Saltar al contenido

Galas

Roler@
  • Contenido

    378
  • Registrado

  • Days Won

    32

Todo el contenido de Galas

  1. Historia La pequeña polilla revoloteaba pacíficamente. Sus alas recubiertas de pelusa plateada brillaban en contraste con la tenue luz lunar que se filtraba por las vidrieras opacadas por el paso de los milenios y el polvo acumulado en ellas. El insecto, ajeno del lugar donde se encontraba, se daba leves golpes contra el desgastado cristal, buscando ,no , ansiando, una libertad que le había sido privada sin razón. Ni siquiera había visto lo que la esperaba fuera, pues como todo lo que moraba entre esos muros, había nacido en la oscuridad, entre el polvo y la sombra, ajena al exterior. Pero el insecto, ignorante de la futilidad de su esfuerzo, luchaba heroicamente para atravesar el cristal. Valiente cruzado, tenaz en una batalla que no podía ganar. ¿Y para qué? ¿Porqué ansiaba con tanto ahínco como para dañarse a si mismo el salir al exterior, un lugar que no conocía? ¿Que no comprendía? ¿Que ni siquiera sabía si existía? ¿Acaso sentía en su pecho ese mismo ardor? ¿El ansía por conocer, el ansia por extender? ¿Por dar un paso más, por liberarse de los yugos y las cadenas impuestos sin motivos, solo por el mero hecho de limitar su potencial? Un golpe. Otro golpe. Uno tercero, pero nunca llegó el cuarto. Las alas de dibujos sinuosos de la polilla se encendieron en un brillo violáceo y se consumieron en un ápice de segundo. Donde antes revoloteaba el pequeño insecto, solo quedaron unas motas arcanas que desaparecieron en breves. La joven elfa parpadeó, sorprendida y saliendo de su ensimismamiento. Tragando saliva, giró el rostro, incorporándose en la pequeña mesa ante la cual estaba sentada, para observar el gesto severo y adusto de la elfa de la noche de rostro maduro e irritado que se plantaba ante ella, delante de una gran pizarra de color oscuro como la noche sobre la cual resplandecían numerosas runas de colores que bailaban del blanco al violeta pasando por azul y rojo. Las pequeñas velas arcanas que flotaban en la sala fueron intensificando su brillo, según la furia se iba acentuando en la altonato adulta. Su larga sombra se extendió, mientras su figura parecía crecer por segundos mientras la de la joven sentada frente a ella se encogía sobre si misma, rezando a lo arcano adquirir la capacidad que había leído en los libros que tenían ciertos reptiles con caparazón, escondiéndose en si mismos para huir de la furia de su progenitora. Cuando habló, no hubo gritos, ni salidas de tonos. Ni siquiera el gesto adusto y gélido de finos rasgos élficos de su madre se rasgó más allá de la fina linea dibujada por sus delicados labios violáceos. Su tono, frío y cortante, hizo desear a Sharinay que se hubiese puesto a gritar y a balbucear. -Es la quinta vez esta semana, Sharinay, que te distraes en nuestras prácticas y repasos de la conjuración abjuracional teórica al antiguo estilo Suramaritano. ¿Es que acaso he de asumir por tus constantes pérdidas de atención, que no te interesan los temas que estamos dando? ¿O acaso es que soy mala instructora? -¡N-no madre! Solo... solo estaba mirando a una polilla y me... distraje... -Balbuceó la joven elfa, cuyo pelo turquesa descendia en una coleta por su espalda, agachando la cara hacia adelante con una inclinación de sus largas y violetas pálidas, casi grisáceas orejas, en una pose de sumisión absoluta. -¿Te distrajiste? Ya veo. Los pasos de su madre resonaron con el ruido de sus estilizados zapatos mientras esta se acercaba a la vidriera opaca donde hace un minuto estaba la atención de su hija centrada. Posando sus delicados dedos de largas uñas sobre el cristal que impedía ver el exterior de Eldre'thalas, comenzó a bajarlos lentamente, haciendo un ruido extremadamente agudo que causó que Sharinay se encogiese sobre si misma con expresión de dolor. -¿Crees que no lo he visto, hija mía? ¿Crees que no lo he notado? ¿Tus miradas hacia los largos pasillos protegidos que conducen al exterior? ¿A la muerte? ¿Tu también quieres irte? ¿Tu también quieres morir ahí fuera, donde solo existen demonios, donde solo espera tu final? -¡No madre, no es eso! ¡Pero... no puede estar todo tan mal como dec...! - No acabó su frase, pues su madre se apartó del ventanal con un golpe de toga y capa de larga seda púrpura, mientras se encaminaba hacia la puerta. -¡Harás como tu padre, su sangre maldita corre por tus venas, siempre lo ha hecho y siempre lo hará! ¡Saldrás al exterior y morirás, dejándome sola! ¡Cuanta deshonra ha de afrontar Aishara de la Casa Crestargenta antes de que los pecados de mis antepasados queden saldados! ¡Azshara me dea paciencia y un saco para llev...! - Los barboteos de la elfa madura se cortaron de golpe cuando la puerta de madera crujió con un seco portazo al salir airada de la polvorienta sala de estudio. El golpe de la puerta fue seguido con el apagón de todas las velas que mágicamente iluminaban tenuemente la sala. En la penumbra, Sharinay desvió la vista hacia los leves rayos de luz que apenas conseguían filtrarse por las polvorientas cristaleras. Levantándose en silencio, apoyó las suaves yemas de sus dedos sobre los vidrios de colores opacos y deslizó los dedos con lentitud dejando sendos surcos donde su piel apartaba la espesa capa de polvo que los había recubierto. Aun así, el exterior permanecía oculto tras una barrera de grueso cristal colorido. No podía romperlo, lo había intentado ya hacía décadas, su madre se había encargado de evitar posibles fugas, traumatizada en secreto por la marcha de su progenitor antes siquiera de nacer ella. Apoyó la frente contra el frío cristal, cerrando los ojos. En su mente, vislumbró a una pequeña polilla, de alas brillantes y violetas, alzándose hacia el infinito cielo nocturno, lejos, lejos de esa prisión de polvo, roca, y libros. ***** Bajo la plateada luz de la gran Dama Blanca, cuya presencia iluminaba el firmamento y los corazones de los hijos de las Estrellas que hacían sus tareas bajo su protectora vigilia, una joven elfa caminaba con aires animados y embobados, observando su entorno con fascinación absoluta. Alguna mirada se desviaba hacia ella, los ojos más suspicaces percatándose realmente de su herencia y mostrando sendas expresiones de desagrado, pero gracias al bien pensado acierto de adquirir una toga más humilde de manufactura Kaldorei, Sharinay pasaba desapercibida bajo la apariencia de una elfa joven, pues un rostro impoluto libre de marcas y un rostro y rasgos más suaves e infantiles que lo normal para elfas de su edad ayudaban a atenuar su contraste. Observaba los ríos, observaba los lagos, observaba los canales que como venas recorrían la verde ciudad llenándola de frescor, llenándola de vida, llenándola incluso de curiosos seres que vivían en el liquido elemento, respirando agua como ella respiraba aire. Escurridizos y asustadizos, se movían en su terreno con suma agilidad y velocidad. Las casas y edificaciones que en armonía abrazaban en espiral los árboles sobre los que se asentaba rezumaban vida. Estandartes de vivaces colores, violetas, azulados, plateados, verdosos, ondeaban bajo el fresco viento que silbaba entre los altos edificios. En ellos los elfos reían, los elfos cantaban, elfos que traian las artesanías hechas con sus propias manos para ser cambiadas por otros bienes útiles, eran elfos felices, elfos vivos. Eran elfos libres. Sin quererlo, los pasos la condujeron por encima de los pétreos puentes que se alzaban sobre el frescor de las aguas que bañaban la capital y se fusionaban como nacidas del mismo suelo verdoso que recubría todo. Al fondo observaba un inmenso edificio, de belleza plateada. No sabía porqué había superado el miedo, el temor de acercarse a tal lugar, pues su impresionante estructura encogía el corazón con solo mirarlo, pero en el fondo de su alma, una breve llama iluminaba, instándola a avanzar, a acercarse. A posteriori sabría que se trataba de el Templo de la Luna, pero ignorante de a donde se dirigía, no podía más que maravillarse según se alzaba en todo su tamaño ante ella. Donde el mármol y la roca de Eldre'thalas era opaco, era gris, polvoriento, era el olvido, era la muerte, la pálida y plateada roca del templo brillaba, pura, hermosa, instándola a acercarse, instándola a entrar. Un conglomerado de Kaldorei de todo tipo iban acercándose al edificio, con calma y manteniendo un silencio ceremonioso bajo la atenta mirada de las disciplinadas guardianas Kaldorei. Por un momento, el miedo de mezclarse con semejante numero de Kaldorei atenazó su corazón ,pero esta presión fue rápidamente sustituida. Desde el fondo de su corazón, unas alas golpeaban contra una vidriera, instando a su cerebro a avanzar, a seguir hacia adelante. Con paso acelerado, con cuidado de no chocar con nadie, avanzó lentamente entrando en el inmenso edificio. Según entraba, deslizándose entre elfos y elfas, el ruido calmo empezó a sonar en sus largas orejas. Era una voz, pura, que inflamaba el alma, henchía el corazón. La escuchaba baja al principio, pero cuando asomó por bajo el brazo de un corpulento macho, pudo ver una belleza que opacaba todas las maravillas que había experimentado desde su salida de la ciudad perdida de Feralas. Una gran poza, de blancas aguas que emanaban una energía que hasta ella notaba, y en el medio, con el agua blanquecina hasta las rodillas, una figura femenina. Bella y solitaria, con nada más que una vaporosa toga blanca recubriendo su cuerpo. Una larga melena de color azulado se deslizaba por su espalda, sin ningun adorno, sin ninguna fruslería. Y aun ante la carencia de joyerías y cualquier tipo de adorno u orfebrería, era más bella, más digna, más imponente, que su madre aun engalanándose en sus mejores ropajes. Su voz, potente como una cascada brava, sedosa y suave como la brisa del viento que mece las hojas bajo el son de la mañana, se alzaba primero leve, como una marea de emociones que asciende y se intensifica, para ser acompañada luego ,paulatinamente, poco a poco, como escenificando un alba, por medio centenar de sacerdotisas que sentadas, en ropajes tan hermosos y a la vez tan simples como los de la Suma Sacerdotisa , rodeaban en semicírculos la poza lunar donde Tyrande cantaba en un idioma cuyo significado se escapaba para Sharinay. Bajo la intensa luz de Elune que se deslizaba a través de los cristales de la inmensa vidriera en el centro de la bóveda de mármol blanco, cientos de kaldorei escuchaban en silencio respetuoso y ceremonial, el hermoso canto de la suma sacerdotisa. Y entre toda la muchedumbre, entre toda esa maravilla y magnificencia, una joven altonato lloraba, con sendos goterones descendiendo por sus impolutas mejillas, incapaz de entender como tal belleza podía existir en el mundo.
  2. Índice: Historia Eventos asistidos: Eventos masteados: Mensajería: Nombre: Sharinay de la Casa Crestargenta Raza: Kaldorei Sexo: Femenino Edad: 137 años Lugar de nacimiento: Eldre'thalas, Feralas Ocupación: Restaurar el legado de su pueblo. Descripción física: Joven elfa que recientemente ha alcanzado la madurez física. Su ascendencia altonato se caracteriza en un físico menos corpulento y asalvajado que sus coetaneos. Su rostro, de rasgos suaves, no solo destacaba por mantenerse impoluto libre de toda marca facial, si no por mantener una permanente apariencia ligeramente aniñada impropia de una kaldorei de su edad y madurez física. Una melena media de color turquesa , normalmente recogida en una ancha trenza, desciende por su espalda, la cual si bien fina, comienza a demostrar los esfuerzos físicos a los que se somete Sharinay desde su salida de Eldre'thalas. Siguiendo el ideal físico que persiguen las Centinelas, para disgusto tanto de los otros Shen'dralar como de aquellos kaldorei a los que intenta imitar, su cuerpo delicado ha ido abandonando la fragilidad propia de su gente para, en su sutileza, acercarse más a la corriente Kaldorei tradicional. Sus manos, antaño suaves, han reflejado el entrenamiento por el que pasa la Altonato en busca de mantener un físico apto. Sin llegar a las callosas manos de un artesano que lleva siglos trabajando su arte, cada vez sus dedos reflejan menos a la Shen'drelar y más a la guerrera que busca ser. Sus ojos de un intenso brillo plateado y levemente rasgados, reflejan siempre una viveza en su movimiento para captar todos los detalles del entorno. Sendas cejas pobladas como cualquier otro kaldorei que comparten el color de su melena enmarcan sus ojos adornados con largas pestañas curvas en sus extremos. Pese a todo, con un peso estándar, mantiene una estatura baja para lo que sería un Kaldorei, alzándose de la verde hierba a escasos 2,03m del suelo. Descripción Psiquica: Siempre curiosa, siempre haciendo preguntas que no venia respondidas en los libros de Eldre'thalas. De carácter respetuoso, ama con una profundidad sin igual a su madre, a sus compañeros Shen'dralar y al legado de los Altonato. Los verdaderos, aquellos que lucharon junto al pueblo Kaldorei por proteger el mundo y el arte arcana pura, no la mal versión demoníaca que tanto mal ha causado a su pueblo. En su carácter abierto, en contraste con la cerradez de su progenitora, la apertura del mundo real para ella ha supuesto un mazazo a todas sus concepciones del mundo. En Elune ha encontrado una figura que ha opacado totalmente a lo Arcano como objeto de veneración. Sus Sacerdotisas, las Centinelas, incluso los Druidas, todos representan una pureza existencial y de ideales que aun a día de hoy fascina a la joven Altonato. Introspectiva, mantiene una barrera forjada en base al respeto y la inseguridad por lo desconocido en su trato con los demás. La une un lazo de profundo afecto con sus hermanos Shen'dralar, pero la presión que genera el buscar la aprobación de otros Kaldorei, consciente de los prejuicios existentes hacia ella, tienden a generar una ansiedad que camufla con un protocolo estricto. Desconoce lo que es odiar algo o incluso amar algo, pero ha leido mucho en libro sobre todas esas cosas. Aun así, en su pecho late un corazón idealista y bondadoso que solo busca el bien para sus semejantes y los demás, si estos son capaces de demostrar la misma pasión por una causa noble y justa. En su ignorancia, con la humildad de conocerse como una ignorante en un mundo de titanes, desea desde el interior de su ser poder unir las concepciones del pueblo Kaldorei. Aishara de la Casa Crestargenta, madre de Sharinay
  3. Galas

    Sharinay Crestargenta

    Nombre: Sharinay Atributos 7 Físico 7 Destreza 6 Inteligencia 6 Percepción Valores de combate 28 Puntos de vida 18 Mana 9 Iniciativa 11 Ataque CC Sutil (Lanza Ligera) 9 Ataque CC Sutil (Espada Corta) 10 Ataque CC Sutil (CC. Des. Def) 10 Defensa Habilidades Físico 3 Atletismo Destreza 3 Combate defensivo desarmado 4 Lanza Ligera 2 Espada Corta 3 Defensa 2 Nadar 2 Sigilo Inteligencia 2 Fauna 2 Religión 4 Tradición/Historia 2 Evocar Energía (Arcana) 2 Abjurar Energía (Arcana) 1 Detectar Energía Arcana Percepción 4 Advertir/Notar 2 Bailar 2 Buscar 2 Etiqueta 3 Reflejos 2 Música (Lira) Escuelas/Especializaciones Magia Arcana Arcano Evocación
  4. Nombre: Azálea Belore'zaram Atributos7 Físico6 Destreza7 Inteligencia6 PercepciónValores de combate28 Puntos de vida21 Mana8 Iniciativa11 Ataque CC (Espada Pesada)8 Ataque CC (Lanza Pesada) 10 Ataque CC (Combate Des Eq)10 Defensa Habilidades Físico 3 Atletismo 4 Espada Pesada 1 Lanza Pesada 3 Combate desarmado equilibrado Destreza 2 Cabalgar 4 Defensa 2 Nadar Inteligencia 1 Comercio 4 Leyes 4 Religión 4 Tradición/Historia 1 Reprender Esencia 1 Detectar Entes Malvados 1 Toque de Luz 4 Imbuir Arma (Luz) 2 Proteger Esencia 1 Esencia Sagrada 1 Punición Percepción 1 Bailar 1 Buscar 2 Reflejos 2 Advertir/Notar 1 Disfraz 3 Etiqueta 1 Música (Violin) Escuelas/Especializaciones Represión
  5. Historia Las botas metálicas resonaban por las calles de Quel'thalas. Azálea caminaba prestamente hacia la mansión familiar. Por el camino, pudo ver como una pareja se besaba en un banco a la sombra de los bellos árboles de la ciudad. Todos corruptos, libertinos. Hacia muchos años que el humor de Azálea había ido volviéndose más arisco. Hija mayor de una poderosa familia noble, había sido criada con todo tipo de lujos y atenciones a su alrededor. Por desgracia para sus padres, su pequeña hija había rechazado los vestidos y enseñanzas sobre música y danza, y se había interesado mucho más en el culto de la fe en la Luz y las artes de la guerra. En el camino a su hogar, Azálea era consciente de la corrupción que la rodeaba. Inconscientemente, acarició con suavidad el pesado libro de gruesas hojas que apretaba contra su peto. Un libro sobre la filosofía de la Luz. Llegó a su hogar, ubicado en una de las antaño calles más respetuosas de Quel'thalas, ahora casi abandonada. El ataque de la Plaga había acabado con la vida de la mayoría de los que habitaban esas casas. Las bellas fachadas, pese a estar en buen estado, puesto que el gobierno de Quel'thalas se encargaba de que así fuera, estaban abandonadas. Hacía años que no se escuchaban las risas de los nobles en sus habituales cenas por sus salones, ni la música de los delicados instrumentos en las clases que recibían las hijas nobles. La fachada de su casa no era distinta a las demás. De mármol de buena calidad, dos finos balcones con barandas de complico diseño se encontraban a cierta altura, sobre la pesada puerta de roble, adornada con finas siluetas de bellas danzarinas. Tras un ligero suspiro, como la mayoría de las veces que observaba la gloria de lo que había sido, entró. Por dentro, la apariencia no podía ser más distinta. El recibidor, con la amplia escalera que se dividía en dos hacia el piso superior, estaba en penumbra. Telarañas crecían sobre las paredes,y el polvo se acumulaba en muebles recubiertos de sábanas blancas y el suelo. La Sin'dorei caminó lentamente, mientras los recuerdos acudían a su memoria. De pequeña, había sido una chica hermosa, pero silenciosa, que prefería estar rezando, o leyendo sobre diversos temas, que yendo a jugar por los jardines, o coqueteando con otros chicos de su edad. Su futuro era casarse con un joven y apuesto noble, de familia adinerada, y así traer la gloria a su familia, o eso repetía siempre su madre, Ardhoniel, una Sin'dorei de carácter severo, que amaba sus hijos por encima de todo. Ella inculcó la fuerte doctrina de la Luz en ellos, enseñándoles la compasión, el perdón y la tenacidad. La fe se hizo fuerte, ahí donde todo lo demás se desmoronaba. Sus padres habían muerto, así como la mayoría de sus conocidos en el ataque de la Plaga. Tras dejar el códice en su cuarto, la única parte de la casa que daba la sensación de estar habitada, sin contar la de su hermano,Heim'doriel, fue a las cocinas. Los hornos y fogones estaban negruzcos por el uso. Sus padres criticaban el uso de la magia para cosas tan mundanas como la limpieza o la cocina, y para evitarlas, habían tenido en los buenos tiempos, una marea de sirvientes que se encargaban de todo. Azálea había aprendido a cocinar de una de estas sirvientas, una elfa anciana de carácter amable. Su madre se enfadó al enterarse, pero Azálea, como joven a la que le gustaba aprender, sobretodo cosas útiles como esas, y que amaba el movimiento y las tareas físicas, había insistido. Nunca había sido su fuerte, pero la reconfortaba, y le permitía distraerse de preocupaciones más acuciantes, como la corrupción que asolaba su amado país. La comida que preparó era humilde, como todas las que había hecho desde la aciaga invasión. Pese a su porte noble, y su esplendoroso hogar, hacia mucho que el dinero era un bien escaso en la familia Belore'zaram. Antaño linaje poderoso, se había visto reducido a solo dos miembros. Azálea, la jefa de casa como hija mayor, y Heim'doriel, su hermano menor. Llevó la ennegrecida cacerola hacia el pequeño estudio que usaban para comer ella y su hermano. Hacia mucho que habían dejado de hacerlo en el inmenso comedor de la casa, pues este, al igual que el barrio entero, transmitía un sentimiento de nostalgia y un pasado mejor insoportable. Como otras tantas noches, habló con su hermano sobre sus preocupaciones mientras tomaban la humilde comida. La corrupción continuaba asolando Quel'thalas. Magia usada de manera irresponsable, energía vil flotando en el ambiente. Hacia bastante tiempo que Azálea se había propuesto cambiar todo eso, pero seria un trabajo arduo y complicado. Sus únicas armas: Su fe inquebrantable en la Luz, y su tenacidad. Tras la cena, llegó el momento que más odiaba. Subió a su habitación, y comenzó el ritual de quitarse la armadura, regalo de su padre muchos años atrás. Este, pensando que había sido un capricho, le compró una bonita armadura de gala, que la propia Sin'dorei se encargó de modificar, y pintar de colores negro y rojo, cuando la nación habia caído. Azálea se quedó con el camisón y pantalones de lino, única ropa que llevaba bajo la armadura, y como siempre que se quitaba la coraza, se sintió desprotegida. Sabia que no corría peligro en su propia habitación, pero la armadura de metal representaba la propia coraza que ella misma había formado a su alrededor, como método de protección para con el mundo exterior. Un mundo que la aterrorizaba, pues no lograba comprenderlo. Se metió en su cama, dejando las ascuas encendidas, y una vez sola y en la oscuridad, los amargos recuerdos volvieron. -Mira Azálea, te presento a Thereon Sunedhore. Su padre es un buen amigo mio, un noble importante, ¿Por qué no le enseñas como tocas el arpa? - Su padre presentaba a los jóvenes. Azálea tenia por aquel entonces 64 años. Un apuesto y bien vestido Quel'dorei sonreía a Azálea. Tenia el pelo del color del fuego, al igual que su padre, un elfo con una ligera papada que se encontraba tras él. Azálea los conocía a los dos. Su padre y su madre no habían parado de hablarle de lo inteligente que era Thereon, de lo simpático que era Thereon, e incluso de lo bien que bailaba Thereon. Ella no comprendía a que venia tanto interés repentino por que ella se llevara bien con ese jóven elfo, hasta que su hermano menor, Heim'doriel , le había abierto los ojos. Se encontraban en uno de los jardines de Quel'thalas cuando se lo dijo. -Padref y Madfre quieren que te cafef con efe chico.- Heim se estaba comiendo unos pastelillos de los que habían llevado para merendar mientras se lo había comentado. -Lof he oído hablaf y dicen que ef hijo de un noble poderofo... que fera bueno para nueftra cafa... Azálea se había quedado pálida como el hielo, incluso más de lo que ya era de por sí. La furia había comenzado a invadirla en ese instante. -¿Y no les importa que no me pueda gustar ese chico? ¿Y... y si no lo quiero a él? -Su jóven hermano se había encogido de hombros, mientras jugueteaba con par de hebras de césped. Esa noche, Azálea había pataleado, gritado, llorado y luego, en su habitación, rezado hasta haberse quedado dormida. Por suerte para la jóven, resultó ser que ese tal Thereon no era hijo legítimo, y tras muchas peleas, y una casa noble quedarse sin heredero, la boda había sido anulada. En ese momento, la fe de Azálea se fortaleció. Las eternamente verdes hojas se mecían suavemente con la brisa del atardecer, bañando con su fresca sombra a una pareja de elfos sentados en un banco. El hombre, de pelo color azabache, hablaba con tono teatral y empalagoso a una joven elfa. -Eres especial, paloma mía, mi amor por ti es tan alto como la más alta montaña- Azálea se encontraba en un banco. A su lado, el apuesto Gilthas Kithirion, un joven y apuesto criomante, y en su tiempo libre, poeta. La elfa tenia unos escasos 72 años por aquel entonces, y había caído en las redes del apuesto Gilthas. Él le había prometido que se comprometerian, que se encargaría de todo. Y Azálea, con su ingenuidad de una joven mujer que ha pasado la mayoria de su tiempo rezando, estudiando o entrenando, lo había creído. Desde que lo conoció, no podía evitar oír murmullos y sonrisas a su paso, pero el amor le había hecho ignorarlas. Una de sus “amigas” incluso le había insinuado que Gilthas era un Don Juan, y que solo la quería para lo que la quería, pero ella, aduciendo que ni siquiera se habían besado, la había ignorado. Como otras tantas veces, había sido Heim'doriel , el que le había abierto los ojos. Era de noche, cuando él la había despertado apresuradamente. -Vamos hermana, levanta, quiero que veas la verdad.- Azálea se desperezó, y se extrañó de que su hermano estuviera vestido, pero su confianza en él era tan grande como su fe en la Luz, y no titubeó en seguirlo. Corría apresuradamente por las callejuelas tras su hermano. Él no respondía a sus insistentes preguntas, y se limitaba a decir que “Ya lo verás con tus propios ojos”. Y lo vió. Sí que lo vió, aun que en el fondo de su alma, desearía no haberlo visto. En un banco, debajo de un árbol, se encontraba Gilthas. Y no estaba solo. Con él, otra elfa, que a diferencia de Azálea, si había decidido entregarse a Gilthas. En ese momento, Azálea se quedó sin respiración. Había corrido como no lo había hecho nunca. Se derrumbó en su cama, y lloró como nunca antes lo había hecho. Había abierto su corazón al mundo por primera vez, y lo habían apuñalado y vaciado, saqueándolo por completo. A la mañana siguiente, su madre no pudo evitar preguntarse qué había ocurrido, para que su inocente aun que alegre hija, se hubiera vuelto una fría losa de mármol. El asalto de Quel'thalas por la Plaga también vino a su mente esa noche, como la mayoría, pero estos recuerdos eran más confusos, empañados por el horror y el pánico que había sentido. Había suplicado que la dejaran luchar, que se había estado entrenando todos esos años para algo como aquello, pero su padre la había ignorado. Cuando se preparaban para partir, la Plaga atacó. El caos, la muerte y el horror la rodeaban. Vió morir a su alrededor a muchos de sus seres queridos, entre ellos a sus propios padres, pero para su suerte, cuando su propia fortaleza había fallado, la estoicidad de su hermano menor, había salvado su vida. Había sentido la sed de magia, como toda su gente, pero su fe y su autocontrol, le permitieron superarla. Había notado como la luz la abandonaba cuando sus hermanos de raza se sumían más y más en la corrupción, pero por su amor hacia su gente y su familia, se prometió que purgaría el reino, y volvería a ser bendecida por la luz. Su fe se vió incrementada, y con la restauración de la fuente, no hizo más que reafirmarla. En la oscuridad de su lecho, la ya madura Azálea, lloró como lo había hecho esos días. En esos momentos, cuando la armadura de mármol e hierro endurecida por la fe desaparecían, volvía a ser la inocente niña, que en su día había rezado para que sus padres no la comprometieran con un joven que ni siquiera conocía. Pero como siempre, la noche terminó, el sol salió, Azálea meditó, rezó y volvió a vestir su armadura. La metálica y la personal. Una que la protegía de los ataques físicos, y la otra, de unos más abstractos, pero no por ello menos dolorosos. Tenia una misión que cumplir. Una misión que pondría a prueba su fe, y su propia cordura, pero que llevaría a cabo, o sucumbiría como la mayoría de su gente en el intento.
  6. Índice: Historia Eventos Realizados: Eventos Asistidos: Niebla, Sangre y Fango (Masteado por Psique) Sombras del Sur (Masteado por Izuriel) El Robo de Herramientas (Masteado por Curly) Bermellón (Masteado por Focus) Mensajería: Descripción física: Metro ochenta y uno y setenta y cinco Kilogramos de peso componen el cuerpo de esta elfa, antiguamente dada a la vida del estudio, ahora entrenada en las artes de la guerra para luchar por su gente y su pueblo.Su físico es atlético, y destaca su espalda ancha para la media de las féminas elfas, así como largos brazos y muslos torneados. Su piel, naturalmente pálida, permanece marcada por algunas cicatrices menores fruto de sus batallas por las Tierras Fantasma y las Tierras de la Peste.De rostro anguloso y maduro, reflejando que ya no es una niña, porta siempre un gesto inexpresivo, aun que leves arrugas de seriedad en el ceño marcan la tendencia a gesticular de esa manera. Grandes ojos verdosos, como todo Sin'dorei, que destacan por su tendencia a siempre buscar el contacto visual incluso llegando al punto de la incomodidad.Su pelo es de un rubio extremadamente pálido, cuasi blanco, y lo mantiene siempre corto en una media melena de frente y laterales cortados de manera recta. Descripción psicológica: De carácter recto y de corte protocolaria y hasta cierto punto militarista, su vida se ha visto marcada por dos pilares: La nobleza y la Fe. Pese al gran bache respecto a la Luz Sagrada del pueblo Sin'dorei, Azálea siempre ha mantenido una fe indudable en la Luz Sagrada, y como tal lucha por inculcarla de nuevo en su propio pueblo. Sin compartir el ego y la prepotencia de otros miembros de la nobleza Sin'dorei por gente de a pie, siempre ha mantenido el ideal de que el deber de todo elfo es luchar por el bien del conjunto, y eso se realiza independientemente de la posición social de nacimiento.Con dificultades empáticas con el resto de sus allegados, así como una nula expresividad propia ya sea por gestos o tono de voz, prefiere un tono respetuoso y distante con la gente, evitando el uso de formulas como sarcasmos o retóricas, las cuales le cuesta horrores identificar en otras personas y aun más usarlas ella misma. (Méritos del dibujo a DieKunster)
  7. Buenas noches y gracias por los saludos. En mente tengo pensado un Kaldorei Shen'drelar para empezar y tal vez una orco. Luego a lo mejor una Sin'dorei, quién sabe.
  8. Buenas noches a todos, Me veo obligado a presentarme, porque si no me dicen que no me darán un personaje. Me han hablado de este sitio, y que I must step away from da shadow... asi que aquí estoy, a ver qué tal. Probablemente algunos me conozcan, a otros les suene mi nombre, y en general me acompañe una sombra muy larga y grande, así como muy oscura. Pero solo puedo decir una cosa: Vengo aquí a rolear, a nada más. Como es costumbre daré varios datos sobre mi como rolero: Soy gallego, no me gusta casi ningún tipo de pescado o marisco (Salvo langostinos, buey de mar y centollo), me gusta mucho rolear todo tipo de criaturas y monstruos e irónicamente también los elfos que son cuasi su opuesto. Los humanos me aburren, tanto dentro del rol como fuera de él. Y aun que tenga una relación de amor odio con él me gusta Warcraft y el universo, no tanto sus personajes Lore (JODETE ILLIDAN) En resumen, un placer conoceros a todos.
×
×
  • Crear Nuevo...