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Gauss

Los Cinco

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LOS CINCO

 


Índice

PRIMER ACTO

Capítulo primero.
 

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Rémol

 

El sargento Morris estaba en su despacho, danzando con una escoba mientras tatareaba una antigua canción que había aprendido en vida. Se movía mejor que muchos de los elfos que habían desaparecido los últimos días. Al recordarlo sacudió la cabeza, tirando la escoba al suelo y poniendo una mueca de desagrado. Esta investigación le había traído demasiados quebraderos de cabeza, y había frenado notablemente el progreso que había hecho las últimas lunas en su libro: Memorias de un Cadáver Romántico.

—¡¡Carroña!!— El alarido desgarró el silencio del cuartel. Había aprendido que este era su nombre cuando el recluta se lo dijo entre murmuros. Como avergonzado. Morris no entendía por qué, pues le parecía un nombre de lo más digno para un fiambre sin aspiraciones como él. 
—¡¿Señor?!— La voz del recluta respondió al otro lado de la puerta, donde hacia guardia. —¡Sigo aquí, señor! No iré a ninguna parte.—
Morris rodó el ojo que le quedaba. En un signo de exasperación. Y se dejó caer sobre la silla, mirando fijamente la puerta. Antes de hablar con voz ronca. —Ve a ciudad capital. A ver qué demonios han sacado en claro los apotecarios. Y asegúrate de que el cuerpo sea devuelto al Alto Reino cuando hayan terminado de destriparlo.—
—¡Señor, sí señor!— 

Tras esto se escuchó el distintivo correteo de Carroña alejarse de la puerta. Seguramente emprendiendo su marcha hacia Entrañas.

 


 

—¿Qué me has traído?— El boticario giró sobre sus talones, con gracia. Antes de clavarle la mirada al no-muerto al otro lado de la sala. Él era un cadáver también, pero en mucho mejor estado. Conservaba casi todos los sentidos y vestía togas impecables. Aunque no se podía decir lo mismo del otro muerto. 
—Me... Me temo que no salió bien. Ese compuesto que me disteis tarda demasiado en actuar. He tenido que recurrir al otro una vez más...— El no-muerto habló en un hilo de voz. Sus ropajes eran de cuero ennegrecido, roídos por la podredumbre. Al cinto colgaba una daga igual de negra que sus prendas.
—Esta es la segunda vez que me fallas, Alfar.— El más elegante de los dos podridos se acercó al otro, extendiendo una mano hacia su barbilla. Acariciándola. Mientras un grito femenino rasgaba el aire al otro lado de la pared. En una sala contigua. —Y la última.— El boticario se dio la vuelta, alzando la voz. Aunque sin gritar. Mientras se dirigía hacia una de las mesas. —Confío en que sepas cuál es el destino de los errores como tú. Te he pagado por un servicio. Un servicio que no has llevado a cabo.—
El pícaro descendió la mirada. Pero acabó por asentir. —Yo... Sí. Lo conozco.—
—Extraordinario. Espérame en la mesilla. Ya sabes cuál, la de la otra sala. Donde los otros estuvieron. Y hazme el favor de amarrarte las muñecas y los tobillos. Ahórrame el trabajo de tener que perseguirte por estos bosques... Oh. Y dile a la pequeñaja que entre.—

 

Duración: 4 horas
Máster: Gauss
Participantes y habilidades:
Donnovan @Focus - Advertir/Notar
Gretchen @ElirethAdvertir/Notar
Anthony Bélenger @Imperator (2 horas) - n/a
Azálea Belore'zaram @Galas (2 horas) - n/a

 

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Capítulo segundo.
 

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La no-muerta cerró la ventana, en cuanto los tres hombres se perdieron de vista. En otros tiempos habría apoyado la espalda contra el alféizar, posado la mirada en el techo y dejado escapar un suspiro, ante las galanterías del caballero. Ya no, aun así. No murió joven, y aprender las reglas de una nueva vida no le había resultado difícil. Así que decidió obviarlas.

Aun residía donde murió, a pocas casas de donde vio al crío de los Daren nacer. El mismo crío que años después cabalgó hacia el sur, para no ser visto nunca más. Había noches en las que pensaba en él. A decir verdad, no había mucho más en lo que pensar. Casi toda la calle llevaba años completamente deshabitada, y su única compañía eran sus toscas agujas de madera y los ovillos que aun conseguía por un buen precio en el centro de la villa. 

La imagen de aquel mocoso, todo entusiasmado de partir hacia lo que creía tierras lejanas en el nombre de su señor, había tomado una forma particularmente real esa noche, horas después de que los visitantes desaparecieran. Mientras tejía, sin siquiera mirar su obra, la oscuridad y el silencio perturbado únicamente por el crujir de la mecedora sobre la que se balanceaba la habían colocado en una especie de trance hipnótico. Podía ver la cara del chiquillo claramente, en la pared de enfrente. Un muchacho moreno y de piel pálida, menudo al nacer pero que rápidamente se estiró al alcanzar la pubertad. Su familia no tenía mucho, como todos en el barrio. Pero había conseguido hacerse un lugar entre los escuderos de un señor menor. Y ahora sabía cómo blandir una espada.

Mary dejó las agujas y la lana sobre su regazo. Notaba y entendía a la perfección esa urgencia en la parte posterior de su cabeza, esa memoria de lo que alguna vez había sido. Algo bien enterrado en su interior le decía que debía sentir pena. Que era lo humano. Pero ya no la sentía.

 


 

La Guardia de la Muerte mantenía su mirada clavada sobre el despojo, atado en una silla con la cabeza gacha. Era un no-muerto recién levantado, aun fresco y bien conservado, este último. Pero estaba espantado.
—Confío en que tú y yo vamos a entendernos, ¿hm?— La mujer que portaba el tabardo hizo una mueca desagradable. Tan sólo potenciada por su mandíbula desencajada. —No creo que vaya a ser necesario llamar a los profanadores. ¿Y tú?—
—N-... No, mi señora.—
—Fabuloso. Puedes empezar a hablar cuando quieras. Tenemos toda la no-vida.— Sonrió, aun macabramente. El preso no tenía el arrojo suficiente de mirarla a los ojos. Ni siquiera cuando cantó como un pajarito.

—Yo... Teníamos que emboscarles. La pequeñaja debía llevarles hasta las puertas del mausoleo... Maldita sea, eran sólo unas monedas.—
—¡Esa parte ya me la sé, gusano! Quiero que me digas quién te las ofreció. Y dónde está.—
—N-... No lo sé... Teníamos un contacto... No sé quién está detrás de todo esto... Pero hay historias sobre él. Lo que le hace a los que no cumplen con su trato...—
—¡Dónde! ¡Por la Sombra, dónde os reunisteis con este contacto!— La renegada dio un golpetazo contra la pared, con el puño cerrado. Varios de los huesos de su mano crujieron. Mientras el miserable frente a ella brincaba del susto.
—¡Aaaah! ¡En el bosque! ¡Dadme un mapa, os indicaré dónde! ¡Lo juro, no sé más!—
—Eres un buen cachorrito. Servirás como diana para los nuevos reclutas.—

 

Duración: 4 horas
Máster: Gauss
Participantes y habilidades:
Feevere Raynould @Psique (2 horas) - Advertir/Notar
Donnovan @Focus - Callejo, Advertir/Notar
Anthony Bélenger @Imperator - Callejeo, Advertir/Notar

 

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Capítulo tercero.
 

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Las togas eran un estorbo mucho más formidable de lo que había imaginado, al correr. La elección que había tomado al decidir la paleta de colores para la túnica tampoco era la más adecuada. Se maldijo mil y una veces por la forma en la que los amarillos chillones de la sotana reflejaban la luz de la luna. Como un faro, si los faros tuviesen patas y correteasen por la orilla de las playas sobre las que se erigen. Huyendo de los cabos que habían dejado sin atar.

Sea como fuere, parecía que les había tomado la delantera. No había nadie a sus espaldas, aunque el precio a pagar había sido alto. Había puesto semanas en la maquinación de su bestia. Meses en el estudio de su funcionamiento. Años en adquirir los conocimientos para que todo lo anterior fuera posible. Y ahora se lo había dejado en bandeja a sus persecutores. A esos imbéciles de la Guardia de la Muerte y sus amigos, con su fe ciega hacia una forastera a la que no le debían nada más que la prolongación de sus penas y tormentos. No comprendían lo que su nueva forma les podía otorgar. El conocimiento y el poder que se encontraba a un paso de sus huesudas manos era inimaginable para quien no lo había manejado.

No importaba. Lo que ya se había construido, podía volverse a erigir. Mejor. Partiría hacia el norte, una vez más. A las tierras de los elfos. Y allí informaría al resto de lo acontecido. Ellos entenderían.

 


 

Carroña había llegado en un carromato a Rémol. Arrastrado por sus compañeros. Le faltaban ambas piernas, y llevaba en silencio todo el trayecto. A decir verdad, no había proferido palabra alguna desde que comprendió las implicaciones de lo que había ocurrido. De lo que había hecho. Le cargarían de cadenas, y pronto sería pasto de gusanos. Era traición.

Y, lo peor de todo, ni siquiera la había cometido para obtener provecho alguno. Su ingenua felonía había sido fruto únicamente de su estupidez. Peor que la apreciación de su funesto destino, era la de descubrir lo que realmente era. Un mentecato más, como había sido antes de que lo levantaran. Y ahora iba a perder la vida por segunda vez a causa de su insensatez. Condenado zoquete.

 

Duración: 4 horas
Máster: Gauss
Participantes y habilidades:
Donnovan @Focus- Advertir/Notar, Espada pesada, Atletismo
Feevere Raynould @Psique - Advertir/Notar, Atletismo, Llamada de lo profano
Vindriel Talestran @Barbas (3 horas) - Advertir/Notar, Mimetizar imagen, Arco corto, Atletismo
Gretchen @Elireth - Advertir/Notar (x2), Escalar (x2), Trampas/Cerraduras
Irma King @Gauss - Advertir/Notar, Atletismo
Anthony Bélenger @Imperator (2 horas) - n/a

 


FIN DEL PRIMER ACTO

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