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Stannis the Mannis

Fundación del Campamento Falveri

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Prólogo

Una aventura preparada

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Si juntas a dos personas necesitadas, con falta de aventuras y dinero, así como de techo ¿Qué obtienes? Muchas ocasiones de perder la vida.

No es lo que pensaron los dos Montaraces cuando comenzaron esta aventura, ellos pensaban en un rincón de Elwynn donde resguardarse del clima sin pagar, cazar sin ser molestados y dormir sin tener a un vagabundo rabioso al lado. 

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Como siempre, todo comenzó en una posada. En la del Orgullo del León. Santiago de Sveri y Elegost, habían tenido una mala aventura la noche anterior. Se les había ocurrido ir a "Rapiñar" -Como a Elegost le gustaba decir- objetos varios en la barriada de los muros exteriores de Villadorada. 

No era mala idea. Habían muerto muchas personas. El lugar estaba casi abandonado y la Guardia Imperial no se mostraba ya muy presente. Seria fácil entrar, ir a unas ruinas y obtener algo de basura. El objetivo eran lonas, con las que montar unas tiendas. Algo fácil, pero no para esos dos que tienen más mala suerte que un Gilneano mirado mal por un Renegado. 

Los dos recorrieron la barriada en una tarde triste y lluviosa, aprovechando aún más la falta de gente por las calles. Les cayó la noche y dieron con una chabola y lo que parecía ser el inicio de una nueva casa. Aunque la noche les quitó la posibilidad de encontrar nada, salvo las cuerdas que sostenían el techo de lona de la chabola.

La tarea recaía en Santiago de Sveri. Hizo cálculos: ¿Era posible cortar una cuerda sin que cayera todo? La respuesta se le escapaba, así que probó suerte, y todo se vino abajo.

La chabola perdió el techo y un viejo salió de malas. A Santiago le dio tiempo a saludar antes de que junto a Elegost, recibieran pólvora y perdigones. 

Los dos dos rapiñadores a malas consiguieron volver a ponerse en pie y salir del lugar ayudados el uno del otro. Huyeron como buenas ratas que eran y tomaron un descaso. Santiago tenia una mala herida, estaban cerca de la salida y cuando parecía que se iban a salir con la suya, el viejo les pilló. 

Soltando un feo impropio y Elegost un grito de aviso, volvió a caer contra ellos perdigones. Con los dos saqueadores en el suelo, el viejo se confió e iba directamente a degollaros. Santiago intentó correr, pero no lo logró y Elegost se tuvo que defender. 

Una puñalada a costa de la vida del viejo, el pobre hombre no tenia oportunidad. Habian matado a un hombre semi-inocente pero .. ¿Qué importaba? La vida era dura y ellos se defendían, ese lugar estaba sembrado de sangre. 

Antes de que los dos compañeros, destrozados y con más agujeros que un queso se marcharan de ahí, Elegost se acordó de la chabola del viejo que no estaba lejos. Él no lo iba a usar ya, así que tomarían ellos sus cosas.

Desde una mochila grande vieja, hasta una hachuela. La noche no se les había dado tan mal, quitando las heridas. 

Aunque dos miserables como ellos, poco dinero tendrían para pagar los servicios de un galeno y en la iglesia podrían pedirles explicaciones. Por lo que Elegost llevó a Santiago a la posada Orgullo del León, pagó con el dinero obtenido en el trabajo del Barón; algo que le ayudara a sanar a su compañero y que no les molestaran.

Gael se unió a ellos. Aunque desconfiaba mucho del Montaraz de Norte, por lo que intentó buscar ayuda mientras Elegost cuidaba de Santiago. Le hizo un apaño, el cual hubiera quedado mucho mejor pero ... era lo que tenían. Gael apareció al final para ayudar a atender las heridas del Montaraz. Y así, la noche terminó para esos dos, que cayeron en un profundo sueño a causa de la aventura.

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Y así llegamos a esa mañana con los dos Montaraces teniendo que irse de la Posada al no tener dinero que darle a Brog, se veían con la soga al cuello. La idea de montar un campamento en los bosques cobró más fuerza.

-Porque es barato. -Espetó Santiago a Gael cuando le preguntó por el motivo de hacer tal cosa. 

Era barato, y porque quedarse a coger polvo en la posada no era propio de ellos. En ellos era propio moverse, salir de aventuras y aprender. 

Así fue como Santiago y Elegost -Seguidos por Gael, porque no se fiaba, de nuevo, de ellos- marcharon al oeste del Bosque de Elwynn, buscando un lugar donde asentarse.  

 

Continuará en: Día 1-La Conquista de Falveri.

 

Participantes: Santiago de Sveri - Elegost - Gael(Muy al final, pero por no hacerle un feo)

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Día 1: La Conquista de Falveri

El Nuevo Mundo

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Continuamos la aventura por donde la dejamos. Con la aventura por encontrar tierras seguras donde montar un campamento. Una idea noble aunque complicada de llevar, pero a los dos montaraces no les faltaba entusiasmo -Aunque Santiago era un vago y Gael solo les acompañaba temporalmente-

 

Elegost intuía que en el flujo del río que nacía del Lago Espejo y terminaba en el río Nazferiti, podría encontrar un buen lugar. Cerca del agua y protegido por las depresiones del terreno. Así que encabezó la marcha esperando encontrar aquel lugar deseado. 

Hacia tiempo, los niños de Villadorada iban a una cascada no muy lejos del pueblo, donde pasaban los calurosos días, hasta que los Múrlocs del Linde del Bosque hicieron del lugar un peligro potencial. 

Además había que sumarle que la zona estaba llena de trampas de oso, a lo que se adelantó Elegost, avisando a sus compañeros. La idea seria ir en fila, uno delante con un palo oteando el terreno hasta llegar a la cascada. Claramente, Elegost iría delante. 

La cosa no empezó nada bien, viejas trampas de oso, oxidadas y olvidadas por a saber quién,  saltaron al paso del imprudente Elegost, que terminó sin el palo y con una herida en la pierna. Gael y Santiago -En especial el último- se asustaron al ver al Montaraz con la trampa cerniendo su pierna, pero gracias a la destreza de Gael, consiguieron liberarle y reanudar el viaje. Con más palos que antes y más prudencia, detectaron y anularon las demás trampas, cosa de la que se ocupó Santiago. 

Les llevó un buen tiempo y cuando llegaron a la orilla del río, debatieron si el lugar era adecuado. La colina no daba tanta protección, apenas habían árboles cerca... No era el mejor lugar. Pero al otro lado, había el lugar que buscaban. Con protección del viento del norte por las colinas más altas, árboles, rocas, resguardado del clima. Solo deberían dar otro rodeo y más horas de viaje. 

Siguieron el camino hacia Páramos del Poniente, cruzando el puente del paso Oeste y siguieron río arriba. El viaje estaba siendo demasiado tranquilo, hasta que el atento Gael notó algo en el agua... ¿Peces? No podían ser, eran demasiado grandes e iban contra corriente.

Elegost no le dio importancia. Habían salmones y junto a Santiago, habían sobrealimentado a muchos peces de la zona. Gael no era de las personas que se confiaban a la primera e insistió en que era algo más grande que un pez. El pensamiento pasó por sus cabezas: Múrlocs.

Alertados apresuraron el paso, ya estaban cerca... Pero de improvisto, les asaltaron por los juncos del río. ¡VEINTE MÚRLOCS! -Algunos dicen que eran solamente tres, pero los rumores es lo que tienen-

Gael y Elegost que iban delante, se sorprendieron por el asalto escamoso y tan solo Santiago, fue capaz de actuar con presteza, disparando una flecha que surcó el cielo por encima de sus cabezas y atravesó la de uno de los Múrlocs.

Los humanóides anfibios se entristecieron por unos segundos. La perdida de un ser querido, otra boca menos que alimentar... ¡Pero no se lo pensaron mucho y fueron a la carga contra Elegost y Gael!

Aunque a decir verdad, sus patéticas armas rudimentarias y primitivas, nada podían hacerles, por lo que el contraataque recibido fue mayor para los Múrlocs y asustados, heridos y en inferioridad numérica, partieron en retirada. Salvo Santiago, que lanzó una flecha fallida contra uno, nadie más alzó su arma. Seria algo que se lamentarían en un futuro.

Con la victoria obtenida y un botín más que suficiente; Un múrloc para cenar, llegaron a la zona indicada. 

Usando los objetos "rapiñados" de la barriada de Villadorada, el campamento se alzó con mayor o menor éxito. Una gran tienda y dos más pequeñas. Santiago tuvo la idea de ponerse en lo más alto, sobre rocas de la colina y su tienda fue la peor montada. La personal de Elegost, algo más cerca del río, era la más estable. Y la grande, se mantendría a menos que cayera una tormenta con fuertes vientos. 

Santiago cocinaría el Múrloc. Un manjar muy querido en Páramos, pero que lamentablemente el Montaraz Arcano no conocía, aún así les dio para una buena cena y repetir. 

Establecido el campamento y habiendo cenado, cada uno hizo algo diferente. Mientras Elegost se curaba las heridas de la trampa, Gael iba a dormir y Santiago volvía a comer. La noche no tuvo más percances y el comienzo de una historia se empezaba a forjar.

 

Ahora ¿Y esos Múrlocs? ¿Vendrían más? Elegost contaba con que sí. Que esos tres eran simples exploradores que iban a echar a los que querían quitarles tierras. Por lo que le contó a Santiago lo que harían mañana; Cazar. Recolectar suministros para fortificarse y prepares para el asalto Múrlocs.

 

 

Continuará en:  Día 2 - Rapiñadores.

 

Participantes: Santiago de Sveri - Gael - Elegost

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Día 2 - Rapiñadores

¡Ad Victoriam!

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Elegost nombró lo que necesitarían para resistir en la zona el tiempo que hiciera falta, a la espera del asalto Múrloc. Lo necesario era lo siguiente...

 

  • Madera. Para la fabricación de estacas, barricadas, hogueras más duraderas y grandes. Además de poder en un futuro, hacer tiendas con esta madera que fueran más resistentes que las actuales de lona.
  • Alimentos. Estando en un bosque como Elwynn, no seria complicado cazar algunas piezas. Desde peces del río, hasta liebres. Pero también frutos silvestres.
  • Plantas. Esencial para curar heridas, hacer infusiones y demás utilidades. 
  • Herramientas. Nada seria posible sin los instrumentos adecuados. ¿Cómo obtener madera de un árbol sin un hacha grande? ¿Cómo juntar tablas, sin clavos y martillos?
  • Pieles. Santiago no tenia mucha ropa y las noches eran frías en el bosque, necesitaban pieles abrigadas para ellos y parches de cuero para reforzar las tiendas o sus propias ropas deterioradas.

 

A la mañana siguiente de establecerse, Santiago anunció a Elegost, que Gael se había marchado. ¿A dónde habría ido? ¿Era un cobarde? ¿Tenia algo mejor que hacer? ¿O se había perdido? Una lástima que se fuera, lo iban a usar como carne de cañón, cebo, alarma... etc

Pero eso no desanimó a los pioneros montaraces, que después de un nutritivo desayuno a base de infusión de raíz de tierra con bayas y una pastosa pasta de insectos triturados, se pusieron rumbo norte a las orillas del Lago Espejo. Era el amanecer y los animales, como las personas, necesitaban desayunar y beber. 

Antes de irse a su destino, observaron el alto del campamento desde la cordillera de la cascada. Idearon dónde pondrían cada cosa, las barricadas entre los árboles, estacas en la pendiente, una hoguera con la que atraer a los Múrlocs al centro del campamento y ellos, entre los árboles pequeños que habían en la colina. El plan era aprovechar que sean muchos para confinarlos en un lugar y descargar sobre ellos una lluvia de flechas. 

Ya en su destino, sigilosos con más o menor éxito, encontraron un oso pardo. Ni más ni menos que una imponente masa de grasa, pelaje y potentes garras. ¿Qué harían ahora? Si se iban a otro lugar, perderían horas esenciales. Elegost ideó alejar al Oso con carne de Múrloc que les sobró, aunque Santiago no logró arrojar la carne muy lejos y el Oso estaba cada vez más cerca de ellos, hasta que...

Al parecer en la zona es frecuente encontrar venados en celo, que tan imperiosos echan a cualquier bestia o persona de sus tierras. Quiera la fortuna o no, eso pasó esa mañana. ¡Bravo y directo, con su cornamenta en riste, impactó el noble venado en el oso! 

La lucha duró durante largos y agonizantes minutos. El Venado parecía tener las de perder pero, para asombro de los dos monteros, el venado logró clavar su ornamente en lo más profundo del pecho del oso. Victorioso pero moribundo, Santiago acabó con la vida del imperioso venado. 

Pero la suerte estaba de su lado. Tenían un oso y un venado. Carne y pieles de sobra. ¡Y no habían tenido que hacer nada, tan solo mirar como asquerosos bandidos a la espera de su presa débil! 

Toda la mañana, horas de sangre, sudor y sobre esfuerzo para obtener toda la piel de los animales. No lograron la carne del venado, pero con lo que tenían, era más que suficiente. 

 

Descansaron hasta la caer la tarde, era la hora de obtener la madera y las herramientas. La lluvia empezó a caer con fuerza y la noche estaba próxima. La tormenta hizo caer algunas grandes ramas, pero necesitaban más madera. La respuesta a sus dudas de qué hacer llegó pronto. Santiago nombró la barriada. 

Era una suerte todo aquello. La situación del lugar y el clima a su favor. Podrían entrar, rapiñar alguna casa en ruinas y "obtener" las herramientas de la casa en obras que vieron la primera vez que estuvieron.

Lo primero fue fácil de obtener, pero Santiago perdió el rumbo entre las calles enfangadas y oscuras. Más tempo perdido, pero ... encontraran las herramientas. Solo quedaba llevar todo al campamento.

Tarea tiránica, arrastrar las vigas de la casa en ruinas. Santiago se lastimó y tuvieron que dejar una. Pero aún tenían la más grande de cuatro menos por lo menos. La suerte de tiempo hizo que nadie andará por las calles y con mucho esfuerzo, llegaron a su refugio sin más reparo. 

Lo tenían todo. Las pieles, la carne, la madera, las herramientas ... Solo quedaba prepararse. 

Santiago se preguntaba si esa seria la noche, si los Múrlocs vendrían. Usó de nuevo sus dotes arcanas y con más certeza que la última vez, percibió el peligro, la marea escamosa se acercaba. ¡Tenían que apresurarse! 

 

Continuará en:  Noche 2 - La Defensa de Falveri. 

 

Participantes:  Santiago de Sveri - Elegost Faler

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Noche 2 - La Defensa de Falveri

 

Ruina Imperii...

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Y así sucedió. Los valientes campistas comenzaron a levantar defensas para resistir el inminente embate de los múrlocs, cuya motivación era tratar de expulsar a los invasores humanos y el reciente alzamiento de su campamento al norte de sus territorios. Y aunque Santiago de Sveri pudiese prevenir la inminente invasión... Nadie puede predecir el resultado de una batalla.

El dúo que habitaba el Campamento Falveri no comenzó con el pie derecho para el alzamiento de defensas. No encontraban los recursos, los intentos de crear algo decente eran torpes y la enorme viga de madera se negó con toda su robustez a ser cortada en dos, por lo que la tuvieron que poner entera para resistir la entrada por tierra al Sur del campamento. Nada estaba saliendo según los planes.
Sin embargo, tras un arduo e incesante trabajo en conjunto lograron levantar algunas cosas básicas para resistir el embate; habían colocado y aferrado rocas afiladas a la viga, colocado picas en la entrada por el río que sin duda los múrlocs usarían y varias estacas en la subida por la ladera a las colinas al Norte del campamento y, aunque también trataron de iniciar un gran fuego que intimidase a los múrlocs, fue imposible y todo quedó en una simple hoguera al centro del campamento. No era perfecto, pero con el poco tiempo que tuvieron, aquello sería suficiente. ¿No?

El tiempo pasó. El Montaraz del Norte y el recientemente autoproclamado Montaraz Arcano aguardaban en la cima de las colinas al norte del campamento. Santiago se mantuvo concentrado canalizando energía un largo y extenuante rato para permanecer alerta a la llegada de los múrlocs. Ya caída la noche, abrió los ojos y dio la señal a Elegost. Estaban llegando.
Sin embargo, el grupo que llegó en un principio era demasiado reducido para lo que esperaban; seis múrlocs. Estaba claro que venían más. Los primeros seis llegaron por el río, y las estacas que Santiago había colocado en la entrada a través del río habían hecho su trabajo, empalando y matando al instante al primer grupo de múrlocs. Sin embargo, las mismas picas de madera no resistieron en pie y la entrada a través del río era ahora una puerta abierta.
El segundo grupo de seis múrlocs llegó. Ninguno de ellos parecía un líder, pero tampoco es que los múrlocs sean muy organizados ¿no?. Este segundo grupo, llegado también por el río, no tuvo impedimentos para entrar al campamento. Con lanzas de piedra rudimentarias, comenzaron a rajar las lonas de las tiendas en busca de humanos. Pero no había nada... Hasta que una flecha solitaria rozó y cortó a uno de ellos. Venía del norte, eso lo sabían. Pero fueron incapaces de ver nada al norte salvo colinas.
Y finalmente, llegó el tercer grupo por el río, de nuevo teniendo entrada libre al campamento con las picas derribadas por el primer grupo de avanzadilla. Los múrlocs no eran conocidos por su inteligencia, pero aquel múrloc, más grande que el promedio y de escamas de aspecto endurecidas, con una concha de mar a modo de parche en el ojo izquierdo, era algo fuera de lo ordinario en su raza sin duda. El segundo grupo de múrlocs comenzó a emitir sonidos guturales, aparentemente poniendo al día a Grgblus. Aunque los Montaraces eran incapaces de entender que decían, estaba claro de que a Grgblus se le había ocurrido una eficaz idea para hacerles revelar su posición. Ordenó que los múrlocs tratasen de quemar el campamento, quemando palos en la hoguera. Y funcionó. Ambos humanos revelaron su posición en la cima de la colina y comenzaron una descarga de flechas contra los múrlocs antes de que pudiesen llegar a quemar nada de su preciado campamento. Las primeras flechas volaron, fulminando a uno de los múrlocs y dejando a otro herido. Los múrlocs no tardaron en reaccionar. Todos ellos, a excepción de su líder, lanzaron prestos sus lanzas esperando darles a los humanos en la cima de la colina. Pero tan solo una de las lanzas logró darle, a Elegost en particular. Y cuando volvieron a descargar flechas sobre los múrlocs... La cuerda del arco de Sveri cedió, reventándose. Los múrlocs, prestos, aprovecharon la ocasión. Cuatro de ellos se dividieron del grueso principal, seguramente a órdenes de Grgblus, y comenzaron a subir por la ladera. La primera fila de estacas en la misma les hicieron daño, dejándoles graves, aunque no les impidió seguir avanzando mientras los múrlocs de abajo comenzaban a rapiñar (El karma se las devolvió a los montaraces) cosas del campamento para arrojárselas a los humanos arqueros. El líder Grgblus, por su parte, finalmente arrojó su lanza, dándole al Montaraz del Norte quien rápidamente pudo notar que aquel múrloc tenía una fuerza por encima de la del resto de sus matones de agua dulce.
Elegost y Santiago optaron por moverse a una posición donde pudiesen ver la ladera, ya que Santiago había perdido su arco. La segunda y última fila de estacas cedió junto a los cuatro múrlocs que trataban de subir por allí, generando cuatro bajas más. Grgblus y los otros 5 múrlocs que aún vivían aprovecharon la ladera ahora despejada para comenzar a subir. Durante el ascenso Elegost descargó un par de flechas sobre los múrlocs. Una logró darle a uno de los múrlocs que subían en el tórax, dejándole grave y retrasando su avance. Pero la segunda fue evitada con eficacia por el líder, dándole más razones al dúo de campistas para temerle.
Ya llegados arriba y tras el choque inicial, se desató una lucha brutal y sangrienta cuerpo a cuerpo entre ambos humanos y las fuerzas de los múrlocs, armados con palos y, su líder, con un robusto pedazo de madera que estaba guardado para quemarse en la hoguera. Los vasallos de Grgblus en sí no supusieron un desafío demasiado grande; pero por otro lado su líder sí que era una máquina, o tenía la suerte muy echada a su favor. Sus ataques eran violentos y fuertes. Mientras sus vasallos cedían, decidió realizar una última acción temeraria. Cargó contra Santiago, quien había sido dejado al borde del precipicio en su lucha con los múrlocs y quien estaba en mal estado, embistiéndolo y cayendo ambos ladera abajo.

-SANTIAGOOOOOOO- Fue lo último que gritó el Montaraz mientras le perdía de vista cayendo ladera abajo. Tras eso, colérico tras la caída de su compañero (O quizás simplemente por desesperación), Elegost se las arregló para deshacerse de uno de los dos últimos múrlocs que permanecían vivos, huyendo el otro por el río en dirección al lago del norte, sin que Elegost pudiese hacer nada.
Tras eso el Montaraz del Norte pudo respirar tranquilo... ¿O no? ¡No! Cuando observó ladera abajo, Grgblus se preparaba para llevarse a Santiago, probablemente como prisionero y dando ya al otro humano por muerto. Pero con un "¡ESTO NO HA ACABADO!" como grito desde la cima, Elegost comenzó a descargar flechas contra el líder Grgblus. Tras un par de devastadores ataques, y dándose cuenta de que no le quedaban aliados, Grgblus huyó por el río hacia el sur, siendo perdido de vista por el humano.

Santiago se encontraba en un estado grave por sus heridas y permanecía inconsciente en el suelo. Su compañero no estaba en muy mejor estado, pero al menos se mantenía consciente. A duras penas logró cargar con el Montaraz Arcano hasta la tienda mayor, ahora con las lonas desgarradas y a merced de animales salvajes. Elegost tendría que permanecer de vigila de noche mientras mantenía las heridas de ambos.

Era una victoria, pero una victoria amarga. Campamento Falveri se encontraba ahora en ruinas, en contraste del resplandor que hasta hace tan pocas horas relucía.
El destino tanto del campamento como el de ambos valientes pendía ahora de un fino y delicado hilo... Y Grgblus probablemente advertiría al resto de múrlocs en la zona de los humanos.

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Los problemas no cesaban.

 

Continuará en: Día 3 - Gloria Perdida

Participantes: Santiago de Sveri - Elegost Faler
Masteado por: SwordsMaster

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Día 3 - Gloria Perdida
Parte 1
El Precio de una Milla
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El sueño convertido en pesadilla. La sangre formando charcos en la tierra embarrada del campamento. Los gritos de los Múrlocs aún vivos en Elegost. Los golpes y heridas no le dejaban dormir. Su amigo malherido había sufrido bastante pero se mantenía estable. La noche pasaba como una lenta tortura. Al llegar el alba, después de momentos vacíos en la mente del Montaraz, todo parecía cobrar sentido.

 

Una vez puestos los dos en pie, recobrado algo las fuerzas, llegó el momento de contabilizar daños. ¡Sus tiendas! La peor parte... estaban con las lonas rajadas, el campo lleno de cadáveres Múrlocs, las defensas depuestas, menos las barricadas de los árboles. Manos a la obra después de un fuerte desayuno con los restos de carne de oso que quedaban comestibles. 

Se repartieron las tareas: Elegost recolectaría plantas de la zona para preparar más medicinas. Habia agotado todas estos últimos días. Santiago mientras pondría en orden el campamento. Recogiendo las armas de los Múrlocs, arreglando las empalizadas y demás.

El Montaraz del Norte tardó lo suyo en recorrer los alrededor del campamento, no quería adentrarse mucho en el bosque pero no tenia opción. Raíces de tierra para infusiones que sanaran los músculos, flor de paz para el dolor y hojaplata para potenciar la curación. 

El montero se conocía el bosque, pese a casí perderse y seguir un rastro que lo hubiera conducido a una batalla perdida, todo marchó bien. Menos por la flor de paz, de lo demás encontró bastante. Una hora después ya había vuelto al campamento para encontrar a su compañero a medias con sus tareas. 

Juntos repararon las tiendas con la piel de venado que les quedaba. Crearon alfombras-camas de piel de oso y Santiago se confeccionó un manto corto con ella. Las cosas parecían ir por buen rumbo. Pero entonces, Santiago se lastimó. Otra vez. 

Mientras cavaban una zanja al lado del campamento, para echar los desperdicios y sanar el campo, Santiago se arrancó una uña. Algo grave, posiblemente hubiera muerto o perdido la mano, si no fuera por su templanza y pronta acción. 

Reunieron los cuerpos de los Múrlocs abatidos la noche pasado e hicieron cuentas mientras separaban lo comestible de lo que no. Tenían decenas de kilos de carne. ¡Demasiada carne! Tendrían que encontrar sal para conservar todo esto. Por lo que idean un viaje a la Villa, así como confeccionar unos carteles donde publicaran su "Conquista" del Nuevo Mundo. 

Con los restos de los parches de venado, hicieron notas, con la sangre de los Múrlocs: tinta. Y con juncos tenían las plumas. En unas pocas horas marcharon a Villadorada. Colgaron los carteles en diferentes puntos, uno en el tablón municipal y otro en la posada. Luego se encontraron en la plaza y pensaron su próximo movimiento.

Elegost insistió que era demasiado tarde para volver al campamento y ya que estaban ahí, se quedarían a dormir en algún rincón y al alba, encontrar un comerciante que vendiera sal ... aunque no sabían cómo pagarlo. 

El Montaraz Arcano; Santiago, no se sentía a gusto en Villadorada. Temía que los Múrlocs volvieran al campamento. Pero Elegost creía que los Múrlocs irian a por ellos, por venganza, no al campamento el cual estaba vacío. Así que se fueron a un rincón de la villa para pasar la noche sin tener que pagar. La zona del pozo era un buen lugar. Tranquilo y acogedor con agua limpia. 

Rellenaron las  cantimploras y revisaron un viejo carro que estaba abandonado. Pensaron en llevárselo pero Santiago se molestó y se negó al enterarse de unos restos orgánicos en su interior. Elegost los retiró y se lo llevó sin más. Era demasiado valioso y necesitaban de veras ese carro para transportar cosas pesadas. Su compañero no quería saber ya nada del carro durante un buen rato, como siempre que se ponía nervioso repetía; Luz luz luz. O luzu luzu luzu.

Con el carro terminaron en el jardín del oeste de Villadorada, cerca de la salida y lejos de la plaza, un lugar tranquilo o eso creían. Mientras Elegost se disponía a limpiar su carro, una joven impertinente, extranjera y de tez morena con aires de dominadora se empezó a mofar del carro de Elegost.

El Montaraz del Norte, como rapiñado y orgulloso de sus logros, defendía el carro. Y así empezó una larga lucha que podría resultar cómica y patética a partes iguales. El caso y después de muchas carantoñas, Elegost se impuso. 

La mujer provocaba la curiosidad de Santiago y la repulsa de Elegost.  Uno le fascinaba lo nuevo, al otro era arisco con las personas mofadoras. 

Pero al final la mujer se terminó marchando después de aclararse un poco en la fuente del jardín. Aunque los dos Montaraces sabían que estaba rapiñando monedas, como Santiago le intuyó que hiciera para "tomarse algo"

El alba estaba cerca y después de cambiarse de lugar de nuevo, se echaron en el carro a dormir... y se quedaran bastante dormidos los dos vapuleados rapiñadores.

 


Continuará en:  PARTE 2 - SANGRE NUEVA
Participantes: Santiago de Sveri - Elegost Faler - Con la colaboración final de Victoria Cruz en el papel de: La Rufián que no deja de mirar MI carro.

 

Duración del Evento: Entre cuatro y cinco horas. 

 

Bienes  y cambios en el Campamento Falveri

  • Carro viejo con las ruedas oxidadas. Sin pintura ni protección. 
  • Plantas curativas de la zona de Elwynn oeste: Raíces de tierra. Una flor de paz y otras cuantas de Hojaplata.
  • Dos tiendas pequeñas y una grande reparadas con parches de piel de venado.
  • Repuestas las empalizadas con jabalinas de manufactura Múrloc
  • Reparadas las defensas entorno al campamento.
  • Dos alfombras-camas de piel de Oso. 
  • Manto corto de piel de oso pardo para Santiago. 
  • Ya no quedan más pieles. A rapiñar de la caza otra vez
  • 114 kilos de carne de Múrloc por 16 Múrlocs normales abatidos. La mitad se echará a perder y un tercio es convertido en abono y cebos.
  • Una zanja de cuatro metros de largo y uno de profundo al lado de la barricada de la viga de madera entre los árboles. 
  • Platos, cuencos y demás herramientas para comer hechas de piedras del río.
  • Una caja de herramientas con lo siguiente: Martillo simple. Sierra de una mano y clavos.
  • Un hacha de un filo para cortar leña y una hachuela.
  • Población: 2 personas.
Editado por Stannis the Mannis
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Día 3 - Gloria Perdida
Parte 2

Sangre Nueva

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Ya habían tocado misa en la iglesia de Villadorada cuando los dos Montaraces seguían dormidos y así estuvieron hasta pasado el mediodía. Técnicamente habían perdido un día entero, pero estaban tan casando de los días anteriores... 

Entre que se arreglaban, comían y se serenaban, el atardecer les cayó encima. Demasiado tarde para ir buscando mercaderes que les vendieran lo que necesitaban. Santiago sugirió alguna algunas ideas que no podrían ser llevadas a cabo ya. Por lo que Elegost decidió buscar algún aviso en los tablones locales.

Encontraron al rato uno, pero ni concretaba ni aseguraba, pero algo era para empezar. Y mientras estaban buscando más notas, Kenway se les acercó por atrás.

- ¿Qué toca hoy en el menú de la posada? 
 

Menudo brinco pegaron, les habían cogido despreocupados. Entre que Elegost presentaba a Kenway el cual conoció brevemente en el pasado, se acercó un hombre de pintas pobres que pedía comida. El Montero del norte le ofreció un trozo carbonizado y de ahí empezaron a contar que tenían muuuucha más carne en el campamento. El vagabundo no se lo pensó y pidió que lo guiaran al campamento después de leer la nota que dejó Santiago en el tablón. A ellos se unió Kenway después de meditarlo, pues él prefería alcohol... pero el condenado tenia hambre y no lo podía ocultar.

Elegost los guió hasta un bosquejo en la villa, donde había ocultado el carro de la noche pasada. Con la ayuda de todos -Y algún intento extra- lograron sacarlo y llevarlo fuera de los muros. 

El camino fue costoso pero llegaron al puente del paso Oeste y ahí pararon. Elegost les advirtió si escuchaban algo, los Múrlocs podrían acechar... Pero todo estaba calmado y prosiguieron hasta la ribera oeste, subiendo el río. Con todo el sigilo que podría salir de cuatro desperdicios como ellos y un carro destartalado.

El carro se hundía en el fango, el vagabundo con el farol que le entregó Santiago, atraía más que luciérnagas y Santiago... bueno, cada metro tenia que estornudar o toser. Por lo que los Múrlocs no lo tuvieron complicado para volver a asaltarles, tres de nuevo. Pero ahora los hombres eran más.

El vagabundo huyó, no se iba a ensuciar él. Kenway, Santiago y Elegost hicieron frente a los Múrlocs. Con más o menos suerte, algunas heridas se ganaron, pero nada grave, en contratarte de los Múrlocs que cayeron todos y fueron a parar al carro. Más carne para los conquistadores del "Nuevo Mundo"

 

Ya en el campamento iniciaron el fuego, Kenway preparó a los Múrlocs y comieron una buena para luego meterse en las tiendas. Elegost se preguntaba por el vagabundo, esperaba que estuviera bien. Además más de uno se fue a dormir con la revelación que hizo Kenway: Los Múrlocs eran nocturnos, eso explicaba varias cosas.

 

Continuará...

 

Participantes: Santiago de Sveri - Jasón - Kenway - Elegost 
Duración: 2 horas
Mastreado por: Stannis the Mannis

 

Cambios en el Campamento Falveri

  • Repuestas las perdidas de carne de Múrloc por nuevas piezas tomadas en la batalla
  • Población actual: 4 hombres
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Día 4 - El Río Falveri
Parte 1

La última travesía del Capitán Drake

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Extraños. Vagabundos. Gentes de mala vida. ¡Eso es lo que venia al Campamento Falveri! Un nido de ratas y supervivientes. Pero el encanto estaba ahí.

Kenway, Elegost y Santiago se unieron a almorzar. Hablaron de cosas banales y al final Kenway se levantó. Necesitaba ropas limpias y que no estuvieran rajadas por los Múrlocs. Así que los Monteros le acompañaron. 

El marinero se empezó en cruzar el río. Llovía y no hacia un buen tiempo. Elegost dijo que era peligroso, mejor dar un rodeo, pero Kenway se empezó y cuando tenia el agua por el pecho, se hundió en el lodo. Santiago se alarmó, se esperaba lo peor. Y durante un buen rato el capitán estuvo con el agua dulce hasta el cuello. Muchos intentos y ningún resultado positivo, el río empezó a coger fuerza mientras seguía empeorando el clima.

La mala fortuna quiso que el capitán terminara siendo arrastrado hasta el puente del paso Oeste. Los Montaraces corrieron, con cuerdas para sacarle, lo esperaron en el puente y el capitán ... Pasó de largo. Unos buenos golpes con los pilares del puente y luego, quedó inconsciente. 

Santiago corrió y corrió río abajo, era un lugar peligroso, el río terminaba en otro mayor; El Río Nazferiti. Y allí ya no podrían hacer nada. Santiago, con arrojo y valor, y con varios intentos en vano, se lanzó a las aguas bravas a por el capitán Drake Kenway. 

Lo atrapó y justo llegó Elegost. Río más abajo, el montaraz del norte les arrojó una cuerda, todo estaba en manos de Santiago, pero el pobre muchacho no podría sacar a Kenway también ... sólo salvará su vida uno. Y Santiago con mucho dolor tuvo que soltar a Kenway.  Pero de nuevo, la mala suerte hizo que Santiago se soltara de la cuerda de Elegost y si no llega a ser por un madero, hubiera terminado ahogado.

Elegost bajó más, ya estaban cerca de los rápidos y más allá el gran río. Intentó una locura, era demasiado difícil, pero qué le quedaba. Agarró un palo y lo ató a la cuerda, lo arrojó e intentó pescar al Capitán. ¡Basta decir, que no lo logró! Y Kenway desapareció de la vista del Montaraz.. 

Santiago pudo salir y estuvo un buen rato escupiendo agua. Elegost estaba destrozado, el pasado le llamaba, la perdida de un compañero porque él no se esforzó más. 

Un buen rato estuvieron sin moverse, hasta que Elegost reaccionó. Irian al Este, luego al Embarcadero de Jasper. Quizás allí los pescadores se toparían con Kenway. Y de paso, iria por las granjas obteniendo cosas y ayudando. Pero Santiago, que tenia la pena y la visión de que Elegost no se esforzó más , le espetó que todo era culpa de él. Elegost no lo pudo soportar y dejó ahí a Santiago después de una calurosa discusión. 

Los dos Montaraces se separaron. Todo había terminado, el Campamento Falveri pasaba a tener menos habitantes. Las malas elecciones habian repercutado demasiado...

 

Participantes: Kenway - Santiago de Sveri - Elegost

Duración:  2-3 horas

 

Día 5 - El Río Falveri
Parte 2

El Granjero que no quería ser granjero

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Pero no era el final. Ni mucho menos. Era todo una estratagema para darle suspense. En verdad Elegost volvió al campamento y Santiago ... Bueno, apareció a la tarde siguiente, medio muerto y hambriento. 

Después de comer, empezaron a idear la construcción de un puente. Primero talaron un tronco cerca de la cascada. Pero seguía siendo peligroso pasar. 

Luego Elegost pensó en aprovechar un estrechamiento del río que era menos profundo. Arrojar piedras que crear una base y pone encima una plataforma con madera cortada. Aunque los dos no lo tenían muy claro. Pero era eso o seguir dando un rodeo de una hora o nadar.

En el río consiguieron algas que usar como cuerdas para atar las maderas. Santiago taló. Elegost recogió piedras y el Atlas de Santiago las cargó en el carro con una fuerza sobrecogedora. 

Mientras estaban en la orilla planificando la construcción, apareció un hombre harapiento -Más que los dos monteros- que lavaba un cuenco. Elegost le gritó si necesitaba ayuda, que tenían comida. Y así comenzó una larga charla mientras los monteros trabajaban. 

El plan tenia muchas fugas. Las tablas se movían y se las llevaría la corriente del río. Las algas no ataban bien los pilares de las tablas hechas con las jabalinas de los múrlocs... Y el vagabundo de la otra orilla les dio la idea de tender un puente colgante. Cuatro troncos. Una cuerda y tablas. Y tendrían un puente. Algo fácil de decir, difícil de obtener. No tenían la cuerda suficiente y las tablas ... pues tampoco.

El vagabundo les habló de una granja a no muchas horas, cercana a una mina, las cuales habían ardido y estaban a la espera de rapiñadores. Ni cortos ni perezosos, los monteros marcharon a la otra orilla por el tronco que tiraron en la cascada. Pero tampoco era el mejor camino. Santiago acabó en el río y ayudado por el vagabundo. Y Elegost tardó un buen rato en cruzar y gracias al vagabundo que retiró las ramas del tronco.

Pero ahora sí, ya estaban en camino. El vagabundo les llevó por entre árboles, direcciones extrañas y se paró frente un árbol. Lo abrazó ante las confusas miradas de los monteros. Y de pronto, el vagabundo sacó un arma de fuego. Les encañonó y les dijo que levantaran las manos. Santiago no tardó en hacerlo y Elegost -Que era más astuto en esto- sabia que les tomaba el pelo. ¿Robarles a unos pobres como las ratas? Y claro que era una broma.

Unos metros más allá y ya estaban en la granja. El vagabundo les abvirtió de que habían guardias. Elegost dijo de ayudarles, el hombre se rió de él. Varias veces. Había conflicto de ideas pero .. ya llegarían a eso, por ahora había que refugiarse de la lluvia pesada que estaba cayendo. 

Se refugiaron en un bosquejo y ahí aguardaron, descansado y pensando qué hacer a continuación...

 

Continuará....

 

Mastreador: Stannis the Mannis

Participantes: Dieter - Elegost - Santiago de Sveri

Duración: 3-4 Horas

Editado por Stannis the Mannis

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Noche 4

Santiago contra el bosque

-Relato Corto-

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Santiago se quedó observando a su compañero largarse, mientras permanecía parado en medio del bosque. Y la noche comenzaba a caerle encima.
El Capitán Kenway Drake, alguien a quien recientemente había conocido y que había mostrado interés en el Campamento Falveri, se encontraba presumiblemente muerto. Santiago en su frustración acababa de incriminar al Montaraz del Norte de la situación por no haber aceptado construir un puente antes; el cual podría haber salvado la vida del Capitán. La reacción de Elegost no fue ni corta ni perezosa, y tras tomarle del cuello y dedicarle unas palabras, le dejó allí.

Santiago avanzó unos pasos en silencio por el bosque mientras la oscuridad de la noche comenzaba a volverse cada vez más presente, hasta el punto de comenzar a dificultar la vista. El Montaraz Arcano se detuvo un momento para iniciar un leve fuego cerca de un árbol, pues aún seguía mojado y sin un fuego posiblemente no sobreviviría a la noche.
El inexperimentado Montaraz permaneció a salvo durante al menos media hora frente al fuego y rodeado solamente por la oscuridad de la noche... Hasta entonces. Un sonido le alertó, proveniente de unos arbustos. Algo se movía allí. Su armamento se limitaba a un cuchillo y una hachuela, pues su arco se encontraba roto, y en ningún sentido se le daba bien la lucha próxima. Tampoco creyó tener el tiempo necesario para ponerse a canalizar energías y anticipar qué saldría de allí, por lo cual el Montaraz Arcano se limitó a darse la vuelta y echar a correr, dejando su fuego atrás; y a buen tiempo, pues pudo llegar a escuchar como algo salía de entre los arbustos. Y le seguía.
No tenía tiempo para mirar atrás, no quería hacerlo. Detrás suyo solo se escuchaban varios sonidos sobre el césped, suaves pero veloces sonidos ¡¿podía ser acaso algún tipo de felino en Elwynn?!
Santiago llegó a un árbol con buenas ramas y comenzó a trepar por él, hasta llegar a una rama sólida encima donde se sentó. Al fin en paz, pudo ver a su temible persecutor. O persecutores. Al menos cinco o seis conejos se reunían debajo del árbol, comiendo varias bayas... ¿Pero cuándo? Tarde se le ocurrió a Santiago revisar. Parte de la mochila iba abierta, y lo único que tenía para comer acababa de ser desperdigado por el bosque mientras huía de conejos. ¡Conejos!.
Se tomó un momento para respirar en paz. Volvió a observar debajo mientras los conejos se volvían a dispersar. No tenía el arco, por lo cual tampoco podía tratar de acertarle a ninguno; probablemente acababa de alimentar a toda una familia de conejos sin recibir nada a cambio. Al menos nadie le podría decir que no había cumplido su buena acción del día.
Santiago volvió a bajar del árbol. Ahora estaba aún más perdido, rodeado de oscuridad y tarde a la noche. Aunque su desdicha lejos estaba de terminar allí. No podía encender un fuego, pues los árboles en aquel preciso lugar tenían la madera excesivamente verde. No arderían. Comenzó a avanzar por el bosque, esperando tener más suerte y rencontrar su hoguera o al menos, árboles más apropiados para encender un fuego.

Los búhos se oían entre los árboles. Sus cabezas se giraban, observando el paso irregular y agotado de Santiago, quien hacía rato había dejado de sentir grima por la capacidad de gire de sus cuellos. Sin embargo, finalmente sus ojos se iluminaron mientras sus manos comprobaban las ramas de un árbol ¡su madera estaba seca!
Y mientras se apresuraba a tomar algo de su madera para iniciar un fuego, un enorme relámpago en el cielo y la lluvia se volvió a desatar; había habido tormenta de día y las nubes no se habían ido, aquello estaba destinado a ocurrir. La madera pronto se humedeció y el fuego se volvió un proyecto imposible. Se rodeó como pudo con el manto de grueso pellejo de oso y se recostó contra un árbol que más o menos le daría algo de cobertura contra la lluvia. Se limitaría a tratar de descansar un poco allí; quizás al otro día... Quizás tuviese más suerte.



Santiago caminó por horas con paso irregular por el ahora húmedo bosque, tras las lluvias de la anterior noche. El hambre le podía y tan solo había logrado comer algunas bayas del bosque. El sitio donde había dormido tampoco fue menos para su desdicha, y en su cansancio olvidó revisarlo; habían hierbas que para aumentar su frustración le habían dejado una incesante y terrible comezón en los brazos, la única zona totalmente expuesta de su cuerpo.
Finalmente se dejó caer sobre el césped, cercano a unos arbustos. ¿Acaso sería el fin? ¿El hambre le había podido? ¿No volvería a ver la luz del día, no volvería a oír los pájaros cantar o incluso la tediosa voz del Montaraz dándole órde-
-La comida está lista- Dijo una voz conocida. Cuando Santiago alzó la vista y vio al campamento con una hermosa sopa de Múrloc esperándole, se limitó a levantarse y acerarse a comer. Si el Montaraz había estado enfadado con él; probablemente ya no lo estaba. Y él ni indagaría sobre ello, ni le volvería a inculpar de manera tan descarada.

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Los dos mejores Montaraces habían vuelto tras una noche entera; Campamento Falveri aún les necesitaba

 

 // Esto es solo un relato; la mayor parte nunca fue roleado y lo he colocado para llenar el vacío de que ha ocurrido la noche en que ambos montaraces se han separado. Por lo cual quiero dejar claro que -no- es un evento de ningún tipo. Ya todo dicho, ¡disfrutad y larga vida al Campamento Falveri! ¡Ad Victoriam!

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Día 6 - Fuego y fango

Nobles intenciones de falsas apariencias

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La noche pasó y el alba apareció entre nubes negras de tormenta. La lluvia daria un respiro. Los Montaraces seguian esperando al vagabundo desde la noche pasada, aún no regresaba y se estaban quedando sin paciencia. Diciendo rapiñar por su cuenta, avanzaron. Elegost iria por el campo llamando la atención de los guardias mientras Santiago furtivamente entraba en el granero. 

Estaba todo abandonado. La casa al final del campo sin tejado, el granero tenia los mismos daños por el fuego. Y pocos guardias quedan, tan solo dos en la entrada del granero que marcharon a por Elegost cuando le vieron correr por el campo.  

Santiago estuvo dando vueltas para encontrar una forma de entrar en el complejo pero no encontraba ninguna. Elegost consiguió que los guardias le llevaran hasta su superior, momento que aprovechó Santiago para entrar y buscar. 

Dentro estaba demasiado oscuro, pero encontró cuerdas, unos cuantos metros. Cuando estaba a punto de marcharse, los guardias volvieron a su posición, alertados por el ruido que hizo Santiago al abrir la puerta cerrada del granero. El joven se encontraba atrapado y tuvo que trepar hasta llegar al techo, cosa que no le salió bien y los Guardias al entrar para refugiarse de la tormenta que descargaba ya lluvia, se toparon con él.

Santiago interpretó el papel de un noble hechizado el cual había terminado siendo teletransportado ahí. No le creyeron y le enviaron junto a Elegost a la casa sin techo. 

Allí le explicaron cómo encontraron a Santiago. Elegost se mantenía apartado, con algunos golpes. Todo parecía indicar que iban a terminar en la soga, pero Elegost y Santiago se las ingeniaron para hacerles creer que Santiago, siendo un noble inventado ,tenia algo que entregar. Dando firmeza al engaño al indicar en un mapa las tierras de las que decía ser dueño. La suerte quiso que se toparan con los tipos más inútiles de la Guardia Imperial. 

Santiago le entregó su mochila a Elegost, la cual contenía cosas que había rapiñado del granero. El norteño entonces puso rumbo fuera, haciendo creer a todos que él sabría encontrar Villa Sveri -Las tierras de Santiago- y continuando el engaño, escapó. 

Mientras tanto, Santiago seguía en su papel. Tanto que mandó al sargento a castigar a sus hombres por el trato recibido. Según las leyes, tenia todo el derecho.. salvo por el hecho de que era una mentira. 

El sargento a regañadientes aceptó pero no así sus hombres que se amotinaron contra él, pues estos no creían ni la mitad de lo que contaba Santiago. Y mientras la sangre corria, Santiago escapó por una ventana. Unos buenos golpes pero ya era libre. Puso camino al granero donde sospechaba estaba Elegost y juntos -Con una carretilla con un montón de cosas rapiñadas- corrieron por el bosque para alejarse cuando antes de los guardias que iban a por ellos.

Algunas cosas se perdieron en el camino, pero nada grave. Y durante horas estuvieron dando vueltas hasta que terminaron en la barriada de Villadorada, justo en la plaza. A partir de ahí seria Santiago el que guiaría. Pero de la carrera, los golpes recibidos y el cargar con la carretilla, Elegost ya no dio más de si y tuvo que ser Santiago el que cargara con todo, incluido el Montaraz del Norte.

 

Ya en el Campamento descargaron todo y notaron algo extraño... Elegost olía .. algo. Una fragancia que no era conocida. Olia "bien" y eso era raro teniendo en cuenta las condiciones en las que se encontraban. Alguien había venido a su campamento para Luz sabe qué. Bandidos perfumados era lo más probable ...


Mastreado por: Stannis the Mannis

Participantes:  Santiago de Sveri - Elegost 
Duración: 4 horas

 

 

Noche 6 - Sueños

Esperanzas en la tormenta

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Santiago y Elegost debatieron durante un buen rato. Al final llegaron a la conclusión de que alguien había leído los carteles y había venido a su campamento. Pero estas personas ya no estaban y Santiago temía que se hubieran perdido. Por lo que agarró sus cosas y marchó al norte a buscarlas. En mitad de la noche con la tormenta aún.

Las huyas que seguía le dieron dar vueltas entre árboles, sin rumbo y sin saber su procedencia. Algo le seguía, era pesado y estaba cerca. Con temor se metió en un arbusto venenoso, algo le reptaba por la pierna .. y cuando el peligro pasó -Ni más ni menos que un venado en celo- salió dando brincos.

Mala fortuna que una serpiente le mordiera con su veneno, no letal, pero si le dejaría muy muy mal si no se lo extraían. 

Mientras tanto, en el campamento, Elegost seguía bajo la lluvia, esperando el regreso de Santiago cuando una mujer y un hombre se aparecieron. Al parecer eran los que habían estado aquí y la mujer se quería .. unir, al grupo. 

Elegost en un comienzo lo tomó a broma. Pero no, iba en serio. El hombre se marchó y la mujer se quedó. Y con la ayuda de esta fue a buscar a Santiago. La mujer de nombre Melissa, no tenia mucha confianza. Pero .. No se iba a volver sola.

Durante un buen rato y bajo la lluvia los dos se pusieron a buscar el rastro de Santiago, aunque la mujer poco podía. Llegaron hasta un árbol donde se toparon los pantalones de Santiago ... al parecer se los quitó cuando se le metió la serpiente. 

Siguieron dando vueltas, gritando el nombre del amigo del montero. Y ya, cuando Elegost pensaba en irse y ver si estaba en el Campamento, se escuchó un grito.. voces de Santiago. La mujer -casi arrastrando a Elegost- se empeñó en seguir. Y si no fuera por su interpretación de qué haría Santiago en un lugar así.. quizás no le hubieran encontrado. 

Quitando la aparición de una araña, no hubo más complicaciones para toparse con Santiago. El pobre estaba destrozado y envenenado. Elegost intentó extraer el veneno pero fue en vano. Melissa dio la idea de provocarle un corte y que deja fluir la sangre, presionando por encima de la herida. Así que marcharon a la orilla del río y eso se hizo. 

Con Santiago estable pusieron rumbo al campamento. Melissa estaba decepcionada. Esto no era lo que se esperaba al leer el cartel de Elegost. Cierto que el Montaraz había sido demasiado ... propagandístico con el cartel, pero era lo que había en un lugar como ese y siendo dos personas.

Elegost y Melissa tuvieron sus más y sus menos. Pero la mujer tenia buen corazón y ayudó a Santiago cuando le empezó la fiebre por el veneno. Entre infusiones, coser la herida de Santiago y más desesperanzas de Melissa.. la noche iba a terminar. Pero la mujer volvió a cargar, no quería dormir en un carro. Todas las tiendas estaban ocupadas y hasta la mañana siguiente no harían nada, por lo que Elegost terminó dejando que Melissa se quedara en la suya. 

El montero prefería que se quedara en un lugar que dando vueltas por el campamento y poniéndose en peligro. Mientras tanto, Santiago le ofreció su capa de piel de oso, las buenas noches y se marchó a dormir, dejando al Montaraz junto al fuego. 

Elegost y las mujeres eran algo incomprensibles. El trato con ellas era seco, pero en el fondo se preocupaba por la nueva integrante... No tenia madera para sobrevivir por si misma, así que tendría que echarle más de una mano. El caso es... ¿Seguiría estando la mujer al día siguiente con ellos?

 

 

Continuará....

 

Mastreado por: Stannis the Mannis

Participantes: Santiago de Sveri - Melissa - Elegost

Duración: 3 horas

 

Nuevos bienes y cambios en el campamento Falveri:

  • Una carretilla de madera en buen estado.
  • Varios metros de cuerda
  • Más herramientas: martillos y clavos
  • Población actual: 3 personas

 

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Día 7 - Dominium Silvam Elwynn

Entre dos orillas

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Otra mañana en las tierras de Falveri. La tranquilidad reinaba y se olía con gusto la sopa de Múrloc que Santiago cocinaba. Elegost revisaba su equipo y parecía que Melissa se había vuelto a Villadorada, con suerte, no volvería. Qué gusto era despertarse en esas tierras.

Pero cual tormenta, Melissa apareció. Había marchado a Villadorada, sí, pero volvió. Con mejor equipo más acto para sobrevivir en el bosque y desayunada. Mejor, más sopa para los montaraces. La mañana era larga y había que ponerse en marcha.

Las tareas para aquel día serian las siguientes.

  • Obtener pieles. Para hacer más abrigos, lonas para nuevas tiendas y repuestos.
  • Madera, necesitaban aún más madera para levantar un puente y tiendas
  • Carne. La caza reportaría lo necesario. 
  • Sal. Esencial y muy necesario.

Todo parecía ir directo a cumplir eso, pero el tiempo se puso en su contra. Cayó una fuerte lluvia al igual que un vagabundo; Dieter. El vagabundo astuto. Que comió más sopa, siempre gorroneando. Les dio a cambio la idea de que les acompaña a obtener conejos de sus trampas y algo de madera de los árboles cercanos. No había otra cosa mejor que hacer con esa lluvia.

Marcharon al bosque, durante horas caminando hasta que paró de llover e hizo todo más fácil. Llegaron a las trampas, no habían caído muchos conejos pero algo era, aunque todo se lo llevaría el vagabundo. Al parecer Melissa no estaba acostumbrada al procedimiento de partir cuellos de conejos y se sorprendió para mal. 

Elegost se dirigió a otro árbol por petición de Dieter y allí encontró otro conejo, junto a unas crías. Llamó a Melissa, para que pillara las crías y las protegiera. Servirían para algo, en un futuro lejano.

Dieter entonces dijo de obtener fibra de las cortezas de los árboles que habían, a lo cual también se ocupó Elegost, pues era el leñador no oficial del campamento. Con las fibras y un intento de arrastrar un árbol y una aparición inesperada de un novicio de la iglesia, marcharon de nuevo a Falveri. 

Cerca de Villadorada se separaron del novicio de nombre: Elfi. -No se llamaba así pero nadie recuerda su nombre completo- . Y los monteros junto a Dieter siguieron al campamento. Melissa se había retirado horas atrás para cuidar el campamento. 

Los tres hombres cruzaron la  cascada por un tronco que se habia cortado con anterioridad, pero tuvieron más que complicaciones. El vagabundo astuto ya hartado de cruzar siempre por ahí y caer, dijo de alisarlo, o poner una cuerda a cada lado de la orilla, construir una balsa y pasar por ahí.

Elegost se quedó en silencio. El vagabundo siempre daba buenas ideas, pese a estar ya algo tocado de la cabeza. Pero el montaraz del Norte quiso perfeccionar la idea.

 

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Dos pilares de madera en cada orilla y una cuerda atada a cada uno. Una balsa hecha de troncos y tablas sobrantes. Fibra con la que unir la cuerda a una jabalinas clavadas a la balsa para que no se fuera río abajo y por último, jabalinas juntas por fibra de corteza para hacer una perdiga con la que desplazarse en la balsa.

Elegost y Santiago terminaron su gran obra, ya solo tocaba probarlo. ¡Santiago de Sveri, fue el primero en cruzar la ribera del renombrado; Río Falveri! Su nombre quedará recogido en los anales de la historia. 

Después de otro viaje juntos -Y casi hundirse- besaron suelo y llegó Melissa, la cual también probó a viajar de orilla a orilla con mayor éxito. Los tres colonos habían hecho historia, solo quedaba que la historia fuera reconocida.

El Vagabundo Dieter se marchó y no aparecería hasta más tarde con otro vagabundo, tomaran sopa de Múrloc y se marcharan. Según él: Dentro de unos días volvemos.

Melissa también se marchó, con un rufián -Palabras de Elegost- que tenia más pinta de zorro que de hombre. Pero Elegost no quería meterse en la vida de nadie y menos en la de Melissa. Además tenían mejores cosas que hacer él y Santiago.

Los dos monteros fueron a Villadorada, esperando encontrar a un comerciante que les vendiera sal. Tenían un nombre pero no una dirección, por lo que fueron al lugar donde la gente se reúne cuales hormigas al azúcar; La posada Orgullo del León.

Entre borrachos y paisanos Elegost se topó con una camarera pelirroja que lanzaba  ni corta le contó dónde podría encontrar al susodicho mercader. Ya tenían la información, ya se podían ir, pero Elegost se quedó hablando con la camarera, hasta que ésta sugirió que Elegost le invitara a tomar algo. Ni corto ni perezoso Elegost se marchó dando largos trancazos. 

Ahora tocaba separarse, Elegost volvería al campamento a por la carretilla y Santiago buscaría la casa del mercader. 

Cuando el montaraz regresó al campamento se topó con que Melissa y el rufián habían vuelto. Y con buenas noticias. ¡La mujer Luz sabe cómo, había traído un montón de cosas útiles! Y mientras, el pobre Santiago dando vueltas. Elegost no pensó en si a la mujer le hubiera costado esfuerzo o no, ni gracias dio. Él se puso a revisar lo que trajo mientras la mujer se desilusionaba más y más con el Montaraz. 

Con todo puesto en orden ahí, Elegost tomó la carretilla, el rufián quiso interesarse por el objetivo del campamento, pero Elegost no le dio respuesta, ese tipejo maleante no le daba buenas vibraciones. Por lo tanto, se marchó, dando aviso de sus intenciones: Volver a Villadorada junto a Santiago. Y eso hizo, dejando a esos dos en el campamento.

La pena fue que tanto viaje quedó en nada, pues no encontraron la casa en mitad de la noche. Tendrían que dejarlo para más adelante. Santiago volvió a Falveri con la carretilla y Elegost, sin dar muchas explicaciones, se marchó a las granjas del sur, según él, para buscar a quien necesitara ayuda. Necesitaban ganar notoriedad en la zona...

Melissa y Santiago tuvieron otras aventuras sin Elegost, pero esas historias, son ajenas al Campamento de Falveri. Si te interesan escucharlas, deberás preguntarles... Ya sabes dónde encontrarles.

 

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Continuará...

 

Participantes: Santiago de Sveri - Dieter - Melissa - Elfi - Elegost

Mastreado por: Stannis the Mannis

Duración: 3-5 horas

 

Bienes conseguidos y cambios en el Campamento Falveri:

  • Especias 500gr (Por Melissa)
  • Una moneda de plata. (Por Melissa)
  • Tela de cama de buena calidad. (Por Melissa)
  • Dos libros sobre marinería.  (Por Melissa)
  • Mapa de Falveri Land y alrededores. Pintado por Melissa
  • La creación de una balsa que cruza el estrecho del río Falveri. Con sus cuerdas, pilares y demás. 
  • Fibra de corteza de tronco.
  • Siete crías de conejo. Muertos dos en la noche. Cinco restantes.
Editado por Stannis the Mannis
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17-09-29

Se encontraba sola en el Campamento Falveri, acababa de alimentar a los cuatro conejos que todavía sobrevivían en la zanja que a saber para qué estaba y se quedó mirando durante unos largos segundos la carretilla vacía que descansaba cerca de uno de los grandes árboles que le daban sombra. No sabía dónde se encontraban sus compañeros y les estaba esperando para que la acompañaran a Villadorada con el fin de comprar por fin los materiales para su tienda de campaña, sin embargo nadie regresaba. Rodó los ojos con angustia y mucha pereza pero supo que tendría que hacerlo ella misma. Se puso en pie y se fue directa a la carretilla para comenzar el viaje junto a ella hacia la pequeña ciudad que la esperaba ahí con ganas de llevarse su única moneda de plata en el mercado.

El viaje hacia allá fue largo y algo costoso para su poca fuerza pero le motivaba acabar lo antes posible para regresar antes de que anocheciese. Visitó un puesto bastante amplio y cuchos productos de madera, tela y metal se exponían al público. Pronto preguntó por el precio de materiales necesarios para montar una tienda de campaña que a medida que pagaba, un chiquillo la ayudaba a subirlo en la carretilla. Lona impermeable de tres por tres metros, madera, anclajes, cuerda, y poco más. Todo eso le costó justamente el dinero que había conseguido en la aventura que Alexander la había llevado (y que no pensaba repetir).

Dispuesta a marcharse, tomó el control de la carretilla y con más dificultad fue bajando calle abajo después de preguntar al comerciante dónde podría comprar sal ya que se acordó que Santiago y Trancos la necesitaban para conservar la carne que cazaran. Se detuvo en otro puesto, allá donde le habían indicado que encontraría el producto deseado. Así fue, un comerciante bastante simpático la atendió y respondió a sus preguntas. Cada saco de 5 kilos costó 10 monedas de cobre, y ella llevaba encima todavía 70 de las que le sobraban de su fortuna de antaño. Las miró con cierta lástima y tras un suspiro le pidió que subieran a la carretilla cinco de ellas.

Se despidió de él con la idea de crear pronto un cartel para promocionar su arte pues le había dicho que también se encargaba de hacer retratos y carteles publicitarios a los negocios, de esa manera también podría negociar a través de sus servicios artísticos. Se encontraba relativamente contenta cuando se encontró con un problema… ahora la carretilla pesaba... demasiado para ella, o al menos para llevar una marcha normal. Preguntó a Joseph que rechazó la idea de ayudarle haciendo que la muchacha en sus adentros deseara que le entrara alopecia, pero entonces se encontró con el fortachón Asmodeo que muy amablemente la ayudó a llevar la carretilla solo hacia el barrio bajo donde él se quedaría en su hogar, el resto del camino lo tuvo que hacer ella. Tardó el doble en regresar pero al menos logró cumplir su objetivo y esperaba que por esa vez sí que recibiera algún agradecimiento por parte de sus compañeros.

Participantes: Melissa 

Mastreado por: Errante

Duración: 1 hora~

Bienes conseguidos y cambios en el Campamento Falveri:

- Material para montar una tienda de campaña.

- 25kg de sal (5 sacos)

 

Editado por Daeshagoddess
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24-09-29

Qué desagradable sorpresa se encontró Melissa cuando salió de su tienda después de un pequeño sueñecito. Santiago conversaba con Jasón, otro de los vagabundos que rondaban por el campamento, y se estaba comiendo el maíz que con tanto esfuerzo habían conseguido hacía un par de días. Santiago siempre tan bueno e inocente… Pero ahí estaba ella para largarlo de allí si es que sólo había venido a comer; al menos Dieter proporcionó ayuda médica a Elegost el día anterior. Y casualmente éste último mencionado salió de su tienda para recriminar también a Jasón su vaguería y echarlo del campamento.

Pero para sorpresa de Melissa y Santiago (Elegost había regresado a su tienda a dormir), Jasón comenzó a preguntar en qué podía ayudar. Surgió entonces la idea de cavar más la zanja y también la posibilidad de comenzar con la elaboración de la dichosa letrina, pero al no tener ninguna pala en posición, tendría que usar alguna piedra que considerara afilada. Jasón se negó, así que Melissa le exigió que buscase una pala en esos precisos instantes, aunque en realidad le daba igual si tardaba un par de días con tal que no estuviera en el campamento que ya consideraba también suyo, gorroneando.

Así fue como comenzó una pequeña aventura en la noche. Jasón pidió a Santiago que le acompañase pues intuía dónde podía encontrar una pala de calidad media, tal como señaló Melissa, no quería encontrarse con una herramienta que a los dos días estuviese inservible. Pero finalmente ella también decidió acompañarles. Primero se dirigieron hacia el barrio bajo donde Jasón llamó a alguna casa sin demasiado éxito, pero luego fueron profundizándose hacia el sur, caminando entre el bosque hasta que reveló que iba a la vieja mina que estaba en proceso de reactivación puesto que se encontraba derruida. Pero como era evidente, a esas altas horas de la noche los trabajadores ya se habían marchado a sus respectivas casas a descansar hasta la jornada siguiente.

Justo cuando el vagabundo iba a bajar por unas de las pendientes, la muchacha interrumpió para avisarles que había al otro extremo del lugar, dos luces tintineantes que seguramente correspondían a un par de guardias que vigilaban la mina. De ese modo, Santiago y Melissa se movieron hacia allí para distraerlos mientras Jasón hacía lo que sabía hacer además de pedir cosas: “tomar prestado cosas indefinidamente”.

Llegaron hasta situarse en frente de los guardias y Santiago decidió tomar la iniciativa y el control de la situación. Melissa aceptó aunque no iba a quedarse callada, eso sería imposible para todo aquel que la conociera un mínimo. Sveri se le ocurrió decirles que estaban ahí para proponerse voluntarios a ayudar en la limpieza de la mina y así ayudar en su reapertura pero los guardias les recriminaron que no era hora para algo así y le pidió que se marchasen. Ambos guardias eran reclutas, Leroy y León. Eran compañeros, pero para fastidio de Melissa, que intentó distraer usando sus malas artes de mujer - tal como diría Elegost- al que iba a emprender la ruta de vigilancia, descubrió que también eran cuñados.

Ni Santiago ni Melissa impidieron que se marchase a llevar a cabo su ruta, entonces, tras varios minutos tratando de distraer al que restaba, se escuchó el grito del primero llamando alarmado a éste que salió corriendo en su ayuda. Los Falveri se miraron el uno al otro decidiendo seguirles el paso gritando que les ayudarían, todo fuese por darle más tiempo a Jasón si es que aún seguían en la mina. Se toparon con una pequeña intercepción pero los dos jóvenes decidieron ir juntos hasta encontrarse con los dos reclutas. Uno de ellos, Leroy, se encontraba en apuros ya que había metido la pierna en uno en una tolva. Santiago se las ingenió para alargar más aún el momento preguntando como ayudarles si de forma rápida pero desencadenando posiblemente la rotura de la pierna, o de forma lenta pero segura. Sin embargo, León no estaba por la labor de perder demasiado tiempo y rompió con maestría una de las planchas de metal liberando así la pierna de su cuñado y compañero.

Ahí sí que no hubo nada más que hacer, a gritos les envió a los chicos que se marchasen de allí inmediatamente si no querían acabar en el cuartel. Santiago y Melissa se dieron la vuelta y se marcharon. Subieron por la colina hasta situarse en el mismo lugar donde se separaron de Jasón, esperaron veinte minutos por si regresaba pero el vagabundo no apareció y decidieron regresar al campamento.

Una vez llegaron, Melissa corrió hacia su tienda a ver si Jasón les había tomado el pelo y además robado, pero encontró todo en su lugar. Santiago también hizo lo mismo revisando la tienda grande usada como almacén y allí no solo se encontró que todo estaba en su lugar, sino que además había como extra un pico y una pala. Al poco vieron a Jasón regresar de… seguramente haber hecho sus necesidades en el bosque, y Santiago fue el portavoz del grupo para darle las gracias. La chica tendría que acallar sus prejuicios y aceptar que era un hombre útil y de recursos, además de aceptar que posiblemente si mantenía esa actitud colaboradora pudiera formar parte del campamento Falveri.

Participantes:  Santiago de Sveri Melissa F. Emerson - Jasón

Mastreado por: Jasón

Duración: 1- 2 horas

Bienes conseguidos y cambios en el Campamento Falveri:

- Un pico y una pala de media calidad. 

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