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Dorito

[Historia] Alaia

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ALAIA

 

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Nombre Alaia
Raza Kaldorei
Sexo Mujer
Edad 122
Altura  1'79m
Peso 51 kg
Lugar de nacimiento Vallefresno
Ocupación Superviviente

 

Descripción física

Una larga melena de tono azulado, salvaje, desciende de su cabellera, suele llevar hojas o ramitas pegadas en este debido a su longitud y su falta de cuidados. No posee una gran estatura debido a su edad. Su rostro tiene dos marcas Kaldorei de tono rojizo en forma de guja, su tez rosacea está decorada con pequeñas pecas, que también se expanden por sus orejas y hombros.

Porta ropa destartalada y vieja, llena de rotos por casi todas partes, además su color ha ido empeorando con los años, quedando en un tono oscuro por la suciedad acumulada.

Descripción Psíquica

Vivir sola durante tanto tiempo en el bosque, además de ver a su padre morir siendo tan joven ha causado que Alaia no se comunicase en su idioma natal, además de dejar secuelas en su comportamiento.

Desconfiada ante casi todos, en especial otras razas, solo se fía de los animales y las plantas ya que convivió con ellos durante toda su vida. Suele mostrarse agresiva cuando intentan invadir su espacio vital o es molestada. 

Suele ser especialmente defensora con la gente cercana a ella o su compañero, una cría de sable.

 

Historia

Spoiler

La pequeña aldea Fuego Estelar, estaba situada en las profundidades de un gran bosque de Vallefresno, allí convivían felices varias familias Kaldorei, la mayoría solo se dedicaban a la recolección de suministros, siempre mostrando respeto a la naturaleza, mientras que unos pocos, aprendieron a usar un arco o una guja para poder defender los bosques. 

Alaia era la más pequeña de la aldea, habiendo nacido hace apenas unas decadas, sus padres, Nethian Cortezaroble y su mujer Elathia Sombraforestal, vivían sin complicaciones en una pequeña casa de la aldea, se dedicaban ambos a la recolección de frutos o insectos, para luego preparar sabrosos platos que compartir con sus vecinos.

Tenían en sus alrededores una aldea de furbolgs, los Raíz Pétrea que, nunca les había causado problemas, de hecho tenían buenas relaciones, pero, un día algo cambió, los seres peludos empezaron a mostrarse más ariscos, el sabio de la aldea dijo que podría tratarse de la corrupción, pero ya era demasiado tarde, tras unos meses, los Raíz pétrea atacaron la pequeña aldea Fuego Estelar, la aldea, compuesta principalmente de civiles, no pudo defenderse de los letales Raíz Pétrea, quedando prácticamente destruida y dejando docenas de victimas mortales, entre ellas, Elathia.

Nethian corrió todo lo que pudo con su hija en brazos, por desgracia había sido atravesado en el vientre con una de las lanzas de los furbolgs, sus heridas eran muy graves y él sabía que no iba a sobrevivir. En su último esfuerzo, consiguió dejar a la pequeña elfa en una pequeña caverna, tenía al lado un laguito conectado mediante un riachuelo y algunas plantas frutales, el padre, antes de morir, le colgó a su llorosa hija un colgante con la forma de una hoja, susurrándole, "Nunca olvides quién eres, Alaia..."

Alaia, sin comprender del todo la situación, sacudió a su difunto padre varias veces en busca de respuesta, pero no hubo respuesta alguna, tras varios días, tuvo que aceptar la realidad, preparó una pequeña tumba dónde enterró a su padre, decorándola con diversas y coloridas flores, donde, a cada día que pasaba, añadía una nueva.

La joven elfa tuvo que aprender a sobrevivir, siempre manteniendo las tradiciones Kaldorei contra la caza, alimentándose de pequeños insectos, frutas o bayas que encontrase por los alrededores, por suerte, tenía agua cerca proveniente del riachuelo, así que no le fue difícil subsistir en su pequeña zona, aunque, a veces, se aventuraba a pequeñas partidas por el bosque, para encontrar más alimento o explorar.

Pasaron los años y Alaia siguió sin contacto de otro Kaldorei. Se aprendió de memoria el bosque circundante a ella, además de haber preparado su pequeño  hogar en la caverna. Seguía colocando una bonita flor en la tumba de su padre, no había día que se olvidase.

Una tarde, en uno de sus paseos para buscar alimentos, encontró una pequeña madriguera, en ella encontró una madre felina que, moribunda, había dado a luz recientemente a unas crías, desgraciadamente, solo una parecía con vida. Alaia intentó acercarse a sanar las heridas del animal, pero solo recibió un zarpazo en contestación, apenada, tuvo que esperar a la muerte de la madre para poder llevarse y cuidar a la cría, quien se convertiría en su inseparable amigo.

 

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