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Stannis the Mannis

Elennel Janet - Pum. Muerto.

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Nombre: Elennel Janet6502_by_ilikeyoursensitivity-d4jzdr1.jpg

Edad: 27 años (Nacimiento en Mayo)
Altura: 1:70 cm

Sexo: Femenino

Orientación sexual: Complicado

Ocupación: Cazarrecompensas / Lo que los hombres no pueden hacer

Allegados: Tatyana Faylina Rotherham (Compañera de camino)
 

 


Descripción física

Ni alta ni baja. Una mujer ya desarrollada en plenitud.
Normalmente con el pelo largo hasta los hombros; de color rubio dorado.
Con el cuerpo tonificado y alguna cicatriz que no se ve a simple vista.
Ojos azul claro y largas pestañas. De boca pequeña y labios no muy carnosos.
Cejas finas, perfiladas y sutilmente arqueadas; le dan un aspecto de seriedad constante.
Nariz corta. De tabique alargado y fino. Fosas nasales algo anchas.         
Tiene un tatuaje -no muy grande- bajo la espalda.
Este

 

Descripción psicológica

Despiadada pero con escrúpulos y una ética moral propia.

Es una persona fría, dura, demasiado seria con los demás. No es de fácil trato y, menos lo será si quieres un trato más personal.
Tajante y de palabrasc4b774d39d2001fba708112dd0258f06.jpg contundentes. Dirá lo que le parece cuando quiera –Pero no es una bocazas- aunque sabrá callar cuando deba.

Aunque por dentro solo siente un desprecio y odio por el mundo, también hay algo de “luz” muy oculto, el cual no será fácil de sacar.

No le gusta –y lo hará saber- que se tomen muchas confianzas con ella, cortando en más de un sentido; todo intento de pasar su espacio personal. Ni burdo ni vulgar, simplemente será contundente.

Independientemente del lugar, momento y situación;
le dará una importancia a su figura, su persona y apariencia exterior.

 

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Historia

 

 

Prólogo: La Dama y la huérfana

 

 

 

La primavera llegaba a su fin y el ambiente era cálido, pero sin ser molesto. Las olas chocaban contra las rocas de la bahía de Stromgarde. Desde el balcón de la casona se podía ver el infinito mar; que era lo que más llamaba la atención a Elennel.

Hoy era su cumpleaños. Seis años viviendo en modesta pero cómoda y bella casona de la familia; Ventaliana. La cual se había hecho cargo de ella y la mantenían como la “doncella” de la hija única de la familia.

Ni era su familia, ni se sentía dicha por vivir ahí. No había grandes lujos, pero tenía una educación, un techo, una cama y ropas que no eran harapos.

-          Elennel. ¿Ese barco que sale de puerto, a dónde crees que irá? ¿Qué misión tendrá? –La hija de la familia Ventaliana; Beatriz. Una muchacha enfermiza y unos pocos años mayor que Elennel.

-          Quizás va a explorar nuevas tierras. Marineros intrépidos. Seguramente se los coma una bestia marina. Nagas, una batalla en una tormenta.

 

-          Siempre terminan luchando contra algo, o hundiéndose. –La joven rió por las esteticidades de su compañera, a la cual tomó de la muñeca para orientarla a dentro de la habitación.

 

 

Las dos dormían en el mismo habitáculo. Una en una cama mejor que otra y, una en una parte más simple y apartada. A Elennel le importa, no podía quejarse. Puede que no le gustara estar ahí, ni las gentes, pero había una persona por la que daría todo y esa era; Beatriz.

-          Quiero ponerte más bella de lo que eres, quiero que todos se asombren al verte en tu fiesta de cumpleaños. –Sentó a Elennel en la cama de Beatriz y ésta empezó a sacar vestidos de su armario. Perfumes y maquillaje también fue probando.

 

 

Elennel ni se quejó ni abrió la boca. Solamente sonríe cándidamente, dejándose en manos de Beatriz fue cambiándose vestidos, cual muñeca en manos de una niña.

 

 

Perfumada y engalanada en los mejores vestidos que tuviera Beatriz. Se sentía tan impersonal, no se sentía ella, dejó de sentirse ella hace muchos años. En una fiesta con niños y niñas que eran más amigos de Beatriz que de ella. Sonriendo y tratando a todos con el protocolo exigido.

Después de comidas, juegos, risas y un baño; por fin estaba en su cama. Cansada por el “ajetreo” Ser una doncella para ella, era estresante. Beatriz lo llevaba bien, incluso con su estado de salud.

-          Tienes que contarlo, Elennel. Llevas desde la mañana angustiada, sé qué te pasa. Retenerlo no te ayudará. –Beatriz desde su cama le hablaba, aún con las velas encendidas y la mirada puesta en la otra cama.

-          Cada cumpleaños lo recuerdo. Me arrebataron a mi madre. Nunca conocí a mi padre. ¿Qué me queda, salvo una pena, un hueco y el sentimiento de no ser de ninguna parte? –La niña se arropó hasta las orejas. No quería darle más pena a Beatriz. Niña tonta, ya lo había hecho. Beatriz salió de su cama y terminó sentada en la de Elennel.

-          Me tienes a mí. Tienes que apoyarte en los recuerdos alegres y disfrutar de los vividos. No puedes vivir toda tu vida con esa pena, no puedes cambiar lo que pasó. Yo estoy aquí Elennel, apóyate en mí.

 

 

 

La joven terminó bajando las sábanas, mirando a su amiga con lágrimas en los ojos. Esa noche dormirían juntas en la cama de Beatriz. Las pesadillas no la atacarían esa noche. Y con los años, dejarían de hacerlo totalmente. Aunque habían cosas que no se curarían por mucho que los años pasaran.

 

 

 

 

Parte I: Sin pasado, sin presente y con una mano delante

 

 

Elennel ya era oficialmente una mujer. Su mundo no cambiaba, todo permanecía estático. EL mundo más allá de los muros de Stromgarde le era ajeno. Ella tenía que permanecer al lado de Beatriz, no se despegaba de ésta, la cual fue empeorando de salud pasando el tiempo.

Beatriz tendría ya una veintena de años y era el ideal de la dama perfecta, pero se marchitaba su salud. Nadie podía curar su mal, nació así. Nadie podría cambiar eso. Solo era cuestión de tiempo que Elennel perdiera el único apoyo, lo único que le daba calor a su cuerpo frío por la pena.

-          Mi más querida amiga, has estado siempre ahí. Forzada a permanecer a mi lado. No puedes seguir así, no puedes permanecer anclada en el pasado. Cuando yo me vaya, no sientas pena si no alegría. Tu vida comienza, tienes que viajar, tener aventuras con batallas gloriosas como las que me contabas.

 

 

 

Elennel permaneció al lado de Beatriz todo el tiempo que pudo, fue la última en ver cómo sus vista se perdía y el rubor de sus mejillas se apagaba.

Se había acabado. Su mundo al final había caído. Todo se apagó. La pena se convirtió en odio. Odio y desprecio por un mundo que le arrebata todo lo que quería; Su hogar, su madre, Beatriz … Y ella no podía hacer nada, no podía actuar contra el destino. Pero ¿Lo había intentando? No. No lo había intentado porque era una niña tonta. Eso se decía las siguientes noches, en ese cuarto ahora solo ocupado por Elennel.

 

 

Perdió a su madre con ocho años. No hizo nada para defender a su madre, salvo correr. Correr como su madre le dijo. Desde aquella caseta de madera en los prados de Arathi hasta onduladas colinas cerca de frondosos bosques. Correr y correr, huyendo y no afrontar el peligro.

No se despidió de la familia que le acogió. Ni dijo nada a nadie. Todo el pasado se había acabado. No le importan los demás, nadie se había molestado en ella realmente salvo Beatriz. Adiós a Stromgarde, adiós a la casona, adiós y hasta nunca. Todo eso se repetía mientras marchaba sin rumbo, a un mundo despiadado y cruel.

 

 

 

 

Parte II: Destino forzado

 

 

Los bosques de Argenteos. Hermosos y frondosos. Verdes y llenos de animales. Y de un hombre corriendo entre los árboles. Jadeando y gritando asustado. De pájaros que echan al vuelo cuando escuchan el estruendo. De un hombre ahora muerto por un tiro en la espalda.

Una mujer rubia con un mosquete humeante se acercó al cadáver. Le dio la vuelta y sonrío mostrando los incisivos. Sacó un cuchillo largo y tomó una pieza de la presa, necesitaba algo para validar la caza.

Una bolsa de tela manchada de rojo y dentro la cabeza cortada de un hombre. Eso entregó a la guardia de Lordaeron . Para ella unas monedas de recompensa.

 

 

La caza había salido bien, salvo por haber gastado pólvora y bala. Pero aquel hombre se le escapó y Elennel nunca perdía una pieza. Esto debía celebrarlo con una bebida y, a una posada de camino fue a parar.

 

 

-          Oye preciosa ¿Cómo es que ha caído un tesoro como tú, en una pocilga como esta? –Un muchacho barbilampiño se tomó mucha confianza a la hora de sentarse junto ella. Y demasiada cuando le tomó de la mano.

-          Es posible que te estuviera esperando a ti. –Elennel dejó la jarra en la mesa y le dedico una hermosa sonrisa. El muchacho se la devolvió, pero al sentir algo en su entrepierna; la sonrisa se le borró.

-          Puedo… puedo irme, no hace falta queeaaaaaaah. –Elennel fue deslizando el cuchillo por la entrepierna del muchacho. Nadie se fija, el filo bajo la mesa y en un rincón ellos. El que mirara, sólo vería a una joven sonriendo y a un chaval “indispuesto”

-          Estás tardando, bufón. Pero que sepas para la próxima; ve con una mejor frase que esa.

 

 

 

Elennel retiró el cuchillo, posa las manos sobre la mesa y le cambió el gesto. Meneó la cabeza indicando el camino que tomó y el muchacho fue corriendo, tropezando con una silla hasta llegar con otros compañeros que le respondieron con un: Elegost, lo tuyo no son las mujeres.

Se entero de unos rumores que le pusieron los pelos de punta. Unas historias de aldeas al norte de Lordaeron que eran encontradas desiertas y de una peste que azotaba todo lo vivo. Elennel no tardó en poner rumbo al sur, si tenía algo en especial era en percibir los peligros. Tenía dinero y puedo viajar al sur.

A los pocos meses llegó la noticia. Muertos alzándose, reyes asesinados. Eso era demasiado para la inexperta Elennel. Una cosa era pillar a un asesinado escondido en el bosque, un prófugo de la ley. ¿Pero lo que contaban y venia a consumir toda vida? No, no para ella.

Aceptó contratos y trabajos de diferente índole. Si tenía que pescar, pescaba, si tenía que darse duelo con otro lo hacía. Strongarde y el Puerto de Menethill estaban lleno de oportunidades pero ella no quería permanecer en Arathi, demasiados recuerdos y peligros venían.

Cuando tuvo suficiente dinero se costeó un pasaje en barco hacia Ventormenta, la cual estaba reconstruida ya, pero sin rey. Tiempos convulsos venían. Encontró muchas penurias en el reino de Ventormenta. La capital era un nido de actividad, refugiados, supervivientes, gentes de mala calaña etc.

Elennel no estaba dispuesta a permanecer más tiempo en un mismo lugar y además se buscó algunos problemas en Ventormenta. Después de cuatro años era tiempo de seguir viajando… más al sur. Bahía del Botín. Conocía muchas historias de ese lugar, era bueno para los que no tenían nada y despreciaban la vida.

 

 

 

 

 

Epílogo: El Dúo

 

 

El olor del lugar podía revolverle la tripa a un Gnomo y ser una bofetada para un hombre poco acostumbrado al aroma del bajamar, los peces al sol, los restos de una fiesta nocturna de Tatyana… eso último era más la opinión de Elennel.

Sería mediodía y en la habitación llena de botellas vacías, ropa tirada y una leve penumbra por las cortinas roídas que tapaban el sol; había una mujer morena sobre una cama.

Apenas se le veía la espalda y la figura del bajo. Pero cuando las cortinas fueron corridas, la mujer despertó soltando un gruñido volteándose y dejando nada a la imaginación.

-          Espero que hayas logrado lo que te habías propuesto. Porque para mi que ha sido un fracaso. Otra vez. –Elennel zarandó la cama con el pie y la mujer morena terminó exclamando con malestar.

-          Bastantes vueltas me da la cabeza para que tú lo agraves. ¿No sabes que es peligroso despertar a una fiera y permanecer cerca? –Abrió un ojo y sonrío con picardía y soberbia.

-          Sé mantenerlos a raya. Mala hora fue cuando me junté contigo para salir adelante. –Elennel se acercó a una jaula que destapó con cuidado, dentro había un ave de vivos colores.

-          Dame un ratito, que me guite las legañas y me ponga la ropa. Tengo que estar en condiciones.

 

-          Te quitas la ropa muy rápido pero te la pones muy despacio. –Volvió a tapar la jaula y se dirigió a la puerta –Si lo encuentro antes, me llevo el pago.

 

 

Elennel abandonó la habitación de un portazo, haciendo que el ave empezara a quejarse y la pobre Tatyana tuviera un peor dolor de cabeza.

La mañanas solían ser hacer desde que se conocieron y quién sabe cómo serían las noches. Elennel no lo quería ni imaginar.

 

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