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Las Cavernas de Kazad’Agroth

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Las Cavernas de Kazad’Agroth

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En lo recóndito de las frondosas tierras del valle se encuentra  la pequeña granja de los Haraldsson; Rodeada por la, en ocasiones, infranqueable espesura se asemeja más a un isla en medio de un océano que se agita con tonos verdosos ante las primeras ráfagas de viento invernal.  La única manera de llegar hasta allí, para quienes prefieren evitar las incomodidades de vagar por el bosque, es a través de un desgastado camino, asediado por la mala hierba y resquebrajado por las raíces que buscan recuperar terreno.

Fue por ese sendero por el que llegó, aquella tarde en la que pocos esperarían visitas, un grupo de elfos. Sin más garantías de encontrar la morada habitada que una vieja carta escrita a mano; Fue sorpresa para ellos encontrarse con el estridente recibimiento de un enorme perro y posteriormente su canoso dueño.

El viejo Haraldsson era un enano robusto pero desgastado por los años. Se notaba a simple vista como la fuerza, que antaño había poseído en abundancia, ahora le flaqueaba casi tanto como el cabello faltante en su coronilla. Aun así, se mostró altivo, incluso a la hora de pedir la ayuda del grupo de elfos. Su único hijo había desaparecido semanas atrás, habiendo partido a unas viejas cavernas en busca de oro, su regreso se demoraba y no resultaba nada tranquilizador conociendo la situación de la región más meridional del valle.

El grupo de elfos estaba conformado por tan solo cinco integrantes pero aceptó encargarse de la búsqueda del enano.  No sería una labor sencilla, ya que las pistas eran exiguas, pero no dudaron en poner rumbo a la metrópoli ancestral de los martillo salvaje con la finalidad de encontrar algún indicio del enano y su paradero. Divididos en conjuntos más pequeños, los elfos se dispusieron a interrogar a cuanto enano pudiese conocer al joven desaparecido y,  tras toda una jornada de recorrer la ciudad, decidieron partir con la poca información que poseían y un desgastado mapa.

Iniciaron su travesía en dirección al sur a través de los caminos conocidos hasta atravesar la frontera, un zigzagueante riachuelo que demarcaba la zona que los enanos podían considerar segura. La travesía a partir de entonces se volvió algo más pausada, asegurándose a cada paso que nadie estuviera acechándoles en la espesura. Así y todo, llegaron antes de que caiga el sol hasta la formidable entrada al paso de Kazad’Agroth.

El enorme orificio en la roca estaba flanqueado por dos imponentes columnas de piedra, de apariencia antigua y desvencijada, asaltadas por el musgo y las telas de araña. El interior no difería demasiado, con pocas excepciones . Allí el aire se volvía turbio y pesado mientras que el olor a humedad les invadía la nariz.  La oscuridad les seguía a cada retumbante paso y amenazaba con tragarse la pálida luminiscencia de la lámpara arcana que portaban.

Habían decidido montar campamento en la misma entrada del túnel, pero el deseo de garantizar su propia seguridad les llevó a adentrarse unos cuantos metros para explorar una de las primeras salas. Allí descubrieron que los férreos defensores enanos habían caído hacía ya tiempo y de ellos solo quedaban huesos y polvo. La razón no se les hizo esquiva ya que instantes después fueron emboscados por un grupo de troggs, de piel pútrida y musculatura compacta. Lidiar con ellos los devolvió a la entrada, victoriosos pero heridos, y finalmente dispusieron pasar la noche para restablecerse de las heridas.

La llegada de Bodvar, el enano quien había contactado en primera instancia con los Haraldsson, aconteció durante la mañana del tercer día. Una vez más se decidieron a internarse en aquellos túneles con ánimo renovado por la presencia de un guía. El enano dijo conocer esas cavernas por el nombre de Algor-on A-Gazan, pero enseguida aceptó el cambio que le ofrecieron los elfos, dejando la intriga del significado, tal vez terrible, de aquellas palabras.

Tras varias horas avanzando en la casi completa oscuridad encontraron un camino ascendente y unas interminables escaleras por las cuales terminaron en una explanada a gran altura y adentrada en las montañas. Lo que les aguardaba allí no fue del todo grato. Había estado siguiendo las pisadas de un rebaño de animales de pastoreo cuando calleron en una pequeña emboscada de ogros montañeses. Eran enormes y estúpidos, pero eso no les impidió someter por la fuerza al reducido grupo y meterlos en unas desvencijadas celdas de madera.

Fue sorpresa para ellos descubrir que un golpeado enano compartía su destino. Al preguntar por su nombre descubrieron que no era nada más ni nada menos que el hijo del viejo Haraldsson, a quien había ido a buscar. Sin más dilatación y sin intenciones de convertirse en la cena de los ogros planearon el escape.  Algunos conjuros, engaños, sigilo y un grupo de ovejas les valieron para escabullirse fuera del campamento ogro y llegar de nuevo a la entrada del túnel amparados por las sombras nocturnas.  Garridht Haraldsson iba con ellos.

 

// Un rol improvisado que devino en una serie de sesiones por la zona de Tierras del Interior.

Participantes:

@Bastián como Auric

@Izuriel como Eleandris

@Akross como Ann Marie

@Blues como Thamireen

@Axl como Bodvar

Odriel

Como recompensa se consiguieron unos pocos animales de granja (Cabras, gallinas) que se llevaron a la base de Hath'Lorien

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