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TitoBryan

Alfred Shutelmaister

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Alfred Shutelmeister

 

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Raza Renegado
Sexo Varón
Edad 27 años en vida 3 en no muerto
Altura 1'74 m
Peso 52kg
Lugar de Nacimiento  Ventormenta
Ocupación Aprendiz de hechicero 
Alineamiento  Neutral Malvado

Descripción Física

Tiene una mandibula forrada en hierro. Y deja a la vista los trozos de labio en podrehumbre que no son capaces de esconder sus encias por donde corretean gusanos al aire libre. Sus irises han adoptado un color azul pastel, apagado. Por la no muerte ha perdido casi toda su masa muscular y por ello es tan ligero, lo que queda de su cuerpo deja ver que en vida no era alguien muy fuerte sinó esmirriado. 

Una cabellera tirando a grisacea cae por los lados de su cabeza, aunque suele cubrirlo con un sombrero de copa muy caracteristico en él. 

Su mirada representa la maldad. Es una mirada tetrica con una sonrisa aterradora por la putrefacción que suele usar cuando se dirije a cualquier vivo. 

Descripción Psíquica

Poseé un caracter frio y maquiavelico, tiene algunos rasgos de psicopatia y tiende a la locura cuando canaliza hechizos.  Sobretodo destaca en él su humor negro y cruel en las peores situaciones. 

Le gusta ver sufrir a cualquier ser vivo y más si es el el que causa el sufrimiento, completamente tetrico. 

 

 

Cita

En vida, Alfred era un joven muy entusiasta al que le gustaba la buena vida.

Siempre decia que había que disfrutar de los pequeños placeres de la vida: El vino, las mujeres, la buena comida y un buen libro con el que irse a dormir.

El muchacho no podía presumir de su pobrelucho físico. Era bajito, esmirriado y no tenia la potencia muscular que poseían otros compañeros de clase.

Nadie se fijaba ni le alababa su mayor atributo. Y no era esa hilera de hormigas que corria por su bigote bajo una sombrilla de adolescente. No, donde Alfred destacaba sin lugar a dudas era su capacidad cerebral.

Lo que vinó despues fueron burlas y acoso por parte de sus compañeras y compañeros, pues parecia estar atrapado en un cuerpo de 12 años en vez de 17. Eso hizo que Alfred se encerrará en una burbuja, adoptando cierto odio por sus compañeros. Aunque, si solo fueran sus compañeros que descargaban su ira contra él...

Pero nadie le veía potencial, y justamente tenía el talento nato de poder retener la mayor información de las cosas que leía, un don entre los magos. Es por eso que en la academia de artes arcanas siempre sacaba buenas notas y sí, el envidiaba los cuerpos de sus compañeros que ya habian madurado y eran un faro para las chicas. Pero Alfred era la envidia de todos en cuanto a las calificaciones, lo que acarreaba más abusos por parte de todos, tanto fisicos como psiquicos.

A los pocos años de estudio, su devoción por las artes arcanas fue aumentando hasta el punto dejaba que su magia hiciera las cosas y no él.

Un día, recibió una carta de su padre, que era un estudiante e investigador de un poblado de Lordaeron. 

Sin pensárselo dos veces, hizo las maletas, se despidió de su madre y del que quizás podría haber sido su único amigo en Elwynn.

 

No tuvo un viaje muy agradable la verdad. Casi siempre eran problemas, pero nada que una buena canción y una jarra de cerveza en la taberna más proxima puedan arreglar. 

Su padre le recibio con los brazos extendidos y una sonrisa paternal bien alegre. Pero poco a poco se daba cuenta que Alfred le gustaba mucho abusar de la magia. Aún así, eso no evitó que aceptará la tutela y se hicierá cargo de su aprendizaje, a pesar de el recelo que sentía por los los tipos de estudiantes como Alfred, que no concen la adicción y la gravedad que podría suponer si se enganchaba.

El tiempo pasaba, y la tensión por los rumores en Lordaeron de una amenaza acerca de muertos que se alzaban y arrasaban todo a su paso crecía a cada minuto. 

Cuando menos se lo esperó, el poblado fue atacado sin piedad alguna por muertos que caminaban. ¡¡Muertos que caminaban!! No se lo podía creer. Cuando estaba a punto de hacer las maletas las defensas cayeron y en cuestión de minutos la horda arrasó al completo la aldea, incluido Alfred que se encontraba en la plaza del mercado donde se reunían los ciudadanos para partir.

 

***

 

Alfred abrió los ojos. ¿Estaba vivo? No... ¿Qué era esa voz que le susurraba? No era dueño de su cuerpo, tampoco lo sabía. Corría con otras hordas de no muertos que también habían sido alzados de lado a lado, cometiendo atrocidades sin un mínimo de moral, y parecía que lo disfrutaba y todo. 

Un día, junto a su horda, perdio el yugo de repente. No sabía ni como ni porqué, parecía que varios de los que iban con él también habían perdido el yugo. Y cuando todos parecian estar recobrando su voluntad, la horda de no muertos con los que iban se abalanzó sobre ellos como un león a una gacela. Varios se quedarón peleando en una encarnizada batalla entre no muertos, casi parecía una matanza. Nadie sabia quien estaba controlado y seguía bajo el yugo o quien era libre, así que iban a matar, siendo aliados o enemigos. 

Alfred tuvo mejor suerte ¿Quizás por ser más avispado? Él junto a otros rezagados corrieron por los bosques, huyendo de esa horda. 

Era increible, no tenía hambre. Tampoco se cansaba, podía correr todo el día entero, de sol a luna y aún seguía fresco. Por así decirlo.

El rumor acerca de una orden de renegados liberados y guiados por una tal Sylvannas Brisaveloz se empezó a expandir y llegaron a los oídos de Alfred y su grupo que seguian correteando por los bosques, evitando todo roce con quien tuviese aspecto de no muerto. Incluso habian intentado ir al monasterio escarlata, pero nada más verlos la mitad de su grupo pereció en una escaramuza, dando tiempo a Alfred y a unos pocos más a huir en contra dirección. 

No tenian cabida en el mundo de los vivos ya, su única opción era ir a la orden rebelde y rezar para que fuese cierta y no más que una vil trampa para los liberados. 

Al llegar a Alfred se le otorgó la decisión de servir bajo el estandarte renegado o de corretear al libre albedrio hasta que alguien tuviese el valor para matarle. Le dieron la posibilidad de vengarse de los vivos si se unía a los Renegados.

Sonrió de forma maquiavelica y aceptó. Pasó mucho tiempo hasta que por fin le dieron un lugar hacia donde ir, Entrañas. Para que pasará la prueba, que superó con gran éxito. Demostrando ser un renegado útil y con un gran potencial mágico a la espera de ser desarrollado para la Nueva Orden. Los boticaros y otros hechizeros se encargaron de controlar su sed por el mana, finiquitando así su transformación.

Pasó meses encerrado en la biblioteca, asombrado por los poderes que ofrecía la nigromancia y la no muerte. No tardó en acostumbrarse a sus nuevos conocimientos gracias a la ayuda de otros nigromantes del barrio de la Magia. Ahora por fin podría vengarse de los vivos por el sufrimiento que tuvo que pasar en vida y en su yugo por la no muerte. 

 

Cuando tuvo la oportunidad, encontró lugar entre dos renegados, Viktor Bartholomew y Luther Pickman, siendo asignado a Danforth como maestro y tutor en el campamento de Pico Escarcha.

Sus tareas eran simples, redactar informes, participar en torturas para apender, demostrando así un agrado por el sufrimiento de las victimas de las torturas de los dos aprendices y del propio Danforth.

 

Tras la campaña, volvió a Entrañas para acabar de formarse como aprendiz de hechizero, a la espera de poder ofrecer sus aptitudes a la Nueva Orden.

 

 

Editado por TitoBryan
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