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Murdoch

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    PRÓLOGO. De las deudas, lo mejor no tenerlas.

    CAPÍTULO I. Cieno, lodo y sangre.

    CAPÍTULO II. Amistades peligrosas.

    [...]

    I. Problemas en el Paraíso.

    [...]

     

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    -República de Kul Tiras-

    No ha olvidado las mañanas en el Mercado del Pescado de Boralus, con su aroma intenso a sudor y salitre; ni las canciones de los bardos en los mentideros del Callejón del Tordo o los lances de los jaques al anochecer a los pies de la Fuente Púrpura. Aún parece sentir la áspera caricia del viento gélido del Norte en el rostro, y escuchar rumor el de las olas embravecidas al estrellarse contra los fríos roquedales.

    Los verdes prados de su patria, y sus también verdes pendones, habitan en los recuerdos del joven. Y aunque en su tierra hay algunos que no lo quieren bien, Varno jamás ha renunciado a sus orígenes. Es hijo de Kul Tiras, y por supuesto tiene a gala el enorgullecerse de tal condición. 

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    -Noble (repudiado y despojado)-

    Al contemplar sus vestiduras humildes, maltratadas por la humedad, el polvo y el barro, nadie diría que Varno fue a nacer en noble cuna. Los Mardole son hoy una casta de traidores, despojados de título y heredad por virtud de la Justicia del Almirantazgo; que incluso han abandonado la comodidad del vetusto caserón en el Canal Largo de Boralus para huir a alguna adusta colonia en los confines de los Mares del Norte. Sin embargo Varno ya había dejado atrás la placidez de la vida como segundón algunos años antes, cuando con dieciséis primaveras y sin nada en el petate escapó del hogar para embarcarse en su primera aventura.

    Algo ha quedado de su añeja condición. Se nota que Varno es un joven culto, que ha leído a los clásicos y ha sido bien educado en su bisoñez. Y a pesar de que aborrece los modales distinguidos y las ornamentadas formas de cortesía de la aristocracia, quizá sería capaz de intentar ponerlas un poquito en práctica cuando la ocasión realmente lo amerite. 

    Aunque la Casa Mardole es una completa desconocida en el resto de reinos y territorios del Impero, Varno acostumbra a evitar dar su apellido para ahorrar enredos, a sabiendas de que entre los hijos de Kul Tiras alguno podría conocer, de pura casualidad, la infausta mácula de sus parientes.

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    -Cazatesoros-

    Varno podría considerarse un cazatesoros. Es un aventurero intrépido, capaz de empuñar la espada y la pistola con cierta habilidad. Aunque su curiosidad, y las muchas deudas que lo atenazan lo han llevado antes a embarcarse en correrías de toda ralea, su auténtica pasión es la búsqueda de antiguallas y reliquias perdidas, a menudo con mañas poco honestas.

    Posee sólidas nociones de Historia Antigua y arqueología. Particularmente ha leído mucho acerca de las tribus trol que moran en la espesura de Tuercespina. También sabe algo de arte, pues ha tenido a bien instruirse para participar en los turbios mercadeos de su mecenas (demasiado a menudo con piezas robadas, o burdamente falsificadas). Así pues, podría ser capaz de diferenciar la paja del grano en estas lides.

    Con Plenno Varno descubrió en sus entrañas una afinidad arcana que hasta entonces desconocía. Una aptitud primigenia, tosca y sin pulir para la manipulación de la energía de las Líneas Ley. Con él también tuvo ocasión de aprender a moldear la realidad para proyectar falsas ilusiones; pero sus progresos se vieron truncados por la muerte de su maestro. Desde entonces ha evitado conjurar, salvo en muy honrosas excepciones. Cualquier canalización lo agota con facilidad, y tampoco ansía acabar linchado por alguna turba campesina bajo la falsa acusación de brujería.

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    Don Zavros, 'la Víbora'.

    Solo la Luz sabe en qué turbios tejemanejes anda metido este anciano contrabandista. Zavros es uno de tantos señorzuelos del crimen que han medrado en las costas de los Mares del Sur, donde ha tenido ocasión de labrarse una indigna reputación a lo largo de los años.

    Varno entró a su servicio tras los sucesos del Chichi de la Puerca, y fue el vejestorio quien le concedió el propósito que lo ha mantenido ocupado durante los últimos meses. Sus hilos se extienden por aquí y por allá, y podría decirse que aún sigue bien conectado con ciertas personas influyentes en su añeja patria. 

     
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    Garret, a secas.

    Suele describirse a si mismo como 'un hijo de mala madre, con peores pulgas'. Y puede que no se quede corto. Garret nació en algún lóbrego rincón de Drustvar y desde bien rapaz tuvo que cuidar de su propio pellejo. Ha vivido pegado a la espada desde mozo, alquilándola por aquí y por allá en toda clase de menesteres de baja estofa, hasta acabar convirtiéndose en matarife a sueldo de don Zavros.

    Es hombre agrio y bravucón, que disfruta de una pelea de taberna tanto como una niña con zapatitos nuevos. Pero Varno agradece tenerlo cerca por si las cosas se salen de madre.

     
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      Horacio Aguas.

    Tanto si necesitas una fina gargantilla para regalar a tu parienta, como si anhelas un ruiseñor cantor para llevar la alegría a tus salones, o buscas las santísimas bragas de alguna olvidada princesa de Arathor para dar rienda suelta a tus más profundas perversiones, Horacio es tu hombre. Doce años de mercadeo deshonesto con chismes de toda ralea lo avalan.

    Este tipejo espigado y atezado por el Sol de los Mares del Sur es el mejor conseguidor con el que Varno se ha topado. Y estará encantado de poner un precio justo a cualquier objeto de interés sin dar demasiadas monsergas sobre su procedencia.

    La desgracia lo sacó de la Bahía del Botín con una mano delante y otra detrás. Aunque ahora confía en que el destino le depare una fortuna mejor con su nuevo Anticuario en la ciudad de Ventormenta.

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    Hechizo.

    Descripción y aprendizaje.

    Dominación.

    [Ilusión básica]

    Ability mage incantersabsorbtion

    "Permite al taumaturgo usar la energía Arcana para crear una ilusión de sentido único que puede afectar a un individuo o a un grupo".

    La piedra angular de las artes de cualquier ilusionista. Varno es capaz de crear una alteración ilusoria que afecte a un sentido (vista, oído, olfato, tacto y gusto). El único límite es la imaginación.

    Rango. Dificultad 12. 

    Baja

    [Mimetizar imagen]

    Ability stealth

    "Altera la imagen que proyecta hacia los demás del propio taumaturgo o un aliado pudiendo copiar una apariencia previamente estudiada en vivo o dibujos altamente definidos. Dura 5 minutos por Nivel de Habilidad".

    Varno puede ser capaz de adoptar rasgos de rostros ajenos (cicatrices, color y estilo de ojos o cabello, forma de la boca y nariz, etcétera) o incluso una apariencia completa.  Tan solo conseguirá mantenerla durante unos pocos minutos, siempre a costa de gran esfuerzo.

    Solo funciona con varones humanos.

    Personal. Dificultad 14.

    Muy baja

     
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    Objeto. Descripción.
    [Hiedra]
     
    Inv sword 94

    Al estilo de los grandes señores de los Siete Reinos, Varno bautizó a su espada con un nombre. De hoja corta, recta y ligera. Los años la han maltratado, despojando a su empuñadura de todo brillo; aunque las filigranas gravadas en el guardamanos no han perdido un ápice de su belleza. Su acero ha tenido el dudoso honor de probar la sangre ajena en más de una ocasión, y de dos, y de tres...

    Valor: alto.

    Daño: /d6 +2 

    Dual, +3 Iniciativa, Desenfundado rápido

    [Daga con ornamentos]
       Trade archaeology silverdagger

    De hoja ancha, y mango de bronce, con dos pequeñas gemas celestes engarzadas en la empuñadura. En su filo hay gravada una inscripción que en thalassiano reza "Diel thala lisse, zaram shala nah"; en lengua común, algo como "la muerte es dulce; su antesala, cruel". Ha sido forjada con esmero, lo que la convierte en bastante más que una baratija.

    Varno la ganó a las cartas en algún mentidero de la Bahía del Botín.

    Valor: alto.

    Daño: /d6 +2 

    Dual, Ocultable, Desenfundado rápido

    [Pistolas de chispa]
    Inv weapon rifle 03

    Fionna y Perdiz. Dos antiguallas de la Segunda que todavía disparan. Hasta que cualquier día de estos revienten en sus propias manos al apretar el gatillo, las lleva siempre consigo en sus fundas; colgadas del arnés. Cerca de la faltriquera donde guarda un pellizco de pólvora y varios perdigones.

    Valor: medio-bajo.

    Daño: 2d/6 +1 

    Ruido, Recarga, Ocultable, Una mano, Desenfundado rápido

    [Coraza de cuero de Kul Tiras]

    Inv chest leather 20
     

    De estilo isleño, confeccionada en cuero de vaca de primera calidad; sencilla y esbelta. Se ajusta al torso, dejando hombros y brazos libres. No resistirá una estocada profunda, ni frenará en seco ningún virote, pero su ligereza la hace cómoda de calzar. 

    Valor: medio.

    Absorción: +2 / Estorbo: +1

    [Capa de piel de oso]

    Inv misc cape 03
     

    Los inviernos del Norte son duros y largos. Cuando Varno escapó de su hogar tan solo se llevó consigo la espada y esta gruesa capa hecha con la pelambrera de algún oso. Desde entonces lo ha acompañado en sus viajes, abrigándolo del viento, la lluvia y la nieve. Ha pasado muchas noches al raso envuelto en ella, a la vera de la hoguera, y lo ha salvado de morir helado a la intemperie en más de una ocasión.

    Ya está algo vieja, y tiene cierto olorcillo a rancio impregnado, pero todavía abriga como el primer día.

    Valor: medio.

    [Colgante con el símbolo de la Iglesia]
    Inv staff 24

     

    Fue un regalo encargado por su madre para su Día del Nombre. El séptimo. O el octavo. Quizá el noveno. Tampoco importa. Hecho en oro (o al menos, eso aparenta), con una diminuta esmeralda incrustada en su centro.

    En su cuello ha visto pasar más de media vida. Varno ha procurado conservarlo con celo, quizá como un recuerdo de su madre. O tal vez como una suerte de amuleto profano, cargado de buena suerte. Resulta increíble que a estas alturas no se haya perdido, ni nadie se lo haya arrebatado. Le tiene especial aprecio, y pese a que se lo jugó a los dados en un par de ocasiones cuando los días eran más ásperos, en ambas ganó la tirada.

    Siempre lo lleva por dentro de la camisola, escondido. Lo contrario sería una invitación al robo.

    Valor: alto.

    [Laúd]

    Inv drink waterskin 06

    Un viejo compañero de fatigas, recuerdo de días más sencillos, cuando bajar las bragas de las mozas entre palabras melosas era la mayor preocupación que Varno debía atender. Los años han desafinado la melodía de su media docena de cuerdas, y maltratado el mástil y la caja, que ahora lucen varios rasguños, marcas y golpes. Sin embargo, manos habilidosas todavía podrán arrancar de él algunas notas dulces, con las que acompañar poemas y cantinelas.

    Cuando debe viajar, lo lleva asido y amarrado a la espalda.

    Valor: medio-bajo.

    [Pipa de madera]
      Inv misc pipe 01

    Tallada a mano. La navaja del artesano gravó en su relieve algunos detalles decorativos sin importancia. Es una baratija más, pero Varno le tiene cierto apego. Siempre la tiene cerca, junto a la faltriquera del tabaco.

    Valor: despreciable.

    [Naipes de adivinación]

    Achievement guildperk ladyluck rank2

    Esta baraja fue un obsequio de Plenno, y es lo único que Varno conserva de su periplo con tan extraño viajero. Un mazo de tarot corriente y moliente, que quizá sirva para encandilar a los inocentes con truquillos baratos y predicciones de buena fortuna. Al menos hasta ahora no le ha encontrado otra utilidad. 

    Aunque esta clase de "artes" suelen estar más o menos aceptadas por el populacho, tocar la fibra sensible de algún desgraciado o practicarlas en el lugar y momento equivocados pueden hacer que las acusaciones de brujería salgan a relucir, y que la chusma se entregue al viejo placer del linchamiento. Varno ha tenido algún problemilla antes, de manera que ahora tiene bastante recelo a echar algún corte.

    Valor: despreciable.

    [Diario de viaje]

    Inv misc book 09

    Está viejo, sucio, y desprende cierto tufillo a lodo y humedad. En si mismo no vale más que un puñado de cobres, pero las anotaciones que a lo largo del tiempo Varno ha ido haciendo en sus hojas sí podrían tenerlo. No solo hay allí relatos, impresiones y divagaciones personales, sino también algunas notas sobre cartografía, botánica e historia antigua.

    Valor: despreciable.

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    [...]
     (en construcción)
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    [...]
     (en construcción)

     

     

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  2. CAPÍTULO I.

     Cieno, lodo y sangre. 

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    Atravesó la etérea masa gelatinosa de su cuenca; hurgó y tironeó a placer con los restos. Merecido botín. Soltó un graznido. Otros lo habían seguido. Toda una bandada. Ávida por picotear la carroña que la mañana les brindaba.

    Las primeras luces del alba asomaban ya por entre la espesa niebla. Trémulas. Mientras el embravecido oleaje se encargaba de lamer los despojos del casco. El hedor a cadáver añejo se mezclaba con otros aromas más livianos; la humedad, las algas, el salitre. Sobre la otrora cubierta podían adivinarse cuatro o cinco cuerpos. Eso, si uno tenía la paciencia, y el estómago, para pararse a unir los trozos quebrados. Huesos rotos; miembros cercenados, vísceras desparramada. En fin, una imagen desoladora para cualquiera que aún conserve la virtud de estremecerse ante la crudeza de la muerte.

    Allí, bajo los estropeados escalones y al amparo de la bodega, el guiñapo de lo que un día antes también había sido un hombre continuaba recostado cual ovillo. Mudo y sordo.  Su rostro, si es que aún merecía ser llamado así, no era ya fácil de mirar. Un disparo certero había hecho que el perdigón atravesara el cráneo y esparciera los sesos por toda la pared.  

    Los cuervos no habían sido los primeros en posarse sobre aquel lugar.

    ***

    Su lengua se desliza por unos labios resecos y agrietados. Sofoca un quejido tímido al acariciar alguna de las heriditas. Mirada perdida. Hundida en las grietas que el techo apolillado de la buhardilla revela. Ya es de día, sí. Y esas luces de la mañana también se cuelan por los ventanucos de su alcoba.

    Varno espira una bocanada de aire por la boca. Cansado. Deja que sus párpados caigan como dos guillotinas; y permanece en silencio. Sucio, magullado y exhausto, tal vez. Pero con la cabeza sobre los hombros. Es consuelo suficiente. Por ahora.

    ***

    Resumen y consecuencias.

    —Has seguido a Varno por las marismas, al encuentro de los restos del naufragio. Salisteis airosos del encontronazo con una partida de exploradores gnoll en la ciénaga, y lograsteis acceder a los restos del navío pese al oleaje. Allí pudisteis contemplar el desalentador panorama, y encontrar a quien parecía el único superviviente.

    Un brusco movimiento de Alondra provocó que el hombre apretara el gatillo, e hiriera a la muchacha en el muslo izquierdo. Por fortuna, el perdigón no secciono la arteria, y un improvisado torniquete bastó para evitar que te desangraras como un puerco en el sitio. Necesitarás que alguien te saque la bala, y los cuidados de algún galeno decente.

    Duración: 10 horas.
    Máster: Varno @Murdoch.

    Personajes participados y habilidades usadas:

     

    Varno: Nadar / Advertir / Escalar / Reflejos / Defensa / Espada ligera / Pistola de chispa

    Alondra: Nadar /  Advertir / Escalar / Reflejos / Defensa / Daga 

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  3. PRÓLOGO.

     De las deudas, lo mejor no tenerlas. 

     

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    En este momento me estoy preguntando algo, Varno. —las palabras se escapaban de entre sus labios con voz áspera y quebrada, sin perder siquiera un ápice de tranquilidadImagínate. Sabes que tienes que romperle el brazo a alguien que está sentado justo frente a ti. El derecho. O el izquierdo. Da lo mismo. La cuestión es que tienes que rompérselo, ¿hm? Porque si no lo haces… Bueno, eso tampoco importa. Digamos que ocurrirán cosas peores si no lo haces. Y me pregunto qué cojones harías tú en mi lugar ante esa situación. Ya sabes. ¿Le rompes ese brazo, deprisa? ¡Crac! Y… oh, vaya, lo siento. Deja que te ayude con este cabestrillo. Joder, ¿o alargas todo el puto proceso durante sus buenos ocho o diez minutos, y vas aumentando la presión y el dolor, poco a poco, despacito, hasta que aquello se convierte en algo rojo, y verde, y caliente, y frío, y, en fin, absolutamente insoportable?

    En aquel instante el tiempo parecía haberse detenido para él. Sintió cómo su corazón retumbaba contra el pecho; cómo el sudor discurría, frío y mojado, por su rostro y por su espalda. Y sin embargo, en tan eternos segundos, no pudo hacer más que mirar al frente embotado y casi ausente. Justo a donde el cañón de la llave de chispa que sostenía el otro apuntaba directo a su morro. Un leve toquecito en el gatillo bastaría para que sus sesos se desparramaran contra la pared. Entonces se preguntó una vez más si estaría listo para adentrarse en la oscuridad. Pensamiento rápido, estúpido, y fugaz. Tragó saliva. Inspiró, y el humillo cálido y vaporoso  del opio quemado que flotaba en el ambiente le rascó la garganta. Tuvo que carraspear; tratar de aclararse la voz. Antes de pronunciar muy despacito; con fingida apatía.

    Cuando esta tarde el cielo se oscureció, y…~ aunque no eran más que nubes, tuve la sensación de que todo se terminaba. Y la impresión de haber sentido lo mismo un millón de veces antes. —masticó cada palabra, saboreándola, y volvió a tomar aire, en un suspiro quedo—. Se hace tarde, Bernie. Afuera llueve. Y nada de lo que yo te diga aquí ahora va a cambiar el pasado. Puedes matarme; aunque para la mayoría ya estoy muerto. Puedes torturarme, pero nada cambiará. O puedes escuchar lo que tengo que decirte. Creo que está vez sí podría serte útil.

    Se hizo un silencio cruel. El hombre no bajó la pistola. Aunque Varno sí su mirada; tornándola hacia abajo, para clavarla en la mesa carcomida que los separaba. En sus surcos y grietas halló la mugre acumulada a lo largo de una década. Todo en aquél sótano seguía tan sucio, extraño y ajeno como la última vez.

    ¿Y bien? —farfulló, con voz ronca.

    Te ayudaré. Pero después quedaremos en paz.

    ***

    De Bernard Rosenberg se decían muchas cosas. De seguro pocos querían tenerlo entre sus amigos, pero eran aún menos los dispuestos a anotarlo en su lista de adversarios. Resultaba difícil predecir en qué condición sería más peligroso.

    En esas calles y en estos tiempos había medrado con el mercadeo deshonesto y la extorsión barata, y cualquiera se arriesgaría a concluir que a primera vista no era más que otro sucio putañero más, o uno de esos contrabandistas de licor, pistolas y tabaco desprovisto de escrúpulos. Pero lo cierto era que Bernie —como por allí se lo conocía— había decido ir mucho más lejos. Armado con poco más que una pizca de ingenio y un don innato para el chantaje y la intimidación, logró establecer su pequeña red clandestina dedicada al contrabando de artefactos mágicos y reliquias arcanas. Quizá la mayoría no pasaran de simples baratijas; mas poca duda cabe acerca de lo sombría que es la travesía por las aguas de semejante tráfico, pues son muchas —y muy variadas— las manos que pueden llegar a codiciar tales mercancías.

    Pudo apretar el gatillo. Pudo ordenar a sus matones que partiera el brazo, los dientes, o cualquier desgraciado apéndice de nuestro trotamundos. Con Bernie nunca se sabía. Así que tan solo se limitó a descender su arma, y perfilar una sonrisa taimada y mordaz, que dejaba ver un par de dientes tan negros y podridos como el futuro que en aquel momento Varno presagió para sí.

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    ÍNDICE

    PRÓLOGO. De las deudas, lo mejor no tenerlas.

    CAPÍTULO I. Cieno, lodo y sangre.

    [...]

     PERSONAJES (ST's)

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    Nombre: Bernard Rosenberg. 

    Edad: 38 años. 

    Estado: Vivo.

    Ocupación: Contrabandista.

    Reseña: [...]

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    OBJETOS

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    NOTAS OFFROL

    Iba siendo hora de empezar a dejar constancia de la trama que estoy planeando con Varno. Aquí tan solo os voy a comunicar un par de avisos para navegantes sobre ciertas cuestiones. 

    La primera es que aunque estos roles hayan sido el pistoletazo de salida, y que por razones de interpretación y coherencia hayan sido algo “cerrados”, procuraré irlos abriendo para que cualquier interesado tenga cabida, buscando la excusa o el pretexto adecuados para introducir a más participantes. Espero que dentro de poco pueda engancharos a más de uno, de dos, y de tres, de los que pululáis por Elwynn y alrededores, especialmente a aquellos cuyos personajes han tenido más trato con Varno.

    Esto va para largo y va con calma. No soy muy fan de establecer días y horarios rígidos por el foro, porque realmente todos tenemos una vida detrás del monitor, y podemos fallar (yo el primero) o no tener disponibilidad para ese momento. Además, hay varias tramas en marcha ahora mismo por la zona. Así que prefiero ir hablando con quienes se vayan interesando, por el Discord, e ir viendo cuando cuadra la cosa para seguir moviéndose.

    También, y para que a nadie le pille por sorpresa, aviso de que el contenido de lo que se pueda rolear en determinados momentos podría ser susceptible de clasificación como PG-18 por fuerte, visceral o explícito; y de que existe riesgo de muerte y mutilación de los personajes. En todo caso, y que esto quede claro, nunca por un mal dado en un momento determinado, pero sí por las acciones o decisiones que puedan tomarse a lo largo de la trama, porque al fin y al cabo, las consecuencias de cada rol van a depender de ellas.

    Nada más, chavales. Un saludo, y nos estamos viendo.


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    BANDA SONORA

    • Nombre: Varno de Mardole.
    • Estatura: Un metro y ochenta centímetros.
    • Peso: Setenta y pocos quilos.
    • Edad: Veinticinco inviernos.
    • Raza: Humano del Norte.
    • Origen: República de Kul Tiras.
    • Ocupación: Cazatesoros.

    • APARIENCIA:

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    Alto y delgado. Con la musculatura una pizca esculpida. Tez pálida; rostro alargado. Sus ojos están teñidos de un azul suave y mortecino, casi grisáceo. Y de ellos nace una mirada calmada y profunda, tal vez algo inexpresiva, o quizá un poquito triste. Bendecido con el don de la juventud, su porte es agraciado, y sus facciones agradables y suaves. En la larga cabellera lleva pegado el brillo del trigo, a menudo recogida bajo coleta, apartando los incómodos mechones del rostro. No es, en todo caso, un rubio áureo o dorado, colmado de viveza, sino de un tono discreto, apagado y pajizo. La acompaña en armonía una barba densa y algo descolorida; más larga, salvaje y descuidada que antaño.

    Voz sosegada y suave, melódica. El acento tirasiano se adivina en cada una de sus palabras, señalándolo como un forastero.

    Cuando no calza su añeja coraza de cuero, acostumbra a vestir ropajes humildes y cómodos; algo descoloridos por el tiempo, y maltratados por la humedad y el polvo del camino. Camisola holgada, gambesón raído, la inseparable y macilenta pañoleta anudada en la testa, y una pareja de botas que ya han andado más de la cuenta. De su talabarte pende Hiedra, su espada corta, y un puñal de hoja ancha. En ocasiones un arnés le cruza el pecho, y allí enfundadas cuelgan un par de pistolas de llave de chispa; dos antiguallas de la Segunda que aún disparan.

    • CARÁCTER:

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    Nuestro Varno es un joven avispado, sobrado en mañas para el palabrerío. Buen embaucador, capaz de dar palique a sabios y a idiotas. No está privado de ingenio ni de lucidez, tampoco de erudición en letras, fruto de su cuna. Tiene el seso bien ordenado y presto, y una mentalidad analítica; la curiosidad de la que ha hecho gala desde que era un rapaz le ha labrado no pocos enredos por causa de esa manía de entrometerse más de la cuenta en asuntos ajenos.

    Quizá un poquito frío, pero siempre cortés. Se adivina cierta melancolía en sus habituales sonrisas. Aunque a primera vista pueda parecer poco más que un truhán despreocupado y leve, la intimidad revela un cariz bien distinto. Los últimos años han ensombrecido su pensamiento, tornándolo más taciturno. Más allá de las primeras impresiones se esconde un joven algo roto, acostumbrado a pasar por la vida de las personas de manera efímera, para después desaparecer, y proseguir el camino. Tal vez por eso se niega a atarse a nada, o a nadie. Se sabe viajero; errabundo, y rara vez logra encajar en algún sitio. 

    Tiene arrestos, aunque no aguanta bien el dolor, y se desmoronará fácil ante tortura. Se ha acostumbrado a frecuentar compañías sórdidas y a merodear por mentideros y arrabales, donde casi se antoja un corderillo viviendo entre leones. Desde luego no es ninguna hermanita de la caridad; en más de una ocasión ha tenido que dar muerte al adversario, estafar, mentir o engañar para seguir adelante con la cabeza sobre los hombros. Sin embargo y a pesar de todo, Varno no tiene mal fondo: prefiere siempre la palabra a la espada, conoce bien el altruismo, evita los juicios apresurados, es leal con aquellos que se han ganado su confianza, no traiciona fácilmente ni rompe sus promesas a la ligera, y trata de apartar su hoja de la carne de los inocentes.

    Es un hombre más espiritual de lo que cabría pensar. Fue educado en el Culto a la Luz Sagrada, como ya era tradición en su estirpe, y ha tratado de acogerse a las Tres Virtudes con mayor o menor fortuna (pese a que quizá las contempla desde una perspectiva algo heterodoxa). Aún así, las antiquísimas creencias sobre la Madre de las Mareas tan difundidas entre el populacho en las costas más agrestes de su patria han logrado cautivar su interés; quizá porque su propio padre acabó fascinado por ellas en sus últimos días, o tal vez porque Varno siempre ha querido tener presente el peso de la divinidad sobre los hombros, concediendo un privilegiado lugar en sus pensamientos a toda clase de divagaciones trascendentales y metafísicas.

     

    • HISTORIA:

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    Por más que en alguna ocasión se afanara en maldecir su estirpe, nuestro hombre, nuestro Varno, tuvo la fortuna de venir al mundo en el seno de una vetusta familia tirasiana. Aferrados a una plétora de gestas tan marchitas como añejas, los Mardole habían sido, tal vez, una Casa notable cuatro o cinco generaciones atrás, pero por aquellos tiempos se habían convertido ya en una auténtica mofa de su pasada gloria. Un puñado de catastróficas aventuras comerciales terminaron por vaciar sus arcas. Caídos en franca desgracia y hostigados por rivales y acreedores, no pudieron hacer más que contemplar con impotencia como otros se alzaban para ocupar su lugar.

    Varno nació tercer hijo. Con sangre patricia en las venas, y en tal condición fue criado. En su tierna bisoñez, y gracias a su cuna, las severas hambrunas y penurias que golpearon a los humildes tras la Segunda le fueron ajenas. Desde los altos ventanales del caserón familiar podía vislumbrarse en la distancia toda la inmundicia del arrabal, repleto de criminales, putas, huérfanos y mendigos.

    Él creía tener un futuro más halagüeño por delante.  Sin embargo, nunca mostró interés por los voluminosos libros de cuentas del negocio, ni por los densos tratados de heráldica tirasiana, con su compendio de escudos y linajes; al igual que aborrecía todas aquellas lecciones de protocolo y etiqueta destinadas a hacer de él un manso segundón, solícito y resignado a vivir una vida tranquila e insulsa a la sombra de su padre, de sus tíos y o de sus hermanos; pero en cualquier caso de espaldas a la realidad, y agarrado, como lo estaban ellos, a vana esperanza de que algún día no tan lejano los suyos dejarían de ser vistos como auténticos apestados para volver a ser tenidos en estima y consideración por las grandes familias de la nación.

    No. Sus ambiciones eran de otra pasta. Soñaba con vivir esas aventuras que había mamado hasta el tuétano desde que era rapaz. Esas que contaban los libros, que allí en la alcoba habían sido, en fin, sus amigos más íntimos durante las largas tardes de su niñez. Lo hubiera dado todo por dejar atrás la ciudad de Kul Tiras, su frío y su bruma, cabalgando sobre las olas hacia las colonias de los Mares del Sur, que tenían playas infinitas de arena blanca, aves de mil colores y criaturas de ensueño que guardaban tesoros y riquezas. O tal vez por ver las tierras de los elfos; con la maravillosa Lunargenta y sus cien torres de nácar, la perla más bella (decía uno de sus tomos) de todos los Reinos del Este.

    Aunque seguramente no sobreviviría mucho ahí fuera, se decía. Al fin y al cabo el mundo está lleno de cosas que te vapulean, destripan y aplastan en menos que canta un gallo. Y él no era bueno con la espada. No como su hermano Alver del que su padre siempre se jactaba, afirmando que llegaría a ser capitán en la Armada del Gran Almirante y traería glorias a su patria y a su estirpe. Tampoco era buen estudiante, como Raetho, el primogénito, orgullo de lord Ferrego, que algún día tomaría los mandos de la Compañía Mardole para rescatarla de deudas y préstamos, y retornar el dinero a las arcas y el prestigio a la Casa. Varno pensaba que la única manera de que su hermano lograra tal cosa sería empezando a cagar oro, pero ¿qué iba a saber él?, que como cacareaba el señor, era un inútil, un blando y un holgazán.

    Cuando contaba las dieciséis primaveras, durante la epidemia de las fiebres del heno, su madre sucumbió a la enfermedad. Su cuerpo fue devuelto a las entrañas de la tierra una helada mañana de aquel invierno. Poco tiempo después, y por razones que aquí no merecen mentarse, Varno tuvo una acalorada pelea con el lord. Esa misma noche, quizá en un arrebato de pueril insensatez, con el ojo morado, el labio partido y poco más que nada en el petate, huyó del caserón descolgándose por la ventana de su alcoba. Algunas leguas al norte se unió a una caravana de artistas errabundos, en cuya compañía viajó por los meses siguientes, llevando cantigas y teatrillos al populacho de las callejuelas, villorrios y aldeas de toda Kul Tiras. Entre ellos aprendió a entonar la voz y fue capaz de sacar algunas notas dulces del laúd, pero nuestro hombrecillo acabó tomándose demasiadas confianzas con la esposa del flautista. Y revelado tal affaire se vio correteando calle abajo delante de un marido furioso y cornudo. 

    Tras semejante periplo y más pobre que una rata se afincó en Salina, una fría y gris aldeucha de pescadores donde se ganó los cuartos escanciando cerveza y barriendo vómito y serrín en el mesón del pueblo. Algunas noches tocaba el laúd o recitaba algunos versos para la tropa de parroquianos beodos, que eran recibidos sin gran júbilo. En cuanto hubo ahorrado lo suficiente para pagar un pasaje regresó a la capital, confiando en que el corazón del patriarca se ablandaría con la mera visión de su retorno, y sin mucho esfuerzo consentiría en volver a acogerlo bajo su techo. A pesar de que se había molestado en enviar varias misivas a casa para advertir de que seguía vivo, entero, y por supuesto, de que su larga ausencia nada tenía que ver con un rapto, lord Ferrego le dio un portazo en los morros tras una letanía de improperios. Aunque al menos tuvo el detalle de arrojar antes algunas monedas en la vana esperanza de que su retoño las recogiera y supiera servirse de ellas para encontrar algún oficio medio digno con el que sobrevivir.

    Con un padre demasiado ultrajado para permitir su retorno al hogar tocaba ganarse las castañas. Callejeó de mesón en mesón; derrochando los cuartos. Y cuando se hubieron agotado malvivió recitando y cantando en fondas y lupanares. Pero la suerte no le sonrió. Más fortuna le trajo el juego: dados, naipes y apuestas de toda ralea se convirtieron en una buena manera de llegar a la semana siguiente. Cual auténtico tahúr de medio pelo logró medrar un tiempo gracias a la trama y el amaño, hasta que un buen día se topó con la horma de su zapato al tratar de engañar con tan pobres mañas a un curtido timador. Por allí lo llamaban Plenno, aunque resultaba complicado aseverar sí ese era, o no, su verdadero nombre. Se decía que había estudiado con los ilustres arcanistas de la Academia pero que su aficiones libertinas y su dedicación al timo y la trampa le habían valido la expulsión. Quizá en muestra de admiración por las mañas de nuestro mequetrefe, el hombre decidió tomarlo bajo su cuidado. Con él Varno presenció ciertas cosas que lo hicieron estremecerse. En su compañía se hizo a la mar hasta recalar en la villa de Costasur, donde seguirían el camino a pie. Durante las siguientes semanas, cual humildes peregrinos, recorrerían los senderos de una tierra aún asolada por las cicatrices que la Tercera había dejado. Varno no alcanzaba a comprender del todo la naturaleza de aquel viaje (la sola idea de poner los pies en los reinos del Norte lo había seducido tanto que apenas reparó en peligros o infortunios). Sabía que iban en busca de alguna reliquia arcana de las tantas que habían quedado abandonadas a merced de saqueadores y bandidos en las ruinas de Dalaran; más tarde supo que su maestro tenía tratos con los señores rebeldes de Alterac, pues en un villorrio destartalado de las montañas, uno de sus capitanes y su séquito de harapientos hombres de armas los aguardaban para unirse a la empresa. Entre todos no hacían más de una docena; cinco días más tarde partirían (esta vez a caballo) serpenteando entre la nieve, hacia las ruinas de la ciudad muerta, donde tras lidiar con las trampas que aún abundaban en el lugar, Plenno y su socio hallaron lo que buscaban. Al menos en parte. Algo se escapaba, y Varno tampoco llegó nunca a comprender por qué al día siguiente pusieron rumbo a las tierras altas del Reino de Arathor.

    Plenno y su socio alteraquí tuvieron alguna clase de desencuentro, o eso supuso Varno. Pues una noche como cualquier otra, cuando se hospedaban en una fonda del camino y tras semanas de hambre, frío y entuertos, el anciano arcanista le comunicó que era hora de continuar en solitario; sin dar mayor réplica a las preguntas. Antes de que amaneciera partieron (de nuevo a pie y tan solos como habían comenzado el viaje medio año antes) a la ciudad de Stromgarde, donde Plenno pensaba contactar con algunos amigos, y resolver ciertos asuntos que siempre evadía explicar en demasía. A los pocos días de llegar a la ciudad Varno se encontró a su acompañante muerto en su habitación de la posada. Tenía los ojos inyectados en sangre y la expresión más horrible que había visto nunca. Más pálido que la leche nuestro hombrecillo salió corriendo de allí, y en cuanto tuvo ocasión se coló como polizón en el primer navío que con rumbo a las islas. 

    Fue un viaje horrible. Lo pasó oculto durante días en una lóbrega bodega, entre cajones y toneles, y sin más compañía que las ratas. Por suerte cuando lo encontraron ya habían tocado tierra, de tal suerte que en lugar de arrojarlo por la borda al gélido abrazo de las olas, se limitaron a echarlo a patadas hacia el pantalán. Pero todas aquellas penurias no eran sino el principio (pues ya se sabe que cuando las desgracias llegan lo hacen en oleadas), y a su llegada al hogar fue sorprendido con las más nefastas noticias. 

    Fue recibido con desprecio por su hermano Raetho, que le relató cómo durante su larga ausencia el patriarca de los Mardole había sido acusado de una pléyade de crímenes, reales e inventados, ante la Justicia del Almirantazgo: contrabando, evasión de diezmos y tributos, congraciarse con salteadores y piratas... pero sobre todo (y aquello era lo más grave) formar parte de una red de conjuradores en un complot contra el gobierno de la nación, su ley, y su orden; una vil hermandad de traidores que pretendían desconocer la legitimidad de la Emperatriz y arrastrar a la República fuera del Imperio para devolverla, según decían los jurados, a una nueva década de miseria, guerra y aislamiento. Kul Tiras no sería otra Gilneas, y así debía quedar demostrado a ojos de todos, tal vez para que esas ideas no volvieran a contagiarse. Así, en un proceso sumarísimo Ferrego había sido declarado culpable de todos los crímenes; por lo que se le despojó de todo título y heredad, y se le sentenció a morir en la horca junto al resto de sus compinches. La Compañía Mardole fue desmantelada, La Sonrisa (una balandro desvencijado que tenía el dudoso honor de ser el último y único navío de la flotilla comercial de los Mardole) confiscada, y el caserón en el Canal Largo debía ser vendido pronto para saldar el pago de las cuantiosas multas y deudas que la familia mantenía.

    Al parecer el último triunfo del señor antes de tamaña debacle había sido nada menos que desposar a su hermana Meela con un joven presuntuoso, el más pequeño de los retoños de lord Salvio Viserinne, un acaudalado prestamista advenedizo al que la fortuna sonreía sin rubor. Esta vez ni siquiera ella podía ayudarlo, como en los viejos tiempos. Ahora pertenecía a su marido. Y el resto de sus parientes se disponían a huir de la nación de los verdes pendones. 

    Raetho había decidido que una vez que el caserón fuera vendido la familia abandonaría Kul Tiras, quizá buscando una clemencia que en su tierra les sería negada, para establecerse en alguna de las colonias más recónditas de la república mercante. La Casa Mardole, casta de traidores, y despojada ya siquiera de tal consideración, no era digno rival para nadie. Débiles e inermes debían hacerse a un lado y salir del juego, o uno a uno terminarían por unirse al patriarca en la otra vida a manos de añejos adversarios siempre dispuestos a continuar saboreando las mieles del triunfo. Si no eran capaces de sentarlos ante un tribunal se ocuparían de rematar la cuestión con plomo y acero. 

    Varno no los siguió. Y nadie esperó ni deseó que lo hiciera.

    El resto de la historia es nebulosa. En algunos tugurios del barrio bajo se dice que la ilustre familia de su cuñado se la tiene jurada, y que pagarán bien por cualquier información que ayude a encontrarlo. Lo cierto es que poco se sabe de la afrenta que tuvo que enemistar a Varno con los Viserinne; por tan deshonrosos agujeros los rumores vuelan prestos, y la mentira siempre apodera a lo que en ellos hay de verdad: algunos apuntan a que el desgraciado muchacho los había estafado antes de huir como un cobarde, y otros menos gentiles han llegado a envolverlo en la muerte de uno de los sirvientes de la familia, hombre de confianza del joven Nicomo. 

    Sea como fuera Varno se desvaneció de esas callejuelas un buen día. Y desde hace un par de años nadie a vuelto a verlo por allí.

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  6. Atributos
    6 Físico
    7 Destreza
    7 Inteligencia
    6 Percepción

    Valores de combate
    24 Puntos de vida
    21 Mana
    8 Iniciativa
    12 Ataque a Distancia (Pistola de chispa)
    9 Ataque a Distancia (Rifle de Chispa)
    11 Ataque CC Sutil (Espada ligera)
    11 Ataque CC Sutil (Daga)
    9 Ataque CC Sutil (Sin armas [equilibrado])
    12 Defensa
    Habilidades

    Físico
    3 Atletismo
    Destreza
    5 Pistola de chispa
    3 Rifle de Chispa
    4 Espada ligera
    4 Daga
    3 Sin armas [equilibrado]
    5 Defensa
    2 Nadar
    4 Sigilo
    1 Montar
    Inteligencia
    5 Tradición/Historia
    5 Arqueología (Trol)
    2 Ilusión básica
    2 Mimetizar imagen
    3 Supervivencia
    2 Fauna
    1 Navegación
    1 Etiqueta
    1 Cartografía
    1 Leyes
    Percepción
    4 Advertir/Notar
    2 Callejeo
    3 Reflejos
    2 Música [laúd]

    1 Comercio

    Especialización: Ilusionismo.


  7. Pues creo que continuo esto. Vamos a ver...

    Nombre del arma: Espada ancha esmaltada.

    ID del arma: 4765

    Tipo de arma: Espada de una mano.

    ***

    Nombre del arma: Ballesta ligera refinada.

    ID del arma: 15808

    Tipo de arma: Ballesta. A distancia.

    ***

    Nombre del arma: Daga de gemas.

    ID del arma: 5742

    Tipo de arma: Daga. Una mano.

    ***

    Nombre del arma: Hachuela.

    ID del arma: 853

    Tipo de arma: Hacha de una mano.

    ***

    Nombre del arma: Cuchillo de bronce grande.

    ID del arma: 3848

    Tipo de arma: Daga. Una mano.

    ***

    Nombre del arma: Estoque de mitril deslumbrante.

    ID del arma: 7944

    Tipo de arma: Espada de una mano.

    ***

    Nombre del arma: Hoja señorial.

    ID del arma: 25100

    Tipo de arma: Daga. Una mano.

     

    Y hasta ahí. Os estáis pegando un currazo con el tema, y es de agredecer. Asi que mis dies, de verdad.

     

     


  8.  

    BANDA SONORA:

    (Pincha en el cuadradito arriba)

    Nombre: Merrick Growell.
    Estatura: Un metro y ochenta y cinco centímetros.
    Peso: Noventa y pico quilos.
    Edad: Cuarenta y dos inviernos.
    Raza: Humano del norte.
    Origen: Reino de Alterac.
    Ocupación: Proscrito; salteador de caminos.

    DESCRIPCIÓN FÍSICA:

    Spoiler
     

    Un tipejo alto y fornido, ya entrado en su madurez. Con algo más de grasa que de músculo. Lleva pegado el brillo del trigo a su melena, aunque las primeras hebras grisáceas comienzan a hacerse notar entre su pelambrera. Mal afeitado y sucio; luce un denso mostacho rubio sobre el labio. Voz rota, grave, y profundos ojos azules.

    Sus rasgos son toscos, y un puñadito de cicatrices le afean el rostro. No suele calzar mucho más que harapos andrajosos, trapos gastados y camisolas tan viejas como holgadas;  anda con la mano siempre cerca de la hachuela y el cuchillo que cuelgan de su talabarte. Asida a la espalda, carga su ballesta, junto con una pequeña aljaba de saetas.

    CARÁCTER:

    Spoiler
     

    Merrick es un hombre más que acostumbrado a la vileza y la crueldad. Ya no tiene grandes diatribas morales a la hora de tiznar su acero con sangre inocente, ni de vaciar los bolsillos ajenos por la fuerza. Veterano en mil atracos, raptos y refriegas. Ha matado, ha torturado, y ha violado. Queda poco atisbo de misericordia en su corazón; y su código moral hace mucho tiempo que se ha hecho añicos. Sin embargo, sigue profesando una lealtad firme hacia quienes considera los suyos, y un odio aún más virulento hacia el Imperio y la Alianza, a quienes culpa de los infortunios que han padecido todos los hijos de Alterac en los años recientes.

    HISTORIA:

    Spoiler
     

    Vino al mundo entre llantos, escarcha y mugre; en algún pueblucho enclavado en el corazón de las montañas de Alterac. Lo llamaban Villa Lobos, pero no era mucho más que un puñado de cabañas viejas y destartaladas mal alineadas en torno a la loma yerma. Hijo de un picapedrero venido a más; y mediano de tres hermanos. En su más tierna bisoñez conoció el frío y el hambre. Y se crió entre porquería y miseria, malviviendo para lograr ver la luz del sol un día más.

    Siendo apenas un rapaz vió a sus padres pasar a mejor vida, de tal suerte que con poco más que nada en su petate y en compañía de su hermano mayor se dispuso a viajar hacia la capital. Allí los problemas terminaron sorprendiéndolos, y en su huida, no hicieron más que dar tumbos de aquí para allá, acumulando deudas, entuertos y animadversiones. Terminaron engrosando las filas de un grupo de salteadores de caminos, y vivieron del robo, el chantaje y la extorsión al prójimo. Cuando las cosas se torcieron también allí, y su capitán amaneció decapitado y castrado, resolvieron acogerse a su antigua costumbre y escapar, en otro tumbo, para retornar de nuevo al hogar.

    Ambos se unieron a las mesnadas de La Hermandad, y en tan deshonrosa compañía gastaron varios de sus años. La vida acabó embruteciendo a nuestro hombre hasta hacerlo impasible a la crueldad y la vileza. Todo atisbo de compasión quedó sepultado en su interior como una piedrecita en lo más hondo de un vasto océano. Aunque jamás flaqueó en sus lealtades. De manera que cuando su hermano Gaspar acabó enzarzándose y degollando a uno de sus superiores, Merrick no dudó en apoyarlo. Y juntos, como al principio, empredieron otra huida. A sabiendas de que los buscarían. Esta vez, hacia las tierras del sur.

     

     

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  9. Nombre: Merrick Growell

     

    Atributos
    6 Físico
    8 Destreza
    6 Inteligencia
    6 Percepción

    Valores de combate
    24 Puntos de vida
    18 Mana
    7 Iniciativa
    10 Ataque a Distancia (Ballesta ligera)
    10 Ataque CC Sutil (Hachuela)
    10 Ataque CC Sutil (Cuchillo)
    10 Defensa

     

     

    Habilidades
    Físico
    2 Atletismo
    Destreza
    2 Ballesta ligera
    2 Hachuela
    2 Cuchillo
    2 Defensa
    2 Sigilo
    Inteligencia
    2 Supervivencia/Cazar
    Percepción
    2 Advertir/Notar
    1 Rastrear
    1 Reflejos

     

    Escuelas/Especializaciones


  10. [Imagen: 2wdx1yg.jpg]

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    (cortesía de @Beretta)

      Resultado de imagen de separator png

    • Nombre: Hebert.
    • Estatura: Un metro y casi ochenta centímetros.
    • Peso: Unos setenta y pocos quilos.
    • Edad: Treinta y siete inviernos.
    • Raza: Humano del sur.
    • Origen: Arrabales de Ventormenta.
    • Ocupación: Matarife; adepto del Vacío. 
    • Alineamiento: Neutral-Malvado. 

    DESCRIPCIÓN FÍSICA

    Spoiler

    Gesto lúgubre y mirada sombría. Una melena color azabache desciende casi hasta sus hombros; mientras que la densa barba, tan negra como el carbón, cubre la mitad de su rostro. Más bien alto que bajo; delgaducho, y de facciones duras. Nariz aguileña; cicatrices diseminadas, y tuerto del ojo derecho.  Luce un eterno aspecto decadente y cansado; despeinado, oliendo a sudor y humedad, con unas marcadas ojeras violáceas tatuadas en el rostro, y el único ojo, pardo terroso, a menudo enrrojecido.

    Va ataviado siempre con ropajes gastados de sobrios colores. Negros. O grises. Casi fúnebres. Y allá donde va, lleva el aroma del opio pegado a la ropa. De su talabarte penden una espada y un puñal, cerca de una vieja pistola de pedernal.

    El contacto con las energías del Vacío ha comenzado a producir sus primeros efectos; hace gala de un aspecto más consumido, huesudo, frágil y decrépito que antaño.

    CARÁCTER:

    Spoiler

    De él han dicho que no es más que un canalla sin escrúpulos que jamás ha conocido la decencia y el honor. Y puede que sea cierto. Taciturno, sombrío, traicionero; nunca juega limpio. Frío como un témpano. Depravado y sádico. Altivo y pendenciero. Burlón y mordaz. Más culto, astuto, y avispado de lo que cabría esperar. Tiene una manera retorcida y macabra de ver las cosas. Quizá no esté del todo exento de cierta moral, pero el código que ha construido para si pudiera parecer aberrante a ojos de la mayoría.

    HISTORIA:

    Spoiler

     

    Estaba oscuro. Y un goteo incesante se colaba por entre las rendijas del techo; aberturas y muescas en los tablones apolillados, que no venían sino a revelar la antigüedad y deterioro de toda la estructura. El hedor de la humedad y de la grasa se entremezclaba con el aire malsano y enrarecido, que flotaba tan denso en el ambiente que casi podría haberse cortado con un cuchillo. Allí el muchacho sintió cómo una mano tosca y enguantada retiraba el embozo del que lo habían provisto, liberando por fin sus ojos, sin que, paradójicamente, atisbara a vislumbrar mucho más.

    Un par de candiles alumbraban la estancia, a la que la palabra sótano venía grande. Era un cubil. Un agujero sucio; repleto de trastes, porquería y desechos. La clase de lugar donde uno no desea permanecer amordazado y atado de pies y manos.

    Pero ahí estaba él; había cejado ya en sus intentos por quebrar el nudo que ataba sus muñecas tras el respaldo. Y tras comprobar que la silla se hallaba bien sujeta al suelo por gruesos clavos, comprendió que tambalearse o mover los tobillos anudados a las patas no iba a serle de gran ayuda. Solo restaba esperar. Quizá entonar para sus adentros alguna de esas oraciones que a duras penas recordaba. No era un hombre religioso. Y nunca lo había sido. Sin embargo, estar en una situación como esa, en un lugar como aquel, puede darte una nueva perspectiva de las cosas. A estas alturas nadie iba a negar que el lozano William Bricks se había metido en un lío de dos pares de narices.

    Buenos días, ricura. O tal vez noches. —la voz aterciopelada del tuerto encontró eco en la angosta bodega—. Aquí abajo siempre me resulta difícil distinguirlos.

    Will farfulló algún montón de palabras indescifrables tras la mordaza, mientras sus ojos iban y veían por cada rincón, y una expresión de terror sincero volvía a esculpirse en su rostro lechoso. Todavía no le habían puesto la mano encima, pero eso podía cambiar en cualquier momento.

    Tranquilo, rapaz. Solo estamos tú y yo.—musitó el otro—. Así que venga. Mírame a mí. Estoy aquí, ¿ya me ves?

    El muchacho detuvo la mirada en su interlocutor. Y lo escudriñó mientras un millar de pensamientos funestos le cruzaban la cabeza. Era un tipejo alto, delgaducho y desgarbado. Con una melena más negra que el azabache, y una densa barba salvaje que ocultaba medio rostro de las miradas. Aún en la penumbra, logró percatarse no solo de que le faltaba un ojo, sino también de algunas cicatrices diseminadas por su cara.

    Yo sé quién eres. Te llamas William Bricks. Tú padre, y tu abuelo antes que él, eran curtidores en esta ciudad. Como lo eres tú. Tienes una esposa preciosa; Martha. Y la pequeña Betsy debe ya estar a punto de cumplir su tercera primavera. Casi podrías considerarte un hombre con suerte. —el tuerto se mordió el labio, y detuvo su mirada en la poco honrosa estampa— Aunque no te conformas. También te gustan los escarceos, ¿hm? De vez en cuando te acercas al puerto, y le regalas alguna baratija a una huerfanita de apenas catorce, Eli, para que te desabroche la bragueta. Una o dos veces al mes te escapas a la Almeja Dorada y pasas diez o quince enternecedores minutos con alguna de las chicas, después de los cuales te sientes triste, y sucio, y pobre, y vuelves a casa con el peso de la culpa. —sonrío, mostrando unos dientes grandes, y extrañamente alineados y blanquecinos, con la satisfacción de quien muestra una mano ganadora en cualquier juego de naipes— Yo sé muchas cosas de tí, Will. Pero tú todavía no sabes quién soy. Aunque me parece que eso tiene fácil remedio, ¿sí?

    El desgraciado mozo trató en vano de gritar, y de sacudirse. Sin que el hombre del cabello azabache hiciera más que trazar una mueca de displicencia. Como para quien los quehaceres diarios del oficio se antojan ya monótonos y aburridos.

    No te esfuerces, chico. Si quisiera escucharte, te la quitaría. —arrugó una pizca la nariz, y se acercó algunos pasitos más hacia él, para inclinar su rostro, y hundir su único ojo en los del hombre—. Verás. Yo soy el hijo de puta que se encarga de apretar las tuercas a cabrones morosos como tú, que se gastan en putas y en vino un dinero que no es suyo. Y se me ocurre que…~ ¿Sabes? ¿quieres que te enseñe algo gracioso?

    Sonrió, de manera tétrica y mordaz. Y se retiró un instante entre la penumbra y los trastes, mientras parecía rebuscar algo. Cuando volvió a la vera de Will lo hizo con un saquito de lino mohoso y maloliente en la diestra, y con toda teatralidad, cual arcanista de opereta, sacó de él la testa arrancada a algún pobre infeliz, sosteniéndola por una cabellera parda y pajiza, en la que se echaban en falta varios mechones. La carne, ya putrefacta, hedía de una manera atroz, y la piel, cubierta de marcas y sangre seca, se había tornado de un mortecino tono violáceo, de tal suerte que resultaba difícil aseverar si el desgraciado contaba treinta o cincuenta inviernos al momento de fenecer.

    William pegó varias sacudidas violentas, al tiempo que, de nuevo en vano, hacía imperiosos esfuerzos por gritar o recabar auxilio.

    Shh, shh. Escucha, rapaz. El problema de la gente como tú es que la vida os resulta tan incomprensible porque pensáis que ahí fuera hay gente buena y mala. Pero os equivocáis, claro. Solamente hay gente mala; en posiciones enfrentadas. Estamos rodeados de despojos que seguirán a cualquier bastardo dispuesto a ofrecerles un puñado de palabras vacías, que adorarán a cualquier dios, que cerrarán los ojos ante cualquier barbaridad. Aceptarán toda maldad cotidiana. No es la maldad creativa, aguda, de los grandes pecadores, sino una especie de oscuridad masiva de almas. —sonrió una vez más, tintineando la cabeza—. Pecado sin originalidad, se podría decir. Sí. Aceptan el mal no porque digan sí, sino porque no dicen que no.

    Soltó la mollera, dejándola caer al regazo de su cautivo. En sus rodillas. Y le dedicó una mirada sucia y divertida.

    Yo no soy de esa clase. Yo soy un hombre zafio, vil y retorcido. Y no solo no me arrepiento, sino que me enorgullezco de mi naturaleza. Así que tal como lo veo tienes dos opciones, Will. Puedes conseguir el maldito dinero y vivir el tiempo suficiente como para que este día solo te parezca un mal sueño lejano, o puedes ir a la guardia; y contar que un hombre malo te ha amenazado en algún sótano, en alguna parte. Tal vez te crean. O tal vez te tomen por loco. Sea como sea, querido, no sería prudente. Podrías socavar los cimientos de tu vida, obligándonos a revelar la cruda verdad sobre tus poco afortunados tejemanejes, y tarde o temprano, terminarías uniéndote a nuestro amigo entre interminables letanías de dolor. ¿Entiendes? Y quizá me obligarías a hacer daño a tu mujer, y a tu hija, y a toda la puta gente que ames. —lo apuntó con el dedo índice, señalándolo varias veces— ¿Me has oído, Will? ¿Me estás entendiendo? Mueve la puta cabeza para decir que sí. Eso es. Venga.

    […]

    Para la mayoría, no era más que una sombra esquiva que pululaba por los peores mentideros del Reino. Algunos conocían su nombre: Hebert. Aunque presumía de no tener a gala ningún apellido con el que acompañarlo. Nadie sabía de dónde venía, ni en qué tierra habría visto por primera vez la luz del sol.

    Llevaba ya el tiempo suficiente merodeando por las callejuelas más sórdidas de Ventormenta para considerarse un oriundo de aquellos arrabales. Y allí malvivía como matarife a sueldo en ásperos callejones, haciendo de la muerte, el chantaje y la extorsión su único sustento, bien curtido en las lides del subterfugio y el mercadeo de susurros y rumores.

    Esas mismas habladurías decían de él que en otro tiempo había mantenido familia, y engendrado retoños; que se había criado en algún convento, y vuelto la espalda al camino de la Luz apenas siendo un mocoso, pero todo aquello quedaba ya muy lejano, en un tiempo tan remoto como ajeno para nuestro hombre.

    La vida se había encargado de quebrarlo y retorcerlo hasta hacer de él una criatura pérfida y ruín, en la que todo atisbo de humanidad, virtud o compasión se encontraba ya demasiado diluido bajo toneladas de odio, rencor y avaricia. Lejos de toda redención; y perennemente cerca de una merecida muerte rápida y temprana.

    Pero tozudo insistía en continuar. Nadie llega tan lejos si no es para seguir. Su teatro de sombras; su opereta entre bambalinas. Lo disfrutaba. En la iniquidad del mundo se sentía, y se movía, como pez en el agua.

    Quién sabe cómo y dónde lo terminarán llevando tales fechorías.

     


     

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  11. Atributos
    6 Físico
    8 Destreza
    6 Inteligencia
    6 Percepción

    Valores de combate
    24 Puntos de vida
    18 Mana
    7 Iniciativa
    9 Ataque a Distancia (Pistola de chispa)
    10 Ataque CC Sutil (Estoque)
    10 Ataque CC Sutil (Daga y puñal)
    10 Defensa

     

     

    Habilidades

     
    Físico
    2 Atletismo
    Destreza
    1 Pistola de chispa
    2 Estoque
    2 Daga y puñal
    2 Defensa
    2 Sigilo
    Inteligencia
    1 Callejeo
    2 Evocar energía
    2 Torturar
    Percepción
    1 Advertir/Notar
    1 Reflejos
    1 Rumores

     

    Escuelas/Especializaciones

    Destrucción

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  12. Nombre: Edric

     

    Atributos
    6 Físico
    7 Destreza
    7 Inteligencia
    6 Percepción

    Valores de combate
    24 Puntos de vida
    21 Mana
    8 Iniciativa
    9 Ataque a Distancia (Ballesta ligera)
    9 Ataque CC Sutil (Espada larga)
    9 Defensa

     

     

    Habilidades

    Físico
    2 Atletismo
    Destreza
    2 Ballesta ligera
    2 Espada larga
    1 Cabalgar
    2 Defensa
    Inteligencia
    2 Leyes
    2 Tradición/Historia
    Percepción
    1 Advertir/Notar
    2 Etiqueta
    2 Reflejos

  13.  

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    BANDA SONORA:

     

    Nombre: Edric Bolster.
    Estatura: Un metro y ochenta centímetros.
    Peso: Unos ochenta quilos.
    Edad: Veintiocho inviernos.
    Raza: Humano del sur.
    Origen: Montañas de Crestagrana.
    Ocupación: Noble caido en desgracia. 

    DESCRIPCIÓN FÍSICA:

    Spoiler

    Pálida tez y respetable altura. No puede presumir de ser el hombretón más forzudo de la comarca, ni de contar con los brazos más fornidos del reino, sin embargo, está lejos de ser un alfeñique enclenque. Delgado, nervudo, y fibroso. Con varias cicatrices salpicadas por aquí y por allá. Cabellera parda en la testa, algo ensortijada y salvaje cuando crece más de la cuenta; en armonía con la densa barba que acostumbra a lucir.

    Voz agradable y grave, algo áspera. Mirada profunda y dura, que nace de unos ojos más grandes que menudos; de un verde apagado casi terroso. Podría considerarse afortunado, pues sus facciones son agraciadas, y a sus veintilargos inviernos conserva una buena mata de pelo en la cabeza y todos los dientes en su sitio; pese a que a menudo el gesto cansado, la descuidada barba, y las marcadas ojeras hagan merma en esta belleza, no merece ser tachado de feo o desagradable al mirar.

    Acostumbra a portar una coraza bastante sencilla, con remaches metálicos y el pequeño blasón familiar cosido al pecho. Bajo esta, camisola de buen paño, perneras cómodas y un buen par de botas que quizá hayan andado ya más de lo que debieran. Reserva otras galas para ocasiones más solemnes. De su talabarte penden siempre daga y espada.

    CARÁCTER:

    Spoiler

    Ha demostrado cierta perspicacia natural desde que no era más que un mocoso. Algo o alguien tuvo a bien bendecirlo con ese pellizco de ingenio y astucia que otros tanto echan en falta. Es un joven avispado e instruido, capaz de dar palique a sabios y a idiotas; hábil en el manejo de conceptos teóricos abstractos, y rápido poniendo la mollera a funcionar aún bajo presión. También un truhán artero y carismático, sobrado de labia y verborrea. Estas mañas lo hacen un buen orador, y un mejor embustero. Al menos, mientras tenga que lidiar con labriegos analfabetos e idiotas de cabeza cuadrada. Tales artes sin duda palidecen hasta tornarlo un mero aficionado ante la destreza de otros aristócratas mucho más versados en las retorcidas intrigas palaciegas y los torticeros juegos de poder.

    Siempre ha preferido afrontar los problemas con la palabra antes que con la espada, aunque ni la retórica más ingeniosa ni la lengua más afilada logran mantenerte con vida por si solas cuando vives rodeado de ellos. Así pues, tampoco teme desenvainar el acero. Y a pesar de no ser el más curtido hombre de armas, ni el más diestro espadachín, no se amilana fácil ni pone pies en polvorosa a la primera de cambio; ciertamente al contrario, pues a menudo logra sacar de sus entrañas los arrestos necesarios para afrontar, con más o menos fortuna, las situaciones peliagudas.

    Su mayor maldición quizá sea el orgullo, pues se lo podría tachar con facilidad de arrogante y soberbio. En ocasiones mira a la chusma por encima del hombro, con cierto desdén, creyéndose él mismo más elevado que el prójimo. Ni sabiéndose errado dará su brazo a torcer sin rechistar; y no es amigo de ofrecer disculpas o explicaciones por sus errores.

    No siente gran devoción por la chanza simplona, ni la burla estúpida. Tampoco por quienes las practican a diario. Sin llegar a caer en la perpetua amargura o la falta de humor, suele mostrarse serio y comedido. Recto y templado. Quizá buscando deliberadamente proyectar esa imagen a quienes lo rodean.

    HISTORIA:

    Spoiler

    Edric pasó su más tierna bisoñez a la sombra de su hermano Roland, quien estaba destinado a convertirse en el patriarca de su Casa. Nació segundo hijo, y como tal se crió. Quizá desprovisto del cariño y la consideración que su padre brindaba al primogénito. Por delante lo aguardaba un destino poco prometedor, y señalado por la férrea mano del patriarca. De lord Lorren podrían decirse muchas cosas; pues su vida no vino a ser sino una sucesión de errores y equivocaciones, sin embargo, en lo que respecta a la educación de sus vástagos, fue capaz de acertar al aventurarse a mirar más allá que sus ancestros, y despegar los ojos de la rígida tradición para adoptar ciertas formas, costumbres y lecciones más propias de la aristocracia de la capital o incluso de la propia Corte Real. Durante demasiadas generaciones, los cachorros Bolster habían sido instruidos para luchar, rezar o parir. Pero eso estaba a punto de cambiar.

    Y es que, en fin, Edric nunca fue el luchador más diestro del Risco. Las largas jornadas de entrenamiento en el patio, con lanza, espada y escudo; siempre bajo la atenta custodia del Maestro de Armas, lo acompañaron más de media vida, sin lograr hacer de él más que un espadachín competente.  Al contrario que su hermano mayor, duro, fuerte; hábil en la lucha, Edric no era un guerrero muy curtido, ni un formidable cazador, ni un excelente jinete, sino que tuvo que conformarse con destacar tan solo en la perspicacia natural y el ingenio de los que ya siendo muy rapaz hizo gala.

    Muchos le escupieron duras palabras a la cara. Asegurando que hundir los morros en el papiro no lo llevaría a ser otra cosa que un pusilánime; un timorato condenado a leer o escribir sobre la grandeza de otros hombres más audaces y valientes. Y eso, desde luego, no era digno de un Bolster.

    Así, las estaciones fueron pasando sobre las tierras yermas de Crestagrana. Una tras otras. Lentas, y salpicadas de pequeñas tragedias. Perdió a un par de parientes en la última epidemia de las fiebres del trigo, a su mejor amigo se lo llevó la viruela de los establos, y su tío Brandon se desnucó como un necio al caer beodo de su caballo mientras salía de cacería. Infortunio arriba, o infortunio abajo, su noble cuna lo libró de las severas hambrunas y penurias que golpearon a los más humildes tras la Segunda.

    Aunque no del disgusto de su padre, que no solo lo acusó de débil por preferir la pluma antes que la espada, o la seguridad de los muros al combate contra las huestes de pillastres, orcos y hombres perro que asolaban la tierra, sino también de arrastrar por el fango el buen nombre de la dinastía después de encamarse y dejar preñada a una de sus primas. A sus tiernas catorce primaveras, lord Lorren ya veía en su hijo un estorbo, capaz de atraer sobre su Casa toda una ristra de enredos y problemas. De tal suerte que el patriarca medito muy severamente enviarlo al monasterio más cercano y forzarlo a vestir el hábito, con la esperanza de curarse en salud, quitárselo de en medio, y ahorrar tan aciagos entuertos para la familia.

    Para fortuna o desgracia de Edric, antes de que la decisión final fuera tomada, su hermano Roland cayó junto a trece valientes en refriega contra una partida de saqueadores del Clan Rocanegra. Una semana después, su madre, abatida por la pérdida, se arrebató la vida al lanzarse al desfiladero desde la ventana más alta del fortín.

     

    Semejante tragedia convirtió a Edric, a sus escasos quince, en el nuevo heredero de la Casa. De manera que su augusto padre, a buen seguro a disgusto, renunció a apartarlo de su vista; y se afanó en tratar de prepararlo para sacar de él algún provecho. Volvió al patio de armas. Comenzó a ocupar el lugar que durante toda la vida había sido reservado para su hermano; a sentarse a la diestra del lord en el salón, a ejercer de anfitrión en su ausencia, pronto dispuso de una silla en su Consejo. Tal vez nunca llegaron a amarse como lo hacen un padre y un hijo, pero sí a entenderse; a tolerarse.

    Conforme pasaban los inviernos, el lord daba muestras de serio desgaste. Si para Edric reservaba una pizca de paciencia, el resto de sirvientes tan solo podían esperar de él gruñidos, quejas y desprecio. Comía menos. Dormía más. La enfermedad lo visitaba con frecuencia, postrándolo largas temporadas en cama. No tardo en empezar desvariar; a confundir lo cierto con lo falso. Lo real con lo irreal. Veía conspiración tras cada esquina. Hablaba con fantasmas. Olvidaba lo que decía, o recordaba decir lo que jamás salió de su boca. Así se fue echando a perder hasta convertirse en una mofa de lo que en otro tiempo fue; en un hombrecillo huesudo y medio ciego, atormentado por voces inexistentes, más tiempo delirante que cuerdo.

    En semejante situación, la vecina casa Mornn, que desde ha años ambicionaba la fortaleza del Risco, jugó sus cartas. Y tras una larga retahíla de entuertos y rifirrafes lograron su anhelado propósito. Acosados por rivales y acreedores, los Bolster fueron despojados de título y heredad, y su quebrado patriarca recibió varias acusaciones ante la Justicia del Imperio que lo tachaban de hereje, apóstata y amigo de las artes prohibidas. Sin embargo, los cargos no pudieron llegar a probarse; pues en los albores del tortuoso proceso, y apenas unas semanas después, el anciano y enfermo señor moriría hacinado en alguna oscura celda.

    Para entonces, lo que quedaba de los Bolster y su escaso séquito de sirvientes habían encontrado refugio en un viejo casetón de Villa del Lago. Sin embargo, sus retoños, primos y tíos, lejos de permanecer unidos frente a la adversidad, estaban a un paso de sacarse los intestinos entre sí, instigados por añejas sañas, y nuevas acusaciones.

    Edric fue alejado del inminente huracán por las mañas del que en tiempos había sido el más cercano consejero de su padre, Veygar. Cabalgó a la capital con el pretexto de asegurar allí los intereses de la estirpe, donde se rencontró con su hermana Madlyn, y tuvo el infortunio de ser hallado por Hebert, un siniestro matarife al que su augusto padre había tenido la fortuna o desgracia de conocer durante los años en los que, con un éxito lamentable, trató de jugar a la política y el comercio; haciendo más tarde de él sus ojos y oídos tras los pétreos muros de la urbe.

    Este despreciable sicario se presentó como la última baza para evitar el fin de su linaje. Y entre tretas, mentiras y verdades, arrastró a Edric a una pequeña vorágine de muerte y crueldad. Las consecuencias no se harían esperar, el joven Bolster pagó su cercanía a los tejemanejes del tuerto con, no uno, sino dos, intentos de asesinato. En ambos salvó el pescuezo, si bien el último terminó saldándose con la vida de Edmure, su escolta.

    Ahora, mientras las cosas se desmoronan a su alrededor, Edric, al fin, se prepara para asumir su papel como nuevo cabeza de la dinastía, pese a quien pese. Quién sabe qué ásperas penurias podría depararle el destino mientras persista en el empeño de recoger el nombre de los Bolster, y alzarlo desde el fango hacia las alturas.

     

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  14. ¡Muy buenas, chavales!

    Después de oir maravillas de este sitio, me han convencido, y he decido venirme para aquí y ver lo que se cuece. Llevo ya algunos añitos en esta movida del rol, pero imagino que a la mayoría ni os sonaré, de manera que tendremos una ocasión magnífica para irnos conociendo. Y poco más. Espero sentirme como en casa entre vosotros.

    ¡Un saludo, y nos estamos viendo!

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