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Zaitsev

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  1. Zaitsev

    [Ficha] Dwick

    Nombre: Dwick Atributos 8 Físico 7 Destreza 6 Inteligencia 5 Percepción Valores de combate 32 Puntos de vida 18 Mana 5 Iniciativa 10 Ataque CC (Martillo de Guerra) 10 Ataque CC (Ofensivo (Desarmado) >9 Defensa Habilidades Físico 2 Atletismo 2 Martillo de Guerra 2 Ofensivo (Desarmado) Destreza 1 Escalar 2 Defensa 1 Nadar 2 Sigilo Inteligencia 2 Supervivencia/Cazar 1 Reparaciones básicas (Metales, maderas, cueros y telas) Percepción 2 Advertir/Notar 1 Disfraz 1 Rastrear Escuelas/Especializaciones
  2. Zaitsev

    Dwick

    Nombre: Dwick Raza: Gnomo Sexo: Edad: 68 Altura: 87 cm Peso: 34 Lugar de Nacimiento: Bosque de Elwynn Ocupación: Vagabundo Historia completa Descripción física: Voluminoso y decrépito; estas son las palabras que definen al achacoso Dwick, pues junto a los añares que lo acompañan, van una extensa serie de violentas vivencias que marcan, en forma de cicatriz, gran parte de su magullado rostro y cuerpo. De rasgos sumamente angulosos, este gnomo no muestra una gran diferencia en sus proporciones con el resto de su raza. De un intenso caoba, su mirada se presenta sumamente analítica y penetrante, con unos párpados y ojeras, delatan el mal vivir que esta pequeña criatura a llevado durante los últimos años. Su cabellera solía mostrarse larga y bien cuidada, en intensos tonos rojizos, pero gracias a la edad, los muchos años a la intemperie y la dieta que esta conlleva, ha pasado a ser poco más que unos pocos cabellos canos y algún que otro pelillo rosado en la parte trasera. A excepción de su cuadrada mandíbula, lo único que podría destacarse en él, es el ancho de todo su cuerpo, fruto del exhaustivo entrenamiento que se ha forzado durante el largo de más de la mitad de su vida. Lejos de verse tonificado, Dwick es portador de una prominente figura, que destaca por sobre todo el resto de su raza, pues si bien muestra una incómoda y notoria panza de cerveza, esta, al igual que sus brazos, piernas y pecho, se muestra completamente dura. Gracias al sol, y su potente reflejo en la nieve, su tostada piel se muestra repleta de manchas y lunares; esta es áspera y gruesa, habiendo desarrollado una especie de cuero en las partes más afectadas de su cuerpo. Descripción psíquica: A lo largo de los siglos, los gnomos han demostrado una serie de actitudes que los caracterizan. Son sumamente curiosos, y no dudan en desarmar todo lo que este a su alcance con el fin de comprender sus mecanismos, además llevan una gran autodisciplina que los ayuda a no detenerse hasta obtener resultados en sus meticulosas acciones. Dwick comparte varios de estos rasgos, e incluso algunos más, aunque lo cierto es que él ha sido criado entre humanos, y por tanto, es alguien que se ve muy influenciado por sus ambiciones, las cuales a menudo suelen presentarse objetivamente inalcanzables, aunque eso no es algo que pueda detenerlo. Increíblemente, cree que es más tonto de lo que realmente es, y esto suele afectar a todo su accionar, pues realmente, a su edad, tiene más que claro cuál es su lugar en el mundo, o al menos, lo tiene desde su extraña y distorsionada visión del mismo, donde suelen confundirse historias y rumores con hechos. Es por esto, y mucho más, que se detesta a sí mismo, pues no puede evitar sentirse absolutamente impotente frente a la incapacidad de poder solucionar los mayores problemas de quienes le rodean, y por tanto, tiende a cometer actos que lo delaten como alguien más torpe, o risueño de lo que realmente es, buscando asi, ubicarse a la altura del común de otras especies cuyo intelecto no es su fuerte. Dwick detesta a todas y cada una de ellas, y aunque no tienda a demostrarlo; pues como se dijo anteriormente, cree saber cuál es su lugar en el mundo; se siente sumamente incomodo al compartir espacios con ellos, pero a su vez, cree que es demasiado estúpido como para juntarse con los de su propia raza, por lo que suele vérselo alejado de los grupos, definiéndose así como alguien introvertido. Sea como sea, su personalidad suele contrariarse a sí misma de forma constante, pues aunque no lo parezca, es ciclotímico y esto afecta a casi todo lo anterior. Historia La tarde comenzaba a cerrarse, el sol disponía a ocultarse en aquel marítimo horizonte que solo podía otorgar una ciudad costera como lo era Bahía del Botín. Un cuchitril ubicado en la ladera de un despeñadero, que solía ser frecuentado por la peor de las calañas que habitaba Azeroth, pues solo allí podían vagar con total impunidad por aquellas sucias callejuelas de madera reciclada de los cascos de los diversos barcos hundidos. La rojiza penumbra del atardecer permitía que el inconfundible resplandor del fuego pudiera divisarse sobre la paja de los tejados que daban forma y resguardo, tanto a los nativos de la ciudad, como a un sinfín de parásitos de todo tipo. El crepitar de las llamas, y los estridentes alaridos de pánico gobernaban las avenidas principales, sitio donde podían observarse innumerables cantidades de magullados cadáveres, entre los cuales se encontraban miembros de distintas especies de plagas, y junto a ellos, estaba él. La joven imagen del gnomo se hallaba sobre el cuerpo, aún vivo, de un trogg, al cual atizaba en el rostro una vez tras otra con su puño derecho, mientras con el otro le ahorcaba. Sus ojos lucían inyectados en sangre, casi completamente abstraídos por la rabia que lo enardecía, y es por esa misma rabia que toda su naturaleza se presentaba implacable, pues el odio que guardaba hacia todas esas criaturas era suficiente como para motivar aquella purga. Dio un último golpe sobre el despojo que era el rostro de la ya difunta bestia, y volteó el propio, localizando a la distancia, a una goblin que parecía intentar escabullirse hacia la salida de la ciudad, y sin tan siquiera meditarlo, se levantó y corrió tras ella tan, o incluso más, rápido como sus pequeñas y fibrosas piernas le permitían. Las horas pasaron, y la noche cubrió las costas de la Vega de Tuercespina con un magnífico manto de estrellas, el cual iluminaba los pocos sitios que la poderosa hoguera, que en ese mismo instante era la ciudad, no lo hacía. De no ser por el intenso crepitar de las llamas, el puerto, y la ciudad entera, se hubiera hallado en absoluto silencio, aunque esto no parecía incomodar al joven gnomo, que se hallaba sentado al borde del muelle más largo, dejando que sus piernas colgaran, haciendo movimientos pendulares, mientras observaba los restos de la población, que, para entonces, flotaba sobre el agua, cubriendo la misma hasta el horizonte. Poco a poco, la oscuridad de la noche se fue intensificando, y los fuegos se apagaron, hasta quedar en completa oscuridad. Fue entonces cuando se dejó caer al agua. * * * Presionó los parpados tan fuerte como pudo, y se inclinó sobre sí mismo mientras elevaba las manos hasta su rostro, intentando despejar el propio del chorro de cerveza que había caído sobre él. Tosió ligeramente, y abrió los ojos, listo para increpar al bromista que tuvo la fantástica idea de empapar al gnomo, pero en vez de eso, se encontró con varios enanos, que, lejos de estar riéndose de él, bailaban, cantaban y bebían justo detrás de la silla en la que él mismo se hallaba desmayado, y como no podía ser de otra forma, regaban con el contenido de sus jarrones a todo aquel que estuviera a su alrededor. Suspiro tan largamente como pudo, y observo, aún somnoliento, el entorno que le rodeaba. Barriles de cerveza por doquier, mesas repletas de comida, y efectivamente, enanos, enanos por todos lados, gritando, bailando y bebiendo en lo que sin duda alguna no era otra cosa, más que una taberna al aire libre en Thelsamar. Se dispuso a acomodarse en el sitio, buscando espabilarse, y fue entonces cuando divisó los establos, al otro lado de la fiesta, y se sintió solo. Adelantó su derecha, tomando su jarra de cerveza, aquella que al igual que las de todos los demás, tenía el tamaño de su propia cabeza, y se dispuso a beber los últimos tragos que quedaban de la misma, antes de ponerse en pie y marchar, de la forma más torpe, tambaleante, y lenta posible, al encuentro de la vieja cabra por la que había hecho el viaje. Tal vez era un gnomo violento y delirante, pero aun así ya no gozaba de aquel vigor que le otorgaba la juventud reciente, por lo que sabía que si quería cumplir su objetivo, esta vez debía hacer todo bien, pues en definitiva, ya no disponía de tiempo, ni energía, como para elaborar más planes excesivamente complejos en solitario, por lo que indudablemente necesitaba aliados en los que apoyarse, y aunque una cabra en las últimas no era ni en lo más remoto el ideal, sí era lo que tenía a su alcance, y por tanto, peor era nada. Se hizo con algo de pienso, y con el mayor de los cuidados, se dispuso a acercarse al mismo, intentando salir indemne. Poco a poco, y con la ayuda de toda la paciencia que no poseía, fue acortando distancias, y en el transcurso no pudo evitar observar a la bestia con mayor detalle. Su grisáceo pelaje era sumamente ligero y descuidado, observándose apelmazado en algunas partes, y en otras carente del mismo, dejando pequeñas porciones de piel a la vista; Las pezuñas eran largas, picudas y con la peculiar característica de observarse redondeadas por la base; pero lo peor no se presentó hasta que la criatura se inclinó para alimentarse, pues fue entonces cuando notó que, además de un penetrante aliento a muerte, el animal no poseía dientes incisivos en su mandíbula inferior. Separó la cabeza tanto como su cuerpo le permitía, mientras cerraba los ojos y arrugaba la nariz en acompañamiento al gesto, no solo por la peste, sino por la impresión. No pudo evitar sentirse estafado, pues si bien sabía que se trataba de una cabra vieja, no estaba al tanto de que se hallara tan descuidada, e incluso se permitió dudar, solo por un instante, que la misma pudiera tan solo soportar el viaje que les esperaba, pero rápidamente siguió adelante, pues era de esperar que ese fuera el resultado de sus negociaciones, después de todo, nadie vendería una bestia de carga a menos de la mitad de su valor. Lentamente, e incluso con un deje de temor, abrió sus enormes parpados, para volver a encontrarse con ese horroroso panorama, el cual le acompañaría durante todo su trayecto, o al menos eso quería creer. Inhalo profundamente, llenando sus pulmones de valor, y se dispuso a soltar sus primeras palabras. "Así que tú eres Boris eh, veo que te gusta esta... cosa. Yo soy Dwick y... no sé qué demonios hago hablando con este bicho" Ciertamente lo estaba intentando, pero no podía evitar sentirse sumamente ridículo al pretender entablar un dialogo con una cabra. Soltó el pienso y se desplazó, esta vez sin cuidado alguno, hasta el bebedero del establo. Tomo asiento en el borde del mismo, y como era habitual en él, comenzó a cuestionarse a sí mismo por no ser lo que su especie necesitaba, o por tan siquiera cumplir lo que él creía que eran las expectativas de sus padres. Agachó la cabeza, frustrado ante los innumerables fracasos que daban por el resultado de su vida, aquella que ya con sesenta y ocho años no podría resistir mucho más que un último intento. Fue entonces cuando una de las tantas frases que su padre había utilizado para educarlo, tomó fuerza en su interior, haciendo eco una vez tras otra, hasta por fin desviarlo de aquel bucle eterno de miseria. "Si no das todo de ti en cada cosa que haces, y encima te rindes, solo lograras ser tan estúpido y despreciable como un humano." Pronunció por lo bajo, mientras una apacible sonrisa se dibujaba en su rostro. Lentamente, levanto la cabeza volviendo su atención a su desagradable compañera, y se dignó a continuar su monólogo, ignorando completamente, que lo que estaba por hacer, no era otra cosa, que contarle su vida a un animal que ni lo entendía, y de haberlo hecho, tampoco le hubiera interesado. "Sabes, cuando era joven mi madre me decía que lo más importante en la vida era el progreso, pero no el tuyo, o el mío, sino el de todos, y es por eso que ella, mi padre y yo, vivíamos en Elwynn." Hizo una pausa en la que soltó aire con fuerza por la nariz, intentando contener una leve carcajada, producto de un recuerdo agradable. "Elwynn es un bosque que está muy, pero que muy lejos, donde viven unos gigantes tan, pero tan, estúpidos que muchos de ellos apenas y saben contar. Ella los odió hasta el último de sus dias, je... decía que no comprendía como podían ser tan asombrosamente torpes, si, en definitiva, eran tan similares a nosotros, solo que algunas veces más grandes. Aun así, nunca se rindió y creyó que, si trabajaba duro, algún día iba a lograr enseñarles las utilidades y maravillas de la ingeniería; Definitivamente era una genio, pero supongo que todos nos equivocamos a veces ¿no?" Dwick se levantó y dio la vuelta al establo, en busca de un poco más de pienso, pues en el fondo sabía que lo que estaba haciendo, no tenía sentido y que la comida era lo que realmente le ayudaría a entablar buenas migas con Boris... o tal vez no. De camino simplemente subió el tono. "Mi padre no era ni la mitad de inteligente que ella, pero solía tener buenas ideas, y sabía mejor que nadie como salir de un aprieto. Hacia chapuzas de todo tipo con las que les solucionaba sus estúpidos problemas a los humanos, ya sabes, arreglar herramientas o hacer algunos muebles, vamos, que se ganaba la vida conviviendo con ellos." Tomó la comida, y como quien lleva varios años de cercanía, se acomodó a un lado de la cabra, y mientras esta comía de su mano, se dispuso a acariciarle la rodilla de una de las patas. "Ellos creían que iba a ser alguna clase de genio, y que algún día haría algo que cambiaría el destino de toda nuestra especie. Aunque bueno... lo cierto es que a duras penas lograba comprender lo que me explicaban, y ciertamente no me llevaba nada bien con los humanos. En definitiva, siempre fui demasiado tonto para los míos, y demasiado listo para los humanos... supongo que se debe a que fui criado con ellos." Detuvo sus palabras en seco, dándose espacio para suspirar tan largamente como pudo, y poder tragar el resto de su vida. De alguna forma no podía evitar extrañar a quienes lo habían acompañado durante casi la mitad de sus días. "Ah... los padres, uno nunca deja de depender de ellos. De hecho, hasta el día de hoy me pregunto si algún día podré volver a verlos. Imagino que a ti te pasará lo mismo ¿no, compañero?" Dio unas palmadas sobre la pierna del animal, y este lo ignoró, pues estaba demasiado centrado en comer, probablemente fuera uno de los cuidados de los que carecía. "Los perdí durante la primera gran guerra, eso fue un alboroto, y cada quien escapó como pudo hacia donde pudo, yo estaba colocando unas estanterías en un convento; si, ¿Puedes creerlo? Los muy imbéciles necesitan de otros para todo, una lucecita para ser felices, enanos para defenderlos, elfos para hacer magia y de otras razas superiores, como la mía, para que les adecuen las viviendas para no ser como esos sucios kobolds... bah, que me voy por los cables, la cosa es que en cuanto se supo que toda la parte céntrica y sur del bosque estaba siendo asaltada, muchos de los que estábamos allí huimos por las montañas hacia Forjaz. Seguro lo conoces y compartes conmigo la idea de que, si algo está hecho por un enano, entonces no tiene sentido intentar romperlo, ¿Qué clase de idiota lo intentaría? … Bueno, los orcos mismos" Sentenció, casi como si estuviera sorprendido de lo que tenía que afirmar; Posiblemente no por llamar retrasados a los orcos en sí, sino porque tan solo el hecho de que existiera una criatura incapaz de comprender ese concepto, le asombraba. "Como era de esperar, estuvimos encerrados allí por meses, pero bueno, eso no es problema para un enano, son algo lentos, sí, pero no tanto como para morirse de hambre, o como para entender que, si jalas del gatillo, la explosión hace que el proyectil salga hacia adelante, y no hacia tu cara." Sin duda alguna Dwick había heredado el desprecio hacia los humanos que su madre solía profesar. "… en fin. Juraba que encontraría a mis padres en Forjaz, pero nunca más los vi. Tal vez murieron, o simplemente se encuentren disfrutando de sus últimos años en algún sitio, sea como sea, nunca terminaron de instruirme, aunque no creo que hubieran podido llegar a nada. De hecho, nunca he sido bueno en nada en particular, y hasta creo que, lejos de convertirme en lo que ellos deseaban, me he vuelto una carga para los gnomos del mundo, así que desde que termino el asedio a Forjaz, decidí que, si no podía inventar algo que solucionara los problemas de mi gente, al menos no permitiría que nunca más nadie nos arrebate las grandes mentes de nuestra época, y es por justamente por eso que estoy aquí, amigo mío..." Levantó la mirada, firme, y observó al rostro a Boris. Sus ojos expresaron mil y un sentimientos, coraje, firmeza, decisión, pero una vez más, la cabra le ignoró, pues estaba sumamente concentrado en intentar materializar más comida en la mano de aquella extraña pulga gigante que no paraba de hacer ruido y alimentarlo. "… estoy aquí, porque si bien nunca he pisado Gnomeregan, la mayor de todas las joyas de este y todos los mundos, sé que han sido los troggs quienes la han profanado, y no he podido evitarlo, ninguno de nosotros... e incluso si volviera a suceder, tampoco podría. Pero hay algo que si puedo hacer, y eso es exterminarlos." Cerro el puño con el que sostenía el pienso con toda la fuerza que pudo. "A ellos y a todas esas asquerosas plagas de seres inferiores. Troggs, kobolds, goblins, trolls, y todas las demás. ¡No merecen existir, y por eso tu y yo las exterminaremos!" A esta altura, el pequeño gnomo cambiaba su posición de forma constante, poniéndose en puntillas una vez tras otra, agitando las manos sin parar, moviendo los dedos de formas inimaginables y gesticulando como todo un dramaturgo. Su rostro se encontraba inflamado y completamente enrojecido, las venas de su cuello comenzaban a marcarse, y su habla comenzaba a subir de tono... todo fruto del odio y la impotencia que lo dominaban. "Así que prepárate compañero, tu vida no termina aquí, tu vida recién empieza, y mañana ¡daremos el primero del más grande de los pasos en toda la existencia! ... mañana, partiremos rumbo a Kharanos, donde nos aguarda la carreta con la que montaremos un imperio." Dwick no era del todo consciente de lo que estaba diciendo, pues sus deseos eran notoriamente más grandes que él, y claramente sus expectativas e ideales se mezclaban de forma constante con la realidad, pues ni su madre era un genio, ni los humanos eran tan estúpidos, ni mucho menos eso que había comprado podía llamársele carreta, pues con el poco dinero que poseía, esta no tenía ruedas, y su madera era portadora de años de maltratos. A tan solo algunos cuantos metros, en aquella improvisada taberna, un grupo de enanos observaba la insólita escena que el gnomo había montado. Los cánticos habían cesado, la bebida había parado de correr, y lo único que dominaba el entorno, no eran más que un sinfín de risas contenidas, y algún grito burlón, que Dwick parecía ignorar, pues después de todo... estaba muy borracho como para darse cuenta que el clima de aquel sitio había cambiado, y que los gritos eran en alguna forma dedicados a él y no a la fiesta, o como para simplemente comprender que lo que tenía en frente no era una cabra, sino un carnero.
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