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SpetznazsGandalf

Damién Zach

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  • Nombre del Personaje
    Damién Zach
  • Raza
    Humano
  • Sexo
    Hombre
  • Edad
    34
  • Altura
    1'82 metros
  • Peso
    76 kilogramos
  • Lugar de Nacimiento
    Villa del Lago, Montañas de Crestagrana
  • Ocupación
    Buscavidas
  • Descripción Física

Corta y sucia pelambrera lacia. Los ojos de un claro aguamarina se ven enmarcados por unas adustas y espejas cejas de tonos más oscuros que la cabellera castaña. Damién es poseedor de una bronceada tez y marcados rasgos. Se ha dejado crecer unas anchas patillas que conjuntan con el bigote perfectamente recortado y la perilla. Se podrían advertir unas cuantas canas en la extravagante barba del vagabundo sin problemas.

Luce una complexión delgada, medianamente atlética. Decorando su cabeza, un sombrero de cuero negro. Viste un ajado gambesón bastante bien cuidado, pero aún así desgastado. Al cinto de pellejo vaca cuchillo de cazador, faltriquera con las pocas monedas que posee y el carcaj repleto de proyectiles. A la espalda un petate básico junto con el saco de dormir de pieles. Siempre en sus manos, la inseparable ballesta, nada fuera de lo común.

 

Descripción Psíquica

Damién es un hombre precavido y observador, cuidadoso a la hora de seleccionar sus palabras, aunque normalmente no suele andarse con rodeos. Posee una fe recta y un gran sentido de la justicia. No es alguien honorable en el campo de batalla, cosa que le ha mantenido con vida varias veces, pese a eso sería incapaz de dejar a nadie en la estacada, llegando incluso a dar la vida por sus más cercanos.

 

 

 

 

  • Ficha Rápida
    No (1000 palabras mínimo)
  • Historia

    Damién es el fruto del emparejamiento entre dos jóvenes de ascendencia campesina, Francisco Zach y Zaeta del Viñedo, ambos natales de la Villa del Lago, en la región sureña de Crestagrana.

     

    La criatura creció en una cabaña fabricada a mano por su padre, carpintero y cazador de profesión. Aquella casucha estaba algo alejada de la villa, a no más de quince minutos andando a paso rápido. Aquel hogar estaba decorado con cabezas de diferentes tipos de animales, desde ciervos hasta lobos, pasando por un oso de tamaño sobrenatural cazado por su bisabuelo setenta años atrás ya.

    Apenas tenía un año cuando sus padres tuvieron que huir a Ventormenta, tratando de refugiarse de la marea orca que asolaba las regiones más al sur de los Reinos del Este. Después de la derrota del rey Llane la gente se lanzó en estampida al puerto, buscando una vía de escape al norte para volver a refugiarse de la horda invasora, entre aquellos aterrados refugiados estaban sus padres, que por poco no se quedan en tierra.

    Pasó algo más de tiempo, cerca de un año. Las bestias verdes fueron encerradas en campos de internamiento y la gente volvió a sus casas, la mayoría destrozadas. A la familia Zach no le costó demasiado reconstruir su casa, por lo que en un acto gentil ayudaron a sus vecinos a levantar de nuevo sus respectivas viviendas. Aún era un niño de teta cuando las cosas volvieron a la calma. 

    Creció como un niño más, forjando amistades y desperdiciando las tardes con ellos jugando a cualquier chorrada. También acompaña a su padre de vez en cuando a cazar, y también le ayudaba en las tareas más básicas de carpintería. Conforme pasaron los años se volvió un compañero de oficio bastante más útil, y una persona más madura. Siempre fue más serio que el resto de niños, cosa que a su padre le encantaba pero Zaeta despreciaba, probablemente fuera por la alegría que trataba de desprender aquella madre por la casa, y las caras de amargura que componían padre e hijo cada mañana, como si estuvieran reviviendo el día de su muerte una y otra vez. La religión siempre estuvo presente en su día a día, acudiendo casi sin falta todos los domingos a la parroquia. 

    Aún no le había crecido la barba cuando llegaron las noticias de que los orcos habían conseguido escapar de sus prisiones. Se dispararon las alarmas, todos los hombres de la villa habían acudido en mansalva a hacerse con un arma, sea cual fuera. Ya comprobaron que horcas y antorchas no harían demasiado contra las mareas verdes que ya arrasaron las anaranjadas montañas años atrás. Por otra parte, Francisco no hacía ni caso de esas habladurías y seguía viviendo su vida con tranquilidad. Cuando Damién cumplió sus trece años, Francisco le regaló una ballesta.

    A la mañana siguiente los dos hombres de la casa se internaron en el bosque y pasaron todo el día allí, cazando ardillas y liebres. Cuando cayó la noche sus estómagos recibieron las presas con ganas, pero algo interrumpió la alegre conversación que mantenían los dos cazadores. Un gruñido se elevó por encima de las voces de los dos, ambos cruzaron miradas y dejaron los cuencos de madera a un lado, empuñando sus armas mientras intentaban atisbar algo en la penumbra que reinaba en aquel bosque. Francisco desenvainó el cuchillo y prendió un leño, haciendo una antorcha improvisada. Alargó el brazo tanto como pudo, iluminando el frente, giró hacia ambos lados esperando lo peor, pero no había nada. Se volvió a escuchar el gruñido, pero esta vez dos lobos se abalanzaron sobre Francisco y otro se dirigía directo a Damién, al ver al lobo tardó varios segundos en reaccionar, pero cuando lo hizo consiguió herir en la pata al animal, inmovilizándolo. Su padre había apuñalado a otro de los caninos y forcejeaba con otro, ya tenía una mordedura bastante grave en el antebrazo izquierdo, el cual utilizaba para cubrirse, Damién aprovechó para disparar al lobo en el costado, la bestia cayó fulminada al suelo y su padre gruñía en el suelo por el dolor, había una buena cantidad de sangre. Hizo un nudo con el cinturón en la herida, siguiendo las instrucciones de Francisco y partieron rumbo a la choza de aquella familia.

    Llegaron ambos al día siguiente, uno medio muerto y el otro cargando con el herido a punto de desfallecer a causa del cansancio, Zaeta los atendió como pudo pero hubo de llamar al médico y al párroco para que trataran las heridas del padre y del hijo. Para fortuna de todos, Francisco sobrevivió.

    El resto de su adolescencia transcurrió sin nada más relevante. Excursiones al bosque con su padre, su primer trabajo como mozo de establos, noches en la taberna con sus amigos y de vez en cuando contrataban a una chica de compañía entre dos o tres.

    Las nuevas respecto al asedio y la metamorfosis del príncipe de Lordaeron fueron recibidas con pesar, muchos jóvenes marcharon a la guerra, entre ellos amigos cercanos de Damién que jamás regresaron. Ya sabía manejar medianamente bien la ballesta para cuando se ofertaron cincuenta cobrizas por atrapar a dos rateros que se escondían en las montañas. Damién partió en la busca de aquellos hombres, ansioso de ganarse su propio jornal de una forma distinta a la de siempre, que era limpiar mierda o pulir muebles en el diminuto taller de su padre. No fue demasiado difícil, los encontró a ambos borrachos en mitad de una loma y con el fuego encendido, se esperó a que estuvieran durmiendo para dejarlos inconscientes, atarlos y subirlos a la grupa de su caballo. Sus primeras 50 cobrizas ganadas, y sin recoger ni una mierda

    El ansia de aventuras aceleraba su joven corazón, pocos días después de eso se despidió de todos sus familiares y partió rumbo a Elwynn, bajo la promesa de no alejarse mucho del hogar y de visitarlos cada tanto tiempo. 

    Durante todos estos años ha vagado por las tierras sureñas, alquilándose como mercenario, escolta y explorador. Le ha servido para ganarse el jornal, pero ahora apunta más alto.

     

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