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Curly

Yáriel Itheya SS

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Descripción física:

Altura 1,59 cm, Peso 46 Kg. Sin'dorei de apariencia joven, cabello rojizo largo y liso, ojos rasgados, nariz pequeña y labios finos junto a una cara afilada deja entrever una complexión delgada. Su cuerpo sin ser exuberante tiene ligeras curvas, Musculatura fibrada por el ritmo de vida. Su pose es firme y sus movimientos fluidos y ágiles. En la imagen inferior se muestra sus gesticulaciones y físico (sin los añadidos).

Spoiler

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Descripción psíquica:

Hiperactiva y traviesa, si algo no llama su atención suele mostrarse descaradamente indiferente ya sea en una situación relajada o de estrés, y solamente pierde dicha actitud en situaciones extremas donde se quiebra la cordura. Vividora, suele hacer lo que le apetece aunque a veces roce la inconsciencia. De carácter sencillo, su capacidad de adaptación le permite moverse con soltura en bosques y ciudad. Sensible a su entorno, empatiza con los seres que la rodean. Pese a su actitud dispersa ama a su raza y a la Horda.

 

 

Historia

 

Haciendo amigos

 

Situada de pie en el centro de la sala, contaba una a una las horas que transcurrían a medida que el rayo de sol anaranjado que se filtraba por la ventaba iba iluminando progresivamente distintas partes del hogar mientras el cielo tomaba aquel cariz anaranjado. Para entonces se hallaba sola y siendo continuamente ostigada por el aburrimiento mientras esperaba el regreso de sus progenitores.  La pobre escoba encantada que había dejado su madre en casa realizaba con torpeza su función mientras era víctima de las continuas patadas propiciadas por la aburrida Sin’dorei.

 

A sus 40 años (10 humanos) ya estaba acostumbrada a cierta desatención paterna a causa de los cargos que aparentemente ostentaban sus progenitores, deberes que los mantenían bastante ocupados y alejados de casa durante el periodo diurno. La joven se movía inquieta mientras persistía en la labor de entorpecer el trabajo de la escoba encantada, la cual aliviada pudo reprender su movimiento programado en el instante que la sin’dorei prestó toda su atención al reflejo que captó a su diestra. A través de la ventana atisbó un brillante destello proveniente de cierto extraño objeto que portaba un aldeano el cual caminaba por el sendero próximo a la vivienda. Absorta observaba a través de la ventana cuando repentinamente un agudo dolor le empezó a escalar por la pierna zurda en el instante que, en una de esas pasadas, la escoba asestó un golpe seco en el tobillo de la joven, hecho que la hizo caer al suelo sollozando mientras se apretaba con las manos la pierna afectada.

  • ¡Maldita…! —Exclamó mientras se le humedecían los ojos—, ¡Te vas a enterar!

 

La escoba se zarandeaba en su rutina realizando el baile de la victoria mientras azotaba continuamente el costado de la adolorida sin’dorei. Sin pensarlo, con la pierna aún adormecida y sedienta de venganza, saltó sobre el palo de madera de aquella escoba. Lo cierto es que Yáriel esperaba más resistencia por parte de su agresora, pero en el instante que la embistió ésta cayó a lo largo quedando extendida e inerte en el suelo, con la pequeña elfa de rodillas encima. Ella la puso de pie con esperanza de que retomara su labor, pero la escoba hizo caso omiso volviendo a caer.

  • Mamá se va a enfadar… —Murmuraba mientras se mordisqueaba el pulgar— ¿Y ahora qué hago?

 

Miró detenidamente el entorno que la rodeaba y a los pocos segundos se le dibujó una sonrisillaa maliciosa. Acercó el palo de la herramienta de limpieza a un extremo de la habitación y lo rodeó dándole unas vueltas con la cortina.

  • Así creerá que se enredó solita y… —pensaba mientras miraba la escena no muy convencida—… Por si acaso, será mejor salir de aquí, iré al puente a esperar a papá, sí.


Yáriel salió de casa caminando con una ligera cojera en la pierna derecha. Mientras avanzaba por el sendero, observó como el ocaso había oscurecido el cielo y el plateado claro de luna resplandecía los bosques y el valle de las montañas del oeste de Quel’thalas los cuales tantas veces había transitado. Al bordear el último hogar de la avenida los ojos se le fueron instintivamente a un brillo que le resultaba familiar el cual le hizo recordar la ligera cojera que aún resistía a disiparse. Con una ansiedad que la invadía por descubrir de qué se trataba, la pequeña se acercó con tal sigilo que podía pasar inadvertida entre la mayoría de los gatos que poblaban la aldea, acercándose al hogar aparentemente vacío que estaba al lado de su objetivo.

  • Esa cosa brillante trata de decirme algo… los faros brillan para señalizar, pero son muy grandes para ser cogidos, esa cosa es pequeña y brilla así que quiere que la coja, está claro, es de sentido común —se dijo a sí misma.

 

Tras el razonamiento se le dibujó una sonrisa de oreja a oreja y agachada fue lentamente rodeando el hogar hasta que en sus pies vio el brillo que tanto llamaba su atención. Extendió el brazo agarrando el objeto y lo acercó para examinarlo mejor.

  • ¿Qué es esto…? —Se preguntaba a si misma mientras observaba la gema engarzada que tenía el lateral del extremo superior.

 

Con la mano izquierda estiró de la base del objeto y notó como cedía una funda negra de cuero, observó con el verdor radiantes de sus ojos completamente abiertos como se descubría una hoja plateada que la luna dotaba de un brillo espectral, haz que reflejó en el suelo la sombra de alguien sentado con la espalda apoyada en la pared y vestido con ropajes negros. La sorpresa hizo que Yáriel diera un ligero quejido de sorpresa. Rápidamente elevó la mano tapándose la boca pero supo que era demasiado tarde para pasar inadvertida, y sin pensarlo rodeó a toda prisa el hogar apoyando la espalda en la pared de la fachada opuesta tratando de pasar inadvertida. Se le cortó la respiración al divisar como la sombra negra corría con una presteza realmente acentuada, por suerte la dirección que tomó la alejaba de ella.

La pequeña jadeaba con el pulso acelerado, normalmente era ella la que observaba sin ser advertida. Esperó un tiempo prudencial y al no percibir movimiento se giró poniéndose cara a la pared y se dejó caer sentándose con las piernas flexionadas en el suelo. Más tranquila, elevó el objeto que sostenía y examinó detalladamente la piedra rojiza que portaba en el extremo. Se sentía extraña al observar el rubí engarzado en la empuñadura de la daga, se percató que retenía un rojo intenso, como si tuviera vida. Yáriel examinó detenidamente el interior de la gema y extrañada se percató de dos pequeñas luces verdosas que se encendían en su interior, como si el rubí estuviera devolviéndole la mirada. Algo no iba bien, por unos instantes esas dos pequeñas luces que permanecían en el interior desaparecieron y volvieron, instante en que dejó de estar absorta y volver a la realidad. La intensidad de la brisa nocturna que acariciaba su espalda se detuvo, sus sentidos alertaron peligro y efectuó un movimiento veloz girando la cara contemplando horrorizada como una sombra estaba justo detrás de ella. Se dispuso a dar un paso para el lateral pero sintió la tela del vestido rasgarse cuando la mano de ese ser la sujeto de la parte del torso elevándola y la otra mano la posó sobre su boca para silenciarla mientras la aprisionaba contra la pared.

Asustada y sin poder pronunciar más que quejidos ahogados Yáriel observo como ese ser que la retenía portaba una capucha puesta que ocultaba su rostro bajo la penumbra, era negra al igual que todo su ropaje. La mano que la sujetaba de la pechera y la aprisionaba contra la pared le provocaba un ligero dolor, pero fue un dolor que olvidó cuando su captor bajó la mano que le cubría la boca y le arrebató la daga. En ningún momento la joven pudo verle la cara, lo que sí pudo apreciar fue un brillo debajo de la capucha que portaba. Yáriel extendió elevando el brazo izquierdo agarrando ese objeto oculto bajo la oscuridad de la capucha, hecho que provocó una reacción defensiva de ese ser que dio un salto para atrás causando que ella cayera con brusquedad al suelo lastimándose el trasero. La joven no pudo reprimir un quejido de dolor cerrando los ojos con fuerza y pasándose la mano derecha por la parte de atrás. Al abrir los ojos se encontró en su mano un tejido con una especie de protector de metal en el centro. Elevó la cara y lo primero que observó frente a ella fue una cabellera rubia recogida en una coleta, unas orejas puntiagudas y unos ojos azules que la miraban fijamente. Ese ser dejó su rostro descubierto cuando la capucha se le fue para atrás a causa del salto evasivo, y resultó que era un Quel’dorei de unos 110 años.

  • Pequeña ladrona —El elfo soltó una risa siseante, fijó la daga en el cinturón y dio unos pasos quedando frente a ella arrodillándose—. Tienes unas manos muy traviesas.
  • Esa cosa de tu cinturón… me devolvió la mirada, era como si me quisiera decir algo… —Pronunció consternada tras descender la mirada a la daga del elfo.

 

El elfo frunció el ceño sorprendido y quedó unos segundos pensativo.

  • Eres muy pequeña para jugar con dagas, pero conozco otro juego que seguro te va a gustar… —dijo mientras sus manos sujetaban a la elfita de las axilas incorporándola y se puso a examinar su silueta.
  • ¿Un juego? —Yáriel preguntó curiosa.
  • Así es, pero con esta ropa que llevas no podremos jugar —Con manos ágiles examinó el ligero vestido que portaba Yáriel ciñiéndolo momentáneamente en distintos puntos.
  • ¿Qué haces? —Preguntó sin comprender que se disponía a hacer, estando acorralada entre él y la pared.

 

El Quel’dorei se desabrochó el sobrehombros de tela negra con capucha que portaba y lo extendió por la espalda de ella hasta rodearla por delante, le arrebató de la mano el protector que antes llevaba en el rostro y la rodeó con dicha tela por la cintura atándola de forma que quedó ceñida, y por último le cubrió la cabeza con la capucha. El resultado fue un sobrehombros ceñido a la cintura que por su estatura le llegaba hasta las rodillas y una capucha que cubría su cabello rojizo así como su cara.

  • ¿Conoces el juego: Escapar del vermis de maná? Ese que gana el que coja la piedra más cercana a un vermis sin que se dé cuenta —le preguntó en tono contenido.
  • Pues claro, todo el mundo lo conoce. —Exclamó mientras se colocaba bien la capucha para poder verle.
  • Genial, pues vas a tener que coger la piedra que yo te diga sin que el vermis se dé cuenta.

 

Sin esperar réplica por parte de la pequeña, la rodeó abrazándola y se la llevó caminando por zonas boscosas que tras haber anochecido quedaron en penumbra. Llegaron a la parte trasera de una casa de grandes dimensiones que contaba con tres plantas de altura y puso a la elfita en su espalda.

  • Sujétate fuerte de mis hombros —Le susurró y al instante empezó a escalar con agilidad por la pared.

 

Yáriel observó como algunas ventanas tenían luces y al llegar al tercer piso se dio cuenta que habían llegado a un balcón. A diferencia de los otros dos pisos este nivel contaba únicamente con una habitación que ocupaba todo el nivel menos la parte del balcón. El elfo observó por el alto ventanuco de no más de medio metro el interior de la habitación, Yáriel se tomó la libertad de mirar a su entorno. Al ver la fuente en el lado frontal de la casa grande donde se encontraban adivinó que estaban en cierta posada ubicada no muy lejos del Sagrario del Oeste de Quel’Thalas, no especialmente lejos de su casa. Él desconocido se arrodilló delante de ella acercándose tanto que notó su respiración en la mejilla.

  • Empecemos el juego. —Susurró en el oído de su compañera.

 

Yáriel se percató de que el rostro del elfo estaba serio, tenía una mirada gélida y un escalofrío le recorrió por la espalda. Susurraba tan bajo que tenía que prestar toda la atención para poder seguir sus palabras.

  • Tienes que ser todo lo silenciosa que puedas para no despertar al Vermis que duerme en la cama, ¿entiendes? —La mira fijamente a los ojos.

 

El elfo se desabrocha la daga y la eleva poniendo la empuñadura delante de su rostro.

  • Verás sobre la mesa una gema como esta, tienes que cogerla sin hacer ningún ruido y traérmela, ¿entiendes las normas? —Tras la pregunta se quedó mirándola fijamente.
  • Tras echar un rápido vistazo a la daga Yáriel movió el rostro arriba y abajo mirándole con cautela y susurró— Si…
  • Bien, recuerda guardar silencio todo el rato. —El elfo finalizó la conversación de forma tajante.

 

Extendiendo los brazos tomándola de los costados elevándola y caminó hasta colocarse frente a la ventana. Allí gesticuló señalando la ubicación del vermis y la de la piedra. Intercambiaron una mirada y la aproximó al marco para que se sujetara y bajara lentamente por el interior de la habitación.

Algo confundida Yáriel se preguntaba cómo había llegado a esa situación, aunque a decir verdad el juego parecía bastante fácil y por algún motivo estimulaba placenteramente sus sentidos. La habitación estaba en penumbras, pero gracias al previo paseo por el oscuro bosque pudo acomodar su vista élfica a ambientes de poca luz y avanzar lentamente. Giró la cara al percatarse de que el Vermis estaba roncando y prosiguió avanzando. Se subió de rodillas sobre la silla bajo la atenta mirada de esas dos luces azules en la pequeña ventana y encontró sobre la mesa una daga prácticamente igual a la que había tenido en sus manos hace un rato, a excepción de que el rubí de ésta parecía muerto, no tenía ningún tipo de brillo, su interior era una sombra.

La elfita se bajó de la silla mostrándole la enfundada arma a su compañero de juegos y se percató de que la funda tenía una tira de cuero negro con una argolla de sujeción. Estiró de ésta sacándolo de la funda y depositó el arma sobre la mesa, dio unos pasos a la ventana portando la funda y Yáriel arqueó una ceja extrañada al ver a su compañero moverse como si le fuera a dar un ataque. Empezó a hacer gestos señalando su daga y luego a la mesa a lo cual la pequeña volvió a coger la daga y caminó hacia la ventana. Al llegar, levantó los brazos y sin esperar ni un instante el desconocido elfo tomó la daga enfundada. Yáriel aguardó mirando arriba, hacia la ventana, y veía a través de ella el cielo estrellado, pero su compañero de juegos ya no estaba allí. Se agitó algo nerviosa mientras examinaba la oscura habitación, volvió a mirar hacia la ventana y aliviada vio los brazos del elfo extenderse hacia ella, correspondió el gesto estirándose hacia estos y pudo salir al exterior.

Llevándola a su espalda el elfo no desperdició ni un segundo, se subió en el borde del balcón y con un ágil salto pasó a la rama del árbol que había crecido en la parte trasera de la taberna, y sujetándose al tronco se deslizó en dirección descendiente, seguidamente se alejó a paso ligero de la zona volviendo por la ruta que habían tomado previamente. Al llegar a la casa vacía cerca del final de la avenida bajó de su espalda a la pequeña y se arrodillo frente a ella, observó más detenidamente y con una sonrisa algo perturbadora la daga que había traído su amiga y seguidamente las fijó en el cinturón

  • ¿Gané? —Preguntó Yáriel divertida mientras gesticulaba una sonrisa excesivamente amplia.

 

Él la miró y no pudo reprimir una queda carcajada, cogió la tira de cuero con la argolla de sujeción que portaba la funda y rodeó el cuello de la pequeña abrochándoselo de manera ceñida, dejando la circunferencia de metal colgando por la parte delantera del cuello.

  • Lo hiciste muy muy bien, cumpliste mis expectativas, ¿te gustaría jugar más veces conmigo? —Le dijo mientras posaba la mano acariciándole la cabeza.
  • ¡Vale! —Dijo mientras cerraba los ojos y le dedicaba una sonrisa de oreja a oreja.
  • Ya nos veremos otro día —Le guiñó un ojo y le dio una palmadita por la parte de atrás para que regresara al camino por el que había venido Yáriel Itheya SS.

 

 

 


Inicio

 

Algunas décadas pasaron creciendo mientras mantenía aquel estilo de vida que finalizó de manera cruenta a causa de los estragos causados por el Azote cuando penetraron las fronteras del Alto Reino destruyendo todo con el rastro de muerte que dejaron a su paso, Los ahora llamados Sin'dorei cicatrizaban sus heridas mientras luchaban por erigir nuevamente lo que una vez fue su hogar. El precio a pagar fue realmente alto y nada volvió a ser lo mismo. De alguna manera la joven consiguió anteponerse a las adversidades, pero esa es una historia que ningún bardo ha podido escribir a causa de las heridas aún abiertas del Alto Reino.

Editado por Curly
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