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Showing content with the highest reputation on 21/09/17 en todas las áreas

  1. 1 point
    La carta esta algo arrugada y parece haber sido el papel arrancado de un trozo mayor. La claigrafia, es bastante pesima, pero se logra entender en su totalidad a pesar de que las lineas se tuercen hacia abajo. Saludos Perdonen el estropicio de esta carta. Hacia tiempo, que no escribia nada a nadie. No se ni como empezar, habria tanto que explicar.. Vengo de un lugar lejano, Kainhan, el cual habra sido medio olvidado, igual que nosotros, los que alli nacimos, hemos olvidado cosas que aqui, en su tierra, aun viven y perduran. No sabia a quien acudir. Me gustaria pedir refugio en en su santuario. Servir a la luz, a la iglesia. Pero no se por donde empezar. Pido, por favor, guia y cobijo, entre los servidores de la luz. Me resguardo en la taberna cerca de la iglesia. Al Este. Alli podra responderme de haber acertado en la direccion. Caliban El Espantapajaros
  2. 1 point
    Buenas y bienvenido seas Ethelwad. Te responderé las preguntas que has hecho una a una: 1- ¿Es gratuito?: Sí. Es un servidor de rol completamente gratuito, no tienes que pagar nada. Hay un sistema de donación pero es completamente opcional ni otorga ninguna recompensa; Rol Errante es un servidor sin fines de lucro. 2- ¿Sigue activo?: Claro. Sigue activo. No cruza por una muy buena racha de actividad, pero en general sigue activo y puedes encontrar rol dentro. 3- ¿De dónde es el server?: El servidor en sí está alojado por una compañía en Francia, si no me equivoco, y es un servidor de rol español. Sin embargo la conexión desde América es casi igual de estable que desde España, y eso te lo digo yo que soy de américa también. En general no tendrías que tener más problemas de lag que alguien conectado en España. Y eso creo que es todo. Cualquier cosa no temas en preguntar. Y, de nuevo, Bienvenido.
  3. 1 point
    Altarian Beloren La Espada del Juglar (Ficha de Rol) Descripción física Joven Elfo de 88 años (22 humanos aprox.) De 1,78 cm de altura y un peso de 65 kg. Totalmente flaco, largo, escuálido pero fibroso; denotando que es alguien físicamente activo. De brazos y piernas largas y flacas como romas, dándole una pinta ágil y veloz pero de movimientos bruscos. Su postura y andar es de alguien que parece adaptarse al lugar y eso llama la atención a veces. Su cabello es castaño; más brillante de día y más oscuro de noche. Porta un rostro alargado, bello y muy atractivo pero no resplandece con una belleza Elfica total, como si estaría algo descuidada para llegar a su esplendor, pero igualmente es muy bello. Sus ojos relampaguean con un brillo tenue verde azulado como color natural. Sus cejas son oscuras y NO salen del diámetro de su cabeza. Sus orejas no son tan largas, son mucho más cortas y un arito de plata brilla en la oreja izquierda el cual le da un toque de galán. Su nariz es de tabique algo ancho pero acorde a su rostro. Una bella nariz de terminación redondeada en la punta y con fosas nasales pequeñas. De perfil le da un toque serio, pero del lado izquierdo presenta ligeras imperfecciones en la dirección del tabique. Sus labios son ligeramente más carnosos y le dan un toque maduro. Su semblante suele ser de alguien astuto o interesante si esta callado y quieto. Porta 2 anillos de plata: Uno en el meñique izquierdo y otro en el anular derecho. Descripción Psicológica Es un joven Elfo de mente débil y fuerte a la vez. Sus ideales le dan firmeza y coraje, pero sus inseguridades, miedos y traumas lo empaqueten y lo vuelven torpe y cobarde a veces, paralizándolo. Sus propias trabas mentales, desamores y tragedias del pasado Quel’Dorei lo han ido moldeando pero jamás perdió la esencia de quien es, solo curo sus heridas como pudo. Historia Mi nombre es Altarian Beloren y tengo 88 años. Soy un Alto Elfo y me encantaría escribir estas líneas desde el Alto Reino y mi hogar en los bosques del norte, mi amada Quel’Thalas, pero desgraciadamente no es así como va esta historia. Soy joven y quisiera creer que tengo mucho más para contar, que mi historia recién arranca. Cuando la religión y culto a la Luz Sagrada penetro en nuestra civilización, entendí que los humanos eran algo fascinante pero al mismo tiempo sobre valorados. Jamás fui creyente en sus visiones del mundo, pero si debo reconocer sus pericias. Siempre estuve del lado de mi nación, de mis bosques, de mi pueblo. Tal vez sea muy egoísta, pero no creo que exista otra civilización como la nuestra, gloria eterna a los Bien Nacidos. Sé que puedo sonar bastante arrogante, propio de mi estirpe, pero créanme cuando les digo que la humildad yace en mí, pero quizás es tapada por la pasión de saber lo que alcanzamos como civilización y lo que nos fue arrebatado por la maldad más grande que piso este mundo. Cuando el Azote arraso Quel’Thalas yo era más joven aún y recuerdo como si fuera ayer mi vida allí: Era feliz, correteando por el Bosque Canción Eterna y visitando la ciudad cuando el trabajo de mi padre lo requería. Vivíamos en la profundidad del Bosque y mi padre era un Forestal retirado y recluido a cuidar su hogar y sus árboles frutales. Vivíamos del comercio de la fruta, rica y sabrosa, vendiéndolas a Lunargenta y las aldeas vecinas, donde en una de ellas recuerdo como si fuese ayer donde tuve mi primer amorío y todo salió mal para mí. Era cosa de niños, pero mi corazón había sufrido su primer golpe y posterior secuela. Mi Padre siempre fue un Elfo honrado y derecho, pero también fue un artista. Él me había enseñado mis primeros pasos en la música, el dibujo o la escritura (Siempre fui muy creativo y dotado para ello). Pero el trabajo constante y sus idas y venidas por el bosque entre sus encargos y ventas hacían que ya no se sentara mucho a componer y acariciar las cuerdas de algún instrumento y por eso aprendí solo, valiéndome de los libros, cuadernos y juntándome con amigos de las aldeas vecinas donde compartía mi amor por la música. Mi madre por otro lado nos otorgo (y aún lo hace) todo su cariño para que en el día a día jamás nos falte algo. Su cuidado precioso del hogar es digno de alabanza y su ternura y belleza dignas de envidia. En último lugar estaba mi hermana, pequeña y frágil pero que crece a pasos enormes y se está volviendo soberbia y fuerte. Pero no todo es color de rosas. Recuerdo como si fuese ayer el griterío y revuelo que se armó en las aldeas vecinas y en mi casa en medio del bosque cuando las trompetas y cuernos sonaban con un mensaje de evacuación y repliegue claro: el Azote había llegado y penetraba tan rápido y profundo como un cuchillo muy filoso hasta el corazón del Alto Reino. No hubo día que no rezara mirando a la Aguja del Sol y al Todopoderoso Sol mismo, aunque ardieran mis ojos. La muerte, tragedia y desolación llegó para nosotros los Elfos y nadie supo el porqué. Mi padre respondió al llamado de armas y partió con arco y flecha al frente y jamás regreso. Mi madre y yo siempre lo dimos por muerto. Sus padres (mis abuelos, que vivían en Lunargenta) hasta el día de hoy dicen sentir que sobrevivió de alguna manera. La incertidumbre me duro mucho tiempo de llanto y dolor. Los superiores nos dijeron siempre que en el frente, todas nuestras tropas eran exterminadas a un ritmo implacable. Fue casi la extinción de mi pueblo y lo llevo con creces. Mis abuelos maternos también perecieron en el arrase de nuestros amados bosques. Hasta hoy en día, cada pequeña muerte, cada árbol destruido, cada niño asesinado, el recuerdo de mi padre partiendo con lágrimas en los ojos junto a los valientes Elfos que salieron a defender al Reino de la destrucción; yacen todos en mi corazón, socavando el subsuelo de mi memoria por el resto de mi vida. Di a mi padre por muerto, jamás vi su cuerpo, jamás vi nada, siquiera pude hablar con un sobreviviente de las batallas porque todos fueron masacrados o reanimados. ¿Quién sabe? Hasta quizás pudo haber sido levantado luego de un tiempo y utilizado para matar, como un zombie sin cerebro. Que doloroso resulta todo para los Altos Elfos. Y eso no acabo aquí. Como refugiados con mi familia tuvimos que aprender a vivir con poco y nuestra vida, nuestra magia, cambio drásticamente. Nuestra cómoda vida costó mucho recuperarse y así mismo nuestra salud. Aquellos años sufrimos tanto que ya éramos solo una sombra de lo que fuimos. Éramos desdichados, llorando perdidas irreparables. La catástrofe final había tocado nuestra puerta y había extinguido nuestra historia milenaria en cuestión de escasos meses. Allí entendí que mis canciones y mis dibujos podrían alegrar a la gente pero no erradicar los males y entonces aprendí a blandir una espada y a usar encantamientos y hechizos de combate menores. Mi esgrima fue puliéndose, practicando con quien podía. Los amigos que me quedaban, que habían sido refugiados por ser jóvenes como yo por aquel entonces, muchos habían caído en las adicciones a la magia por la locura que se había vivido tras la tragedia. Todos habíamos perdido todo. Hubo un tiempo en el cual hasta casi me alisto en las tropas del Alto Reino pero pronto entendí que el futuro de mi familia dependía de mi. Me tomé mis lecciones de esgrima enserio durante meses y trabaje en lo que pude en la reconstrucción de Quel’Thalas pero eso no alcanzó. Comprendí que mi pueblo se estaba transformando en otra cosa. La destrucción del Pozo del Sol nos estaba matando a todos, inclusive a mí que resistía con mis ideales firmes sin sucumbir a la tentación de probar otras energías. Pude ver colegas míos caer en las adicciones y no volver jamás. El dolor fue creciendo tanto que ya no éramos Elfos, parecíamos otra cosa. Allí tocamos fondo y con mi madre lo decidimos y emigramos hacia el sur y el Reino de los Hombres nos recibió con los brazos abiertos. Miles partimos buscando algo mejor, porque los que quedaron no eran más Quel’Dorei, ya eran otra cosa, otra nación, otro pueblo que no tenía nada que ver con nuestras costumbres. El dolor que se acrecentó en mi corazón y la añoranza a mi padre, mis abuelos maternos, mis amigos del pasado solo fue saciada con el descubrir de una nueva tierra: El Bosque de Elwynn. Asentados aquí pude recobrar mi salud y madurar de una forma increíble hasta para mí. Mi hermana crece sana y fuerte y mi madre junto con mis abuelos viven como pueden adaptados a este hermoso lugar, pero lejos de ser nuestro hermoso Bosque. De a poco comencé a dejar la arrogancia de lado y ver la humanidad con otros ojos. La gentileza de recibirnos y el darnos un hogar será mi gratitud de por vida, la cual le devolveré a canto o espada. Nunca abandone mis lecturas, mi culturización, mis saberes, mi arte, mi esgrima y mis artes de combate. Todo era necesario para sobrevivir y adaptarme. No fue fácil tener que empezar desde cero a vivir entre humanos pero encontré más en ellos de lo que esperaba. Cuando comencé a ganarme la vida como Juglar y artista ambulante había conocido una joven chica que termino engatusándose de tal forma como la más bella Elfa del Bosque Canción Eterna. Quizás mi mente me jugó un feo truco y la utilizo para buscar algo de consuelo para la resilencia de mis traumas y dolores pasados, pues la verdad no lo sé pero puedo asegurar que mi corazón latió por esa joven humana que desearía poder nombrar con cariño pero desgraciadamente también me rompió el corazón. No mostré nada y me aleje con la arrogancia y silencio de un Elfo, porque sabía que éramos distintos pero tal vez tenía la ilusión de que seamos iguales en algún punto. Así que aquí me hallo, en Elwynn refugiado, ganándome la vida como Juglar y artista ambulante ¡Y con espada al cinto! Por si se precisa. Elwynn es tan peligroso como hermoso. Conocí gente de todos los tamaños y formas aquí y se podría decir que estoy haciendo buenos amigos y mi salud va recuperándose de las secuelas. Es hora de dar un salto y crecer más, sería esplendido obtener algún trabajo fijo y escuché que llaman “menesteriles” a aquellos juglares o músicos que quedan al servicio de un Lord y eso me vendría perfecto como sueldo, para mí y para mi familia a la cual le debo llevar lo necesario para vivir porque es mi deber. No olvidar, siempre resistir. Gloria eterna a los Bien Nacidos. ¡Selama ashal'anore!
  4. 1 point
    *La letra se ve bastante prolija y casí sin errores de ortografía* Dia X del mes Y del año 30 No pensé…bueno si, siempre lo pensé, volver a escribir me refiero. Estuve en serios peligros cuando decidí alistarme con los cruzados y voluntarios para ayudar a erradicar males en Arathi. Qué pésima decisión. Si creía que mi esgrima y combate estaba listo para enfrentar a la muerte, eso era tan seguro como que mi mano haga un Si mayor sin equivocarme y que suene limpio y prolijo. No estoy listo, no estaba listo para afrontar los peligros de Azeroth. Solo soy un Juglar o quizás ni eso. Así que si no morí, eso me tiene que hacer más fuerte. Mi gente…extraño mis bosques, mi país, mi patria, Canción Eterna y a todo Quel’Thalas. Altarian. Altarian Beloren. Todavía recuerdo mi nombre. Tengo más, son 3 en total pero a nadie le interesan los segundos o primer nombres de un plebeyo, ¿verdad? Al menos para los humanos. Bueno, para mi gente tampoco son importantes, pero si se suelen nombras en actos, ceremonias, casamientos, funerales, nacimientos o cualquier tipo de…discurso solemne. Cuando pisamos Arathi, yo lo hice con un pie dolorido por el ataque de las raíces locas del pantano que me lo retorcieron. Como tampoco se montar bien, mi pobre caballo se asusto cuando los raptores nos atacaron y corrió asustado. Intente controlarlo pero me tiró al suelo. Un gran golpe pero no pasó a mayores. Me retorcí en los pastos y cuando me repuse para volver a con mis compañeros la escaramuza ya estaba finalizando y los raptores restantes estaban huyendo. Ahí saque cuenta de que era un inútil allí y que mi espada iluminada con el hechizo de Filo de maná no podría hacer más que espantar animales salvajes, pero no ayudar a ganar batallas a los Cruzados. Deprimido, triste y frustrado me tomé el primer Barco a casa en Stormgarde y volví a la ciudad de Ventormenta. Pasé los meses de barrendero y juntando monedas como podía con mi guitarra. Ya ni mi canto alegraba a la gente ni a mí. Lo único que rescato de ésta etapa de mi vida es el tiempo que pase con mi familia, que, por el momento, están como pueden viviendo en Elwynn. *Se aprecia debajo, otra entrada pero sin fecha* Estoy a segundos de volverme a alistar para ir, ésta vez, a Bosque del Ocaso, la provincia del Imperio al sur, similar a Elwynn antaño, pero sumida en muerte, así como allá al norte, en Quel'Thalas, tenemos al sur las "Tierras Fantasma". Sé que no estoy listo y mi espada quizá tenga poco filo (sentido figurado) pero debo hacerlo y ayudar a erradicar ese mal que no me deja dormir, aunque éste lejos. Además, Odriel y otros Quel'dorei se alistaron. No puedo quedarme atrás. Selama ashal'anore.
  5. 1 point
    Es un test muy interesante y entretenido que no tomará más de 10 minutos... Bueno, eso depende de que tanto te comas la cabeza con las preguntas. Hubieron algunas que de verdad me hicieron replantearme cosas como el origen del universo entre otras... Puedo decir con seguridad que pasado de conocer a mi personaje; un homicida con problemas para la bebida a... ¡un homicida con problemas para la bebida, a quien le gusta el haggis! Jamás me sentí tan completo en la vida.
  6. 1 point
    Nombre: Odriel Feathersun Raza: Quel'dorei Sexo: Hombre Edad: 75 Lugar de Nacimiento: Sur de Quel'Thalas Ocupación: Bibliotecario Descripción física: Odriel es un Queldorei joven, de unos 75 años, mide aproximadamente 1,85 metros y es de complexión atletica Su rostro sobresale por una cicatriz terrible y blanca que le recorre todo el costado derecho de la cara, bajando desde la frente, pasando por la cavidad ocular y terminando en la base del cuello. Sus ojos son de un azul intenso y sus cabellos plateados. Descripción psíquica: Odriel suele mostrarse bastante altanero, receloso y distante con los recien conocidos, aunque suele perder un poco la timidez y volverse alguien agradable a medida que va ganando confianza Historia La noble casa de los FeatherSun estallaba de alegría el día que la aun joven Ciohril dio a luz al primogénito de la familia. Le pusieron por nombre Odriel y vieron en él un gran futuro.La honorable familia de elfos vivía en una tranquila villa apartada, al sur de Quel'Thalas, lejos de la agitada capital. Los tres eran muy felices viviendo en aquel apacible lugar. Todo iba bien hasta que ocurrió la tragedia. Los padres de Odriel murieron en un extraño accidente. El padre del joven, llamado Odreth FeatherSun, era un mago brillante, pero le gustaba experimentar. Gracias a sus descubrimientos habían hecho la fortuna y la fama de su familia. Pero, aquel día, uno de sus experimentos fallo haciendo volar media casa por los aires y llevándose la vida de Ciohril y Odreth. Al oír la explosión los vecinos se apresuraron y al llegar hasta la casa corrieron a apagar algunos escombros que aun ardían en llamas. En la calle, sentado entre los escombros, vieron al hijo de los magos, Odriel, ileso, pero mudo y atontado como quien ha sufrido un gran golpe. Cuando lo llevaron a la casa de un sanador y lo revisaron, notaron que no tenía heridas graves. Los días pasaban y el muchacho no reaccionaba; no comía ni hablaba. Parecía no oír lo que le decían, ni ver a quienes iban a visitarlo. Mientras yacía así, ciego y mudo, la historia de la explosión de la casa y del muchacho que había sobrevivido corrió de boca en boca por las aldeas de los bosques de Canción Eterna. Sucedió que, al quinto día de la explosión, llego a la aldea un desconocido y pidió ver al joven elfo. Los vecinos lo condujeron hasta la casa donde se encontraba. El forastero dijo ser un antiguo colega de Odreth, el padre del joven, y prometió que curaría al muchacho. Luego de hacer salir a todos de la casa, se acercó al camastro, se inclinó sobre Odriel, que yacía con los ojos perdidos en la oscuridad - Podrías haber sido hijo mío... incluso eres más parecido a mí que a mi querido hermano - susurro mientras observaba al muchacho - Lamentablemente, en lo único que siempre fui mejor que Odreth fue en la magia, él nunca tuvo la paciencia necesaria. Aunque si la tuvo para conquistar el corazón de Ciohril, cosa que yo jamás pude hacer... Aun así... llevas la sangre de los FeatherSun en tus venas - El forastero apoyo la mano sobre la frente de Odriel y luego le toco una sola vez los labios. Odriel se incorporó y miró alrededor. Al cabo de un rato ya podía hablar y había recobrado las fuerzas y el apetito. Le dio algo de beber y de comer y entonces volvió a recostarse, pero observando siempre al extraño con una mirada enigmática y maravillada. Cuando permitió que volvieran a entrar en la casa, el sanador lo intercepto -No eres un elfo común -le dijo Ni tampoco lo será este muchacho -repuso el otro- Cuando parta lo llevaré conmigo, y si él demostrara tener condiciones permanecerá a mi lado como aprendiz, me encargaré de él y hare que reciba la instrucción adecuada, pues mantener en tinieblas la mente de aquel que ha nacido mago es cosa peligrosa. La gente de la aldea acepto, ya que el joven no tenía edad suficiente para valerse aún por sí mismo y tras la muerte de sus padres no tenía a nadie más con vida que se encargara de él. Odriel comenzó una travesía por los bosques de canción eterna junto al extraño mago con el objetivo de adentrarse en el dominio de la magia. Odriel amaba recorrer el bosque ya que era un joven muy inquieto y empezaba a imaginarse que pronto aprendería a realizar poderosos conjuros y encantamientos Pero no todo era como el joven había imaginado. El mago apenas si pronunciaba palabra y poco le había dicho a Odriel desde que partieron desde la aldea. El joven, un día, cuando ya comenzaba a impacientarse con la situación y había perdido el temor reverente que le inspiraba al principio el mago, le pregunto - ¿Cuándo comenzara mi aprendizaje, Señor? Ya ha comenzado – Respondió el otro. Odriel se quedó un momento en silencio, como buscando el significado a aquellas palabras. Al fin dijo – Pero... ¡Aún no me has enseñado nada! Porque no has descubierto lo que te estoy enseñando – Replico el mago mientras pasaba por encima de las raíces de un enorme árbol. Siempre rumbo al sureste. Odriel no respondió. No siempre es fácil responderle a un mago. El mago miro a su discípulo de soslayo y asintió – Para oír, hay que callar – agrego en voz más baja. Odriel frunció el ceño ya que no le gustaba pasar por tonto, pero no agrego nada más. Ni siquiera se quejó cuando el mago dejo que una lluvia pasajera descargara sus aguas sobre ellos y solo se limitó a refugiarse bajo las hojas de un viejo árbol. Mojado y melancólico se preguntaba de que servía tener poder si una prudencia excesiva impedía utilizarlo. Fue el momento en el que más extrañó a sus padres, ya que ellos si le hubieran enseñado algo útil. El viaje no duro mucho más y luego de un par de días habían llegado a otra pequeña aldea de dónde provenía el mago. La casa de este era pequeña pero confortable, y de hecho se parecía bastante a la suya propia, a excepción de la diferencia de tamaño. Allí pasó gran cantidad de días aprendiendo a leer y escribir y comenzando las primeras lecciones que todo aspirante a mago debe conocer. Con el tiempo, el mago comenzó a darle a Odriel gruesos volúmenes que el joven pasaba semanas leyendo. Además el mago explicaba los distintos efectos que la magia tiene sobre el mundo y como esta afecta su equilibrio en mayor o menor medida. Y aunque le explico las distintas formas de conjuración de hechizos y como la magia fluye a través de las líneas de ley, recorriendo todo el mundo, jamás avanzo a la parte práctica. El mago mandaba a menudo a su discípulo a juntar distintas plantas y hierbas, diciéndole que podía dedicar a esta tarea todo el tiempo que creyera necesario, con la libertad de pasarse todo el día vagabundeando por los arroyos y por los bosques y campos dorados bajo el sol. Para Odriel aquellas salidas eran una fiesta y nunca regresaba antes del anochecer, mas nunca olvidaba de llevar las plantas que su maestro le había solicitado. Mientras trepaba y erraba por el bosque, vadeando arroyos y explorando cuevas, no dejaba de buscarlas y siempre volvía con algunas. Descubrió entre dos arroyos un prado donde una flor, rara y muy apreciada por los curanderos, crecía en abundancia. Volvió allí al día siguiente. Alguien había llegado antes que él, una muchacha a quien Odriel conocía de vista, él no le hubiera hablado, pero ella se le acercó y lo saludó con amabilidad. -Te conozco -le dijo-, tú eres Odriel, el discípulo de nuestro mago. ¡Me gustaría que me contaras cosas de brujería! Yo no practico brujería, yo me dedico al estudio de la magia - dijo tímido al principio y receloso, con la mirada fija en las flores blancas que rozaban la falda blanca de la muchacha. La elfa no pareció notar el tono de molestia que había usado el joven y siguió hablando en un tono franco, desenvuelto e insistente, y poco a poco fue ganando la confianza de Odriel. Era una muchacha de la edad de él, alta y muy pálida, de tez blanquecina. Los cabellos largos y lacios le caían como una cascada de agua dorada. A Odriel le pareció atractiva y, mientras conversaban, empezó a sentir el deseo de agradarle, de que ella lo admirase. Le contó la historia de cómo había sobrevivido a la explosión y como su maestro, que había visto talento en él, lo había escogido como aprendiz. Ella lo escuchó como si todo aquello la asombrara y maravillara, pero sin alabanzas ni elogios. Y un momento después se interesaba en otra cosa: - ¿Puedes hacer que vengan a ti los espectros de los muertos? Odriel pensó que se burlaba de él con esa pregunta -Podría si quisiera -respondió con voz calma. -¿No es muy difícil, muy peligroso, llamar a un espectro? - Difícil, sí lo es. ¿Peligroso? -Odriel se encogió de hombros. Esta vez estaba casi seguro de que los ojos de ella brillaban de admiración. La elfa entonces le pidió que hiciera algún hechizo para ella. Odriel la disuadió recurriendo a las palabras misteriosas que usaba su maestro, pero ella insistía y él no sabía cómo negarse rotundamente. Se marchó, pues, diciendo que el mago, su maestro, estaba esperándolo, y no volvió al prado al día siguiente. Pero al otro día volvió, diciéndose que tenía que recoger más flores. Ella ya estaba allí y los dos juntos vadearon descalzos las hierbas pegajosas, arrancando los pesados capullos blancos. Resplandecía el sol primaveral y ella volvió a hacerle preguntas sobre hechicería y magia y escuchaba todo con ojos tan asombrados que Odriel se dejó llevar una vez más por la vanidad. Luego ella le preguntó si no haría algún sortilegio y como él murmuraba alguna excusa, ella lo miró, apartándose de la cara los cabellos dorados, y le dijo: -¿No será que tienes miedo? -No, no tengo miedo. Ella sonrío entonces con un ligero desdén. -Tal vez eres demasiado joven. Esto Odriel no pudo soportarlo. No dijo mucho, pero resolvió que le probaría quién era. Le propuso que volviera al prado al día siguiente, si quería, y se despidió de ella para regresar a la casa mientras el mago estaba todavía ausente. Fue directamente al estante y bajó los dos Libros que su maestro nunca le había mostrado. Comenzó a buscar algún conjuro con el que pudiera impresionar a la joven elfa de cabellos dorados y mientras trataba de descifrar un conjuro que se titulaba “Bendición de los vientos” entró el mago en la casa. Al ver al joven se acercó a él sin decir una palabra y le quitó el libro de las manos. - ¿Fue por ese conjuro que abriste los libros? - No, Maestro -murmuró el muchacho, y lleno de vergüenza confesó lo que había ido a buscar y por qué motivo. ¿Nunca has pensado que así como hay oscuridad alrededor de la luz, también hay peligro alrededor del poder? Esta magia no es un juego al que nos dedicamos por placer o por halago. Piénsalo: en nuestro Arte, cada palabra que pronunciamos, cada acto que ejecutamos es para bien o para mal. ¡Antes de obrar o hablar hay que conocer el precio! Avergonzado, Odriel exclamó - ¿Cómo puedo saber esas cosas cuando tú nada me enseñas? Desde el día en que vine a vivir contigo nada he hecho, nada he visto... El mago dijo con voz apacible - Odriel no estás atado a mí ni a mi servicio. Tú no viniste a mí, yo fui hacia ti. Muy joven eres para hacer esta elección, mas yo no puedo hacerla en tu lugar. Si tal es tu deseo, te enviaré a la academia del Ocaso, donde se enseñan todas las Altas Artes. Cualquier arte que te propongas aprender, la aprenderás, pues grande es tu poder. Más grande aún que tu orgullo, espero. Me gustaría retenerte conmigo, pues yo tengo lo que a ti te falta, mas no he de hacerlo contra tu voluntad. Escoge ahora entre permanecer aquí o ir a Lunargenta. Por un momento sintió el deseo de quedarse junto al elfo, de errar con él por los bosques, en largas caminatas, aprendiendo el silencio. Pero también había en él otros anhelos irreprimibles, la ambición de la gloria, el deseo de actuar. El camino que le había mostrado hacia la Maestría le parecía lento, un rodeo demasiado largo cuando él podía partir hacia la ciudad capital, donde el aire brillaba de encantamientos, donde los magísteres se paseaban entre prodigios. -Maestro -dijo-, quiero ir a Lunargenta. 20 largos años después, Lunargenta, la hermosa y pacifica ciudad elfica, cuna de forestales y magos famosos, comenzaba a iluminarse con los primeros rayos del sol. Poco a poco sus habitantes iniciaban sus tareas diarias sin sospechar siquiera lo que se les avecinaba. Odriel, como todas las mañanas desde que se mudó a la ciudad, se dirigió rumbo a la academia del ocaso marchito donde se dedicaba al estudio de la magia de viento. Enérgico como era, había escogido la escuela de magia más relacionada con su personalidad. Inquietos e incontrolables solían decir sus maestros cuando se referían a los pequeños e inofensivos remolinos que generaba o a Odriel mismo. Como todos los días Odriel se rehusó a recorrer el aburrido camino y en lugar de eso atravesó el bosque saltando raíces y esquivando rocas mientras silbaba alegre. Avanzaba a paso ligero cuando, de improviso, levanto la vista al cielo confundido. El cielo normalmente limpio de nubes se cubría por unos manchones negros que anunciaban tormenta. Se quedó varios minutos así, absorto en sus pensamientos hasta que una voz de mujer, salida de algún lugar cercano del bosque, lo saco de su ensimismamiento. Intrigado, comenzó a caminar en la dirección de donde venía aquella voz, sin saber con qué se encontraría. Al llegar a un claro la vio sentada sobre unas enormes raíces. Una joven elfa de cabellos dorados y mirada cautivadora lo llamaba con la mano. La joven vestía un delicado vestido blanco que le cubría hasta la altura de las rodillas y parecía tener la misma edad que él. - Acércate Odriel - Dijo con la voz más dulce que el joven mago había escuchado en su vida. - Ese es mi nombre... pero tu... ¿Cómo lo sabes? - Pregunto el joven sorprendido - Soy Mit'hadril, aprendiz del gran mago Dusreth. Hace tiempo que te ha estado observando. - Dijo mirando al mago fijamente - Mi maestro sabe las capacidades que posees y le gustaría que Odriel FeatherSun, el aeromante, se convirtiera en su discípulo. Odriel se quedó boquiabierto al oír que la elfa conocía no solo su nombre, si no también el apellido de su familia y la escuela a la que se dedicaba. - ¿Acaso tu maestro enseña en la Academia del Ocaso marchito? - Pregunto sin poder llegar a otra conclusión. - Odriel... - La elfa se puso de pie y dio unos pasos hacia él, su belleza y gracia eran incomparables - Dusreth es un mago muy poderoso... no necesita mezclarse con los magister de la Academia. Puede ver lo que fue y lo que será. - A medida que hablaba se iba acercando más y más a Odriel - Sabia que llegarías hasta mí y también me dijo lo que responderías....- Añadió en un susurro sus labios estaban separados solo por un par de centímetros.- Ven a este mismo lugar mañana y te llevare a conocerlo en persona - La elfa beso a Odriel y este no pudo reaccionar, su cuerpo hacia varios minutos que había dejado de responderle. Despertó horas después con los rayos del sol de mediodía pegando directamente sobre su rostro. Estaba tumbado boca arriba, en el pasto, justo en el lugar donde había oído la voz por primera vez. Odriel se levantó bastante perturbado y confundido y recorrió el trecho que le quedaba hasta la academia. Subió, rápidamente, los escalones decorados de la torre y llego hasta los niveles donde se dictaban clases. En lugar de dirigirse a alguna de las aulas, el joven mago cambio de opinión y en lugar de eso se metió en un baño. Se dirigió a uno de los lavabos y se mojó la cara para tratar de despabilarse. ¿Acaso todo eso habría sido un sueño? No... Todo parecía tan real. Se miró al espejo, un joven quel'dorei de unos 70 años le devolvía la mirada. Sus cabellos eran plateados como los de su padre y su piel, blanca como la nieve, igual a la de su madre. Odriel no pudo evitar pensar en ellos. Su padre había sido un importante mago conjurador mientras que su madre era abjuradora. Aun así se habían enamorado mutuamente la primera vez que se vieron y tuvieron un solo hijo antes de fallecer en aquel extraño accidente hacía ya 25 años. Odriel mojó su cara una vez más y salió del baño para dirigirse, ahora sí, al aula donde debería haber estado desde la mañana. Aun pensando en lo acontecido esa mañana. Poco le importo cuando sus instructores, magos ya entrados en edad y fácilmente irritables, lo regañaron por no estar prestando la atención debida. A Odriel le fascinaba adentrarse en los conocimientos de la magia y si fuera por el pasaría todo el día escuchando a sus maestros, pero aquel día recibió con entusiasmo la llegada del final de las actividades Desanduvo el camino hasta la entrada de la ciudad y de ahí hasta su casa ubicada en la parte más occidental de la misma. Al llegar a su casa ceno una comida ligera y se recostó sobre su cama meditabundo. Un torrente de pensamientos invadió la cabeza del elfo. Poder... ¿no era acaso lo que siempre había anhelado?.. Y aquella elfa se lo había ofrecido tan generosamente... pero acaso... ¿habría algún truco?.. ¿Alguna trampa?.. ¿Algún precio que pagar? ¿Valía la pena arriesgarse? Claro que lo valía... después de todo él era el último miembro de la familia FeatherSun... Era su misión recuperar el honor de esta. No importaban ni el precio que tuviera que pagar o cuantos sacrificios debiera hacer. Nada de eso importaba si lograba llegar a su meta. Si tendría el poder no habría nada a lo que temer hasta los más grandes se arrodillarían a sus pies. Ya había apostado demasiado tiempo en la academia de magia... era momento... de buscar otro camino, uno que fuero más directo y corto. Odriel se quedó dormido ese día con aquel pensamiento grabado en su mente. Pero, aun así, no se decidió a acercarse a aquella zona del bosque sino hasta que reunió el valor necesario, una semana después. Decidió buscar a la elfa y rechazar amablemente la propuesta de la elfa recordando las enseñanzas que había recibido de sus anteriores maestros, era la sabiduría lo que en realidad debía buscar y no solo el poder. Al llegar a prado la elfa ya estaba allí, vestida del mismo modo que la vez anterior y con una sonrisa en los labios. - Mi maestro sabía que tardarías en decidirte... pero lo has hecho demasiado tarde...- dijo antes de que Odriel pudiera articular palabra alguna - aun así me ha enviado a que te ayude a llegar a un lugar seguro. - ¿Un lugar seguro? - repitió el mago otra vez confundido. La elfa claramente sabía algo que el desconocía - ¿A qué te refieres exactamente? No hay lugar más seguro que nuestro bosque. - Aeromante Odriel si has venido hasta aquí deberías empezar a confiar en mí y sobretodo en mi maestro. - Mientras decía esto empezaron a oírse gritos de pánico . Desde la charca placido susurro hasta los mismos torreones de la ciudad se oía como la gente huía de algún peligro. Miles de elfos corrían en distintas direcciones, algunos tratando de escapar y otros tratando de hacer retroceder a los no-muertos que cada vez eran más, ya que, a medida que iban cayendo los elfos, estos eran levantados por los nigromantes enemigos. La traición era evidente ya que las noticias del que la plaga había invadido los bosques de canción eterna no había llegado sino hasta que fue demasiado tarde y ya no había forma de evitar la derrota. Odriel junto a la maga, a diferencia de la mayoría, se había dirigido rumbo al este. - Debemos llegar donde mi maestro - repetía continuamente ella. - Debería estar esperándonos en una cueva un poco más adelante. – y corría cada vez más presurosa mientras detrás de ellos comenzaban a oírse sonidos de gruñidos. Odriel estaba acostumbrado a atravesar el bosque y tenía una buena resistencia física, pero no la elfa, la cual termino tendida en el suelo recuperando el aliento. De repente todos los sonidos se apagaron y alrededor de ellos la oscuridad comenzaba a extenderse. Una figura tambaleante se acercaba a los dos elfos. Cuando Odriel pudo distinguir de qué se trataba, ya era demasiado tarde. El no-muerto se había arrojado sobre Mit'hadril dispuesto a desgarrarle la carne. Odriel fue más rápido y se interpuso en el camino de la criatura mientras sentía como esta clavaba sus garras en el rostro realizo un conjuro con lo que una ráfaga de viento arrojo a la criatura hacia atrás. Aprovechando la oportunidad ayudo a la elfa a ponerse de pie, retrocedió unos pasos, dio media vuelta y corrieron juntos en dirección contraria, con el no-muerto pisándoles los talones. La sangre le martilleaba los ojos, el aire le quemaba la garganta, y en realidad ya no corría, avanzaba vacilante, tambaleándose. Le pareció ver una luz en algún lugar delante de él, y creyó oír una voz más arriba, en alguna parte, que lo llamaba -¡Ven! ¡Ven! Trató de responder pero no tenía voz. La luz pálida apareció delante de él más clara y definida, alumbrando un portal. Con el último aliento que le quedaba, Odriel se precipitó hacia la débil luz arrastrando a la elfa consigo. Pensó en volverse para cerrarle el paso al no-muerto, pero las piernas no lo sostuvieron. Se tambaleó, buscando un apoyo. Unas luces le aparecieron ante los ojos, enceguecedoras. Sintió que caía y que algo lo sostenía al mismo tiempo. Pero la mente exhausta del mago se hundió en las tinieblas. Odriel despertó, y durante un largo rato sólo supo que era agradable despertar, pues no había esperado despertar otra vez, y era maravilloso ver la luz, la vasta y simple luz del día alrededor. Tenía la sensación de flotar en esa luz. Al fin se dio cuenta de que estaba acostado en una cama montada sobre una armazón sostenida por cuatro altas patas talladas, y los colchones eran grandes sacos de seda rellenos de pluma, y por eso él pensaba que estaba flotando. Y de lo alto del lecho colgaba un dosel de seda carmesí para proteger de las corrientes a quien allí durmiera Odriel se incorporó, descubriendo que estaba vestido con una túnica de brocado de plata y seda, como un señor. Junto al lecho, sobre una silla, lo esperaban un par de botas de cuero flexible y una capa forrada con piel. Una puerta se abrió a espaldas de Odriel, y entró un elfo de unos 200 años - Bienvenido, mi joven discípulo-dijo, sonriendo. Era elfo alto de cabellos oscuros y mirada penetrante, y estaba vestido de blanco y plata. Odriel se inclinó en una tiesa reverencia. -No te acuerdas de mí, parece. –Dijo el recién llegado -¿Acordarme de ti, Señor? - Pensé que no me recordarías -dijo el elfo, sonriendo-. Pero, aunque tengas poca memoria, eres bienvenido aquí, como un viejo amigo. -¿Qué lugar es éste? – Dijo Odriel confundido Esto es Dalaran mi querido discípulo y yo soy el Magister Dusreth, aunque puede llamarme solo maestro. Has estado inconsciente por demasiado tiempo y eso es algo que no nos es sobrado. – He visto que esta ciudad pronto caerá al igual que lo hizo Lunargenta y espero estemos bastante lejos de aquí para cuando eso ocurra - ¿Dusreth? ¿Discípulo? Yo aún no he dicho que si –Replico confundido – Por mucho poder que prometas no puedes ignorar el equilibrio del mundo – Dijo apresuradamente, mostrando, sin quererlo, sus dudas acerca de la propuesta. - Entiendo tus dudas Odriel pero has sido limitado por aquellos magos de la academia y sus advertencias… –Comenzó Dusreth con una sonrisa, - Pídele a un mago que te explique un secreto y siempre te hablará de equilibrio, de peligros y de tinieblas. Un mago, un mago de verdad, uno que hubiera trascendido esas niñerías, es sin duda bastante poderoso como para hacer cualquier cosa, y equilibrar el mundo como mejor le parezca, y ahuyentar las tinieblas con su propia luz. - Concluyo mucho más serio, convenciendo a Odriel, que no dijo palabra alguna para contradecirlo - Y ahora ven conmigo, quiero presentarte a mis otros discípulos – Dicho esto lo condujo a través de un pasillo de piedra hasta otra lujosa habitación donde esperaban otros 3 Quel’dorei adolescentes - A Mit'hadril ya la conoces, ella es experta en el arte de la ilusión, y luego están Ket’rhos, piromante consumado y Alesser quien se dedica al estudio de la conjuración – y luego agrego dirigiéndose a los otros tres – Y el mis estimados, es Odriel, nuestro aeromante. Ahora si me disculpan, terminare de preparar el portal para salir de aquí. – Y se retiró por una puerta lateral. Uno de los dos elfos se acercó a Odriel – Así que aeromante eh- Dijo con aire de altivez -Aquí en Dalaran todos los sortilegios son poderosos. Haznos un hechizo, Aeromante. Muéstranos tu estilo. Confuso y tomado por sorpresa, Odriel no dijo nada. -Más tarde, Ket’rhos -dijo Mit'hadril con calma-. Déjalo en paz un rato. - O es hábil o tiene poder, de lo contrario el Maestro no hubiera elegido para que se nos uniera ¿Y por qué más tarde, y no ahora? ¿No es así, Aeromante? - Soy hábil y tengo poder -replicó Odriel que ya estaba recuperando y se ponía a la altura de su compañero – Pero yo no practico la magia ni por placer ni por halago – respondió con altanería Odriel descubrió demasiado pronto que no era el único ni el favorito de los discípulos de Dusreth y que si quería conseguir el favor de su nuevo maestro debería esforzarse por superar a los otros 3, los cuales, no serían nada permisivos con él. Poco tiempo después el portal estuvo terminado y todos lo atravesaron escapando de Dalaran antes de que el vaticinio de Dusreth se cumpliera. Por varios años viajaron como grupo por distintos lugares de las tierras del este Hasta que llegó el momento en que Dusreth desapareció sin dejar rastro, dejando una suma de dinero a cada uno con la que podrían vivir por un tiempo cómodamente. Mientras que Ket’rhos y Alesser se dirigirían hacia la ciudad estado de Theramore, Odriel y Mit'hadril viajarían a Ventormenta, capital del imperiodeseando continuar sus estudios en la torre de Artes y Ciencias. El grupo ansiaba reencontrar a su maestro y continuar con la idea de este de restaurar la sociedad Quel’dorei como una nueva nación donde la magia fuera el pilar fundamental. Odriel no quería perderles pisada a sus “hermanos” en el estudio de lo arcano, por lo que partió de inmediato a tierras humanas. Con el dinero dejado por su maestro, pudo sobrevivir lo suficiente como para conseguir un trabajo estable en una biblioteca. Ya con su situación económica más estable, era hora de unirse a la academia.
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