas (2 horas) - n/a

     

    • Like 6

  15. El panfleto se podría ver colgado en varias estructuras de Rémol, así como en postes, farolas y demás.

     

    A los ciudadanos y ciudadanas de Rémol:

    La Guardia de la Muerte comunica que los habitantes de la villa, elfos o Renegados, deben prestar particular atención a su seguridad personal en estos días oscuros, pues un número significativo de desapariciones se han sucedido en las calles de Rémol durante las últimas noches.

    Se ruega por tanto que se informe de inmediato a las autoridades pertinentes en caso de presenciar, escuchar o sospechar sobre dichas ocurrencias.

    Sin embargo, se insta encarecidamente a los ciudadanos que se abstengan de sembrar el pánico con rumores o teatrillos, pues la irrupción de la serenidad de nuestra villa con tales actos será tratada como falta menor.

     

    Se informa por último que la Guardia de la Muerte ya ha dado comienzo a sus investigaciones al respecto, y se augura que la causa será dilucidada y aplastada en un corto plazo.

     

    La Guardia de la Muerte ruega disculpas por las molestias

    Por la Dama Oscura y los Renegados.

    • Like 2
×
×
  • Crear Nuevo...