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lazeroth

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  1. lazeroth

    Alexandra Constantin

    Alexandra Constantin Edad: 19 Altura: 1,55 m Peso: 61 Kg Lugar de Nacimiento: Strahnbrad. Ocupación: Ingeniera, carpintera, estafadora. Historia - ¡Estafador! – gritó un grupo de personas a las afueras de la herrería de Pablov, en un pueblo cerca de las montañas de Alterac – ¡abre o derribaremos la puerta! ¡devuélvenos nuestro dinero! La turba cada vez más enfurecida, terminó derribando la puerta y empezaron a buscar en la casucha, sin embargo no encontraron al herrero ni a su hija, tampoco encontraron nada de valor, lo cual no era extraño ya que Julián Constantin y su hija Alexandra ya se encontraban a varios kilómetros de aquella villa, camino a Andorhal. Iban en una carretilla, tirada por un hermoso caballo que consiguió de un campesino, el cual le contrató para colocarle herraduras al mismo. Mientras el conducía su hija de 5 años se encontraba durmiendo plácidamente entre las bolsas que contenían las pertenencias que él y sus ancestros habían acaparado por generaciones. - Papa – dijo la pequeña mientras se despertaba lentamente, y caminaba entre el equipaje– papa, el suelo se mueve. - Tranquila, Alexa aquí estoy – respondió y detuvo lentamente el carro – ¿qué pasa mi princesa? – el hombre se subió a la carreta, volvió a recostar a la pequeña con gran delicadeza entre el equipaje más suave y se tomó su tiempo para arroparla y arrullarla, mientras le contaba una historia – Érase una vez, en el reino de Alterac un noble leal al rey, como ningún otro, sin embargo el rey fue derrocado y aquel noble fue perseguido como un traidor, debió dejar todas sus pertenencias y huir con su esposa, no sin antes prometer que algún día el o sus hijos volverían por lo suyo – observó los deslumbrantes ojos verdes de su hija – y si no soy yo, serás tú. - Así es – dijo Julián entre copas, en una posada de Andorhal – mi bisabuelo fue un poderoso guerrero que arrasó con cientos de Trolls el solo. - Como digas – le respondió su acompañante de copas, el cual pidió otra ronda para el grupo. - Es más, fue tanto su talento que el mismísimo rey le dio control sobre un territorio amplio en las tierras de Arathi. - Entonces te debemos decir Lord Joseth – le dijo otro de los bebedores mientras hacia una exagerada reverencia. - Ya no, mi padre amaba el vino más de lo que yo amo la cerveza – movió con ímpetu su jarra derramando un poco del licor – y una noche tomó de más y terminó insultando a quien no debía, perdió todo – pausó mientras daba un gran sorbo – pero un día volveré yo, o mis hijos y recuperaremos lo nuestro – las risas llenaron aquella mesa. - Solo un idiota creería que un herrero es hijo de un noble – respondió otro de los tomadores. - No me creen – sonrió ligeramente – acompáñame y te demostrare que sangre azul cruza por mis venas. - Eso deberá esperar, parece que Lady Burton se ha despertado – de manera jocosa a la hija de Julián, la cual estaba mirando fijamente a su padre. - Papa, ¿tu sangre no es roja? – los ojos de la pequeña miraban con el rostro lleno de manchas de su padre. - Ya regreso amigos – se levantó de la mesa y alzó a la pequeña entre sus brazos – es una manera de decir que somos de la nobleza, provenientes de las tierras de Arathi – le dijo mientas entraban a la pequeña habitación que había conseguido de manera “honrada” por unas noches - Pero papa – dijo la pequeña tras quedarse callada por mucho tiempo – el abuelo no es de Alterac – el rostro de Julián no podía ocultar la sorpresa que sintió. - Que perspicaz eres mi pequeña princesa – la recostó en la cama y la arropó con gentileza – pero escuchaste mal querida, venimos de Arathi, recuérdalo. - Abre infeliz – decía uno de los amigos de tragos de Julián, mientras él y otros habitantes del pueblo golpeaban la puerta de la herrería de Joseth – Abre o te mataré, a ti y a tu maldita hija. - Quítate idiota – Un hombre con un hacha se abrió paso entre la multitud y comienza a destrozar a hachazos la puerta, los fragmentos de madera vuelan con cada golpe, hasta que por fin cae, la gran turba entra y se encuentra con un lugar completamente vacío – escaparon. - Maldita sea – gritaron varios entre la turba. - Ese malnacido se llevó mis ahorros – dijo el hombre del hacha, tras lo cual empezó a golpear el muro de la casa con su herramienta. - Detente idiota – dijo uno de los amigos de tragos de Julián – esta casa es mía y ese infeliz se escapó sin pagarme lo que me debía por ella. - te lo mereces – dijo el del hacha – tú y tus amigos fueron los primeros en creerse que él en verdad era hijo de un noble, y nos hicieron creer al resto. - De que hablas – respondió otro de los tomadores – somos tan víctimas como lo son ustedes. - ¡Culpables! – empezó a gritar la turba – es culpa de ustedes. - Calmasen, debemos intentar perseguirlos y obtener nuestra venganza. - Obtendremos nuestra venganza – dijo el del hacha – ¡ahora! – con un golpe firme insertó su hacha en el abdomen de uno de los tomadores, acto seguido la enfurecida muchedumbre terminó por matar a los demás. La misma historia se repetía en cada pueblo que visitaron, sus salidas eran rápidas y no respetaban si se trataba de un día especial. - Perdona mi princesa – dijo Julián mientras salían con calma de Stratholme cubiertos por un oscuro cielo. - Por qué te disculpas padre – respondió la niña que estaba recostada entre las pertenencias de su familia. - Hoy cumples 8 años y en vez de celebrarlo estamos huyendo. - Podemos celebrarlo – se levantó y caminó entre las cosas hasta sentarse suavemente al lado de su padre – cuéntame una historia. - Veamos – sonrió ligeramente – veamos había una vez un poderoso cazador que… - ¡No! – le intervino con fuerza – ¡esas historias no! Háblame de mamá. - Era una mujer realmente hermosa, de cabellera rojiza como la tuya. - No – se recostó a su padre - la otra - Otra vez esa - resopló con frustración – un joven aprendiz de herrero estaba cruzando el mundo en búsqueda de un maestro capaz de enseñarle el arte de la metalurgia, sin embargo no solo era novato en su profesión, tampoco conocía mucho del mundo, así que cuando unos hombres que también estaban viajando le ofrecieron un poco de vino, no dudo en recibir su hospitalidad, cuando se despertó el pobre sujeto le habían robado - Lo dejaron como nosotros dejamos al alquimista caminó a Stratholme – afirmo la pequeña - No, fue peor, los bandidos no habían calculado bien la dosis del somnífero – la pequeña movió sus dedos como si estuviera calculando cuanto debía ser – apuesto que tu si hubieras calculado la cantidad correcta, mi pequeña genio – le revolvió ligeramente el cabello. - Entonces ¿Qué paso? – dijo la pequeña mientras se sacudía la cabeza. - El pobre hombre intento defenderse y terminó linchado, desnudo y listo para morir, los aguilones empezaron a rodearlo, pero entonces un ángel le salvo. - ¡Mamá! – gritó con alegría - Si me sigues interrumpiendo dejare de contarla – se quejó con tono burlón, a lo cual la pequeña respondió tapándose la boca con las manos de manera exagerada – la chica era una campesina de los alrededores, con delicadeza y ternura curo las heridas del joven, este a cambio le dio su corazón y ella lo recibió; huyeron de esas tierras, ya que el padre quería que la chica se casara con alguien más pudiente. La pequeña dejó de recostarse en el costado de su padre y se quedó detallando el horizonte. - Se establecieron en Strahnbrad, y allí su amor tomó forma – con la mano derecha apretó la mejilla de la pequeña – sin embargo cuando la infante abrió los ojos, la madre los cerró para siempre. - Papá – la pequeña interrumpió de nuevo a Julián y con voz triste preguntó – ¿no me odias por matar a mamá? - Para nada – con su brazo derecho cubrió a la pequeñuela y le abrazo con fuerza – cuando veo tus ojos, veo a tu madre y veo que ella está feliz de que estés con vida. Se quedaron en silencio por varios minutos, hasta que cerca de un cruce de caminos, se logró percibir en el lejano alba, otra carreta aproximándose. - Veo un objetivo acercándose por allí – dijo la niña señalando a la carreta que se aproximaba por el camino de la derecha - ¿Quién soy yo ahora? – dijo mientras su padre analizaba al otro vehículo cada vez más próximo – que te parece Frieda Sherman y tú eres Tilo Sherman- su voz tenía un tono de alegría. - Escóndete en la carreta – dijo mientras aceleraba el paso del animal de tiro, la pequeña sin preguntar, se abalanzó rápidamente entre sus cosas, mientras su padre se cubría el rostro con una capucha – escóndete bien. - ¿Qué pasa? – preguntó la niña mientras se cubría con las maletas. - A esos los robamos hace unos meses – su tono sonó preocupado, y su movimiento así lo demostraba, sin embargo el fuerte caballo paso por la intercepción mucho antes de que se cruzaran con el otro carro. - Dime acaso ¿cualquier persona puede tener estas gemas? – le dijo Julián a un parroquiano en Costa Sur. - Me resulta difícil de creer – el hombre estiró levemente la mano intentando alcanzar las joyas que colgaban entre los dedos de Julián, sin embargo éste esquivó rápidamente su mano y le entregó las joyas a su hija de 10 años. - Princesa guarda esto, en nuestro lugar seguro – la pequeña afirmó moviendo su cabeza rápidamente y entró a la única habitación de la pequeña casa de madera y paja que su padre estaba alquilando, ya en la habitación arrojó aquellas joyas sin cuidado alguno sobre la cama mientras ella se recostó contra la pared para seguir escuchando– como le decía mi amigo, aun si estuviera mintiendo esas gemas serán suficiente seguro. - Bueno en eso tiene razón – sacó de su bolsillo una pequeña bolsita con algunas monedas y tomó una moneda de plata – no lo sé… - Pero que desconfiado eres José – se recostó sobre el marco de su puerta – eso es bueno - se quedó en silencio un instante- puedes ir a preguntar dónde los Hamilton, ellos te confirmaran que no miento, hicieron un gran pedido de espadas nuevas, solo necesito un poco de inversión, para comprar unos cuantos suministros, a cambio te devolveré en un mes – con su mano derecha mostró dos dedos – dos monedas de plata. - Está bien – terminó diciendo en voz baja mientras guardaba la moneda en su bolsillo – sin embargo preguntare primero. - Sabia decisión, solo ten en cuenta, si llega alguien antes, no tengo razón para hacer esté trato– el hombre aún siguió indeciso – si me perdonas amigo, tengo varias espadas por forjar. - Esperé – entró rápidamente a la casa, sacando la moneda de plata – está bien – le entregó la moneda – pero no lo hago por tu cuento barato de sangre noble, lo hago porque la señora Norris me comentó lo bien que le fue al hacer negocios con usted. - No se arrepentirá mi amigo – le acompañó hasta la puerta y cuando este ya se había marchado, sacó de sus enceres un monedero de gran tamaño y la guardo allí. - ¿No es muy peligroso mandarlo donde los Hamilton? – la niña salió del cuarto y miró a su padre. - Los Hamilton están combatiendo, no volverán hasta dentro de unos meses – señaló al caballo que se podía ver por la ventana en la parte posterior de la casa, en donde él tenía su inutilizado taller– cuando ocurra eso y la gente se dé cuenta, ya estaremos lejos. - Ya veo – la pequeña empezó a cruzar la casucha. - ¿a dónde crees que vas? – detuvo con la mirada a su hija, la cual estaba por salir de la casa. - Voy a ir a jugar con Tommy – respondió la pequeña rápidamente. - No, no iras aun – mientras dijo esto sacó unas monedas de cobre – primero iras donde el señor Darcio, traerás un poco de pan y algo de cerveza. - Si señor – tomó las monedas con su mano derecha y tras recoger una canasta, salió con paso alegre por la puerta. Mientras se acercaba más al mercado, se encontró con dos niños menores que ella, los cuales estaban muy alegres. - ¡Hola! – les saludó con una gran sonrisa – ¿Por qué están tan alegres? - Mi amigo se encontró una moneda – dijo mientras señalaba al otro niño, el cual le mostró con gran sonrisa una moneda de plata. - Vamos a preguntarle a padre si podemos comprar una fruta con esto. - ¡Qué brillante! – dijo mientras su voz sostenía un tono de gran curiosidad, luego su rostro se apagó y dejo caer una pequeña lagrima. - ¿Qué te pasa? – preguntó el chico de la moneda con tono de burla. - Es que yo me encontré varias monedas, pero no son tan brillantes – le mostró al par las monedas de cobre que llevaba y los niños vieron con asombro las monedas apiladas en la mano de la niña – ¿porque no pude encontrar monedas brillantes mejor? – dijo con un tono muy apagado, los niños sonrieron con malicia y cruzaron miradas entre ellos. - No llores más, si quieres te la cambio por todas esas monedas. - No, no puedo darte todas estas monedas por solamente una – recogió sus manos y guardó las monedas en su canasta. - Dame 6 y te doy la moneda brillante – dijo mientras agitó la moneda frente a la niña, la cual no ocultó un rostro de asombro. - No puedo yo tengo muchas monedas, no quiero quedarme con una. - 4 monedas – dijo el otro niño. La pequeña sacó con mano temblorosa 4 monedas de cobre, el otro niño tomó las monedas y le arrojó al suelo la moneda de plata. - Toda tuya– dijo tras lanzársela, mientras su compañero no podía aguantarse de la risa – tonta – los niños se alejaron rápidamente del sitio, mientras Alexandra recogía la moneda del suelo con una amplia sonrisa. - Hola señor Darcio – saludó la pequeña al panadero – me puede dar... - Espera un momento Mary, estoy un poco ocupado – dijo mientras corría de un lado a otro del puesto. La pequeña se sentó mirando al camino, el cómo la gente iba y venía, entre ellos los dos niños de antes, los cuales tenían claras marcas de haber sido golpeados recientemente, sin embargo su mirada pasó rápidamente a José, el reciente cliente de su padre, el cual estaba hablando con otro personaje muy bien vestido, la pequeña se acercó con cautela para poder escuchar. - No puedes hablar directamente con el señor Hamilton, apenas acaba de llegar y está muy cansado – le dijo el señor bien vestido a José - Solo quiero saber si hizo un encargo de armas al herrero Dennis – el hombre se quedó pensativo un instante. - No recuerdo que le hubiera hecho ningún pedido, pero yo no sé de esos asuntos, busca Rodolfo, el hace los encargos del señor Hamilton, si no estoy mal se encuentra en la capilla. La pequeña no se quedó a escuchar más, corrió con toda la velocidad que le permitió sus pequeñas piernas y abrió de manera estrepitosa la puerta de la casa. - Por la Luz – le vio con susto su padre – pero ¿qué te pasa pequeña? - Los Hamilton ya volvieron y José está preguntándoles – dijo rápidamente sin parar a respirar, el rostro de su padre se llenó de miedo y empezó a mirar a todos lados. - No te preocupes, siempre estamos listos para salir rápido, prepara la carreta – señaló la ventana mientras trancaba la puerta delantera. La niña empezó a sujetar las amarras del caballo, luego ayudo a su padre a subir sin cuidado y a toda prisa los objetos de valor, sin embargo antes de terminar de empacar todo escucharon los golpes en la puerta. - Señor Dennis – era la voz de José la cual claramente intentaba ocultar su rabia – señor Dennis abra - Quítate inepto – se escuchó la voz de otro personaje, al cual Julián había engañado con la misma treta – ¡abre maldito infeliz! – gritó mientras golpeaban la puerta con fuerza. Al ver como la puerta comienza a ceder, Julián le indicó a su hija con la mirada que se montara en la carretilla, luego miró las pertenencias que aún le quedaban por subir, con un fuerte suspiro lleno de rabia, tomó un poco de fuego de la hoguera y comenzó a expandirlo por el resto de la casa. Cuando por fin derribaron la puerta, las llamas dominaban el lugar, sin embargo José logró ver como a través de la ventana estaban escapando, en dirección a Alterac visiblemente. Sin embargo el dúo se dirigió a los muelles. - Lo siento, no puedo dejarlo embarcar así sin más– dijo rápidamente el vigía del muelle - Por favor, tenemos miedo – dijo Julián rogándole a aquel hombre – los muertos han masacrado a toda nuestra familia, solo sobrevivimos nosotros dos, no podemos vivir más en esta tierra. - Eso no me importa – dijo abruptamente – si tienes miedo puedes largarte por las rutas terrestres – dijo mirando la carretilla – veo que tiene un buen caballo, seguro aguantara todo el trecho. - Si – miró al equino – es un buen caballo, y usted parece un hombre sensato, estoy seguro este hermoso animal le será muy útil – el vigía se quedó en silencio un instante. - Puede ser. - ¡No! – la niña bajó de la carreta y se sujetó con fuerza a su padre – no puedes regalar a Herradura. - Amor – le miró con dureza – guarda silencio. - No papá por favor, él es parte de la familia, no lo regales por favor, no… – una fuerte cachetada provocó que la niña guardara silencio. - ¡Cállate! – dijo mientras lanzó el golpe a la pequeña, la cual quedó inmóvil – regresa a la carretilla. Sin responder, la pequeña se subió, mientras con ojos húmedos observó como el vigía tomaba las riendas del equino, Julián empezó a halar la carretilla muelle adentro y cuando pasó al lado del vigía, la niña le hablo a éste. - Cuídelo por favor – su voz estaba fragmentada y claramente llorosa. - No te preocupes, me gustan los caballos - dijo el vigía sosteniendo una leve sonrisa. - Entonces ¿cómo debo llamarme? – preguntó la pequeña de 12 años mientras esperaba junto a su padre frente a una puerta de una gran casa a las afuera de villa dorada. - Acá haremos las cosas diferentes – fue lo único que dijo su padre mientras la puerta se abría - Un hombre de baja estatura y rostro circular, observó al dúo delante de él - ¿Pablo? - Julián – esbozó una gran sonrisa – ¿eres en verdad tú? - Así es viejo amigo – se dieron un fuerte abrazo y luego observó a la chica - ¿y esta dulzura? - Es mi hija, se llama Alexandra – la muchacha intercaló repetidamente la mirada entre su padre y aquel sujeto, sin lograr comprender por qué decía la verdad. - ¿Quién demonios esta tan desesperada como para desposar contigo? – dijo con tono burlón – debiste raptarla de algún lado. - Vamos amigo – le dio una leve palmada en la espalda – ¿Cuándo he mentido? – los ojos de Pablo le respondieron inmediatamente - ¿Cuándo te he mentido a ti? – se corrigió. - Tienes razón – se hizo a un lado de la puerta – pero vamos pasa, seguro necesitaras posada mientras consigues una casa. - ¿Qué te hace pensar que necesito una casa? – dijo mientras entraba. - Eso significa que sigues siendo un pésimo herrero y vives de robar a la gente – su cara demostró clara desilusión - no puedes seguir así. - ¿Qué es esto? – interrumpió la muchacha que observaba con intriga un serpentín y otras piezas que Pablo tenía sobre su mesa. - Son piezas de un arcabuz – tras responder se giró a ver a su amigo – deberías pensar al menos en tu hija. - ¿Tú los construyes? – dejó a un lado las piezas y se paró junto aquel hombre. - Sí, soy un ingeniero, el mejor de toda Villa dorada – dijo con orgullo. - Y el mentiroso soy yo – refutó con tono jocoso – pensé eras carpintero. - Soy maestro en ambas técnicas – dijo tras darse un golpe en el pecho. - ¡Enséñame! – sus ojos verdes emitieron una emoción que nunca antes su padre había observado. - Esto es muy avanzado para ti pequeña – resopló con ligera irritación. - Oye no la desanimes, mi pequeña es muy inteligente. - Escucha, estoy muy ocupado como para tomar un aprendiz – dijo con tono sereno. - Tómala como ayudante primero – dijo Julián el cual miró fijamente a su hija, la cual dentro de poco dejaría de ser una niña – por mi parte - quedó en silencio y suspiró – creo que vi una casa desocupada al oeste, sabes algo al respecto. - Si así son las cosas – Pablo miró a la pequeña – supongo una mano no me vendría mal. - Pero debe ser Alexandra quien vaya a reparar mi puerta – señaló el Dukes mientras le entregaba el dinero – no es que dude de su trabajo señor Pablo, pero ella tiene talento. - Un talento inferior al mío – dijo con serenidad – se esmera mucho en aprender, pero le llevo años de ventaja. - Algún día lo superará completamente – el hombre miró hacia los árboles que cubrían la zona delantera del taller y daban paso al bosque, luego empezó a marcharse, mientras llegaba otro cliente– señor Dooglas, ¿va de cacería? - Aun no, pero iré pronto– miró hacia el interior del taller – ¿se encuentra la señorita Alexandra? - No, hoy le ha cogido mucho la tarde – suspiró con fuerza – planeaba buscarla, pero el señor Dukes me detuvo. - Ya veo en ese caso - le entregó una caja de gran tamaño - podría decirle a la chica que la repare y si es posible me lo lleve en persona, le pagaré lo mismo que la vez anterior. Pablo abrió la caja y observó un artefacto que él había fabricado. - Perdone señor Dooglas, pero esto, es lo que le fabrique hace un mes – el cliente no intentó ocultar lo incomodo que se sintió. - Verá, se ha dañado y pensé que la chica podría repararlo. - ¿Cómo lo daño? – empezó a inspeccionarlo. - No lo sé – dijo mientras su tono de voz demostraba un claro nerviosismo. - Bah – dijo con un tono, que ocultaba con total fracaso su mal humor – debió ser un problema con los materiales, mala suerte – empezó a vociferar – yo lo reparo gratis, y verá la diferencia entre el arte de un maestro y un aprendiz. - No – intervino rápidamente – sé que usted es mejor artesano que ella, pero – se quedó en silencio como si buscara las palabras – debe ser ella quien lo reparé. - Está bien, usted manda – Pablo ni siquiera intentó ocultar su mal humor – pero estoy seguro volverá en menos de un mes, para que yo se lo repare. Tras cerrar la puerta colocó la caja sobre la mesa de su taller y anotó las recientes órdenes, con claro desesperó; la lista de encargos de la muchacha era larga, mientras la suya se reducía cada vez más. Eso no le afectaba, finalmente la pequeña le daba casi todo lo que ganaba a Pablo, pero “y si ella montaba su propio establecimiento”, este pensamiento le aturdió por un largo instante, hasta que finalmente decidió salir a buscar a su aprendiz y colocarla a trabajar. Se dirigió a la casucha de su amigo, afuera del cuchitril, observó a Alexandra y sus entrañas se revolvieron, como lo hacían siempre al ver a aquella mujer, hace tiempo había dejado de ser la niña que le hacia los recados, la naturaleza le había favorecido y llegado su momento su cuerpo floreció de manera espectacular. Pablo apretó fuertemente los dientes al observar a un joven bien portado salir de la casa y darle un apasionado beso a la chica, el ingeniero los observó por varios minutos y luego lleno de furia se devolvió a su taller. - ¿verificaste que estuviera bien almacenada? – le preguntó Pablo a Alexandra mientras está salía del almacén. - Si – su voz sonaba triste – almacene la pólvora de manera segura, no estallará – dijo esa chanza con tono sombrío. - ¿Qué te pasa? – inquirió el ingeniero – tu padre me ha contado que has estado triste estos días, pero no le has querido decir el por qué – la muchacha no le respondió, solo procedió a sentarse y comenzó a trabajar – vamos puedes confiar en mí, no le diré a tu padre. - Garrett, se fue y no se despidió ni nada, solo desapareció – apretó su mano con fuerza – ese desgraciado. - No te habrá dejado un recuerdito y por eso emigró- dijo mientras soltaba una fuerte carcajada. - No, nunca llegamos tan lejos, mi padre insiste que me conserve hasta el matrimonio – suspiró con fuerza – pero si le cuento capaz que cree que paso eso. - Pero qué extraño, parecía un buen muchacho – dijo con un tono de sorpresa en su voz, el cual fingía ya que el mismo se había encargado de que aquel joven desapareciera – como sea – se levantó de la mesa – ¿puedo contar contigo para que atiendas sola el taller? - Si – respondió con tono apagado – hoy mi padre y tú irán a ese sitio ¿verdad? - Posiblemente –dijo soltando una carcajada – pero yo iría solo para acompañar a tu padre, al pobre le falta un poco de compañía femenina – recogió sus cosas y caminó hasta la puerta. - Por favor asegúrate que no gaste mucho, estamos pasando una situación algo complicada. Pablo caminó hasta el cuchitril y pasó sin llamar, el pequeño hogar solo tenía una habitación, y en la sala estaba el taller de Julián, el cual estaba frente al horno golpeando con claro agotamiento una espada en su yunque. - Amigo los años te cobran más factura de la que deberían – Julián paró de trabajar y miró a su amigo con una gran sonrisa. - No estoy acostumbrado a este tipo de vida – se recostó en una de las 3 sillas que tenía la sala – hace 5 años hubiera apostado que seguiría con mis estafas y no construyendo espadas de pésima calidad – miró con tristeza el fuego – si no fuera por los clientes que me consigue mi pequeña, ya hubiéramos muerto de hambre. - No puedo verte más así – dijo con un rostro claramente preocupado – te vas a morir a este paso, no me gusta lo que diré, pero necesitas volver a las andadas. - ¿Qué? – le observó sin ocultar su extrañeza – pero si tú mismo me dijiste que sentara cabeza. - Me equivoque – dijo como si no quisiera admitirlo –me duele ver cómo te destrozas. - Ahg – se pasó la mano por la nuca y luego miró a su amigo – yo ya no hago eso Pablo, además tendría que volver a mudarme, mi niña tiene una vida aquí, sabes. - No debes mudarte precisamente – se aproximó a su compañero y dijo en voz baja – hay un grupo de comerciantes, que han parado en la taberna de David, vienen de villa Oscura y se dirigen a costa sur, según los escuche mientras tomaba con David, los infelices planean quedarse a vivir por esos lares. - No se… - Mira, yo los vi bien y apuesto que caerían en el viejo truco del comerciante de vino perdido. - ¿Tan tontos son?– los ojos de Julián brillaban como no lo habían hecho desde que tomó en serio su profesión de herrero. - Unos completos novatos. - ¡Es hermoso! – dijo Alexandra a su padre mientras se probaba en la habitación, un hermoso vestido rojo, que tenía cocido en su parte posterior el símbolo de Ventormenta y su nombre bordado en la etiqueta– me queda un poco apretado en el vientre, pero no es algo que moleste mucho en verdad. - No puedo creer que estés cumpliendo 16 años – Julián observó con orgullo a su hija, la cual rápidamente le miró con preocupación – ¿no te gusto tu regalo? - ¿Cuánto costo? – le preguntó directamente y con seriedad, su padre giró levemente la cabeza – lo sabía, tienes que devolverlo. - No lo haré, quiero que vistas como la hermosa dama que eres, recuerda que corre sangre azul en tus venas. - ¡Ja! – soltó una fuerte carcajada – no importa si mi sangre es azul, verde, roja o violeta; cuando tengamos hambre no podremos comer de este vestido. - No pasaremos hambre – dijo con convicción – es más, no pasaremos penurias por un buen tiempo. - Oh no – apoyó su cabeza en su palma izquierda - dime que no volviste a tus andadas. - Amor solo fue un golpe – dijo intentando calmar a su hija – sin consecuencias, créeme yo sé lo que hago. - Si claro – la muchacha se pasó las manos por su cabeza - ¿Cómo en costa sur? - Un error entre mil éxitos – soltó una ligera carcajada – vamos fue hace un mes y mira no ha pasado nada. - No se papá, no quiero volver a huir, tenemos una vida acá. - No huiremos amor – tomó suavemente de la mano a su hija y la dirigió hasta la puerta – vamos al pueblo, para que puedas lucirte. Abrió la puerta y fue empujado por un hombre musculoso al interior de su casa, tras de aquel sujeto entraron otros dos, uno bajo y otro delgado. - Eso tendrá que esperar viejo – dijo el más bajo de ellos, que se quedó vigilando en la puerta. - ¿Ustedes quiénes son? – dijo asustado Julián. - No nos conoces – dijo el hombre delgado – sin embargo, alguien que tu si conoces, nos mandó a recuperar los bienes que robaste recientemente. - Está bien, tomen todo lo que quieran, pero no nos hagan daño – dijo Julián con voz nerviosa. - No se preocupe, somos profesionales – miró a Alexandra – desvístete. - ¿Qué? – dijo la chica sin comprender la situación, el hombre más delgado la inmovilizó cerca del yunque, mientras el más fuerte empezó a desabrocharle el vestido. - Cálmate – dijo mientras aspiraba fuertemente, el aroma que emitía la muchacha - no te haremos nada, solo queremos este fino vestido. - Suelten a mi hija – Julián tomó su martillo pero fue rápidamente derribado por el más bajo de los sujetos, el más musculoso de los presentes dejó a medio soltar el vestido de Alexandra y tomó del suelo al abatido hombre y le acercó su rostro a las brasas de la forja, las cuales aún estaban vivas. - ¡Suelta a mi padre!– con dificultad le dio un golpe bajo a su agresor, el cual la soltó inmediatamente, luego sin reparos lo tomó de la cabeza y le chocó la misma contra el yunque; luego se abalanzó contra el más musculoso, pero aquel hombre era muy fuerte y la detuvo con un golpe limpio en sus entrañas - a…. – la chica sintió que el aire se le escapaba, sin embargo no tuvo tiempo para analizar esa situación, el hombre delgado se levantó con un rostro iracundo y cubierto de sangre. - ¡Maldita! – la derribó con una patada y se ensaño con ella, golpeándola hasta dejarla inconsciente. Cuando la chica se despertó se encontraba tirada fuera de su hogar, el cual estaba ardiendo, tras levantarse con dificultad, notó que vestía los harapos viejos de su padre; con pasos lentos se alejó del su antigua casa. - Señorita Alexandra, ¿estás bien? – le preguntó Dooglas, el cual con rostro asustado se bajó de su carreta, que parecía llena posiblemente con varios animales- por la luz, sabía que había pasado algo malo cuando vi a su padre. - ¿A papá? – la pequeña se acercó con paso torpe hasta le sujeto y le miró con su rostro magullado, el hombre retrocedió ligeramente mientras se acercaba la muchacha - ¿Dónde está papá? – su voz demostró claramente la preocupación de la mujer. - Lo vi caminado hacia el riachuelo cercano, estaba desvariando – dijo mientras se alejaba de la chica – completamente desnudo. - por favor señor Dooglas, lléveme a donde esta él – le imploró la muchacha. - Yo lo siento pequeña pero tengo prisa – se subió a su carreta y su caballo empezó a moverse – ¡sigue al oeste, allí lo encontraras! – le gritó mientras se alejaba. La muchacha, siguió la única pista que tenía y caminó con paso lento pero constante, no bajó su velocidad, no importaba que con cada paso avivara el dolor que sentía, llegó al rio y comenzó a seguirlo corriente arriba, finalmente su esfuerzo dio resultado y encontró a su padre, el cual estaba completamente desnudo, sobre un risco pequeño pero alto al lado del rio, cuyas aguas parecían haber enfurecido. - ¿Papá? – Alexandra se acercó a él y observó con horror como tenía el lado derecho de su rostro quemado. - Volverán, volverán y se llevaran algo más que ropa y artilugios – dijo sin apartar su mirada del agua – no hay solución, pero no quiero ver cómo te… vamos – estiró levemente su mano, la cual también estaba quemada – acompáñame al agua. - Detente – le rogó – no puedes terminar así, podemos ir a otro lugar, empezar de cero, como siempre hacemos. - No, esto es diferente, es alguien que nos conoce muy bien, sabían de la caja oculta en el suelo, deben tener vigilados los caminos, si nos acercamos a alguno… - sus ojos se llenaron de espanto - fue mi culpa, no quiero ver lo que te sucederá. - Piensa en tu linaje, debes tener un varón que luego vuelva a las tierras de mi abuelo y reclamé lo que es suyo por derecho. - Linaje – apartó sus ojos del agua y observó a la joven con mirada condescendiente – la muerte de la madre, atormentó al herrero, cuando tomaba a su hija, aquel ser que había matado a lo que más amaba, sentía un deseo fuerte de agarrar su martillo y destrozarle su pequeña cabeza, o de meterla en el fuego de su forja y deleitarse con los agudos gritos de la pequeña; sin embargo no tenía las agallas, así que convenció a un amigo, un compañero con el cual estaba aprendiendo a manejar el metal, para que hiciera el trabajo sucio por él, éste otro herrero no tenía talento, sus creaciones eran absurdas y asquerosas, pero tenía corazón y cuando cruzó la mirada con los dulces ojos verdes de la pequeña, sintió como sus almas se entrelazaban – se giró y observó el rio – y así fue como me volví tu padre – tras decir esto saltó. Con un poderoso grito la chica corrió en vano hacia su padre, el cual desapareció en las aguas del rio. Cuando el anochecer cubrió el cielo, Alexandra llegó a las puertas del establecimiento de su maestro, vistiendo los harapos de su padre, llena de tierra, con su delicado rostro magullado y completamente humedecido; cuando éste le abrió la puerta, la chica pareció por un instante observar un rostro lleno de satisfacción con una mirada lasciva, por parte de su maestro, sin embargo aquella sensación fue fugaz, y la joven pensó que había sido su imaginación. - ¿Qué paso? – le preguntó mientras le ofrecía un asiento a la chica. - Nos robaron y quemaron nuestra casa – dijo la muchacha con voz quebrada. - Seguro fue por el robo que hizo tu padre a unos comerciantes. - Si – respondió con voz apagada. - Yo se lo advertí – dijo con voz indignada – ¿esos tres hombres mataron a tu padre? - ¿Cómo? – la respiración de la muchacha se agitó y comenzó a observar alrededor de la casa, hasta que vio un trozo de tela rojo, mal guardado en el otro lado de la habitación - ¿Cómo sabes que eran 3? - Tu padre me contó que había robado a tres hombres recientemente– Pablo dio un pequeño giró y se quedó de pie detrás de Alexandra – ¿acaso no fueron los mismos sujetos? - Ya veo – dijo desviando la mirada de aquella tela – no, mi padre se suicidó. - Oh no, mi buen amigo – su lamento sonó claramente falso – no te preocupes – pasó sus manos a través del cabello rojizo de la muchacha y la sujetó con delicadeza de los hombros, luego deslizó sus manos por los mismos – yo te cuidare – le dijo susurrando – mientras le apretaba los brazos – entiendes. - No… - la respiración de la muchacha comenzó a agitarse – maestro – dijo con voz nerviosa. - Tu padre lo hubiera deseado así – la rodeó hasta quedar delante de ella y se inclinó un poco, de tal manera que sus ojos se cruzaran, ella no se había equivocado, el rostro de Pablo le miraba con deseo – sabes que no podrás sobrevivir por tu cuenta, eres lista, por eso lo sabes ¿verdad? - Si – el rostro de la chica, demostraba como su voluntad se había quebrado – el mundo es peligroso. - Correcto – afirmó con una sonrisa amplia, mientras le tomaba de las manos – es esto, o venderte en una callejuela como una cualquiera – su mano comenzó a subir por los brazos de la muchacha, hasta llegar a sus hombros, luego empezó a bajar sus manos por el pecho de Alexandra. - No – dijo con dificultad y movió abruptamente su cuerpo. - Vamos – exclamó con desilusión el ingeniero– un poco de vino te calmara. Pablo bajó a la bodega donde guardaba el vino y la pólvora, mientras el hombre se encontraba abajo, la chica se levantó y con el paso más rápido que podía dar tomó aquel trapo, el cual en realidad era un vestido rojo, rápidamente observó con pavor que tenía una etiqueta con su nombre; arrojó el vestido y se dirigió a la salida, sin embargo escuchó los pasos del ingeniero muy cerca y solo alcanzó a volver a sentarse. El pequeño sujeto le miró con lujuria y placer, mientras con falta de gracia sirvió dos copas de vino y las puso en la mesa más cercana, luego sin delicadeza tomó a Alexandra de la nuca y la beso, sin embargo rápidamente la soltó mientras gritaba. - ¡Me has mordido! - sus ojos antes lascivos se habían llenado de furia. - Vuelve a tocarme y te arrancaré los labios – la chica se levantó de la silla – no fueron los comerciantes, fuiste tú quien envió a esos hombres – señaló el vestido que estaba arrojado en el otro lado de la habitación. - Sabía que se me había olvidado algo – se acercó a la muchacha, pero esta corrió hasta la mesa y tomó una de las armas del lugar – te atraparé antes de que puedas cargarla. - ¿Por qué lo hiciste? Él te quería, yo te quería – gritó la chica – era como tu hermano. - Él era un bastardo estafador, me tenía envidia – dijo con furia mientras se acercaba a la muchacha – crees que no me di cuenta de cómo me estaban estafando, uso los encantos de su hija para socavarme todos mis secretos. - Estás loco. - Loco por tenerte en mis brazos – se abalanzó sobre la muchacha y esta lo derribó golpeándole con la culata del arma en el rostro. El ingeniero cayó desorientado en el suelo, cosa que la chica aprovechó para huir del lugar, logró salir de la casa, sin embargo Pablo no tardó en seguirle el paso y empezó a buscarla en el bosque. - ¡Sal pequeña ramera! – gritó mientras buscaba entre los arboles – ¡serás mi esposa te guste o no! A lo lejos Alexandra siguió corriendo, ignorando los gritos de su antiguo maestro corrió sin rumbo alguno, hasta que sus pies le fallaron y su cuerpo colapsó. En medio de la oscuridad de la noche escuchó el aullar de los lobos “ojala ellos me encuentren, antes que él” fue lo último que pensó antes de perder la conciencia. - ¿Has escuchado? – dijo uno de los feligreses que visitaban la capilla más oriental de los Paramos de poniente – el paso a la Vega del Este está bloqueado. - ¿Qué paso? – le respondió otro de los feligreses. - Los Gnoll se han tomado todo el Este - Que hay de Villadorada – preguntó Alexandra, la cual estaba cerca de aquellos sujetos, restregando el suelo de la capilla. - No lo sé, supongo arrasaran con todo. - Imposible el ejército intervendrá, estoy seguro. La muchacha ignoró el resto de la conversación y se concentró en terminar con sus tareas, lavó el piso como lo había hecho por un año y luego con sumo cuidado limpio los vitrales del lugar; tras acabar verificó que nadie la observara y se dirigió a los aposentos del sacerdote, donde empezó a buscar algo de valor, encontrando solo unas cuantas monedas de plata. - Así pagas nuestra piedad – le dijo el sacerdote, el cual le miró con decepción. - Es complicado señor – respondió rápidamente mientras guardaba las monedas entre sus manos. - ¿En verdad? esa es la manera de agradecer que te salvara en ese bosque – el sacerdote dio un paso atrás y despejó la salida, la chica caminó y se detuvo al lado de este. - Perdone, no puedo seguir acá – estiró sus manos y le entregó las monedas a aquel hombre, éste las contó y dijo con sorpresa. - Me las has devuelto todas – sonrió ligeramente y le pasó unas monedas de bronce a la chica – toma, para tu viaje, pero antes sígueme – caminaron hasta la puerta de la capilla y al lado había una pequeña bolsa, el sacerdote la señaló con naturalidad – le pedí a Julio, empacara tus cosas y un poco de comida. - Muchas gracias – se inclinó – no olvidare su ayuda. - Nosotros tampoco, la capilla nunca había estado tan limpia – sonrió ligeramente y la muchacha le respondió igualmente. Caminó todo el trayecto, en flujo contrario al de la mayoría de la gente que huía del ataque de los Gnolls, pasado unos días se encontró con una caravana de comerciantes, la cual iba fuertemente escoltada. - Entonces vas a villadorada porque te preocupa la vida de tu hermano – repitió por tercera vez uno de los miembros de la caravana- esto… señorita – movió sus manos enérgicamente, como si ese movimiento le ayudara a recordar. - Reeves, Luisa Reeves – afirmó Alexandra – sí, mi hermano se enlistó en el ejército, pero es un niño aun, cuando supe que lo mandaron a Villadorada – su rostro se llenó de temor – ¿usted sabe lo que es temer por la vida de un familiar? - Él no lo sabe – dijo otro de los comerciantes – pero yo sí, mi padre lucho contra los orcos, lamentablemente él era un pescador, no un guerrero – se quedó mirando a la chica – está bien, creo podemos ayudarte a llegar hasta Villadorada, pero intenta no estorbar. - No lo hare, muchas gracias. Pablo regresó a su taller con varios encargos que había recibido, la reconstrucción de la Villa era un periodo fructífero para todos aquellos artesanos que habían logrado sobrevivir, lo cual era perfecto para él, debido a que tras la huida de Alexandra, él había perdido gran parte de sus riquezas en distintos vicios. Cruzó con tranquilidad su puerta y se dispuso a trabajar, sin embargo como era costumbre, bebería un poco de vino primero, por lo cual tomó una vela, bajó a la bodega y empezó a buscar una buena botella. - Debe ser una broma, los Gnoll destruyeron media Villa, pero tu casa permaneció intacta– Pablo se giró lentamente y con rostro frio observó al lado de las escaleras, la cara seria de Alexandra, la cual le apuntaba con un Arcabuz cargado y listo para disparar. - Tranquila, tú no eres una asesina … - ¡cállate! – le gritó y el ingeniero le hizo caso inmediatamente– no te preocupes, no te mataré. Solo me llevare tus cosas– el rostro de Pablo pareció calmarse un poco. - Comprendo – dijo la tenue voz del ingeniero. - Deja la vela sobre el estante, suavemente – ordenó la chica y el hombre obedeció rápidamente - ¿Dónde está tu dinero? - Tu sabes donde lo guardo – respondió lentamente. - No hay casi nada allí – le dijo mientras le seguía apuntando. - He perdido mucho dinero- dijo con voz nerviosa – allí tengo todo lo que me queda. - Ya veo – bajó un poco el arma y quitó su vista de la mira, ante esto Pablo suspiró de tranquilidad, sin embargo inmediatamente se horrorizó cuando la chica apuntó y disparó a su pierna. La corta distancia permitió un tiro perfecto, el hombre cayó al suelo gritando e incapaz de moverse. Alexandra se acercó al ingeniero, y le pisó con fuerza en la espalda, luego sin decir nada tomó la vela y subió suavemente las gradas de la bodega. Ya en la cima, observó a Pablo arrastrarse por el suelo, el rostro de la mujer formó una ligera sonrisa, mientras aproximaba la llama de la vela a un trozo de cuerda que se inflamó rápidamente. La chica arrojó la vela y esta cayó frente a su antiguo maestro, tras esto procedió a salir de la casa por una ventana, al lado de la cual había una bolsa con los pocos objetos de valor que aun poseía Pablo. Con paso rápido se alejó del taller, y ya cuando recorrió una distancia segura, se giró y sintió como una gran sensación de éxtasis le invadió el cuerpo, al ver como el taller explotaba. Para cuando los habitantes de la villa llegaron al taller, la muchacha ya había desaparecido. Se quedó en un pueblo al este del bosque, y tras pasar el tiempo suficiente para evitar cualquier sospecha, volvió a establecerse en Villadorada, pero cada calle, le recordaba algún suceso con su padre o con su maestro y esto le atormentaba continuamente, así que decidió aplicar su otro talento, aquel que había aprendido de su padre y comenzó a viajar. Por una temporada era Benten Braxton, descendiente de un lord de Alterac, otros días era Lundy Kimberly, descendiente de un bravo guerrero de Arathi, o era simplemente Stefania hija de un panadero, o Noella la huérfana. Y así cambio de identidades por dos años, en los cuales viajó por Paramos de poniente, las Montañas Crestagrana y obviamente por el bosque de elwynn. En algunas ocasiones lograba tener un éxito estrepitoso y sus víctimas ni siquiera se percataban de que habían sido robadas; en otras situaciones tenía que ensuciarse un poco las manos para completar el trabajo y en algunas circunstancias debía huir abandonando todo aquello que no lograra transportar en su bolso, no sin antes quemar aquellas cosas que no podía llevarse. Precisamente ella llegó a Ventormenta, huyendo de un estrepitoso fracaso en Vega del Este, del cual apenas había logrado salvar sus pertenencias más íntimas. Ya en la ciudad, logró robarle con mucha dificultad y riesgo, una mula y su carreta a una “adivinadora”; para evitar también a su más reciente víctima, Alexandra se dirigió a Dun'morogh, vendiendo gran cantidad de los bienes de la adivinadora para poder costearse el viaje en el subterraneo. Apariencia Física Un color rojizo, como el de algunas hojas en otoño, sube desde las puntas de su larga cabellera, tomando un tono más oscuro a medida que coronan la cabeza de la Alexandra. Una mujer cuya baja estatura no opaca su mortal belleza, la cual no ha dudado usar para conseguir lo que desea. Sin embargo, no se debe pensar que solo de apariencia vive la joven, si se mira fijamente debajo de sus pobladas pestañas, a aquellos hermosos ojos verdes, se puede sentir un toque de astucia e inteligencia, bueno, solo se puede observar ese detalle si ella así lo desea, y si además puedes apartar tu mirada de sus grueso pero delicados labios, los cuales resaltan de gran manera, opacando la nariz ñata que se irgue en el tenuemente ovalado rostro de aquella dama. Dama cuyo cuerpo, cubierto por una piel tersa y clara, iguala en belleza a su rostro. Su silueta sigue la forma de una pera, agrandándose a medida que se acerca a sus caderas, su torso grueso, sostiene un busto muy generoso. El vientre ligeramente rollizo de la muchacha, da paso con naturalidad a los grandes y enredadores muslos que marcan las fuertes piernas de esta maravillosa joven. Lo único que rompe sutilmente la armonía de delicadeza y belleza que ella intenta vender, son sus pequeñas pero fuertes manos, cuya piel se ha endurecido como causa de su profesión, por esta razón ella acostumbra a llevar guantes en casi todo momento. Hablando de su vestir, varía mucho del fin que ella desee, si está buscando un objetivo viste ropajes que hagan resaltar su figura y le ayuden a ocultar aquellas pequeñas lonjas que adornan su abdomen. Cuando está en un periodo de inactividad, tiende a usar ropajes de colores opacos, normalmente evita los vestidos, y mientras le sea posible prefiere usar pantalones y botas que le lleguen hasta la pantorrilla. Descripción psicológica Toda su vida aprendió a inhibirse de cualquier sentimiento hacia sus víctimas, desde pequeña entendió que la supervivencia lo es todo y que las personas son culpables de sus penurias, si robas a un comerciante que confió en ti, no tienes por qué sentir remordimiento, es su culpa por haberse confiado. Tras la muerte de su padre, perdió el único ancla de empatía que le quedaba y aunque puede llegar a sentir compasión por aquellos que le han ayudado, muy pocas veces esto evita que ella intente sacarles provecho. Solamente aquellas personas donde ve reflejada de alguna manera su vida, son las que estarán a salvo. Por su profesión, no es de extrañar que ella sea muy sociable, mostrando mucho interés por aquellos que le rodean, aunque la verdad le importe menos que las hormigas que caminan por el suelo que pisa. Intenta mantenerse bella, cuando puede se toma su tiempo para peinarse su larga cabellera, y limpiarse más habitualmente que los demás pueblerinos. Pero la mayor parte de su tiempo libre lo dispone en aprender y pulir como pueda sus conocimientos tecnicos o hacer pequeñas figuritas de madera. También le gusta tomar, sin embargo sabe hasta cuándo detenerse, a menos que esté sola o donde sabe que estará segura, en cuyo caso toma hasta llegar fácilmente a un punto de degeneración total, situación que le gusta acompañar por música amena para la ocasión. No obstante normalmente controla sus emociones en público, si bien llega a comportarse como niña pequeña al encontrarse con alguna maravilla técnica o tecnológica; incluso llega a admirar a aquellos que sean dignos de llamarse maestros, no importa que profesión sea la que manejen. Aunque es realmente hipócrita de su parte, ella detesta a aquellas personas que manipulan a los demás para obtener algo que no ayuda en la supervivencia del beneficiado. Por suerte para ella, en sus viajes ha estado en los sitios correctos en los momentos indicados, por ello el odio que siente a orcos, trolls o incluso no muertos, no es más del que se espera de una persona inteligente, que escucha historias sobre sus atrocidades, pero que nunca ha llegado a vivirlas en carne propia. Esto no evita que ella reconozca a estos seres como un riesgo, que se debe evitar o erradicar inmediatamente dependiendo de la situación. En caso de peligro, ella no dudara en huir abandonando a los demás si la situación es infranqueable y aunque se mantiene fría en momentos tensos, puede llegar a sentirse tan acorralada que perderá sus estribos y reaccionara de manera explosiva.
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