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siumat

Roler@
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Todo el contenido de siumat

  1. // Creo que quedó claro que soy secundario pero... Me contento de todas formas
  2. // Me ofende que no pienses de Matt como un "recurso Bro". Claramente que estaré pero... Yo que pensaba que nuestra amistad era igual de unica...
  3. // Por el momento me va bien, aunque como no tengo las cosas planeadas y suelen salir de la nada... Ya podré decirlo con mas seguridad llegado el día
  4. Ya venía bastante ausente, pero ahora lo hago formal. Estaré ausente esta semana, quizás la que viene.
  5. Bienvenido al servidor y espero que tu tiempo aqui sea gratificante, o en esencia te convenza lo suficiente para quedarte un buen tiempo. Con respeto a los focos de rol, respaldo lo que dice @Curly. La mayor parte del rol se centra en Elwynn, mientras que quienes permanecen en Kalimdor son una minoria bastante bastante menor. Esa es la razón por la que he empezado un nuevo foco en la vieja horda, mas especificamente orcos, por lo que me gustaría alentarte a probar estas partes del rol. En cuanto alineamientos, clases etc. Es bastante abarcativo, por lo que no tiene demasiada importancia, mas que nada para dejar una buena libertad a los personajes que haya en el grupo. Aunque preferiría que no pertenezca a ningun clan, aunque queda a elección suya. Pero si lo hace no sería un impedimento para pertenecer al grupo. Bueno, mas que nada eso, era para darle la bienvenida e invitarlo a una de las posibilidades que tuvo en mente. En todo caso, espero veros dentro y que ambos disfrutemos un rol como dios manda.
  6. Buenas. Me gustaría saber en detalle como funcionan los clanes orcos y la sociedad orca basada en ellos, así como también los cambios que tiene a comparación del lore oficial.
  7. siumat

    Khovarr Bloodeye

    Atributos 8 Físico 6 Destreza 6 Inteligencia 6 Percepción Valores de combate 32 Puntos de vida 18 Mana 8 Iniciativa 10 Ataque CC (Hacha de guerra) 8 Defensa Habilidades Físico 2 Atletismo 2 Hacha de guerra Destreza 1 Cabalgar 1 Escalar 2 Defensa 1 Nadar Inteligencia 1 Fauna 2 Supervivencia/Cazar 1 Tradición/Historia Percepción 2 Advertir/Notar 2 Rastrear 2 Reflejos
  8. siumat

    Khovarr Bloodeye

    Nombre: Khovarr Bloodeye Raza: Orco Sexo: Hombre Edad: 38 Lugar de Nacimiento: Draenor Ocupación: Guerrero Historia completa Descripción física: Su piel verde clara cubre un cuerpo formado por un fisico sin duda entrenado durante toda su vida, marcado por las numerosas cicatrices que mantiene como un recuerdo de cada experiencia. Tiene un tamaño importante, hasta para ser un orco, destacando imponente, aunque no tan intimidante como otros. Al igual que en su rostro, cicatrices tanto en los labios, mandibula y mejillas como en las cejas y la frente. Sus expresiones denotan un claro rencor casi permanente, con los colmillos formando una expresión casi de odio en su boca. Por otra parte, un pelo negro largo, desaliñado se encuentra atraves de las patillas con una barba medianamente frondosa y poco cuidada. Porta un collar de dientes antiguos y casi reliquias la mayor parte del tiempo. Sus ropajes no suelen variar demasiado, tratandose de un orco al que no le agrada soltar su armadura ni para dormir, por lo que se mantiene armado en todo momento, con una gran hacha decorando su espalda. Lo mas destacable de su apariencia son sus ojos, de un rojo apagado, no tan común entre los orcos. Descripción psíquica: Es casi imposible adivinar en lo que piensa hacer. Impredecible, ambicioso, su mente es una compleja red de deseos, ideales y ambiciones, la mayor parte del tiempo enredandose entre si y contradiciendose. Si bien intenta mantener cierta importancia en el honor, sus pensamientos y visiones son simplemente contrarias a lo que el honor debería ser. No le importa demasiado, el simplemente busca cumplir sus objetivos al coste que sea necesario. Despiadado en ese sentido, pues no tiene miedo a las consecuencias cuando se trata de su propia persona, o de cualquier otro que deba caer para conseguir lo que quiere. Egocentrico, considerandose superior a los demas en varias ocasiones, buscando la gloria y renombre que para el se merece. Sin embargo, no es ningun villano, pues mantiene una lealtad casi inquebrantable a la horda, y una tendencia a hacer respetar su palabra, por lo que tiende a mantenerla y cumplir sus promesas. Historia Tambores de guerra... ¿Los escuchas? Resuenan en los corazones infectos de cada uno de esos guerreros... Que esperan por la gloria, unidos por una sed de sangre impuesta y manejados por las invisibles cuerdas de sus nuevos señores demoniacos. Antes, un planeta de gran diversidad, lleno de vida y culturas, ahora... Una gran base, donde construir su inmenso portal, aquel que usarán para tomar lo que siempre desearon. Fuimos herramientas, solo eso. ¿Pero que puedo recordar yo de eso? Yo solo era un niño. Aquel que debía darle gloria a nuestro clan, según mis padres. No había mas grande orgulloso, habíamos sido uno de los tantos clanes elegidos para pasar y sembrar el caos en alguna tierra de la que nunca escuchamos hablar. No eramos muchos, conformado por varias familias, apenas una decena de de ellas. Eramos pocos, si, pero cada uno era un guerrero mas brutal que el otro. Acostumbrados a pelear contra todos los que se opusieran, a demostrar nuestra supremacia contra los debiles, una serie de derrotas nos había dejado siendo apenas varias docenas de orcos, pero estabamos decididos a recuperar nuestra gloria de la unica forma que conociamos, la guerra. Mis vagos recuerdos de esa infancia putrefacta y corrupta son aquellos que me han marcado, para bien o para mal. Mi primer humano asesinado, fue uno de esos momentos. Con apenas nueve años, me encontraba en un mundo hostil, rodeado de enemigos pero impulsado por una horda de guerreros orcos que estaban decididos a destrozar todo a su paso sin mirar atras. Debía adaptarme, mi cuerpo me gritaba que arrancara la vida de una de esas criaturas a las que nos enfrentabamos, y mi sangre hervía con la necesidad de derramar la de mis enemigos. Mi cuerpo se ocultaba con facilidad detras de uno de los tantos arboles en aquellos bosques de esas tierras. Un soldado enemigo caminaba con cautela y pasos cortos, escudo levantado y su espada preparada. Se había perdido, o había perdido a todos sus compañeros, daba igual. Con una velocidad aumentada, me apresuraba a esconderme en cada arból mientras me movía, buscando que me de la espalda para poder reclamar su vida. Finalmente... Cometió el error de hacerlo, darme aquella oportunidad para matarlo. Algo llamó la atención del otro lado del bosque, algun animal, me atrevería a decir, o alguno de los orcos que intentaba cazar como yo. No pensaba dejar que me saquen mi premio, no. Ya tenía diez, u once años, y mi primer asesinato se esperaba con ansias. Apenas se atrevió a darme la espalda y dar un par de pasos hacía donde pensaba haber escuchado algo, mis ligeros pies corrieron a toda su velocidad contra el soldado, saltando con una fuerza increible y colgandome de la espalda del humano. Mi pequeña hacha abrió de lado a lado su garganta, haciendolo caer muerto en el instante. Siguió moviendose por unos minutos, hasta finalmente darme mi premio, su vida. Tuve que tomar sus colmillos y la insignia de un anmal dorado que llevaba, para demostrar que había cumplido con mi cometido. Mi padre me recibió como un heroe. Estaba orgulloso de su hijo, quien le traía la buena noticia de haber reclamado su primera victima. Le entregue los colmillos, los cuales no tardó en convertilos en un collar digno de un guerrero. La insignia solo tuvo que entregarsela al jefe del clan, como simbolo de que había tomado mi primera vida y ya podía ser considerado un guerrero adulto. Si... Estaba tan feliz. Solo deseaba tomar mas, arrebatar todas las vidas que pudiese y derramar tanta sangre como el suelo pudiera sostener. Así, pasarón los años en un mundo desconocido, del que poco a poco nos ibamos adueñando. Aunque mis recuerdos de las dos guerras en si son borrosos, hubo momentos que quedarán para otra historia, dignos de ser recordados. Ahora, uno de los momentos que mas me ha marcado, sino el que mas. La segunda guerra, y el letargo había golpeado en varios de nuestros guerreros. Nuestro clan había perdido a muchos, quedando solo un puñado. De suerte que aún nos reconocian, pero nuestro jefe estaba mas preocupado en continuar masacrando a todos los que pudiera, sin importar si todos debiamos morir en ese proceso. La mayoría había sucumbido, la falta de sangre de demonio los enfermaba, su adicción terminaba por dejarlos muertos de espiritú. Yo aún sentía la sangre hirviendome, las ansias de matar como nunca antes, pero mi padre... El poco hacía. Pronto golpeó a nuestro jefe, y a nuestros mejores guerreros. Y entonces... Fue cuando lo quemaron todo. Soldados humanos, aprovechando la noche para cubrirse y entrar a nuestro campamento, incendiando nuestras tiendas y asesinando hasta los bebés. Yo, sin embargo, no había dormido en ningún momento. Sabía que aprovecharían nuestra debilidad. Mi padre no quiso escucharme, pero pude despedirme de él antes de escapar de aquella masacre. No me encontraron, y buena fortuna que no lo hicieron, pues no dejaron vivo a ninguno de los nuestros. El clan había sido extinguido. Sin identidad, sin nadie que guiarme, terminé por ser capturado cuando aquel letargo me golpeó, aunque dejando a muchos muertos en el camino a ello. No pude decir que había vengado a mis caídos, pero por lo menos parecía saciar mi sed. El resto de mis días lo pasaría en un sucio e infernal campo, encerrado. Podía adivinar que habíamos perdido, poco importaba, ninguno estaba con fuerzas siquiera para hablarse entre nosotros. Algunos se sentaban en su propia suciedad, otros simplemente estaban tumbados toda su existencia. Derrotados, sin esperanza... Solo aguardabamos nuestra inevitable muerte. Hasta jovenes como yo parecían igual de decrepitos que los mas viejos y veteranos del campo. ¿Qué esperanza podría caber, en quienes habían perdido todo? No tenían por qué luchar, su sangre se apagaba en sus venas que antes ardían con furía, sus ojos pasaron de un rojo llameante a su natural color, apagado y carente de toda vida. Analizaba a todos los que se encontraban allí, sus miradas siempre se dirigían al suelo, fango la mayor parte del tiempo, mezlclado con pequeñas piedras y alguna que otra hierba intentando crecer, aunque tal esperanza de que crezca vida en la tierra que ahora nos manchaba era destruida cuando los guardias humanos pisaban el naciente pasto, dado por finalizado el espectaculo de la vida. Habíamos entrado allí como gloriosos invasores, carniceros dedicados que arrasaban todo a su paso, y terminamos nuestro camino como esclavos, simples cautivos faltos de todo animo. La mayoría sentía haber perdido su espiritú. Los ancestros nos habían dado la espalda con recelo y nuestras creencias nos habían abandonado, pues abusamos y consumimos poderes malignos que solo nos llevaron a nuestra propia destrucción. Horas, días, semanas, meses, años. Todo pasaba como lo mismo, la monotonía era la regla principal en aquel encierro, los tambores se habían apagado, la guerra... La habíamos perdido. Pero finalmente, aquella costumbre y falta total de esperanza se quebrantó, cuando un nuevo prisionero fue puesto en nuestro sector. Parece ser que aquel orco no estaba muerto como nosotros, sino que se reveló como un nuevo comienzo para nuestra raza. Nos mostró que los elementos le respondían, y nuestros guerreros vitorearon, porque tenían una razón para pelear, porque sus creencias le habían vuelto a tender la mano y esperaban pacientes a que nos redimieramos. Teniamos un objetivo, y nadie nos pararía hasta cumplirlo. Los humanos no se lo esperaban, nos abalanzamos hacía la libertad y reclamamos la vida de nuestros captores a su paso. Por primera vez en mucho tiempo, volvía a sentir la adrenalina corriendo por mis venas, y la satisfacción de vencer a tu enemigo. Pero esta vez, no trabajabamos para señores demoniacos, la sangre corrupta no impulsaba nuestra acciones, sino la mas pura esencia de lo que fuimos, y de lo que debíamos volver a ser. Mi grito retumbó en los corazones de mi enemigo, el cual intentaba, en vano, volvernos a privar de nuestra libertad. Bastó con lanzar con fuerza mi brazo, dirigiendo mi hacha contra su cabeza, para que esta cayera con violencia a un lado, en un corte limpio pero a la vez teñido en sangre. La libertad... Se sentía magnifica. Durante los siguientes años, seguimos a nuestro nuevo jefe con orgullo. Sin embargo, finalmente cuando pudimos descansar, cuando pudimos escapar de aquel lugar que alguna vez fue nuestra derrota, los recuerdos volvieron a mi. Recuerdo estar sentado frente a una fogata, cuando mis ojos se abrían completamente vislumbrando las llamas. Dentro de ellas, los gritos resonaban en un eco que martilleaba mi cabeza. En su fuego, podía ver todo mi clan ardiendo, todo lo que alguna vez fue para mi, reduciendose a cenizas por unos malditos sin honor. No podían enfrentarnos en igualdad de condiciones, no se atrevían. No tenían ningun tipo de honor y por lo tanto, no eran mas que ratas para mi. Tuvieron que tomarnos por la noche, e incendiar mientras dormían, sin preocuparse por los gritos de los niños y las suplicas de las madres. No... Todo volvió. Y con ello, el odio. Nunca había sentido la sangre hirviendome como esa vez desde que había sentido la sed de sangre. Pero esta vez ardía de una forma natural, con el odio mas primitivo y arraigado a mi naturaleza. Quería reducirlos a cenizas, como lo hicieron con mi clan... Pero luego, la consciencia volvió a mi. El fuego terminó por apagarse, las imagenes dejaron de repetirse. Y con frialdad... Sabía todo lo que iba a hacer. Nos encontrabamos en un nuevo comienzo, una nueva tierra concedida por quien nos había dado la libertad y la esperanza. Tenía mi lealtad eterna por ello. Pero mis deseos... Eran muy distintos. Mis ambiciones recorrían mis pensamientos y se cruzaban con mis ideales, combatiendo a cada segundo. Finalmente, nadie gana en una guerra, por lo que combatieron sin fin, creando una compleja red, como si de pescar tratase, de sangrientos deseos y nobles ideales. Ningun extremo pudo salir, pero si tenía un objetivo claro. No tenía clan, no tenía hogar, no tenía a nadie. Pero me tenía a mi, mis recuerdos, mis ambiciones y mi odio. Todo lo que necesitaba, era conectarlos con mi hacha, y ganar la gloria que alguna vez me reclamaron debía tomar. Aquel que había nacido con ojos rojos, dijo mi padre, aquel que nos dará la mas grande de las glorias y será el mas grande de nuestros guerreros. Aquel... Que nos guiará a la batalla. Si, padre... Honraré tus deseos, pero lo haré a mi manera. El clan volverá a alzarse, aunque tuviera que ser sobre mi cadaver.
  9. Nuestra distancia lo lastima... Aun así mejor historia de amor que crepusculo.
  10. Cuando el amor no tiene barreras, y así se crea el nacionalsocialismo.
  11. Clase de relaciones sexuales con el profesor Asmodeo.
  12. Para las noches tranquilas... Duerman, dulzuras.
  13. Para que aprendan a no festejar sin nosotros.
  14. Pues vamos con lo que escuchas cuando no funcionó lo del amor.
  15. // Yo no tengo problemas en ninguno de los dos días u horarios, así que estaré presente como civil voluntario.
  16. Bueno, mejor tarde que nunca, suele decir la gente. Y si bien no quería adelantarme al resultado de si aceptaban o no mi personaje, ahora puedo decir buenas con seguridad de que nos veremos dentro del server. Poco que contar sobre mi. Roleo hace varios años, aproximadamente 3. He pasado por pocos servidores, contados con los dedos de una sola mano. Como para iniciar, me he creado un humano que espero disfruten de interactuar con el, o no, y convertirnos en acerrimos enemigos, lo que no viene mal para alguna trama. Pero poco mas que eso, espero que mi estadía sea tan gratificante para mi como para ustedes, y nos vemos dentro.
  17. siumat

    Matthew Eidenwall

    Nombre: Matthew Eidenwall Raza: Humano Sexo: Hombre Edad: 27 Altura: 1,85 m Lugar de Nacimiento: Hacienda Eidenwall, Lordaeron Ocupación: Ex soldado de Lordaeron, desocupado. Historia completa Descripción física: Una contextura entrenada y abdominales marcados por los años de servicio son acompañados por una postura firme propio de aquel que lleva la disciplina enseñada en el ejercito. Su rostro no suele ser uno de aquellos que nunca puedes olvidar. Sin embargo, ciertos rasgos lo hacen destacar, como una barbilla ligeramente afilada, siendo la terminación de unas mejillas hundidas que suelen marcarse mas cuando sonríe. Sus ojos de un marrón claro son parte de una mirada normalmente severa, al menos en terminos profesionales, pero calida y amigable en otro entorno. Su cabello de castaño claro se alarga hasta la terminación del cuello, dejando algunos mechones caer por sobre su frente. Pueden notarse algunas costumbres en su fisico, como una gesticulación involuntaria que acompaña a su voz y a sus explicaciones. Suele ir con sus caracteristicas telas azules, de lo que antaño pudo haber sido un noble, y en otros ambitos su armadura lustrada que alguna vez portó en defensa de su nación, aunque ahora es solo un emblema y una forma de defenderse contra los peligros de una nueva vida sin los lujos y protecciones de la estancia en Lordaeron. Descripción psíquica: A diferencia de la acérrima disciplina que su padre intentó inculcar en él, Matthew no terminó siendo aquel tipo de soldado que acata toda orden sin miramientos y obedece a su oficial sin importar de que se trate. No, Matthew es aquel tipo de soldado que, con unas ideas formadas a traves de la experiencia y los sucesos en su vida profesional, ha formado una ideologia de cuestionar a sus superiores cuando deben ser cuestionados, y hasta poner ciertas reglas ante el cumplimiento de las ordenes. Así, es como decidió que su espada nunca obedecería la orden de matar a un inocente, que no sería guiado por las ambiciones personales de los oficiales, y que no soportaría las injusticias tanto hacía los soldados como a los demas. Por otra parte, se trata de una persona aún joven con ideales y sueños de inocencia propios de aquel que no ha desistido ante el mundo por su corrupción. Aquel que buscaría la luz hasta en la persona mas oscura, pues aún cree en la bondad de las personas y no ha sido decepcionado por sus acciones. Algunos lo tomarían como mera inocencia de un niño, otros como sueños utópicos dignos de alguien que pierde el tiempo con vanas esperanzas en el mundo. Historia ¿Si te preguntaran cuál es tu mejor recuerdo de la infancia, qué contestarías? Algunas son sencillas, como paseos o algún evento en especial, pero se trata de aquel momento en el que no necesitabas nada más en la vida ni aspirabas a nada más que permanecer de esa forma por el resto de los años. Bueno... A mí me bastaba con un día en la hacienda, donde mis ojos solo se enfocaban en las nubes que iban y venían, aunque la mayoría permanecían, dotando el azul de un esponjoso blanco que llena el ambiente de tranquilidad, y aquel viento lo suficientemente fuerte para mover mis cabellos pero no como para molestarme, y mi espalda era agasajada con aquella sensación que el roce de la hierba causa en la piel. Mi madre preparaba su tradicional limonada para los días calurosos, donde mi padre se echaba en su silla, fuera de la casa para poder apreciar la vista y aclarar las ideas, pero sin alejarse de la sombra que producía nuestro hogar. Sus años de comandar tropas habían pasado y remplazaba la adrenalina de la batalla con la calma y tranquilidad que ofrecían nuestras tierras. Unas tierras ganadas por el sudor de aquel que ahora podía permitirse descansar... Tales pensamientos me hacían sentirme incomodo, como si en realidad no perteneciera a mi hogar pues nunca me he esforzado por obtenerlo. Pero normalmente unas palabras de mi padre bastaban para calmar mis dudas. Puedo recordar aquellas frases célebres como si su voz aún permaneciera repitiéndose en mi cabeza. "Todo lo que he conseguido, hijo, será tuyo algún día. Pero las casas pueden derrumbarse, y las tierras pueden ser arrebatadas. Lo importante es que te construyas como persona, y que lo que verdaderamente vale la pena ganar con esfuerzo es la convicción y tus propios ideales." Nunca pude entender totalmente el significado de esas palabras hasta mi presente, luego de todo lo sucedido. Si puedo decir que nunca se borraron ni por un momento de mi mente, y que hice de tal consejo una de mis ideologías más arraigadas, sino la principal. Me gustaría decir que ese pensamiento podría describirme en estos momentos, aunque estoy demasiado lejos de la meta como para cantar victoria. No conocí el verdadero esfuerzo hasta que se me permitió unirme al ejército. Lo anterior, solo había sido una vida de entrenamiento y enseñanza, pero nada comparado con la práctica. No había mayor gloria, honrar a mi padre, servir a mi reino y proteger a mi pueblo. ¿Qué más podría querer un, a fin de cuentas, soldado? Porque aquella definición nació junto conmigo, porque algunos lo llaman destino, pero todos nacemos con nuestro futuro decidido, y suelo pensar que todos los pasos que damos en este gran escenario de la vida no es más que un gran guión que ya ha sido escrito, pero impredecible tanto para sus espectadores como para sus actores, porque un gran director nos hace seguir el guión sin siquiera conocerlo. Mi armadura lucía blanca y brillante como aquellas nubes que tanto admiraba de pequeño. El filo de la espada resaltaba y desplegaba un brillo especial que podría cegar al guerrero más poderoso de todos los continentes y mundos. En aquel momento en el que pude apoyar mi mano sobre la empuñadura, levantar el mentón y mantener la espalda firme sacando pecho con orgullo, sentía que nada podía detenerme. Que equivocado puede estar un joven lleno de inocencia y poca experiencia. Los años pasaron rápidos y sin demasiadas emociones dentro del ejército. Se trataba de un periodo donde un soldado como uno podría disfrutar de cierta tranquilidad, aunque nunca se podía alejar la mano demasiado de la empuñadura. Aun así, puedo admitir con seguridad que es lo que logró formarme verdaderamente como una persona adulta, medianamente responsable y con cierta idea de cómo funciona de verdad el mundo. Nunca faltó el oficial que, por haberle mirado un segundo de más, te juraba odio eterno y que tu estadía con la armadura sea un infierno. Porque esas cosas pasan en cualquier ámbito profesional, pero aquí en especial, se trataba de un lugar donde los castigos físicos se juntaban con los psicológicos, donde no recomendaría a nadie que sea o demasiado débil o demasiado colérico estar. La arbitrariedad es algo que, irónicamente, está más presente aquí que en otros lugares. Pero esas cosas simplemente pasan. Puedo decir por experiencia propia que nada es suficientemente severo para hacer que te rindas, no si tienes convicción. Es lo que pregonaré hasta mi muerte. Los sucesos que ocurrieron entre el ejército y lo verdaderamente importante no eran realmente destacables, más que decir que fue mi formación profesional y personal, donde pude ver realidades que despertaron en mi ideas y pensamientos que no conocía su existencia. Pero lo que me ha marcado de por vida, empezó como un día cualquiera en la hacienda. Los pájaros cantaban, no tenían razones para dejar de hacerlo. Mis padres se habían despertado temprano y cada uno continuaba con la rutina que por los años se había desarrollado hasta casi perfeccionarla. Yo, por mi parte, de forma diligente me desperté de un sobresalto y comencé a prepararme para marchar, como prácticamente todos los días, a mi trabajo. El cual, para bien o para mal, ya se había hecho una rutina y algo cotidiano, aunque no faltaban las emociones de vez en cuando. Pude notar cierta intranquilidad cuando llegué al cuartel. Soldados se movían de aquí para allá, algunos hablaban nerviosos y comentaban con preocupación. Sinceramente, nunca me acerque demasiado a los rumores, por lo que desconocía lo que ocurría. Algo había escuchado, sobre muertos que se levantaban en algunas aldeas lejanas, pero poco podían importarme los cuentos de fantasía... O no. La intranquilidad era contagiosa, y más si tu rutina era destruida como en aquel día. En un momento, estaba desconcertado en mi pequeño escenario en el mundo, y en el otro, recibí una orden de marchar. Me había extrañado, nunca había sido tan clara ni tan directa como si se tratara de una guerra. Y las únicas batallas que había peleado eran contra las mismas bestias molestas de siempre. Bandidos, gnolls o cualquier otro bicho raro que comenzaba a volverse un problema. Pero esto parecía serio, y se demostraba en la expresión de cada uno de los presentes, hasta de los oficiales. Nos llevaron como si se tratase de un campo de batalla, nos movíamos como un batallón, pero lo extraño era, que no se trataba de ningún simulacro y a nuestros alrededores se podían ver tropas movilizándose por igual. A medida que avanzábamos en el campo, el bosque se volvía más denso, el aire parecía asfixiarnos y la tierra que pisábamos era como una putrefacción, tierra muerta y hasta me atrevería a decir, con mis pocos conocimientos, corrupta. De pronto, como si se tratara de una emboscada organizada, asquerosas criaturas saltaron sobre nosotros. Sus rostros putrefactos parecían colgar de una manera muerta e involuntaria, sus cuerpos eran parecidos a un humano, pero se trataba de cadáveres, horrores que asquearían hasta al más valiente. Sin embargo, parecían portar garras y demasiado afiladas... Quizás después de todo debería haber hecho caso a la fantasía. Para resumir, eran lo que alguna vez fue humano, pero ahora era el recipiente para una criatura despiadada que tomó su lugar luego de su muerte, y usa su carne podrida y sus inservibles órganos para atacar a lo que alguna vez fue su raza... Si. No estábamos en la mejor de las situaciones. Por fortuna, yo no me encontraba a los costados, sino en el medio de la formación. Por esto, no fui de los primeros en caer, puesto que sus garras cayeron despiadadas contra los primeros a los lados, desgarrando y clavándose, despedazando en su camino. No eran demasiados, por lo que los que sobrevivimos pudimos recuperar la cordura y comenzar a pelear. Nuestras espadas parecían destrozar su cuerpo muerto y casi esquelético sin demasiados problemas, pero eran rápidos, y letales. Lo que alguna vez fue sangre humana volaba por los aires, tiñendo nuestras blancas y brillantes armaduras del más cruel color y un olor vomitivo. En nuestras espadas quedaban colgando sus tendones muertos, sus músculos y tiras de carne. Pero no dejaban de aparecer de detrás de los árboles, nuestros soldados, por más valientes y habilidosos que eran, seguían cayendo, y sus cuerpos servían de cena para aquellas repugnantes criaturas. Al final... Dejaron de venir. Sus cuerpos volvieron a su estado de muerte anterior, sus almas descansaron en paz mientras... Las de mis compañeros serían atormentados por ser su última visión aquel insulto a la vida humana. Solo un cuerpo se mantenía en pie, solo un soldado y su armadura ya no tan brillante podía continuar la lucha, con su espada en mano, jadeando y a punto de soltar sus lágrimas, porque era un joven demasiado inocente, y poco había visto de la vida como para no ser afectado por esto, no sé cómo pude mantener mi cordura, pero fue una dura enseñanza de lo que podía aguantar. Los cuerpos de los que hasta llego a considerar sus amigos, todos tendidos en el suelo, algunos más intactos, y otros solo pasaron a ser un revoltijo de órganos, sangre y carne desparramados por el lugar. Ellos no se las vieron mejores, pero que podía importarles las perdidas, si de todas formas ya habían muerto hace rato. Con las pocas fuerzas que me quedaban, me dirigí a un paso cansado hasta la hacienda, que no muy lejos quedaba, por fortuna o maldición. El humo no me había parecido una buena señal, pero mis ojos necesitaban confirmar lo que pudieron vislumbrar una vez había alcanzado la suficiente cercanía. Solo ruinas humeantes, solo fuego y destrucción, solo tierra muerta y putrefacta. No podía creerlo, no podía permitir que aquellos recuerdos de verdes praderas y esponjosas nubes se borraran para siempre. Tuve que acercarme y confirmar por mí mismo... Aunque fue más horrible de lo que esperaba. No tuvieron paz alguna. Fueron destrozados, sus cuerpos deformados y su sangre desparramada por la tierra que con esfuerzo habían ganado, y la casa que todo lo había significado para ellos y su joven niño. Ya no era un niño... Ahora, solo era un hombre, mirando los cuerpos de sus padres muertos. Las lágrimas no pudieron contenerse. Como un movimiento involuntario, salieron sin hacerse esperar y un grito desgarrador me hizo caer al suelo, golpeándolo repetidamente hasta dejarme los puños sangrando, y hacerme perder toda esperanza de que todo volviera a ser como antes. El cielo solo era rojo, y mis ojos que se levantaron para ver aquellas nubes blancas solo veían destrucción. Una carreta pasaba por la hacienda, y la suerte, o mejor dicho el destino, que aún tenía demasiados planes para mí, hizo que aquel señor que la manejaba me viera y despertara de mi desesperación. "¡Eh, chico! ¡No puedes quedarte ahí, esas bestias te destrozaran, es mejor irnos pero ya de este condenado lugar!" Parpadeé varias veces, hasta caer en cuentas de la realidad. No tardé en volver a levantarme e ir hacía la carreta. Aquel señor me explicó lo que sucedió, y por la velocidad que llevábamos y la pequeña tranquilidad que habían logrado los enfrentamientos y la clara derrota pudimos irnos de lo que alguna vez, llamé mi tierra. Luego de varios viajes, y de pagar ciertos pasajes con lo que tenía de mis pagas, pudimos llegar a Ventormenta, donde fuimos recibidos como tantos otros refugiados. Los años pasaron, tuve que adaptarme a una nueva vida y aceptar las perdidas, pero nunca olvidarlas. Pequeños trabajos, de fuerza, de por aquí y por allá me permitieron vivir una vida humilde, sin lujo alguno, y con dificultades para tener el pan todos los días. Finalmente, esto era el destino. Cruel, despiadado, sin explicaciones... Esto era el gran escenario que fuimos designados a vivir. Este era mi guión, aunque no supiera su continuación, esto era lo que nos tocaba seguir. Pero sin importar en que parte del planeta esté, aquellas convicciones no las abandonaré jamás, nunca se borrarán de mi mente las palabras de mi padre. Ahora... Toca ver lo que la vida depara, y que tiene preparado para este joven inexperto, que alguna vez pudo jactarse de ser soldado, pero que ahora, debería buscarse la vida como cualquier otro. Pronto, descubrí mis deseos, pronto, descubriré mis metas, y algún día, cumpliré mis ambiciones. Pero siempre mantendré la mano cerca de la empuñadura.
  18. siumat

    Matthew Eidenwall

    Atributos 8 Físico 6 Destreza 6 Inteligencia 6 Percepción Valores de combate 32 Puntos de vida 18 Mana 7 Iniciativa 10 Ataque CC (Mandoble) 8 Defensa Habilidades Físico 2 Atletismo 2 Mandoble Destreza 1 Cabalgar 1 Escalar 2 Defensa 1 Nadar 1 Sigilo Inteligencia 1 Comercio 1 Leyes 2 Supervivencia/Cazar 1 Tradición/Historia Percepción 1 Advertir/Notar 1 Bailar 1 Buscar 1 Etiqueta 1 Música 1 Rastrear 1 Reflejos
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