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Abrahel

Asmodeo D'Angelo

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ASMODEO D'ANGELO

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Nombre: Asmodeo D'Angelo.
Apodo: Grandullón, grandote, Asnodeo, As.
Estatura: 2m.
Peso: Fornido.
Edad: 26 veranos —31 de octubre—.
Raza: Humano del sur.
Lugar de nacimiento: Páramos del Poniente.
Residencia actual: Villadorada.
Trabajo: Líder del Cuervo Rojo y vendedor ambulante.
Sexo: Hombre.
Orientación sexual: Heterosexual.
Estado civil: Soltero.

Descripción física:

Spoiler

Hombre de gran tamaño y complexión. Mide precisamente dos metros y con las botas colocadas sobrepasa esta estatura por pocos centímetros. Sus brazos son largos y anchos, así como también su pecho se ve firme y su espalda ancha. Todo su cuerpo está torneado por el entrenamiento a mano de su madre y el trabajo de leñador que tuvo durante cuatro años. Sus pectorales son anchos y duros, así como también su vientre tiene abdominales remarcados, pero no en exceso. Yendo a sus brazos, se distinguen los bíceps y tríceps endurecidos para sostener cosas pesadas y su trapecio va decorado con protuberancias musculadas al igual. No obstante, posee el torso que podría lograr una persona con entrenamientos sin estímulos externos, por lo cual no es como si se le contaran con los ojos, se ve normal.  

Bajando hacia sus piernas, son alargadas y fuertes, terminando en pies anchos y extensos para sostener su estatura erguida. De glúteos definidos por las sentadillas y algo endurecidos, siendo un rasgo de lo que él se suele mofar a menudo.

Las manos de Asmodeo están hechas para sostener cosas y el trabajo duro, por lo que no son una seda y están algo ásperas, así como también callosas. Aun así, no tiene las palmas de un herrero. Además, se corta las uñas por pedido de su madre que le ha enseñado a mantener una imagen más o menos decente.

De contextura ligeramente lampiña, tiene algo de vello rubio oscuro en los brazos y pecho, pero en sus piernas son prácticamente inexistentes. También, suele dejarse una barba de tres días cuando no tiene deseos de afeitarse y siempre tiene una enmarañada corta melena hasta los hombros.

Con una tez cuadrada y oscurecida por el sol, sus cabellos son de un color rubio opaco y sus ojos celestes, heredados de su madre lordeña. No se caracteriza por tener una expresión del todo juvenil, pero a sus veintitrés se conserva realmente bien, perdiendo muchos años si se afeita. 

Su cuerpo posee varias cicatrices de espadazos, quemaduras y puñaladas que se ha ganado a lo largo de sus años como delincuente. No obstante, no hay ninguna demasiado remarcable.

Historia:

Spoiler

—Ah… aaaah… ¡AAAAAAAAAAGH!

—Coñoemare’, eh’ gigante el criajo.

—¡CIERRA LA BOCA Y AYÚDAME! —cierto es que las mujeres se transforman en lobas cuando se trata de su descendencia.

—¿Quí coño vo’ asé’ yo, mujé’?

—¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHG!

—Pues tómale de la mano o algo, hombre —se escuchó la voz de la comadrona—. ¿Es tu hijo, no? Venga, tómale de la mano.

—Cagüen la putes —replicó el aparente padre con desgano.

—Ya sale, ya sale.

—¡YIEGHHHH!

—¡OIIIIIIINGGG!

—¡Joé’, mi mujé’ setá’ tranformando’ en cerdo!

—¡AAAGHHHHH!

—Ah…

—¡Eh’ un criajo! ¡Tiene trompa, tiene trompa!

—Sí, es un hermoso muchacho —anunció contenta la mujer que estaba haciendo la labor de parto—. ¡Es rubio igual que su mamá!

Pero la ascendiente no estaba disponible ahora mismo para ver a su hijo dar el primer llanto. ¿Estaba muerta? No por fortuna, pero sí inconsciente por la ardua labor que llevó tener un hijo tan pesado. Era una mujer grande y fuerte, pero su padre lo era aún más. Bonadeo, como se llamaba, era un parameño de metro noventa y cinco de alto y bastante tonto a decir verdad. De hecho, cuando descubrieron que embarazó a una mujer, todo el mundo pensó que iba a ser una tonta del pueblo. Sin embargo no, se trataba de Eva y era una hermosa cazadora que había emigrado desde Lordaeron una vez comenzó la reconstrucción de Ventormenta, ya que su esposo pertenecía al gremio de albañiles.

Pasada la etapa más tortuosa que fue la de nacer, su infancia coincidió con la formación del grupo conocido como Defias y desde muy pequeño tuvo que rodearse de delincuentes que visitaban su casa para hablar con sus padres. No pasó tanto tiempo hasta que le tatuaron la rueda dentada que lleva todo hombre de esta organización delictiva y pronto comenzó sus vivencias como uno más del grupo, entrenado por Eva en el ámbito de la lucha con hacha —progenitora más brava no podría haber tenido—.

Con el físico de su padre y la mente de su madre, Asmodeo vivió una turbulenta adolescencia y recibió más de un estímulo negativo por parte de las amistades que se fue forjando a lo largo y a lo ancho de Páramos. Como era un malviviente, sus allegados lo eran también. Por tanto, aprendió a ver la vida con pocos escrúpulos y a no tomarse demasiado en serio temas como la legalidad, el respeto al prójimo, el valor de la vida o de lo ajeno, entre muchas otras cosas.

Si bien su vida estuvo destinada al peligro desde que nació, el primero en partir de la familia sería Bonadeo. Resulta que en una incursión nocturna hacia unas carretas de mercancía de  Ventormenta, fueron emboscados por el ejército del reino que había recibido el anuncio interno de que los Defias atacarían. Había un traidor y nadie lo sabía, quizá era más de uno o simplemente algún infiltrado de los nuevos que habían integrado hace poco. Esa sería la primera vez en la que Asmodeo se sintiese algo intimidado y triste, y tuviera que salir de su burbuja de criminal irreverente para sacar del peligro a Eva, que era lo que más le importaba en el mundo junto a su “papa” —como él solía llamarle—.

Muy para fortuna del muchacho, lo que él estaría a punto de hacer no sería considerado como desertar, pues su familia había fundado al grupo junto a muchas otras y era sabido por todos en su división que ellos siempre fueron fieles seguidores de los ideales y cooperativos hasta con el más mínimo de los problemas. No obstante, no es como si su salida fuera color de rosas y hubieron varios —sobre todo los nuevos— que los consideraron como “soplones”, “abandonadores” y cuanto apodo se le podían poner a las personas que se iban. A pesar de esto, por primera vez Asmodeo no sintió la necesidad de hacer que las personas se traguen sus palabras y se guardó sus intenciones asesinas en pos de cuidar a su preciada “mama”.

Solos y algo tristones, se asentaron en Colina del Centinela y él comenzó a realizar trabajos forzosos y en el aserradero para ganarse el pan de cada día. Era curioso porque más de una vez le tocó reparar destrozos que hacían sus antiguos amigos que ahora lo habían abandonado porque “ya no era uno de ellos”, obviamente. Ella, por su lado, se dedicaba a cazar la comida y a vender pieles y carne en el pueblo. No era una vida idílica, pero se tenían el uno al otro y lo cierto era que las preocupaciones habían disminuido al dejar la hermandad.

Teniendo tan solo diecinueve años, Asmodeo ya era muy grande en tamaño y esto comenzó a atraer las miradas de los milicianos parameños que lo querían en su grupo, pero no le resultó una oferta del todo agradable, pues si pertenecía a la milicia, tendría de enemigos a sus antiguos colegas y ellos sabían mucho de él como para correr ese riesgo, así que siguió su vida de constructor, leñador y buscavidas. Y así seguiría hasta un particular incidente.

Cierto día caluroso de verano, Eva llegó a casa y se encontró con un destrozo del calibre de Asmodeo enojado. Lo primero que pensó fue que habían secuestrado a su preciado hijo, pero resulta que este se encontraba en la habitación jadeando y arrodillado frente a dos cuerpos tumbados con una pañoleta roja y un tatuaje de rueda dentada. No era la primera vez que herían a su “niño” pero verle nuevas marcas en su cuerpo la enervaron completamente. Creyó que hacía tiempo atrás había dejado en claro sus intenciones y el porqué dejaba el grupo, por lo que no veía correcto que amenazasen la vida de su única familia.

—Malnacios’ del carajo —jadeante él se aquejó.

—Hijo, toma tus cosas. Nos iremos —sentenció —. ¿Estás herido? Si estás herido, te trato rápido y nos vamos —agrego, severa. Siempre había sido una mujer recta y sus treinta y ocho la hacían ver aún más fiera —. ¡Estoy harta!

—Estoy bien, estoy bien. Mhan’ cortáu’ un poco, no es nah’.

—Bueno, bueno. Toma tus cosas, ¡rápido!

—¡Que te calme’, coño!

—¡He-! —la mujer se interrumpió y vio cómo Asmodeo se levantaba tambaleante—. Tienes razón, lo siento. Pero apresúrate, ¿si? —varió un poco su tono de voz y torció una sonrisa en el gesto. Estaba preocupada, pero su hijo era más importante que sus preocupaciones.

Eva le dio un momento a solas para que pueda cambiarse sus ropajes y “arreglarse” un poco a su manera. Luego le ayudó  tratarse sus heridas y juntos abandonaron la pequeña casita de Colina del Centinela en la que se estaban quedando y marcharon hacia Bosque del Elwynn donde comenzarían su nueva vida, concretamente a Villadorada —a partir de aquí comienza su historia on-rol—.

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"MAMA"

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Fuente.

Nombre: Eva.
Apodo: "Loba" —compañeros Defias—.
Estatura: 1.78m.
Peso: 85kg.
Edad: 41 inviernos.
Raza: Humana del norte.
Lugar de nacimiento: Reino de Lordaeron.
Residencia actual: Villadorada.
Trabajo: Cazadora del gremio "El Virote".
Sexo: Mujer.
Orientación sexual: Heterosexual.

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TESORERÍA
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HISTORIAL

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+2 por Reuniendo a la tripulación.

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INVENTARIO

_anne_boleyn__by_sk_bluu.jpgRetrato hecho a mano de Eliane Talbot: Regalo de ella para Asmodeo. Él lo guarda convenientemente en su armario luego de haberle colocado un marco con vidrio para que no se arruine.

Dije draeniano: Regalo de Edilorha para Asmodeo. Lo guarda en el armario y lo suele llevar a sus campañas, pues ella le ha dicho que teniendo eso lo encontrará donde sea que vaya.

 


Fuentes:
Retrato.

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