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Roleros Destacados


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Showing content with the highest reputation on 15/06/18 en todas las áreas

  1. 3 points
    Yo lo veo bien. SIempre son necesarios. Por mas simples que puedan ser los roles, a veces es bueno tener un pequeño campamento. O en cosas mas complejas, como puede ser la decoracion de una casa. O mas grande aun, el construir un pueblo. Creo que beneficiaria tanto a jugadores como maestres.
  2. 1 point
    "Déjalo vagar por la tierra, que se pierda en el polvo y su sangre vuelva a su hogar. Es piadoso dejar que se lo devoren los buitres." Prólogo El ambiente asfixiante y cálido dentro de la tienda principal del clan amenazaba con engullir completamente cualquier esperanza de salir con el honor intacto. Afuera asolaba como una mala maldición el calor del sol sobre las pieles dispuestas sobre una estructura de madera, creando una carpa de matices rojizos como la sangre seca sobre el cuero, como consecuencia, dentro se respiraba un aire pesado y cálido que solamente hacía más sofocante la conversación en curso. Se encontraban todos los cazadores del clan reunidos en un circulo que rodeaba a un único orco inclinado con la cabeza baja. Su espalda se encontraba desnuda, exuberante de sudor que perfila la piel tensa de sus hombros. Su cabello negro y largo caía como un velo sobre su rostro, se encontraba sucio y lleno de cebo. Toda la sala se había quedado callada, juzgando en silencio al hermano en el centro, ni siquiera se escucharon susurros entre los presentes. Tampoco se escuchaba la respiración de ninguno. -Te lo preguntaré una vez más Daerek- Exhaló el más fuerte de todos, el orco que se encontraba orgulloso sobre un trono hecho con huesos, piel y espinas. -¿En que dirección huyó?.- El joven cazador tomo aire seco por su nariz, le sirvió para saborear el sonido de su nombre, la sequedad de su garganta y revivir el ardor de su mano derecha que sangraba como una catarata roja de tibio dolor, algún día esa herida se hará una cicatriz, pero no será una de la que Daerek se sentirá orgulloso. -Se fue hacia el Oeste, padre, montó y marchó hacia el oeste.- El orco en la silla del jefe se reclinó hacia atrás en su respaldo hecho con cuero grueso de jabalí y adornado con cráneos de jabiespínes secos y atravesados con estacas en el tocado de la silla. Su nudillo derecho se tensó sobre el brazo de madera negra y sus dientes gruñeron con un inconfundible bufido cargado de decepción. -Y tú dejaste que te emboscara, pisoteara tu honor y después...¡Permitiste que se llevara tu montura!-Dijo, su tono levantó hasta las motas de polvo sobre los hombros del humillado joven, quien tenía el cabello negro cayendo sobre sus hombros como un velo de verguenza, No había forma que pudiera ver a su padre a los ojos después de mostrar tanta debilidad. -Para cuando me di cuenta de lo que estaba planeando...Era demasiado tarde Padre. ¡Sí hubiera sabido que ella...!.- -SI lo hubieras sabido no estarías ahora humillado ante mi como un inútil. ¡Tú, no eres hijo mio a partir de ahora, ni un hijo de nuestro clan!- La sala se estremeció en silencio, los presentes, en especial los más viejos, solamente asintieron en silencio. Algunos ya tomaban sus objetos y miraban a la salida de la tienda, la sentencia era obvia, pero aún así tuvieron la cortesía de asistir al juicio de Daerek, hijo de Dorik, del clan Pasosombrío. -Ire a buscarla al Oeste...-Dijo finalmente, cuando el silencio se disipó después del arrebato de su padre, la sentencia ya estaba dicha. Su destino, sellado. Desde ahora era un Exiliado de su clan, de su padre y de todo lo que había conocido. La herida en su mano derecha empezó a palpitar con un enloquecedor ardor. -Iré a buscarla al Oeste...-Repitió.- Me internaré en la planicie, la buscaré entre los cadáveres y entrañas corroídas por el sol y las bestias. Buscaré el agujero en el cual se esconde...¡Y entonces la traeré de regreso, para restituir mi honor ante mi clan!- Se produjo un inquietante silencio en la tienda. Las miradas, entre ellas las del joven Daerek, se centraron en el único ojo de Dorik, el señor de los Pasosombrío. Nadie esperaba una absolución tan sencilla, mucho menos después de lo que había sido una expulsión del clan. La tensión en el ambiente ahora era similar a la que siente el león antes de flexionar sus músculos, lanzarse desde su escondite y morder el cuello del antílope que bebe sin darse cuenta del peligro. -Eso no cambiará nada, Orco sin clan, Tu palabra ya no significa nada en este lugar, fallaste en tu propósito como miembro de nuestra estirpe...Y ahora, eres un jinete sin lobo, Eres peor que escoria.- el viejo jefe se levantó entonces de su silla, se acercó al ahora exiliado miembro del clan y tomo su cabellera negra y abundante. recogió el cabello en una larga coleta con una mano, y luego puso la otra sobre la cabeza del orco. -A ti, ya no te queda nada Daerek, ni siquiera tu nombre.- Dijo antes de hacer presión hacia arriba, jalando la cabellera del orco con un rápido y brutal movimiento. Se escuchó un grito de dolor por parte del joven, y otro más de su padre liberando la furia y el dolor causados por la vergonzosa falla de su primogenito. Algunos juraron que la vida del cazador terminaría ahí mismo, con su cuero cabelludo arrancado de tajo por la mano de su padre, pero no, fue por poco. Poco importa si se trataba de vivir sin honor, sin un clan y una montura que lo acompañase. Fue la ira, el dolor y la creciente necesidad de venganza que su cabeza se mantuvo pegada a su cuello, y él, no sucumbió ante el brutal castigo. Afuera la noche ya había caído, y con ella, el clan se preparaba para las salidas de caza nocturnas. Los cazadores mas experimentados habían presenciado la brutal expulsión de un prometedor lider, pero todas las promesas de grandeza y cazas exitosas se habían desvanecido con los ultimos gritos de dolor del joven. Ahora lo veían marchar con la cabeza alta, con sangre brotando de su cabeza y cayendo como rios sobre las arrugas de su rostro. La luz azul de las lunas llenas pintaba de un color como el cobre sus heridas, y la planicie árida de la savanna no ofrecía ninguna sombra donde pudiera ocultarse el cazador y tapar su verguenza. Los cazadores observaron mientras tomaba lo único que se le había permitido llevar consigo. Su hacha, quien había pertenecido a su madre, y apenas una pequeña bolsa de cuero con suficientes raciones para morir lentamente de hambre. El ahora cazador sin clan caminó en solitario hasta la entrada de los muros con pinchos que habían levantado con la sangre de muchos. Allí, le esperaba un lobo pequeño, cojo y enfermizo que no servía para la guerra, ni para la cacería. Quedaba en el si montarlo hasta matarlo, o matarlo para después comerlo y vivir un par de días más en su miserable existencia. Pensó en aquella mañana mientras montaba el lobo que ahora sería su único compañero, sintió su pelaje gris y también, como el animal resintió el peso del orco, Jamás podría correr a toda velocidad con él arriba, así como él jamás podría huir de su verguenza, ni de la marca permanente que dejó su padre como símbolo de su magnitud error. Había perdido todo por culpa de un mero descuido, una efímera fantasía. Su cabeza aún ardía en deseos de venganza, y supuraba sangre por sus heridas aún abiertas. Pero no pudo importarle menos aquello, o lo que fuese a ocurrir ahora. Debía buscar un grupo de caza que lo siguiera al oeste, a la planicie en su exilio. Debía hacerlo para encontrarla a ella, y recuperar su honor con el último suspiro de su cuello cuando la estrangulara hasta la muerte. La sola idea de aquello calmó su dolor
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    Capitulo 1: Desconfianza. "Mucho puedes adivinar de la sonrisa de una persona. Pero ten cuidado, si te pierdes en su juego, no verás la daga que atravesará tu cuello." Aquella mañana había decidido comenzar como un regalo discreto, era fresca y se percibía el olor de la hierba mojada por el rocío matutino. El cielo, sin embargo, se encontraba magullado y aún gris, las nubes se alzaban juntas como un ejercito de algodón que amenazaba con tapar permanentemente el lienzo primario, no obstante, mañanas así eran de lo más común en la zona, no pasaría mucho tiempo para que el sol despejara el cielo y diera lugar al calor del sol. Al mismo tiempo que los animales de la noche buscaban un refugio, y los primero roedores se preparaban para una prueba más en el bosque, un par de hombres venían caminando por la derecha de un camino adoquinado y viejo. La suela de ambos raspaba contra la roca a cada paso que daban, siendo los únicos autores de movimiento en aquella vereda solitaria. Quizás era por la hora de la mañana, puede que se debiera a que en estos tiempos no transitan ya muchas personas por las rutas habituales. Lo cierto era, que el cabo Santiago de Sveri y su acompañante, el Montaraz Elegost Faler, eran las únicas almas humanas que caminaban en marcha hacia Costasur. Ambos habían tomado rumbo desde hace una hora, no hablaron mucho entre ellos, más que la posibilidad que hubiera renegados en la zona observando sus movimientos. De haber sabido los solos que estaban, quizás se llevarían una sorpresa. Tenían ambos media senda recorrida en un animoso silencio cuando el aprendiz de capellán se detuvo, el canto de las aves azules se hizo de autoridad en el ambiente, y sopló una leve brisa fresca que levantó unas hojas secas y sueltas en el suelo. Elegost, quien desde hace rato venia guardando una opinión importante que compartir con su compañero, consideró que este era el mejor momento para hacerlo. Se giró hacia santiago, quien se había fijado ya en la preciosidad de la vida animal retratada en un pequeño retoño de ave cantora celeste, quien alegremente saludaba al cabo con su inocente canto. -Santiago...-Dijo el capellán, sintió que este era el momento oportuno, pues delegar aunque fuese por unos minutos más el mensaje, podría traer consecuencias nefastas.-Tengo que miccionar ahora...- El cabo asintió en silencio, no necesitaba más para entender que debía cubrir las espaldas de Elegost ahora, y para ello, no debía haber más testigos que ellos dos. Apenas su compañero se giró y bajo un poco sus pantalones, santiago tomo su arco y apuntó al pajarito azul. Con la rapidez de una flecha, volvían a ser unicamente dos en el camino de piedra nuevamente. La calma reinó por unos instantes, El capellán estaba concentrado en sus acciones cuando vio un destello de blanco pasar por la coronilla de sus ojos, sus reflejos fueron rápidos y vio como un conejo blanco salía de su madriguera en el árbol ante la presencia del capellán, el hombre rubio intentó atrapar al pequeño animal de un pisotón, solo para ver como se alejaba una buena presa dando saltos por el bosque. Santiago había tenido mejor suerte, al menos ahora él si contaba con un pequeño bocadillo que había conseguido con su rápida flecha directa hacia el ave de hace unos momentos. Ambos se miraron en silencio un par de momentos antes de retomar el camino, la conversación hasta costasur se resumió en la posibilidad de ver renegados y temas del campamento, pronto, se vieron rodeados por un campo abierto donde solo se podían ver tocones, a la distancia, ya podían ver los edificios de la ciudad en la mañana. Costasur no era un lugar donde destacara una fuerte presencia militar, los miembros del campamento pudieron ver el entrenamiento matutino de los voluntarios (y no tan voluntarios) reclutas quienes marchaban bajo las ordenes de algún oficial. La mayoría de ellos se encontraban a punto cumplir dos docenas de veranos, y no se encontraban especialmente animados; ni cuando marchaban inútilmente al ritmo de los gritos, y mucho menos al preparar un burdo muro de madera como defensa ante un anticipado ataque. La pareja conformada por el capellán y cabo fue recibida en el improvisado puesto de vigilancia en la puerta de la ciudad; una pareja de miliciano, con apenas piezas de cuero tachonadas sobre sus ropas de campesinos, se dirigió a preguntarles el motivo de su visita a la ciudad, se veían cansados, con la mirada de alguien quien solamente espera la conclusión de un mal augurio. Elegost miró a los milicianos a los ojos, vio en sus almas el cansancio de muchas noches de guardia temerosa, esperando una redención que les permitiera regresar a su vida de campesinos, y no de ejercito improvisado contra la oscuridad. Quizás fue la luz quién le conmovió en aquel momento e inspiró su prosa. Puede, que fuese un instinto paternal o mera simpatía humana y compasiva, sea cual fuere la razón, el enviado de la iglesia se acercó a ellos, mostró su anillo de plata y empezó a hablar en voz alta. El hombre recitó un discurso en aquel momento, y mientras más elevaba su tono, también se levantaba el animo agotado de aquellos hombres. Primero se levantaron los más cercanos, luego se acercaron los veteranos, aquellos encargados de preparar y entrenar a la milicia. Pronto, se había conglomerado todo el puesto de vigilancia al rededor del capellán. Algunos asentían convencidos de sus palabras, otros se miraban entre ellos y daban golpes de pecho, de pronto la mañana ya no se hizo tan húmeda, ni el día una carga más. El único que se mantuvo alejado fue el cabo Santiago, quién dejo a Elegost a sus anchas mientras el buscaba un poco de rama suelta en el suelo para encender un pequeño fuego y hacer su desayuno. Mientras buscaba, logró escuchar a aquellas voces cantar en coro con el rubio capellán. Lo siguiente fueron los aplausos. Quizás en agradecimiento, o por haberse ganado el derecho, la guardia ya no hizo más preguntas y cedió el paso. Ambos hicieron su camino hasta la taberna de la ciudad, Santiago quería acabar con el asunto de una buena vez y dejar de perder el tiempo precioso de la mañana. Cuando llegaron a la taberna, vieron a un anciano pordiosero sentado en el pórtico con una taza pidiendo monedas. El hombre no dijo nada, ni siquiera se movía, su mano con la taza estaba tiesa como cadáver, no fue hasta que escuchó la voz de Elegost que se levantó y comenzó a llamarle Patrick. La escena dio mucha lástima, ninguno dijo nada y siguió hacia la entrada. Ni siquiera la luz ayudaría a una mente que se fue hace ya mucho tiempo. Dentro la posada estaba tristemente vacía, ni un resoplo de vida o de actividad podía escucharse en las mesas desocupadas. En el fondo se encontraba la barra, y sobre ella, un gordo posadero que se encontraba haciendo algo con sus bebidas, quizá, se encontraba rebajando su contenido para minimizar gastos en un tiempo de crisis como era este. Santiago pensó que era mejor una ruta rápida hacia su objetivo, con premura se acercó al tabernero y preguntó por el misterioso inquilino quién lo había citado en aquel lugar, al ver que el tabernero se mostraba poco colaborativo decidió pagarle una habitación para aflojar la información. El hombre no pudo ocultar el brillo en sus ojos al ver monedas sobre su mostrador y ya no puso más peros a Santiago .Arriba, en las habitaciones, esperaba el comerciante a la llegada del cabo. Sabía que vendría temprano, así que preparó la humilde habitación para recibirlo. A Santiago no le fue complicado encontrar el cuarto de su anfitrión pues la puerta estaba resguardada por sus guardaespaldas. El cabo intercambió palabras con uno de ellos, de acento gracioso y sombrero de afeminado. Después de identificarse como el encargado del campamento a las afueras en el bosque, recibió acceso a la habitación. Mientras tanto, un piso más abajo, Elegost decidió revisar la cocina de la taberna al ver que el tabernero adulteraba sus bebidas, el capellán creyó que seguramente encontraría a una fea mujer haciendo un estofado de ratas con grillos para el desayuno... Pero nada de eso. La luz le concedió con la visión de una hermosa doncella elfíca de cabellera negra como el azabache y mirada severa, la mujer se encontraba troceando el pollo para el estofado que preparaba cuando fue interrumpida por la voz del capellán. Al principio, ella se mostró distante y centrada en su trabajo, pidiendole al rubio que la dejara tranquila en su cocina. No fue hasta que Elegost se identificó como un miembro de la iglesia que recibió un trato màs amable por parte de la cocinera, ella sonrió y se mostró mucho más amable con el humano. No se sabe con certeza que ocurrió después de aquello, pero Elegost fue expulsado de la cocina casi a base de golpes con una espátula. Al mismo tiempo en la habitación, Santiago se había metido en una competencia con el comerciante sin haberlo notado. El cabo estaba seguro que se trataba de un criminal que necesitaba ayuda con un contrabando, y bajo esa premisa disparó preguntas a diestra y siniestra para hacer soltar la sopa al comerciante. Por cada pregunta que lanzaba con astucia, recibía una respuesta aún más elusiva y convincente. La conversación se alargó entre varios giros de argumentos hasta que Santiago pudo comprobar, tras una inspección al permiso de mercante de Loras, que no había nada ilegal con su trabajo, y podían cerrar el trato. Más, en la planta baja, un dilema se estaba cocinando. Elegost creyó que el tabernero mantenía en cautiverio a la damisela elfica, por lo que apenas salió de la cocina, tomó una silla y se la arrojo al hombre que estaba con sus bebidas, la elfa al escuchar el ruido salió alarmada, le preguntó a Elegost que le ocurría y sin pensarlo dos veces, corrió para informar a la guardia sobre el accidente. El capellán tomó una silla y esperó pacientemente a que llegase la milicia a buscarle. Grande fue su sorpresa cuando la capitana de la guardia ordenó arrestarle inmediatamente por sus acciones. El capellán alegó su inocencia y como estaba deteniendo a un criminal peligroso. Hubo silencio unos momentos hasta que aquella mujer tomò una silla y se sentó para encarar al hombre y contara la versión de lo que había pasado. Le siguieron varios minutos en los que Elegost explico como habia encontrado al tabernero diluyendo sus bebidas y le indicó que enviara a dos hombres para inspeccionar su bodega. Elegost decía la verdad, lo cual puso aun más estrés sobre la joven sargento. Ella no se encontraba con el humor ni con la cabeza para soportar lo que parecía un escándalo sin importancia. El capellán notó el peso de la carga sobre los hombros de aquella mujer, se acercó a ella y logro apelar a su lado más humano, Conversaron sobre lo estúpido que era el tema, y la gran responsabilidad que ahora ella tenía sobre sus hombros. Fue con carisma y encanto que Elegost no terminó en alguna celda aquel día. Acuerdos se alcanzaron ese día. Santiago salió de la habitación solamente para encontrar a un tabernero inconciente, un par de botellas rotas y sillas desacomodadas. Suspiró y sospechó quien estaba detrás de ese desastre. Pero por ahora, el tampoco tenia la cabeza para ocuparse de buscar a su compañero, decidió concentrarse en lo que se había discutido aquella mañana. Loras dijo una ultima advertencia al cabo mientras salía de la habitación, y el eco de sus palabras caló en la mente del cabo. Sin embargo, el trato era demasiado bueno para simplemente pasarlo por alto. Será, como diría Elegost, lo que la luz quiera que sea.
  4. 1 point
    Quel’danil Antes de la tercera guerra, Quel'danil se usaba como centro diplomático por los Altos Elfos, pues las puertas de Quel'thalas estuvieron siempre cerradas a cualquier no-elfo. Toda clase de relación diplomática con otras naciones humanas se hacía o en las propias tierras humanas o en Quel'danil. Actualmente, tras la caída de Quel'thalas, los habitantes del último asentamiento exclusivamente Quel'dorei, han dejado de lado sus labores diplomáticas para concentrarse en lo que realmente importa; La supervivencia. La Capitana Forestal Jalinde Dracoestío lidera el asentamiento y cuenta bajo su mando con aproximadamente cien forestales. Además, la población de Quel'danil escalaría hasta los 500 Altos Elfos, siendo tras Dalaran, Theramore y Ventormenta, la mayor congregación de Altos Elfos del mundo, contando a los Forestales mencionados previamente y sus familiares. Quel'danil sobrevive por su amistad y alianza con los Martillos Salvaje de Pico Nidal, la caza y la pesca, y llevan un estilo de vida muy ermitaño, viviendo de la naturaleza y despreocupándose de los problemas del mundo, comerciando con los Martillo Salvaje y colaborando con estos para proteger sus tierras de los Trols del Bosque. El recién llegado grupo asentado en la Aguja Plumargenta ha sido testigo de los problemas de la zona y ha comenzado a plantear sus objetivos en base a las necesidades contando con una suerte de tablón de misiones: Conociendo al enemigo COMPLETADA Los trols del bosque han sido un problema difícil con el que lidiar desde que los primeros Quel’doreis pisaron por vez primera las tierras de Lordaeron. Aun así, esos milenios de enemistad no fueron en vano para aquellos que conocen las ventajas de la escritura. Es por eso que las bibliotecas de Quel’danil resguardan información sobre los trolls del valle y las maneras de hacerles frente. Aunque parece que han estado abandonadas durante años, tal vez alguien debería dar un vistazo a lo que allí se guarda. Dificultad: * Escaramuzas en la espesura Recelosos de aquellos a los que consideran usurpadores de sus tierras ancestrales, los trols del bosque no pierden oportunidad alguna de lanzar sorpresivos ataques a los asentamientos, caravanas o viajeros desprevenidos, tanto quel’dorei como martillo salvaje que se encuentren en la región. Buscando evitar esto, Quel'doreis y Martillosalvaje se mueven incesantes, patrullando los bosques en busca de contrarestar los movimientos de sus sangrientos enemigos. De más está decir que cualquier ayuda a los forestales para lidiar con ellos sería más que bien recibida. Dificultad: *** Un trol muerto es un buen trol Pero Delkan’zen, líder de la tribu trol Taintedswamp, no es un buen trol. Ha dado problema a los forestales y enanos de la zona, atacando y retirándose con la velocidad del rayo a su guarida al suroeste del valle. Se dice que el troll tiene una aversión insana por los enanos de Pico Nidal y carga, colgando de su cintura, las cabezas de los guerreros más osados a los que dio muerte. Entre ellos se sabe que se encuentra el hijo del earl Haldrad Thunderfist. Tras incontables fracasos del enano en reclamar su venganza, su esposa ofreció a sus espaldas una buena recompensa, tanto sea en metálico o en recursos para quién de caza a Delkan’zen. Dificultad: ***** La Atalaya Paso del Sol Otrora un puesto de vigilancia utilizado para mantener a raya a los trols en el sur, tras la caída de Quel’thalas y la merma de efectivos disponibles para defenderla ha sido abandonada al olvido. Desprotegida y con los años pasando factura, la estructura no tenía derecho a aguantar el paso del tiempo.Y no lo aguantó. Si alguien fuese capaz de reparar la atalaya y mantener allí la vigilancia, sería un punto favorable para garantizar la seguridad de la zona. Pero atentos, la zona no deja de ser un sitio estratégico por donde los trols suelen lanzar sus ataques. Dificultad: **** La Bestia COMPLETADA Se dice que los lechucicos lunares alguna vez fueron criaturas pacíficas defensores de la naturaleza y los lugares sagrados. Tras el paso de la horda, estos seres que alguna vez gozaban de gran sabiduría se convirtieron en bestias agresivas y descontroladas. Por fortuna, territoriales y confinados en lo profundo del bosque, es extraño que los elfos se topen con ellos por casualidad. A pesar de esta certeza, durante los últimos días se han registrado ataques de una de estas criaturas, más grande, agresiva e insolente que el resto. La bestia se lanza sobre los viajeros desprevenidos entrando de manera atrevida en los territorios cercanos a Quel’danil. Aunque los forestales ya están tras la pista del ser, no vendría mal que alguien diera muerte al mismo y les evitase tener que perder efectivos en otros sitios más importantes. Dificultad: **** Reparaciones en la Aguja Plumargenta COMPLETADA Tras haber conseguido los materiales y la promesa de ayuda por parte de Annlethil, la carpintera, y sus dos ayudantes, el grupo finalmente puede dedicarse a finalizar con las reparaciones. Días tras día durmiendo en el suelo comienza a tornarse un incomodidad inaguantable por lo que no vendría mal aprovechar la presencia de la elfa y solicitar su ayuda para la fabricación de algunos muebles de necesidad básica. Dificultad: ** Slime en el techo COMPLETADA La aguja plumargenta en vista de ser reparada aun tiene un problema. Tras la primer excursión en la misma se creyó haber exterminado a todos los slimes que habitaban allí como una plaga, empero se han visto goteras de babas verdosas cayendo del cielo raso. Tal vez solo se trate de restos de los anteriores o aún hay un par de esas criaturas en el techo. En cualquier caso, no vendría mal verificarlo para evitar futuras sorpresas. Dificultad: ** // Listado de tareas sugeridas para el grupo asentado en Quel'danil. Abierto a modificaciones por parte de los narradores si se requiriese.
  5. 1 point
    La Aguja Plumargenta Por aquellos días habían llegado hasta el campamento un par de quel’doreis llamadas Nerida y Lalaith dispuestas a unirse al grupo. Se notaba a leguas que era las típicas muchachas de ciudad que pocas veces en sus vidas habían pisado un bosque, al menos Lalaith, y dieron de qué pensar a Odriel. El campamento no solo se les estaba quedando chico, sino que también había empezado a evidenciar las incomodidades por falta de estructuras tan necesarias como un buen baño. Por fortuna para todos, tenían una alternativa. La Aguja Plumargenta una vieja edificación que alguna vez había servido como hogar de la familia de Auric, más durante la guerra había sido abandonada y el paso del tiempo se había hecho notar. Klamendor, Auric y Odriel fueron los encargados de darle el primer vistazo a la casa. La sabiduría élfica heredada de miles de años les sugirió que lo mejor sería hacerlo durante la noche, por lo que allí estaban, de pie frente al enorme y desvencijado edificio con tan solo una lámpara. No parecía que iban a encontrarse con problemas demasiado graves y al quitar las enredaderas que bloqueaban la entrada accedieron a la sala principal. No encontraron nada que no hubiera imaginado, las tablas de madera podrida, la naturaleza abriéndose paso por doquier, goteras y humedad. Fue al subir al piso superior cuando se toparon con algunos problemas, los cuales eran difíciles de quitar de encima. Antes de que pudieran darse cuenta, del techo habían caido unos seres de naturaleza viscosa y no parecían tener buenas intenciones con los elfos. Pasaron un buen rato lidiando con ellos y Kalmendor resultó ser el más afectado, quedando inconsciente al haber sido atrapado por tres de esas criaturas. No fue sino por una heroica acción de Auric que acudió en su rescate que el elfo de cabellos oscuros salió de allí con vida. Klamendor quedaría en cama por algunos días con unas horribles quemaduras, pero al menos la Aguja había sido limpiada de esas criaturas. Y con un poco de trabajo podrían tener un techo decente sobre sus cabezas.
  6. 1 point
    Simplemente sobreviviendo Los días que siguieron a la llegada a Quel'danil se desarrollaron veloces para el grupo de aventureros. Recuperar energías era una de sus prioridades pero tampoco podían permitirse relajar demasiado. Habían llegado allí con una misión y habrían de orientar sus acciones para cumplirla. Estaban en Quel'danil para brindar su ayuda, no para recibirla, de modo que abastecerse a sí mismos era una de las principales metas a corto plazo. El joven elfo Auric era uno de los más entusiastas y Odriel vió en él al aliado perfecto para cumplir sus propósitos. Fue así que, la mañana posterior a la llegada al refugio, llamó al muchacho y le indicó que preparase su arco. Irían de cacería.Las tierras del interior no eran como los bosques que el mago conocía, pero el joven elfo era oriundo de aquella región y más de una vez había partido en cacerías junto a sus hermanos mayores. Al menos eso creía Odriel. Una larga travesía a través de aquel océano verde dio como resultado que la cena de aquella noche estuviese asegurada. Un faisán y unos poco afortunados polluelos en sus cascarones fueron el premio para el esforzado grupo.En los días posteriores no solo Auric había quedado a cargo de estas tareas,sino que también tanto Klamendor como Feldrendil se le habían unido, tomando ventaja de la pericia del muchacho. Cada día que pasaba el grupo iba acostumbrándose más y más a la zona y se alejaban del refugio en expediciones, si bien no arriesgadas, si un poco atrevidas. Odriel, percatándose de esto, decidió que sería mejor fomentar ciertas instrucciones para que, llegado al caso, el grupo estuviese capacitado para afrontar cualquier situación en la que se vieran involucrados. Fue así que, con Auric como conejillo de indias, se sometió a sí mismo y al muchacho a una serie de estrictos entrenamientos en pos de aumentar la resistencia de ambos. Durante aquellos días también se sumó a sus aventuras la presencia de un enano que se encontraba en busqueda de su viejo compañero. Alertados por la presencia de trolls en la zona, los elfos decidieron acompañarlo para evitar alguna posible desgracia. Eran los primeros pasos de un grupo pequeño que aspiraba a mucho, pero que con el tiempo confiaban en poder lograr su cometido.
  7. 1 point
    Un ayudante inesperado El sol ya se encontraba a mitad de camino del cenit cuando el improvisado campamento quel’dorei empezó a mostrar los primeros indicios de actividad. El viento, el frío, el rocío de la mañan y las incesantes risas de renegados que aún resonaban en sus cabezas les habían impedido descansar apropiadamente. Lejos habían quedado la comodidad y la tranquilidad de Villadorada y empezaban a darse cuenta de ellos. Para cuando reanudaron el viaje, sus cuerpos estaban agarrotados y más de uno se sentía enfermo, asaltado por los catarros y estornudos y con el cuerpo agarrotado. Más aun así no se detuvieron, sabiendo que no se encontraban en una zona segura y avanzaron rumbo al norte una vez más. No tuvieron mayores contratiempos, pero al llegar hasta el río que debían cruzar, el grupo se detuvo y comenzaron a notar cierta incertidumbre. El lecho del río en esa zona mostraba un caudal elevado, de aguas agitadas y profundas. ¿Debían ir río arriba o río abajo para buscar un mejor sitio por donde cruza? ¿O acaso debían arriesgarse a pasar por allí en lugar de perder tiempo? Antes de que llegaran a tomar una decisión, vieron como una figura de enormes proporciones se acercaba por el otro lado del río. Para cuando pudieron visualizar de cerca se percataron de que se trataba de un tauren de pelaje amarronado el cual dirigió sus manos a la corriente y, como si el río le obedeciera, hizo reducir la fuerza con la que corría lo suficiente para permitirse cruzar. Aunque al principio se mostraron recelosos, el tauren parecía tener intenciones de ayudarles y finalmente accedieron. Tantanka, como dijo llamarse, no solo les ayudó a cruzar el río, sino que también los guió por un camino seguro hasta el paso de las montañas que estaban buscando. Allí, mientras se despedían y agradecían por su ayuda, el Tuaren sanó las heridas de Astrea y luego partió por su propio camino mientras que los quel’doreis y la draenei lo hacían en dirección contraria. Tras un par de horas de caminata divisaron la fortaleza de los martillos salvajes y antes de que se dieran cuenta un grupo de enanos les había salido al paso y al verificar que eran aliados les escoltaron hasta el lugar. Allí Klamendor decidió recorrer el sitio en busca de una cerveza mientras que Auric, Astrea y Odriel se encargaban de reabastecerse de medicinas y provisiones. Tras una pequeña odisea encontrando a Klamendor, el grupo volvería a ponerse en marcha. Finalmente, con los últimos rayos del sol escondiéndose en el horizonte, alcanzaron Quel’danil. Allí les recibió un elfo de cabellos oscuros perteneciente a los forestales locales y les autorizó a montar un campamento en el perímetro del pueblo donde el grupo pasaría la noche.
  8. 1 point
    Un tropezón no es caída El grupo estaba reunido, las pocas nubes en el cielo les auguraban un viaje tranquilo y el viento soplaba hacia el norte. Era difícil para Odriel imaginar una mejor situación que aquella y el entusiasmo por el viaje que les aguardaba se iba intensificando.Habían sido varios días de preparaciones y un sinfín de horas dedicadas a analizar cada minucia que pudiera afectarles la travesía.Finalmente la mañana del embarque había llegado y por un par de semanas de lo único que tendrían que preocuparse era de no obstaculizar ni entorpecer el trabajo de los marineros. Para fortuna del grupo de quel’dorei y la draenei, el clima se mostró favorable en la mayor parte del trayecto y llegaron a Costasur rondando la fecha prevista. El poblado les recibió con una visión deteriorada de la zona y sus habitantes, la mayoría afectados por una u otra causa a raíz del avance renegado. A medida que atravesaban el poblado el grupo recibió varias miradas que si bien no eran hostiles si denotaban la incomodidad ante la presencia de aquel grupo exclusivamente formado por elfos y una de esas criaturas de apariencia caprina. A raíz de esto fue que Odriel, pretendiendo ahorrarles alguna mala experiencia a sus compañeros, se aproximó a Auric, el más joven de ellos, y le consultó si sería capaz de guiarlos hasta el paso de las montañas. Auric era quel’dorei que había crecido en Quel’danil y, al oír la solicitud del mago que depositaba su confianza en él, quiso mostrarse seguro ante el resto de sus compañeros. Fue así que el joven aceptó guiarlos y el resto le siguió rumbo a la salida del poblado. El camino les aguardaba con la promesa de compartir con ellos largas horas de monotonía y los elfos no parecían dispuestos a perder segundo algunos, por lo que se lanzaron hacia él y emprendieron el viaje sin demorarse en hablar con la gente del pueblo. Cuando ya se había alejado un par de leguas y el sol ya se elevaba en el firmamento, oyeron que algo se acercaba por el camino. Feldrendil y Klamendor enseguida advirtieron el reflejo de armaduras metálicas a la lejanía y todos acordaron ocultarse por si se trataba de algún posible enemigo. Ya ocultos desde los arbustos que crecían a los lados del camino, pudieron ver un pequeño contingente de soldados humanos que marchaban rumbo a costasur. En las armaduras eran evidentes los golpes y las manchas de sangre, por lo que asumieron que más de uno estaba herido. Aunque Odriel por un instante pensó en salirles al encuentro para consultarles sobre el estado del camino que les aguardaba, creyó que aparecer por sorpresa podría alertarlos. No fue sino hasta que se alejaron por completo que los elfos salieron de su escondite y reanudaron la marcha. De haber hablado con los soldados o la gente del pueblo hubieran tomado conciencia del estado de la zona, pero las oportunidades solo se dan una vez y los elfos no supieron aprovecharlas. Auric continuó guiándoles y para cuando se percataron que el rumbo tomado les llevaba a zona renegada era demasiado tarde. Unas risas comenzaron a oirse a sus alrededores y para cuando quisieron darse cuenta estaban rodeados por una patrulla de no-muertos. A pesar de las burlas renegadas proferidas al encontrarlos perdidos en aquella zona, no estaban mucho más abiertos al diálogo y el combate fue inevitable. Al no encontrar un hueco por el que pudiesen huir, Klamendor, Feldrendil, Astrea, Auric y Odriel formaron un círculo cubriéndose las espaldas mutuamente. Al principio los golpes de ambos magos y el joven arquero les dieron una leve ventaja sobre los guerreros con espadas renegados, pero la respuesta también fue dura por parte del brujo que los dirigía y uno de los arqueros. Para cuando entablaron la lucha cuerpo a cuerpo, Astrea ya había sido herida por una flecha, Auric había quedado imposibilitado de usar su arco y Klamendor se había paralizado ante la visión del rostro del no-muerto que se le aproximaba. El combate fue cruento y de no haber sido por el sacrificio de Astrea, Klamendor tal vez no hubiese sobrevivido. Al final todo quedó en calma y en el campo de batalla solo quedaban los cadáveres renegados y un grupo de elfos agotados y malheridos. La que peor estaba era Astrea, quien había recibido un profundo corte en una de sus piernas y apenas podía mantenerse en pie. Con las últimas fuerzas que les quedaban, Odriel y Auric ayudaron a la draenei a andar mientras que Feldrendil daba una mano a Kalmendor. Sin voltear la vista atrás y con el murmullo de las risas renegadas zumbando en sus oídos, abandonaron la zona, regresando hacia el este donde finalmente se verían obligados a buscar un sitio donde hacer un alto y montar un campamento improvisado para tratar sus heridas.
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