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Malcador

[Vallefresno] La Cornamenta que fue

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La conexión de los Hijos de las Estrellas con los bosques en los que habitan es prácticamente simbiótica. Respetan y cuidan la vida vegetal, y esta, les cuida a ellos. Más esta conexión se extiende más allá, incluso con la vida animal.

Los Kaldorei respetan el ciclo de la vida y de la muerte de la naturaleza. Entienden que para que algo prospere y viva, otras cosas han de morir, y ni lo rechazan ni lo rehuyen. Y sin embargo, a diferencia de muchas otras razas, no doblegan la voluntad de lo salvaje a su presencia, si no que ellos mismos se adaptan a los ciclos naturales para unirse a ellos como una piedra más del lecho del gran río de la vida.

Y este favor es devuelto por la propia vida salvaje, que incluso contra los elfos que no siguen sendas druidas, tratarán con el respeto del igual. No es extraño que un elfo se encuentre con sable de la noche o oso en sus viajes por los bosques, y ambos respeten sus distancias, entendiendo el papel que cada uno ocupa en la jerarquía natural. 

De hecho, es cuando estas criaturas reaccionan y actúan de maneras especialmente agresivas, que los elfos de la noche saben que algo está ocurriendo en sus bosques.

Y esto , en tiempos recientes, pasa demasiado a menudo.

El Queso Azul Darnassiano es una delicatessen entre los pueblos élficos. De suave sabor pastoso, se derrite en el paladar dejando un regusto fuerte y amargo que tiene muchos detractores, pero también una gran cantidad de seguidores acérrimos de su sabor, sea usado en diversos platos, ensaladas, o incluso para comerlo por si mismo, acompañado de una buena sidra o vino especiado.

Los Kaldorei no recurren a la ganadería, ni tienen grandes explotaciones de muros envallados donde los animales permanecen encerrados. No, como sus ciudades, que se funden con los bosques de tal manera que uno puede estar caminando por un sendero vegetal y encontrarse de golpe en mitad de una ciudad kaldorei, su trato con los animales es uno basado en el respeto y el entendimiento.

Cerca de las montañas del norte de la gran región de los bosques de Vallefresno, la cuna de la civilización Kaldorei, existen extensas regiones de bosques monteses más bajos y de hojas más finas, entre cuyos troncos oscuros proliferan y viven numerosas manadas de ciervos rojos. Estos ciervos, de pelaje castaño intenso y moteado, son relativamente pequeños comparadas a otras criaturas de lugares más inhospitos, pues la habitual elevación de los bosques donde viven les mantienen alejados de los super depredadores de Kalimdor.

En esas montañas, viven numerosas poblaciones élficas que durante siglos han cuidado y protegido a estas poblaciones de ciervos, que como pago, permiten que durante los meses de crianza los elfos de la noche obtengan una nutritiva y rica leche de las manadas que acuden a sus aldeas, en sus pasos migratorios, cruzando por sus calles y entre sus casas como si fuesen una parte más del bosque.

Con esa leche se macerarán quesos durante años en cavernas subterráneas de las montañas, donde con recetas especiadas y secretas y variantes de hongos autóctonas se producen los mejores quesos de Kalimdor, conocidos como los Quesos Tale'gios.

Pero esta relación , como tantas otras cosas en Kalimdor, no ha logrado sobrevivir a las últimas décadas sin sufrir las consecuencias de las invasiones a sus tierras.

Primero, fueron los demonios. Al otro lado de las montañas, los bosques han dejado de cantar con la canción de los espíritus. Los árboles se retuercen, agónicos, y la vida salvaje muta en sus madrigueras por las influencias y miasmas viles desatados durante la guerra. Las pozas lunares, antaño santuarios y sagrarios de la Gran Madre se convirtieron en fosas de sangre vil, de las cuales son vomitadas abominaciones demoníacas sin parar. 

La guerra acabó, pero no así la batalla. Los pacificos bosques donde los ciervos rojos vivían se convirtieron en zonas de guerra, y las tranquilas aldeas de pastores salvajes vieron como los grupos armados de Celadoras y Centinelas patrullaban a menudo sus tierras, dando caza a grupos de demonios y sátiros que como gotas de veneno goteaban de los colmillos de Frondavil, buscando adentrarse en Vallefresno a través de los pasos montañosos. 

Y por muchos que pudiesen cazar, siempre había más y más que lograban escaparse de su vigilía, normalmente causando serios destrozos antes de que pudiesen ser abatidos, pues todo elfo sabe que la insidia demoníaca no tiene parangón, y que hasta un pequeño diablillo es capaz de perturbar un sagrario entero si se le deja descontrolado. 

 

Pero todo elfo sabe que solo hay algo peor que un demonio. Un Sátiro. Los demonios son criaturas de pura destrucción, inteligentes o no, se mueven por principios claros, e impersonales. Su destrucción es indiscriminada. 

Más hay algo en el espíritu de los sátiros que les empuja a ser especialmente crueles con todo lo que les rodea y que es preciado por los kaldorei: La envidia. 

Los sátiros son criaturas rencorosas. La mayoría descienden de aquellos que aceptaron la promesa de poder demoníaco, una manzana envenenada que los convirtió en bestias deformes y odiosas. El fuego demoníaco ardió en sus manos, pero solo acabaron con ceniza en sus bocas, cuando las guerras perdidas les empujaron a sobrevivir malamente en las zonas más profundas de las ruinas de su antigua civilización.

La gloria de los Elfos de la Noche debería pertenecer a los sátiros.

Sus ciudades. Sus bosques. Sus tesoros. Sus ejércitos. Todo ello debería ser de los sátiros. Pero no lo es, y los sátiros no pueden hacer nada para impedirlo.

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Y como un niño que no puede obtener lo que quiere, se obsesionan enfermizamente con la destrucción de aquello que no pueden poseer. Corrompen santuarios, deforman a los aliados de los Kaldorei, mucho más indefensos frente a sus artes, y capturan a los elfos de la noche, sometiendolos a indescriptibles torturas físicas y mágicas para alargar su agonía.

No hay nada que motive más a un sátiro que el deseo de ver sufrir a los elfos de la noche. Incluso de las formas más mezquinas.

 

Al principio, se habló del estrés causado por los nuevos tiempos. Luego, se llamó a los druidas por preocupación de que alguna enfermedad estuviese azotando a la población de ciervos rojos, pero nada se encontró. 

Y sin embargo, ninguno dudó del origen del problema. Las manadas de ciervos rojos, cada vez eran menos numerosas, y temían el aproximarse a las poblaciones elfas. La leche dejó de fluir, y las producciones de queso comenzaron a disminuir, para dolor de sus seguidores a lo largo y ancho de las tierras Kaldorei. Pero esto no era lo que importaba a los pastores de las montañas. Que su fuente de sustento estuviese en peligro no era si no una mínima preocupación frente a la idea de que sus hermanos ciervos, que durante siglos habían convivido en paz con ellos, estuviesen sufriendo.

Cuando las Celadoras llegaron con la primera cabeza de sátiro, nadie se sorprendió, y sin embargo, un fuego de ira nació en sus corazones. Lo que siguió a continuación fue una batalla de escaramuzas contra una insidiosa secta de sátiros que había puesto su ojo de mira en las poblaciones élficas de las montañas, pero sobre todo, en la vida animal con la que convivían. Sus miasmas oscuros y viles diezmaron la población de los ciervos rojos hasta el punto de que en el año 35, estos estaban prácticamente extintos.

Desesperados, los habitantes de las montañas habían dejado sus varas y bastones monteses para blandir hoja y arco, para proteger sus bosques, pero nada parecía ser suficientes.

Nada, hasta que apareció el primero de estas bestias repugnantes, en mitad del bosque empalado por media docena de jabalinas. Los druidas las inspeccionaron. 

Esas armas no eran hechas por ningún elfo, pues no había marca alguna de haber sido talladas. No. Era como si hubiesen nacido de las mismas ramas de un árbol, afiladas, inscritas y letales.

 

Una mañana fría, una mensajera de cuatro patas llegó a la frontera de una de las villas más relevantes de la región, donde los druidas se coordinaban con las centinelas para resolver la crisis en el lugar. 

La dríade, joven y de larga melena otoñal se aclaró la garganta antes de profesar el siguiente mensaje, que de gran calado resonó por los bosques de Vallefresno y sería enviado a la gran capital de Astranaar, para consternación de los elfos de la noche del lugar.

Cita

Hablo en nombre y autoridad
de la Primera y Mejor de Nosotras

que los Hijos de las Estrellas debeis amainad
vuestras pretensiones de estas tierras proteger


que los Bosques de In'derre y los Prados de Suavelluvia
y los Montes de Cimanívea y Son'dashil
 y donde los ríos fluyen y la luna cubre

y el lobo llora y el oso mora

bajo nuestra guardia ahora se encuentran
pues vuestro deber sagrado habéis descuidado
y en consecuencia nuestro santuario se ha plagado

de malicia y de oscuridad y de insidia y de maldad

Las Espinas ahora protegemos a nuestros hermanos y hermanas
y vosotros habréis de quedaros en vuestras casas, aunque no tengáis ganas

Y como llegó, se marchó, dejando tras de si sorprendidos a druidas y elfos, cuyos intentos por acceder a las tierras de sus antepasados fueron respondidos con flechas y avisos. 

 

Cita

-El afamado Queso Tale'gios, el mejor y más rico de todos los quesos élficos, que formó parte de los regalos enviados por la Suma Sacerdotisa a los reinos humanos en señal de agradecimiento por su apoyo en la Guerra de Hyjal y señal de paz entre los pueblos, ha desaparecido de las villas y los mercados y las lonjas élficas, para consternación de muchos.

-Las cordilleras montañosas que hacen frontera con Frondavil y las regiones norteñas de Vallefresno, han dejado de ser lugar de bienvenida para los elfos. Los druidas intentan diplomar con estas "Espinas", pero por ahora ha sido algo infructuoso, ni siquiera solicitando la ayuda y sabiduría del gran Ordanus, Guardián de la Arboleda e Hijo de Cenarius, cuyo santuario relativamente cercano ha sido siempre punto de entendimiento entre los Hijos de las Estrellas y los Hijos e Hijas del Bosque.

-Las incursiones de Sátiros en la región han sido prácticamente eliminadas. Pero sin embargo, es imposible predecir cuando estas criaturas volverán a hacer acto de presencia. O si las driades serán realmente capaces de combatirlos en solitario, por mucho que rechacen la ayuda.

-Sin embargo los habitantes de la región no se han rendido, y buscan la ayuda de quién pueda ofrecersela para proteger las regiones y manadas de ciervos rojo que se han visto desplazadas hacia un hábitat que no es el suyo: Desde salvar ejemplares perdidos hasta diplomar con tribus furbolg locales para que no los cacen.

 

Editado por Malcador
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