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  1. 2 points
    La Muerte que cabalga Nombres de pesadilla. Figuras de leyenda. Poderes cuasi infinitos, si los relatos son ciertos. Traidores absolutos unos, campeones caídos otros. A lo largo y ancho del Imperio y los reinos enanos se susurran sus nombres,o más bien sus títulos, pues pronunciar sus apelativos se sabe que trae mala suerte. Al fin y al cabo, lo último que desea cualquier persona de bien es que su provincia sufra la furia de los mayores campeones de la ya derrotada Plaga. Aunque algunos murieron durante la Tercera Guerra, otros perduraron, y en la inmensa extensión corrupta del reino que antiguamente fue Lordaeron, estos campeones de los malditos hacen su hogar. Ejércitos enteros han sucumbido bajo sus hojas, y ni siquiera los mayores campeones del Alba Argenta o la Cruzada Escarlata pueden soñar con luchar y sobrevivir en un duelo contra esta clase de criaturas, siendo el único ejecutor de semejante proeza Tirion Vadín, el único vivo que se ha enfrentado a un Caballero de la Muerte en combate directo y ha sobrevivido para contarlo, usando la bendita Crematoria para acabar con el nombrado como Marduk Pozonegro "Señor de los Necrófagos", infamemente conocido por usar sus manadas de bestias no-muertas para cazar las poblaciones de aldeas enteras por puro divertimento. Aunque los Caballeros de los que se tiene constancia se cuentan con los dedos de las manos, y sus hazañas de maldad y crueldad llegan para llenar infinidad de tomos, no los hay más famosos que los grandes Señores de la Muerte: Los cuatro Caballeros de la Muerte más poderosos de las Tierras de la Peste. El Barón Osahendido Nacido como Aurius Rivendare, el Barón Osahendido es el segundo caballero de la muerte más conocido del mundo , solo por detrás del mismísimo Príncipe Traidor, el Vacío le consuma. Amo y señor de Stratholme, en vida amansó una inmensa fortuna gracias a tener bajo su control la segunda ciudad más importante y poblada de todo el Reino de Lordaeron. La familia Rivendare fue siempre conocida por su lealtad hacia la corona Menethil, y Lord Aurius no fue menos, luchando contra la Horda Orca en la segunda guerra, dirigiendo a sus reconocidos caballeros del Jabalí de Stratholme sin miedo o temor contra las inmensas huestes de los invasores. Se hizo gran amigo del Archimago del Kirin'Tor conocido como Kel'thuzad, cuando este pasó una década en Stratholme, instruyendo al sobrino del Barón en las artes arcanas. Sería esta amistad lo que acabaría haciendo que años antes de que se desatase la tercera guerra, Lord Rivendare bebiese del cáliz herético, jurando lealtad eterna al Rey Exánime como miembro de el Culto de los Malditos. Nadie sabe qué le fue prometido, o qué métodos persuasivos se usaron para convencer a uno de los vasallos más leales de la corona. Pero lo que todos conocen es que cuando Stratholme fue purgada, Aurius Rivendare no se encontraba en ella. Fue tras que el Príncipe Traidor regresase del continente del norte ,trayendo muerte y destrucción a los Claros de Tirisfal, destruyendo Ciudad Capital desde dentro, que la figura de Aurius Rivendare desapareció, dando paso al Barón Osahendido. Engalanado en una oscura armadura de acero oscuro, con las riendas del que se rumorea era su semental favorito en vida en la mano convertido ahora en bestia no-muerta, y un arma de acero corrupto que taja cuerpo y absorbe el alma, el Barón reapareció a las puertas de lo que antaño fue su ciudad, seguido de un séquito de cultistas y sus afamados Jinetes del Jabalí de Stratholme, todos ellos no-muertos, tan leales a su señor como lo eran en vida. Fue en Stratholme donde el Barón Osahendido alzó su fortaleza de maldad, los que antaño eran sus vasallos, levantados en legiones incontables que desataron muerte por las tierras de Lordaeron. Pero como el resto de la Plaga, el Barón fue sorprendido en la batalla del Lago Lordamere cuando la mitad de las tropas de la Plaga se volvieron contra la otra mitad. A diferencia de muchos otros, él se mantuvo leal al Rey Exánime, luchando para abrirse camino junto a sus Jinetes y poder huir de la masacre que se desató. Mientras el Barón se lamía las heridas en Stratholme, no le sorprendió ver como los estandartes escarlatas rodeaban su territorio tras meses de lucha para ganar cada palmo de los infectos bosques que ahora rodeaban sus dominios. Osahendido se aseguró de que la Cruzada Escarlata pagase con ríos de sangre cada adoquín de su ciudad que capturasen, y aun a día de hoy, tras más de cinco años, permanece al mando de sus tropas, bajo asedio constante de los Cruzados. Los campeones de la Cruzada que intentaron enfrentarse a él en los primeros meses de batalla se cuentan a docenas. Ninguno de ellos logró vivir para ver otro día, varios de ellos alzados en la servidumbre por las artes corruptas de la hoja que blande Osahendido, Terror de la Luz. El Alto Cruzado Saidan Dathrohan se ha propuesto como objetivo vital el llevar ante la justicia a semejante e infame traidor, y conquistar de una vez Stratholme para la Luz, la Humanidad y la Cruzada Escarlata. Pero mientras Osahendido se mantenga al frente de sus defensas, el veterano paladín tiene claro que tal tarea es prácticamente imposible. Salanar el Jinete Poco se conoce del Caballero de la Muerte conocido como Salanar el Jinete, pues siempre que se le ha visto, este marcha encapuchado con un tocado arcaico, propio de las gentes de las montañas de Alterac. Huraño por naturaleza, Salanar el Jinete jamás fue un gran general o comandante de la Plaga, ni siquiera uno de sus mayores campeones. La figura envuelta en oscuros y rojizos ropajes de Salanar el Jinete se convirtió en símbolo de la llegada de las legiones de la Plaga durante la tercera guerra. Batallones enteros huían ante la visión de El Jinete sobre una colina, pues él solo traía muerte. Fue esta falta de disposición a entablar combate contra los elegidos de la Luz lo que llevó a que en en el cuarto mes de la Tercera Guerra, una compañía de seis Justicares de la Mano de Plata, al mando del Lord Paladín Galvar Purasangre, marchase sobre destreros de guerra para buscar a Salanar y acabar con su no-vida, buscando una victoria moral para las mermadas fuerzas de Lordaeron. Ninguno de ellos regresó con vida, pero la próxima vez que Salanar apareció, lo hizo acompañado de seis destreros esqueléticos sin jinete. Fue desde entonces que pasó a conocersele como el Jinete, y desde la Tercera Guerra, los corceles esqueléticos que le siguen no han parado de crecer en número, contándose ya a decenas. Uno por cada campeón que osó retarle. Fueron los Renegados los últimos en infravalorarle, cuando en el primer intento del Nuevo Orden por avanzar hacia Andorhal , por las Tierras de la Peste del Oeste,en el año 28, la cuarta compañía de Jinetes del Terror, ciento cincuenta jinetes renegados veteranos, se cruzó con Salanar el Jinete en su camino. Declarando carga contra la solitaria figura, bastó que El Jinete alzase una mano para que todos los no-muertos libres cayesen al suelo, catapultados desde sus monturas, las cuales se detuvieron en seco. Ningún renegado llegó a saber que estaba pasando, pues con obediencia absoluta sus corceles se volvieron contra sus jinetes, aplastándolos entre sus pezuñas con violencia. Tras ese desastre, los Renegados detuvieron su avance, fortificando la frontera este de Tirisfal, volviéndose conscientes más que nunca de que tal vez ellos eran inmunes al control de su Creador, pero no por ello habían de infravalorar a sus tenientes. Lady Blaumeux Nacida como Lady Johanne Blaumeux, hija de Lord Charleman Blaumeux, Barón de Cardêne, una villa amurallada situada al Oeste del Lago Mereldar, en la región central de las provincias del Este de Lordaeron. Cardêne era famoso por las inmensas plantaciones de viñedos que rodeaban la humilde villa amurallada, conocidas en todo Lordaeron y más allá por el exquisito vino que generaban. Esto hizo que el Barón Blaumeux fuese mucho más rico que otros nobles cohetáneos, dinero que invirtió en darle a su hija Johanne toda clase de lujos. Johanne lo tuvo todo para crecer como una de muchas nobles, malcriada, ajena a todo lo que pasaba más allá de los muros de su hacienda. Pero a diferencia de muchos otros, ella siempre vivió angustiada por la pobreza y sufrimiento que veía fermentar y proliferar en las provincias del Norte de Lordaeron. Pese a que en su juventud desconocía las causas reales de toda esta pobreza, la hizo convencerse de que debería hacer algo, y por eso a sus quince años, en una noche de lluvia ligera, escapó de la hacienda de su padre para ingresar en la Orden de las Hermanas de Santa Ubherta de Arathi. Acogiéndose a la autoridad de la Abadesa para evitar que su padre la reclamase de vuelta a su casa, la ahora novicia Johanne Blaumeux no tardó en destacar por su gran conexión con la Luz y su increíble empatía por los más desamparados. En apenas una década ya era conocida por las provincias del Norte de Lordaeron como una experta sanadora que usaba sus dones para entrar en las aldeas y barriadas más pobres y curar al enfermo y al herido, llevando la esperanza y bondad de la Luz a zonas donde agentes más oscuros proliferaban fuera de la vista de todos. Sobreviviendo a tres intentos distintos de asesinato, que se achacaron a rivales políticos de su padre, acabó fundando el Hospital de las Hijas de Mereldar en Cardêne, su pueblo natal, con ayuda económica de su padre. Fue ante los muros de piedra del gran edificio de roca, interponiéndose ante más de trescientos enfermos y quinientos refugiados, que Lady Blaumeux fue asesinada por las legiones de la Plaga que avanzaron desde el Norte, consumiendolo todo como un enjambre de langostas. La que llegó a ser conocida como "La de Manos Puras", no tardó en reaparecer en un atavío mucho más siniestro al frente de las legiones de la Plaga. La que antaño usó sus manos para sanar, blandía ahora poderes oscuros que arrancaban las almas de los pechos de sus enemigos con meros gestos de sus dedos. Fue por Lady Blaumeux que sucumbió Andorhal, cuando tras haber sido re-fortificada después de que el Príncipe Arthas expulsase a la primera presencia del Azote de ella, la ahora Caballero de la Muerte usó sus artes oscuras para matar y alzar al instante desde su corcel a más de dos docenas de guardianes que controlaban el gran portón desde lo alto de los muros, abriendo estos el paso a las tropas de la Plaga. Desde la derrota del Azote, Lady Blaumeux ha regresado a Cardêne, las inmensas hectáreas de viñedos que la rodeaban siendo substituidas por campos resecos donde miles de zombies permanecen a la espera de las órdenes de su ama y señora. La siniestra Caballero de la Muerte reclama como propias todas las tierras centrales de las provincias del Este de Lordaeron, desde los Bosques de la Plaga al Norte, con la Capilla de la Esperanza de la Luz al Este, y el Cruce de Corin al sur delimitando lo que considera suyo por derecho. Y todos en las Tierras de la Peste saben que Lady Blaumeux es paciente, pero su piedad fue consumida por las magias oscuras que la alzaron hace tantos años, dejando tras de sí solo una inteligencia maquiavélica que disfruta jugando con las falsas esperanzas de los guerreros de la Luz que buscan reconquistar sus tierras. Sir Zeliek el Justo Sir Zeliek era uno de los caballeros más piadosos de la corte del Rey Therenas. Mientras que otros pasaban sus tiempo luchando en torneos, entrenándose y marchando a las provincias más alejadas a cazar trols y otras bestias, Sir Zeliek invertía su tiempo en estudiar y analizar los tomos sacros junto a cardenales y diáconos de la Iglesia. Aunque le fue ofrecida varias veces la oportunidad de tomar los hábitos, Sir Zeliek de Brasvury era tan devoto como leal, y en su lecho de muerte había prometido a su padre que seguiría la tradición de caballería familiar, cosa que pensaba cumplir. Cuando la Orden de la Mano de Plata fue creada, a nadie le sorprendió que Sir Zeliek estuviese entre los veinte paladines que siguieron a la creación de la órden, tras los Cinco Primeros Caballeros. Rápidamente destacó por su gran conexión de la Luz, dominando en meses lo que otros tardaban años en controlar. Fue por la luz de Sir Zeliek que San Uther el Iluminado, Primero de los Paladines, sobrevivió a las horribles heridas causadas por un señor de la guerra trol en la batalla del Paso Rocarrigida en Stromgarde, y fue por su espada que se acabó con Picogarja, un temible grifo salvaje que poseído por una furia asesina (originada de una herida infectada causada por cazadores furtivos) llevaba meses aterrorizando a las aldeas al sur de Andorhal. Toda esta piedad y habilidad, sin embargo, no sirvió de nada cuando el Príncipe Traidor y sus legiones llegaron a Ciudad Capital. Sir Zeliek, se encontraba allí para recibirlo, como muchos otros. Se quedó atrás, para ayudar en la evacuación de cuantos civiles pudiese, ocupando el sitio que Sir Gavinrad el Terrible se había ofrecido a cumplir sin dudar. Cuando Sir Zeliek reapareció en los primeros compases de la Guerra por Lordaeron, fue un golpe moral inmenso tanto para sus compañeros de la Mano de Plata como para las gentes y defensores del Reino que se reorganizaban tras el ataque sorpresa del que había sido su príncipe. Lo peor de todo no fue ver al que antaño blandía la Luz con tanta maestría convertido en un Caballero de la Muerte, un campeón de la no-muerte, si no el hecho de que este pareciese atrapado dentro de una prisión que ahora era su cuerpo. Llamaba a sus antiguos aliados, instándoles a huir, antes de degollarlos sin ápice de duda cuando estos intentaban poner fin a su sufrimiento. Desde la derrota de la Plaga en la Batalla del Lago Lordamere, Sir Zeliek ha vagado en solitario por las tierras infestas de Lordaeron, acabando con la vida de docenas de soldados, campeones, sacerdotes y viajeros, instándoles siempre a huir antes de cargar contra ellos sin mostrar piedad alguna. Algunos dicen que fue por su gran conexión con la Luz que su alma permaneció incorrupta, su cuerpo esclavizado a la magia oscura que lo alzó. Otros muchos, desdeñando tales palabras, pues eso no seria si no una horrible maldición, afirman que no es esto sino un truco de la Plaga para desmoralizar a los que van a luchar contra Sir Zeliek, aprovechando el no-muerto los momentos de duda que suelen surgir entre los golpes de su enemigo. Sea como sea, la visión de un jinete blanco en los caminos de las Tierras de la Peste no significa si no muerte, y Sir Zeliek, "La Parca Blanca", es una figura que entre susurros se insta a que todo viajero, peregrino, e incluso batallones y tropas militares, evite, si es que tienen aprecio alguno por su vida.
  2. 1 point
    La primera de las cartas venía acompañada o mejor dicho, era llevada por una niña: De unos casi doce años, baja, de un rubio oscuro y ojos grandes verdes. También tenia una expresión de molestia suprema al haber tenido que acompañar a un criajo llamado Fergus, desde Stromgarde hasta Ventormenta, por mar... Pero al menos no estaba sola y un viejo hombre de fe los había acompañado hasta la casa de la niña, en Elwynn. Cuando la niña se fue al norte con su padre, esperaba volver junto a él, o al menos vivir aventuras dignas de ser recordadas... pero lo que se encontró fue un "hermano" y otro viaje en barco. Al menos ahora estaba en casa y esperaba no tener que soportar más al niño, pues ella sabía que no lo haría, pues había leído la carta, que le entregaría a su madre adoptiva. Antes que nada: El niño no es mio, es de un viejo amigo y una buena mujer que ahora yace en el seno de la Luz. Las cosas se han complicado en Stromgarde y dejaremos la ciudad en una semana, rumbo a de nuevo a Costasur. No es lugar para nuestra hija y de éste chico de nombre Fergus, pues Costasur fue su hogar y no quiero que reviva malos recuerdos. Te seré breve para que entiendas por qué envió a este joven con nuestra hija y por qué debes hacer lo que te voy a pedir. Su madre falleció antes de que yo llegara al norte, Santiago me dio la noticia y trajo al joven consigo No sé si recordarás al joven de cuando fuiste a Costasur con nosotros, o si el recuerdo de la madre de nombre Liliam te suena... pero a mi si y me pesa su recuerdo, me pesa la amistad que tuve con su padre. Por todo esto es que tomé al hijo como mio y junto a Lylia lo mantuve a mi vera. No te pido que seas su madre, no te pido que le des el mismo amor que le das a Lylia, no te pido más de lo que ya has dado. Lo único que te pido es que internes al niño en la abadía de Elwynn, en la de Villanorte o en la que te sea posible. Este niño Fergus, hijo de Tiagus Rollers, cuyo nombre no sonara ni volverá a ser pronunciado, dejando a "Fergus Faler" como su nombre actual y por el cual le daré y se le dará a conocer. El niño necesita disciplina, necesita un objetivo, necesita olvidar su pasado. Perdió a su madre, su padre les abandonó y su hermano mayor desconozco su paradero. La Luz le indicará el camino. Es la única manera de curarle y labrarle un porvenir. La Luz le dará lo que yo no puedo darle. De Lylia no hay mucho que contar. Debe seguir decepcionada por su vuelta a casa, pero mejor ahí que en una zona tan peligrosa como la que nos encontramos, la campaña no es para alguien tan joven. Cuando tenga la suficiente edad, será otra cosa. Por ahora, que siga estudiando contigo, cuidando de la tienda de caza y todo lo que pueda. Ella es nuestra hija, nuestro legado. Ese legado debe perdurar y debe ser cuidado, aunque yo hasta ahora no haya sabido hacer nada de eso. No había ningún final especial, ningún "Te quiero" ni "Siempre tuyo". Nada. Acaba así, no había mensaje oculto ni mágico ni tras la hoja. Quizá había un motivo, quizá Elegost se le acabó la tinta... Alay ya sabía como era el Montaraz, cuando le daba por ser romántico no tenia límites, pero cuando se ponía dramático y estoico, lo era hasta el arco. @Rupphire
  3. 1 point
    Adiestramiento Montaraz de grado Principiante: Nivel 1 Pupilo 02: Audrey Lee El sol había asomado hacía ya un par de horas, comenzando su rutina de iluminación sobre los reinos del este. Varias cajas se apilaban a un lado resguardadas bajo un par de lonas sujetadas con palos, pero su cantidad era notablemente menos que el primer día. La comida se estaba agotando. Era una situación delicada, que requería ser manejada con tacto sin atemorizar a los voluntarios en el campamento. Así que Santiago decidió gritarle a Elegost que se estaba agotando la comida. Y como eso no funcionó, Santiago se encaminó al puesto de vigilancia montaraz de Elegost junto a Pecas. Y entonces, bloqueándole la vista al mar, se lo volvió a repetir. Quedaba poca comida. Por supuesto, Elegost ante esa situación poco pudo hacer ya para ignorar a Santiago. Con pesadez se dirigió a su rincón de pieles al que llamaba "tienda", y se cambió colocándose ropa adecuada para el bosque junto con su arco Artamir. Elegost entonces decidió que saldrían de caza para traer algo por el momento, y que de paso llevarían a Audrey al bosque para enseñarle a hacerlo. Santiago decidió prestar su arco a la muchacha para la ocasión, pues él podría arreglárselas para obtener algo de comida por otros métodos y era una buena ocasión para que Elegost le diese un par de lecciones de arquería. Lentamente se dirigieron a la salida de la ciudad, en donde tomaron el camino que salía de Costasur y poco más adelante, se adentraron al bosque por la derecha del camino. Antes de avanzar más, Elegost hizo que Santiago y Audrey se revolcaran un poco por tierra y césped para quitarse el olor a civilización. Los dos primeros lo hicieron con bastante naturalidad, claramente habiéndolo hecho varias veces antes. La muchacha, por otro lado, apenas logró hacer un trabajo decente, y ahora se encontraba sucia por algo que solo le había salido medio bien. Cuando el montaraz del norte dio la señal, el grupo siguió avanzando. Por un buen tramo Elegost y Santiago lideraron la marcha, buscando rastros. Al comienzo rastros fríos, pero finalmente dieron con algo. Sin embargo, dejaron lugar a Pecas para ver si podría darse cuenta por ella misma. Dubitativa y sin saber exactamente qué buscaba, la muchacha acabó encontrando las marcas en el árbol de las astas de un ciervo. Con algo más de esfuerzo, Pecas pudo incluso ver algunas ramas rotas y más marcas en un árbol más lejos hacia el norte. Habiendo encontrado Elegost heces del animal ya frías (pero no endurecidas aún) y estando tan temprano en la mañana, hizo la suposición de que el animal habría pasado allí la noche, lo cual parecía tener cierto sentido. El grupo siguió avanzando al norte hasta las marcas que la chica había logrado avistar. Allí se dividieron, buscando cada uno rastros en distintos sitios de la zona. Aunque Audrey intentó duramente, lo cierto es que más allá de las marcas en el árbol que pudo ver desde lejos fue incapaz de encontrar la continuación del rastro del animal, si había alguno. Elegost sin embargo tuvo más suerte, y en un terreno algo más elevado que el que se encontraba Pecas logró encontrar más heces, pero esta vez aún ligeramente tibias, y logró retomar el rastro hacia el este. Los tres cazadores avanzaron otro buen tramo, antes de que Elegost se detuviese para avisar de que se adelantaría. Quedando Santiago y Pecas atrás, el joven montaraz arcano lo consideró una buena oportunidad para enseñarle un par de trucos a la joven. Al comienzo se limitaron a recoger algunas ramas del sitio, pero luego Santiago se hizo cargo de esa tarea para dejar a Pecas buscar algún arbusto con bayas cercano. Como la muchacha no sabía identificar qué bayas eran malas, decidieron que si encontraba llamaría a Santiago para que lo hiciera. Así, mientras Santiago recogía ramas y conseguía fibra para improvisar algo similar a una cuerda, Pecas se dedicó a buscar arbustos con bayas. Y en un comienzo, lo logró. Detrás de dos arbustos y bien escondido encontró un tercer arbusto lleno de unas bayas bastante gordas y apetitosas, que llamaban a la hambrienta novicia a comer. Sin embargo, ésta acabó tomando la decisión más sabia y llamó a Santiago para que pudiera decirle si eran comestibles. Tras inspeccionarlas un momento, el cabo tuvo que informarle para desgracia de la muchacha hambrienta que eran, de hecho, una clase de bayas que causaban estreñimiento... Quedando descartadas del menú. Sin embargo eso no fue obstáculo para la joven terca, que continuó su búsqueda de bayas. Tras otro largo rato, volvió a llamar a Santiago esta vez rebosante de felicidad y alegría. Lo tomó y jaló de su mano llevándole a la fuente de su felicidad: No uno, no dos, si no tres arbustos de bayas uno al lado del otro había encontrado. Y para mayor fortuna, Santiago pudo afirmar que se trataban de bayas totalmente comestibles. Sin dudarlo mucho comenzaron a llenar sus bolsas y mochilas con bayas, y aprovecharon a saciar su apetito hasta que a los pobres arbustos poco más que hojas y ramas les quedó. Volviendo a la trampa, Santiago le explicó a Audrey su funcionamiento en detalle, y le mostró paso a paso como montarla. Se trataba de algo diminuto para encerrar liebres, conejos, ardillas o incluso ratas; cualquier alimaña del tamaño adecuado. No era una trampa capaz de matar en sí misma, pero podía encerrar algo dentro que se pudiese comer y eso era lo más importante. Sin embargo, Santiago deshizo la trampa cuando acabó de explicarle para incredulidad de la muchacha. A fin de cuentas, no se quedarían allí el tiempo necesario para atrapar algo, tampoco volverían tan adentrados al bosque... Y dejar la trampa puesta solo sería condenar a alguna alimaña del bosque a morir encerrada por ningún motivo particular. Finalmente, como Elegost no volvía de su caza, Santiago decidió explicarle a la joven como volver a Costasur, y aunque con algo de ayuda dejó que esta se diese cuenta por sí misma que, en realidad, volver a la ciudad era bastante simple en donde se encontraban. Se habían alejado hacia el norte por el camino de Costasur, y luego habían avanzado por la derecha del camino hacia el bosque; o sea, se adentraron al este del mismo. Además sabían que Costasur era una ciudad costera, y que la costa se encontraba al sur. Lo que finalmente dejaba dos opciones: por un lado podían avanzar por el bosque en dirección sur hasta alcanzar la costa, y luego avanzar hacia el oeste por la costa hasta alcanzar la ciudad. O, como también sabían que no habían cruzado el camino principal que dividía norte y sur de Trabalomas, y que por ende se encontraban en la zona sur, podían dirigirse al oeste hasta dar con el camino principal de Costasur, y luego avanzar al sur por el mismo hasta dar con la ciudad. Pecas decidió, sabiamente, que la opción más segura era alcanzar primero el camino, y tras explicarle a pecas como obtener la dirección del este durante el día, y con este el norte y el sur, se pusieron rumbo al oeste. Ambos dieron con el camino, y comenzaron su marcha al sur para volver a la ciudad, con las bolsas y mochilas cargadas de bayas. No era mucho, pero al menos sería un suplemento a lo que sea que Elegost acabase trayendo de su caza... Si traía algo. ------------------------------------------------------------ Mientras tanto... El montaraz del norte continuó avanzando al este, alejándose más y más de donde se había separado de Santiago y Audrey. No tardó en oírlo. Aunque el sonido se encontraba increíblemente lejos y era bastante difícil de oír, el experimentado oído de Elegost logró captarlo, y con su conocimiento sobre fauna descifró el sonido. Había localizado a su ciervo, pues eran sonidos de apareamiento. Raudo y veloz comenzó a avanzar en dirección al sonido, hasta que un largo tramo más adelante logró dar con su presa. Con una increíble demostración de habilidad (Que desafortunadamente nadie más que los árboles verían ese día), Elegost logró avanzar y esconderse cerca de los ciervos, hasta estar escondido a apenas un par de metros sin ser detectado, más de lo que varios cazadores podrían jactarse jamás. El montaraz esperó pacientemente. El animal se encontraba procreando, y la vida era algo que sin duda apreciaba, por lo que dejó que el animal acabara. Y cuando al fin estuvo a solas con su presa de nuevo, cargo una flecha. Por desgracia no se había tratado del mejor disparo del montaraz, que apenas rozó al animal lo suficiente para generarle un pequeño tajo a un lado. El animal, naturalmente, se dio a la huida con una velocidad increíble. Sin embargo Elegost había logrado acercarse bastante al animal antes, por lo que este no llegó a alejarse demasiado antes de que otra flecha volase hasta él, esta vez enterrándose en el muslo y dificultándole el seguir corriendo. Sin embargo ese era su instinto, y rápidamente el animal continuó su huida del cazador, que ni lento ni perezoso comenzó a correr detrás del animal. La carrera era algo muy reñido entre Elegost. A pesar de tratarse de un animal herido, un ciervo incluso en ese estado era bastante veloz, y si el montaraz no hubiese estado en tan buen estado físico el animal seguramente habría logrado escaparse a los pocos segundos de persecución. Pero no fue el caso, y el entrenado cazador mantuvo la marcha corriendo detrás una distancia digna de maratón, e incluso logrando recortar una pequeña distancia de tramo en tramo, que aprovechaba para detenerse y disparar antes de seguir corriendo para no perderle de vista. Una flecha más fue todo lo que el montaraz logró dar al ciervo, que se resistía rotundamente a morir. Llegado a un punto, Elegost decidió que no valía la pena seguir corriendo, y se detuvo a retomar el aliento. Y durante varios minutos, eso fue todo lo que hizo: Retomar el aliento. En frente suyo se escurría un rastro de sangre que el animal herido por varias flechas había dejado. Comenzó a seguir el evidente rastro de sangre a un paso lento, andando por el bosque. La caminata fue algo larga, pero acabó dando con el animal muerto a la distancia por las heridas y la pérdida de sangre. La hembra que el ciervo había preñado hace apenas un rato se encontraba allí, pero Elegost decidió simplemente espantarla, pues ante todo era un cazador con principios. Finalmente alcanzando su presa, el montaraz se desplomó sobre el suelo y apoyó la espalda sobre el animal ensangrentado. Cerró los ojos un momento cansado... Y antes de que pudiese darse cuenta, había quedado dormido en medio del bosque usando un animal muerto como almohada. // Rol de una noche (Aunque on-rol era de mañana temprano) Master: @SwordsMaster Participantes y habilidades usadas: @Blues como Audrey "Pecas" Lee: Supervivencia - Buscar - Rastrear - Trampas - Fauna @SwordsMaster como Santiago de Sveri: Supervivencia - Trampas - Sanación/Hierbas - Fauna @Stannis the Mannis como Elegost Friederich Faler Faleri von Falveri: Atletismo - Arco Largo - Supervivencia - Rastrear - Buscar - Fauna - Sigilo
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