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Dorito

[Historia] Khendra Kovalyoba

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Khendra Kovalyoba

 

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Raza
Humano

Sexo
Mujer

Edad
26

Altura
1'77

Peso
57kg

Lugar de Nacimiento
Bosque del Ocaso

Ocupación
Mercenaria

 

Descripción Física

 

De estatura alta y cuerpo delgado, sin apenas curvas. De tez pálida con algunas marcas de acné o pequeñas cicatrices por peleas, suele ir maquillada con tonos oscuros en las sombras de ojos y labios, porta una larga melena negruzca que peina hacia un lado, el pelo del otro lado lo recoge en trenzas o coletas decoradas con coleteros de tonos amarillos o blancos. 

Porta una armadura de cuero cómoda para que no impida su movimiento, está ataviada de numerosas armas que cuelga por su cuerpo, una espada atada al cinto, cuchillos en bota, cintas del pantalón y tiras de cuero de la pechera. Tiene un collar tribal atado al cuello, hecho de diferentes dientes de animales salvajes, la armadura que consiste en trozos de cuero, de tela y algunos pequeños embellecedores de metal tiene tono negruzco y tonos grises. A la espalda suele llevar una mochila en la que guarda cosas útiles, también a la espalda suele llevar colgada una ballesta pesada.

 

Descripción Psíquica

Egocéntrica, egoísta, inteligente pero con buen sentido del humor. Sus ideas suelen ser descabelladas o egoístas. No se deja pisotear por nada ni nadie, con un fuerte carácter que le trae problemas en numerosas ocasiones. Muestra una gran paciencia la cual ha ido mejorando con los años, no conviene sobrepasar el límite. Le gusta tener gente leal cerca, despreciando especialmente a los traidores. Puede parecer algo sádica, y bueno, lo es. Ha aceptado su destino utilizando esas magias prohibidas y herejes, le da igual que destino le deparara una vez muerta o cuando la descubran, solo piensa en disfrutar y sacar partido en esas peligrosas y poderosas artes.

 

Historia

Spoiler

¿Mi vida? Pues no, no ha sido fácil, mis padres eran unos carpinteros de una pequeña aldea de Bosque del Ocaso, eran humildes e intentaron enseñarme buenos modales y a ser, ante todo, buena persona, pero en Ocaso no crecen buenas personas, solo hay desdicha. En fin, no es nada sencillo vivir en ese bosque, las desapariciones en nuestra aldea de jóvenes o no tan jóvenes era muy habitual, la poca milicia que teníamos no tenían más armas que las ballestas que les hacían mis padres o algunas armas oxidadas que habían pertenecido a posiblemente los abuelos de dichos milicianos, yo solía pasar el tiempo con otros chicos de la aldea haciendo lo que hacen los chavales de 12 a 15 años, jugarretas entre nosotros, tirar mierda de asno a las puertas de los viejos gruñones, hacer hogueras y contar historias de miedo... Nuestro grupo de amigos estaba compuesto por 6 jóvenes, Peter Kulav, Sandra Emerion, los hermanos Silas y Damian Prescot, Arnold Kreiger y obviamente yo. El mayor de todos era Silas, un muchacho rubio y alto, le sacaba a su hermano Damian dos años pero era la versión opuesta a su hermano, de cabellera negruzca regordito y bajo, las bromas sobre que era adoptado o que fue fruto de una aventura de su madre estaban aseguradas, ya que no se parecía a sus progenitores, Sandra era la más joven del grupo con 12 años, era muy inocente y solía regalarnos algunos bollos o panes que hacía en la panadería de sus padres, no le gustaba en absoluto que hiciésemos bromas pesadas, pero al ser la menor nadie la tenía en cuenta. Peter era un chico muy delgado y de complexión débil, le gustaba mucho pasar las tardes leyendo libros y era habitual que todos los amigos le acompañasen a la casa del ermitaño Ronagan Salomón para que le diese nuevos libros. Ya desde pequeña empecé a sospechar de ese ermitaño, ¿por qué vivía solo? ¿Por qué su casa tenía esas decoraciones de huesos de animales y tantos cofres cerrados con llave?

Creo que me estoy desviando, pero es igual, has aceptado saber más sobre mi vida así que ahora te toca escuchar el resto. 

El viejo cómo sospeché no era trigo limpio, pero tampoco me importaba, yo con 14 años ya sabía que en esa aldea de mala muerte no iba a llegar a nada, un día fui yo sola para hablar con el ermitaño, pero no llamé a la puerta, me asomé por una de las ventanas y pude ver que no había nadie dentro, me adentré en el interior de la antigua casa saltando por la ventana y en su interior pude descubrir algunas cosas sorprendentes. Gracias a Peter sabía leer, así que me llamó mucho la atención un grimorio en la mesa sobre Magia Profana, había oído hablar sobre la magia, pero en esa pequeña aldea no había podido ver ningún hechizo o usuario mágico. Pasé las páginas del libro con curiosidad, hasta que el ruido de una cerradura abriéndose me sorprendió, me giré y se trataba de ese ermitaño de larga y desaliñada barba grisácea, al verme con el libro me dedicó una penetrante mirada de seriedad, pero luego sonrió con cierta malicia.

Acabé siendo su aprendiz, resultó ser lo obvio, un nigromante, ¿que por qué accedí a aprender y ayudarle? Muy fácil, sabía que siendo carpintera en ese lugar abandonado no acabaría bien, tampoco tenía que hacer demasiado, ayudarle a desenterrar, hacer algunas tareas de su casa y observar sus procesos. Lo realmente difícil fue poner escusas a mis padres de por qué apenas pasaba por casa y a mis amigos de por qué no pasaba tanto tiempo con ellos. La verdad es que las primeras veces me impactó ver los cadáveres descompuestos del cementerio y ver a ese viejo arreglarlos y prepararlos no era una  visión agradable, pero acabé acostumbrándome al hedor y a esa siniestra imagen. Quizá me costó asimilar que seguir esta senda me traería muchos problemas, pero nunca fui una ferviente creyente en la Luz, solo acudía a ella para momentos de necesidad, ni siquiera me sé un rezo entero.

Pasaron los años y acabé contándole una verdad a medias a mis amigos y familia, que ayudaba al ermitaño a cambio de conocimiento, por suerte se lo creyeron. El grupo de amigos ya no era lo que fue cuando eramos más jóvenes, Silas se marchó a la capital para trabajar, Damian solía irse con su padre y no volvía en semanas para ir a otras aldeas a comerciar así que sólo quedabamos realmente Sandra, Peter y yo que disfrutábamos de nuestro tiempo libre charlando o dando vueltas por la aldea y cercanías. Cada vez estaba más segura de que quería seguir estudiando esta magia.

Todo cambió aquel día, yo no veía del todo mal que utilizase cadáveres del cementerio, yo qué sé, ya están muertos, pero... Que matase a mi amigo... 

Llegué a la casucha del viejo, el me miró con una sonrisa que no ocultaba nada bueno, sobre la mesa de operaciones había un joven de unos 16 años con la garganta cercenada, me quedé helada, era nada más y nada menos que Peter, el viejo me contaba cómo iba a proceder y por qué necesitaba carne fresca, pero yo tampoco estaba escuchando, ese puto viejales había matado a mi amigo, ya me tenía algo cansada con sus ordenes y mierdas pero, ¿matar a mi amigo? él lo sabía, estoy segura. En cuanto se giró a preparar el cadáver le golpee con el grimorio en la cabeza y cuando cayó al suelo seguí golpeándole con el pesado libro en el rostro hasta deformarlo y dejarle sin aliento. Era la primera vez que mataba, pero me sentía bien, necesitaba incluso más, pero ya daba igual, no podía seguir en esa aldea, me colgarían, abandoné Ocaso tan rápido como pude, robando de la casa del ermitaño el poco dinero que tenía, cuchillos, su vieja espada, los grimorios de nigromancia y comida. No tendría un destino tranquilo ni pacífico, sé las consecuencias que tiene usar esta magia, pero las aceptaré y las utilizaré a mi favor para conseguir mis propósitos oscuros, mi mente ya no es lo que era, pero me da igual, las pesadillas o susurros que solo yo escucho no me detendrán.

El viaje por la selva no fue sencillo, pero logré sobrevivir e incluso me hice a esta preciosidad en el camino <dijo mientras se señalaba el collar con dientes de animales> pienso hacerme un nombre aquí en Bahía y tengo pensado cómo. <sonrió de forma malévola y miró al no-muerto que alzó momentos antes con quién había estado manteniendo la conversación> Oh, no me mires así, ya sé que no te importa nada de lo que te diga y que solo quieres arrancarle la piel a algún vivo, pero con alguien tengo que hablar antes de entrar a esta ciudad marítima de poca monta. <Acto seguido empujó al decrépito cuerpo montículo abajo, desmontándose por el camino, a saber qué hacia ese cadáver en ese montículo, seguramente alguna contienda entre piratas>

 

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