El trio de malignosos sigue avanzando por la zona norte del pantano hasta llegar a un recodo, desde el que logran vislumbrar lo que parece una vieja maquina de guerra abandonada: no saben ni que se trata de una balista, pero tienen claro que era algo dedicado a un propósito bélico, así que concluyen que han llegado al lugar que buscaban.
Establecen un pequeño campamento en un recoveco junto al camino, sacando el carromato del camino y borrando el rastro con unas ramas: acuerdan, tras reposar sus cuerpos cansados, que Nirimie se quedará vigilando el campamento mientras ambos brujos inspeccionan la zona en busca de algún artefacto o reliquia de interés.
Atraviesan varios riachuelos de agua estancada repletos de restos orgánicos y criaturas que se alejan asustadas bajo las aguas, reptando...
Pero no tienen la misma suerte con más de esas abominaciones del pantano, como las que les emboscaron en el puente: tras acabar con una de ellas, inspeccionan sus restos y llegan a la conclusión de que son criaturas creadas a partir de la magia liberada en el lugar y que es probable que su presencia en el lugar denote que hay o ha habido artefactos mágicos.
Deciden acabar con más de esas aberraciones, por si en el interior de alguna de esas cosas hubiera un tesoro al que echar el guante: tras acabar con tres de esas aberraciones, no encuentran nada...
Hasta que Shaathun se lamenta: su pezuña ha pisado sobre algo y ha quedado clavado. Marielen comprueba que hay un pequeño aro similar a una zarza enroscada, del tamaño y la forma de un anillo, pero que de alguien atreverse a introducir su dedo en él, sin duda lo lamentaría, clavándose todas sus púas y seguramente, incapaz de retirarlo sin dañarse más.
Gavind insta a Marielen a deshacerse de esa porquería, pero ella decide conservarla y la lleva consigo al campamento, seguidos por un Shaathun que cojea levemente, remugando y maldiciendo entre dientes.
--2 sesiones--
Consecuencias:
Entrenado: