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IsildurJenkins

Talflink Clickbang

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Datos Generales

Nombre del personaje: Talflink Clickbang

Raza: Gnomo

Sexo: Hombre

Edad: 20 años

Altura: 0,75m

Peso: 25kg

Lugar de nacimiento: Gnomeregan

Ocupación: Ingeniero, inventor y asesino a tiempo parcial

Canción de fondo: 

Descripción Física

Talflink es de baja estatura, aunque dentro de la media de los gnomos; mide 75 centímetros. Es delgado y fibroso, ya que se ha pasado toda su vida corriendo, escalando y llevando cachivaches de un lado para otro; pesa 25 kilogramos.

No es moreno de piel, pero tampoco es tan pálido como sus compañeros, que se pasan todo el día dentro de los laboratorios de ingeniería gnómica; es más bien de piel clara. Su rostro es simpático y agradable. Las primeras impresiones son importantes, y la que se tiene de Talflink es la de un gnomo bueno y simpático, que invita a la confianza.

Este rostro se acompaña de un peinado común, corto para evitar que le moleste, y de color castaño. Se ve que es un gnomo joven, lo cual refuerza más ese sentimiento de confianza e inocencia. Además, se nota por su físico que es un gnomo ágil.

Descripción Psicológica

El pobre Talflink sufre de una especie de personalidad doble fruto del trauma causado por el fallecimiento de su familia, afección que se manifiesta cuando su forma de ser cambia en función de la situación en la que se encuentra.

En general, es un gnomo simpático, amable, extrovertido, alegre y sincero que intenta ayudar a los demás. Casi siempre anda con una sonrisa en la cara, feliz y despreocupado. Su lema es: 

"Si un problema tiene solución, ¿para qué preocuparse? Y si no la tiene... ¿para qué preocuparse?"

En cambio, cuando se encuentra en una situación de importante estrés o alguien contacta con él para solicitar sus servicios, Talflink cambia por completo; pasa de ser ese gnomo que le gusta a todo el mundo a un depredador paciente, eficiente e inmisericorde que no muestra ni emoción ni arrepentimiento.

"Rozo el gatillo, firme y muerto desde un altillo..."

A pesar de estas personalidades tan distintas, hay algunas características que se comparten. Talflink es muy metódico en su día a día, le gusta que las cosas salgan tal y como se planifican, y tiene mucho cuidado a la hora de organizarlas.

Además, le gusta llevar la iniciativa, ser el primero y el mejor entre todos, y mantiene completamente los recuerdos y pensamientos de una personalidad a otra, por lo que no es como la afección común de trastorno de personalidad, sino que simplemente su manera de enfocar las cosas varía con la situación en la que se encuentre.

Historia Completa

Talflink Clickbang, conocido gnomo inventor e ingeniero, pero menos conocido como asesino.

Nació en una noche de verano del año 10 en Gnomeregan. Tenía un hermano 4 años mayor que él, Gimbimink, el cual era para él como un ejemplo a seguir. Se pasaban los días enteros jugando y correteando por toda la ciudad; eran uña y carne.
Su madre, Lisnik, era una gnoma de pelo claro, joven y atractiva, además de inteligente y práctica. Era una ingeniera que disfrutaba su tiempo libre enseñando al pequeño Talflink e inventando cachivaches disparatados, desde un sistema automático para cortar el pan que ocupaba toda la cocina hasta un botón que si lo apretabas te entraba la risa.
Su padre, Dikawin, era miembro del ejército gnomo. Alto y robusto para ser un gnomo, pero amable, educado y dispuesto a ayudar a quien lo necesitase. Su rostro se escondía detrás de una frondosa barba oscura que tapaba una sonrisa sincera y unas cicatrices propias del cuerpo militar.

La infancia de Talflink se podría caracterizar de completa. Pudo aprender los conceptos de la ingeniería gnómica más básicos gracias a su madre, tenía amigos por todos lados, siempre tenía algo con lo que jugar y tenía a su hermano mayor para pasar el poco rato que le quedaba después de todo el día. Siempre fue muy educado, ya que su padre era muy estricto en ese aspecto. El respeto, la educación y la amabilidad eran virtudes que se grabaron a fuego en la cabeza del pequeño Talflink, y las cumplía a rajatabla: saludaba a todo el mundo con una sonrisa, intentaba ayudar siempre que podía y toda la gente estaba encantada con él.

Pero ese mundo feliz se rompió en pedazos. Con la invasión de los troggs se movilizó rápidamente a todo el ejército, y con ella el mundo de Talflink se hundió a pasos agigantados. Su padre, Dikawin, fue uno de los guerreros que se enviaron en una avanzada para intentar repeler el ataque trogg. Hubo muchas bajas y desaparecidos, entre los que figuraba su padre. El pequeño gnomo, de 10 años de edad, lloró y lloró, pues su padre era su héroe y ya no lo volvería a ver nunca más por culpa de esos malditos seres descerebrados y brutales.

Pero esto fue sólo el principio. Mientras Lisnik trataba de reconfortar a sus hijos y de calmar los llantos de Talflink, fue llamada junto a otros ingenieros para terminar los preparativos de una bomba que se emplearía contra los troggs. La idea de Termochufe de detonar una bomba radiactiva en la entrada de la ciudad con la intención de acabar con los invasores comenzó a crecer en la mente de Mekkatorque, y mandó a un grupo de técnicos para detonarla. Lisnik era contraria a la idea, sospechaba lo que podía ocurrir, pero no le quedó otra opción que ir con el resto de sus compañeros para poner en marcha el explosivo.

El plan no salió como se esperaba. La entrada de Gnomeregan voló en pedazos, y con ella más gnomos que troggs. En unos días Talflink pasó de ser el pequeño gnomo más feliz de la ciudad a ser un niño huérfano que no sabía qué hacer ni a dónde ir, lo único que le quedaba era su casa y su hermano mayor.

Al final, por orden de Gelbin Mekkatorque, se evacuó a todos los gnomos de la ciudad y abandonaron Gnomeregan. Fue en este movimiento en el que Talflink fue atrapado por un trogg por haberse quedado rezagado llorando la pérdida de sus padres, y aquello fue lo que le costó la vida a su hermano Gimbimink. Al ver a su hermano pequeño siendo arrastrado por un trogg, cogió una piedra y se abalanzó sobre la cabeza del humanoide para salvar a su hermano. El impacto consiguió que el pequeño gnomo se pudiese zafar de su raptor, pero el trogg arremetió contra Gimbimink y lo despedazó delante de los ojos de su hermano pequeño. Al final unos soldados aparecieron, mataron al agresor y se llevaron a Talflink junto a otros pequeños gnomos que se quedaron huérfanos.

Los enanos decidieron prestar refugio a los gnomos, así que todos se instalaron en Forjaz. Sin padre, madre ni hermano, el pequeño Talflink no sabía qué hacer. Sólo lloraba y lloraba mientras su hambre crecía. Consiguió sobrevivir gracias a los gnomos que le conocían, que le daban un poco de alimento y cobijo, pero nunca nada estable. Fue así hasta que se tropezó con Kelsey Chispacero, una pícara gnoma que se había ganado un no muy buen nombre debido a sus actividades ilícitas.

—Aparta, mocoso.

—Disculpe, señora —dijo Talflink entre sollozos mientras seguía su camino.

Kelsey se quedó mirando fijamente al pequeño mientras se alejaba hasta que decidió acercarse a él.

—Perdona pequeñín, no he tenido buen día. ¿Te has perdido? —el pequeño gnomo negó con la cabeza—. Mmmm... ¿por qué lloras? ¿Se te ha roto tu juguete?

De pronto, el padre de un amigo de Talflink apareció.

—Deja en paz al chico, Kelsey. Ya ha pasado por suficiente como para que tú vengas a meter más el dedo en la llaga.

—Solo intentaba ayudarle, patillas —dijo Kelsey mientras se iba.

Los días pasaron, pero sin saber por qué la pícara se interesó por el crío, así que se informó de lo que le pasó. Al enterarse de que estaba completamente solo, se le ocurrió la idea de adoptarlo. En el fondo siempre quiso tener un hijo, pero le desagradaba la idea de tener que gastar tiempo en buscar un pretendiente, además de que un embarazo sería nefasto para su profesión. Al final encontró al pequeño Talflink. Le ofreció comida, agua y cama a cambio de ser su discípulo, o así lo llamaba ella.

El tiempo pasaba y Kelsey enseñó a Talflink las bases de su profesión. Poco a poco la tristeza se convertía en ira, y al final el trauma le pasó factura. Cuando se recuperó de la pérdida de su familia volvió a ser el chaval sonriente de siempre a ojos de los demás... y un ser sin reparos a ojos de la noche. Toda su ira y tristeza habían hecho de él un gnomo de dos caras: bueno y simpático como lo había sido de niño durante el día a día y alguien sin remordimientos en los trabajos que le daba su nueva madre.

Los años pasaban. Talflink veía a Kelsey como su madre, y ésta a él, como su hijo. Le enseñó a moverse sin ser detectado, a abrir las puertas que se querían dejar cerradas, a disparar desde la lejanía... y él creaba sus propios artilugios para ayudarse en las tareas, como miras, granadas y dispositivos de distracción.

Fue en su 18 cumpleaños cuando Kelsey le dio su primer trabajo de asesinato. El objetivo era un enano criminal, un Hierronegro, que tenía una recompensa muy suculenta. El trabajo era complicado, pero si su "madre" se lo había dado, no era imposible. Talflink se pasó dos días enteros buscando información y montando artilugios hasta conseguir lo que necesitaba. Se puso su armadura de cuero oscuro, cogió su rifle y su nuevo prototipo de mira, y se fue al campamento del enano.

Se movió por la nieve sin hacer un solo ruido, y cuando se empezaba a acercar a su objetivo, el corazón no se le aceleró tal y como él creía que iba a pasar, sino que se relajó; su pulso disminuyó y su respiración se tranquilizó. Preparó unas trampas en el suelo por si el trabajo salía mal, subió a un árbol y allí se quedó esperando, paciente, a que su presa apareciese... y así lo hizo. Inspiró profundamente, fijó su objetivo en la mira, puso el dedo en el gatillo, aguantó la respiración y...

¡BUM!

La nieve se teñía de rojo. Talflink descendió para ver a su víctima desde más cerca. Ahí estaba el enano, con la frente agujereada y el rojo de su sangre rodeándole. Estaba muerto, y más que unas palabras de arrepentimiento o de perdón, de la boca del gnomo solo salió una frase:

—Una bala... un muerto.

Desmontó de manera casi ceremonial su trampa, cogió la espada del Hierronegro, le cortó la cabeza como prueba para la recompensa y se dirigió a Forjaz.

Una vez en casa, tiró la cabeza del enano encima de la mesa, miró a Kelsey y solo dijo "hecho" mientras guardaba sus cosas en un armario.

Sorprendida y extrañada, le preguntó:

—¿Estás bien?

—Mejor que nunca, Kelsey.

—Estás raro. No tuve que haberte mandado a ese trabajo, lo sabía.

—Hiciste bien, créeme —dijo Talflink mientras se giraba para mirar fijamente a la gnoma—. ¿Acaso no me ves?

Kelsey no podía creer lo que veía. Todos los que conocía tenían remordimientos o emociones respecto al primer asesinato, pero ahí estaba Talflink, impasible, sin una cara triste ni alegre. Era como si hubiese ido a comprar algo al mercado. Fue a partir de aquí cuando el gnomo empezó a cobrar trabajos de asesinatos, uno detrás de otro, mientras por el día trabajaba alegremente en un taller de ingeniería gnómica.

Pasaron los meses y la lista de muertos por parte de Talflink aumentaba más de lo que a Kelsey le gustaba.

Un día, Talflink recibió un contrato privado: matar a Thendink Tinkkettle, su compañero de taller y su amigo. Los motivos eran variados y Talflink aceptó sin problema. Al día siguiente, trabajando en el taller, llevaba varias cajas de herramientas y, sin querer, se le cayó una en el pie de Thendink.

—¡Lo siento, Thendink! ¿Estás bien? —preguntó rápidamente Talflink, de corazón, dejando las cosas sobre la mesa.

—Sí, sí, tranquilo. No ha sido nada —contestó con una sonrisa—. Por cierto, ¿sigue en pie la partida de cartas de mañana?

—¡Claro! En la posada al anochecer. Que no se te olvide.

Nadie sospecharía de Talflink. Ese día no actuaba, era él, así era él: simpático, amistoso, agradable... Pero un contrato era un contrato, y él no los aceptaba todos, sólo aceptaba aquellos cuyos motivos le convencían, y este los tenía. Su amigo era un estafador y había estado abusando de una gnoma, lo que era una falta de respeto, de educación y de caballerosidad, los pilares en los que le formó su padre. Su trabajo a tiempo parcial no sería el más honorable, pero alguien tenía que ensuciarse las manos. Su segundo oficio se había convertido en una manera de tranquilizarse y de despejar la mente de los recuerdos tan dolorosos que tenía de su infancia.

Pasó el día y, al siguiente, después de aquella partida de cartas entre amigos, Talflink y Thendink se fueron juntos como de costumbre.

—Oye, Thendink.

—Dime.

—¿Podrías echarme una mano con un asuntillo? Sabes que no te lo pediría si pudiese yo solo... —dijo Talflink mientras dirigía la marcha hacia la salida de Forjaz sin que su compañero se diese cuenta.

—¡Faltaría más! ¿Qué pasa?

—No es nada importante. Simplemente necesito que me acompañes fuera. He encontrado unas piezas que parecen ser de un vehículo que no soy capaz de identificar.

—¡Fascinante! ¡Vamos ahora mismo!

Tras esto, salieron rápidamente de la ciudad y se dirigieron a un lugar entre los árboles, lejos de miradas indiscretas. Allí, en el suelo, había esparcidas piezas muy distintas, desde engranajes hasta mecanismos simples, junto a varios tornillos y tuercas.

Mientras Thendink inspeccionaba la zona iluminando con un farol portátil que había adaptado para su pequeño tamaño, completamente centrado en las piezas, Talflink cogió una espada corta que había guardado en un árbol cercano y le atravesó completamente, sin mostrar una sola emoción en su cara, indiferente a la situación.

Sin decir nada, le cortó la cabeza a Thendink, limpió su espada en la ropa de su víctima y volvió a Forjaz para cobrar la recompensa. Al día siguiente todo el mundo se preguntaba por el recién asesinado, pero nadie, nunca, sospecharía de Talflink. ¿Cómo iba a ser alguien que daba siempre los buenos días con una sonrisa, alguien tan encantador y entrañable como él, capaz de asesinar a un amigo y compañero? Era imposible, ¿verdad?

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