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Imperator

Elessar Fuegoeterno

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  • Nombre del Personaje
    Elessar Fuegoeterno
  • Raza
    Quel'dorei
  • Sexo
    Hombre
  • Edad
    220
  • Altura
    1,83
  • Peso
    70 kg
  • Lugar de Nacimiento
    Bosque Canción Eterna
  • Ocupación
    Ayudante /Ninguna
  • Descripción Física

    Elessar es un elfo simple, de cuerpo estirado y rostro afilado. Su rostro permanece imperturbable, así como ninguna cicatriz adorna su cuerpo o rostro. De brazos curtidos por los trabajos que tiene aceptar como ciudadano de segunda en el Imperio Humano, viste siempre con ropa maltrecha y pelo sucio, algo inusual, más su trabajo y carencia de tiempo no permiten otra cosa en la actualidad.

  • Descripción Psíquica

    Elessar es usual, nada caracteriza de ser diferente a los suyos. Fiel, trabajador, discreto y quizás algo receloso del resto. Elessar es un joven elfo de mirada viva, adaptado a un mundo en el que ha pasado a ser alguien de segunda en un Imperio extranjero al que casi no conocía. Receloso de la vida en los bosques, ha decidido continuar su vida en el mundo humano en pos de labrarse un destino y conseguir lo que una vez tuvo por derecho de nacimiento. 

  • Ficha Rápida
    No (1000 palabras mínimo)
  • Historia

    Como un día cualquiera, acudí aquella vieja taberna en el barrio pobre de Ventormenta. Todo olía a cerdo y pescado, afectando en gravedad a mi sentido del olfato. Dicen que con los años te acostumbras a tales cosas, yo digo que los que dicen eso son idiotas. El viejo Darm era un enano de avanzada edad, que no dejaba de recordar su sabiduría,  así como su fuerza y todas las batallas que había presenciado.

    Siempre narraba las mismas historias, más pese a ser un enano, su amabilidad había salvado a muchos de las garras de la oscura vida en la Capital humana. Era fácil perderse por las calles y acabar en un lugar indebido, muerto o sirviendo a aquellos que no desearías simplemente por llevarse un trozo de pan, pero Darm rescataba a los que podía y otorgaba una función, un sueldo y una razón para continuar a aquellos refugiados que huyen del hogar. 

    Cada uno de los que estábamos ahí había perdido algo, alguien o lo habían forzado a partir de lo que consideraba su casa. Nadie era especial, todos habíamos sufrido de alguna forma. Había una norma, y era que solo Darm podía hablar de su pasado mientras se trabajara en la taberna, y pobre de aquel que decidía desobedecer tal norma. 

    "Llegas tarde, Elessar"- Pronunció una voz armoniosa, que siguió de un gesto de la misma dulzura. 

    Me giré ante la voz, pese a que la reconocí de inmediato. Aquella muchacha de pómulos rojizos había conquistado mi corazón desde el primer día que me adentré en aquel tugurio. Durante los años posteriores al exilio obligado, mientras nos manteníamos fieles a nuestras raíces, estrechamos una relación que avanzó más allá de la amistad. 

    Nos contamos todo aquello hasta en el preciso momento en el que nos encontrábamos, y juntos, conseguimos poder pagar una pequeña casa ruinosa, pero acogedora para nosotros. 

    Elda era amable, y se dedicaba a la limpieza y atención de los clientes en la Taberna. Su pelo escarlata se mantenía siempre en una trenza, y tan solo en la soledad de la noche dejaba que fuera libre durante unas horas. El viejo enano admitía que si no fuera por ella, no vendrían tantos guardias después del servicio, así como otra calaña que no queríamos nombrar como clientes. 

    Era cierto que ella podía recoger más dinero que con mi trabajo lavando los platos en la parte trasera, más mi humor y educación eran demasiado superiores para que esos humanos pudieran entenderlo y no se sintieran ofendidos en el intento. El enano tenía otra idea, pero era tan vulgar y soez que no pienso repetirla. 

    Aquella noche era especial. Después del turno, habíamos acordado todos los presentes acudir al parque de la ciudad y rememorar la apertura de aquella taberna, donde nos juntamos todos. Solíamos quedarnos hasta tarde, cuando los guardias ya se acercaban malhumorados por los ruidos y la presencia en altas horas, nos volvíamos entre risas.

    Era lo más parecido al pasado que teníamos. 

     

    *Dedique una sonrisa sincera a Elda, tomando a la joven elfa por la cintura. Un leve beso sirvió para acabar con su "malhumor" 

    -Oh, no he llegado tarde, más me entretuve con algunas cosas. He estado vendiendo productos que nos sobraban en el mercado...Dentro de poco tendremos el suficiente dinero. 

    - ¿Tendremos o tendrás, elfo malicioso? Sigues con la idea de entrar en la Torre de Magos...*suspira, negando ligeramente con la cabeza* No encontrarás lo que buscas allí, Eles, lo sabes muy bien...

    *Una pequeña lágrima cayó de los ojos de la elfa, que rápidamente fue retirada con presteza por la diestra de Elessar*

    -No podemos renunciar a lo que somos, Elda...No podemos negar nuestra historia. La Academia es la única forma de escapar. Comprendo que vosotros os sintáis mejor aquí, más yo...Noto que me falta algo. Confía en mí. 

    Aquella conversación se zanjó con una simple caricia de la elfa. Era hora de trabajar, más no hubo muchas más palabras aquella noche mientras tocaba limpiar platos. 

    Cuando finalizó la jornada de nuevo, nos reunimos en aquel parque todos de nuevos. Entre risas y aquél vino que Darm nos había prestado bebimos y cantamos canciones alegres en el viejo parque humano. La naturaleza rondaba cerca nuestra, casi podíamos imaginar que era de nuevo El Bosque Canción Eterna. 

    Normalmente recordábamos las historias felices de cada uno. Las habíamos escuchado millones de veces, más una buena historia nunca cansaba, o eso decía el viejo Darm. El vino no era de buena calidad ni mucho menos, pero era suficiente para calmar la sed y fingir que era digno de nuestras cosechas. 

    Sabía que debía contar mis intenciones. Agarré la mano de Elda con fuerza y sus ojos se clavaron en mí tan rápido como los jinetes dracohalcón acuden a la batalla. Se aferró con fuerza a mí, casi como si partiera a una guerra de la que no fuera a volver, más comprendía y sentía su pena. Nuestros hermanos no comprendían nada, más pronto comprenderían todo. 

    Había reunido el dinero, así que me dispuse a adelantarme para dar la noticia. Elda me detuvo ligeramente, con una sonrisa melancólica dibujada en el rostro. El resto me siguió con la mirada, replicando el mismo gesto. Todos lo sabían, sabían que me marchaba a la Academia, no eran necesarias las palabras, ni siquiera palabras de despedida.

    Sus brindis y sonrisas tristes se pudieron ver aquella noche mágica, prometiendo que el siguiente mes volveríamos a reunirnos de la misma forma hasta el final de nuestros días.

    De camino a casa, aferrado a Elda como si casi fuera la última vez que la viera, ella sacó un viejo colgante. El colgante era un Fénix, un antinguo emblema que había perdido su color, más su belleza aún se mantenía. Ella me lo colocó en el cuello, así como con un ligero beso me hizo prometer algo a lo que no me pude negar y que tan sólo nosotros y el sol del amanecer fueron testigos. 

     

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