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SpetznazsGandalf

Roger Dalson

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  • Nombre del Personaje
    Roger Dalson.
  • Raza
    Renegado
  • Sexo
    Hombre
  • Edad
    44
  • Altura
    1'83 metros.
  • Peso
    64 kilogramos.
  • Lugar de Nacimiento
    Pequeña aldea en Claros de Tirisfal.
  • Ocupación
    Soldado.
  • Descripción Física

    Roger, antaño hombre, ahora un ser que habita en un limbo entre la vida y la muerte. Cabeza calva, facciones extremadamente marcadas y pálidas, dejando ver el contorno de su cráneo. Su dentadura falta de unos cuantos dientes cuenta con unas encías negras. Muestra una fría y amarillenta mirada inyectada en sangre.  Numerosas y anchas costuras surcan todo su macilento cuerpo repleto de cicatrices. Aún conserva algo de su ejercitada musculatura, siendo más robusto que el Renegado promedio. Se han implantado varias piezas de hierro en sus nudillos a medio descomponer para volver sus golpes más contundentes. Camina algo encorvado.

    Viste los colores de la Guardia de la Muerte; una haraposa capucha de tela morada, una cota de malla que consta con varios remaches, unas brafoneras que se le quedan algo grandes, probablemente saqueadas del cadáver de alguna desafortunada víctima, unas botas de cuero que ya han andado más de lo que deberían y sus guantes a los que se le han extirpado los dedos para facilitar el movimiento de las puntiagudas falanges de Roger.

  • Descripción Psíquica

    Poco queda de lo que Roger fue en vida, mostrando ahora una personalidad irascible y desinteresada. No es alguien ninestable, pero tampoco del todo cuerdo. Esquivo y tajante a la hora de la palabrería. Acostumbra a sumirse en sus pensamientos o a perfeccionar su habilidad en el arte de la guerra en cuanto tiene un rato libre. Disfruta de la sangre y el olor a vísceras que reina en el campo de batalla, siendo normalmente el primero en llegar y el último en retirarse. Una de sus pocas virtudes es la camadería, su experiencia como soldado tanto en vida como en muerte le ha enseñado que un escuadrón coordinado es un escuadrón eficiente.

     

     

     

     

     

     

     

     

  • Ficha Rápida
    No (1000 palabras mínimo)
  • Historia

    Roger Dalson, fruto del matrimonio entre Wolnir Dalson y Madeleine Fleir.

    Vivió su infancia en un pequeño pueblo en los Claros de Tirisfal, criado principalmente por su madre y su hermano mayor, Enrich. Su padre, soldado de la pequeña mesnada local, formaba parte de la pobre guardia personal del señor de esas tierras, Eofric Rothennard. Roger creció disfrutando de las tardes perdidas con su pandilla de amigos, solían frecuentar la plaza del pueblo y los lindes de un pequeño bosque que había a no mucha distancia de la villa.

    Cuando cumplió los doce años, se empezaron a oír rumores de monstruos de piel verde e increíble complexión, montados en lobos de estaturas desorbitadas. Los tambores de guerra sonaron, los señores hicieron sus levas y marcharon a defender sus hogares, fue solo cuestión de meses que la gran marea verde llegara al norte.

    Se contaba que los bravos soldados de la antaño cuna del imperio humano, Stromgarde, partirían a bloquear el paso de las hordas orcas en la zona más sureña de su reino, ante tales habladurías, Madeleine, preocupada por el futuro de sus dos hijos migró a Lordaeron, la más esplendorosa y desarrollada ciudad humana que había en las tierras del norte sobre esas fechas. Llegaron junto con otras tantas caravanas de civiles que huían de lo que proximamente se convertiría en un campo de batalla, resguardándose tras los enormes muros de la ciudad. Madeleine se hizo con los ahorros de la familia antes de iniciar la precipitada huida a la ciudad, así que pudieron permitirse alojamiento en una modesta taberna ubicada en el centro de la urbe.

    Hacía meses que las cartas que mandaba Madeleine a su marido no obtenían respuesta, la familia empezaba a esperarse lo peor, quizás Wolnir hubiese fallecido. Solo quedaba esperar con la angustia en forma de nudo en su cuello. La tensión se volvió patente en el ámbito familiar. Al estár confinado en la ciudad Roger mataba las tardes de esos intranquilos años como podía, paseando por la ciudad, frecuentando la taberna en la que se alojaba...hacía poco que le habían crecido las patillas, así que ya podía beber y trabajar, así que, como buen holgazán, bebía pero no trabajaba. Una noche como otra cualquiera, disfrutando de la charreta con otros bebedores frecuentes a altas horas de la noche, Roger recibió por parte de Leigfrid, un herrero que provenía de los helados picos de Alterac, una oferta de trabajo como su ayudante, que al darse cuenta de que escaseaban las monedas en el bolsillo de su madre, aceptó sin dudar. Enrich, siguiendo el ejemplo de su hermano menor terminó trabajando como pela patatas y fregaplatos en la mismísima taberna, costeando así su estancia en aquel humilde local.

    Por iniciativa de Roger, Leigfrid, al terminar la jornada impartía unas clases básicas de esgrima al muchacho, descubriendo que tenía cierto talento, un talento que necesitaba pulir muy a fondo. Ambos disfrutaban de aquellas clases, pasando de la madera al hierro en pocos meses.

    Los siguientes años transcurrieron "calmos" y la familia finalmente dio por muerto a Wolnir, les reconfortaba pensar que siempre murió como quería, espada en la mano. En cuanto se dictaminó la derrota de los orcos y fueron confinados en los campos de concentración, Madeleine y sus dos ya crecidos vástagos volvieron a su tierra natal, los Claros de Tirisfal. Enrich, disfrutando de su experiencia en la taberna de Lordaeron, se ganó el puesto de cocinero en el tugurio local. Por otra parte Roger fue admitido en la guardia del nuevo señor, el hijo de Eofric, Livhtik. Su nuevo patrón le comunicó que Wolnir murió valientemente, recibiendo un mortal golpe que iba directo al pecho de Eofric.

    Lloraron nuevamente la muerte del cabeza de familia, esta vez reunidos todos los parientes. Tíos, sobrinos, primos, abuelos, abuelas...

    Roger siguió con su instrucción como guerrero, ampliando sus conocimientos en el arte de la espada. También mostró interés por las lanzas, aquellos enormes palos acabados en acero que servían para destronar al más hábil jinete de su montura.

    El primer hombre al que mató fue un bandido cualquiera, vestido con harapos. Fue un combate desigualado, aquel hombre iba semidesnudo cuando les asaltaron en plena noche. Una estocada en la garganta de aquel proscrito fue suficiente para hacerlo caer. Sabía que era lo correcto, ese hombre había incumplido la ley en varios aspectos, así que no hubo remordimientos. Pero si que sintió la adrenalina que produce el matar, la sensación que se produce cuando sabes que basta un ligero movimiento para acabar con la vida de alguien y provocar el pesar entre sus familiares, aunque viendo a ese hombre, probablemente se alegrarían al saber de su fallecimiento.

    No sonaron las cornetas cuando regresaron, no los recibieron con aplausos. Simplemente era su trabajo, la vida que habían elegido, y así sería.

    Los orcos comenzaron a liberarse de sus prisiones, unificados bajo un fuerte liderazgo. Las defensas en la alejada villa se cuadriplicaron, levantando apuntaladas, forzando a los herreros a trabajar sin descanso, a muchos civiles a instruirse. Livhtik preparaba a sus paisanos como si los tambores de guerra fueran a sonar de nuevo, una maniobra previsora, aunque jamás llegaron a atacar el remoto poblado, probablemente por su localización, pero eso no los salvaba de los maleantes locales, teniendo que salir de cacería a menudo para acabar con los bandoleros que asaltaban los pocos carros de comerciantes que pasaban por la zona. Aquellos malechores casi consiguieron en varias ocasiones acabar con el poco comercio que había en aquel pueblo.

    Pasaron los años, Roger nunca encontró el amor, teniendo varias pero infructuosas relaciones. Era un lobo solitario, como acostumbraba a decir él. Las rondas, las pequeñas partidas en busca de los criminales que se escondían en la campiña norteña...adquirió unas cuantas cicatrices en estos años, además de bastante experiencia a la hora de pelear.

     

    Aquella enfermad que convertía a los afectados en muertos, que terminaban contagiando la plaga a los vivos empezó a mermar a la población. Aquella infección llegó hasta la villa, pero fue cortada de raíz por Livthik, ejecutando a sangre fría a aquellos infectados, o que hubieran tenido contacto con los que sufrieron la enfermedad. En total, una mañana soleada, a medio día, se guillotinaron a quince personas. No fue bien recibido por aquellos allegados a los ejecutados, pero era el señor quién impartía la ley, así que poco pudieron hacer. Hubo un intento de revuelta, que culminó con más muertes, llevandose a otra decena de personas. A finales del año habían acabado con un 20% de la población debido a las constantes ejecuciones de aquellos no afines a los ideales de su señor.

    Llegaron rumores sobre lo de Stratholme, el príncipe había arrasado con toda la población de la segunda ciudad más grande del reino, según se contaba, toda la población había sido afectada por aquella enfermadad, todos se alegraron ahora de la decisión de su señor, incluso aquellos que habían perdido a familiares, fue una decisión dura pero sabia.

    La vida continúo en la villa, con la habitual rutina. Todos ocupados con sus quehaceres, la guardia vigilando desde las almenaras y haciendo las habituales rondas por las zonas cercanas al mercado y a la taberna, solucionando conflictos y castigando a gente en el cepo.

    Fue una noche de tormenta, un hombre vestido de soldado, con un emblema grabado en el gambesón, probablemente de alguna casa noble no demasiado renombrada, llegó a lomos de un caballo amparado por la oscuridad. Tiritando, fue llevado ante el señor Livhtik, para contarle las nuevas que traía. Le contó con pelos y detalles lo que vio, una tropa de no-muertos asediando la fortaleza de su señor, le mandó a él como mensajero para alertar al resto de terratenientes, en una llamada de auxilio, pero tuvo que alejarse de la zona e internarse en los bosques, llevaba dos noches y un día cabalgando, esta fue la única aldea que pudo ver. Livhtik evacuó a los civiles y se quedó con todos aquellos hombres que fueran capaces de empuñar un acero, en total unos 60 efectivos. Roger se despidió de todos sus familiares, a los que probablemente jamás volviera a ver.

    Tardaron tres días en aparecer, tres días en los que aquellos valientes condenados a morir pudieron preparar la pequeña aldea.

    Derribaron el portón, la marea de muertos irrumpió en la aldea, se contaban por cientos. Aquella horrorosa visión provocó que los arqueros apostados en los tejados, tardaran de más en disparar sus flechas, revelando su posición. Aquella tropa de soldados reanimados contaba con sus propios tiradores, que abrieron fuego contra los defensores, acabando con practicamente todos, salvandose dos que corrieron para salvar el culo, inutilmente. Los gritos fue lo que alertó al resto de tropas que la primera línea había sucumbido a manos de estas nuevas tropas invasoras. Corrieron a refugiarse en la fortaleza de Livhtik, donde podrían darle resistir algo más de tiempo. El humilde castillo de piedra estaba edificado sobre una pequeña loma, unicamente había una puerta, y para acceder a ella debían de cruzar por un estrecho pasillo sin techo, los muertos fueron acribillados por los ballesteros, y otros hombres nulos manejando un arma a distancia comenzaron a lanzar pesadas rocas sobre las cabezas de sus enemigos, incluso hubo un cubazo de alquitrán hirviendo, que sembró el desconcierto entre la tropa rival. Los arqueros no-muertos de nuevo hicieron aparición, acabando con varios tiradores humanos, apenas eran 35 hombres ya.

    Finalmente tumbaron la puerta que daba acceso al patio de armas, donde la última resistencia de hombres les esperaba, el miedo se reflejaba en su mirada, algunos de ellos terminaron meando la armadura. Los muertos cargaron en un fuerte embate, acabando con la endeble formación humana. Muchos murieron en la primera carga, atravesado por los romos filos de la Plaga, otros más experimentados, entre ellos Roger, lucharon con bravura y coraje, acabando con una ínfima parte de las fuerzas enemigas.

    Finalmente, Roger Dalson, murió en combate, espada en mano. Los recuerdos que conserva de su época como carnaza de la Plaga son difusos y traumáticos, mostrando atrocidades. Su mente, dominada, fue utilizada como la de otros miles de norteños. Pero todo eso acabó en la batalla del Lago Lordamere, Sylvannas Brisaveloz, acabó con el yugo que encadenaba a una parte de los soldados de Arthas, entre ellos Roger. Al recuperar la consciencia, se quedó quieto durante medio minuto, en un estado de confusión total. Terminó huyendo del campo de batalla como un animal. Pudo ver como otros no-muertos, aparentemente libres de la voluntad de su antiguo señor se habían unido bajo el mismo estandarte, así que se unificó a su causa, tomando parte en la batalla. Acabando con los muertos aún subyugados y las debilitadas fuerzas del sur, también tomando parte en la conquista de Lordaeron como soldado raso. Adquiriendo varios cortes y mutilaciones, obteniendo piezas nuevas de otros cadáveres inservibles.

    Desde ahí hasta ahora, ha luchado por y para la Reina Alma en Pena, considerando que tiene una deuda de por no-vida con ella.

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