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SynSquall

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  1. Nombre: Anandor Dawnblade Atributos6 Físico7 Destreza7 Inteligencia6 PercepciónValores de combate24 Puntos de vida21 Mana6 Iniciativa9 Ataque CC Sutil (Daga)9 Ataque CC Sutil (Espada ligera)9 Defensa Habilidades Físico 1 Atletismo Destreza 2 Daga 2 Espada ligera 1 Cabalgar 2 Defensa 2 Robar bolsillos 2 Sigilo Inteligencia 2 Callejeo 1 Leyes 1 Tradición/Historia Percepción 1 Bailar 1 Disfraz 1 Etiqueta 1 Rumores Escuelas/Especializaciones
  2. Nombre: Anandor Dawnblade Raza: Sin'dorei Sexo: Hombre Edad: 120 Altura: 1,80 Peso: 65 Lugar de Nacimiento: Lunargenta Ocupación: Ninguna (por el momento) Historia completa Descripción física: Anandor es un sin'dorei de aspecto juvenil y atractivo. Su complexión es atlética, aunque más definida que voluminosa, debido al exigente entrenamiento físico que se ha impuesto. Por tanto es en apariencia delgado aunque sus músculos se encuentran bien entrenados. Además, su altura le da un aspecto de espigado, lo que confiere un cierto aire de elegancia a sus movimientos. Lleva el pelo de color azabache recogido en una coleta que le cae por delante de la cabeza. No tiene cicatrices ni tatuajes. Descripción psíquica: Anandor es un sin'dorei bastante inteligente y de fuertes convicciones, criado por sus padres en los valores del amor incondicional a la familia (por lo que daría su vida por su hermano de sangre Altheeron o de vínculo Enarion, o por cualquiera que considere "de los suyos") y a la patria. Sin embargo, la muerte de sus padres en el ataque de la Plaga combinado con su carácter temperamental y pasional han hecho que Anandor desee con toda su alma la venganza a cualquier precio: venganza para sus padres y venganza para su patria, pues cree que sólo mediante ese camino se restaurará la gloria de Quel'Thalas. Es por ello que, en cuanto a los demás, se muestra extrovertido, pero en su interior pone una gran distancia emocional, y no dudará en analizar si una persona le servirá o no para sus fines. También le gusta realizar comentarios irónicos o sarcásticos, por lo que tiene fama de ser un tanto hiriente en ocasiones. Es además muy confiado en sí mismo, y, aunque claramente no se encuentra preparado para llevar a cabo ninguna venganza, él se considera el único ya capacitado para llevar a los Sin'dorei a recuperar su gloria y vengar a sus padres. Actualmente se dirige a la ciudad de Lunargenta para encontrar allí alguien que le enseñe cómo ser más poderoso para poder matar a cualquiera que se oponga a sus fines (considera que aprender artes de ladrón y asesino sería primordial para su autoencomendada misión). Historia Anandor Dawnblade, con el fuego de la venganza en su corazón La luna arranca destellos metálicos en el arma que el joven se dispone a guardar en su vaina, y éste se queda mirando fijamente la hoja. Una leve sonrisa aflora en sus labios, y tras ella un gesto de negación con la cabeza mientras termina de envainar su daga y se levanta de los escalones de entrada a la casa a la que ha llamado hogar los últimos años. Está decidido, piensa, pero no puede marcharse sin decir adiós. Se dirige al interior de la casa y saca de su bolsa un pedazo de pergamino, en el que escribirá la despedida de su familia: Perdóname, hermano, pero no puedo seguir sin hacer nada mientras los causantes de la destrucción de nuestra patria y la muerte de nuestros padres siguen campando a sus anchas y asediando nuestros territorios... me conoces mejor que nadie, y sabes que no puedo estar más que agradecido a Enarion y sus padres por acogernos y criarnos como si fuéramos sus hijos durante estos años, y que los querré siempre y los llevaré en mi corazón, pero esta vida no es para mí... no puedo templar mi carácter y pensar que una Luz superior o la armonía con nuestra amada tierra nos llevarán a ganar esta guerra, pues así nos encontramos querido hermano, en una guerra, y en las guerras, y más en las que se quieren ganar, se deben hacer sacrificios, y si queremos desterrar a la Plaga de nuestras tierras y recuperar nuestra antigua gloria, es necesario hacer algo, y hacerlo ya... la sangre se debe pagar con sangre. No sé si nuestros caminos se volverán a cruzar en algún momento, o si moriré intentando vengar a nuestros padres, pero quiero que sepas que te quiero, y que te agradezco cada una de las cosas que has hecho por mí desde que nací. Perdóname por marcharme de este modo, pero tratarías de frenarme, y no lo soporto más... despídete de Enarion por mí, por favor... él no podría entenderme aunque se lo explicara. Anandor Una vez ha terminado de escribir la misiva, se dirige hasta la habitación que ha compartido desde que llegó con su hermano Altheeron, y deposita con cuidado la carta sobre su cama, esperando que su hermano la lea al despertar y confiando en que será capaz de entenderle. Al salir de la habitación, no puede evitar mirar a su hermano dormido, y los recuerdos le asaltan la mente sin freno… Años atrás… En cualquiera de sus recuerdos, su hermano Altheeron se encuentra a su lado. Separados por un año de diferencia, nacieron en el seno de una familia eminentemente militar. Su padre, Eltharion, era un orgulloso soldado al servicio de Quel’Thalas, y su madre, Nelissa, era parte del cuerpo de exploradores del reino. Una vez nació el mayor de los dos, su madre decidió permanecer en el hogar para cuidar a su retoño y, finalmente, nació el segundo vástago, Anandor. De este modo, los pequeños crecieron siendo educados en los valores del servicio a la patria y el amor incondicional a la familia, y su infancia transcurrió sin que les faltase ni sobrase de nada. Sin embargo, como en la mayoría de los casos, los hermanos desarrollaron personalidades diferentes. Altheeron heredó de su madre el amor por la naturaleza salvaje y su alegría natural, y de su padre la capacidad de analizar las situaciones de manera lógica y su serenidad. Por su parte, Anandor desarrolló una personalidad fuerte e independiente al igual que su madre, aunque siempre con unos vínculos extremadamente fuertes con la familia, y de su padre heredó el perfeccionismo propio de un soldado, basado en una estricta disciplina de trabajo. De este modo, la infancia y adolescencia de los dos hermanos se desarrolló entre juegos y risas, y antes de que se dieran cuenta comenzaron a instruirse en el manejo de las armas. Anandor se decantó por el combate cuerpo a cuerpo como su padre, aunque, a diferencia de éste, su fuerte temperamento le hizo guiarse más por la pasión y el instinto que por la mesura de su padre. Por ello, fueron múltiples las discusiones con Eltharion, que deseaba que su hijo siguiera sus pasos y se hiciera un soldado parte de un disciplinado ejército, guiado por la lógica del conjunto en la toma de decisiones y no por la pasión de un individuo aislado. Así siguió pasando el tiempo, hasta que llegó aquel día… Anandor y Altheeron habían acompañado a su padre hasta las puertas de la ciudad para que se reuniera con su regimiento, y aunque le suplicaron que les dejara acompañarles, éste les dijo que no se preocuparan, que en la próxima misión se los llevaría por primera vez con él. Tras despedirse, Eltharion partió junto a sus compañeros hacia las tierras circundantes, ya que habían llegado informes confusos de algunos exploradores que hablaban de unos cadáveres que andaban y arrasaban todo a su paso. Una vez había pasado un tiempo prudencial, Anandor se dirigió a su hermano: Vamos, sigamos a padre y veamos qué es lo que ocurre Anandor, debemos volver con nuestra madre y ayudarla mientras esperamos a que regrese padre Siempre estamos obedeciendo órdenes, ¿no te parece que ya es hora de tomar el control de lo que hacemos? – esbozando una media sonrisa y mirando fijamente a Altheeron. Haz lo que quieras, hermano, pero yo voy a hacer lo que debo… y así me libraré de una buena bronca – mientras miraba con el ceño fruncido a Anandor. Pues que te vaya bien, yo voy a averiguar qué es lo que pasa, no me voy a quedar de brazos cruzados. Dicho esto Anandor echó a andar a paso ligero en la dirección en la que su padre había desaparecido. Tras coronar una pequeña loma, no tardó en escuchar los pasos de su hermano detrás de él. ¿No te ibas a ayudar a madre? Ten cuidado, quizá si el hijo perfecto llega tarde le castiguen limpiando toda la casa – dijo mientras una sonrisa socarrona iluminaba su rostro. Si te pasa algo, nuestros padres no me lo perdonarían nunca, así que me veo arrastrado una vez más a perseguirte… ¿no has tenido suficientes pruebas de que tu impulsividad no te trae nada bueno? ¿no te he sacado de suficientes líos? Vamos, Altheeron, no seas hipócrita, si me has seguido es porque no soportas no saber, igual que yo… al fin y al cabo somos hermanos por algo – dijo mientras se reía a carcajadas. Y así, los dos hermanos continuaron su trayecto, siempre en paralelo al camino para no perder la referencia y que no les descubriera su padre si se encontraba regresando a la ciudad con el resto de los soldados. Después de un tiempo, ambos comenzaron a mirarse inquietos… había demasiado silencio, como si algo terrible estuviera a punto de ocurrir, como la calma justo antes de la tempestad… Y, de pronto, comenzaron a escuchar gritos, gritos de terror. Los hermanos apretaron el paso y, al doblar un recodo del camino, vieron la tempestad desatarse. El regimiento de su padre retrocedía inexorablemente, empujado por una ingente horda de… no podía ser, ¡muertos vivientes! Por más que los elfos eliminaban a sus enemigos, por cada uno que caía tres más se levantaban en su lugar… era un ejército interminable que no se cansaba, que no sentía dolor. Mientras Anandor y Altheeron asistían aterrados al macabro espectáculo, los elfos fueron perdiendo más terreno, hasta que su padre se quedó solo frente a aquellos engendros. Entonces el pequeño se dirigió con una determinación insólita a su hermano mayor: ¡Corre Altheeron, ve a avisar a madre, antes de que estos malditos alcancen la ciudad! Pero Anandor, ¿qué vas a hacer? No puedo dejarte solo, ¡Voy a sacar a padre de allí, tú sólo corre, madre es más importante que yo! Nos veremos en el viejo árbol donde recogíamos fruta de pequeños, ¡vamos! Y, sin pensárselo un momento, se dirigió profiriendo alaridos hacia donde se encontraba su padre. No miró atrás pues sabía que su hermano ya estaría de camino a casa a rescatar a su madre. Recogió en su carrera una espada de un compañero de armas caído de su padre y cargó contra el primer muerto viviente que se encontraba en su camino. La hoja se quedó incrustada en la carne putrefacta, y el engendro tan sólo giró su cabeza deforme hacia Anandor y levantó su arma para asestar el golpe que acabaría con su vida. En ese momento, la cabeza del enemigo del joven salió despedida de su cuerpo, que cayó inerte a un lado, y su hueco fue ocupado por Eltharion, cuyo rostro, contraído por la tensión, se relajó un poco al ver a su hijo, aunque rápidamente recuperó su rictus tenso y se dirigió a Anandor: Hijo, ¿se puede saber que estás haciendo aquí? ¡Márchate, rápido, huye y llévate a tu madre y a tu hermano contigo! ¡Ven conmigo, padre! ¡No tienes por qué quedarte aquí, huye con nosotros y empecemos de nuevo en otro lugar! – mientras gritaba observó cómo otro grupo de no-muertos se acercaban a la espalda de su padre - ¡Debemos irnos ya! Eltharion se giró, alertado por su intuición guerrero, y blandió su arma en dirección a los muertos vivientes. Con la determinación marcada en su rostro, miró hacia su hijo y le dijo: Ya no hay vuelta atrás, hijo mío… esto es una guerra, y en las guerras, especialmente en las que se quiere ganar, hay que hacer sacrificios… la patria y sobre todo la familia están por encima de todo, ¿recuerdas? Sé que sabrás entenderlo, siempre has sido un buen soldado, o al menos mi soldado favorito… ¡y ahora vete, corre! Tras dedicar una última sonrisa a Anandor, su padre se lanzó contra la horda de engendros mientras él se quedaba inmóvil y las lágrimas comenzaban a rodar por sus mejillas. Para Anandor todo sucedió a cámara lenta: su padre lanzando estocadas a los no-muertos, éstos rodeándole… y finalmente una espada asomando por la espalda de Eltharion. El tiempo parece detenerse mientras su padre se desploma, y sin saber cómo Anandor se encuentra a sí mismo en el lugar convenido con su hermano, sin dejar de llorar… y allí sólo se encuentra Altheeron, ni rastro de su madre. Los dos hermanos cruzan sus miradas, y ante la negativa con la cabeza del mayor, Anandor cae desplomado de rodillas y golpea con los puños el suelo, con todo su mundo destrozado… y mientras el día muere mientras cae el sol, Altheeron le abraza y tira de él para que se alejen del infierno que se había desatado sobre su hogar. Cuando todo parecía perdido, al poco de esconderse en los bosques cercanos a su ciudad natal comenzaron a sentir una opresión inexplicable, como si el alma se les desgarrara… la sed de magia. Fueron días muy duros para los hermanos, prácticamente arrastrándose por los bosques, con Altheeron cuidando de su hermano menor, procurándole la comida necesaria para sobrevivir utilizando lo que había aprendido con su madre. Los días siguieron pasando hasta que, finalmente, tras muchos días de vagar sin encontrarse con nadie, y sintiéndose extenuados hasta el límite, un grupo de elfos les recogieron: un hombre, una mujer, y su hijo. La familia Tyrwinder acogió a Anandor y Altheeron y los reconoció desde el principio como si fueran sus hijos. El padre era un antiguo paladín, y había conocido a Eltharion Dawnblade, y la madre había formado parte de los exploradores, acompañando a Nelissa en numerosas ocasiones. Su hijo, Enarion, era de la misma edad que Anandor, y pronto trabó amistad con los dos hermanos Dawnblade. Los Tyrwinder se llevaron a los huérfanos a su hogar, les proporcionaron refugio, comida y un tercer hermano, y les ayudaron a sobrepasar el vacío creado por la sed de magia. Y así los años pasaron, tiempo en el cual se supo que el príncipe Kael’Thas se había marchado y había mandado de vuelta a uno de sus lugartenientes con la solución a la adicción a la magia. De este modo, Anandor consiguió aprender a extraer la magia de los seres vivos, y a partir de entonces se sintió capacitado para continuar con su entrenamiento, que ahora corría a cargo de los padres de Enarion. Al principio, y con ayuda de su hermano, consiguió asumir la muerte de sus padres como algo inevitable e incluso necesario, a fin de cuentas muchos elfos habían muerto durante aquella terrible invasión, y atemperó su carácter, aprendiendo sobre el equilibrio, la armonía con la naturaleza, no dejarse llevar por sus pasiones… Pero al final la verdadera naturaleza siempre aflora. Cuanto más avanzaba en su entrenamiento y más capaz se sentía, Anandor se dio cuenta de que lo que deseaba tan sólo era más poder, el poder necesario para aplastar a la Plaga y vengar a su patria y, sobre todo, a sus padres. Comenzó a realizar largas sesiones de entrenamiento a solas al anochecer, mientras el resto descansaban antes de dormir, y preparó un escondite al pie de aquel árbol donde su vida se rompió con lo que iba considerando necesario para su empresa. Así avanzaron los días hasta que se decidió, ya no podía aguantar más fingiendo que había asumido la muerte de sus padres y que la venganza no inflamaba su corazón. Todo estaba dispuesto, aquella noche desaparecería sin dejar rastro. Una vez terminó su entrenamiento nocturno, que extendió algo más para que todos durmieran, se dirigió a su habitación, y, sin que le sorprendiera, encontró a su hermano esperándolo sentado en su cama. ¿Qué te pasa, Anandor? Estás más raro que de costumbre, no paras de entrenar por la noche, cada día eres más reservado… ¿qué ocurre? Tranquilo, Altheeron, sólo estoy entrenando más para tener más posibilidades de entrar en alguno de los cuerpos militares, no es más que eso. ¿No tiene nada que ver con nuestros padres? ¿no estarás volviendo a sentir deseos de venganza? Pensaba que habías superado el duelo, si necesitas algo sabes que siempre he estado y estaré a tu lado Por favor hermano, ¿tanto te cuesta creer en mí? Sólo estoy aplicando lo que nos enseñó padre sobre la importancia del esfuerzo y la disciplina, no es más… tan sólo quiero estar a la altura de nuestros padres cuando llegue el momento de servir a nuestra patria. Está bien hermano, te creo… ahora descansa, que mañana tenemos otro día de entrenamiento por delante, y Enarion está convencido de que esta vez va a superarte – dijo Altheeron mientras sonreía a su hermano Ya, como si pudiera conmigo… soy un Dawnblade, ¿recuerdas? – Anandor no pudo reprimir una carcajada mientras se tumbaba en la cama – Hasta mañana, hermano De vuelta al momento actual Altheeron es tan ingenuo, siempre cree en la bondad de los demás, pensó Anandor mientras se dirigía al exterior de la casa, mientras la luna brillaba en lo alto del cielo nocturno. Ya había esperado bastante: había sufrido la muerte de sus padres, de su patria, ¿y se esperaba que no se tomara la justicia por su mano, que esperara al resurgimiento de su raza? No, eso no era para él. Había entrenado durante largos años, y, ahora, con 120 años, la hora de la venganza había llegado. Buscaría la mejor forma de perfeccionar sus habilidades para matar y partiría a dar caza a aquellos desgraciados que se lo habían arrebatado todo. Mientras la luz de la luna bañaba su silueta, Anandor Dawnblade partió de su hogar sin detenerse a mirar hacia atrás en busca de su ansiada venganza. Y sabía dónde iba a dirigirse en primer lugar.
  3. En primer lugar, ¡muy buenas a todos! Veo que ya se ha presentado mi amigo DrekeRa, así que poco más que añadir... hace tiempo que tuve que abandonar esto del rol en wow, pero todos estos años el gusanillo me ha estado picando hasta que me he encontrado con este servidor, y la verdad es que me ha encantado el espíritu que veo que tiene. Así que nada más, simplemente deciros a todos que estoy deseando preparar la historia y en cuanto pueda desempolvar mis viejos hábitos de rolero empedernido y pasarlo genial con vosotros. ¡Un saludo!
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