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Belial

Roler@
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Todo el contenido de Belial

  1. Se encontraba terriblemente confuso en el bosque, mientras se mecía en brazos un Múrloc cagado. Tras un solitario Tauren albino se encontraba la muerte
  2. ¿Eso es marcha? ¡¿ESO ES MARCHA?! ¡Já! ¡Esto sí que es marcha! BONUS TRACK:
  3. ¡Un saludo pibe! Espero que estés cómodo aquí y espero verte dentro.
  4. Se encontraba terriblemente confuso en el bosque, mientras se mecía en brazos un Múrloc cagado.
  5. ¡Un saludo y bienvenida! Espero que aquí te sientas a gusto y disfrutes del rol en World of Warcraft que tanto nos apasiona. Aunque no sé si alegrarme... El comentario de que Yorgevin no había terminado de evolucionar me dolió un poco...
  6. Atributos 7 Físico 6 Destreza 7 Inteligencia 6 Percepción Valores de combate 28 Puntos de vida 21 Mana 7 Iniciativa 9 Ataque CC (Zarpas y fauces) 8 Defensa Habilidades Físico 2 Zarpas y fauces Destreza 2 Defensa 1 Nadar Inteligencia 2 Fauna 1 Sanación/Hierbas 2 Supervivencia/Cazar 1 Tradición/Historia 1 Comunicación Animal 2 Pacificación animal menor 2 Forma de Oso: Percepción 1 Advertir/Notar 1 Buscar 1 Rastrear 1 Reflejos
  7. Belial

    Nythras Faucerroble

    Nythras Faucerroble Información general Nombre: Nythras FAucerroble Edad: 1200 años Ocupación: Druida Descripción física Nythras es un elfo de complexión atlética y robusta. Su estatura y peso están ligeramente por encima de la media kaldorei, mostrándose un elfo musculado y acostumbrado a ejercicio físico. Sus dedos son largos y finos, así como su piel es de un tono morado brillante. Sus facciones son finas y sus largas orejas picudas están decoradas por dos colmillos de oso. Sus cabellos, largos y con algunas trenzas sueltas, son de un tono que vacila entre el verde y el azul. Su cuerpo está decorado por varias cicatrices, recuerdo de su batalla en el Monte Hyjal. Sin embargo, aquella con un aspecto más grotesco es la que le cruza el pecho. Porta ropajes sencillos, por lo general con el torso al descubierto y siempre descalzo. Descripción psicológica Nythras posee un carácter algo sombrío y frío. No es arisco, así como tampoco desprecia la compañía de nadie. Sin embargo, tanto tiempo de soledad hicieron mella en él y en su forma de relacionarse con el resto de individuos. Es protector y por lo general no es muy dado a las bromas, salvo que exista una conexión y confianza que facilite las cosas. Posee un sentimiento fuerte y casi que “paterno” con las criaturas del bosque, aunque esto no signifique que no cace para subsistir. Al fin y al cabo, la muerte es parte del equilibrio. Valiente y, en alguna ocasión, tajante. No le temblará el pulso en tomar decisiones difíciles o sacrificadas y siempre pondrá el bien mayor por delante de cualquier motivación o inclinación personal. Dispone de un gran autocontrol por norma general, lo cual le hace sentirse avergonzado de no ser capaz de dominarse en forma de oso. Es respetuoso para el resto de razas, aunque sigue viendo con malos ojos a los orcos y goblins. Historia Si bien los años han pasado, los recuerdos han calado y guardado su forma en mi mente. Como piedra, arañados y desgastados, pero haciendo acto de perpetua presencia. Pudiera ser que estas tablillas no fueran más que un intento adelantado y previsor de guardar mi memoria ante la incertidumbre del futuro. Pus si bien he gozado casi siempre de buena cabeza, no sé hasta qué punto esta facultad se extenderá en el tiempo. Más sabiendo lo que nuestra raza ha padecido y cuánto han cambiado las cosas para nosotros. El futuro está envuelto en una niebla demasiado densa para saber qué ocurrirá. Mi nacimiento, al igual que el de cualquier bebé en una raza como la nuestra, fue recibido con gracia y esperanza. Sin embargo, para una raza acostumbrada a no temer al paso del tiempo, la preocupación ante la leve natalidad era casi invisible. Mis padres, gente sencilla que vivía en los bosques, cuidó de mí mientras era un cachorro. Mi madre, igual que todas las madres, me ayudó cuando aún era torpe y desvalido para cuidarme por mí mismo. Siglos me separan ya de ese sentimiento cálido que aún recuerdo. La caza fue y siempre hubo sido el motor de vida de nuestra familia, tomando lo que el bosque nos daba y nos ofrecía para nuestra subsistencia. Ese tenue equilibrio, que con facilidad se desbalanceaba, era una lección de vida que había quedado impresa en la inmensa mayoría de nuestro pueblo. Yo tampoco fui una excepción. Aunque la memoria es poderosa, ocurre algo con aquellos que vivimos largo tiempo: se tiende a despreciar los años. Igual que para razas más precarias y perecederas los segundos carecen de importancia y su existencia rápidamente pasa al olvido, a otras más longevas se les escapan franjas más amplias. Si bien este paso es notorio, los meses palidecen y se desprecian bajo el paso de las décadas y los siglos. Simplificando: a la larga, si bien recuerdo todo lo importante, se me es difícil trazar las líneas que separan meses y años. Ya una vez alcanzada una madurez apropiada, por mi cuenta hube de vivir. Como ocurre con todas las especies de la naturaleza conocidas, mi vida se vio ligada a la de otro ser. Una amistad y proximidad que compartimos durante largos años, optó por tornarse al final en interés. Y de este interés acabó por florecer el amor. Un amor profundo y eterno que acabé por sacrificar. Nunca supe qué esperaba de mí el Shan’do Arroyonegro, pero siempre me aferré a la idea de que vio algo en mí que ni siquiera yo sabía que estaba. También la idea de que la eterna soledad a la que se había enfrentado estaba comenzando a quebrar su entereza de alguna forma que no se atrevía a reconocer rondó mi mente. La inmensa mayoría de los druidas habían migrado su esencia al Sueño Esmeralda, salvo algunos que optaron (o se vieron obligados) a mantener un estado de vigilia que ya se extendía por milenios. En el caso del Shan’do Arroyonegro, se le había encomendado la tarea exasperante y tortuosamente aburrida de cuidar y mantener el túmulo donde sus hermanos de la Zarpa hibernaban. Hibernación que ya había superado con creces la extensión temporal de una natural. ¿Qué me impulsó a tomar semejante decisión? Aun no lo sé. A ojos de razas más jóvenes, los siglos deberían arrojar muchas respuestas a cuestiones de la vida. Y sí, lo hacen. Pero las respuestas no son nada comparadas a las preguntas que acarrean consigo y que ni siquiera se pueden plantear frente a alguien que no estará ya aquí el siglo que viene. Diría que fue porque sabía que había algo en mí que me llamaba y me empujaba a seguir las palabras de Shan’do Arroyonegro. Lo diría y mentiría con cada una de las palabras que salieran de mis labios. La realidad es que puede que fuera un intento de encontrar un lugar en donde emplear los milenios que me aguardarían. Quizás una forma de sembrar las semillas del orgullo en el corazón de Yhara, mi amor eterno. Pero la realidad es que, tal y como dije, no lo sé. Y ni siquiera sé si algún día lo sabré. Casi tres siglos de tormentosa espera me cambiaron. La figura del Shan’do Arroyonegro fue importante, me instruyó en lo básico del druidismo y para cuando mi mentalidad y mi formación se amoldaron a lo que se esperaba de un druida: comenzaron las enseñanzas sobre la transformación. No siempre estuvo presente. Esos trescientos años aproximados estuvieron plagados de ausencias, esperas y soledad. Parecía que ahora con un pupilo bajo su cargo, Shan’do Arroyonegro podía permitirse el lujo de inundarse de calma en el Sueño Esmeralda durante algunas décadas. Mientras tanto, yo, en soledad, debía mantener los túmulos y realizar las labores de vigilia que el maestro me había relegado. Por mi cuenta, tuve que encontrar un camino para llegar a las metas que me proponía el Shan’do Arroyonegro. Tuve que buscar y encontrar una respuesta para todas las cuestiones abiertas que me había dejado. Quizás sea eso lo que da forma a un druida. El final de la soledad no llegó de la forma que esperaba o me hubiera gustado. Los druidas en los túmulos comenzaban a retornar del Sueño Esmeralda, con la intención de hacer frente a una marea de caos, dolor y muerte a manos de la Legión Ardiente. Al igual que muchos de ellos, me sumé a la guerra y luché para defender los bosques, la vida y el fino equilibrio. Entre aquella sinfonía sin sentido de gritos y dolor, desoyendo las guías del Shan’do Arroyonegro, obtuve la transformación por primera vez. Los aguerridos druidas de la Zarpa luchaban de forma feroz, hundiendo sus enormes colmillos en los cuerpos descompuestos. Seccionaban con sus enormes zarpas la dura carne de los no muertos, arrancándole los miembros y mutilándolos sin piedad: no la merecían. Tampoco la pedían. Adoptar una forma así por primera vez es ya una proeza de fuerza. Supone una barrera rota, un océano de sensaciones completamente diferentes a lo que es ver el mundo a través de los ojos de un kaldorei. Aparece así una sensación pulsante y primigenia. Algo natural, potente y bruto llamado instinto. Si todo este cúmulo que se aturulla de golpe en una mente que no está acostumbrada es ya de por sí un cambio peligroso, tan solo imaginad lo que suponía en una situación caótica y cargada como era aquella batalla. El control rápidamente se desvaneció y mi mente quedó casi apartada, reducida a un reducto moribundo a merced del instinto descontrolado para el que no estaba preparado aún. Zarpas, arañazo, corte en mi costado, giro a mi diestra, sobre las dos patas y las garras se adentraban en la piel. Sangre por todos lados. Imágenes borrosas. Giro y fauces al cuello. Los huesos se quebraban. Giro y sobre dos patas. Dolor. Dolor fuerte en el pecho. Dolor penetrante y abrasador. Imágenes borrosas y sangre. Mi sangre. Desperté casi cuatro días después entre una marea agitada de sueños y pesadillas. No sabía ya lo que era verdad y lo que era fruto de la fiebre y los delirios. Mis manos ya no me recordaban a zarpas peludas y afiladas. Tenían dedos alargados y finos. El pecho me dolía, no solo por la herida que recién comenzaba a cicatrizar, sino por un dolor corrupto y vil que se enraizaba en mí. Había recibido el corte de un hacha, energizada por esa magia pútrida, hedionda y ponzoñosa, en el pecho. Tenía un tajo profundo que iba desde el pectoral izquierdo hasta casi la ingle derecha. Dolía. Dolía demasiado. Si no fuera por mis hermanos y las hermanas de Elune, esa herida me hubiera llevado con la Diosa. Y aun con su ayuda, estuvo cerca de hacerlo. Tardé años en sobreponerme por completo a esa herida, y aun así la noto palpitar con fuerza de vez en cuando. Es un dolor agudo, cortante y ardiente. La enorme cicatriz de mi pecho no fue la única secuela que me dejó aquella batalla. No soy el mismo, y dudo que alguna vez pudiera volver a serlo. Ni siquiera soy capaz de transformarme como hice aquella vez. Las palabras del Shan’do Arroyonegro siguen siendo las mismas: “Luchar contra el instinto no sirve de nada” “No debe ser el instinto del oso, sino el tuyo” “Sobreponerte al instinto es nadar a contracorriente” “No se puede dominar a un animal siendo el animal” “Esto no es como aprender a tirar con un arco: no hay ejercicios repetitivos a dominar. Esto se trata de momentos y de múltiples caminos entrelazados. Yo no puedo caminarlos por ti” Pero… ¿Y qué debo hacer? ¿Rendirme al animal? ¿Dejarme ir y que me devore? Hubiera muerto si no fuera por el cuerpo del oso, pero hubiera vivido mi vida como un animal si no me hubieran devuelto con esfuerzo mis hermanos. Si mi conciencia se hubiera terminado de diluir, ya no sería yo mismo. Supongo que aún me quedan dificultades por superar. Eventos ~
  8. Me sumo a esto Se encontraba terriblemente.
  9. ¿Tú por aquí? Bueno... ¿Qué se le va a hacer? ¡Bienvenido queda caballero!
  10. Yo tengo unos horarios un poco locos ya que este mismo lunes empiezo las clases. Sin embargo, estoy de mañana es España y las tardes de los lunes y viernes. ¡Un saludo!
  11. Belial

    [Herrería] El Filo Presto

    ¿Necesita espada nueva? ¿Afilar la que ya tiene? ¿Puede que herrar a sus caballos o apliques de latón para el caserío? ¿O es que el jubón de cuero se le ha quedado corto? Su primera opción de herrería en Villadorada será sin duda alguna la “Herrería El Filo Presto”, expertos en trabajos de aceros y hierros de calidad. Todo lo que se pueda hacer con metales, aquí tiene precio bueno. Y recuerde: más vale un bolsillo vacío que una espada rota en refriega. Además, compramos cualquier pieza de metal de la que disponga: joyas, armas, herraduras, apliques y demás. Le garantizamos siempre el precio al peso como mínimo. Servicios: Afilado: Revestimiento de metal blando: 15 monedas de cobre. Revestimiento de metal medio: 50 monedas de cobre. Revestimiento de metal duro: 5 monedas de plata. Reparaciones: Pomos, empuñaduras y guarniciones: Consultar. Acanaladura, filos y núcleos: Consultar. Rebalanceados: Consultar. Armaduras y piezas de metal: Consultar. Otros: Consultar. Revestimientos y chapas: Cobre: 15 monedas de cobre por onza. Hierros: 50 monedas de cobre por onza. Aceros: 80 monedas de cobre por onza. Plata: 8 monedas de plata por onza. Oro: 8 monedas de oro por onza. Otros metales: Consultar. Fabricación: Estoques, floretes y bastardas de una mano: De 15 a 40 monedas de plata. Mandobles, espadones y bastardas de mano y media o dos manos: De 25 a 70 monedas de plata. Mazas, martillos de guerra y manguales: De 7 a 55 monedas de plata. Hachas de guerra: De 5 a 60 monedas de plata. Bardiches, lanzas y astas: De 3 a 25 monedas de plata. Cuchillería, dagas y puñales: De 1 a 15 monedas de plata. Herraduras: 50 monedas de cobre por herradura y 3 de monedas de plata por servicio de herrado. Flechas: De 20 monedas de cobre a 2 monedas de plata por unidad. Escudos: De 1 a 25 monedas de plata.
  12. "Entonces de mis güevos saliera"- Zoltan Clusterbolt-Kudaran.

     

  13. Soy nuevo y quizás no tenga mucho que aportar. Aun así me gustaría poder asistir y no tengo problemas en cuanto a horarios. ¡Un saludo!
  14. ¡Yo también acabo de llegar! ¡Un saludo y bienvenido!
  15. Atributos Físico: 7 Destreza: 7 Inteligencia: 7 Percepción: 5 Valores de combate Puntos de vida: 28 Mana: 21 Iniciativa: 5 Ataque CC (Martillo de mano): 9 Defensa: 9 Habilidades Físico Martillo de mano: 2 Destreza Defensa: 2 Herrería: 2 Inteligencia Callejeo: 1 Comercio: 2 Sanación/Hierbas: 2 Supervivencia/Cazar: 2 Tradición/Historia: 2 Percepción Advertir/Notar: 1 Rumores: 2
  16. Belial

    Yorgevin Clusterbolt-Kudaran

    Yorgevin Clusterbolt-Kudaran Información general Nombre: Yorgevin Clusterbolt-Kudaran Edad: 32 años Ocupación: Herrero y mercenario ocasional Descripción física Enano de cuerpo fornido y voluminoso. Sus espaldas son anchas y velludas, al igual que el resto de su enanil cuerpo. Como muchos enanos, tiene unos brazos fuertes y abultados como dos barriletes pequeños, acostumbrados a trabajar en las forjas y al desgaste de las herramientas del herrero. Una desafiante panza se alza a forma de homenaje a las cervezas y quesos que ya han pasado al recuerdo, dándole una figura quizás un tanto oronda. Los dedos del enano, desprovistos de anillos y alhajas, son regordetes y gruesos. Casi desde la punta hasta la muñeca, los callos han conquistado la dura piel enana y dan cuenta del trabajo en la forja que le precede. Aunque no tiene un cuerpo excesivamente castigado, más de una cicatriz y quemadura tiene como recuerdo de despistes y palabras que fueron a más. Cabellos largos y revueltos, de aspecto pajoso y reseco fruto del poco cuidado. Al igual que sus largas barbas, que por poco no llegan hasta la entrepierna, son de un tono café oscuro. Su rostro, casi cubierto en su totalidad por el pelo, apenas deja ver una forma circular con una prominente nariz y unas cejas con pocas horas de cuidado en su historia. Sus ojos, pequeños y de forma almendrada, son de un color esmeralda brillante. Por otro lado, su boca es prácticamente un misterio pues sólo muestra sus piezas dentales cuando grita o vocifera. De resto, su boca se mantiene oculta tras su poblada barba. Por lo general, viste ropajes de lino y lana sencillos y algo sucios. No es un enano muy limpio y esto se refleja en sus ropas. Cuando se encuentra trabajando, ya sea en la forja y en refriega, se ata los cabellos y las barbas con dos cintas de cuero. Su ropa de trabajo es de cuero y apenas usa guantes y botas con alguna tachuela o revestimiento metálico. Casi siempre lleva su martillo con él. Descripción psicológica Yorgevin tiene una mentalidad neutral y que, por lo general, tiende a decantarse por las buenas intenciones. No hace el mal por el mal ni disfruta de las desgracias ajenas, pero si tuviera que robar, golpear o timar para sobrevivir lo haría, aunque con algún reparo. En su opinión, si fuera bueno con todo el mundo sería como una cucharada de azúcar a disolver en un mar de malas intenciones. Por eso, sus buenas intenciones prefiere reservarlas para su círculo de amistades, familiares y conocidos. Para con sus amigos es un enano bonachón, desprendido en el dinero y dispuesto a echar una mano si falta hiciera. Le cuesta negarse a una petición de un amigo, y aunque le duela, de una mujer. Por más que quisiera, no podría negarle ayuda a una mujer o un niño. Y es costumbre que en tanto en cuanto la mujer esté de buen ver, menos le costará mover el culo por ella. Pasional, charlatán y mal hablado, Yorgevin no dispuso de una formación muy extensa. Si bien lee y escribe con no demasiado acierto, la herrería la practica casi por instinto. De sus padres ha heredado el amor por el metal y el trabajo en las forjas, siendo su sueño el abrir su propia herrería. Ni falta hace decir que el que sea poco letrado muchas veces desemboca en cabezonería y obstinación. Se considera a sí mismo un herrero profesional, un abre-cabezas arrojado y un amante empedernido de las cabras y las buenas mozas. Historia -¡Cagüen! ¡Apuntala las entradas que el frío mese mete hasta por el bujero del culo! El enano de aspecto anciano cerró la puerta de la choza de un portazo. Los ojos vidriosos del enano se posaron en su mujer, componiendo un rostro extraño y de desasosiego. Si no fuera porque la mayoría de sus facciones se habían congelado por el frío, la mueca hubiera sido más exagerada. -¡Andecoño sacaste el mocoso ese! -¡Sangre ‘e tu sangre, Zoltan! Lo sacáramos de mis adentro no más hace de dos horas. La tía Petrona túvome tarde entera con las patas a ca’lao, echándolo pa’fuera al condenao. -¡Utateparió! Eso mío no es. De una cabra si acaso, pero mío no es. Si las enaguas no te veo como hará cosa del funeral de mi tío, y el barril no le espachurró la testa ni este verano ni el pasado. Tres hará que retozamos en el pajar. Y yo de otra cosa no, pero de trajinar acuérdome como un gorrino del abrevadero pa’comer. ¡Pero si mira que nariz ganchuda y feúcha! Mía esa no es. -¡Ábrote la cabeza a garrotás! ¡Zarrapastroso! ¡Borrachuzo lamegrifos! No te acordarás porque borracho vas tres cuartos del día. Si hasta cuatro veces vas a la letrina, agobiado por si cagaste o no esa jornada ya. Y la nariz calco de la tuya es, malnacido. Achicá está la tuya porque aquella cabra de una mordía te la sacó pa los aires. -Cagüen… Aunque un mozo mal no se recibe en una casa de bien. Pensaba yo en tener que pedirle al chico de los Traven que me ayudara con las cabricas y los carbones de la forja. ¿Es varón? ¿De cuánto la tranca? -Varón es, varón es. Aunque no más de un garbanzo asustao. -Entonces de mis güevos saliera. El enano, con una botella de aguardiente en la mano, se desplomó sobre una mecedora de madera y comenzó a mecerse dispuesto a trasegar el alcohol sin perder el tiempo. -¡Ni fiebres, ni fiebras! ¡Sácalo del camastro como si hay que prenderlo de las greñas! ¿O qué hago? ¿Pa que carajo quiero yo un mozo si no es pa que ordeñe las cabras? -¡Que ni barbas le salen! ¡Cagüentuabuela! Aguántate semana y media más, que ni a jalar parriba los párpados atina el niño. Agárrale las tetas tu a las cabras, que práctica con ellas falta no tienes. -¡Jodienda te daba a palos! ¡¿Dónde está mi vara de atizar?! Le voy a dar cuatro nalgás que las fiebres por las narices le van a salir huyendo… No transcurrieron más de dos o tres segundos antes de que se escuchara el sonido de los piececitos de un enano saltando de la cama. Como un rayo, un pequeño de orejas y mejillas coloradas abrió la puerta de sopetón. -¡Quieto padre! Que las botas en medio santiamén me las calzo y a por las cabras corro. ¡Pero palos no! ¡Más palos no me aguanta el culo! -¿Viste Beltrana? Ni a cuatro pasos alcancé. Si mi madre ya decía: “Los males del cuerpo hijos del gandul y la gandula son”. Y a palos se cura la pereza, a palos y cogotadas bien dás. Viste como del camastro saltó. Si mira como corre pa fuera a por las cabras. ¡Coge el cubo coñotumadre! ¡Yorgevin! ¡Como gota pierdas a palos te duermo esta noche! -Que orgulloso estoy de mi marío. Razón tenía yo y no la revenía de mi hermana Margariola. -¡Mal! ¡Mal! ¡¿Pero que caraju sus pasa! ¡Potrenco despatao! Habresevisto…. ¿A caso es que me quieres de jorobar la forja? Cagüen… ¡Que las patas te dejen rojas las nalgas! ¡Rápido! ¡Alcánzame un fierro pa jalar los carbones pa fuera! Coñounacabra… Yorgevin, que por aquel entonces cuerpo de adolescente llevaba un palo de hierro pesado y costoso, casi arrastrándolo por el suelo hasta su padre. El enano ya empezaba a tener cuerpo de hombre y los trabajos de campo y las forjas habían comenzado a dar sus frutos. No sin esfuerzo, le entregó la vara metálica a su padre. -Ahora se arrejuntan pa’ca las arrobas que falta no hicieran. ¡Atento! Que más de una vez falta te hiciera en un futuro, mocoso. Pues si el ojo hallado aún no se encuentre a las números y contadurías de los metales, más de dos y tres veces echarás la pata hasta el fondo y el saco no durará más de dos remesas. ¿Pero me estás poniendo la oreja? ¡Mendrugo! ¡Venga! A colorear las herraduras del Traven ese, que sus van a salí los mocos. Prende el martillo y aguarda hasta que endemonie el fierro. Obediente, el joven tomó el martillo de herrero y siguió a su padre. Zoltan, con maestría y experiencia, calentó la pieza de metal con una forma parecida a la de una herradura. Al parecer ya había estado trabajando en ella con anterioridad. Con tenazas y guanteletes de cuero, extrajo la pieza y la colocó sobre el yunque. -¡No sus quedéis en las montañas contando cabras! ¡Venga que el fierro rápido se olvida y hay que recordarlo! Yorgevin comenzó a golpear el hierro con el yunque, intentando darle la forma que recordaba tenía una herradura. -Y pregúntome yo, padre: mas no sería de menos labor, endemoniarlo hasta tornarlo en agua de fierro y hincarlo en cuenco con talla de herradura. -¡Cagüenlascabras! ¡Ojo al martillo que a menos de cuarto de pulgada no le dejas un recuerdo a la herradura y otro a mí! ¡Atento! No sus preguntes sobre aguas de fierro y paparruchadas deesas. Pa cosas desas falta hace versarse sobre fornos altos y trabajo fino. Acá desos no tenemos ni falta hiciera. Aquí como siempre trabajose, hijo: a garrotiazo de martillo de artesano. -Y… Dígome yo padre… -Mucho te comentas hoy, patasfinas. -Que… Que cuando llévose a padre el tiempo, los achaques o los aguardientes. ¿Pa mi toa la forja será? Madre no conoce de fierros y labores de varones. -¡Ojo al martillo! Cagüen… Pos no pronto sus quieres quedar pa ti la forja. Bujero haciendo estás seguro, allá lejos de la trocha. Rápido las patas me querés meter bajo la tierra. Pos no me sé, hijo. Si pa entonces aun la forja está, pa ti toa es. ¿Pa que demonios la quiero yo en hoyo? ¿Pa calentarme los pieses? ¡Cuidao con el martillo cagüentumadre! -¿Otra sus queréis meter pal gaznate? Don Clusterbolt, mucho sus habéis trasegao ya esta noche pa poneros otra. -Cagüen… ¡Nunca encontrara yo patrón de bodega que ne se quisiera sacar de encima los aguardientes! Otra ya, bodeguero. Que de festejo estoy hoy. El posadero, con un suspiro resignado, rellenó el vaso con vodka de enano y continuó frotando una jarra con un trapo sucio. La posada estaba vacía esa noche. Si hubieran festejos locales de seguro se hubiera enterado. -Y… ¿De qué festejos contáis Don Clusterbolt? ¿Preñá están las cabras? ¿A moza alguna trancarais por los codos? -Na, na desas. Hoy las patas tiesas mi viejo las pusiera. Mi madre bien echara ríos por losojos, pero a mí ni pizca pesar que me siento, oye. Padre no es que se portara mal con uno, ¿sabe? Algún varazo llevárame de pingajo. Vez incluso coloradas me dejó las nalgas con fierro de forja. ¡Endemoniao aquella que el palo estaba! Coñoesumadre… Pero la forja pa mi toa es ahora. Varón de la hacienda soy y los dineros a mis manos viene. -Pos no sé si palmá en la espalda o acercarme a darle pésame, Don Clusterbolt. -Si tan preocupao está, otro aguardiente en saco roto no cae coño. ¡Trae pa’cá! -No señor. Ni alojamiento ni comida le podemos ofrecer esta noche. Mas quizá aquella posada, en donde las esquinas del telar pudiera. De precios altos no goza, y rumores han llegado a mí que de buenos platos y bebidas se dispone. Buenas noches. -Utasumadre… Ni pa un enano sus abrís las puertas… Pos na. A dormir al raso como rata. El enano se marchó murmurando, caminando por las calles de Ventormenta. Ni una triste moneda llevaba en los bolsillos. Únicamente llevaba un morral con otro jubón y algo de mendrugos de pan y aguardiente. Eso, y su martillo de forja prendido del cinturón. Tampoco es que le hubiera conservado más de su padre. -Utalamadre que parió a la vieja mía. Pos no casárase con el mangurrían aquél. Gordo. Pichafina. Simplón gandul sin barbas. Aquí yo, buscándome las fortunas en ciudad ajena mientras sus hijos se gozan de mis cabras. Coño. ¡Quita rata que esta calleja pa mi es ahora! Si hubiérome yo empuesto como con aquí las ratas… ¡Otro cantara ahora! Si yo me le dijera a la madre mía: “¡Madre! ¡Callarsus ya! Varón de la casa es Yorgevin Clusterbol-Kudaran ahora. Mi voz ley es ahora, como si fuera rey. Mas si sus queréis revelar o no sus quisierais de hacer lo que yo me digo, con la vara de padre os daba en los lomos. ¡¿A dónde puso padre la vara?! ¡Traéla acá que estrénome yo en el arte de atizar contigo! Así pratico pa cuando moza me lave en mi casa”. Pos no. Callome yo como mocosa llorona. ¡Fuime de mi casa sin más que dos panes tiesos, dos botellas de padre y un puñao de monedas de la mesa! ¿Endecuando tantas moneas se faltan pa viajar? El enano se acurrucó en el callejón que apestaba a orina y comida rancia. Con un suspiro se entrelazó los dedos sobre la panza y comenzó a murmurar mientras el sueño se lo llevaba de la conciencia a rastras. -Cagüentó… ¿Pos no es Yorgenvin enano de mundo ahora? Que hasta trenes ha cogido ahora… ¡Viajao por ende debajo de las montañas y las piedras! Si la Froilana viérome ahora… ¡No riérose como rió cuando pa’bajo me jalé los calzones! Coñosu… -¿Y por qué entonces es que quiere estar aquí? ¿No habían forjas en Forjaz? ¿Ya se secó la lava de la montaña? -¡Já! ¿Pos no sus sois ignorantón? ¿Ende qué manera se acaban las lavas? Tol mundo lo sabe: las lavas salen de las cagás de un titán que hay bajo tierra. Trasiega piedras y por el culo le salen las piedras con fuego. Pero no, patrón, deso no se tratara. Allá falta hace de saber leer y escribir pa casi toas las cosas de fierros. Pa tontunas en forja ya se usan hasta maquinolas, fijárase usté. Allá de leer patrones y poner en papel letras se hace de falta. Y yo escribir, como una cabra que me salen hasta las “o”. ¿Pos no es la más facilona? Si es así, gorda y redonda como el sol. Y leer… Pos no muchas letras me sé yo. El humano asintió, entendiéndolo casi a duras penas. Se limpió un instante las manos en el mandil de herrero y se la tendió. Bajo estándares humanos, aquél hombre tenía una mano potente y fiera. Sin embargo, bajo los ojos de Yorgevin aquella palma no llegaba ni a la de su madre que no hacía más que cocinar y remendar en la salita. -Buenas manos me hacen falta, sí. Una ayuda bien me vendría para dar martillazos en el yunque y cargar unas cuantas arrobas de carbón y hierro bruto. ¿Qué sabes hacer en la forja? ¿Qué oficio era el tuyo antes? -Antes a piñazos me ganaba yo el pan, patrón. ¡Já! Pos no pocas crismas abrí yo con los puños estos y el martillo de padre. ¡Pero ná pa que sus coma los pensares! ¡Ná que no se pudiera! ¡Bandíos y malandrines na más! Tos echaos a perder. Y de los fierros cosas me sé. Padre cosas enseñome allá en Dun Morogh. Me sé como encender los fornos y las forjas. Me sé también como endemoniar los fierros y darle formas pa lo que usté quiera. Me sé enyerrar cabras, que lo mismo serán que caballos, dígome yo. Me sé cosas con el cubre y el latón también, mas hacer el acero como padre no me sé. Quédome bien pero no de tan bueno. ¡Usté tenía que verlo! ¡Hasta piedra partió una vez con una bastarda pa no sé qué buscapleitos! Con mis ojitos enaniles que me lo vi yo. -Bueno… Como ayudante bien me vienes. Y la paga… Mucho no te voy a poder ofrecer. Y menos si la semana se diera mal. Vamos a ver… El herrero se meció las pobres barbas oscuras que tanta gracia le hacían al enano. -No más de unas pocas platas. Justo pa que no duermas en raso y te puedas llevar una sopa a la boca en la noche. Alguna cerveza o aguardiente si te aguantas bien el dinero en los bolsillos. Quizás incluso unas calzas nuevas si la semana se da bien. Justo, ¿verdad? -¡Mismo ahora me pongo a cargar arrobas de carbones! ¡Dígame patrón ande se las arrimo! Eventos ~
  17. ¡Gracias a todos por la bienvenida! Espero que el Señor de las Mentiras pueda estar a la altura del lugar.
  18. Por lo general no es que sea muy dado a las presentaciones, pero lo intentaré. Dentro música, por favor. Ahora me apetece un poco más presentarme. Llevo unos años ya en el mundo del rol, especialmente en el de World of Warcraft. Por lo general siempre me han gustado los goblins y los sin'dorei, aunque dudo que haya alguna raza que no haya roleado ya. Lo mismo se extiende a las clases. Llevo un tiempo apartado del rol y tenía ganas de volver a introducirme en este mundo. A estos parajes llegué de manos de Abrahel y actualmente estoy preparando a un enano. ¡Espero poder pasármelo bien aquí! ¡Un saludo!
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