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Psique

Roler@
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Mensajes publicados por Psique


  1. He estado practicando algo de composición y he hecho estas thumbnails B/W. Son dibujos rápidos, mancha sin línea que para que nos entendamos utiliza los tonos oscuros para elementos más cercanos y se aclaran con la lejanía. En mi caso he usado 3 planos de distancia y la mayoria son composiciones sencillitas. Iré haciendo más, son super relajantes y agradecidas de hacer con nada que tengas un poco de perspectiva espacial.

     

    En la última quería hacer una constelación muy bestia como neblinosa, pero la verdad es que los tutos de pinterest por pasos no ayudan nunca en nada x d lo típico que sale el color base y en el siguiente ya estan todos los detalles de PAM. Yo que se, veré como conseguirlo.

     

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  2. Si hay problemas siempre se le han podido comunicar al staff, y la situación era manejable cuando malcador ha estado activo, cuando no, se ha podido seguir roleando. Abrir una asamblea cuando somos más de 30 jugadores (antes a penas 12) es una ventana a echar en cara las cosas. Tampoco me parece bien teniendo en cuenta la salida de tono que tuvieron la mayoria de implicados en este tema, como muestra de que el tema de dialogar se convierte en linchamientos en canales inapropiados y mas ganas de gresca que de aportar nada.

     

    Voto no.

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  3. La Avanzada Reposo de Cárdena

    Planteamiento: La zona aislada y las congregaciones de manadas salvajes desaconseja abandonar el perímetro seguro de la avanzada. Las caravanas de suministros no acudirán al lugar por ese mismo motivo, y partir es riesgo de muerte que asumirá cada uno. La trama no está enfocada a ser lineal, ni su conclusión depende de cumplir un objetivo, sino que acabará en el tiempo en el que el aislamiento preventivo termine y de esa forma, los personajes puedan abandonarla de manera segura, en el mejor de los casos. Las decisiones tomadas dentro de la avanzada favorecerán su supervivencia o su caída.

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    - Información de zona

     

    El Reposo de Cárdena es una breve avanzada dirigida por la Cruzada Escarlata. No hay efectivos suficientes para librar incursiones o ataques premeditados, de principio a fin, esta avanzada tiene como objetivo guarecer a los viajeros, peregrinos o tropas de tal forma que la noche no les sorprenda en mitad de un yermo desolado y peligroso de camino a su destino.

     

    Empalizadas, estacas y un pequeño foso rodean la avanzada de dos entradas. Fue establecida hace años y estos, no han pasado en balde, pues a penas ha recibido el mantenimiento necesario para erigirse como un enclave seguro. Poco más que suficiente. Por suerte su posición al sur, a dos jornadas del lago favorece que las hostilidades no sean asiduas. Es el paso intermedio entre la Avanzada Bermella y el Puesto Sacrorum, a dos jornadas de distancia cada uno.

     

    El bosque que la rodea conocido por Arboleda Pañidera es el refugio perfecto para los enemigos que moran estas tierras, por lo que predecir sus movimientos se vuelve una tarea difícil si no se realizan comprobaciones exteriores. Sus moradores están habituados a despertarse mañana si y mañana no con el renqueo multitudinario de una de las dos grandes manadas de no-muertos que moran en los bosques apegados contra la empalizada, que por algún motivo nunca llegan a juntarse. Los viejos muros soportan el empuje de una, pero muy dificilmente quedarán impasibles que ambas se llegan a congregar ante sus puertas.

     

    -Sin más detalles por el momento-

     

     

    - Quienes la habitan

     

    Holy_Gathering.png?version=ed22e62e4fcf58256880d5bfb047b306Las Sacrílicas

     

    Aunque la Cruzada Escarlata es un organismo con un nacionalismo ferviente y unas creencias uniformes, no es secreto para nadie que no todos quienes forman parte de ella lo hicieron por voluntariedad o confianza, sino por necesidad. No muy lejos se encuentra la Basílica de Nuestra Señora la Piadosa, un antiguo convento de sanadores que tenía como objetivo ofrecer cobijo y asistencia al herido, al enfermo, al viajero cansado y al marginado. Y aunque la mayoría no sobrevivieron a la conquista de la Plaga, cuatro de ellas se congregan en esta avanzada, mirando con nostalgia hacia la alta y lejana colina donde el esqueleto abandonado de la orden de las Sacrílicas permanece impasible y oscurecido, anhelando algún día poder reformar la orden y seguir ofreciendo subsidio al necesitado. Aunque en su pecho engalonan la Llama, sus corazones se mantienen firmes a sus principios, con la mujer y el cántaro como escudo impresos en ellos.

     

     

     

    Militia_Training.png?version=92d41f466c860537a28aa958a0ee55a9Los caballeros del Ágape

     

    Junto a ellas, el grueso de las tropas escarlata que protegen el asentamiento en su día formaron parte de la Orden del Ágape. Unidos como siempre en hermandad inamovible, el asentamiento se rige casi por mayoría absoluta por estos supervivientes, otrora caballeros y escuderos de la Abadía de Lobrem, que sumaban a las mesnadas de Lady Blaumeux como ejemplares jinetes. Su líder, el otrora Lord Faux de Naón por diferencias con otros tres abanderados, tozudo por naturaleza e inquebrantable como el titanio, mantuvo siempre un margen de actuación respeto al resto de las mesnadas, lo que llevó tanto a él como a sus caballeros más allegados a sobrevivir al desastre. Irónico es que el orgullo les proveyera de seguridad donde el honor y la valentía fueron sesgados como los campos ahora pustulosos.

     

     

     

     

    -Falta uno por presentar-

     

     

     

     

    - Personajes relevantes

    Sor Gaspara

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    Anciana y desgastada por la vida, es una mujer de oido corto pero con envidiable lucidez a pesar de estar cerca de los ochenta años. Regentaba la Basílica de Nuestra Señora la Piadosa en el momento de la venida de la Plaga a la zona, y ceñuda a la hora de dar la espalda al pasado y a toda una vida volcada a la orden de las Sacrílicas, vio una oportunidad irrefutable cuando oyó hablar de la existencia de la Avanzada del Reposo de Cárdena, y junto a sus tres hermanas supervivientes, se estableció hace años en el lugar, no lejos de las ruinas del convento, confiando en que la situación es temporal y más pronto que tarde, las fuerzas de la Cruzada volverán a retomar el lugar y poder refundar así su amada orden.

     

    Aunque no guarda especial simpatía por el viejo cruzado, no se entromete en sus decisiones, y tanto ella como sus hermanas de oficio se limitan a realizar las labores hogareñas y a atender a los viajeros y a los heridos cuando estos llegan a la avanzada. Se dice que su conexión con la Luz tiene un fervor que muchos otros envidiarían, pero sus palabras muchas veces alteran por su falta de tacto.

     

     

     

     

     

     

    Sor Maribel

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    Maribel es una muchacha joven de apenas unos diecisiete años que fue adoptada por las monjas sacrílicas cuando fue abandonada a los pocos meses frente a la puerta de la basílica. No ha conocido otra vida que no sea la oración y la dedicación a la santa labor de sanar y asistir al necesitado. Aunque es una joven inquieta y dulce, su complacencia llega incluso a extremos denigrantes. Rara vez dice abiertamente su opinión, aplastada por las expectativas que sus hermanas tienen puestas en ella como la más joven.

     

    Sus breves nociones en medicina y su falta de experiencia en tareas mayores, suele versela en las cocinas, con la colada o adecentando el asentamiento. No pide más ni aceptará menos.

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

    Lord Faux de Naón

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    El viejo cruzado fue quien desde años atrás insistía en erigir una avanzada en el bosque cenizo, y que a pesar de los consejos de sus mandos que veían la zona como peligrosa y dificilmente defendible, no descansó hasta dar con la oportunidad perfecta para intentarlo. Se dice que partió en compañía de sus ocho caballeros, fieles a él por siempre, y que cuando uno de ellos volvió para informar, el cruzado había vencido fauna y terreno y había conseguido asentarse. Ante la inesperada noticia, la Cruzada accedió a alzar una avanzada de paso en el lugar que hiciera de punto de descanso entre las dos avanzadas intermedias, en mitad de la arboleda Pañidera.

     

    Faux guarda un apego especial por aquella tierra, que otrora pertenecía a su señorío. Ahora, despojado de todo lo que una vez le hizo grande, le ha plantado cara al destino, enfrentándose ante todo mal que ose volverlo a expulsar de sus tierras.

     

    Tozudo, huraño, cortante y con poca paciencia, malo a la hora de recibir consejos, tomándolos como afrenta a su poblada cabeza. Alguien difícil de tratar, por edad y por sesera.

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

    Enol el Joven

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    Aunque ya hace años de eso, y es tan adulto como otros, sigue portando el mote que le pusieron cuando no era más que un niño que ayudaba a los caballeros a vestirse y a prepararse como escudero. Hijo mediano de una familia menor, fue puesto al servicio de la Orden del Ágape cuando a penas tenía doce años, con la esperanza en que algún día pudiera convertirse en caballero y aportar honra a su familia.

     

    Un hombre despierto y ágil, que es el primero en proponerse para ayudar y el último en volver. Aun así, un gran orgullo le viste, a veces afeando el buen fondo que tiene.

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  4. Prólogo

    De Pies Ensangrentados y Atardeceres Ocres

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    "Recorrerás oscuras sendas, y tus pies se posarán sobre las espigas del rosal infecto

    sólo si tu entereza te permite ir más allá del dolor de la carne me encontrarás al final del camino

    donde no hay dolor, y la penitencia acaba."

     

    Las sonrisas de un reencuentro amargo, bajo un cielo anaranjado y oxidado por la podredumbre. Con la lustrosa armadura cubierta de polvo, que esconde cardenales y cortes de un viaje difícil y tormentoso abriéndose camino a través de las laderas muertas. Allí, sobre la colina, aguardando el aliento que falta para la vuelta a casa. No era un asunto de gran peso el que los había arrastrado tierra adentro, no que ellos supieran, aunque los ojos opacos del asistente del Cruzado invitaban a pensar que el mensaje era importante y ajeno a sus competencias personales o vinculadas. Extraña e irregular era esa misiva.

     

    Al resguardo de la hoguera, buscando los resquicios del abrigo de la hermandad olvidada al sur, donde la vitalidad anestesia y la mente olvida, volvieron a cruzarse viejas miradas amigas y no tan amigas. Un guiso especiado que atontase el paladar, bienrecibido cuando tan fácil es de olvidar los dones de la vida cuando la vista yace puesta tan arriba, en la inalcanzable y ambicionada cúspide de esa gran causa. El cruzado, el sacerdote y la monja se desvisten de su hábito, y se recubren de humanidad y flaqueza. Pues sin el acero, la herida ya no tiene tras qué esconderse, ni el orgullo por dónde amagar salvo en resguardo de las propias inseguridades.

    Ya vendría el amanecer infecto, a recuperarles el fanatismo que el exiguo sueño consiguiera derrotarles.

    A través de un camino empozoñado avanzaron. Sin puntos ciegos, convergenciendo como una voluntad que por si sola avanza, duela o sangre.

    Un paraje retorcido cuyos recuerdos se escondían tres metros bajo tierra, castaño y fébril, si no muerto. Silencioso a veces, pues los muertos no bailan ni canta. Ruidosos otras, pues la muerte aqui es verdugo pero no enterrador. Colonias de hongos parasitando las superficies de los árboles mutados, cortezas como tallas de retorcidos seres que insinúan una decadente humanidad. Algunos bocalizan y suplican en silencio, otros miran ruidosamente los pasos de quienes no tienen tiempo para deparar en ellos. Entre dos colinas se halla la entrada al viejo bosque ceñudo y enjuto, donde los árboles por apiñados casi parecen apegarse buscando aire que respirar. Un aliento pestilente del viento que los recorre y los abriga. Una boca de mil dientes esbeltos entre una densa niebla con hedor acre y envenenado.

    Qué dicen de los corderos que alegres caminan hacia el matadero, aun cuando saben qué encontrarán tras su verjas.

    Y cuestionan cuan fácil olvida el sur su causa.

    Pero no cuestionan quien sería capaz de amasar la misma integridad que ellos para soportar esa visión una sola vez.

     

    Un ecosistema fébril pero latente, que esconde horrores inimagibles o quietud dinámica tras los árboles que susurran mil pecados cometidos por la gracia de la veneración hacia uno mismo.

    Tres órdenes unidas por la misma causa, tres lenguas que hablan enredadas y se tropiezan entre ellas. Las primeras tiranteces surgen cuando el sol anuncia su inminente muerte en el horizonte, cuando la exigente y apresurada marcha se detiene un instante para que el aliento recurra a enarbolar palabras necias y miradas cansadas. Riñas entre hermanos, pues nadie habló de entendimiento, sino de sobrevivirse.

     

    Una melancólica figura contempla el bosque sobre un pequeño barranco, cabizbajo y equino, a un lado del camino de tierra batida. Un caballo domado por la muerte, perdido su jinete, vida y lustre, pues ni las fardas que aun porta recuerdan ya sus colores. Silencioso e ignorante, ellos, atentos y desconfiados, decidieron que sus pasos le alejasen de él, manteniéndose en la vieja carretera hacia el Reposo de Cárdena.

     

    Los vientos arrastras gruñidos hambrientos, y lamentos que la muerte ha tornado en sádica furia.

    Con la noche inminente, y no lejos de su destino, vagan recorriendo un camino carente de amenazas, pero no de advertencias. La tranquilidad en aquellas tierras sólo significa que se avecina lo peor.

     

     


     

    Resumen:

    El grupo emprende el camino hacia el siguiente punto de peregrinaje conocido como Reposo de Cárdena, tras abandonar la Avanzada Bermilla. En el camino inquietantemente libre de problemas, encuentran un carromato destrozado y signos de batallas entorno a él, sospechando de que algo grande los asaltó y no dejó rastro alguno de sus defensores.

    Un solitario caballo vagabundea por el bosque, sin actitud agresiva, sino ausente. Deciden continuar su camino sin enfrentarse a él. Marchó en dirección contraria.

    Queda poco tiempo antes de que caiga la noche, por lo que deciden recobrar la marcha a mayor ritmo para llegar a la Avanzada cuanto antes.

    Tesalia pierde el guante izquierdo consumido por un esputo de un árbol mutado.

     

    Detalles de la sesión:

    Sesión de dos tardes, pendiente de finalizar (siguiente capítulo).

    @Psique como Gabrielle (master): Atletismo, advertir/notar.

    @Thala como Kingsley: Atletismo, Proteger Esencia, Esencia Sagrada, Buscar, Advertir/Notar

    @Kario como Jared: Atletismo, Advertir/Notar, Defensa, Buscar.

    @Imperator como Thomas: Cabalgar, Advertir, Defensa, Atletismo.

    @Focus como Tesalia: Atletismo, Ballesta ligera, Advertir/notar, Reflejos, Defensa, Rastrear.

    @Prototaip como Ifán: Atletismo, Advertir/notar, Defensa.

     

    Amenazas descubiertas:

     

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    - Árboles escupidores: flora mutada que arroja esputos de una baba pegajosa que corroe el acero pero ignora el cuero y la carne. La existencia de esta amenaza favorece que se congreguen entorno a ella otros "depredadores" oportunistas, pues es un problema para las tropas pesadas.

    • Habilidades especiales. Moco abrasivo: Una sustancia gelatinosa, pegajosa e increiblemente corrosiva que deteriora el acero. El objetivo puede intentar desprenderse de ella con una tirada de Destreza Dif 13, si no lo consigue, el moco se esparcirá e irá degradando el acero lentamente. Cada 2 turnos, se pierde un punto de Absorción permanente. Se puede repetir la tirada cada turno.
    50px-Bodybag2.png?version=55f1f6e89e6f7a - Árboles plagados y colonias de hongos: árboles inofensivos que descubren en su corteza la silueta de humanoides retorcidos, fruto de la corrupción. Algunos vocalizan enmudecidos, otros pueden llegar a moverse ligeramente. Se los observa en bosques plagados de pequeños hongos que provocan dificultades a la hora de respirar y facilidad a la hora de enfermar. Habilidades especiales: aumenta en 2 la dificultad en el gasto de PV al recorrer grandes distancias a través de de la vegetación. [(Dif.+2) + Estorbo)] - (Físico + Atletismo)
    125px-Bone_Militia.png?version=2cefd843c

    - Carcasa errante: no-muerto menor, lento y torpe. Una molestia nimia en solitario, atroz en grandes grupos.

    • Salud 8 PdV
    • Armadura 0 Absorción
    • Ataque +5 Ataque
    • Defensa +4 Defensa
    • Defensa Mágica +0 Defensa Mágica
    • Iniciativa +2 Iniciativa
    • Daño 1d3 Daño
    • Habilidades Especiales La Horda.  Los zombies son enemigos mediocres y débiles. Pero su peligro radica en el número. Hasta un gran caballero acorazado que se vea aislado y rodeado por una marabunta de zombies se enfrenta a una muerte segura si no es capaz de abrirse paso entre la marea de muerte.
      Hasta un zombi extra puede atacar por cada uno de los flancos de un enemigo humanoide estándar (3 por el frente, 2 por cada flanco, 2 por la retaguardia). Además, por cada zombi en cuerpo a cuerpo contra un mismo enemigo (Incluso si no tienen espacio para atacarle) a partir del 5 zombi, da +1 de daño a todo zombi que ataque a ese enemigo, hasta un máximo de +5. (Ej: Si un enemigo está siendo atacado por 8 zombies , todos estos zombies recibirían un bono de +3 al daño)
    • Habilidades Uhh...
    135px-Plowhorse.png?version=559a795c2a8a - Caballo no-muerto: equino reanimado, extrañamente ausente sin actitud agresiva.
      - ¿?: Algo grande y peligroso se arrastra entre los árboles.

     

     

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    "Estas son las tres lenguas nacidas de la monstruosidad. Tres lenguas que son tres voces. Tres clamores en sintonía. Las lenguas se anudan formando una sola. Hablan a la vez, interrumpiéndose unas a otras y se retuercen como los cabellos de lo que una vez fueron una sola presencia."

     

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    Prólogo

    - De Pies Ensangrentados y Atardeceres Ocres

     

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  6. @Thala

    Se que tiempo ha pasado, más del esperado, mas me encuentro en la necesidad de expresar mi anhelo por volver pornto a los lindes de mi hogar. Así encuentra mi alma sosiego pues el sur difícilmente ha de procurarme.

    Marché como una, y retornaré como otra. El verde de estos parajes me recuerdan que no es más que un endeble cristal lo que separa la maldad de los muros de los hombres. Incluso aquí, su mácula ha llegado, huída y desordenada, venida de Caer Darrow en busca de resguardo y protección tras la frontera del retorcido bosque de nombre oscuro y sempiterno. Uno se siente pequeño y desgraciado cuando comprueba que sus actos de noble fe y entrega, siempre muestran fallos imperdonables, y aqui me hallo, tratando junto a mis hermanos y mi esposo hallar forma alguna de remediarlo. Es por eso que mi retorno al norte se ha visto impedido, por lealtad y compromiso. Cómo debía negarme.

    Kingsley, aquí al sur he vislumbrado el mal de la reminiscencia. Ojos ciegos, acostumbrados, que impedidos se hayan para tomar partido contra un mal mayor que las trifulcas entre hermanos. Vi la población más vieja de lo que la recordaba, pues la sangre joven ha partido a dar batalla ante el rey lobo.

    Cuan apenada me siento, pensando la rapidez con la que la memoria olvida, y los ojos, se desprenden de la mácula de lo visto.

    Siento que nuestra lucha se olvida al sur. Siento la santa encomienda desatendida y obviada mientras nuestros soldados perecen al norte, y nuestros números descienden. Mas quien soy yo para desaprobar la elección de la más santa entre nosotros los mortales. Desafortunado es el enfado y la impotencia que a mi corazón aflige.

    El norte no olvida, y los hijos no olvidan su norte.

    Aunque me es imposible atinar el día de mi vuelta, sabed que no ha de demorarse en exceso. Traigo nuevas conmigo, y traigo la esperanza que ha encontrado mi alma, tras asimilar lo aprendido en aquel oscuro bastión y enlazar por fin mi alma a quien con paciencia y dulzura sabe bajarme de mis más altivos aires.

    Qué ironía es esta, que me hace sentir intranquilidad entre prados y prosperidad y confortabilidad en parajes yermos y cielos ocres. A cada respiración de este aire limpio y libre, mi corazón duele más, a sabiendas de que esta tierra es tan ajena a mi ser como ella me siente a mi, por mucho que haya querido vestir mi cuerpo con bellos vestidos y sacar fuera la esencia de mi feminidad. El deber vino a recordarme que es acero y no seda lo único que acepta mi cuerpo sobre su piel.

    Esta tierra sólo siembra duda, pero también siento determinación, atrapada en un ilusorio juego donde el sur parece dispuesto a convertirme en una mujer plagada de incansables contradicciones.

    Sabed que os recuerdo, tan acertadamente como nuestras extensas conversaciones en las almenas de Vigilia.

    Sabed que con premura, el destino volverá a cruzar nuestros caminos. No al norte, no al sur. En casa.

     

    Que la Luz perdone nuestras flaquezas, incluso cuando uno no encuentra perdón para si.

     

    Gabrielle O'Connor Benet

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  7. Nombre: Verdrares Noredril'denal

     

    Atributos
    6 Físico
    5 Destreza
    7 Inteligencia
    8 Percepción

    Valores de combate
    24 Puntos de vida
    21 Mana
    9 Iniciativa
    6 Defensa

     

     

    Habilidades
    Físico
    Destreza
    1 Defensa
    1 Sigilo
    Inteligencia
    1 Fauna
    1 Leyes
    1 Tradición/Historia
    2 Ingeniería arquitectónica
    1 Idioma demoníaco
    1 Sacrificio vital
    1 Piedra de salud
    1 Invocación (menor) diablillo
    Percepción
    1 Advertir/Notar
    2 Comercio
    1 Etiqueta
    1 Reflejos
    1 Rumores
    2 Escultura
    2 Pintura
    1 Música

     

    Escuelas/Especializaciones

    Demonología

     


    Invocación menor

    Nombre: Ings

    Raza: diablillo

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    Atributos
    4 Físico
    6 Destreza
    7 Inteligencia
    4 Percepción

    Valores de combate
    16 Puntos de vida
    21 Mana
    5 Iniciativa
    6 Defensa

    Habilidades

    Físico
    1 Atletismo
    Destreza
    2 Sigilo

    1 Garras
    Inteligencia
    1 Evocación vil
    1 Cambio de fase
    Percepción
    1 Advertir/Notar
    1 Reflejos

    1 Buscar

     

    Cambio de Fase: (Personal) Dif 12: El Diablillo usa su minúscula impronta mágica para saltar entre planos con la facilidad que un adulto cambia el peso de un pie a otro. Danzando entre el vacío abisal y el mundo físico, el diablillo puede desaparecer de la visión física, moverse y desplazarse, reapareciendo más adelante cuando lo desee. Incluso en el Vacío Abisal, podrá saber donde está su Demonólogo y comunicarse mentalmente con él, siguiendolo para acudir a su ayuda cuando lo necesite. Este efecto es interpretativo. Para detectar al Diablillo se habrá de usar una habilidad de rastreo mágico adecuada, y superar la tirada de Cambio de Fase. Este hechizo puede ser usado en combate para esquivar impactos, sean físicos o mágicos. Al recibir un impacti exitoso, habrá de tirarse un d3. Con un 3, esquivará el impacto. Dura un turno por nivel del hechizo en combate.

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  8. Historia

    Disfrutar de una tarde tranquila, una primavera que jamás expira su último aliento. Un suspiro de tranquilidad, al margen de todo, rodeados de un paraje ensoñado. Atrás quedaba el bullicio de la ciudad. Adoraba aquellos remansos de paz, donde descalzarse y dejar de cuidar los pliegues de su vestido estaba permitido. Se sentía como una travesura inocente, nimia, pero divertida. Siempre acudían juntos a ese reducto del bosque, siempre un poco antes, donde poder desmelenarse cuando nadie miraba. Los ojos tiernos de una niña que tenía a su padre como poco menos que una figura de adoración dulce como el almíbar. Más tarde, acudían los amigos de él, para pasar una velada encantadora junto al canto de los Cantoestío adiestrados. Un hobby exótico que impregnaba las reuniones sociales de un toque diferente. Familia de cetreros, encantadores de aves, jinetes de suelo, soñadores entre nubes, plumas y magia. Era magnífico verles bailar, con esos animales siguiéndoles la estela como estrellas fugaces en el cielo nocturno.

     

    Luego estaban las veladas programadas, donde tenía que mostrar lo mejor de si misma, o lo que querían que otros pensasen. Lo mejor, a la vista, que miren, respira su envidia. Un envoltorio vaporoso de tela azulona, el pelo ondulado recogido y sus marcados hombros al descubierto. Intenta distraerles con el sonido de tu voz, compite contra tus propios atributos, demuestra que no eres más que una cara bonita. Es un juego, así que sonríe. Se apacible. Que en su mente se repita tu canción y te busquen.

     

    Quitarse los tacones era una bienvenida al hogar, a su privacidad. Ver a través de las ventanas el mundo que la rodeaba, refugiada en su propia bola de cristal. Romper los moldes, despreciar los vestidos y la piel al desnudo. La brisa en ojos limpios. La vida, inocente de una niña. Le decían que parte de su encanto y frescura era que por mucho que creciera, en sus pequeños gestos, sus mohínes y sus carantoñas aún se veía a la niña que fue, cuando aún su padre podía cargar con ella.

     

    Azul. Azul añil. Azul celeste, aguamarina, azul marino. Azulón.

     

    Su azul.

     

    Un cielo despejado que invita a ser como es, sin adornos.

    La mirada ausente dejó de seguir la estela del vuelo, cuando incluso esos remansos de paz no eran suficientes para distraerla de una realidad que golpeaba con mucha fuerza. Los distraidos vuelos de su retoño no conseguían alegrarla como otras veces. Siquiera se descalzó. Siquiera intentó romper esas pequeñas normas en la privacidad del claro.

     

    En las semanas anteriores, a penas acudieron a las prácticas la mitad de los afiliados, hoy, nadie más los acompañó. Enar había matado a su compañero, algunos dicen, que sin pena en sus ojos, solo sed. Thina y Onil habían decidido desprenderse de ellos, soltarlos en libertad, demasiado tentados por su naturaleza mágica. Su madre, la bailaria de la pareja de cantoestivales, la más grácil, los había encerrado en la pajarera hacía un mes y no había vuelto a sacarlos de su encierro. Las aves vivían tranquilas ahí dentro, ignorando la tempestad. El ejemplar de Salox, su padre, reposaba sobre el hombro del elfo, mirando tan ausente la lejanía como él. Algunos bestiólogos decían que al compartir la magia de sus almas, el ave y el cetrero encontraban semejanza en su carácter con los años, un enamoramiento sincero y cortés. Un compañero para toda la vida.

     

    Padre e hija coexistían en silencio en el claro, llevando por dentro ese ardor inclemente que remarcaba sus ojeras y plagaba la mente de dudas. Cuantos se perdieron. Y cuanto desaparecería esa necesidad. Una primitiva e instintiva, la misma que hizo que Aethril alzase el brazo e Imji’lah obedeciera al gesto aproximándose con un levitar plácido. Mirar esas plumas de cristal, esa nevulosa, le hizo recordar las escamas de fruta escarchada. Dulce y embriagadora. Tragó copiosamente mientras el animal se posaba en su brazo. Fue entonces cuando la mano de su padre se ciñó sobre su escueto hombro. Esos ojos inocentones se cruzaron con la mirada que por una vez, no era adusta.

     

    Salox lloraba. Lloraba por la tradición que parecía estar muriendo entre sus manos sin poder hacer nada por ella.

    Esos seres significan mucho para ellos. Formaban parte de si mismos a la larga. Su muerte era un duro golpe para cualquiera de ellos, sobretodo si no contaban con un vinculo mágico que les permitiera unirse a su esencia.

    Como era el caso de él, rompehechizos, guardián de la ciudad que no pudo defender.

     

    Tomó las manos de Aethril, aunándolas, y arrodillado frente a ella le suplicó que fuera fuerte, más que él, más que ninguno. Que tomara el esfuerzo, ahora, dadas las circunstancias, de hacer aquel hechizo. Le prometió que le dolería. Le prometió que sería una agonía. Pero le prometió que volvería su herencia imperecedera mientras ella quisiera continuarla.

     

    Y así hizo. Su conciencia se nubló, pero pudo unir a Imji’lah a ella. Despertó días más tarde y deseó no hacerlo. Fue difícil mantenerla lúcida cuando ahora la Sed le retorcía el alma por el precio costeado.

     

    Los problemas siguieron creciendo alrededor. Se negaban a las medidas que el régimen empezó a imponer a la población, y esa falta de unidad les llevó a tomar una decisión difícil, llevándolos finalmente más allá del mar, guareciéndose en las costas de Theramore y asentándose en la colonia como desconocidos amigos.

     

    Ya no hubo fiestas.

    Ya no hubo bailes.

    Ya no había un reino que proteger, pues este, les había renunciado.

     

    Su madre arrastró una tristeza desgarradora que acabó por matarla. No quiso abandonar Quel’Thalas junto a su esposo y a su hija, confiando en que el vendaval pasaría, pero tan sólo empeoró. Murió en vergüenza y soledad.

     

    El alma de su padre se había roto. Una vida dedicada y ahora, empujado al exilio, no era más que la flaca memoria de alguien que en pasado, fue mejor. Dedicó su vida a enseñar a otros a soportar la carga, a defenderse y a defender a otros, pero la enseñanza jamás le llenó especialmente.

     

    Aethril miraba cómo su padre se marchitaba lentamente, y como el brillo de su compañero, Torodril, aminoraba, languideciendo.

     

    Pero ella, siempre sonreía. Siempre traía consigo una retaila de momentos robados a las formalidades y a la etiqueta. La natural de su hija fue posiblemente lo poco que le salvó de seguir los pasos de su madre. Siempre conseguía que sonriera.

     

    Theramore fue un capitulo de reencuentro y apoyo que terminó pronto. El Imperio era basto, más grande que Quel’Thalas, y siempre había oportunidades para todos. Desapegados de los recuerdos, marcharon a Ventormenta donde Salox se postuló como maestro de abjuración en la Academia, y Aethril, decidió continuar allí sus estudios.

     

    Aquella mañana estaba despejada.

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    • Nombre del Personaje
      Aethril
    • Raza
      Quel'dorei
    • Sexo
      Mujer
    • Edad
      87
    • Altura
      1.76
    • Peso
      56
    • Lugar de Nacimiento
      Quel'Thalas
    • Ocupación
      Estudiante
    • Descripción Física

      Esbelta, de hombros y clavículas marcadas, cintura estrecha y figura poco abundante. Rubia, alta, de ojos alargados y expresión afable por las cejas arqueadas que endulzan su rostro.

    • Descripción Psíquica

      Positivismo. Dulzura. Empatía. Siempre tiene una sonrisa que dar, siempre, una actitud apacible y tranquila. Su aura desprende paz y tranquilidad, con una nota divertida que gusta de romper los pequeños protocolos como si fuera un juego, siempre y cuando la privacidad lo conceda. No es especialmente superficial, pero cuida su aspecto sin tender a la extravagancia. Los vestidos de tejido liso y pocos remates son sus preferidos.

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    Siempre le tuviste miedo a esa parcela llana. El lienzo en blanco, un enemigo insalvable.

    Tienes talento.

    Pero te contentas con favorecer el de otros por sentirte incapaz.

    El peor tormento de un artista es tener miedo a crear.

     

    Pinceladas de sus ojos sobre la pintura. Trazos gruesos y colmados, colores específicamente buscados. Rugosa la textura que le trasmitian las yemas de sus dedos al acariciar el cuadro de los nenúfares con añoranza. Esa sonrisa. Una felicidad privada, discreta, que ella veía en ese ángulo concreto en sus labios, genuinamente engendrado, como el de los arcos apuntados que sostienen las bóvedas de los Sagrarios. La miraba, y se la regalaba. A ella, solo a ella, mientras le rodeaban aquellos que no veían momento de convencerle para que les concediera un cuadro. Un dios entre mortales, señor de los ambientes y la expresividad. Un aura magnética que los atrapaba a todos, porque incluso por delante de su obra, estaba su personaje.

     

    Su arte era vida.

     

    Aún recordaba aquel día en que un lord de la casa Aus’thil le encomendó un retrato. Su cara fue un cuadro en si mismo, cuando en lugar de verse a él, vio un atardecer difuso y nubarroso, y bajo él, unas lilas nocturnas en flor con sus destellos naturales. Enojado, le exigió explicaciones y él, autosuficiente, le respondió que él no pintaba la realidad en si misma. Pintor de los ambientes, de las luces y las sombras. Ilustrador de auras. Una tarde nublada por su seriedad y ese temor que despertaba en los demás, dejándolos siempre a la defensiva. Las lilas en flor porque en el fondo de ese azul en sus ojos, había un alma delicada que sólo se manifestaba en privado. Y qué hay más privado que la noche, cuando las luces caen y solo quien hay próximo puede ver lo que subyace. Y a pesar de la breve y genérica explicación que pareció obviamente no convencerle, de día, henchido de orgullo y seriedad, le preguntó en qué se basaba cuando decía eso. Y él, sonriente, feliz, le dijo que su mujer no tenía las mejillas de color hematita roja hasta que sus miradas se cruzaban. La explicación invitó a la doña a intervenir, y aplacando la tormenta de su marido, muy encantada, aceptó el cuadro como válido.

     

    Esa historia corrió de boca en boca, y fue el primer peldaño hacia la fama. Era un excéntrico, sí, un personaje exagerado, pero sabía venderse. Sabía qué querían escuchar los oidos y ver los ojos.

     

    Ese afán por el cobalto, siempre cobalto, era el protagonista del cuadro de los nenúfares. Caro y exuberante. Prescindir de ese color en sus pinturas fue la evidencia de su declive, cuando su estilo, recargado, impresionista, dejó de buscarse hace cincuenta años para volver al sofisrticado academismo de las viejas castas.

     

    Aedel fue muchas cosas en esta ciudad.

    Fue pintor, arquitecto y escultor entre muchas cosas. Pero terminó por dedicarse al carácter sobrio de la arquitectura cuando su carrera como pintor acabó. Ahí fue que la reconoció como su aprendiz, más enamorada de las construcciones colosales, de la grandeza y la amplitud que de los susurros chivados que cuentan los cuadros y su simbología.

     

    Siempre tuvo los pies en la tierra.

    Y las pinceladas, en privado.

     

    Algo que él insistentemente quiso romper.

     

    La Caída supuso una ruptura con la vida refinada que compartían tan estrechamente. Ya no quedaban salones en pie e incluso reuniendo a cuanta casta restase, a penas llenarían el teatro real. El círculo de influencias se volvió angosto, hasta que apenas dejaba correr aire y todo, terminó por saberse.

     

    Verdrades se deslizó por el amplio salón de la vieja casa, que había necesitado reconstruirse tras aquella catástrofe. Ella, la vistió con aires soberanos, jugando más con las formas que con los materiales. Había sido un arduo trabajo, pero aquel lugar, centímetro a centímetro, era la manifestación física ajustada a su idealización. Siempre la sintió más de él que de ella, pero con su desaparición repentina, se contentó con conservar las obras que dejó atrás. La casa ahora era suya. Hogar, taller, santuario y cárcel. Atrapada en la memoria sangrante, aplastada por la sombra de su predecesor.

     

    Adoquines apuntados, elegantes tracerías. Muros altos sostenidos sobre columnas de nervios. Los tejos, abovedados, entrelazados bajo el aura azulona de los vidrios que filtran la luz mortecina del crepúsculo.

     

    Azul cobalto.

     

    Dar dos pasos era un tormento que retorcía su expresión. El bastón hacía lo que podía por ella, pero nunca era suficiente. Con la caída de la noche siempre recurría a los placebos más potentes que encontraba en la ciudad, que solían dejarla seca en cuestión de un rato. Al menos descansaba, aunque no sirviera para aplacar su temperamento Mientras inspeccionaba la herida de su muslo, donde aún restaban las marcas de dientes de aquella aberración descontrolada, dejó la vista en blanco hacia la mesa abarrotada de trabajo pendiente. La reconstrucción le había proveído de una etapa de bonanza económica, y sin tanta competencia como otrora, era extraño el día que se fuera a dormir sin trabajo pendiente. No por habilidad, sino casi como exigencia del gobierno. Todos terminaban aportando algo.

     

    Aquellos cristales fueron una mejora. Empezaba a temer que las labores de reconstrucción tuvieran que ser depempeñadas por mano desnuda y eso a parte de retrasarlo, impediría que lucieran tan magistralmente como antaño, cuando la magia esculpía la piedra y deformaba la madera al gusto del artista. Por suerte no fue así. Estar próximos a ellos reportaba una vigorosidad extasiante, y efectivamente escondían más de lo que parecían. Algunos se dejaron llevar demasiado por ese frenesí e indagaron en lo profundo. Como ella hizo. Aquel mordisco fue un jarro de agua fría sobre su orgullo. Aunque la fractura de esa prisión no fue culpa suya, sino de Aedel. Pero cómo reprocharle nada. Él era el artista.

     

    Esa alimaña inquieta la despertó de ese paseo entre sus recuerdos. Algo cayó fragmentándose en la cocina. Se preguntaba día tras día por qué lo mantenía, cuando sería más útil como un fragmento. Tal vez porque eso ojos discretos aliviaban su paranoia personal.

     

    De nuevo olvidó cerrar con candado la despensa.

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    Nombre del Personaje
    Verdrares Noredril'denal

    Raza
    Sin'dorei

    Sexo
    Mujer

    Edad
    105

    Altura
    1.76

    Peso
    56

    Lugar de Nacimiento
    Quel'Thalas

    Ocupación
    Arquitecta

    Descripción Física

    Esbelta, de tez pálida y pelo negro. Expresión cansada y aburrida.

    Descripción Psíquica

    Tozuda, huraña y ácida. Un temperamento difícil de tratar aunque en absoluto le hace perder las formas sino parecerse a las falsas sonrisas que se esgrimen en los círculos más distinguidos. Una crueldad morbosa, con afán por el cotilleo y la desgracia ajena.

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  12.  

    "En la guerra moderna, morirás como un perro y ni sabrás por qué."

    -Ernest Hemingway-

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    A veces recordaba el trueno de los arcabuces en la plaza real. Fuertes como el rugido de un león. Los desfiles en las fiestas y el apogeo que celebra a lo grande la altivez de un reino que sobrevive sin tomar la mano ajena.

     

    Somos gilneanos.

     

    Las palomas blancas alzando el vuelo entre guirnaldas de colores bajo un cielo encapotado. Bonanza y prosperidad se tercie lo que se tercie.

     

    Los paseos elegantes de las mesnadas reales, que hacían girar sus armas entre las manos en perfecta sincronía, como extensión de su propia honra.

     

    La humareda que se levanta con olor a pólvora. Su hermano siempre se abrazaba a las faldas de su madre, él sin embargo, miraba con ojos brillantes los cañones que retaban el cielo.

     

    Por el rey.

    Por Gilneas.

     

    Era su momento favorito durante su niñez, cuando bajaban a la ciudad por el festejo, hospedados por un querido amigo de su padre que al igual que él, portaba con orgullo el título de caballero en nombre de la casa Rohdet, una casa menor vasalla de otra sensiblemente más influyente. En tiempos de paz, cuando ensillar el caballo significaba salir a enlucir su ego más que un deber. Y lo recordaba así, cuando se reunían en otoño cuando las hojas se teñían de los colores de los zorros que cazaban, y él, le dejaba acompañarle.

     

    En la vieja hacienda de su padre, vecina de otras tantas, conoció a Timber y Joan, hijos de conocidos de conocidos, aunque no es que importase cuando se es niño. Recorría los campos de calabazas, contaban historias de miedo en Sanheim, siempre compitiendo, siempre metiéndose en inocentes líos cuya métrica la dictaba el enfado de sus madres cuando se recogían al caer la noche. Siempre la propia gritaba más que ninguna. Eran inseparables.

     

    Hablaban de que cuando fueran mayores, se convertirían en caballeros, se casarían con una doncella noble y regentarían una casa con grandes jardines.

     

    Pero la vida no esperó a esos sueños cuando irrumpió casi de golpe en sus vidas, tal vez demasiado temprano.

     

    El conflicto que enfretó hermanos contra hermanos no tardó en reclamar a todo aquel que estuviera dispuesto a luchar por la causa. De repente era necesaria una alineación para poderte considerar parte de una nación que empezaba a descomponerse a escondidas tras el muro. Y ellos, ya mayores para empuñar un arma pero aún jóvenes como para no dejarse enamorar por las palabras de aquellos que sabían vender la ficción mejor que ellos la entendían, tomaron caminos diferentes.

     

    Teos, siempre bajo el ala de su padre, se unió a las mesnadas de Lady Rohdet.

    Timber y Joan apoyaron a sus familiares al norte.

     

    Aunque joven, Teos demostró tener una puntería y ojo tan finos que no tardó en demostrar su utilidad con los alcabuceros. Su padre no esperaba menos de él, aun cuando su virtud estaba en el enfrentamiento directo y no tras las nubes de pólvora. Padre e hijo compartieron los caminos y las escaramuzas que terminaron por templarle el carácter. Nada que no pudiera digerirse escudándose en una causa justa y leal, en contrapunto a los que como él los llamaba, “perros sin correa”.

     

    Pasó a formar parte de las mesnadas a los quince años, y hasta años más tarde, cuando la lucha entre hermanos empezaba a acabarse, no volvió a ver a sus amigos de la infancia que como a él, la guerra civil les había cambiado.

     

    Corría el invierno del año 21 D.a.P, una estación que había sido especialmente fría e inmisericorde. Habían peinado a conciencia un puñado de aldeas perdidas en los montes de más al sur, en busca de los poco posibles reductos de rebeldes que estuvieran intentando capear el temporal y la derrota inminente. Dos hombres murieron por congelación, y la falta de motivación y los años de entrega en defensa de la Corona frente al traidor de Crowley y sus milicianos sin a penas descanso, sin vuelta al hogar, había levantado muros en sus mentes, que empezaron a deshumanizar a los rebeldes a los que culpaban de su eterna marcha. Dejaron de ser “perros sin correa” hacía ya un par de años, para ser nombrados de formas mucho peores. Su padre le decía que tras esta cruzada de justicia encontrarían reposo en el hogar, y que tal vez fuera el momento de que se comprometiera con la hija mediana de una casa tan insignificante como la suya, aunque la guerra prometiera a los caballeros engordar su renombre y no escatimaba en ensoñaciones para mantenerse avivado. A veces se preguntaba cómo era ella. Pero pocas veces se preguntó si de verdad era lo que quería.

     

    Una mañana tras una noche de camino incesante entre la nieve, llegaron a la aldea de Testera, cuyo nombre difícilmente olvidaría. Las casas habían sido abandonadas hacía décadas tal vez, un lugar para no ser encontrado.

     

    Pero ellos también tuvieron esa ocurrencia.

     

    Los arrastraron fuera entre bufidos y amenazas. Los sacaron de sus camas y se juntaron con los heridos y los enfermos. Eran cerca de una docena de rebeldes que al verse superados en armamento y número, depusieron las armas.

     

    Un ardor desagradable en la garganta y un regusto a bilis le vino cuando reconoció a dos jóvenes que formaban parte de esa manada, ya crecidos y maduros, aunque seguían siendo ellos, más o menos.

     

    Su padre cabiló en silencio sobre qué hacer con ellos, pero sus hombres estaban cansados y enfermos, abatidos por esta guerra que ya había perdido hasta su significado. Hacía frío fuera y no tenía suficiente para compartirlo con ellos.

     

    No conocieron otro juicio que no fuera el de la pólvora.

     

    Le discutió. De repente todas las espectativas puestas en él como hijo mayor se vinieron abajo, y el lobo que seguía las huellas de su padre abrió las fauces contra él. Y este, enfadado y fatigado, le hizo entender de la peor forma que la guerra decide por uno quien es amigo y quién no lo es.

     

    En aquel patio trasero de la finca cubierta por la nieve, formó en línea con sus hermanos de armas para dar muerte a sus hermanos de la infancia.

     

    Apuntó por encima de sus cabezas, pero otros no fallaron el disparo.

     

    Recordaría siempre como Timber, el pequeño, el más peleón de los tres se encogía de miedo como un gatito ante la muerte acechante. Y cómo Joan alzaba sus manos al aire, libre, liberado de esta guerra infernal por la que estaba dándo su vida con gusto.

     

    Hacía tiempo que había dejado de ser un niño, pero el hombre que entró en esa aldea era distinto al que salió de ahí.

     

    Su padre y él empezaron a distanciarse, sin peleas, sin debates. Como si la conciencia tirase de ellos hacia caminos diferentes e inescrutables para el opuesto, opacos como la más oscura de las noches en las que ni la Niña Azul resplandece en ausencia de la Dama Blanca. La guerra te la vendían de la manera más atractiva que fuera posible, para que acudieras con motivación nacionalista a defender los intereses de tu reino. Cuando fuera tarde te darías cuenta de que no son monstruos a los que das muerte, ni a rufianes ni a tiranos. Si no campesinos, levas, e incluso mujeres a los que les habían condenado al exterminio al norte, cuando el Muro para quienes lo habitaban significaba protección, para ellos fue la pared frente a la espada. O los colmillos.

     

    Esos nuevos enemigos, esos monstruos, volvieron a resucitar el afán por la lucha y la justicia, llegando incluso a engrosar su heredado ego con el abatimiento de esas feroces bestias desde la seguridad de la distancia, al otro lado del cañón de su rifle. No fueron encontronazos limpios ni glorificantes, en ocasiones incluso con el protocolo implantado por el brebaje, veía cómo sus compañeros cambiaban de estar compartiendo un lugar junto a él en la hoguera del campamento, a evitarle la mirada en el recogido frío y amontonado destinado para los marcados.

     

    Aunque no todos tenían esa suerte, y los que si, pronto encontraban la muerte al recibir las primeras ondonadas del fuego cruzado cuando pasaron de enfrentarse a las bestias, a volver a pelear entre hermanos, entre reinos.

     

    Sus amigos murieron por Gilneas. Por otra Gilneas.

    Su hermano dio la vida por Gilneas, pero cuando despertó encadenado y abandonado en las calles del Gueto, sin causa y sin dignidad, se quitó la vida.

    Su prometida murió en la guerra, cuando las tropas imperiales arrasaron la población a la que llamaba hogar y tomaron cuanto quisieron y de quien quisieron de aquellos que se guarecían, indefensos, de la tempestad.

    Y  Teso daría su vida por Gilneas, como lo hicieron ellos, como lo haría su padre. Como lo hubieran hecho sus hijos y sus nietos.

    Como hicieron desde siempre.

     

    Pero la guerra no conoce la clemencia, y a quien no se lleva, jamás queda inalterable. Una madrugada del 14 de enero del año 33 se llevarían su orgullo a golpe de artillería, cuando las tropas Imperiales avanzaron y tomaron el asentamiento donde se establecía su unidad.

     

    Perdió su puntería, a costa de conservar el brazo.

     

    La situación era tan desesperada que ya no quedaba hombre, mujer o niño capaz de portar un arma sin que hubiera sido reclamado a alguno de los frentes que los arrinconaba. Por qué un soldado incapacitado debía ser una excepción cuando ellos no lo eran. Con qué derecho.

     

    Y ahí, empezó la caída en picado.

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  13. Nombre: Teos Roberick Bottmann

     

    Atributos
    7 Físico
    5 Destreza
    6 Inteligencia
    8 Percepción

    Valores de combate
    28 Puntos de vida
    18 Mana
    9 Iniciativa
    7 Ataque a Distancia (Rifle de chispa)
    6 Ataque a Distancia (Trabuco)
    7 Ataque CC Sutil (Espada pesada)
    6 Ataque CC Sutil (Combate CC Equilibrado)
    6 Defensa

     

     

    Habilidades
    Físico
    1 Atletismo
    Destreza
    2 Rifle de chispa
    1 Trabuco
    2 Espada pesada
    1 Combate CC Equilibrado
    1 Escalar
    1 Defensa
    1 Nadar
    1 Sigilo
    1 Trampas/Cerraduras
    Inteligencia
    1 Fauna
    1 Leyes
    1 Religión
    1 Sanación/Hierbas
    1 Supervivencia
    1 Tradición/Historia
    Percepción
    1 Advertir/Notar
    1 Buscar
    1 Comercio
    1 Rastrear
    1 Reflejos
    1 Rumores

     

    Escuelas/Especializaciones

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  14. Nombre: Mave O'Neill Gallagher

     

    Atributos
    6 Físico
    7 Destreza
    7 Inteligencia
    6 Percepción

    Valores de combate
    24 Puntos de vida
    21 Mana
    8 Iniciativa
    8 Ataque CC Sutil (Espada ligera)
    8 Defensa

     

     

    Habilidades

    Físico
    1 Atletismo
    Destreza
    1 Espada ligera
    1 Defensa
    1 Nadar
    1 Robar bolsillos
    1 Sigilo
    Inteligencia
    1 Leyes
    1 Navegar
    1 Religión
    1 Tradición/Historia
    1 Evocación básica
    1 Abjuración básica
    1 Detectar energía arcana
    1 Refuerzo de energía
    1 Supresión arcana

    1 Ilusión básica

    1 Detectar energía vil
    Percepción
    1 Advertir/Notar
    1 Buscar
    1 Comercio
    1 Disfraz
    1 Etiqueta
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