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SwordsMaster

Misiva sellada a la Inquisición

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Santiago se sentó con pesadez en uno de los escritorios del cuartel. Tenía una cojera y el brazo izquierdo entablillado. De nuevo. No hacía falta mirarse en un espejo para saber que su aspecto daba pena, que tendría unas ojeras enormes, la coleta mal recogida, varios moratones por todo el cuerpo y partes de la cara o que sus ojos estaban enrojecidos aún tras una noche que apenas lograba recordar. Había acabado mal, fuese por lo que fuese, pero había rechazado de nuevo cualquier baja médica. Sin Elegost, alguien debía llenar papeleo extra, y a eso se dispuso a la tarde, tras estar toda la madrugada y la mañana inconsciente bajo tratados médicos.

Tomó papel, tinta y pluma como buenamente pudo con la única mano sana y comenzó a escribir.

De: Santiago de Sveri, cabo de la XIII Legión, IX Compañía del Ejército Imperial
Para: Autoridades de la Inquisición
Asunto: Percival Morton

 

A las santísimas autoridades de la sagrada inquisición, la Luz los tenga en su gloria por su noble misión en este mundo.

Procedo a informar de que en el pasado día ocho del tercer mes del año trigésimo primero del calendario imperial se procesó al individuo reconocido como Percival Morton, buscado por la Inquisición por acusaciones de herejía contra su persona. El reo fue encontrado por el soldado Law Wyght de la IX Compañía, XIII Legión.
Es de destacar la pacífica entrega del individuo Percival Morton, quien no ofreció resistencia en su captura y se presentó él mismo a las puertas de la ciudad.

Se les confía el juicio del hombre, pues solo la Inquisición podría actuar con justicia ante este caso, y así lo dicta la ley ante herejes y similares. El hombre se encuentra recluido en las celdas del cuartel del ejército imperial en Villadorada esperando su extracción por parte de la Inquisición de la Iglesia de la Luz.

 

Por la Luz, por el Imperio, por la Emperatriz

emblema_ROLERRANTE_final.png

*La misiva acaba con una firma del cabo Santiago de Sveri justo debajo del sello imperial*

 

Santiago se refregó los ojos un segundo con la mano libre. Era increíble que siquiera hubiese logrado mantener la caligrafía intacta en su estado. Con un pesado movimiento tomó la misiva y se la guardó. Tendría que acabar todas las tareas de contabilidad, conteo de suministros y gastos y reparto de sueldos del Imperio que le acometían como tesorero y acabado todo ello se dirigiría, sin ninguna clase de apuro, más cerrada la noche a entregar la misiva en persona a la edificación de la Iglesia de la Luz en Villadorada.

El resto ya no era cosa suya.

 

@Malcador

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