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Axl

[Bosque del Ocaso] Matazombis

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Las piernas dolían y temblaban, su pulso daba a entender que tenía el corazón a punto de explotar, el semblante estaba pálido y perlado de sudor y apenas soportaba las ganas de expulsar el almuerzo con la presencia de ese nauseabundo olor que se le entrometía en la nariz, con cada instante que pasaba la presión que sentía en el pecho era cada vez mas fuerte. Aun así, tenía que seguir luchando por su vida.

Tuvo que resistirse a la acometida de sus fauces, a la saliva negra que pendía y salía disparada con cada amenazante gemido de insaciable y voraz hambre, a la fuerza sobrenatural que cada uno de sus golpes ejercían, dando la impresión de que sus extremidades estaban hechas de roca. Era un ciclo sin fin, rebanar a uno, que aparezca otro a ocupar su lugar, miraba por el rabillo del ojo cada instante que pasaba en dirección al enano, un achaparrado guerrero de aspecto no menos amenazante que las criaturas a las que se enfrentaban, y aún así, le faltaba bastante para igualarse a ellas en cuanto a lucir atemorizador se refiere.

Luchaba con la misma presteza lunática de siempre, se sintió sorprendido por su bravuconería al lanzarse de lleno al combate.  «Aunque tampoco es que se hayan percatado de su presencia cuando se lanzó al combate...» Pensó para si mismo y negó con la cabeza, mientras que por los pelos evitaba la mordida de uno de sus agresores, el hediondo aliento le hizo sentir un mareo. Volvió a repasar en el enano a la vez que intentaba conjurar un hechizo ofensivo para seccionar al enemigo. Al menos una docena de heridas menores se abrían dentro de su coraza, moratones y cortes en su mayoría, seguramente la sangre manaba debajo de sus gruesas vestiduras y aun estaba ahí, luchando sin parar, con la locura de un buscador de oro que acababa de saltar a una piscina de monedas del mismo material. Se sintió agradecido de estar a su lado, pues siendo franco, sus posibilidades de sobrevivir en estos momentos aumentaban conforme a menor distancia fuese la que le separa del enano.

Aun así, se sentía terrible, el ambiente lo azoraba y sus enemigos no le ayudaban a sentirse mejor, sentía como si una terrible enfermedad le estuviese raspando los pulmones, como si sus pies pesaran una tonelada, como si su sudor fuese almizcle y como si su boca se hubiera secado por el sobreesfuerzo, aun así, seguía luchando a la par del enano. Y no mostraba signos de detenerse. Mientras que el combate se desarrollaba una pregunta afloró en su desesperada mente: ¿Cómo se habían metido en una situación así... otra vez?

La mañana había iniciado como cualquier otra, estaba en la biblioteca ordenando unos libros, quizás repasando la posibilidad de no volver a dejar entrar a ese erudito de la abadía, siempre dejaba un desorden y se iba sin devolver los libros a su lugar, la incógnita de lo ocurrido más al sur, en el Bosque del Ocaso, le oscilaba en la cabeza como si fuese un péndulo. ¿Y si todavía quedaban sobrevivientes?. Tenía la certeza de que era posible, pues habrían mas aldeas dispersas en ese bosque y haría falta tiempo para dejar esa arboleda totalmente desolada, sabía que el populacho no era como un rebaño de ovejas esperando a que el lobo feroz les atacase para devorarlas, eran gentes que conocían bien su situación en uno de los lugares menos amigables para la vida en el Imperio y tenían sus métodos para soportar penurias, tan catastróficas que fuesen.

Pasó la tarde y estaba leyendo en las calles principales de Villadorada, las personas a su alrededor seguían hablando acerca del tema, cosa que no le ayudaba mucho a dejar de pensar en el, cuando vio a Bodvar, su cerebro empezó a maquinar. Recordó cuando se negó a la propuesta del enano, era disparatada y sin sentido, solo quería ir a encontrar cosas que matar. «Y morir en el intento si era necesario...». Cuando se lo propuso pensó que eran las palabras de un perfecto idiota, pero ahora mismo y después de pensarlo durante todo el día supuso que no sería tan mala idea al menos el visitar ese lugar y descubrir que pasaba realmente, con un poco de suerte rescatarían a uno o dos sobrevivientes, y eso para el era suficiente.

El enano no tardó en aceptar su propuesta como si nunca antes se le hubiese ocurrido antes, y decidieron acercarse por el río que desembocaba mas al sur, en los Paramos de Poniente. No tardaron mucho en llegar al bosque negro, donde empezaron su búsqueda. Al principio tuvieron que descifrar bien donde estaban, pero el joven elfo estaba bien preparado, con un mapa de la zona indicó las aldeas de la zona, y tras descartar las que muy posiblemente habrían sido arrasadas con el avance de los no-muertos decidió seguir la ruta hasta una de las mas cercanas: Reindhof

El camino hacia la aldea no era muy placentero, una niebla espesa rodeaba el ambiente, el cual estaba bastante cargado para ser al aire libre, daba la sensación de que el enano y el elfo se habían metido a pasear dentro de la boca de un colosal depredador que respiraba con ellos dentro, el enano no paraba de fardar acerca de lo molesto que era el viaje, acerca de como iba a matar a sus enemigos y cuantos serían, ambos callaron cuando un sonido bastante desconcertante se clavó en la escena como un cuchillo sobre un jamón curado. Era un sonido melodioso, pero para nada tranquilizador. Junto al enano se acercó para observar, con la cautela de un gato y un perro que aguantaba las ganas de no ladrar, detrás de los arboles pudieron ver algo que hizo trizas todo signo de esperanza.

Un hombre algo encorvado y rodeado de túnicas negras como la brea, y un sombrero que cubría la totalidad de su rostro caminaba incansable y con un paso firme por los caminos de piedra mohosa, tocando una flauta blanca como el marfil, que daba la impresión de estar hecha de algún hueso alargado, detrás de él estaba su público que le seguía a todas partes. Una turba de alzados, hombres, mujeres y niños que fueron víctimas del peor de los destinos, la no-muerte. La carne se les caía a jirones, la piel se mezclaba con el podrido y ennegrecido musculo, hilos negros de saliva iban cayendo de sus bocas abiertas y desgarradas, que mas bien parecían las fauces de una criatura abominable. Todos seguían bobalicones al siniestro músico, quien parecía un lunático artífice de una obra que le hacía justicia a su estado mental, el enano tuvo que soportar las ganas de no cargar en su contra, y el elfo agradeció que no lo haya hecho; tenía la certeza de que si lo hacía, no iban a sobrevivir.

Era un espectáculo extraño, pues los no-muertos parecían dispuestos a atacar al hombre en cualquier momento, de hecho, más bien parecía que estaban persiguiéndole a su paso lento pero imparable... pero el aeromante no vio a ninguno saltar ni esforzarse demasiado en atacarle por la espalda, parecían un montón de lobos que perseguían a un ciervo rodeado de murallas impenetrables e invisibles, eso solo llenaba mas de intriga al mago y de confusa rabia al guerrero.

Cuando el músico finalmente desapareció junto con su melodía y la turba de podridos, avanzaron sin pararse ni un momento, tuvieron que encargarse de un par de esas criaturas pestilentes, aunque no supusieron un verdadero desafío para el par. No obstante, el bosque estaba impregnado de estas bestias antinaturales, y se iban acercando con el ajetreo, cosa que no le gusto a ninguno ni un poco... resumieron su marcha hasta llegar a Reindhof. Donde no  les recibieron con un trato muy amable, de hecho, tuvieron suerte de pasar sin recibir los impactos de un virote en sus cabezas... eso fue un punto a favor para el manejo del elfo en el léxico y la convicción. Al entrar el elfo se llevó una desagradable visión del lugar, era una aldea miserable y las gentes parecían mal cuidadas y alimentadas, quienes se ocultaban en sus pequeños hogares.

Los jóvenes guardias picados de viruela parecían nerviosos y solo por la orden de el jefe de la guardia evitaban cargar contra los desconocidos, era un hombre alto y grueso con una mirada fija y serena, aunque muy malhumorada, se negó instantáneamente cuando el elfo le ofreció la posibilidad de escapar a Villadorada, aunque lograron convencerle de solo llevarse a los incapaces, los que sean demasiado jóvenes para coger un arma, a las mujeres y ancianos. Eso en parte tocó el corazón de ese hombre, quien accedió con la condición de que asegurasen los caminos antes de empezar el viaje, cosa que el elfo y el enano aceptaron sin muchos problemas.

La caminata era extenuante, no por lo larga que era, si no por el sepulcral silencio que invitaba a la mente a pensar que una emboscada podría estallar en el peor momento, y con razón, este se había convertido en uno de los lugares más peligrosos del Imperio y solo habían pasado unos pocos días desde que se tuvo certeza total de ello. Avanzaron durante unas eternas decenas de minutos, hasta que vieron en la mitad del camino a una enorme agrupación de cabezas roídas por la gangrena.e484e9b8a5e9c988f829639a6449ce76.jpg

El enano y el elfo se subieron a una colina cercana para poder pensar en una estrategia, parecían más de una veintena y a pesar de ello ese número era tan amenazador como un grupo de caza orco bien equipado, primero pensaron en hallar una forma de alejarles del camino el tiempo suficiente para dejar pasar a los aldeanos, cosa que no sería muy beneficiosa a la larga. Finalmente el joven Odriel pensó en poner en práctica un hechizo que recientemente había aprendido, y hasta ahora era uno de los más potentes y complicados... tomó asiento mientras que el enano miraba impasible a los podridos apelotonados, y necesitó varios intentos para finalmente conjurar el hechizo, un enorme relámpago cayó sobre las cabezas y el dulzón hedor de la carne quemada colmó la escena, extremidades chamuscadas salieron volando y aun así no se había movido un centímetro, solo cuando se dieron cuenta de la presencia de la desafortunada pareja.

Para cuando tuvieron tiempo de reaccionar ya tenían a la iracunda y hambrienta turba frente a ellos, fue una situación bastante desesperada, el enano rugía desafíos mientras que golpeaba su escudo con el enorme martillo, y cargaba sin pensárselo mucho hacia el hervidero de fauces abiertas. Eso en parte llenó de una extraña inspiración al elfo, quien se arrojó también a la refriega más bien por compromiso que por deseo propio, para cuando se dio cuenta de que el infierno pestilente marchaba hacia él, ya era demasiado tarde.

El combate era agotador y exasperante, el junto al enano luchaban con una determinación solo visible en los regimientos más prestigiosos de la guardia Imperial. «Quizás en parte, porque estábamos luchando por nuestras propias vidas más que por las vidas de los aldeanos sobrevivientes.»

Volvió a si mismo, estaba viviendo el ahora, un ahora con segundos que parecían años, donde cada golpe cada vez era más pesado y débil, ya había matado al menos a unos cinco y de alguna forma seguían apareciendo, el enano gruñía y rugía, cada movimiento era un golpe que causaba sangrado, pero aun así no se detenía, luchaba como un lobo acorralado, y tenía la preocupación de que en cualquier momento pudiera atacarle a él también en su furia ciega. Los zombis nunca paraban de abalanzarse sobre ellos, era la determinación de un ejército que no tenía nada que perder, de un ejército que lo había perdido todo y arremetía contra sus enemigos con la furia contenida con la que murieron, eran como animales, si es que tenían algún mínimo parentesco con ellos.

Siguieron luchando sin pararse ni un instante, hasta que la ultima cabeza rodó por el suelo y los sesos cayeron esparcidos por los suelos con un último golpe de martillo y un tajo bien asestado por la magia del elfo. Se sentía como si necesitase vomitar, pero no había nada que expulsar, estaba enfermo, herido, cansado y aun así se mantenía de pié, una sonrisa afloró su rostro, no una victoriosa, si no la que alguien suele mostrar cuando por los pelos se escapa de una situación, se quedó observando al enano, estaba quieto observando con bobalicona expresión la masacre que había llevado a cabo, se acomodaba los despeinados cabellos en una coleta mientras que se limpiaba los entremezclados líquidos que cubrían su cuerpo entero, se volteó para mirar al elfo y una conversación corta y queda se llevó a cabo.

 

 

 

 

—Es hora de volver con los humanos y sacarles de aquí. — Dijo el enano mientras jadeaba como un can.

—Así es, el tramo por aquí está bien oculto y si pasamos cerca de Poniente dudo que encontremos problemas. — A pesar de todo, el joven elfo intentaba recuperar su característico tono calmo y analítico.

— ¿Sabes una cosa, elfo?— Dijo el enano mientras echaba a andar, y dejaba el enorme martillo reposando sobre su hombro. — Toda esta situación me dejó muy hambriento.

 

 

 

Y de nuevo, como en muchas otras ocasiones, el aeromante se puso a pensar el cómo y el por qué había siquiera considerado el conocer y volverse amigo de un lunático como Bodvar.

 

 

 

 

Participantes/Habilidades usadas:

Odriel Feathersun @ILUSDN [Toque de Energía - Espadas - Defensa - Reflejos -Explosión mágica y Proyectil Mágico]

Bodvar @Axl [Defensa - Advertir/Notar - Maza (CC) - Reflejos]

 

//Duración de 4 horas y media

//Master: @ILUSDN

//dont worry, be happy

Editado por Axl
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