Saltar al contenido
Conéctate para seguir esto  
Arnóvd

Arél Grashiel.

Recommended Posts

Arél Grashiel.

Spoiler

KchYLq.jpg

 

  • Raza: Sin'dorei.
  • Sexo: Hombre.
  • Edad: 130 años.
  • Lugar de Nacimiento: Ciudad de Lunargenta-Quel'Thalas.
  • Ocupación: Militar.
  • Historia completa

 

Descripción física:

Spoiler

De cuerpo torneado hasta la extenuación por su entrenamiento, su cabello cae de espaldas en una coleta alta, de un tono rojo como la sangre, con finos hilos que muestran un tono más claro en sus puntas, tiende a enmarcar un rostro marcado por duras facciones y cuarteadas del trabajo y el entrenamiento. Por lo general, es obvio que muestra un aspecto claramente severo y marcial, debido a su formación, pero no deja de mantener un porte distinguido, aunque disciplinado y severo, hasta tal punto, que podría pecar de protocolario. Bajando por su cuello, su pecho se mantiene bien formado, pero más que fornido, atlético debido a que su entrenamiento sobre todo está ambientado a parecer ágil, no por el contrario, por encima de la media. Pero sobre todo destaca un tatuaje en los abdominales de un dracohalcón en colores sanguinolentos y unas cicatrices en su espalda, fruto de algunos entrenamientos y claramente, de las luchas. Si volvemos a subir hasta sus ojos, parecen dos esmeraldas, ligeramente rasgadas que muestran una seriedad, marcialidad y determinación características en él. Marcando cada paso y cada movimiento con disciplina y firmeza, su porte puede llegar a ser intimidante a veces, por como se mueve, con agilidad, pero sin destacar por encima de la media. Teniendo una altura bastante considerable de un metro con noventa y tres centímetros y un peso equivalente a unos ochenta y cinco kilogramos, músculo atlético, su cuerpo y sus rasgos no desmerecen para nada una figura atractiva, con una belleza característica y especial, casi magnética.

 

 

 

Descripción psíquica:

Spoiler

 

De convicciones férreas y una gran determinación totalmente inquebrantable, Arél destaca por su amplio sentido del deber, su firmeza en los actos que le definen, tratando de perfilarse como un hombre justo, que es capaz de ver más allá de los intereses personales, teniendo muy en cuenta que si ha de sacrificarse por su gente, así será. Un férreo entrenamiento desde su juventud y su servicio militar, le han hecho convertirse en una persona, dura, demasiado protocolaria en algunas ocasiones, pero que también gusta de entretenimiento cuándo es necesario. Sabe compaginar perfectamente las pasiones con el deber, trazando una línea que como su carácter, es férrea e irrompible. A pesar de su estatus como noble, jamás se perfiló como un hombre distante, manteniéndose todo lo cercano que podía, sin restricciones hacia los plebeyos, pues sus progenitores dejaron bien claro, que su servicio era para su pueblo y no para la minoría. Tratando de llevar a sus espaldas todo el peso de la herencia familiar, aunque no era muy abundante actualmente, trata siempre de mantener el Honor, el Recuerdo y la Lealtad, como máximas en su vida. Su razón de ser es vivir por y para el pueblo Sindorei, lo que viniese después, es secundario. No hay mayor orgullo para él, que ser necesario en su pueblo, que pueda servir para cualquier necesidad que el Reino tuviese. Con un gran sentido del deber, como se ha sostenido, sus territorios, su bosque, todos los caminantes, para él eran de clara importancia.

 

 

 

 

 

Historia

 

La Justicia, el Honor, la Lealtad y el Sacrificio, todo eso por tu gente, te convierte en una persona mejor que cualquier otra, te convierte en un verdadero luchador, en alguien que es capaz de ver más allá, en alguien que es capaz de sacrificarse por su pueblo.

Caminaba sin rumbo, por las calles antaño luminosas y llenas de vida, mientras que sus botas, levantaban ligeros gramos de polvo a su paso, sus labios fruncidos, desgastados y sus mejillas ensangrentadas, le hacían tener un aspecto vacío, cansado, a punto de desfallecer, cayó hacia una de las paredes semiderruidas de los callejones, todo estaba cubierto de sangre y polvo, de destrucción. Sus botas, que estaban gastadas en su punta, mostrando un color grisáceo, más que el marrón anterior, casi parecieron caer al suelo, al flexionar sus rodillas. Sus ojos, que no tenían el mismo brillo, fruto de la incansable batalla, miraron al cielo y se preguntó: Por qué.

Exhaló con fuerza, tratando de recomponerse, era fuerte, pero también tenía un límite, apoyó ambas manos en las empedradas y polvorientas aceras, viendo la sangre seca, coagulada y marrón que había impregnada en el suelo, apestaba. Se arrastró como buenamente pudo, tratando de mantener el poco porte que tenía en esos momentos, casi tratando que los que le vieran, tuvieran una imagen disciplinada y férrea de él, tratando de transmitir que no tenía miedo, incertidumbre, tristeza o dolor, cuándo era todo lo contrario, estaba podrido por dentro de esos sentimientos, sentía todos y cada uno de ellos, estaba totalmente destruido, al igual que las paredes rotas, las calles llenas de sombras distantes y la gente, que deambulaba como podía, su cuerpo era un estigma más de lo que allí acababa de ocurrir.

Ese ataque quebró a su pueblo, pero él tuvo que reponerse, con la pérdida, llegó a volcarse totalmente a sus deberes y obligaciones, más que nunca, estaba totalmente solo. Paseaba por las calles, de la ahora más luminosa Lunargenta, parecía mentira que hacía tiempo, estuviese tan oscura y carente de vida, cuándo actualmente, pareciese que nada habría pasado y todo fuera un mal recuerdo. Marcó determinantes sus pasos con sus botas, negras y relucientes, quizá de un color negro, para marcar el luto que aún vivía, o también para marcar el luto que tenía por todos los que habían muerto hacía años, su cabello se ondeaba a cada paso, con un gesto severo y marcial, curiosa ironía, su cabello era rojo como la sangre derramada. Ladeó su mirada, furtiva hacia uno de los bancos que se encontraban en la plaza, allí, dos jóvenes se miraban a los ojos, como si no hubiese nada más en el mundo que ese instante, sus puños se cerraron, con marcado celo e incluso su nariz se arrugó, tratando de aparentar normalidad, siguió avanzando, perdiéndose entre las calles más luminosas de la Ciudad, dónde había sido la residencia de su noble familia durante tantos años, ahora estaba reconstruida, pero sólo eso, una casa reconstruida, con algunos muebles, pero vacía en gran parte.

Le abrieron la puerta, estaba sólo como siempre, ni si quiera sus sirvientes le reconfortaban pues era un vago recuerdo, ya no estaban allí., aunque siempre mantuvo un trato cercano, aunque muy disciplinario con ellos, estos nunca pudieron decir que sus señores les hubiesen tratado mal, pues aunque eran sirvientes, se les trataba como iguales, dentro de la propia casa, siendo ayudantes de la familia, más que siervos al uso. La casa estaba parcialmente decorada aun, con tonos rojizos y dorados, un gran cuadro familiar, con bordes negros y rojos, parecía estar de luto, en este se veía, el rostro de dos elfos, maduros, una mujer y un hombre, probablemente los padres de Arél. Llevó una mirada hacia el cuadro, tratando de no fruncir el ceño más de lo necesario, mientras  se retiraba progresivamente los guanteletes ligeros y el atuendo, dejándolos en el expositor, musitó un “gracias”, para sí mismo, avanzando luego hacia el piso superior, hacia su habitación. Cuándo abrió la puerta de la estancia, todo se le vino encima, como siempre, cerró sus ojos y se dejó caer de espaldas hacia la cama, cuando los abrió, observó al fondo la estantería de libros y el armario, como así también un pelele adornado, que sostenía su armadura de diario y su ropa más cómoda. Todo se le hacía grande, aunque no iba a desfallecer, tenía obligaciones que cumplir y por supuesto, las palabras sobraban para él, ahora era la cabeza de la familia y más que la cabeza de la familia, tenía obligaciones que atender como militar.

Era curioso, siempre había tenido fe en su pueblo, tratando de implicarla a todo el mundo, recordaba entonces las lecciones con sus superiores familiare, una familia férrea y llena de convicción, por ello, ahora en este momento de necesidad, recordaba cada día las lecciones que la vida le estaba dando. La difícil relación con su pueblo hacia el futuro, le hacían mantenerse más férreo, en lugar de desfallecer, además, las obligaciones que tenía que atender, eran claras. Tenía un fuerte peso sobre sus espaldas, había decidido prestar su voluntad y su cuerpo, decidirse a ayudar al Reino en lo necesario, había decidido entrar como recluta a los Errantes, ya no cuidaría de los bosques como pasatiempo, como independiente, en un futuro, lo haría como Errante, de sus territorios, sabía lo que era la vida más difícil, sabía los peligros que habían ahí afuera, pero en su casa, era como si todo se le viniese encima, irremediablemente, su cabeza daba vueltas, tirado en aquella cama, como si un dolor de cabeza, se posara en su sien, se levantó de esta, mirando de nuevo hacia la puerta, dónde bajaría las escaleras, para ir hacia el salón, pidió por favor un remedio para la cabeza, como si lo necesitara, su vista se volvió borrosa, por el cansancio y la presión. Entonces recordó que un futuro, un Errante no iba a pasar por ello.

En el proceso, recordó como había sido su vida antes, quizá demasiado disciplinada, pero también había hueco para el entretenimiento, entonces qué estaba haciendo con su vida ahora, rodeándose de sombras, de recuerdos, notó claramente una epifanía, salir de su cabeza, como si todo lo demás no importase, notó que lo importante ahora, era vivir por y para su gente, que tanta tristeza, dolor y quejas no era el camino. Sabía que su pueblo le necesitaba, que los bosques debían seguir siendo como antaño, incluso más luminosos, más puros, más enérgicos que antes, sabía que su misión estaba clara, lo daría todo por el pueblo.

La noche cayó, ya había cumplido con su servicio, llegó a su casa y preparó su arco, como cada noche, el cual colgó en la estantería, así como las espadas, que estaban en perfectísimo estado, su cabeza yacía más templada que de costumbre, así que avanzó hacia afuera de la casa, la noche había caído. Caminó por las calles, hacia una de las tabernas de la Ciudad, una taberna quizá tranquila, dónde tomar un buen vino que no fuera de cosecha propia, dejó caer su espalda en la silla, mirando a la posadera. Extendió su mano, aferrando la copa de vino con calma, dando un trago, tras girarlo para ver su cuerpo, asintió con aprobación y caminó hacia uno de los divanes, tomando asiento con calma. Tratando de disfrutar de ese vino lo máximo que pudo, no tardó en darse cuenta, que una mujer, de un buen porte y buenas facciones, se le acercó, habló con ella toda la noche, tratando de parecer lo más cercano que pudo, aunque claramente, se mostraba disciplinado como siempre, no sabía cómo, pero aquella mujer de rubios cabellos, le estaba haciendo levantar el interés, habló toda la noche con ella, embriagado por el vino, por la poesía, por la música y sobre todo, por la compañía que ya no tenía. Marchó muy tarde de la taberna, dispuesto a dormir unas pocas horas antes de comenzar el nuevo día.

A la mañana siguiente, antes de que saliese el sol, ya no estaba en el lecho, volvía a estar en su casa, colocándose el atuendo de diario, tras darse un buen baño, casi pareciese que había sumergido la cabeza dentro, pues quería borrar aquel recuerdo, le gustaba el entretenimiento, pero estaba completamente perdido en cuánto a lo que había hecho. ¿Es que tanto cariño necesitaba? Quizá es que solo quería sentirse querido por un momento, o quizá es que realmente en su vida no fueran todo sombras, cicatrices, dolor, sino que había algo más. Quería quizá, mostrarse más cercano, ser uno más, pero sabía que su vida actualmente no se lo permitía, salió de la bañera, con la mirada perdida.

Nada más ajustarse el atuendo, miró su arco, este, que tenía una manufactura claramente thalassiana, tenía detalles en rojo, dorado y negro, sonrió de forma tenue, haciendo un recuento de flechas, antes de salir de nuevo en dirección hacia el cuartel, dónde tendría inicio la rutina diaria, había serenado su mente, así como también, había templado su espíritu por aquel día. No podría permitirse un fallo más, su camino estaba claro, él tenía que seguir siendo un ejemplo. Era alguien que tenía que servir al Reino y lo haría siempre, no por la reputación de su noble familia, sino por la reputación de Quel’Thalas y su gente, no se volvería a quedar de brazos cruzados, había dado el primer paso, ahora trataría de mantener su camino, los grandes, habían empezado siendo reclutas alguna vez.

Editado por Arnóvd

Compartir este post


Enlace al mensaje

Join the conversation

You can post now and register later. If you have an account, sign in now to post with your account.

Guest
Responder en este tema...

×   Pasted as rich text.   Paste as plain text instead

  Only 75 emoji are allowed.

×   Your link has been automatically embedded.   Display as a link instead

×   Your previous content has been restored.   Clear editor

×   You cannot paste images directly. Upload or insert images from URL.

Conéctate para seguir esto  

×
×
  • Crear Nuevo...