Nombre: Myrna Vilara
Raza: Humano
Sexo: Mujer
Edad: 16
Altura: 1,63
Peso: 54
Lugar de Nacimiento: Theramore
Ocupación: Granjera, ama de casa
Historia completa
Descripción física:
Joven humana de 16 años. 1,63 de altura, peso promedio, constitución normal, para nada delgaducha. Su cuerpo aunque aún adolescente denotan unas bonitas curvas femeninas, con cintura de avispa.
Su piel es color clara tirando a rosacea, tiene suaves pecas por todo su cuerpo.
Tiene lastimaduras por todo el cuerpo debido al trabajo en el campo, sobretodo en las rodillas, manos y pies.
Nariz respingona, labios gruesos, ojos grandes de color agua marina con largas pestañas del mismo color que su cabellera pelirroja. Su pelo no es liso, algo ondulado, muy largo, llegandole por las caderas. Se hace algunas trenzas pero normalmente lo tiene bastante desordenado.
No le importa demasiado el como ir vestida, prefiere llevar algo cómodo y duradero que algo delicado e incomodo. Suele ir vestida con un mono azul oscuro ya algo desteñido, de tela tosca con algunos parches y arreglos que desmuestran que su ropa es vieja.
Descripción psíquica:
Myrna es positiva ante todo.aunque los últimos momentos de su vida fueron duros, supo recoger fuerza necesaria para seguir adelante. ¡La vida es maravillosa!
Le gusta disfrutar de los pequeños placeres que le ofrece el mundo, así como la sensación de los pies hundidos en barro, el danzar hipnótico de unas luciérnagas, las formas que toman las nubes, el color rosado de algunos atardeceres...
Si bien puede ser demasiado inocente, si ve algo raro en una situación, no dudará en ponerse a la defensiva, si el problema le viene demasiado grande no dudará en huir o mantenerse segura de alguna manera.
Myrna también es amable con aquellos que la tratan bien, ayudando en todo lo posible a quienes le brinden su mano. No le gusta sentirse inutil, hará cualquier cosa que pueda ayudar, como cocinar, coser un descosido, etc.
Historia
La familia Vilara era una pequeña familia de campesinos comprendida por un hombre, su vieja madre y su esposa, donde vivían en una pequeña granja en Theramore ya bastante vieja que perteneció a la familia desde unas generaciones atrás. La familia se mantenía como podía, cultivaban y criaban los pocos animales que tenían, utilizando la materia prima para ellos mismos y cuando había buenas cosechas cambiaban lo que les sobraba para cosas de utilidad para la familia. No tenían mucho dinero, pero la familia era feliz con lo que tenían y no sentían la necesidad de mudarse a un pueblo o ciudad.
No tardó mucho el matrimonio en traer una vida al mundo: una pequeña niña de cabellos pelirrojos y ojos aguamarina, de piel blanca llena de suaves pecas a la que llamaron Myrna.
Desde muy jovencita su familia le enseñó todo para poder seguir adelante con la vida campesina, si bien no se pudo relacionar con muchos niños ella no se sintió sola ni triste, estaba feliz pudiendo cuidar de las plantas y sobretodo de los pequeños animales de su granja. Con cinco años ya cuidaba de las gallinas ella sola, además de otros pequeños animales, también se encargaba de Clotis, la única vaca que tenían. No le importaba ensuciarse, es más, solía ir desarreglada y llena de barro.
Pronto su familia le fue enseñando mas y mas sobre las plantas, interesándose mucho en los típicos remedios con infusiones y ungüentos, además de la cocina, pues le encantaban los guisos que hacía su abuela que incluso le confió sus viejas recetas.
Su padre la llevaba de excursión de vez en cuando para buscar setas por el bosque junto con su perro, parecido a un boyero de berna (aunque en realidad no sabían de qué raza era cuando lo adquirieron) llamado Taro. En esas excursiones su padre le enseñaba a diferenciar qué plantas eran beneficiosas y cuáles venenosas.
La familia siempre permaneció muy unida, los padres y la abuela sentían un gran amor y cariño por Myrna, que era la luz de sus días, solían decir, pues Myrna siempre fué una chica sonriente, amable, trabajadora y que cuidaba de los suyos con gran dedicación.
Los años pasaron y con diez años Myrna ya era capaz de hacerse cargo de las tareas más pesadas y algo mas desagradables, como sacar agua del pozo y vaciar las aguas negras.
Su abuela ya vieja no podía hacerse cargo de cocinar debido a su espalda, no podía apenas caminar ni mantenerse en pie, Myrna sin pensarlo dos veces cogió el cucharón y empezó a preparar todas las comidas para la familia, incluso haciendo platos más masticables para su abuela.
Dentro de ella nunca hubo maldad, su corazón amable e inocente le impedía comprender las conversaciones donde su padre contaba algunas anécdotas con personas desagradables, ella no podía entender que existiera gente mala por el mundo y aunque sus padres se lo repitieran millones de veces, que no se fiara de desconocidos, ella seguía sin comprenderlo.
Una vez un hombre se acercó a la granja de los Vilara, tratando de robar algo de la granja por la noche. Taro empezó a ladrar alertando a la familia y su padre cogió lo primero que vió, que fué un rastrillo y se dirigió a donde Taro estaba ladrando. Myrna trató de ir también, siendo curiosa, su madre trató de cortarle el paso pero ella se escabulló entre sus piernas.
- ¡No papá!, ¡no le hagas daño!
Gritó la niña acercándose a su padre.
El hombre estaba en los huesos, con un nabo en la mano y no sabiendo si salir corriendo de allí.
Su padre dejó la pose amenazante y suspiró.
-Myrna, este hombre quiere robarnos lo poco que tenemos
Le dijo, sabiendo lo que iba a contestar, cinco minutos después Myrna estaba preparando un guiso más grande de lo normal para cenar con el inesperado invitado.
El hombre tras repetir le dió las gracias a la niña y a la familia que no podían decir que no a la chiquilla y se fué tras comer.
Ella no conocía maldad, solo quería ver las sonrisas de los demás y aunque más adelante empezó a comprender que no todos se comportaron como ella, no iba a dejar de dar lo mejor de sí misma.
Los años pasaron y la adolescencia empezó a resaltar la belleza de Myrna, sus padres le alentaban para que buscase algún muchacho, pues sí podría casar bien viviría una vida mucho mejor a la de la granja, pero ella no podía pensar una vida sin su familia.
Pronto su abuela murió de vejez y aunque la familia estaba triste por la perdida al poco la madre de se dió cuenta de que pronto Myrna tendría un hermanito o hermanita.
Myrna estaba contentísima con la noticia, incluso le iba a contar a la tumba de su abuela todas las cosas que pensaba hacer con su nuevo hermano cuando naciera, pensando que así la abuela ya muerta no se sentiría sola.
Mientras su madre estaba embarazada, Myrna ya con 16 años se encargaba junto con su padre de todo lo necesario, pero entonces, su madre cayó enferma y su padre tuvo que ir a buscar medicinas, llevando a Clotis para poder intercambiar y como usualmente a Taro. La familia unida empezó a romperse, el parto se adelantó, muriendo su madre al dar a luz una criatura sin vida.
Myrna empezó a llorar desconsoladamente esperando a que su padre volviese, pero pasaron los días y unas cuantas semanas después Myrna, que no sabía nada de su padre se dió a la idea de que ya no volvería. Muerta su abuela, su madre y su padre desaparecido, decidió secarse las lágrimas y recoger lo que tenía a mano de casa, además de liberar a los pocos animales que quedaban, dejando algo de comida y una nota en la puerta: “coge lo que necesites”
Al haber trabajado tanto con animales y plantas no se le hizo muy complicado poder alimentarse. Myrna se juntaría con aquellos que de primeras le trataran bien, tratando de ayudar en lo posible a quienes le dieran una mano. Si viera problemas no dudaría en salir corriendo.
