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Psique

A primera sangre

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Aquellos grandes salones eran los dominios del indómito fénix que, con el vuelo alzado sobre campo azabache vigilaba como sus jóvenes crías hacían sus primeros esfuerzos por alzar su primer vuelo. Los adeptos acudían junto a sus maestros y parecía que la ceremonia empezaba en ese momento, pues aquel día no se trataban de aprender, si no de demostrar. El ambiente se imprimía por un aire de falsa quietud ante tal grado de ceremoniosidad. Rael comenzó a subir por las escaleras laterales hasta llegar a la grada tan pronto como pudo ver la figura de su mentor, aquel ave con el porte más regio que había visto en mucho tiempo. Su mirada siempre vigilante y siempre soberbia se posó sobre sus dos adeptos, que se encontraron al final de cada escalera. Sus miradas se cruzaron, entendiendo que a partir de ese momento las dificultades que pasarían en solitario como aprendices las pasarían juntos. Eran dos elfos muy distintos entre sí, dos polluelos de distinto manto y distintas facultades que aspiraban al mismo propósito.

 

- Iniciado Rael, este es tu nuevo hermano. El iniciado Feldraren Elladan.-Dijo Thalael con una mirada voraz escrita en su único ojo descubierto y después dirigió su mirada al arco del fondo. -El es Rael Asthros, un iniciado como tú.

 

Los magister también estaban en el templo aquel día. Algo los había llamado hasta allí. Se encaminaron hacia el salón inferior, descendiendo las escaleras, casi pudiendo percibir el pulso del corazón de la mismísima sede. Se había hablado de tanto durante tantos años, y podría jurar que debajo de las emanaciones de magia de los complejos hechizos de los magister, aún había un canto prófugo impreso en aquel lugar, donde la crueldad y la benevolencia danzaban cogidas de la mano. La luz del sol fue quedando atrás conforme avanzaban por el largo pasillo, quedando al amparo de las dispersas luces repartidas por todo el trayecto. Finalmente alcanzaron la puerta, custodiada por dos guardias ataviados en sus armaduras negras y rojas. Thalael avanzó decidido, no necesitaba presentación y fue entonces cuando comenzó a plantearse lo mucho o lo poco que sabía sobre su propio maestro. El danzar de las espadas golpeaban sus tímpanos, la celebración había empezado y muchos de ellos ya habían sacado a relucir sus capacidades. En el centro del círculo se alzaba una figura invicta y en segundo plano, los cuerpos de los iniciados derrotados estaban tendidos en el suelo, al borde de la extenuación. Es posible que uno de los Caballeros desee probar a su iniciado contra vosotros, como vereis, la competencia sana es algo que refuerza nuestros lazos de hermandad. Por eso voy a pediros que lo veais como lo que es; una competencia. No dejeis de pensar que estais siendo probados en todo momento. Alzó la mirada, contemplando aquellos que apostados en las almenas, tomaban nota y evaluaban hasta el último de los suspiros de los adeptos. Los sacerdotes se aventuraron a respaldar a los que habían caido, y comenzaron a tratarles en un lugar apartado tras la conclusión del combate. Esto va en serio, no es un combate con espadas de madera, es real.

Rael entornó los ojos pensativo mientras una de las figuras que había en torno al círculo, abriendo los brazos, dando la bienvenida a su maestro.

 

- Y veo que después de tanto tiempo por fín aceptas a dos nuevos Iniciados para seguirte los pasos. De verdad un movimiento curioso.

- El legado es una de las cosas que uno no puede dejar a un lado tan a la ligera.

 

Duyash le sonrió gélido. No necesitaba oir su nombre para reconocerle. En el ejército era un hito, un importante militar en las guerras pasadas cuyo nombre no brillaba por su paciencia, si no ensombrecido por la crueldad de sus acciones.

 

- En ese caso sentíos libre de hallar lugar en el círculo, estamos todos deseosos de proseguir con las prácticas.

 

Thalael les dedidó un último vistazo a ambos antes de descender por las escaleras.

 

- Es el momento.

 

Descendieron tras él, incorporándose a quienes reposaban entorno al círculo. La magistrix alzó la cabeza contemplando las nuevas incorporaciones. De su cuerpo emanaba una energía extraña y a su lado, un sacerdote tomaba nota de cada palabra y cada acción.

 

- ¿Por qué no nos muestras a todos lo que son capaces de hacer tus nuevos Iniciados?. Estoy segura de que están tan deseosos de ser probados como cualquier otro.

- Tan desprendida como siempre. Erembia. Acepto a cualquier caballero que desee probar a sus iniciados contra los míos.

 

El silencio embargó el lugar, como si el temor que despertase la idea de enfrentarse a Thalael se imprimiera también sobre sus adeptos, como si fueran sus armas o extensiones de sí mismo. Rael esperó en silencio, repasando a todos los que había allí dispuestos a mostrar su valía. De repente una voz rompió el silencio.

 

- Maestro Thalael, deseo probar a mis dos alumnos contra los tuyos.-Dijo el elfo que portaba consigo una espada prendida en fuego, inmune a él tanto como hacía vulnerables a sus enemigos. No le reconoció en un primer momento.

- Y yo acepto tu desafío.-Dijo Thalael pendenciero dibujando una sonrisa en su rostro.

 

Los aprendices se encaminaron al círculo ante la orden y se presentaron, desprovistos de títulos o de renombre. Sus nombres eran poco más que un número burocrático para determinarlos como individuos, al menos por el momento mientras continuasen siendo los bastardos de figuras cuya sombra se proyectaba sobre ellos. Finrod Sunstreader y Valanor Dawnblade eran los dos contrincantes respectivamente.

Tras aquello, la profunda voz de Duyash comenzó a enumerar las normas del encuentro.

 

- A quien teneis de frente es vuestro rival, derrotadle y vuestra prueba llegará a su fin. Si vuestro hermano cae, no importa el numero. Seguireis luchando hasta caer con el.-Hizo una breve pausa ante la siguiente norma, jugando con la expectativa.- Vuestro maestro se reserva el derecho de decidir que hacer con vuestros rivales derrotados para finalizar el combate.

 

El elfo contra quien se debía batir Rael era un joven de cabello plateado, cuerpo vagamente pulido y portador de una cimitarra. A simple vista, Rael resultaba mucho más indómito, alto, y portando una pesada lanza que podría hacer destrozos en el menudo cuerpo del elfo. Por otro lado, Feldraren se enfrentaría contra un elfo cuyo odio se desprendía del fulgor de sus cuencas mientras examinaba a su contrincante, ambos portaban una espada en la diestra.

 

Rael enarboló una floritura con la pesada lanza, como si en sus manos no pesase ni la mitad de lo que ocupaba. El viento silbó con los arcos y cuando concluyó, fue el primero en arrojarse contra su enemigo cuando el combate dio comienzo con una presuntuosa sonrisa.

 

Rael acabó pronto con su enemigo viéndose este incapaz de mitigar sus brutales arremetidas y extrabagantes arcos, superado en fuerza y destreza. Cuando tan solo le restaba la resistencia para soportar un último golpe, la cimitarra cayó con fuerza contra la rodilla de Rael, intentando desesperadamente hacer que perdiera el equilibrio. La herida ardía, pero la magia del círculo inscrita por los magister pronto mitigó aquello. Tomó su lanza con fuerza y la llevó hacia atrás, con ambas manos.

 

- No debiste acudir hoy.-Le dijo, con el rostro enfermo de esfuerzo y fatiga, describiendo un embate que sajó la cintura del elfo y lo hizo caer al suelo de manera estrepitosa. Feldraren continuaba en un duelo de resistencia contra su enemigo, sin flaquear. Su contrincante ni siquiera se giró para ver a su compañero.

- Derríbalo, iniciado mio. -Dijo tajante Thalael.

 

Rael apartó la cimitarra de una patada, dejándola lejos de su portador y posó su pesada bota sobre el pecho jadeante del elfo, quien apartó ligeramente la cabeza al sentir el gélido filo de la lanza posarse en su garganta. Rael no asistió en el combate a su compañero. Confiaba en su capacidad, por algún motivo. Se quedó en esa posición respetando el duelo personal, mirando al derrotado a los ojos, quien no paraba de parpadear, agotado, débil, sin poder devolverle la mirada.

Rael vio en él un recuerdo perdido en su memoria de si mismo, confinado en una vida en comuna junto a aquellos niños que no tenían más que la vaga esperanza de poder salir del recinto de la mano de alguien con el corazón blando y las expectativas altas para un niño de linaje extinto. Casi pudo sentir el ardor de sus viejas heridas mientras practicaba en su juventud con aquel que le tendió la mano y le sacó de la desdicha, aquel oficial cuyo nombre era poco menos que una oba de adoración y gratitud infinita. Aquel chiquillo no tenía experiencia. En absoluto. Poco podía hacer contra alguien que había batallado tanto, sangrado tanto y visto ir a muchos una y otra vez.

 

Feldraren finalmente consiguió derrotar a su enemigo. Ante la orden de Thalael procedió a inmovilizarlo, manteniéndolo de rodillas con la espada pegada a la yugular, esperando la orden.

 

- Este combate ha termino.-Sentenció Duyash. Una retorcida sonrisa complice se dibujó en el rostro del elfo mirando al mentor de los vencedores. Rael comenzó a retirar la bota del elfo con cuidado, sin necesidad de abusar de su posición.-El Maestro de los Iniciados victoriosos ahora tiene derecho a elegir el destino de los perdedores.

 

Rael quedó rígido ante aquello y mantuvo el filo de la lanza contra el cuello del iniciado. Thalael se aventuró al centro del círculo a paso lento, con los brazos alzados y una sonrisa jactanciosa.

 

- Ha sido sin dudas un combate impecable. Una muestra de poderío que solo es presente en los verdaderos portadores de nuestros tabardos. Mis neófitos aquí presentes. Feldraren Elladan y Rael Asthros han demostrado la fiereza necesaria para ser un Caballero de Sangre. Para aplastar a nuestros enemigos. Pero... ahora una pregunta bate en mi cabeza. Compañero Maestro. ¿Qué debemos hacer con los débiles? ¿Con los indignos? No podemos permitir mostrar como ejemplo a aquellos que se derrotan con tal facilidad.

 

No serás capaz… Pensó Rael con los ojos entornados, mirando el cuello del elfo que tragaba saliva con dificultad y el miedo recorriendo su frente en forma de sudor.

 

- El pueblo no nos daría su confianza, no nos apoyarían. Si algo define al Caballero de Sangre es su sacrificio, y no veo sacrificio alguno en tus iniciados. Propongo un castigo acorde.

 

Comenzaron a discutir sobre el método de castigo para aquellos que habían sido derrotados con tal facilidad. Entornó la mirada, compasivo, y le tendió la mano. Nadie merecía tal castigo por su excasa experiencia razonó. El elfo abrió los ojos cuando notó que la lanza se alejaba de su garganta, confuso y encontró la mano de Rael tendida para ayudarle a alzarse.

Fue entonces cuando una pesada mano enguantada en placas se cerró con fuerza entorno a ella, con la suficiente fuerza como para hacer repicar el acero contra el acero en mudo gesto de desaprobación. Rael miró sobre su hombro dando con la mirada implacable de su mentor.

- Acaba con él. -Sus ojos se abrieron como platos ante el espanto de tener que ejercer de tal manera. Miró al novicio a los ojos, quien con el terror en la cara y el sudor en la frente quedó mudo.-El enemigo al que nos enfrentamos no merece perdón alguno, y el no merece un destino diferente al suyo.-La presa de Thalael se soltó, como un águila aflojando la llave de sus garras para que fuera su polluelo quien hiciera el trabajo. Para que aprendiera. Rael quedó en esa posición unos segundos y soltó su lanza con su pertinente estallido metálico. Dejó la cabeza inclinada, los ojos entornados.

- Es un hermano, no un enemigo.-Dijo escuetamente.

- Oh... es todo un patriota. Me recuerda mucho a alguien.

- Maestro Thalael. El combate ha acabado. Termine con él y abandone el círculo con sus iniciados.-Intervino Duyash el Cruel.

La sombra de su maestro se movió a su derecha y de un seco golpe de puntapié, dejó al elfo inconsciente y con una contusión que le recordaría su ineptitud de por vida. Rael apartó la mirada, dejando que el sonido del metal de la bota y la carne y el hueso ilustrasen en su mente la escena, sin interés por ser parte del espectáculo. Incapaz y fuera de lugar se sentía Rael ante la idea de haberlo detenido.

- Si me hubieseis dado la mano a mi, iniciado, os la hubiera cortado.-Thalael dejó caer todo el peso de su mirada sobre Rael, quien se la sostuvo en silencio antes de apartarla secamente. Apretó los puños y se viró, tomando su lanza del suelo.

Los tres se retiraron tras la conclusión y se encaminaron por el largo pasillo hacia la salida. El sol volvía a rozar sus cuerpos fatigados, dándoles la bienvenida a la Plaza del Errante. Thalael se detuvo en seco frente a la puerta de la sede y miró a ambos.

- Nos retiramos. Ya habéis probado lo suficiente. Nada mal.-Medio sonrió por un instante antes de inmacular su rostro con inexpresividad.- No obstante, puedo notar como si tuvieses la necesidad de decirme algo.-Rael miró hacia su costado, con el ceño fruncido mientras que Feldraen se mantuvo en silencio, en pose marcial.- ¿O es acaso que estoy desvariando?-Nnguno se pronunció.-Eso supuse. No hay cabida para los débiles entre los nuestros, iniciados mios.-El rostro de Rael se fue amargando al escuchar las palabras siguientes, no podía leer ni una pizca de compasión en su discurso como tampoco la hubo en sus acciones. Parecía intentar convencerle de que era lo justo, como quien programa un arma para su modus operandi.-No obstante, el perdón forma parte de nuestras virtudes. Dejar inutilizable a una promesa sería tan necio como ayudar a el enemigo de ahí fuera. Un castigo justo, para un fallo de tal magnitud.

- ¿Qué hubiera pasado si lo hubiera matado?-Interrumpió finalmente, con voz hastiada.

- La Magistrix lo habría evitado. El círculo de pruebas estaba rodeado de hechizos protectores y potenciadores. Me sorprende que esa traviesa mujer no os haya hecho volar por los aires en celebración.-Le sostuvo la mirada un breve lapso de tiempo, relajando tan solo un poco su expresión.

- Si me permitis,-intervino Feldraren-creo que la deshonra de fracasar, la decepcion de haber caido y quedar fuera, es un castigo severo.

- Es un castigo que se olvida con el tiempo. Iniciado mio.

Estaba cansado de frases pomposas y enrevesados discursos. Estaba agotado de oirlas, pues no eran más que excusas de aires magnámicos que hacía que muchos perdieran de vista la realidad y sólo pudieran pensar en el sentido trascendental de algo que carecía de ello. La guerra era cruenta, no entendía por qué esa necesidad de inflar los oídos y los corazones de quienes pelean en ellas o aspiran a hacerlo, no entendía por qué debían llevar una venda en los ojos para pelear con más determinación, creyendo que la gloria es la recompensa de quienes se sacrifican, aunque deban ser ellos. Rael sacó aquella conversación de su cabeza como el cuerpo que rechaza un órgano implantado con expresión de asqueo.

- Para nosotros, el fracaso. Se marca a fuego. -Su voz era áspera como el pedernal.

- Lo dudo, mi señor. De haber fallado, os juro que no me lo perdonaría, en toda la vida. -Thalael posó el pesado guantelete en el hombro de Feldraren.

- Y por eso os he elegido como aprendiz, joven Feldraren. A tí y a Rael. No quiero sobreestimaros. Pero... como vosotros, hay uno entre mil. Espero que comprendas lo que quiero decir.

- En ese caso, confiad en que no os decepcionaré, y si lo hago, será como usted dice, marcado a fuego.-La determinación de Feldraren se extendía por todo su ser. Thalael asintió complacido por la respuesta, retirándose hacia las escaleras.

- Sois libres por el momento. Os reclamaré nuevamente cuando sea necesario.-Feldraren se despidió metódico, pero Rael no podía más que mirar con fijeza la espalda de su maestro.-Y tú…-Se giró para ver a Rael, clavándole la mirada.-Quizás a ti te llame antes de eso.-Sentenció con frialdad, sin recibir respuesta alguna.-Pasad una buena noche, aprendices míos.

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Duración del evento: 1:35 aprox

Master: @Cernunnos

Participantes: @Shiva @Psique

Editado por Psique
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