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Featherstorm

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Todo el contenido de Featherstorm

  1. Apariencia física y vestimenta Personalidad Historia ¿Qué clase de historia narraré para ti hoy? Quizás una de los Caballeros de Strom, parangones de justicia y valor ¿O tal vez prefieres una de magos y misterios arcanos, de catacumbas viejas y libros polvorientos? ¿No? ¿Qué te cuente una mía? Mmh…déjame pensar ¿Por dónde empezar a contar la historia de algo tan antiguo como un elfo? ¿Empieza la historia de un árbol cuando es semilla, o se remonta a cuando su predecesor nació? ¿Debería empezar desde antes? Cuando pusieron sus pies en los bosques del norte y supieron que su viaje había terminado ¿O quizás cuando alzaron las primeras torres y cúpulas violetas de Dalaran? ¿O por lo más reciente, cuando el Príncipe Maldito cambió el verde del bosque por el gris y clavó su espada en el Corazón del Sol? Quizás esas cosas no importan y los elfos nos preocupamos tanto por el contexto de todo que olvidamos que las historias, buenas o malas, son universales. Y no siempre necesitas entenderlo todo, para comprender lo que vive alguien más. Solo escuchar. Y para ser una raza que tiene orejas tan portentosas como las nuestras, es curiosa nuestra falta de voluntad para oír. Aprendimos eso demasiado tarde. No empezaré esta historia, por lo tanto, con detalles que no creo que quieras escuchar realmente. De nada sirve describir pálidos empedrados, rutilantes fuentes y calles y avenidas áureas. Ni bazares mágicos o fiestas hasta altas horas de la noche llenas de seda y perfume. I. La idea del Sur Nuestra historia comienza entre los espesos bosques y las pequeñas aldeas. Donde los elfos vivían vidas menos elegantes, pero no menos mágicas. Donde el vino toma el color del atardecer. Donde las copas de los arboles se mecen en un arrullo tan dulce como las fresas que se deshacen en tus labios. Alay, como todos sus hermanos y hermanas, fue recibida con gran anticipación por la familia Aureaster. Todos se juntaron en el salón principal, de pisos de madera oscura y grandes ventanales, para ver a Lady Vysalia entrar y presentarla. Pero ella entró sola. Y es que Alayratiel había nacido con una frágil salud. No tenía la firmeza de su madre, una antigua sacerdotisa ordenada, ni la fuerza de su padre, un aún firme guardia forestal. Y por lo tanto, no creció igual que sus hermanos. Tan diminuta, tan frágil. Todos hicieron su deber cuidarla en sus primeros años. Preciados como son los niños para los elfos, nadie quería quitarle el ojo un segundo. Cuando creció apenas salía de la casa sola. Y no se iba lejos. Otras noches en las que se sentía particularmente débil, su madre le cantaba mientras imponía la Luz sobre ella, llenándola de calma. Pero también de una extraña melancolía. El suave dolor del que se resigna a ciertas cosas. Tuvo que rogar a sus hermanos que le permitieran ir a los Festivales que se daban en Sauceleste, la aldea cercana, y aún así fue difícil convencerlos. Pero que gratos eran los recuerdos. Que doloroso era el regresar a casa. No paraba un segundo de hablar de las luces, la música, la comida y los bailarines. Como si sus hermanos no hubiesen estado allí con ella. Complacientes, asentían y sonreían. Su infancia se pasó así. Entre galenos, permisos y ruegos. “Tu espíritu aventurero es el de un Aureaster”-le dijo un día Kérys, su padre, mientras afilaba su pesada lanza- “Pero tu cuerpo no, mi luciérnaga. Deberás ser paciente con el, y esperar a que alcance a tu espíritu” Y entonces lo fue. Y si hubiera vivido una infancia igual que la de sus hermanos, jamás habría descubierto lo que descubrió. El Torreón del Molino era un lugar antiguo. Un viejo salón rural, convertido en casona para alojar generación tras generación de Aureasters; expandiéndose con los años y los intereses de sus habitantes. Un viejo salón de tiro por allá, un establo de dracohalcones por el otro lado. Todo bajo los parsimoniosos giros de las viejas aspas de un molino, que como vigilante silencioso miraba hacia más allá de las fronteras, hacia los lejanos reinos mortales. Y ya que ese mundo por el que Alay sentía curiosidad le estaba vedado por ahora, decidió que exploraría todo lo que el Torreón podía ofrecerle. Y se decidió a encontrar cada espacio y conquistarlo. Se trepó hasta los techos buscando viejas flechas clavadas por un muy mal tirador. Entró a silenciosos cuartos cerrados de familiares que hace mucho no venían, perdiéndose entre vestidos pasados de moda y cuadernos apolillados Abrió arcones de cuero gastados. Y allí encontró algo que le cambiaría su vida. Un diario de viajes. Era de la época en la que su madre había viajado en comitiva al sur, a los reinos de los hombres y enanos. Y allí, en el asentamiento en las montañas de Quel’Danil, se conocieron. Su padre estaba sirviendo como centinela El viejo cuaderno contaba historias de cacerías de lechúcicos; encuentros con enanos montando sus poderosos grifos; escaramuzas de trols y más adelante, un viaje a Stromgarde, Dalaran y Ventormenta. De regreso a Lordaeron se tomaron de la mano y prometieron que una vez volvieran al reino comenzarían su cortejo. Era una simple bitácora. Pero en algunas notas podía captar y casi sentir la emoción de Vysalia por cada nuevo encuentro. Su fascinación por los castillos y fortalezas humanas. Por las forjas enanas y su ingeniería tan peculiar. Por la nieva y las hojas caídas. Una noche antes de dormir, soprendió a su madre. -¡Quiero ver los tanques de los enanos! ¡Quiero ver las montañas nevadas! ¡Quiero ver el mar! La única respuesta de sus padres, fue darles el cuaderno de su padre, para que leyera las experiencias de ambos. Quizás no podían darle el mar, tanques y montañas. Pero podían darle un vistazo. Algunos elfos en su niñez entran en su fase de unicornios, dracohalcones, zancudos. Pero Alay saltó directamente a su fascinación con el mundo. Le compraron un mapa que abarcaba casi todo su cuarto, donde con doradas chinchetas marcaba los lugares a los que iría. Cuando comenzó su educación en el sagrario local, no paraba de hablarle a sus nuevos “amigos” las palabras en enánico que estaba aprendiendo. O decía que quería recibir su pulsera para demostrar que era una adulta, como los humanos. El colmo fue cuando llamaron a sus padres, cuando Alay ya estaba entrando en la adolescencia La recientemente nombrada directora, Cressida Caire’lune los sentó a ambos padres y les mostro lo que su hija había hecho en el taller de artes...un casco de diseño Stromgardiano de papel maché. Su padre rió y su madre escondió su cara entre sus manos. II. La doncella y el diplomático Pero todo eso quedó atrás cuando la guerra irrumpió en su vida. En un abrir y cerrar de ojos, el Torreón ardía. La gente corría. Y su madre y su padre le soltaron la mano para no volver a apretarla nunca más. Sola, fue enviada a la capital bajo el cuidado de una tía, Lady Marssene Árbol Dorado. Fue extraño para la joven Alay ir a la capital. También había soñado visitarla, pero en sus sueños, lo hacía como una exploradora famosa. Como una viajera avezada. El hogar de Lady Marssene en nada se parecía a la digna, pero simple casona de campo. Esta era una mansión élfica. De grandes puertas doradas, cientos de sirvientes autómatas y otro puñado de sirvientes elfos. Donde había tantos cuartos que no se sabía hasta donde llegaban. E invitados y fiestas cada noche. Marssene no era una mujer cruel. Pero sí era vana. Adoraba a Alay como quien adora un hermoso florero; un brillante candelabro; o un bonito y suave perro faldero. Y se aseguró que su querida sobrina, fuese instruida en lo necesario para no hacerla pasar vergüenza entre los demás nobles. Pronto se le asignó clases y profesores adecuados en todo lo que no sabía. Se eligió que instrumentos aprendería. Se le enseñó a vestirse. A cantar. A hacer arreglos florales. A modular su tono. Etiqueta y cortesías. A bailar. Y muerta y enterrada en su mente quedaron todas las fantasías de viajes, exploración y aventuras. Cuando los elfos llegan a otra cierta edad,comienzan a pensar que serán. “Seré un forestal. Amo el arco y me gusta pasar tiempo fuera” dicen algunos “La magia es lo mío. Seré un magister e iniciaré mi propia academia” dicen otros “Quiero algo distinto. Seré un sanador” “Lo mio es lo místico y marcial. Ya estoy entrenando para entrar a la orden de los Rompehechizos” Esas eran las charlas que oía Alay al salir de sus clases en el Sagrario Oeste…pero solo asentía y alentaba a sus compañeros. Ella sabía que no era apta para muchas cosas. Y menos aún, Marssene no le permitiría elegir tales caminos. Ella estaba destinada a ser una esposa noble. Si tenía suerte, podría seguir evadiendo el elegir un esposo, pero eventualmente el deber la alcanzaría. Un hombre con un buen apellido. Darle hijos. Tocar el arpa para él. Quizás en sus hijos encontraría consuelo y alegría. SI su salud le permitía ser feliz con ellos suficiente tiempo. Estaba perdida en sus ideas cuando regresó a casa. Abatida en su melancolía como casi todos los días. ¿Cómo podía sentirse tan triste en una ciudad tan esplendorosa? ¿Cómo es que estando en el lugar mas bello sobre la tierra podía sentirse tan abatida? ¿Cómo en un mar de gente un elfo puede sentirse solo? Casi en automático oyó a su tía mencionarle al muchacho con el que se vería hoy. Un tal Avandier Bosphorian. Un elfo de exquisitos gustos. Que adoraba las artes y un sinfín mas de cosas que Alayratiel fingió oír. Se puso sus mejores ropas y tomó el carruaje que la llevaría a la Casa de Ópera. En el palco aguardo y sintió un ligero toque en su espalda. Como bien sabia le dedicó una reverencia, cortés. Avandier era un hombre de rojizo cabello y piel pálida. Y con una inusual y corta, pero pulcra barba. La función de aquella noche, una serie de poemas musicales sobre la fundación de Dalaran había sido compuesto por él. Sin duda, una cita para mostrar su capacidad y alcance. -¿Un hombre de artes? -Así es. ¿No son las artes la forma más pura de magia? ¿No elevan nuestras almas y movilizan nuestros sentidos a un punto donde hacen que nuestro cuerpo actúe por si mismo? Llantos, sonrisas. Hasta un ligero balanceo o golpes de pies o dedos. Alay recordaría aquellas palabras por el resto de su vida. La música comenzó y no tuvo tiempo de responderle. Aunque sí fue contundente con su crítica a su “poema musical” quizás con la esperanza de que lo espantaría. De que aquel hombre se marcharía como el resto, ante una presa evidentemente reticiente. Pero solo lo convenció más de pedir otra tarde con ella. -Soy uno de los inversores principales en el Sagrario Oeste ¿sabes? Tus profesores tienen una excelente opinión de ti. Creen que eres muy aplicada. Aunque algo…mecánica. Me contaron bastante de ti-le confesó en otro momento-¿Por qué no te unes a mi y exploras tu verdadero potencial? Alay quedo perpleja. Realmente no supo que responder -Alayratiel. Tienes todos los caminos disponibles. Ese es mi regalo para ti. Te doy la oportunidad de elegir. Quizás te sientas inclinada a desconfiar. Y no te culpo. No tienes razones para pensar lo contrario. Pero veo en ti alguien similar a mi. Complaciendo durante toda mi juventud a un padre que me crió para que fuera una extensión de sus sueños y ambiciones.. Y cuando murió jugando sus juegos de nobles quedé sin rumbo ¿Qué debía hacer con todo lo que aprendí? ¿Con todo lo que tenía? Así que abracé todo lo que pudiera hacer. Soy un fomentador de las artes, las ciencias. Y estudié culturas e idiomas y espero pronto iniciar un viaje diplomático. Y quiero que cuando lo haga, vengas conmigo, como mi esposa. III. Memorias de armonías En un salón excavado en la montaña, con espiralados pilares y cristales luminosos, una sacerdote daba un calmado discurso -Muchos hemos llegado aquí con miedo. Sobrevivido a otros seres queridos y pasado frío, dolor y muerte. Otros no lo han logrado y aun los recordamos. Otros dieron su vida en los primeros años. Dando todo porque vivamos un día más. Y por eso honramos a todos ellos aquí. Sus nombres, imborrables en nuestros corazones. El sacerdote dio pie a que Alay comenzara a tocar un himno en su laúd, como acostumbraba en cada ceremonia. Una melodía calmada y solemne, que luego rompía en un arpegio doloroso y brillante, lleno de anhelo. Lleno de esperanza. Una melodía que sobrevivía. Todos se levantaban luego, pero Alay se quedaba allí, rememorando, meditando. Rasgando sin ton ni son su laúd. Aun le sabía a poco el tiempo que había estado con Avandier. Cuando se casaron vivieron en una bella casa a las afueras. Con un estudio para las composiciones que hacían juntos y por separado. En su primer aniversario le presentó un hermoso laúd que cuidaba con mimo y llevaba a todos lados con ella. Cantaba en cada celebración, para el bochorno de las fiestas en las que coincidia con Lady Marssene. Pronto entendió que su larga vida podía ser un regalo. Uno maravilloso. Donde tenía tiempo. El mas precioso de los regalos. Con él de su lado, podía hacer todo. Ser todo lo que quisiera. Y aprender y experimentar cuanto quisiera. Avandier confiaba en ella asuntos importantes y era su confidente y su secretaria. Le recordaba personas importantes con quien encontrarse y a preparaba regalos adecuados para sus encuentros. Eran felices, aún en su extraño arreglo. Y cuando la guerra los encontró fuera de su reino, movió cielo y tierra para mantenerla a salvo. No dejó que la pena o el miedo la invadieran. Fue su escudo. Fue todo lo que un esposo debía ser. Y se aseguró de que llegaran a Quel’danil en una pieza. Pero la carencia de la Fuente del Sol los afecto a ambos de forma diferente. Alay se aferró a su música y cada nota y cada solo eran una plegaria a la esperanza y al mañana. Avandier se notaba cada día más débil. Luchando como podía con aquel enemigo implacable e invisible. Y un día, sentado en el regazo de Alay, cerró sus ojos para no abrirlos más. Sonriendo, afiebrado, pero feliz de que lo ultimo que oyese fuese a su leal compañera. El rasguido del laúd, alzándolo hacia un lugar donde descansaría, pero donde Alay no podría volver a abrazarlo ni sentir su calor. Alayratiel lloró amargas lágrimas. Sola, sin quien fuera su último pedacito de hogar y familiaridad, cualquiera podría haberse sentado a dejar que el tiempo corriera. Que las lagrimas se secaran y que las estaciones cambiaran. Pero ella no lo haría. Su gente aún la necesitaba. Aún estaba aquí. Regresó en sí, con su laúd callado ahora. Iría a la taberna a tocar y alegrar el ambiente un rato. Mientras tocaba vio a un novicio coquetando con una forestal, bebiendo amistosamente. Y algo regresó a ella. Los diarios de sus padres. Su mapa en su cuarto cubierto de chinchetas doradas. Avandier tomándola de la mano para mostrarle su lugar favorito en Dalaran. El mundo estaba allá afuera aún. Si ella tenía el valor de caminarlo. Y si sus pies se cansaban, descansaría. Si la lluvia o granizo atronaban, se refugiaría. Y si el viento silbaba, esa sería la melodía para su camino
  2. Featherstorm

    [FICHA] Alay

    Atributos 5 Físico 6 Destreza 8 Inteligencia 6 Espíritu 8 Percepción Valores de combate 20 Puntos de vida 32 Mana 9 Iniciativa 9 Ataque a Distancia (Ballesta Ligera) 7 Ataque CC Sutil (Espada Ligera) 7 Defensa Habilidades Físico Destreza 1 Espada Ligera 1 Bailar 1 Equitación 1 Escalar 1 Defensa 1 Nadar Inteligencia 1 Religión (Luz Sagrada) 1 Sanación/Hierbas 1 Conocimientos/Historia (El Alto Reino Élfico) 1 Conocimientos/Historia(Reinos Humanos) 1 Conocimientos/Historia(Clanes Enanos) 1 Conocimientos/Historia(Magia Arcana) 1 Abjuración básica 1 Conjuración básica 1 Evocación básica 1 Encantamiento básico 1 Ilusión básica Espíritu 1 Voluntad Percepción 1 Ballesta Ligera 1 Advertir/Notar 1 Buscar 1 Disfraz 1 Etiqueta 1 Reflejos 1 Rumores 1 Música (Canto) 2 Música (Laúd) 1 Música (Dulcémele) Especialización Arcana: -Ilusionismo
  3. Documento Identificatorio del Alto Hogar Nombre Alayratiel Alaris Mérianor Amarantis Sur'Alessia Lugar de Nacimiento Torreón del Molino, Sauceleste Apellido Bosphorian (nacida Aureaster.Viuda) Padres Lord Kérys Aureaster y Lady Vysalia Árbol Dorado Edad 114 Altura 1 metro y 56 centímetros Peso 49 kilos Ocupación Artista Errante Roles participados Roles narrados
  4. "Un viaje de mil pasos empieza con el primero. O alguna chorrada así que suene inteligente" Eventos Asistidos - Eventos Mastereados -
  5. Atributos 5 Físico 6 Destreza 9 Inteligencia 7 Espíritu 6 Percepción Valores de combate 20 Puntos de vida 36 Mana 6 Iniciativa 8 Ataque a Distancia (Honda) 7 Ataque CC Sutil (Dagas) 8 Ataque CC Sutil (Bastón) 8 Ataque CC Sutil (Cuchillo) 7 Combate s/armas (DEF) 7 Defensa Habilidades Físico 1 Atletismo Destreza 1 Dagas 2 Bastón 2 Cuchillo 1 Equitación 1 Escalar 1 Defensa 1 Lanzador 2 Nadar 1 Combate s/armas (DEF) Inteligencia 1 Fauna (Fauna Acuática) 1 Navegar 1 Sanación/Hierbas 1 Supervivencia 1 Transmutación Básica 1 Evocación Básica 1 Encantamiento básico 1 Abjuración Básica Espíritu 1 Voluntad Percepción 2 Honda 1 Callejeo 1 Comercio Escuelas/Especializaciones ~Transmutación Raciales:
  6. Nombre "Amelia. No. Mi documento esta mal. ¿Que clase de nombre cutre es Romelia? JA...ja..." Raza "Persona. Ah, no, que raza. Tirasiana" Sexo ¿Sexo? ¡SEXOOOOOO! Edad "¿Quién pregunta? Lo suficiente para beber"(17) Altura "Más que un enano, menos que un elfo. Creo" (1,65) Peso "Levántame y adivina, guapo" (62 kilos) Lugar de Nacimiento "El vientre de mi madre, tarado" (Alrededores de Brennadam, Kul'Tiras) Ocupación "Un poco de esto, un poco de aquello.Si mamá pregunta, estudiante" Descripción física: Descripción psíquica: Había una vez una jovencita, de cabellos rojos y mirada verde brillante que vivía en una pequeña casita, junto a su madre, en el país de Kul'Tiras. Hete aquí que la niña nunca paró de liarla. A pesar de que no era esa su intención (no todo el tiempo al menos). Sus capacidades mágicas dejaban mucho que desear ¿y compensaba eso con su gran corazón? La verdad es que tampoco. Pero esta es su historia:
  7. El viento helado cortaba la cara de la elfa y hacia que su desgastada capa gris hondeara con el viento. Avanzaba a duras penas por un rocoso paso, bajo un cielo plomizo que prometía nieve. Avanzaba lentamente, tratando de no tropezar o sorteando rocas de mayor tamaño. Al sur. De vuelta a casa. Según uno de los vigías del camino que se había cruzado, ya debería estar cerca del refugio de montaña. No había abandonado aun los limites de Stromgarde. Costosamente, llegó a la cima. Miró hacia atrás. Cansada. Las primeras luces se comenzaban a encender en un pueblo, distante. Y súbitamente, se sintió aislada. Como si a pesar de que cada punto brillante fuese una persona, ella estaba allí. Lejana. Inalcanzable. Distante. Pero nadie mas que ella se había puesto en esa posición. ¿Qué más podía esperar? Una mujer sin patria. Una mujer sin familia. Una elfa. Una refugiada. Había intentado encajar. Había intentado demasiadas cosas, a decir verdad. Se abrazó a si misma. El frio le calaba en los huesos. Dio la espalda al valle y siguió el ascenso, tiritando. Para cuando los primeros copos de nieve comenzaron a caer, aun no había rastro del refugio. Volvió sus pensamientos a quienes supo llamar familia. Elegost… Se habían distanciado. Desde el asunto del prisionero. Torcio el gesto debajo de la tela que usaba como bufanda. No. Mucho antes. Lo quería muchísimo. No podía decir que lo amaba. Pero le tenía un gran afecto. Era su familia después de todo. Elegost. Aquel humano que demostró un mínimo de respeto e interés por ella. Elegost. El humano gentil y caballeroso. Elegost…el humano inflexible y tosco. ¡ELEGOST! Aquel que dejo morir de hambre a un bandido maniatado. ¡ELEGOST, ELEGOST! Tantas cosas a veces irreconciliables que confluían en aquel humano. Elegost…aquel que no siempre podía saber que es lo que ella quería…pero la quería de todos modos. Ele…el que la forzó a arrojar a un lado las mascaras y mentiras que ella misma se había dicho tantas veces. Ele…aquel que hacía que evocar sus facciones en su mente le generara un nudo en la garganta. La elfa apretó los puños. ¿Era así como se iba a despedir de él? Una vez más se marchaba. Como muchas veces le había recriminado a él. Tan perdida estaba en el pensamiento que no se dio cuenta cuando trastabilló. Un dolor punzante recorrió toda su pierna izquierda. Pero eso no fue lo peor ya que empezó a caer, colina abajo. Trataba de aferrarse a algo pero nada parecía parar su caída. Excepto un par de brazos fuertes. Un elfo. De brazos fuertes y mirada serena. Una mirada verde, del color de los demonios. -Bendito sea el Sol de que te haya atajado a tiempo. Sino seguirías rodando. Alay había quedado aturdida. Intento zafarse pero aunque el elfo no se lo impedía, el dolor en el pie le hizo soltar un alarido. -No sea testaruda, mi señora…déjeme llevarla al refugio. Yo también me dirijo allí a pasar la noche. La elfa torció el gesto. Pero en esta situación no le quedaba mas que confiar. Y ahora que notaba, poco podría haber hecho. Sus cosas quedaron desperdigadas en la caída. -Soy Ilmarin.Ilmarin Solarasta. Encantado de conocerla. Alay no respondió, buscando sus cosas con la mirada, camino arriba. -Descuide, buscare sus cosas, aguarde aquí-la ayudó a sentarse en una roca y raudo y veloz buscó sus cosas. Tras unos pocos minutos regresó con la mochila, la espada, el escudo que había conseguido recientemente, su arco y carcaj y el laúd. -Mi…mi laúd… -Lo siento, mi señora. Creo que no lo logró. El mástil estaba partido a la mitad y la caja tenia un enorme hueco, suficientemente grande para que un puño pasara por este. Probablemente había atajado la caída de la elfa un par de veces. El elfo se lo entregó solemnemente. Y Alay suspiró. Y apretó los labios. -Era mi último…lo último…mi único…-no alcanzaba a decir nada. Nada era suficiente. Su laúd. El ultimo recuerdo de su esposo y su principal medio de vida. Ilmarin la acompañó hasta el refugio. Una excavación en la roca, resguardada por un parco muro de roca. El elfo dejo su arco y su mochila a un lado. E intentó improvisar un fuego, para aplacar el frío que la nieve traía consigo. Pero las pocas ramas que tenía no eran suficientes. -Usalo…-dijo Alay tendiéndole los restos de su laúd. -Mi Dama, no creo que sea… -Usalo.Y no me llames “Mi Dama”. Solo soy la Dama de una persona. Llámame Alay. -Vale-dijo buscando evitar mucho más conflicto. El humilde fuego ardía minutos más tarde. Alayratiel solo lo observaba en silencio, aprovechando su calor. Extrañaba el fuego del hogar. Sus pensamientos se dirigieron ahora a Lylia y Fergus. Seguramente a esta hora estarían cenando. Un fuego más calido ardería en la chimenea. Ele II estaría retozando en el pórtico. Fergus quizás habría ido allí y Lylia lo haría dormir en el sofá. Pero él no se quejaría demasiado. La sensación de nostalgia le hizo lagrimear los ojos. ¿Por qué no se había quedado allí? -¿Estás bien, Alay?-Ilmarin la sacó de su ensoñación. En su mano extendida, un pañuelo. Alay lo tomó y se secó las lagrimas. -Estoy bien. Solo extraño un poco mi hogar. Pero pronto estaré allí. -¿Hogar? ¿Quel’thalas? Alay hizo una mueca de molestia. -No. Villadorada, en Elwynn. -¿Te has…quedado entre los humanos? -Sí. ¿Dónde mas? -No sé. Pense que quizás vivirías entre los nuestros, en QUel’danil. -No. He decidido pasar el resto de mis días entre ellos. -No suenas feliz con ello. ¿Sabes?-el elfo dudó unos segundos-Si quisieras, podrías volver a Quel’thalas. Alay miro fijamente al elfo. Este sonreía levemente, no parecía decir nada de todo eso con mala intención. -¿Volver? Asintió. -No habría problemas. Claro, estarías bajo investigación y vigilancia un tiempo pero…probablemente tras un año o menos estarías andando a tus anchas por nuestro hogar. Regresar…la idea la tentó. Regresar a casa. Quizás encontrar algunos familiares, si eso. Volver al hogar que su familia tenía, el Torreón del Molino. Observar a las ovejas pastar desde la colina. Ver la frontera desde su pórtico. Los recuerdos la hacían sonreír. Compartir la dicha de estar entre aquellos que comprendían su dolor. Y quienes de verdad podían aligerarla. -No es problema si dices que no. Ilmarin notó que lo meditaba. Pero no quiso insistir mucho más. Alay asintió. -Quiero volver a Quel’thalas-dijo súbitamente. Alay despertó con el sonido de las aves cantando. Era una mañana soleada y fresca. Ilmarin le sanó la pierna con un poco de Luz, lo que le permitió caminar mas cómodamente. Observó la fogata, ya apagada, donde nada quedaba de su laúd. De la misma forma, creyó, nada quedaría pronto de Alayratiel. La elfa que vivió entre los humanos. Ilmarin la guió por un sendero mas apartado, donde podrían retomar otro camino hacia el norte, menos transitado. Desde allí podrían marchar hacia terreno de los Renegados, que les permitirían un viaje en barco a Lordaeron. No se sentía cómoda con la idea, pero tuvo que aceptarlo. Lo que fuera por volver. A medida que avanzaban por el estrecho sendero, poco frecuentado en efecto, Alay meditaba aun más. Ilmarin mencionaba detalles de las refacciones y mejoras en Lunargenta. Y como todo ahora se veía mejor. Como Lor’themar había establecido áreas seguras en el bosque sur. Como cada día le ganaban más terreno a la Plaga. Pero Alay poco escuchaba. Aun dudaba. -¿No has escuchado nada de lo que dije, no? -Lor’themar reforzó las atalayas al sureste del Camino Real. Sí. -Ah, estabas oyendo. -Si. -Pero…no estabas escuchando. ¿Tienes arrepentimientos, Alayratiel? ¿has dejado algo sin hacer? -No, nada. Pero ella sabía que era mentira. Que sí dejaba atrás personas. A Lylia, a Fergus, a Elegost. ¡Pero eran humanos! Ellos la olvidarían eventualmente. Todo lo que ella viviese de todos modos con ellos, se olvidaría. -Alayratiel. Debes estar segura de volver. No hay marcha atrás una vez lleguemos. -Lo estoy. -No,no lo estás. -Deja de insistir, Ilmarin. No es tu problema. -Alay. Si…si…bueno, si te…-buscaba la palabra adecuada,uniendo las yemas de ambas manos-Entremezclaste con ellos…quizás deberías quedarte. -¿¡Qué!? No, no. Te haces la idea equivocada. No es nada de eso. -Pero sé que algo dejas…-dijo mientras aun avanzaban. Quería creer que no. Lylia estaría bien. Ella era fuerte. Los humanos eran resilientes. -Ilmarin.-dijo horas luego de abandonar la montaña y comenzar a entrar en senderos bajo un amplio bosque-¿Crees que soy una traidora? -No. No lo creo. Simplemente tomaste otro camino. Creo que todos somos concientes de las decisiones que tomamos. Y vivimos con ello ¿no? -Supongo que si. -Si decidiste marcharte o no regresar ¿quizas fue por algo importante? ¿quizás encontraste algo más en el mundo de los humanos? ¿o tal vez algo que nuestra gente no podía ofrecerte? Yo mismo viajo seguido fuera de Quel’thalas porque…bueno, no siempre me encuentro cómodo allí. Algo allá afuera. De repente estaba otra vez, siendo la niña enfermiza que miraba hacia la frontera. Deseando ver el mundo. Y en otro momento era la esposa de Elrys, deseando cantar junto a él y que sus voces recorrieran el mundo. Que las lágrimas brotaran al oírla cantar. Y que las penas se aligerasen al escuchar el rasguido de su laúd. De repente entendió también el porque quería ser sacerdotisa. Tarea en la cual había fallado estrepitosamente. La vida de Alay era un fallo tras otro. En su salud, sus deberes maritales, su poco inspirada carrera musical, en sus intentos de ser parte de la humanidad. En su relación con la Luz. Y en su lazo con Elegost. Practicamente era una vida larga desperdiciada. Ni siquiera había podido criar a Lylia como se esperaba. Era verdaderamente un fallo. Lo mejor que podía hacer, creía ahora, era regresar a Quel’thalas. Y quedarse allí a esperar ser de utilidad. Alay habia visto actos de mucha crueldad y egoísmo de parte de los humanos. Había recibido acusaciones injustificadas y prejuicios. ¿Por qué volver a todo eso? ¿Por qué querría quedarse en un lugar que no era el suyo? -Creo que estoy haciendo lo correcto al volver a Quel’thalas.-dijo como única respuesta a Ilmarin. Cuando la tarde comenzaba a morir, llegaron al destacamento de los Renegados. Una serie de empalizadas protegían el campamento en forma de medialuna. Los seres cadavéricos la miraban con recelo y el hedor a muerte rondaba por todo el lugar. En el centro del campamento había una elfa. De cabello rojizo y mirada vivaz. -¿Qué tenemos aquí, Ilmarin? ¿Qué trae nuestro explorador? Ilmarín carraspeó. -Es Alayratiel Aureaster, Lady Lyris. Desea regresar con nosotros a Quel’thalas. -Vaya…-la elfa rondaba a Alay, examinándola-Y debemos creer que este zancudo cobarde es de fiar ¿verdad? -Deseo regresar a mi hogar, Lady Lyris-Alay trató de mantener la calma. La presencia de la mujer era sumamente intimidante. -Eso dices. Pero veamos que dice tu corazón. -Lady Lyris esto me parece sumamente irregular y no creo que sea correcto-Ilmarin estaba tenso y tomó a Alay del brazo. -Yo decidiré si es correcto o no. Lyris apartó a Ilmarin y atenazó a Alay de ambos lados de la cara. Luego dijo solo una palabra. Alayratiel sentía como si un cuchillo se metiere profundamente dentro de su cabeza. Movio los ojos frenéticamente y atinó a mover los brazos para intentar zafarse pero un par de no muertos le sostenían los brazos. -¡Sueltala, Lyris! -Apártate, elfo-un renegado mas aparto a Ilmarin. El cuchillo que sentía en su mente la hacía chillar de dolor. Y este obligaba a su vez, a que todos sus recuerdos se volvieran vívidos en su mente. La presencia de Lyris violaba su mente y su alma y la llenaba de terror y dolor. En tanto la forzaba a vomitar todos sus recuerdos y sus mas profundos anhelos. Y toda la información que éstos tenían. -¡Ah! Nuestros caminos se habían cruzado antes…así que eres la mascota de ese humano que me atacó. Elegost Faler. -¡DEJAME IR! ¡POR FAVOR BASTA! -No. Tienes datos. Datos que nos serán útiles. Y tu mera presencia es idónea. -¡BASTA POR FAVOR! ¡NO MAS! -Me ayudarás. Oh 1como ayudarás. Esto será lo menos que recibirás, por tu traición tan alta a tu propia raza. Mezclarte con los humanos. Grotesco. Y tras terminar eso a arrojó a un lado, cual muñeco de trapo. -La quiero encerrada y en buena salud. Que el profesor la visite antes de medianoche. Ilmarin tomó a Alay entre sus manos, que había quedado en un estado de shock. Su espalda rígida y sus manos atenazaban a Ilmarin, buscando cobijo en el elfo. Cobijo que duró poco cuando fue arrancada del abrazo del elfo y arrastrada sin mucha resistencia a una jaula dentro de una tienda. ¿Era asi como iba a terminar? ¿Siendo torturada y usada para sacar información? ¿Ayudando a traicionar a los seres con los que convivió? ¿destruyendo ese mundo tan extraño del que formó parte? Todo parecía apuntar a que sí. Que estúpida fue. Oh que estúpida. Ahora no era más que una prisionera. Engrilletada y sola. Ella sola se habia metido en esto. El profesor era un renegado. La examino como quien examina un animal. Revisó sus dientes metiendo sus putrefactas manos en su boca. Abrió sus ojos. Revisó sus orejas. Rompió con facilidad sus ropas y tanteó sus costillas y sus caderas.La obligó a pesarse y la midió. Y luego escribió unas marcas en sus pies, muslos y brazos. Y una final en su nuca. Y tras taparla con una manta la dejo una vez mas en su jaula. Alay aun sentía un dolor acuciante. Un miedo que la paralizaba. Y aunque aún podía pensar, temía hacerlo. ¿Estaba aún Lyris dentro de ella? No lo sabía. Quizás nada de lo que pensaba era suyo ya. Quizás ya estaba muerta. Se mantenía de rodillas dentro de su jaula. Mirando el suelo. La luz de la hoguera central se mostró ante ella y la ilumino durante unos segundos cuando alguien descorrió la tela dela tienda. Pero no levantó la vista -Alay…-era la voz de Ilmarin- Alay, escúchame, lo siento mucho. No había mucho que hacer. Sus disculpas no le servían. -Alay yo…necesito que te levantes. No respondió. -Alay…voy…-miraba a ambos lados-Voy a liberarte. Te trataré de conseguir tiempo pero debes ser rápida. Podrás volver con tu compañero humano. Alay aun no se atrevía a responder. O al menos no encontraba el arrojo para hacerlo. -Alay por favor. Reacciona. Debes irte. Debes irte si quieres vivir. ¿No hay nada que quieras hacer? Se oían voces fuera. -Algo debe haber que te mantenga viva. Por favor. Ilmarin puso una mano sobre el pecho de la elfa y su palma se llenó de Luz. Una sensación cálida invadió a Alay. Y luego un sentimiento. La cándida sensación de afecto. Podía jurar que veía hasta una imagen. -¿Quién es?-preguntó, parpadeando varias veces-Vi..a alguien. -Es mi esposa. Ella espera por mi. -Tienes familia. -Tenía. Ya no está. Algún día iré con ella. Alay no comprendía. ¿Cómo podía hacer de ese dolor un recuerdo feliz? ¿Cómo podía una persona que dejó un vacío tan grande…hacerte feliz? Pero comprendió que eso hacían ellos. Eso hizo Lylia cuando la dejo marchar. ¿Por qué se había centrado en los recuerdos infelices o en la pena de no poder tener más ciertas cosas, si podía hacerlas su escudo? ¿si la ausencia no volvía un recuerdo dulce, amargo? Todo este tiempo...siendo capaz de convertir las cosas. De denegar la pena. De sanarse y sanar a los demas... Ilmarin la liberó de sus grilletes. En la oscuridad de la noche cerrada se escabulleron. Durante algunos segundos Alay temió que les descubriesen. Pero no temía. Su miedo y su arrepentimiento se habían vuelto su motor para huir. Y el reunirse con Elegost su destino. Una vez estuvieron ya lejos del campamento le habló a Ilmarin -Elegost es un humano. Uno muy bueno. Fijo te caería bien. Bueno…es algo bruto pero…no es mala gente en el fondo. Es..es tan inspirante cuando quiere. -Ya veo…-decía con una sonrisita. Aun estaba tenso. -Y…y le interesan mucho los elfos. ¡Ah, si hasta adoptamos una niña! Lylia. -¿Adopt…asteis? Pues que extraña relación. -Lo oigo seguido, creeme. Y bueno...nos distanciamos mucho. Pero aun lo quiero muchísimo. Volveré con él. Y lo traeré a casa. Quiera o no. Volveremos y criaremos a Lylia. Y no me volveré a mover de allí. -En realidad te gustan los humanos ¿eh? -He visto cosas malas y buenas en ellos. Los he visto matarse y ayudarse. Y creo que Quel’thalas era muy hermosa y aun desearía poder volver… -¿Pero? -Pero los humanos son fascinantes. Son seres extraños. No creo que aún viviendo toda mi larga vida entre ellos llegue a comprender el porque de sus mecanismos. De sus odios y amores encarnizados. Del porque y como de todo lo que hacen…pero quiero intentarlo. Quiero estar entre ellos. Quiero ser humana. Quiero elegir la vida entre los mortales. Quiero elegir a Elegost, eventualmente. Y hacerle feliz... Ilmarin no respondió. Pero al hacerlo su voz parecía algo quebrada. -No sé si eres sumamente estúpida o la elfa más lúcida que he conocido. -Yo tampoco lo sé. Y me da igual. Sé que viviré más. Sé que no sabré ser jamás una de ellos. Y que jamás me verán como una igual. Pero allí estaré. Y los cuidaré, e inspiraré a partes iguales. Como sacerdotisa…como bardo…como lo que soy. Ilmarin no sabía que responder. Solo asintió. -Alay…-dijo luego de un momento de silencio-No estoy para nada de acuerdo.Pero espero que lo logres. Nunca pensé que diría esto a una elfa pero…espero que seas una buena humana. -Gracias, Ilmarin…espero volver a verte y que podamos… Un aullido cruzó la noche. Y luego otro. Y finalmente un cuerno de caza. -No… Los ladridos se hacían cada vez mas cercanos. Y el avanzar de los caballos también. Todo avanzaba como ralentizado. Pronto les darían caza. Pero Alay no iba a volver a correr en su vida. O lo que le quedara de ella. A menos de diez metros un trio de caballos esqueléticos avanzaban como figuras fantasmagóricas. Alay se mantuvo firme frente a ellos. -Lylia.Elegost. Parece que no llegaré a verlos. Alzó la mano, más determinada que nunca. Ahora lo comprendía. Ahora ahí, en esa planicie nevada, bañada por la luz perlada de la luna. Alayratiel Aureaster lo sintió como una cándida presencia que se agolpaba en su pecho y pugnaba por salir y recorría su cuerpo haciéndola tener que reprimir una sonrisa. La Luz. Impulsado por ese amor que siempre negó. Pero que ahora, se daba cuenta, no debía hacer nada para recibir o ser merecedora del mismo. Solo aceptarlo. Su palma brilló hasta alcanzar una luz enceguecedora. Los renegados chillaron. Y de pronto todo se difuminó. Como las imágenes a través de un vidrio mojado por la lluvia. Lyris mantenía las manos sobre la cabeza de la elfa. La misma estaba recostada sobre una sucia mesa de pruebas. -Ha dado pelea, pero ya he establecido el enlace de Vacío-dijo apartando las manos-Solo necesitaba ciertos puntos de anclaje emocional y mental para poder comprobar sus impulsos y emociones primarias. Y con solo una sesión de ilusión. Ilmarin había estado mirando impotente como desde que la trajo, Lyris experimentaba con sus memorias y percepciones. -Reacciona bien bajo presión. Es verdaderamente idónea. Buen trabajo, Ilmarin. -No era lo que le prometí. Ella iría de vuelta a Quel’thalas. -Oh…descuida, cariño. No la enviaremos allí. La necesitamos con nosotros aquí.-tomó con ambas manos el collar con el símbolo de la Luz, que colgaba aun del cuello de Alay. Lyris volvió a tomar a Alay entre sus manos. El profesor dibujaba marcas otra vez, en sus pies, manos, nuca y ahora también, lengua. Esta vez con una tinta especial. Las runas se dibujaron y luego se tornaron invisibles. Ilmarin apretaba los puños. -¿Te has encariñado con ella? Ah…que emotivo. Venga…te daré un consuelo. Vuelve al amancer. La noche murió. Pero Ilmarin no pudo conciliar el sueño. EN cuanto el alba despuntó se acercó a la tienda de Lyris. Allí, de pie, en el centro de la misma, luciendo un vaporoso vestido de seda y muselina, se encontraba Alay. Peinada con una sencilla trenza que halagaba su mechón dorado en su mar de plata. Y con una sencilla gargantilla de cuentas de colores, en cuyo centro una linda piedra celeste halagaba sus ojos. -¿Alay?-preguntó Ilmarin-¿Qué está pasando? -Ah, hola Ilmarin-le dedicó una reverencia, tomando su falda para darle mas gracia a su apariencia. Lyris apareció y le hizo entrega de un laúd, que ella aceptó con un gentil cabeceo. -Gracias. -Alay…venga, vamos…te sacaré de aquí. -No será necesario…verás, Lyris aceptó ser mi mecenas. Me ha dado ropa y un nuevo laúd. -Pero…y…y…¿tu familia? -¡Estan todos aquí, en casa de Lyris! Incluso Santiago vendrá pronto. Alay miro a su alrededor. Lyris sacó una varita y apuntó a una esquina. -Elegost…-Alay miró hacia la esquina-Siento mucho todos los problemas que te causé. Pero…he decidido algo. Quiero ser una humana. Si soy una humana…¿entonces podré casarme contigo? Lyris acercó la varita a sus labios y habló. -Mi Dama…te amaría así fueras una enana…que ya casi lo eres. No necesito casarme contigo. Seras siempre mucho más que mi esposa. Serás mi Dama.-Alay miro como si alguien recogiera sus manos. Miró a los ojos a la imagen mental que estaba siendo proyectada para ella. Y entrecerró los ojos y besó el aire. Lyris acercó los labios otra vez a la varita y musitó -Pero no necesitas ser una humana. Eres una elfa y eres más guay así. Además puedo presumir a los otros niños que mi madre es más bonita y delgada que las de ellos. -¡Lylia!-Alay abrazó el aire- Ah,Lylia. No sabes lo mucho que te extrañe. No sabes cuanto. Pero ahora estamos juntos. Y nada volverá a separarnos.-se giró hacia Ilmarin-Gracias, Ilmarin. -¡Ya basta! ¡Deten esto! Alay miró sin comprender…y ante la orden de Lyris sobre la varita, solo miró a la nada, con expresión vacía. -¿Qué le hiciste? -Será nuestros ojos y oídos donde la necesitemos. Siendo elfa atraerá algunas sospechas, pero creo que no habrá demasiados problemas. -¿Por qué tenias que destruir sus recuerdos? -¿Destruir? Le he dado la vida que quería. Ahora es feliz. Tiene una familia armoniosa y unida. Ilmarin solo podía mirar con horror todo eso. Salió huyendo de la tienda. Lyris le restó importancia. Ordenó a Alay sentarse en la mesa. -Veamos…¿por donde empezar? Así Alayratiel, a pesar de sus actos de cobardía. De las muchas mentiras dichas a ella misma y a los demás. De las muchas penas y llantos. Y de sus arrepentimientos y quebrantos. Recibió un final acorde a lo que deseaba. Una vida libre de infortunios. Libre de decisiones. Libre de penas. Solo felicidad. -¿Qué canción desea escuchar, Lady Lyris? Sé unos preciosos himnos de la Luz. ¿O prefiere algo menos sacro? -Cantame alguna canción de romance... -Oh...cuando nos conocimos, Elegost me dedicó una canción ¿sabe? Aun la tengo en mi mochila.
  8. Featherstorm

    Decoradores

    Yo lo veo bien. SIempre son necesarios. Por mas simples que puedan ser los roles, a veces es bueno tener un pequeño campamento. O en cosas mas complejas, como puede ser la decoracion de una casa. O mas grande aun, el construir un pueblo. Creo que beneficiaria tanto a jugadores como maestres.
  9. Viaje hacia la noche El canto de un pájaro sacó de sus pensamientos a Alay. La elfa se encontraba pelando patatas para la cena en el pórtico de la casa de Elegost. Era una tarde cálida. Fergus corria de un lado a otro en la calle con Ele II tras de sí. Lylia observaba al muchacho con desdén. No quería jugar con él. No hoy al menos. Era solo un incordio que no solo pasaba tiempo con su madre en la Iglesia, sino que también tenía el atrevimiento de estar interrumpiendo los pocos momentos que compartía con ella en su propia casa. Le molestaba demasiado.Pero había algo que le molestaba aún más. -¿Ya has puesto a hervir el agua,Lyl?-preguntó la elfa con una sonrisa afable, tan comun en ella. -Claro. Algo le pasaba a Alay. Algo no estaba bien. Fergus no lo notaba porque era un subnormal.Pero ella era lista y lo notaba. Y le preocupaba. Fergus regresó corriendo hacia donde estaba Alay con algo entre sus manos y Ele II ladraba detrás de él -¡Alejate de mi! Fijo quieres arrojarme lodo. -¡Eso toca mañana!-chillo Fergus, con cierta picardía-Pero hoy no me importas. Le traje algo a Alay. Movida por la curiosidad, de repente, Lylia se acercó. -¿Que es? -Un escarabajo -Eso es muy corriente. Venga, vamos a aplastarlo -¡No, no voy a aplastarlo! ¡Este es especial! Alay observaba la escena, dejando que ambos niños interactuaran, pero atenta a intervenir en cualquier momento. -¿Que tendrá de especial un bicho corriente? -¿Que sabe una niña mimada de bichos? Seguro no has visto nada como esto. -Ya muéstralo. -No. Es para Alay. -¡Que me lo muestres!-Lylia se acercó para abrirle las manos a Fergus. Alay se puso en pie para separarlos pero llego tarde. Ambas manos se abrieron y el insecto, de un brillante tono verde metalizado, expandio sus alas iridiscentes y emprendió vuelo, ante el quejido de decepcion de Fergus. -Noooo.... -Era metalizado...pues era bastante único. Fergus parecia molesto. Pero Alay se apresuró a acercarse y posar una mano en su espalda y otra en su hombro, consolandole. -Gracias por mostrarmelo, Fergus. Ese fue un insecto muy bonito. -¿Lo viste? -Claro.¿No eras tu el que me preguntaba que veían mis ojos elficos? Pues lo vi perfectamente. El niño sonrió y le alegró tal cosa. -Era bonito. Pense que te asustaría ver un escarabajo. Ya sabes...a las niñas les asustan los insectos. -Pues...me gustan los insectos, en realidad, Fergus. Mis favoritos las libélulas. Cuando llegue el verano te enseñaré a atrapar algunas. -¿En serio? Guay. Mas te vale cumplir tu promesa. -Lo prometo. -¿Por que te gustan los insectos? Hasta a mi me dan asco a veces. Alay se quedó callada unos segundos,meditando la respuesta. -Pues porque son bellos.A su manera. Y como cambian es sumamente fascinante. ¿No te parece que las cosas tienen un tipo de belleza? -Mmmh...si....menos tus ojos. ¿Los puedes apagar? Alay torció la boca y negó. -Te responderé eso,cuando laves tus manos y te prepares para la cena. Estas completamente sucio. Una vez más, Alay recorría aquellas largas escaleras de la Iglesia, descendiendo. Hasta una sala que llevaba a las celdas mas profundas y oscuras. Siempre se repetía la misma escena. Ella descendía las escaleras. Peldaño tras peldaño. Bajando a la agradablemente iluminada habitación. Pero la puerta oscura que se encontraba en la mitad de la sala parecía absorber toda luz. Tras titubear, la abría. Y el calor y la luz la hacían cerra los ojos. Allí, en la mitad de un campo de batalla donde batallones corrían con sus estandartes en alto, el fuego se alzaba y devoraba todo. Alay ingresaba al campo y comenzaba a andar, primero despacio, dando pasos cada vez más largos y mirando alrededor, buscando...comenzaba a correr. Algunos cañonazos la hacian trastabillar y tener que arrastrarse por momentos. Gritaba a vivo pulmón pero no era suficiente para hacerse oir entre el rugido de las maquinarias y las muertes. Al filo de una arboleda, encontraba una cara conocida. Santiago,esta vez era Santiago. -Esto...esto no es justo. Yo-Santiago traga saliva-No debía irme así... Alay solo lo observaba pero aunque sus manos buscaban la fuente de sus heridas, de su sangre, la forma de salvarlo, no lograba encontrar nada. -Deja de perder tiempo conmigo...sálvalo a él... La idea la invadía y recordaba a lo que había venido. Elegost. Se ponía en pie y echaba a correr. -¡ERA BROMA, NO ME DEJES, SÁLVAME A MI PRIMERO....! Gritaba el moreno...pero Alay no retrocedía. Seguia corriendo. Cuando llegaba hasta el centro de la arboleda Alay podía saborear la sangre en el aire. Sentir el hedor a muerte y lodo. En el claro, los bultos heterogeneos que eran los cadaveres de soldados se apilaban por aquí y por allá. -¡Elegost! Lograba gritar y oir su propio llamado por primera vez. De entre las figuras danzantes que el fuego y la sombra generaban, parecía emerger Elegost. Alay corría hacia él. Era la primera vez en este sueño que llegaba a él. -Alayratiel...mi Dama... -Vamos Ele, debemos salir de aquí. -Alay. Elegost no se movía. Su mirada, fija en la elfa. Elegost la aferraba de ambos hombros. -Eres una cobarde, Alay. -¿Que? -Eres una cobarde,Alay-repetía. -No, no...vine a salvarte. -¿Salvarme?-Elegost se reía con sorna-¿De que? -Del daño. Te llevaré a casa. -Eres una cobarde, Alayratiel. Normal de un elfo que solo piense en huir. ¿Asi dejaste morir a Elrys? -¡No, no había opción! -Eres una hipocrita, además de cobarde.¿Que no lo ves? Muerte, dolor, pena...todo...-Elegost extendió los brazos-Todo esto...podrías haberlo parado. Pero eres una cobarde y una conformista. Dices ver la belleza en las cosas.Lo bueno en todo...pero no haces nada para protegerlo. Me da asco verte. Debería acabar con un ser tan repulsivo como tu ahora mismo Alay sentía como el agarre del humano sobre sus hombros se trasladaba a su cuello, asfixiandola. -Salvarme. No puedes salvar a nadie. Ni a nada. Ni siquiera puedes llamar a la Luz. No hay belleza en este mundo. Incluso tu cuerpo es una carcasa vacía...-Alay pateaba y forcejeaba. Y cuando el mundo se torno oscuro, despertó.Jadeante retrocedió sobre la enorme cama matrimonial hasta sentir el tacto de Lylia. Se aferró a la niña hasta calmarse, hasta que el corazón logró serenarse. Hasta que comprendió que estaba a salvo. Luego se incorporó. Esa misma noche estaba preparando todo para partir al día siguiente. Ya había planificado previamente el viajar a ver a Elegost, antes de que Lylia regresara sin previo aviso junto a Fergus. Había debatido sus sueños con los demás sacerdotes. Ella creía que podían ser premoniciones o algun mensaje especial. ¡Había estudiado que muchos discipulos de la Luz recibieron visiones de sus seres queridos! Pero su superior a cargo, la Madre Aurelia, la había tratado practicamente como si estuviese diciendo una herejía. -Luz, no. Usted....señorita...lo que tiene es algo común. Quiere llamar la atención.Todos queremos ser los elegidos de la Luz. Pero no todos podemos. Solo son sus sueños jugandole una mala pasada. ¿De verdad cree que la Luz le "hablaría" a una mujer que ni siquiera puede llamar a la Luz para que acuda a ella? Ni pensarlo... -Bueno, la Profetisa Mereldar tuvo... -Ni una palabra más, elfa. Sé a donde va esto y salvo que quieras otra semana limpiando caballerizas, te conviene no terminarla. Ahora por favor, regresa a tus rezos. Alay no podía tolerarlo. No podía tolerar el sentir que Ele estaba en peligro.Aun peor, un peligro proveniente quizás de él mismo o de una situación que lo quebraría. No podía tolerar quedarse de brazos cruzados tampoco. No volvería a limpiar otra caballeriza. Alay abrió una ventana y tomó una bocanada de aire fresco. -Luz...-entrecerró los ojos-Yo sé que no soy la Aprendiz mas apta. Tengo miedo.En mi primer intento bajo presión no pude llamarte. Solo pude llorar. No puedo sentirte. No puedo pedirte tu ayuda...-suspiró y tragó saliva-Pero por favor, dame Fuerza para el camino que voy a emprender. Guíame en mi camino hacia la noche. Se que no debería marcharme de mis deberes como novicia...pero tampoco creo poder aprender sobre la Luz encerrada en un claustro cuando hay un mundo allá, un mundo que me podría necesitar. No es la manera en la quiero saber sobre la Luz. Los libros solo son utiles en la medida en que puedes aplicar lo que aprendes. Alay observó los libros de reflexiones y rezos que le habían asignado. Cuando los primeros rayos del sol habían despuntado, Alay preparó su mochila, su arco, su laúd y su espada. Dejo una nota en la mesa. -¿Por que te vas, Alay? Se giró para encontrarse con Lylia. -Lylia...es que, verás... Lylia negó, molesta. -No me llevarías contigo ¿verdad? Alay suspiró. -No. Lo siento Lylia. No es lugar para ti. No aún. -Siempre me dejais atrás. No es justo. Soy casi una adulta. -Lylia, Ele y yo solo queremos que estés bien, queremos que tu seas -¡ENTONCES QUEDAROS AQUÍ! Alay retrocedió un paso ante el súbito arranque de emoción de la niña. No lloraba, pero la rabia le tensaba los musculos. -No podemos, Lylia. Hay cosas que hacer. Tenemos que asegurar que haya un lugar para ti en el futuro-dijo la elfa abrazandola. -No me importa el futuro...me importa el ahora. -Lo sé. Pero prometo que volveremos. Y no estarás sola. Tendrás unas guardianas y a Fergus.Cuidalo a él también. Sé que te aprecia, en el fondo. Lylia no respondió. Durante unos segundos solo abrazó a Alay. -Eres mi mamá, Alay. No deberías dejarme... Alay reprimió las lágrimas que amenazaban con aflorar. -Pero...-y Lylia adquirió un tono mas calmado o resignado-También eres su Dama y su Escudera. Y tienes que estar con él también. Sino él cometerá tonterías. Santiago lo hace hacer tonterías peligrosas. -Lylia... De repente Lylia parecía mucho más madura. Alay podía notar los primeros rasgos de madurez naciendo dentro de la que consideraba aún su hija. Y de pronto se sintió muy muy grande. Y si Lylia no la hubiese apartado, probablemente Alay se habría quedado allí, sin soltar a Lylia. -Anda, ya vete, ma-dijo tratando de parecer desinteresada- Cuando tu te vas me voy a dormir tarde y robo fruta de los árboles...así que no puedo esperar a que te vayas. Alay sonrió. Se iba un poco mas en calma. Llegó a la Abadía donde dejó una rápida carta y se apresuró a unirse a una caravana camino a Ventormenta. Parte de su corazón se quedaba en esa acogedora casa cerca de la avenida principal. Otra parte de su corazón estaba ya en Costasur. //Pequeño espacio para recopilar los avances y viajes de Alay ahora que va a Costasur. A ver que tal va.
  10. *Shrooosh..shrooosh shrooosh* Era el sonido que hacía el cepillo, de cerdas viejas, contra los escalones de piedra de la Abadía de Villadorada. La pequeña elfa, a gatas y con sus mangas y falda arremangadas limpiaba con agua jabonosa trabajosamente. "Limpiarás los escalones y los establos durante un mes entero, por tu irreverencia, jovencita". Las palabras secas de la Madre Aurelia le resonaban en la cabeza todo el tiempo. ¿No era acaso lo vital que ella siguiera los preceptos de la Luz? Que mas daba si tenía una visión ligeramente distinta. O preguntaba sobre la naturaleza misma de la Luz. O si prefería rezar en el jardín antes que encerrada en su celda. Pero la Madre Aurelia era de la vieja escuela. La elfa se apartó su trenza dorada detrás de la oreja y suspiró. Poco antes del mediodía había logrado terminar con las escalinatas y se había sentado a admirar su trabajo y aprovechar el calor del sol. Entrecerrando los ojos y sonriendo, la elfa guió su mirada hacia el camino, como hacía todos los días. Pero esta vez sí vio algo. -¿Lylia?-se incorporó casi mecánicamente, incrédula, y se apresuró a abrazarla, encontrandose a media carrera con la humana-Lylia...-musitó apretando su mejilla contra la niña -Ma....ma... -¿Mamá? -Má...s...despacio, me asfixias... -¡AH! Lo siento, mi amor.-Alay aflojó su abrazo pero no le quitó las manos de los hombros a la niña-¿Pero que haces aquí? ¿Y Elegost? Alay miró detrás de Lylia y solo se encontró con un anciano sacerdote y un niño de ojos grises, cabizbajo. -Pues el viej...Elegost me envió de vuelta a casa. Dice que un campamento no es lugar para una niña. Toma-la rubia sacó de su morral una carta-Ahí tienes todas las instrucciones. -¿Instrucciones?-Alay frunció el ceño. Tomó la carta y con cuidado la leyó para si misma. Cuando la noche había caído y la ciudad se había ido a dormir, la única luz que aun se mantenía encendida, levemente, era la de la habitación principal de la casa de Elegost. En una grande y antaño vacía cama doble, Lylia roncaba por lo bajo. En otra cama, un niño moreno, recien bañado y con aroma a fresas, parecía haber finalmente conciliado el sueño. Solo en un delicado escritorio aun se mantenía despierta Alay. No necesitaba excesiva iluminación para escribir, aun en una noche tan cerrada. Solo el suave fulgor de una vela. La elfa también se había dado un baño, que le hizo sentir el dolor de todo el día de arduo trabajo. Tomo el papel otra vez en sus manos...suspiró, releyendolo. Y lo hizo un bollo y lo arrojó a la basura. Luego tomó la carta de Elegost. "Supongo que ahí se va mi plan de marchar al norte con ellos. Una detallada lista de objetos y preparación...a la basura" Sobre el piso de madera, los pasos descalzos y suaves de la elfa poco ruido hacían. Descendió las escaleras y se sentó en el sofá, abrazando sus piernas,cubiertas por el camisón gris. "Faler..." pensó la elfa "¿Por que siempre haces esto?" Quería sentirse molesta, furiosa. Pero estaba extrañamente calmada -Ele...-musitó por lo bajo, y se llevó ambas manos al vientre, como buscando cobijo en sí misma. "Ni siquiera comenzó con un "hola" o "Mi Querida Dama"...nada." apretó los labios "Claro que recuerdo el día en el que fuimos a casa de Liliam...ese reparador de puertas fue tan grosero..." el recuerdo le hizo subir colores a la cara, de furia. No iba a recordar que también fue bastante agresiva ella misma. "Por que debes hacer lo que te voy a pedir" ¿Acaso era ella ahora una criada? "Al menos podrías haberme mandado un lindo uniforme de sirvienta..." rió ante la idea...no, no dejaría que Elegost eligiera su uniforme, llegado el caso. La elfa suspiró,entrecerró los ojos y se recostó sobre el sofá, abrazando un almohadón. "¿Como no ser madre para este niño que envías? ¿Cómo ser ciega,sorda y muda a sus necesidades? ¿¡Como enviarlo simplemente a una Iglesia y arrojarle el problema a otro!? ¡Los niños necesitan una familia! La Iglesia nutrirá su espiritu...pero necesita alguien que nutra su cuerpo y llene su vacío emocional" "Elegost...¿por que le haces esto? ¿Por que me haces esto? ¿Pensabas que no iba a querer protegerlo y ayudarle y...?" Alay hundió su cara contra el almohadon. "¿Por que me dejaste aquí? ¿Soy mala amiga?" tras unos segundos de meditación suspiró. No tenía caso preguntarse cosas que no podía responder. Sabía que Elegost la quería y sentía devoción por ella..a veces hasta límites insanos. Y probablemente solo no quería ponerla en peligro. Ni a Lylia. Ni quería quitarle tiempo que podría dedicar a meditar y aprender más de la Luz, para resultar útil en el futuro. Elegost...él siempre era altruista. Y a su extraña manera...siempre se preocupaba por todos. "Solo no te metas en problemas..." pero sabía que aun esa plegaria mental era demasiado pedir "Al menos...ten salud..." Luego ascendió escaleras arriba y escribió la carta, que luego el humano recibiría. Mi buen Faler: Los niños han llegado sanos y salvos a Villadorada y mientras escribo estas palabras, duermen plácidamente en nuestro hogar. Lylia está evidentemente molesta porque has truncado sus sueños de aventura y emoción. Yo solo estoy feliz de que ella está otra vez aquí. Mi querido Faler...¿de verdad creías que podías enviar un niño vulnerable y solo y esperar que simplemente lo envíe a la Iglesia? O me conoces demasiado, o no lo suficiente. Me aseguraré de que se alimente bien,de que se bañe y duerma donde corresponda y que sea un hábil escriba. Pero le daré todo el amor del que los elfos somos capaces.Porque aunque entre los humanos haya un enorme número de niños sin hogar,para nosotros cada niño es un precioso regalo,y aún más en estos días aciagos. Fergus será como otro hijo para mi, Elegost. No podré estar siempre con ambos, para cuidarlos, pero me aseguraré de que queden bajo el cuidado de las jóvenes estudiantes de magia que contraté hace un tiempo. Compartiré mi tiempo con él en la Iglesia, y en casa con Lylia. Y cuando pase tiempo en nuestro hogar me acompañará si así lo desea. Aquí todo marcha bien, Elegost. Y así seguirán.Me aseguraré de ello. Espero saber pronto de ti y Santiago. Saber que se alimentan bien, que no sufren frío.Saber que en la com- pañía del otro hay cobijo y guardia. Que el Sol brille sobre vuestras cabezas en el día, y las Lunas guien su marcha en las noches. Tuya, A.A Al amanecer, Alay envió la carta. Luego regresó al hogar, silbando una melodía. Se cepilló su cabello,aun no lo suficientemente largo, y trenzó su único mechón dorado en el mar de plata que era su pelo. Hirvió agua. Tostó pan. Cortó tomates,queso y un viejo huevo hervido. Y cuando el agua para el té estuvo lista y Ele II alimentado, Alay gritó. -¡Niños! ¡Arriba, es hora de despertarse y desayunar! Comenzaba otro día. @Stannis the Mannis
  11. Bienvenido, Saint! Tranqui, para empezar un elfo me parece algo aceptable. Luego ya ves que te gusta o que rol quieres llevar. Además, tienes tantos personajes como la cuenta permita (10) desde el principio. Así que no te preocupes que podrás ir experimentando como más te guste. Pasate por el Canal de Discord para charlar un poco e ir conociendo a la comunidad. Si no usas Discord es bastante ligero y hasta tiene version web si es que no quieres descargarlo (pero como digo, es muy sencillo) Un saludo y nos vemos dentro!
  12. Lo mismo digo. Me la guardo para mis mesas de rol <3 te ha quedado muy muy chulo
  13. Bienvenida! Como han dicho mis compañeros, poco mas se puede agregar. Espero que lo pases bien y hagas lo que te hagas, o te quedes cuanto te quedes, disfrutes tu estadía. Pasate por el Discord si quieres charlar y atender tus dudas. Saludos!
  14. Una carta sellada llega con procedencia desde, curiosamente, una Abadía en Villadorada, a la Catedral de Ventormenta. A quien corresponda Saludos Cordiales: Soy Alayratiel Aureaster y envío la presente para formalizar mi deseo de unirme a las filas de la Iglesia de la Luz. Durante los últimos meses he estado trabajando en una abadía y tras tanto tiempo aquí he decidido oír la llamada de la Luz. Deseo fervientemente formar parte de esta noble organización que ha formado parte de mi vida desde pequeña, pero solo ahora mi corazón a logrado entender su llamado. A pesar de mis días de servicio aquí no es mi deseo que se reconozca, sino todo lo contrario. Empezaré desde donde sea necesario para aprender. Mis conocimientos actualmente no son los idóneos pero en cuanto se me de permiso comenzaré mi formación y las lecturas que sean necesarias. O si es preciso cualquier tarea donde se me enseñe los preceptos de forma menos teórica. También quiero acotar que estoy muy interesada en la preservación de nuestros Archivos y Bibliotecas por lo que me gustaría saber si podría desarrollar tales tareas sin pisar mis responsabilidades como neofita. Se despide esperando respuesta favorable, Alayratiel Aureaster
  15. Sacrificios y Comienzos -¡Ay! ¡Ten mas cuidado, Alay, me tiraste del cabello...! -Lo siento. -No sé como logras tirarme del cabello con ese cepillo de cerdas suaves. -¿Lo hago? Lo siento, Lyl-respondi taciturnamente. Guardamos silencio ambas mientras le cepillaba el cabello. El sol vespertino entraba por las ventanas, abiertas de par en par para refrescar la casa en esa tarde particularmente calurosa. No prestaba demasiada atención. -¡Lo hiciste otra vez!-dijo Lylia apartándose-¿Qué pasa hoy contigo Alay? -No es nada, sólo estoy un poco distraída. -No eres tan buena mintiendo. ¿Pasa algo malo, no? ¿es sobre Elegost? ¿o alguien te dijo alguna idiotez? -No uses ese lenguaje, Lylia. Y no. No es nada, descuida. Solo han sido un par de noches duras en el trabajo -¿Segura? Puedo conseguir un trabajo y... -De ninguna manera. Ahora ponte el vestido blanco bonito y el sombrero que te compré. Llegaremos tarde a la Iglesia. -¿Tenemos que ir? El incienso me hace estornudar y todos los ancianos de allí huelen a ático rancio. -Es importante ir a la Iglesia para una formación espiritual completa y mantener una moral... -Sí, sí...una moral intachable. -Exacto. Y es bueno que alguien... -Sí, lo sé, lo sé. Que alguien nos diga que hay bondad en los corazones y que depende de nosotros buscar las formas de exteriorizarla. No me des mas la lata. -Ya, ya vístete. Cuando Lylia se hubo marchado me desplomé sobre el sofá. Estaba sumamente agotada. El trabajo de cantante de la posada "Tres Arroyos" no era lo suficientemente bien pagado, ya que repartían una miseria entre yo y otros dos artistas. Un elfo mimo muy divertido y una enana bailarina de inusitada gracia. Pero era dificil encontrar un trabajo lo suficientemente bien pagado y que además no me quitara el tiempo que podía pasar con Lylia. Suspiré pesadamente. ¿Quizás podía vender pan? No...la harina había aumentado de precio. Me froté las sienes con ambas manos. Volví a respirar hondo y me puse en pie para alistarme para ir la Iglesia. Cuarenta minutos después ambas ibamos camino a la Iglesia. -¡Te dije que eligieras antes tu ropa!-me increpó Lylia. -¡Ya sé, ya sé! ¡No tenemos relojes en la casa! -No culpes al tiempo por tu falta de organización. -¿Quién te dijo tal cosa? -Tú. La ceremonia ya había empezado para cuando las mujeres habían llegado. Un par de novicios las miraron de forma reprobatoria al ingresar tarde. -Buenos días, hermanos. Siento mucho irrumpir así... -Sientese, mujer. Y por favor baje la voz. -Si, si... Se sentaron en un banco y procedieron a sentarse a oir las palabras del Padre Termekores. -La Luz ofrece consuelo a aquellos que la buscan. En las palabras de Santa Ariadna al dirigirse contra el Brujo del Bosque Verde "No lucho sola, Oscuro, la Luz lucha conmigo". Es decir,que la Luz siempre nos acompaña. Nos abraza con su suave afecto. Y protege a los niños y los justos. Con ell... El padre dejo de hablar de repente. Un suave sonido se oía entre la gente, callada. El padre arqueó una ceja. En la ultima fila, una elfa y una muchachita dormitaban. La humana roncaba sonoramente. -¡Pero! Vaya insolencia...¡señoritas! -¡AH! ¡Estabamos meditando lo que decía, señor!-exclamó Lylia al despertarse -¡Lo siento, padre, no queríamos dormirnos! El padre, con un negación desaprobatoria, reanudó el sermón. -Lo siento, Alay. Pero temo que no podremos mantener más tres espectaculos a la vez-dijo Madame Clementine, la dueña de la posada-Lo siento mucho cariño-repitió. -P-pero ¿entonces prefieren al mimo y la enana? -Oh, no, dulzura, los despedimos a los tres. Ha llegado una elfa con una orquesta que se toca sola y valdrá la pena pagar por ella un poco más que lo que podíamos pagarles a ustedes. Se llenará el lugar. Lo siento, amor. Negocios-se encogió de hombros. Alay salió de la posada con su estuche en una mano y lo que le quedaban de monedas en la otra. Quería llorar. Pero no se lo iba a permitir. No podía. Suprimió el nudo en su garganta.Se limpió la nariz con su pulcro pañuelo y emprendió el regreso a casa. Pasaría por otros tres establecimientos, consultando si estaban dispuestos a contratarla o al menos permitirle tocar por unas monedas. Al día siguiente, despertó antes de que Lylia se despertara y caminó por las calles vacías del centro de Villadorada. Poca gente caminaba por el lugar a esa hora, ya que aún no se abría el mercado ni comenzaban las actividades en la alcaldía. Su estómago le rugía, pero prefirió ignorarlo. Podía comer luego del caldero comunitario que montaban en el mismo mercado. A medida que el mercado se fue llenando consultó a cada puestero si necesitaban una trabajadora. Pero solo encontró respuestas negativas. -Lo siento, eres demasiado...pequeña. No podrías ni levantar una de las cajas con patatas que traigo. -¡Oh santo cielo, no! ¿Una elfa trabajando en mi puesto? No, no es nada malo pero...¿que dirían los demás? Ahora vete, me espantas la clientela. -No lo creo. No te puedo contratar, tengo a mis hijos para evitar eso. ¿no vendes ese laúd, de casualidad? Respuestas así fueron todo lo que recibió. Cada día repetía la misma rutina, buscando un lugar donde trabajar, y al no encontrarse con algo, se resignaba a tocar y cantar por unas monedas. Pero no era suficiente. Nada era suficiente. Las semanas se convirtieron en meses. Pero Alay no se permitió flaquear un segundo. En secreto vendió toda la ropa que había conseguido. Salvo, para evitar sospechas de parte de Lylia, un par de conjuntos y su ropa para la Iglesia. Excusó su cambio de rutina con que le habian asignado un horario diurno -Pagan un poco mas, Lyl. Así que tenía que aceptarlo. Y ahora comete tu sopa de rábano y vamos a repasar escritura antes de irnos a la cama. -Tu no has tomado casi nada, Alay. -No tengo tanta hambre. Comí algo de estofado en la taberna. Alay cada día se encontraba más desmejorada. Tosía con frecuencia y su piel era fría al tacto. Unas enormes ojeras se dibujaban bajo sus ojos y siempre parecía agotada. La elfa se apagaba poco a poco, cada día más débil. En una fría tarde otoñal paseaba por el mercado cuando su vista se posó en un objeto en particular. Un precioso reloj de bolsillo color bronce. Una fina cadena de la misma tonalidad lo adornaba. Era precioso. Pronto su mente divagó a recuerdos viejos. Tardes junto a su padre en su taller. Dado que no se le permitía salir afuera demasiado, prefería pasar el tiempo en el taller de relojería de Kerys. Tic...tac...tic...tac... Era el sonido infinito del lugar. En su escritorio de madera clara, el Señor de la familia Aureaster creaba pequeños artilugios mágicos y de relojería. Pero la infante Alay jamás había podido desentrañar los misterios de la creacion de artefactos tan precisos. -¿Usan magia? -No. No es correcto depender de la magia para todo. Y es más divertido hacerlo sin ella. Es un desafío. -Suena a que prefieres frustrarte. -Al contrario. Me parece emocionante encontrar como cada pequeña tuerca y cada diminuto resorte trabajan juntos para formar algo más grande. Lo entenderás cuando crezcas. La pequeña Alay sonrió. Y de vuelta en el mercado, la Alay adulta también lo hizo. -¿Le gusta el reloj, señorita?-preguntó el vendedor. Un gnomo de engominado cabello verde-Tómelo y revise su calidad sin compromiso. -Es precioso-dijo pasando un dedo por el acabado cobrizo y por el cristal prístino,detrás de su tapa- Pero no cuento con dinero para tal lujo. Tenga un buen día. Alay volvió la vista antes de irse para ver otra vez el reloj. Y se alejó del mercado. Se ciñó aún más su capa y sus raídos mitones de lana. Viejos y descoloridos. Vagando por las calles terminó llegando a la Abadía de Villadorada. Decidió entrar. Dentro había poca gente, la mayoría rezando y murmurando rezos por lo bajo. El ambiente era calmo y silencioso, como si cualquier sonido fuese amortiguado por el aura del lugar. La mujer se quedó en respetuoso silencioso y bajó la cabeza, pensativa. Pronto se sumió en una plácida siesta. En su sueño sentía calma. Sentía paz. Veía a su madre, Vissalia, que la llevaba de la mano a través de unos jardines preciosos. ¡Los jardines del Sagrario! Ah...que preciosos recuerdos. Pero Alay era adulta, no era la niña que debía ser en ese recuerdo. -Alay...sal. Dime ¿dónde te escondes, amor? Alay adulta se giró y detrás de un arbusto de flores rosa, vio a la versión pequeña de ella misma. Instintivamente se acercó. -¿Estás bien? ¿Que sucede?-se pregunto a su versión infantil. -Voy a irme de casa. Todos mis hermanos se fueron a vivir aventuras y hacer algo de sus vidas. -Ah...¿y a donde irás? -Me volveré una fuerte Forestal, como papá antes del accidente. -Ya veo. Si es lo que quieres ser...adelante. Ella sabía que nunca se cumpliría tal sueño. Y ni siquiera en el futuro. Alay no era una guerrera poderosa, aun cuando su salud había mejorado con los años. La inocencia de su infancia la hizo sonreír. Decidió sentarse junto a si misma. -¿Y luego qué? -Pues...pues ¡nadie podrá decirme que hacer y podré estar afuera todo el día! -Mmmh ya veo-se rió un poco. -¿Que te causa tanta risa, eh?-dijo la pequeña Alay de forma violenta-¡Seré Forestal! -Nada, nada. Solo recordaba algo. ¿No preferirías hacer otra cosa? -¿Que otra cosa podría ser? ¡No quiero ser aburrida como Asarys! -Oye, Asarys no es aburrido. -Lo es. Cría mariposas. -Es un muy sano pasatiempo, no seas cruel. -Es un perdedor. ¡Yo me iré de aquí y no volveré a ver atrás! O tal vez solo vuelva para demostrarle a Asarys que soy muy fuerte y capaz. -Podrías ser...mmh...una mensajera. -¿Mensajera? -Claro. Llevarías mensajes, cartas y escritos de aquí para allá. -¿Visitaría lugares? -Claro. Viajarías por todo el Reino e incluso fuera de éste. Y no tendrías que andar por ahí cortando y peleando con toda la sangre y eso. -Si...la verdad no querría ensuciarme mucho. La voz de Vissalia sonaba cercana, llamando a su hija con creciente preocupación. -Creo que debería irme-dije la pequeña-Creo que tengo que pensar mejor esto. Digo...no quiero zambullirme en algún oficio que luego no me gustará. -Cierto es. Anda ve. La pequeña Alay salió disparada de su escondite y corrio a reunirse con su madre. Alay sabía como seguiría la escena. Su madre la abrazaría preocupada y la llenaría de besos. Luego tras una charla con algo de comida de por medio, Alay contaría su descontento. Y su madre le diría: -Algún día encontrarás algo que hace que tu corazón se inflame con pasión. Y también encontrarás un rol que te haga sentir que haces la diferencia. Y cuando ambos se unan, allí encontrarás lo que quieres hacer. Aún eres joven y hay mucho por escribirse. Sigue tu camino y no te compares con otros, porque hay algo que solo tu puedes hacer, cariño. Alay recordaba eso perfectamente. Su madre, de cabello corto y plateado. Aun podía sentir la suave caricia que le dio en su frente cuando le dijo aquello. Y casi lo sentia ahora. Se despertó y lo primero que vio fue a una humana, de piel bronceada y ojos negros, observandola fijamente con una mano en su frente. No debía de tener mucho más de 50 años, de nariz ganchuda y labios finos. De su palma salía una suave luz. -Tranquila. Aún estás muy afiebrada. Estabas temblando y murmurando entre sueños, Alay. Debes descansar. Alay se dio cuenta que estaba en una abrigada cama, en lo que debía ser, dado lo austero de su apariencia, una habitación de la abadía. -¿Como sabe mi nomb...?-pero al mirar hacia la puerta de madera vio a Lylia sentada en un taburete. -Te ha estado buscando. Nos contó por lo que has estado pasando. Lylia se encogió de hombros,tratando de fingir inocencia. Alay se sintió un tanto avergonzada. -Oh...ya veo... Lylia se acurrucó junto a Alay y cuando la sacerdotisa se hubo marchado, ambas no dijeron nada. Simplemente se mantuvieron abrazadas hasta dormirse. A la mañana siguiente, la Madre Hestia Hallow se acercó al cuarto donde estaban alojadas con una gran bandeja de pan recien horneado, mantequilla y un tazón de té. Alay los devoró educadamente, pero casi sin pausa. Cuando hubo terminado, la Madre le expresó el conocimiento que tenía sobre sus problemas, por parte de Lylia. -Sé que no querrías quedarte aquí de forma gratuita. Por lo que si lo deseas hay mucho trabajo en la Abadía. Comidas que hacer, ropas que remendar. Ah y no tenemos quien cuide del jardín después de que la Hermana Isadora sufriese una indisposición..ehm...permanente. Yo necesito algo de ayuda también. No soy tan joven y a veces requiero ayuda. Alay reprimió su orgullo y asintió. Era trabajo. -Estaré sumamente agradecida siempre por esto, Madre. No la defraudaré. -Ah...la legendaria formalidad élfica. No hace falta nada de eso, cariño. Les traeré más pan. Están en los huesos. Antes de que el gallo cantase, ya me encontraba despierta. Nunca era un día igual. Me recogí el cabello, me puse el delantal y comencé con las tareas matutinas. A mi lado Lylia aun dormía. Era mejor así. Desde que nos habíamos mudado a la abadía todo era diferente. No más fácil porque trabajabamos de sol a sol, pero diferente. -Buenos días, hermano Kalvin. -Buenos días, Alay-respondía el al cruzar su camino con el de la elfa, que parecía flotar cuando caminaba por los pasillos. -Muy bien, veamos...-tomé mi lista de la semana-Oh...hoy es la clase de coro. Un mes después de que me había mudado, la Madre Hestia sugirió que montara un pequeño taller de coro. Así que dos veces a la semana organizaba a los niños para cantar. -Pero eso será después del almuerzo. Mmmh... Marché al jardín. Se encontraba bastante bien. Hacía una semana había podado mi área asignada e incluso se me había permitido plantar un arbustillo de lavanda. Adoraba el aroma y esperaba que me permitieran hacer un perfume con ello. El invernadero se encontraba en perfectas condiciones. Algunos pimientos comenzaban a estar listos para cosecharlos y las semillas extrañas que había comprado estaban dando un pequeño brote. Según el vendedor eran "sandías" y eran un manjar muy delicioso. Ideal para el verano. Y para las diez de la mañana ya había barrido los escalones de la entrada y limpiado el atril y los asientos. Aun faltaba un rato para el almuerzo. Recordé que la mayoría de los novicios se habían marchado al pueblo a pasar el día. Decidí poner en marcha mi plan. El Archivo de la Abadía no estaba abierto para una trabajadora como yo. En menos de lo que esperaba me encontraba frente a la puerta del Archivo. Hacia meses deseaba entrar y leer un poco, algo, lo que sea. Me aseguré de que nadie estuviese cerca y empujé la puerta y la cerré detrás de mi en un santiamén. Robustas mesas de roble parecían empequeñecer ante las altas estanterías, llenas de libros y pergaminos. El aroma típico de libros añosos me llegó a la nariz y me hizo sonreír. Me moví de la puerta hacia el pasillo más cercano a mi derecha mientras pasaba los dedos por los lomos. Tomé un libro al azar. Rezos y algunos salmos. Y una larga disertación filosófica sobre la naturaleza de la Luz. Lo leí durante un rato, pero quería seguir explorando. Algunos nombres me resultaban familiares. Los había oído en charlas entre novicios. Seguí caminando, perdiendome entre toneladas de saber. Sabía como eran las investigaciones teológicas en los Sagrarios, ya que había acompañado a Elrys alguna vez y a mi madre siendo más pequeña. Pero esto era distinto. Tan rústico, tan primitivo. Sin embargo estaba cargado de poder. Podía sentir como esos libros exudaban saberes, errados y correctos, sobre la Luz. Me parecía fascinante. Y hasta se habían desvivido por recrear o rescatar algunos libros cuando Lordaeron cayó. Era digno de respeto. Me detuve frente a un libro precioso. El tiempo no había hecho mella en sus dibujos plateados en el lomo. Me pareció algo familiar. Y al abrirlo noté que estaba en thalassiano. El titulo rezaba: "El Idioma de la Luz". Era un compilado de vivencias de elfos que habían tomado el manto de la Luz y habían partido fuera del Alto Reino. Algunos se habían establecido en ciudades humanas. Otros regresaron a casa. Otros tomaron un rol errante,guiados por la Luz a donde fuesen necesarios. Estaba tan enfrascada en la lectura que no noté cuando Hestia me dio una palmadita en la espalda. -¿Estas ocupada?-dijo con tono entre curioso y divertido. Di un respingo y abracé el libro. -¡Disculpeme Madre! Es que no esperaba que... -¿Que alguien te descubriera? -¡Sí! ¡Digo no! Yo solo querá pasar a leer algunos libros. La morena se rió, apoyada en su bastón. -¿Por que no te vuelves una novicia, Alay? Por unos segundos me quedé allí, paralizada. Pero en ese instante lo noté. Como algo que estaba allí y no lo habías notado antes. Donde podrían unirse mis caminos. El corazón me latía con fuerza. -Sí-logré murmurar.
  16. Bienvenida! ¿Selkis por las "ninfas" focas de la mitología? Espero que lo pases muy bien en tu estadía. No tienes limite para los pjs (sólo el máximo de la cuenta,que son como 10). ¿Tienes pensado algun personaje inicial? ¿rol? ¿raza? ¿historia? Hay varios focos, pero principalmente el humano en Elwynn es el más sencillo para empezar. ¡Un saludo!
  17. Atributos 7 Físico 7 Destreza 6 Inteligencia 6 Percepción Valores de combate 28 Puntos de vida 18 Mana 7 Iniciativa 9 Ataque CC (Lanza Ligera) 8 Ataque CC (Hacha de Mano) >9 Ataque a Distancia (Arco Corto) 8 Ataque CC Sutil (Daga) 8 Defensa Habilidades Físico 1 Atletismo 2 Lanza Ligera 1 Hacha de Mano Destreza 2 Arco Corto 1 Daga 1 Cabalgar 1 Escalar 1 Defensa 1 Nadar 1 Sigilo Inteligencia 1 Fauna 1 Religión 2 Sanación/Hierbas 1 Supervivencia/Cazar 1 Tradición/Historia Percepción 1 Advertir/Notar 1 Bailar 1 Rastrear 1 Reflejos 1 Música(Canto) Escuelas/Especializaciones
  18. Una posada en el camino, parada obligatoria de viajeros y comerciantes. Puesto de venta para los cazadores de la región. Hace 4 años... El ambiente del bar era espeso, una espesa humareda flotaba por el aire proveniente de varios hombres, cazadores por sus pintas, que fumaban de unas largas pipas. Un joven robusto de rizos negros tocaba su laúd y cantaba con voz melosa una canción sobre mercaderes y sus viajes. La mesera, una mujer ya en sus cuarentas le acercó las bebidas a los cazadores en la mesa y tras recibir su paga se marchó. -Les digo lo que ví….era una ninfa del bosque-decía el más joven del grupo, que apenas tenía los primeros signos de barba castaña en su mentón. -Sí. Como esa ves que viste una sirena y solo era un múrloc gordo, Lareon, ya deja de mentir-le espetó el enano del grupo, Korven -¡En serio! ¡Lo juro por la Luz y por mi madre! Era una ninfa. -¿Y como era?-preguntó una voz suave. Era Mindy, una mujer que en realidad distaba mucho de ser parecida a una. De cabello corto y mandibula cuadrada, parecía más masculina que el joven Lareon. -Pues…hermosa, claro. Tenía el cabello suelto y negro y….unas lindas piernas, y unas eh…bueno unas caderas finas y una espalda torneada y eh un…frente agradable…y bueno, iba con un vestido blanco algo suelto. Estaba juntando bayas. Y cantaba muy dulcemente. Oh y tenia ojos que parecían violetas… -¿Y no te acercaste a hablarle?-espetó, molesto por los titubeos del adolescente, el ultimo miembro del grupo, Carter, un humano alto y escuálido, de nariz larga. -Bueno, claro…lo habría hecho pero apareció la bruja. -Ya, ya. ¿Volviste a comer de esas lechugas endiablas que crecen en verano por estos bosques? -¡Les digo que no! La bruja apareció allí. La Bruja de la Jungla Sombría. Se hizo el silencio en la mesa. Y luego un sinfín de risas. El pobre muchacho se puso colorado y no volvió a hablar del asunto esa noche Pero un joven se le acercó al cazador adolescente -Disculpa…¿de que color dijiste que eran sus ojos?-pregunto un hombre joven, apoyando las manos sobre la mesa. Verano del Año 18, Festival de la Cosecha. Mansión de Campo de la Casa Faorlen Me dolía la comisura de los labios de tanto reír. El hijo de Lord Dalton era más carismático de lo que me habían dicho. Me tapé la boca al soltar la risita. Él me miraba fijamente con sus lindos ojos ámbar. Tan juguetón. Suspiré y me di algo de aire con mi abanico de plumas, fingiendo estar abochornada ante la tórrida tarde de verano. Me había puesto un vestido de satín y muselina, ligeramente transparente en mis mejores lugares, para resaltar mis atributos. No necesitaba rubor, ya que el calor de la tarde me hacía tener colores en las mejillas. Había oído que Tristán, como se llamaba el muchacho, las prefería naturales, así que opté por no maquillarme. Ah, el muchacho era guapo, con su nariz respingona, sus dientes blancos y su cabello castaño. Ademas era muy alto. No es un Alto elfo, pero está bien. Y le encantan los torneos. Era una buena opción de marido para mi. No sé de que estaba hablando, algo de los viñedos de su padre e incursiones orcas. No sé, no me interesa. Solo finjo asombro y algo de temor ante la mención de los orcos o trols, no recuerdo que eran. Al parecer queda encantado con nuestro encuentro y creo que le gusta mi apariencia; lo veo en el reflejo del agua cuando pasa junto a mi. Aunque soy joven, sé de esto. Prácticamente nací para esto. Y soy la más favorecida de mis hermanas. Mis ojos lilas son lo más exótico de mi. Nuestro paseo por los jardines termina cuando yo lo indico, alegando que debo prepararme para los invitados que llegaran esa noche a nuestra residencia veraniega para el Festival de la Cosecha Estival Con todo el jolgorio que ésta época conlleva, hay música, baile y comida. Aunque no es de tan buena calidad. Una de mis hermanas, Olimpia que es la mayor, me explica que es por culpa de la reciente liberación de orcos que hay tanto problema. Ya decía yo que el vino estaba algo aguado y el ciervo brillaba por su ausencia. Luego aprovecha para sermonearme que debo estar al tanto de los sucesos del reino. Siempre tiene el momento justo para meter un sermón. Debería ser sacerdotisa. Es tan pesada cuando quiere. Me marcho a los jardines para no oírla. El aroma de las rosas me embelesa. Y el porte altivo del joven Señor de la Casa Von Ziegler, tan militar, firme y noble, también me embelesa. Sonríe al verme y me acerco fingiendo timidez, con mis manos detrás de mi espalda. Este es mi juego. Cabaña de la Jocelyn "La Montaraz Anciana" o "La Bruja de la Jungla Sombría" Alrededor del Año 21. El rostro de la anciana, surcado por la edad, apenas era iluminado por las escasas brasas que quedaban, dontando a su rostro del aspecto de una máscara anaranjada, solemne y implacable. Sus ojos grises parecían mirar en el fondo de mi ser. -El bosque es gentil. Te da ciervos para que caces, riachuelos para que bebas, bayas dulces para que te reconforten y sombra para que el sol no te queme. Pero no abuses de su gentileza-echó unas hierbas a las brazas, que chisporrotearon y soltaron un humillo-Porque también es implacable. No acepta debilidad; te dejará perderte, albergará a los lobos que te comerán y se mantendrá indolente cuando tus pies descalzos se congelen y partan en el invierno. Las imágenes que mencionaba se tornaban vívidas en mi mente. Fruncí el ceño y me vi sumida en un sueño ligero. Algún punto entre el año 18 y el 19. Castillo del Atardecer, sobre las Colinas Naranjas del poblado de Astardán -Eres una vergüenza para esta familia. ¡Estoy harto de tu actitud! Padre está furioso. Pero más que furioso, parece decepcionado. -¡No haces mas que generar más y más problemas! ¡¿Es que no entiendes que lo que haces nos afecta a todos?!-me observa fijamente. No puedo mirarle. Busco algo de ayuda en la sala, pero nadie me ayuda. Solo Olimpia me observa, pero no puedo descifrar que significa su mirada. -Mañana partirás a la Abadía de Santa Aurora. Quizás allí aprendas modales y como comportarte acorde a tu edad. -¡Padre esto es inaudito! ¡No voy a permitir que.. -¡Vas a hacer lo que te sea ordenado, Sylvaine! No medio más palabras. Me largo de la sala con un taconazo. No me verá llorar de rabia, no le voy a permitir eso. Me encierro en mi cuarto. Quizás me pasé esta vez. La luz de las lunas es agradable. Un golpe en la puerta me saca de mi ensoñación. -¿Quién es? -Soy Olimpia. ¿Puedo pasar? Dudo unos segundos. No quiero oír sermones ni regaños. Pero finalmente le abro la puerta, disimulando mis lágrimas como puedo. En cuanto cierro la puerta detrás de Olimpia mi hermana me abraza, para mi sorpresa. -Está bien, Sylvie…puedes llorar. Entiendo tu frustración. Me quedo pillada un momento. -Lo bueno de que seas la menor, es que tienes más libertad, hermanita. Al ser la mayor padre ya ha arreglado un matrimonio para mi. -¿En serio? ¿Y con quién? -Lord Armand. Solté un gruñido de molestia. -Es muy mayor para ti. -Y tiene fama de golpear mujeres-añade ella-No le gustará para nada que padre me haya permitido entrenarme con sus caballeros. Pero tu tendrás más suerte. Quizás sí podrás elegir. Y tendrás algo de paz, lejos de este infierno mientras estés en la abadía. -¡Pero no quiero irme con un montón de religiosos! ¡Quiero seguir yendo a fiestas y usar ropa diferente cada día! -Ay, Sylvie. No sabes valorar lo que tienes. Nos quedamos en silencio. Luego, de entre sus ropas, sacó una espada. Brillante, aunque los patrones de hiedras y estrellas estaban algo despintados y viejos; su filo parecía aun tan vibrante y noble como recién forjada. -¿Cómo es que te atreviste a huir con Hadau Seren? ¿Qué te llevó a pensar que algo así saldría bien? -Quería probar si lo de la leyenda era cierto. Ya sabes, si es que arrojándola al Lago Lordamere en una noche de lunas llenas aparecería la Dama Élfica que se casó con el fundador de nuestra casa. -Menudas tonterías. ¿Siempre tienes la cabeza llena de historias? Ya tienes edad para dejar de creer en esas cosas. Además de que metiste en problemas a Nathanael al huir con él. Es un mozo de establos, y un inocente. No metas a los demás en tus problemas. -Solo fue algo tonto que quería hacer. ¿Qué nunca hiciste algo estúp…? No, no creo que hayas hecho algo tonto jamás. -No. Siempre tuve que ser el ejemplo para ustedes-rió suavemente y negó-Pero los amo a todos a pese a todo. Cabaña de la "Bruja de la Espesura" Joceyln.Y su aprendiz, "Sylvie" –Con el ciclo de las estaciones aprendes a mantener la calma. Y a recibir las cosas como vienen. A esforzarte por tu trabajo y a valorar cada caza. La anciana me tomó de las manos. Sus manos viejas y callosas, pero fuertes y de dedos largos. -No te frustres por no haber traído nada hoy. Mañana lo conseguirás. Pero no puedes rendirte, porque cuando te rindes es cuando mueres. Serás recompensada por lo que hagas, no por tu inacción. Ahora…te toca hacer la sopa de rábanos ya que no trajiste nada de carne. Suspiré y me reí un poco. Es el segundo año desde que vivo con la anciana Jocelyn. Me enseña lo que sabe muy despacio, a su ritmo y a su manera. A veces creo que simplemente me enseña de a poco para que no me marche. Para que no la deje sola con los recuerdos de sus hijos que partieron, de la patria que abandonó, o del marido que tiene su tumba junto al huerto de las lechugas. Aunque ella no dice sentirse sola. Nadie que habita los bosques y vive en respeto con las leyes del bosque lo está, según ella. -¿Sabes, Sylvie? Aprecio tu compañía. Me recuerdas a una de mis hijas. Se casó con un mercader y ahora vive en Costasur. Niña malagradecida…-refunfuña. -Yo también aprecio su compañía, abuela-le respondo mientras revuelvo la sopa-No se preocupe, me tendrá aquí por mucho tiempo. Si supiera que no tengo otro lugar a donde ir y que la idea me aterra. Nunca me iré de aquí, abuela. Estamos bien las dos aquí. Aunque estaría bien tener algo más de especias para esta insulsa sopa, mmh. Abadía de Santa Aurora. Nuestra Señora de la Disciplina y la Obediencia. También conocido como "Abadía Santa Aurora para Noblecillas Irreverentes" Principios del Año 20 Mordiqueo una de las galletas rellenas de dulce de fresa, con gesto distraído mientras miro el libro que se supone que debo estudiar. La biblioteca de la abadía está casi vacía, salvo por mi y el hermano Rosencroix. Paso un dedo por el manchón de fresa que dejé en una pagina, lo lamo, y paso a la pagina siguiente. Rosencroix me mira fijamente y me espeta. -¿No se supone que no debas comer en la biblioteca? No respondo -¿Y no se supone que esas galletas son para vender en la feria de Rio Bravo esta semana? Pongo los ojos en blanco -¿Y no era esta la semana en la que comenzabas tu penitencia de silencio, Rosencroix? -¡Cierto! Perdón, perdón… -Ya cállate…-digo aguantando la risa al ver que se pone de todos los colores-De todos modos no importa. Mañana no estaré aquí. -¿¡Que?!-se lleva las manos a la boca -Ssssh…esta noche ya no estaré aquí. Tengo las llaves de la Madre Superiora Chandrelle y voy a usarlas para salir por la puerta del sótano. -Pero no puedes irte. -¿Por qué no? Mira…no es mi lugar. Quiero volver a casa. Estoy…estoy cansada de este vestido gris y de organizar libros. He aprendido bastante pero quiero estar con mi familia. ¡Vendieron todos mis vestidos, con el permiso de mi padre, cuando llegué aquí! De no haberme guardado el broche de la insignia de mi familia, ni eso tendría. De debajo de mi delantal, saqué una preciosa insignia de plata; era una espada preciosa, con vainas que crecían por ésta y se alzaban por encima de su pomo, enganchando una gran estrella entre sus brotes y hojas. -Es bonito-dijo algo taciturno Rosencroix. -Sabes que no pertenezco aquí. -Pero no quiero que te vayas. Eres lo más cercano que tengo a una amiga aquí-el muchacho me miró con sus ojos negros. No pensaba que valía tanto para el- Todo será más aburrido una vez te vayas. -Tendrás que conseguirte otra amiga con la cual robar pasteles a medianoche. -¡Exacto! Voy a extrañarte. -Pues huye conmigo entonces. -¡¿Qué DICES?! -SSSSSSH ¿penitencia de silencio no te dice nada a ti? Ven conmigo. Puedes ser mi sirviente. -¿Sirviente? -Claro. Viniste aquí a servirle a Luz. No hay tanta diferencia. -No lo sé. -Decidete antes de esta tarde ¿vale? Me voy. Y salí rápidamente de la biblioteca tratando de disimular mi nerviosismo. Cabaña de Joceyln. Hogar de Jocelyn y Sylvie. Remanso de paz en un mundo en guerra.Hace 4 años Observo el cielo despejado. En la alta colina donde se encuentra la cabaña de Jocelyn se aprecia el bosque y el valle lejano. Algunas luciérnagas revolotean por el aire y las cigarras se quejan del calor. Aplasto un par de mosquitos contra mis piernas. Que a gusto se está por las noches. Jocelyn esta sentada en su silla mecedora Cuiiiiiic, cuiiiiic hace la silla. Disfruto estas noches. Pensar que antes no podría haber considerado vivir así. Ahora solo tengo calma en mi. -Alguien viene-dice la abuela al aire-Alguien que viene algo cargado por el ruido que hace. -Quizás es un mercader. -No lo creo…por si acaso ten tus armas a mano. Me pongo en pie rápidamente y busco el arco y el carcaj, que dejo detrás de una pila de leña, disimulado. Por si acaso prefiero mostrarme con mi hacha. Por el camino que llega a la cabaña oigo el ruido del traquetear de metal ¿quizás es un soldado?. Estoy calmada, solo espero que no sea alguien de mala intención. -¿Hola? Disculpen estoy buscando a… -¿Rosencroix?-el muchacho, embutido en acero levantó la mano a modo de saludo y luego cayó noqueado porque Jocelyn le arrojó un piedrazo. Camino Real. Lordaeron. Año 20. Tercera Guerra -¿A dónde van con esta lluvia, niños?-nos preguntó el vigía del paso hacia el norte. -Vamos a Stratholme, desde allí a alguna caravana hasta Astardán. -¿Niños…no se enteraron? Todo es un caos en Lordaeron. El rey ha sido asesinado y Stratholme es ruinas ardientes. Deberían huir lo antes posible de aquí. Al sur, quizás…si es que hay un lugar a donde huir de los muertos que asolan este país. No era posible. No. Sentí como me mareaba y por suerte Rosencroix me tomó del brazo para que no caiga. -¡No, iremos a Astardán a buscar a mi familia, ahora! -Syl, oíste al guardia, es un infierno allá. No podemos ir. -Está bien, TÚ quédate, yo iré-dije tomando rumbo por el camino embarrado al norte, donde cada vez me empantaba mas y me sentía mas desdichada con cada paso. -Syl, Syl. ¡SYL DETENTE Y ESCUCHAME!-se puso frente a mi-No puedes ir, vas a morir. -¡No me importa, quiero ver a mi familia! ¡Ellos tienen que estar vivos aun! -No lo sabes-lo ignoré y seguí mi camino bajo la lluvia. Un trueno partió el cielo -Por favor Syl, no sigas. Vámonos al sur y planeemos que hacer ahí. -Déjame en paz, Rosencroix. ¿Tú que sabes de familia? Eres un huérfano que fue entregado a la Abadía cuando recién naciste ¡no sabes lo que es una familia! Rosencroix me miró fijamente -¡Pues bien, haz como quieras!-me gritó y comenzó a irse en la dirección contraria -¡Pierdete, remedo de sacerdote! Comencé a sollozar. Para cuando llegué a un puente ya lloraba a viva voz. Iba tan perdida en mi miseria que no reparé en la crecida del río. O lo resbaloso del puente. Lo único que recuerdo es el caer al río, el frío del agua, un golpe y luego nada. Supongo que me lo merecía. No debí decirle eso a Rosencroix. Y no debí haber tratado mal a Olimpia. O a robare las llaves a la Madre Superiora. O haber huido con la espada Hadau Seren…tantas cosas. Quizás lo mejor era morir ahí y ya. Pero por algún motivo desperté en una cabaña. Tapada con una manta de oso. -¿Despertaste al fin? Que bien. -¿Dónde estoy? -En mi casa. Te rompiste una costilla y creo que no tendrás sed por lo que queda de año con todo el agua que tragaste. Pero estarás bien. No intent… Intenté levantarme y una ola de dolor me arrojó devuelta al catre. -…levantarte. Recuestate, descansa y todo estará bien. No deseaba repetir el dolor que casi me dejo inconsciente, por lo que me recosté y me limpié con cuidado las lágrimas por el dolor. -Ahora ¿Qué harás cuando te recuperes, muchacha? -No lo sé. No creo que haya nada a donde volver. -¿Entonces? ¿Te irás al sur? -No lo sé. -¿Cómo no lo sabes? ¿No tienes un fin en tu vida?¿No tienes un sueño que cumplir? -Tengo sueño, sí…creo que mejor voy a dormir otro poco. Pero durante los días siguientes siempre me preguntaba lo mismo. Jocelyn era sumamente pesada. Al tercer día simplemente le dije. -Supongo que sobrevivir no cuenta como un sueño ¿verdad? -Es un sueño válido. Las ardillas sueñan con conseguir nueces y no ser cazada por una lechuza o un halcón. El halcón con atrapar una ardilla o un animal regordete. Todos sueñan con sobrevivir. Es válido. Y no dijo más. Pasaron las semanas y me sané muy bien bajo sus cuidados. Dándome sus olorosas y pastosas medicinas. Su casa era pequeña, pero limpia. Llena de plantas, olía siempre a tierra mojada. En el centro había un pequeño espacio para el fuego. Tenia un gran ventanal que daba luz y una mesa tosca con tocones de madera como asientos. Cuando pude ponerme en pie comencé a ayudar un poco. Barriendo torpemente, cortándome los dedos al intentar pelar patatas o llenándome de astillas al tratar de cortar leña. Eso o recibiendo dolores de cabeza al intentar enceder fuego. -Eres realmente inútil, niña. Pero te puedo enseñar. -Disculpa pero ¿eso significa que puedo vivir aquí? -No, lo siento. Como ves siempre tengo demasiadas visitas y serías una molestia…-luego soltó una risotada-Claro, niña. Siempre vienen bien un par de manos extras. Mas si son tan suavecitas como las tuyas. Venga. Así comenzaron a pasar los años. Me enseñó todo lo que sabía sobre la vida en los bosques. Rastrear animales, guiarse por el bosque usando el sol y las estrellas, el disparar con un arco y cortar con un hacha. Cada día era una lección nueva. Casi nunca estaba quieta y eso me mantenía distraída. Explorar, cazar, recoger hierbas, procesarlas, ir a venderlas, la huerta, el arreglar la cabaña. Los años pasaron volando. De a poco esa vida se volvió parte de mi. Y adquirí algo que necesitaba. Una guía. Algo que me formara y me volviera mejor persona. Estaba en paz. Rosencroix me buscaba hace mucho. Había partido a con Lady Jaina y vivió en Theramore durante mucho tiempo. Regresó al camino de la Luz y ahora, viajando, oyó que hablaron de mi y me buscó por la región. Fue una alegría verle otra vez. -Debo pedirte perdón por esa noche. Bueno, por esa y por todas las cosas malas que te hice. -Descuida, el perdón es algo que se aprende. La Luz lo enseña. -¿Qué no enseña Compasión, Respeto y Determinación? -Tenacidad, en realidad. Pero creo que el perdón es también importante. -Nunca prestaba atención en las enseñanzas del Padre Eric. -Lo sé. Preferías irte a comer o esconderte en el huerto. Me alegró tener de vuelta a Rosencroix. Era mi amigo después de todo. Y aunque quería que volviese con él a Theramore, preferí quedarme. Estaba a gusto allí y era lo más cercano a un hogar. Prometí escribirle y volvió a su camino. Jocelyn y yo seguimos viviendo nuestras vidas, pero eventualmente la suya se extinguió. No hubo mucho más que hacer que cerrar el lugar y marchar a un destino incierto, con todas las enseñanzas que la abuela me dejó. Estuve un tiempo ayudando a unas fuerzas milicianas en un pequeño pueblo. Defendiéndolos de los bandidos. Como eran meros ladrones de poca monta, bastaba con asustarlos un poco. No me agrada demasiado la idea de matar innecesariamente. Luego, el Ejército Imperial llegó al pueblo y perdí mi fuente de trabajo. Pensé en irme a Theramore pero no quería abandonar el lugar donde nací aún…por lo que seguí al sur. El Ejército Imperial contaba con una división de Exploradores, por lo que creí adecuado volverme parte de sus filas. Oí que Costasur necesitaba ayuda debido a varios problemas de inestabilidad en la región. Además, creo que sí sería capaz de matar un renegado. Por lo que voy en camino hacia allá.
  19. Registro de Ciudadanos y Nobles del Imperio de la Humanidad Página 326 del Registro A-82 Sylvaine de la Antigua Casa Faorlen de Lordaeron Hija de Lord Kermond y Lady Serafina (de la Casa,también extinta de los Viridialba) Lema "El gentil filo de la Estrella, que daña a los Crueles y perdona a los Justos" Epígrafe Doncella de 28 años de edad al momento de la escritura de este registro. Nacida un 21 de Diciembre en la localidad perdida de Astardán. Cabello negro.Ojos azules. Estatura media.Soltera. Actualmente sirve en el ejército en la división de exploradores. Sin posibilidad de reclamo alguno. Sin domicilio fijo establecido. Única sobreviviente conocida de su apellido. Fin del registro Apariencia física: Personalidad:
  20. Amelia se acercó, ya de noche, a la Recepción de la Academia de Artes Arcanas con su carta en mano. Al estar cerrado por ser una hora para nada adecuadas para la atención, la dejó por debajo de la puerta,esperando que la reciban al día siguiente al abrir la puerta.Se marchó, sabiendo que este era un gran riesgo y un paso muy importante,pero más determinada que nunca. La carta rezaba lo siguiente. A quien corresponda Soy Amelia Honeydukes y me gustaría ingresar en su Academia.Creo que la magia es una forma de mejorar y moldear el mundo para bien y quiero formalizar lo que ya he aprendido bajo la tutela de mi madre.Así que si se me permite el ser puesta a prueba prometo hacer valer lo que sé. Se despide atentamente esperando respuesta Amelia Honeydukes EN el sobre está escrito a donde se puede enviar la respuesta.La habitación numero 15 de una posada algo alejada del centro de la ciudad.
  21. La Melancolía de Alayratiel Aureaster -Descuida, Ele.Sólo los acompañaré para asegurarme que no se encuentren con ningún problema. Eso fue lo que le dije. Hace un par de días un mercader de mi gente, junto a su hijo habían pasado por la muralla y acamparon en la cercanía debido al mal tiempo. Melion y su hijo Cirnen resultaron ser una compañía muy grata. Cuando no estaba ocupada iba a charlar con ellos. Me contaron que hace ya unos cuantos años se dedicaban a viajar por los caminos con su vieja mula, Lensy, vendiendo telas, cueros y a veces algunos materiales raros, como seda o productos de belleza como perfumes y aceites aromáticos. En realidad ambos eran encantadores. Melion era un elfo ya maduro, de unos 500 años. De cabello negro y mirada vivaz. De actitud tranquila y serena. Y su hijo Cirnen era un muchachito de no más de 54 años, flacucho y de sonrisa fácil, cuyos cabellos dorados caían en suaves bucles hacia su espalda. Aspiraba,según me contó, a ser Mago algún día. Por lo que ahorraba para poder meterse de lleno en la Academia de magia de Theramore. Me comentó Melion, una noche junto a la fogata, que su esposa aún vivía, pero se habían distanciado. Un conflicto grande, debido a que ella no deseaba hacerse cargo de Cirnen y prefería meterlo de lleno en alguna academia magica más militarizada. -No es la vida que quería para mi hijo y le dije que no iba a dejarle hacer eso. Ella creía que lo mejor sería que esté preparado para lo que podría venir...pero no es forma para que un niño crezca. Debe ser su decisión.Ella dijo que era un necio y no había aprendido nada de la caída del reino ni de nuestro exilio. Y si no quería ver las cosas como eran bien podía irme de vuelta al reino a vivir con el resto de los necios y ciegos que vivian una ilusión. -Son palabras dolorosas. Mayores y dolorosas. -Lo sé. Por eso me fui. Me llevé a Cirnen y no miramos atrás. Desde entonces nos hemos valido como podemos. Y lo estamos haciendo bien. Sé que el camino tampoco es un lugar para criar un niño...pero...a veces creo que ella tenía razón en parte. Tengo que prepararle para el futuro. -Lo estás haciendo. Él te tiene a ti, que le apoyas y acompañas. Y él está muy convencido en volverse un mago.-le apoyé mi mano con suavidad en el hombro-Lo estás guiando, no te preocupes, Melion, lo haces bien. No hablamos mucho más esa noche. -Descuida, Ele.Sólo los acompañaré para asegurarme que no se encuentren con ningún problema. Una vez lleguen al Puerto Menethil los dejaré y volveré aquí. Partí con los mercaderes. El camino iba en paz. Me pidieron un par de canciones, para amenizar el viaje. Y entre tanto, Cirnen me contaba de sus deseos para el futuro. -Quiero poder hacer flotar cosas. Y ganar mucho dinero y tener una casa grande donde vivamos papá y yo. -Interesante ¿y por que flotar cosas? -Para vender canteros para flores que floten a la gente del Imperio. Será la ultima moda, ya veras. Jardines flotantes. -Mmmh...me gustaría tener un jardin flotante. Seguro que a Elegost le encantaría la idea...si es que Santiago no las rompe en pedazos... El muchacho se rió ante mi comentario. La cantidad de energía que irradiaba el muchacho me hacía recordar a alguien. Pero no pude darle mucho tiempo a desarrollar tal recuerdo. -¡Escondanse detrás del carro!-les grité a ambos. Una flecha se clavó contra mi hombrera y una segunda fue interceptada a tiempo por mi escudo-¡Muestrense! Nos habían emboscado al pasar por una pequeña arboleda junto al camino. Uno de los atacantes salió al camino, cargando contra Melion y Cirnen. Corrí para protegerles y le lancé una estocada en un costado. El hombre, que iba con la cara tapada, chillo de dolor y llegó a darme en un brazo con su cuchillo largo. Cirnen se zafó de su padre y empujó al hombre, dandome tiempo de atacarle. Acabé con el rapidamente pero para entonces otro flechazo se clavo cerca de mi, sobre el carromato. -¡Tenemos que salir de aquí, el tirador no se mostrará! ¡Salid primero ustedes! Cubrí a ambos entre que hacian que su mula avance pero antes de que pudieramos reaccionar recibí un flechazo en pleno brazo. Se me cayó el escudo, no lo podía sostener. Otro flechazo mas llegó a mi y mi espada flaqueó...luego comencé a marearme y logré oír a Melion gritando algo. -¡Alay! ¡Alay! Eh, Alay...¿vas a despertarte o voy a tener que bajar a desayunar yo sola? Era Lylia. Me sacudía energicamente para despertarme. -Lyl...¿que hora es? -Ni idea, tarde. ¿Te quedaste hasta tarde componiendo? -Se me da mejor de noche y lo sabes. -Sí, pero luego duermes de más. -¿Quizás tu duermes de menos? -Mmmh no.Recupero energía facilmente, no como ustedes los orej...los elfos. -Ya, ya, vamos a comer algo. Lylia...¿como se había olvidado de ella? Ni una misera carta le había escrito.¿Que clase de guardiana había sido ella? ¿que clase de...familia era para ella? Ahora que sentía como la vida se escapaba de ella y todo se tornaba difuso, lo notaba, la recordaba. Pero no era un pensamiento reciente. ¡Que ilusa fue! ¡Jugar a que era una guerrera, que traía a Elegost de vuelta a casa! Quiso llorar al pensar en como había abandonado a la niña.Pero solo logró sentir rabia y luego nada. -Alay. Al despertar se vió en una limpia sala iluminada y llena de camas. Melion estaba junto a su cama. Su rostro estaba demacrado por la falta de sueño y el cansancio. -Me alegra que estés bien. Quiso hablar, pero su garganta esta seca. Así que solo salió un leve gruñido. Melion le dio agua en un cuenco y bebió hasta estar saciada. -¿Donde está Cirnen? -Esta mejor...recibió un flechazo en su pierna y estuve bastante asustado y temí por el.Casi no dormí hasta que me dijeron que estaría bien. -Uff...menos mal-pronto me sentí algo mareada y preferí volver a dormir. Una semana después estaba mejor. Avisé a Elegost antes de que recibí algo de daño pero estaba bien. Me despedí de ambos elfos y volví a la muralla. Lamentablemente en el ataque y la huida perdieron mi espada y escudo. Volví con una leve sensación de derrota. Elegost me tranquilizó y priorizó el que hubiese salido relativamente ilesa. Pero ya no era lo mismo. Yo no podía seguir. Tenía que volver a Elwynn. Volver a mi hogar. No a Elwynn en sí, sino a Lylia, la niña humana que había tomado bajo mi ala. Se lo dije a Elegost. Lo tomó tranquilamente. Entendía mi punto y aunque noté que le dolía decirme adiós, lo aceptó. No podía obligarme a estar allí, ni yo podía seguir ahí, jugando a ser algo que no era. Por lo que tomé mis cosas. Antes de irme me corté mi trenza dorada y se la dejé a Elegost,bien atada,debajo de su almohada. Abracé por ultima vez al amigo más grande que pude desear haber tenido. No sé el idioma humano, pero si "Elegost" significa "Corazón Grande" no me sorprendería, porque el corazón de este humano lo es. -No te preocupes Ele-dije tratando de sonar lo más calmada y libre de pena posible-Me aseguraré de Lylia reciba una buena educación. La llevaré todos los días a la Iglesia, me aseguraré de que lea y coma bien y la colmaré de todo lo que le haga falta,aunque me cueste. Crecerá fuerte, en serio. Y será tan feliz como ambos queremos que lo sea.No pienso dejarla sola nunca más.Yo...yo voy a ser una madre o una hermana para ella, lo que necesite-tragué saliva y le di otro abrazo a Elegost, que me alzó en brazos en su abrazo. Emprendí el largo camino con la congoja de dejerle atrás. Tras casi medio año, me encontré de vuelta en la familiar calle donde vivía Elegost. Giré la llave de la puerta y la abrí. Allí en el fauteuil, hecha una bolita,descansaba Lylia. Sonreí. Por primera vez en mucho tiempo,yo, una exiliada, estaba en casa. //Pequeño texto para decirle adiós, al menos por ahora, al pj. Veré de volver a usarlo en otro momento.
  22. El rítmico golpeteo de los tacones de la elfa sobre el empedrado iban casi al unísono con el de su bolso de cuero golpeando contra su cadera.Avanzaba a paso veloz, sin mirar a su alrededor ni prestar atención más que al edificio de piedra blanca que tenía a unos escasos metros. Su cabello flotaba detrás de ella y sus hombros se mantenían firmes en cada marcial paso que daba. Determinada, subió los escalones del edificio y se acercó al mostrado con un movimiento mecánico. -Buenas tardes tenga usted, joven-saludó con una cortés reverencia al recepcionista-Me he apersonado aquí para entregar esta carta, de mi parte, con la intención de unirme al Relicario. -Ehm ¿sabe que podía enviarnosla, no? -No escapa de mi tal información.Mas creo que demuestra compromiso y seriedad el presentarse una misma para entregarla, cara a cara. El sistema de correo resulta impersonal y frío. -Claro-dijo el recepcionista,tomando la carta que la elfa morena dejó en el mostrador-La haré llegar a la Administración más tarde... -Cuanto antes, por favor.No quiero que un tema tan importante como este sea tomado a la ligera. -No, no...ya mismo iré-dijo el pobre elfo algo intimidado. -Gracias.Esperaré la respuesta de la administración. ¿Cual es su nombre,si puedo saber? -Soy Taltien Estelarco...señora. -Comprendido. Ten un buen día, joven. La carta que llega a la Administración, reza: Yo,Profesora Cressida de la Casa Caire'lune,a través de la siguiente misiva que fue entregada a ustedes el día 18 del mes X del año 29; Solicito humildemente el ingreso a su orden. Poseo conocimientos previos y he cumplido y cumplo funciones como profesora de Historia de la Magia en el Sagrario del Norte.Además de ser hija y alumna del fallecido profesor Myr'din Caire'lune que desempeñó tareas como profesor de Astronomía en la Universidad Real de Lunargenta. Creo que es una referencia importante a destacar para que se cuente con parámetros de la instrucción recibida. Cabe destacar como otra nota importante, que tengo cierta formación arcana, que sumará a mi desde ya incuestionable prontuario. Esperando una respuesta favorable, se despide atte Prof.Cressida Caire'lune
  23. Bienvenido, Thorben! Aunque no tengo enano, igual espero que pases muy buenos roles. Creo que como ya te has hecho un personaje hay una buena cantidad de cosas que ya te sabes y no hace falta decirlas, así que has ahorrado gran parte de la típica bienvenida. Cualquier cosas que nos necesites, estamos por aquí o en el Discord. Un saludo y próspero rol!
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