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  1. El frente de guerra: Tierras fantasmas (Mapa improvisado a editar mas tarde) Introducción: Parece como si hubiese sido hace siglos, cuando este suelo marchito era una cuna de flores multicolores, del verde de los arboles y sus copas y ramas meciéndose ante la cálida brisa y su musical sonido que adornaba cual sinfonía el bosque. Cuando los poblados seguían en pie y en legitima propiedad, habitados por nobles elfos, ciudadanos en pleno derecho, magos, soldados, trabajadores y niños vivían en paz y armonía...hasta que la plaga ataco. Donde hubo flores, ahora había cadáveres andando, donde el verde de las hojas se mecía ante el viento y su sinfonía, ahora no había mas que ríos de sangre, aire pesado, sofocante y caliente y troncos secos y pustulientos. Donde alguna vez los elfos vivieron en armonía, solo reinaba la no muerte de la plaga, buscando consumir todo esqueje de vida hasta extinguirla por completo. Las fuerzas de los ahora llamados Elfos de Sangre, nunca dejaron de defender lo que les correspondía por derecho, la mitad de su reino perdido. Hace alrededor de quince años, que entre avances y retiradas, se alza un amplio frente de guerra, el cual avanza hacia la capital élfica tanto como hacia Muertehogar por épocas, un combate entre la vida y la no muerte de la plaga y sus nigromantes que parece no tener fin. Tras la instauración del nuevo regimen élfico, guiado por el triunvirato Beldorei, tanto con la ayuda (o supervisión para sus propios intereses) de sus aliados renegados, comenzó una nueva campaña militar. ¿El objetivo? La recuperación de las tierras perdidas, asentándose y fortificándose de a tramos en estas mismas y la erradicación de la plaga en territorio elfo.
  2. ´´«Hay una maldición peor que la no-muerte: la ineptitud» —Sumo Ejecutor Hadrec (Música de ambiente) Si hay algo común en todas las guerras son las misiones de mensajería, encargos de llevar un documento de un lugar a otro evitando al enemigo y asegurándose de que el destinatario sea el único en recibir la información que se traslada. Muchos consideran que este tipo de misiones son de poca importancia o que se deberían dejar únicamente a reclutas molestos para que dejen actuar a los veteranos, pero no hay estrategia capaz de evitar a un enemigo que conoce tu verdadero plan, qué recursos tienes o hacia dónde envías tus tropas. Los boticarios vinculados al frente de guerra con Gilneas llevan desde que comenzó el conflicto experimentando y descubriendo nuevas formas y técnicas para obtener la victoria, desde pruebas con Aterralobos hasta nuevos estándares para los rifles y ballestas, pasando por cómo afecta X compuesto a la cordura humana. Uno de ellos es bastante reconocido por sus compañeros científicos: Nikolau Von Tesla, inventor de los rifles Tesla que tantas escabechinas habían provocado entre hombres y huargens. ¿Por qué resultaba importante este nombre? Porque la carta que se tenía que enviar desde El Sepulcro estaba dirigida a él, y era imperativo que llegase a sus manos directamente. Pero no fue así. La partida de mensajería, liderada por Adanael Brisapura —bajo orden expresa de Danforth, quien consideró que un Sin'dorei experimentado sería capaz de asegurar el éxito de la misión— e integrada por Alfred Shutelmeister, Garreth Labrint, «Reflejo» y Midas Rassler, partió de El Sepulcro con los documentos. Les esperaban dos días de viaje que pudieron haber hecho perfectamente a través de los caminos asegurados por las constantes patrullas del Nuevo Orden, pero decidieron complicarse ellos solos. Dada su incomprensible inquietud por viajar evitando los caminos, acabaron cruzándose —tras algo más de un día de marcha— con un extraño campamento humano. Ya de por sí era sorprendente la situación, pero lo habría sido más de no ser porque varias pistas que encontraron en su trayecto indicaban que algo no estaba bien fuera de los caminos. La curiosidad se cebó con algunos de la partida de mensajería, y les llevó a investigar el campamento y a caer en la trampa que unos milicianos de Gilneas tenían preparada. Llevaban siguiéndolos desde hacía un tiempo, y todo había salido tal y como ellos querían. Los árboles rompieron con humo y pólvora, y de varios rifles proyectiles salieron disparados contra los mensajeros. Tal vez fuera por el estrés, tal vez fuera por ineptitud, pero se quedaron expuestos demasiado tiempo recibiendo disparos. Dos cayeron inconscientes, otros trataron de huir tremendamente heridos. Y solo uno fue capaz de correr como alma que lleva el Diablo para alcanzar Campamento Von Tesla y dar la alarma. Varias horas pasaron cuando «Reflejo» y Midas despertaron de su inconsciencia. Cinco gilneanos trataban de sonsacarles toda la información posible, pero sus métodos no fueron del todo eficaces. Sin embargo, el líder de este grupo fue capaz de advertir cómo «Reflejo» mentía acerca de algunos detalles, lo cual reveló la importancia del mensaje que debían entregar y los ponían en una situación de lo más delicada. Sin embargo, la ayuda estaba de camino. El Sargento Ejecutor Dareth Donnovan galopaba contra aquel campamento, guiado por el discípulo de Danforth y acompañado por dos Guardias de la Muerte veteranos. Cayeron sobre aquel campamento como un trueno de lanzas y magia, pero los milicianos supieron defenderse bastante bien. Aunque finalmente cayeron, no fue sin antes provocar severos daños a los miembros del Nuevo Orden, sobre todo a causa del líder miliciano, quien se inmoló con un explosivo y se llevó la no-vida de Midas con él. La carta al final llegó a su destino, se podría hablar de una victoria. Pero esta era pírrica, si es que se le podía llamar victoria como tal. Un Renegado ha caído en el abrazo de la muerte definitiva, y otros no lo hicieron de milagro.
  3. «Doblega el elemento a tu voluntad» —Hechicero Ejecutor Danforth Harrison (Música de ambiente) Muchos tacharían de inconsciente y de loco a Alfred Shutelmaister, un aspirante de las energías arcanas, aunque no tanto por su comportamiento y falta de cordura como por querer que Danforth Harrison —reconocido criomante demente sin escrúpulos que ya tuvo que ser encerrado y tratado psicológicamente en el pasado— fuese su maestro. Sin embargo, es de los pocos que empezó en lo más bajo y que ya es alguien. No todo el mundo es capaz de pasar de simple escriba a Ejecutor de la Guardia de la Muerte... La competitividad, el estrés, la presión, el castigo y la humillación son los pilares de su enseñanza. «Te romperé para ver de qué estás hecho. Solo así podré comprobar que te mereces un sitio a mi lado» es la frase con la que ha comenzado cada uno de los aspirantes a aprendices de Danforth, de los cuales solo han pasado tres. No obstante, Alfred era especial, era criomante, como él. Apostada la Legión X en El Sepulcro, aquel día tenía el margen suficiente como para la primera prueba de Alfred. Convocado en un muelle Renegado del Lago Lordamere, se encontró con Danforth esperándole. Puso a su disposición todo el agua que les rodeaba, y aprovechó para instruirle en la base más pura: el control y la fuente de poder. Pero antes... antes tenía que demostrar que se merecía escucharlo. El novicio tuvo tres intentos para captar la atención del Hechicero Ejecutor, pero su comienzo fue pobre, predecible y común. Podía haber atacado a su maestro desde el principio y así haber conseguido su respeto, pero fue un golpe de suerte lo que le salvó del rechazo. Un hechizo, un intento de crear un vórtice de agua y hielo, que no habría sido nada notorio de no ser porque influyó en la forma del gólem de agua del conjurador de hielo. Esto se merecía un castigo, como era obvio, y dejó rienda suelta a la invocación para que le demostrase el verdadero poder del plano elemental del agua al futuro aprendiz. Lo agarró, lo zarandeó, lo arrojó al agua, lo atravesó y por poco lo destrozó de no ser porque Danforth intervino, zanjando el asunto para evitar el descontrol. Fue así como se ganó la clase de aquel día, que repasó los fundamentos de las Líneas Ley y el Plano Elemental, sentando bases para muchos desconocidas, pues Harrison ha sido de los pocos que se ha adentrado en la investigación de los planos y que se ha visto obligado a interactuar y colaborar con grandes entes elementales conscientes. No fue casualidad los desastres causados por el viento en Arathi ni la subida de mareas en Los Humedales... Llegó la parte final de aquel día. Alfred tenía que derrotar a un elemental menor de agua. Solo así se ganaría su primera clase de verdad. Y lo consiguió. Que el Vacío vele por la no-vida de Alfred Shitelmaister. Lo necesitará.
  4. (Música de ambiente) Al sur de las tierras del Nuevo Orden, en la frontera entre Gilneas y Bosque de Argénteos, la guerra y el conflicto se gestaban y maduraban lentamente, con Renegados al norte de la muralla, y el Frente de Liberación de Gilneas al sur. Eso no era una escaramuza, tampoco un aguante. Lo que había ahí era un frente de guerra, uno de los puntos más calientes para los no-muertos de Tirisfal. Renegados de todas partes eran enviados paulatinamente a Argénteos para apoyar a la vanguardia. Todo aquel que estuviera «libre» de tarea era enviado como un refuerzo más. El Nuevo Orden no podía ceder ni un solo centímetro y debía mantenerse fresco, atento y preparado, pues cualquier desliz del enemigo debía ser aprovechado. Cada paso de terreno conquistado, cada enemigo eliminado, cada cuerpo levantado y cada grito de pavor ocasionado eran pequeñas victorias. La Legión X del Nuevo Orden fue uno de los grupos enviados al sur. Bajo la dirección de los oficiales Dareth Donnovan y Danforth Harrison, su pequeño séquito de reclutas vería de primera mano lo que era la guerra. Esto no era Trabalomas. Aquí la muerte te caza con garras y dientes, y no hay campamento ni escondite que sirvan para detenerla si fija su frío ojo en ti. Estacionados en El Sepulcro, Danforth tuvo una reunión con el Sumo Ejecutor Hadrec, quien le encomendó la misión al hechicero de reunir una extraña y rara planta con la que se querían realizar algunos experimentos: aterralobos. Como era de esperar, el criomante no iba a ensuciarse las manos teniendo «lacayos» a los que comandar, así que les asignó la tarea a dos mortacechadores novicios y a un guardia novato. Al fin de cuentas, solo era recoger unas plantas. ¿Qué dificultad podría tener eso? Equipados con sus pertrechos más familiares, y con unas runas ígneas del Hechicero Ejecutor, Adams, «Reflejo» y Garreth marcharon hacia el sur, hacia un bosque neblinoso donde podían encontrar tal hierba. Seis muestras eran las que hacían falta. No parecía una tarea muy complicada. Buscaron en cada árbol, en cada rincón, bajo cada tocón. La confusión era grande, y su falta de atención a algunos detalles les llevaron a creer que estaban cogiendo aterralobos cuando se trataba de otras plantas. E incluso cayeron en algunas trampas para alertar a los ferales de la zona. Varias horas estuvieron caminando por el bosque escuchando aullidos en la lejanía, corriendo cuando una de esas trampas hacía entrechocar trozos de metal que alertaban a los lobunos. Y cuando tentaron demasiado a la suerte, un error tras otro, los aullidos se convirtieron en rugidos y las copas de los árboles que había sobre sus cabezas comenzaron a temblar. Perseguidos por huarguens ferales que veían en ellos la presa perfecta, corrieron como alma que lleva el diablo. Parecía que La Olvidada estaba de su parte, pues mucho aguantaron contra aquella pequeña manada antes de darse cuenta de los efectos del fuego: los alejaba. Armados con aquellas runas y con la determinación propia de los Renegados, trataron de escapar de aquella cacería. No era momento de combates, tenían una misión que cumplir, aunque todo se estaba yendo al traste. En una carrera por salvar sus no-vidas, «Reflejo», presa del estrés, arrojó una de esas runas para alejar a los ferales. Mala suerte la suya, pues hizo explotar un residuo químico del Nuevo Orden que se hallaba en el suelo. La explosión, aparte de alejar a los lobunos y de empujar a los Renegados, arruinó todas las muestras de plantas salvo una. Sin embargo, fue el salvoconducto perfecto para escapar. La partida de recolección de plantas volvió junto a su oficial, aunque de mala manera. Dejaron atrás varias runas ígneas cuyo fuego mágico duró días, provocaron una explosión en mitad del bosque, casi perdieron a uno de sus compañeros y llegaron con las manos casi vacías. Tuvieron suerte de que el Sumo Ejecutor Hadrec fue el que se les acercó, quien concluyó que el desastre no aparentaba ser enteramente culpa de los novatos sino de una cadena de consecuencias y casualidades. Sin embargo, esa mancha quedaría en sus nombres. Los bosques son más peligrosos de lo que parecen, aunque sea al norte de la muralla. Ni la no-vida se salva de la muerte de garras y dientes, de la cacería feral.
  5. «Insuficiente...» —Sargento Ejecutor Dareth Donnovan (Música de ambiente) Tirisfal, ese funesto recordatorio de lo que una vez fue Lordaeron y que ahora acoge al Nuevo Orden, tierra donde la Llama Carmesí y los horrores conviven, luchan y se devoran, donde hay más muerte que vida, donde hasta los faros más grandes se apagan, donde la esperanza brilla tenue sobre un océano vacío y oscuro, es esa tierra donde los muertos caminan y erigen su gran sociedad, donde el Nuevo Orden encuentra su capital. Su sociedad, su economía, su «vida»... todo ello es complejo, pero siempre girando en torno a un pilar: la utilidad. En esta tierra marchita, si no sirves para nada, si no aportas nada, no eres más que un cero a la izquierda, eres prescindible; se te elimina de la ecuación. Todos los Renegados pasan por este momento en un punto de su no-vida, normalmente tras su instrucción básica nada más ser alzados. Pero hay excepciones, casualidades, casos extraordinarios, que posponen el examen. Era el caso del guardia Oscar Joshech y de «Reflejo», novata de los Mortacechadores. Sin embargo, su prueba se acercaba. Y el examinador no podría haber sido peor: Danforth. La premisa de su prueba era sencilla. Con palabras despectivas, sin mostrar ni un ápice de aprecio o incluso de neutralidad, el Hechicero Ejecutor les tendió un vial verde. El objetivo era probar con los cultivos de los humanos en Tirisfal este nuevo y desconocido elixir elaborado por la Sociedad de Boticarios, cuyos efectos eran aparentemente desconocidos. El criomante dejó muy claro el propósito de la misión: evaluar la utilidad de los dos no-muertos para probar que se podían llamar Renegados. Debido a la campaña por Trabalomas, este examen nunca se llegó a hacer. Pero ya estaban de vuelta en la capital, ya no había excusa. Tenían que probar que valían. Una granja apartada, de las más alejadas de las haciendas de los escarlatas, donde solo había un par de casas y algunos campos pequeños. Ese era el terreno de pruebas. «Reflejo», siguiendo el modus operandi de los Mortacechadores y el sentido común, decidió acercarse sigilosamente a los terrenos de cultivo para probar el vial. Pero su investigación no fue tan silenciosa como planeó y despertó a los agricultores tras dejar que las herramientas del cobertizo se cayeran al suelo. El choque del metal fue inevitable, así como la mirada juzgadora de Danforth desde el bosque. Por su parte, Oscar estaba de apoyo. Era un peso pesado, «carne de cañón». No iba a funcionar como agente de infiltración, así que estaba atento por si había un encuentro directo con los humanos de los campos. Sin embargo, su utilidad fue nula cuando un solitario granjero se acercó con una antorcha a investigar el ruido. Aunque, más que nula, fue negativa, pues por su paso pesado alertó al humano, quien intentó avisar entre gritos al resto de sus congéneres de la presencia de los muertos. Pero una lanza acuática salida de mitad del bosque le atravesó la sien y, de la misma forma que desapareció el arma ejecutora en la tierra, la vida se le escapó al agricultor. Cada vez estaban haciendo más ruidos. Los dos sujetos de pruebas eran descuidados, torpes y faltos de imaginación. O eso habría pensado cualquier oficial ante el espectáculo. Llamaban la atención y, de no ser por el estruendo que montó Oscar, «Reflejo» no habría podido verter el vial en el pozo de la pequeña hacienda. Pero ¿a qué precio? Armado con un trabuco y un odio acérrimo hacia los Renegados, un hombre comenzó a buscar a los muertos que se habían colado en lo que consideraba su finca, buscando a los susodichos como si de ratas se tratase. No obstante, hubo algo que lo alejó de casi dar con «Reflejo»: un soldado del Nuevo Orden armando escándalo en el cobertizo. Aprovechando la distracción, y usando sus dotes de ilusionista para facilitar la tarea, la aprendiz de los Mortacechadores consiguió llegar hasta el pozo sin que la detectasen y salir. En cambio, Oscar se las vio con el trabuco del granjero en un intento de hacerle una encerrona al humano. Dos disparos y un golpe fueron lo que aguantó el Renegado, quien únicamente logró clavar su espada en el vientre del granjero. Sí, se habría llevado la vida de aquel paleto a pesar de haber caído, pero la intervención de «Reflejo» para intentar ayudar a su compañero fue lo que acabó asesinándolo. Así entonces estaba el panorama: unos humanos alertados y confundidos por los gritos de una Renegada que afirmaba que la misión se había ido a pique, dos cadáveres humanos en los campos, un pozo infectado y una Renegada arrastrando por el suelo hasta el bosque a su compañero huesudo inconsciente. ¿Habían cumplido la misión? Técnicamente sí, pero el resultado no era nada satisfactorio. Victoria pírrica, y a duras penas. La mirada ejecutora de Danforth se posó sobre los muertos ojos de «Reflejo». Habló poco, y se limitó a reanimar al inconsciente Oscar. Pero no se quedó ahí. El Renegado probó ser inútil tras meses de campaña en Trabalomas y esta misión. No había pasado el examen. Ya no quedaban oportunidades. Servía más como piezas inertes que como soldado, y el criomante no dudó un solo instante. Cuando recuperó la consciencia, su primer reflejo fue levantarse, pero la punta del báculo de Danforth se lo impidió. Le estaba clavando la vara con saña en su ojo, y su rostro no mostraba más que sadismo y demencia. La poca calidez del aire se desvaneció. Todo se quedó helado, frío, sin vida. La hierba se escarchó alrededor del guardia, el bastón mágico brilló con fiereza devorando el calor del ambiente, y hasta la muerte pudo sentir cómo el no-muerto bajo la punta de la vara se criogenizó. Todo su cuerpo se volvió cristal, un fino y delicado cristal que el pie del Hechicero Ejecutor reventó. Solo las esquirlas de lo que fue quedaron en el suelo. «Si te he reanimado es solo para que sientas esto». Esas fueron las únicas palabras que pronunció el criomante, y esas fueron las últimas palabras que escuchó Oscar antes de sumirse en el Vacío...
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