Zora

Alanna nació en el seno de una familia noble del sur de Gilneas. En el pasado, aquella familia llegó a ser importante entre la baja nobleza, pero todo cambió luego que Kul'tiras declarase su independencia del joven reino de Gilneas. La familia había perdido status y cayeron a causa de las crisis económicas que constantemente afectaron la región. Con el paso de las generaciones, la casa  debió de adaptar su economía, por lo que se habían hecho con parcelas para la agricultura; además que adquirieron crías de ovejas con las cuales producirían lana. 

El patriarca actual de la casa noble anhelaba traer  gloria de su familia, y, ¿quién sabe? Ir más lejos. Sus ambiciones comenzaron y se planteo allanar su camino mejorando la economía de la familia. Por ello realizo agresivas inversiones para ampliar sus parcelas y contrato nuevos peones para que trabajasen las tierras. Con las nuevas ganancias inicio nuevas inversiones para generar nuevos ingresos. El día que su esposa dio a luz a su primer hijo sabía que en sus manos se encontraba el siguiente paso para sus ambiciosas aspiraciones.

Muchos años después del nacimiento de sus hijos, inicio la construcción del muro y todo el comercio exterior quedo paralizado, los alimentos y la lana para los abrigos comenzaron a escasear.  Sin duda era un escenario que el patriarca nunca había imaginado y para el resulto ser un golpe de gracia. La demanda de comida y lana se disparo, así como también sus riquezas. El patriarca tenía un plan bien marcado para ascender hasta lo más alto. Sabía muy bien que los vegetales y la lana apestosa nunca le ganaría el poder que deseaba tener en la sociedad. Es por ello que decidió invertir sus ganancias en criar a sus dos hijos. Rápidamente contrató un maestro para que enseñara el arte del combate a su hijo mayor. Para ella, una maestra para que aprendiese a ser toda una dama de alta sociedad. Y sin duda, no escatimo ni una moneda para educar la mente de sus hijos, para que fuesen astutos y que pudiesen contribuir con las ambiciones de su padre. 

La guerra civil estalló en Gilneas y la rebelión se extendió en el reino. Las granjas de la familia fueron saqueadas constantemente a pesar de que el patriarca pagaba cuantiosas sumas para proteger sus tierras. Para garantizar protección de sus tierras se declaro un ferviente leal del reinado de Cringris y aun así no era suficiente. Una noche oscura y tormenta, nada anormal en esa región, los niños desobedecieron las órdenes de sus padres de no dejar sus camas. Ambos comenzaron a correr por los pasillos de la gran mansión, jugando juegos que habían inventado unos momentos antes. Parte de las reglas consistía en esconderse mientras el otro lo buscaba. Un juego inocente, pero fortuito. Los niños escucharon ruidos extraños en la entrada de la casa y las ventanas se rompieron. Asustados se quedaron en sus respectivos escondites. Alanna se había ocultado en un hueco en la pared tapado por un gran reloj de péndulo. Desde su escondrijo observó misteriosos hombres ingresando a la mansión. Aquellos hombres comenzaron a desvalijar todo lo que podían encontrar. Tomaron pinturas, sillas y todo lo que podían cargar en sus manos. Aterrada como estaba cubrio sus pequeños ojos y mordio sus labios para no soltar  chillidos. 

El tiempo parecía no pasar lo suficientemente rápido y parecía haberse detenido cuando los gritos de su madre comenzó a retumbar en los pisos superiores. Alanna permaneció paralizada en todo ese rato, hasta que una mano la tomo del brazo. El susto de ser descubierto casi le hizo soltar un grito de terror, pero una segunda mano cubrió su boca. Quien la había encontrado era su hermano mayor. Con un gesto indico a su hermana para que lo siguiera en silencio. Ambos niños huyeron de la mansión, corrieron tanto como pudieron hasta alcanzar el bosque y siguieron corriendo para perderse entre los árboles. La última imagen que Alanna recuerda de su hogar son grandes llamas devorando todo.

Así, una casa noble que alguna vez fue importante encontró su fin y su nombre se perdió. Alanna y su hermano no tenían más que seis y ocho años respectivamente. No podían comprender la tragedia que habían sufrido, solo sabían que estaban solos en el mundo. Tenían hambre, frío y mucho miedo. Caminando sin rumbo llegaron hasta el poblado de Valletormenta, en donde vivieron como dos niños mendigos sin padres. Tras muchas desventuras, los niños solo lograban sobrevivir con las pocas monedas que personas piadosas le entregaban de manera generosa, o de los mendrugos de pan que encontraban tirados entre las basuras. Una tarde, ambos niños intentaron adentrarse en el monte para recolectar bayas para comer. Con toda su inocencia se adentraron en tierras infestadas por arañas gigantes. Ambos huyeron al verse rodeado en peligro pero su hermano Owen fue picado por una de esas alimañas. 

Aunque llegaron al poblado, Owen cayó enfermo por el veneno de la araña. Alanna pidió socorro a todos los transeuntes, golpeo todas las puertas. Lloró e imploró por ayuda para su hermano y nadie quizó ayudarlos. Solo un hombre se apiado de la pobre niña, le dijo que no podía curar a su hermano pero que si podría llevarlo hasta una anciana que podría curarlo. Alanna acepto sin dudar, entonces el hombre cargo al niño y lo llevo a las afueras del poblado, al limite del monte negro hasta una vieja cabaña desgastada por el tiempo. La anciana que vivía en aquella cabaña escucho la historia de la niña, estudio la herida de su hermano y le comunicó que pronto moriría a causa del veneno. Alanna suplicó para que lo curase, nada temía más que quedarse absolutamente sola. Sus grandes lagrimones conmovieron a la vieja, pero esta no tenía intención de curar sin recibir un pago. Ni Alanna, ni el hombre que la había traido, tenía ni una sola moneda con el cual pagar la ayuda.

-Mi niña, mi niña. Soy una pobre anciana, estoy sola y casi ciega. No me queda mucha vida en adelante. Soy una de las pocas brujas de la cosecha que queda y sin nadie a quien dar mi legado. Sanare a tu hermano si a cambio me prometes quedarte conmigo, solo tú, y seas mi aprendiz. 

Alanna no entendía el pedido de la señora, pero pensó que si podía darle eso que pedía. Entonces asintió con fervor. 

La anciana bruja logro curar al niño y salvar su vida. Feliz de no estar sola en su ancianitud, recibió a ambos, pero solo a Alanna educó para ser su sucesora como bruja de la cosecha. Ambos niños se dedicaron a cuidar a la mujer como dos buenos criados. El tiempo siguió pasando y un crecido Owen decidió que quería hacer algo más en su vida que limpiar la mugre de una vieja y traer algo más de dinero a la desgastada y vieja casa. Así que un día junto sus cosas, se despidió de su pequeña hermana y marcho al norte con intenciones de sumarse a la milicia, donde sea que pudiera encajar. Alanna quedó devastada cuando se fué y no tuvo más remedio que continuar con sus deberes que formaban parte de su pago.

Alanna continuo ignorante de los nuevos peligros que empezaban a rodear Gilneas, tanto afuera como adentro. Ella estaba acostumbrada a ver gente llegar a la cabaña pidiendo ayuda para sus cosechas o curas creadas por las habilidades boticarias de la anciana, solía ver muchas victimas de la rebelión y la hambruna producida por la crisis del reino. Y aun así quedó impresionada el día que empezaron a llegar personas aterradas que buscaban escondites, heridas por grandes cortes producidas por lo que parecían cuchillas afiladas. Estas personas juraban y perjuraban haber sido atacadas por hombres bestias. Relatos que no fueron tomado en serio por la maestra de Alanna. Ambas se encargaron de sanar a los refugiados. Las heridas más dificiles eran aquellas que parecían haber sido producidas por violentas mordeduras. Las heridas se infectaban y echaban pus, ninguna de las pocimas de la anciana daba resultado. Solo podían ver esos síntomas empeorar con los días.

-Alanna, ay, trae la olla. Necesito ... necesito la... - La anciana cerro sus ojos cansados y chasqueo la lengua con frustración. La pobre mujer ya no podía recordar como antes. Su aprendiz estaba acostumbrada a sus achaques, sabía a que se refería y salio de la cabaña para ir por el caldero. La muchacha revolvió un par de veces más el caldero mientras pensaba que quizás debía tratar de anotar las pociones que la anciana no le había enseñado aún. Según ella, aún le faltaba mucho por aprender y a esta vieja bruja le queda muy poca vida.

Gritos repentinos dentro de la cabaña la arrancaron de sus pensamientos. Aterrada observó el interior y su mente evoco aquellos aterradores recuerdos de su infancia, sujetos extraños ingresando a la gran casa, su hermano y ella huyendo, la gran casa incendiándose. Alanna no sabía que hacer. Si entrar a ver que ocurría o huir al bosque. Su cuerpo se negó a responder, solo podía sentir los temblores sacudiendola con violencia. Es entonces cuando ve de la puerta aparecer una gran figura peluda y con grandes colmillos. ¿Eran verdad las historias de bestias casi humanas? Ahora no lo dudaba, y Alanna intento huir al bosque, pero no fue lo suficientemente rápida. Algo potente la golpeo y sintió un agudo dolor penetrar su pierna. Lo siguiente que recuerda es todo oscuro.

***

-Esta tiene pinta. 

-¿Que te hace pensar? 

-Hace días que sigo su rastro. No se aleja de esta cabaña, esas bestias peludas no hacen eso. ¿Y el resto? 

El hombre escupió antes de responder. - Demasiado salvajes para que sirvan de algo. Los quemamos con el bosque.

-Que pena - respondió con voz falsamente angustiada y luego pateo al huargen que yacía inconsciente en la tierra- Bueno. Hay que ponerla en la jaula. Querrán darle ese brebaje maldito.

La huargen había sido cazada en su propio territorio, incapaz de formular ningún tipo de recuerdo de la mujer que fue. Cuando despertó dentro la jaula intentó con todas sus fuerzas para librarse. Fue llevada hasta un rincón que los cazadores nombraban como "Gueto". Antes de entrar la amordazaron y pusieron grilletes a sus garras y patas. Indefensa no pudo impedir el brebaje que forzaron a deslizarse por su garganta. El liquido recorrió su cuerpo enfriando su sangre y disipando la neblina de su mente. Alanna despertó en una nueva pesadilla.