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Blues

Thamireen Cantofénix

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    Thamireen Cantofénix t04D1Hb.jpg?width=473&height=473
  • Raza
    Quel'dorei
  • Sexo
    Mujer
  • Edad
    78
  • Altura
    1.51mts
  • Peso
    43 kg
  • Lugar de Nacimiento
    Silvermoon-Alto reino. Actualmente reside en Quel'danil
  • Ocupación
    Aprendiz de maga.

 

 

 

 

 

Descripción Física

Thamireen es una Quel'dorei de cuerpo pequeño, baja y delgada. Tiene un perfil delicado, nariz pequeña y recta. Lleva el cabello de color oscuro como azabache, ojos grandes y muy expresivos ligeramente hundidos debajo de su frente. No es alguien quién disfrute de actividades físicas de alto impacto pues es famosa por ser muy torpe en cuanto a coordinación.

Suele vestir colores negros, púrpuras e índigos. Su cabello es corto y algo rebelde, suele tener mechones sueltos y le gusta utilizar una técnica sencilla de transmutación para colocar color arcano en las puntas de sus mechones. A veces, cuando utiliza mucho polvo arcano para crear el efecto, su cabello parece estar volando de forma etérea

 

Descripción Psíquica

Thamireen una Quel'dorei quién es definida por ser alegre, energética y bastante despierta. Posee una mente activa pero muy distraída, es común que empiece un proyecto para jamás terminarlo. Se ha vuelto famosa por dejar tras su paso un rastro de vajilla rota o un desastre provocado por su torpeza. No gusta mucho de las actividades que tengan que ver con la coordinación, como salir a escalar o saltar un muro.

Tiene una alta empatía con las personas que la rodean, muestra una amabilidad muy grande con sus compañeros Quel'dorei y siempre insiste en cocinarles algo cuando tiene la oportunidad.   iene una lechuza que si bien, no considera su mascota, le tiene mucho cariño y disfruta de la compañía del ave cuando puede tenerla cerca, también siente una fascinación por las criaturas mágicas y sueña con poder cuidar de alguna. 

Ha demostrado tener talento para la magia y los estudios, no obstante  es una soñadora despierta. No posee la disciplina para enfocarse en conseguir un avance serio en sus estudios arcanos. 

Posee una enemistad con los humanos al no haber tenido mucho contacto ni en sus tierras ni con uno en persona pues jamás ha pisado tierras imperiales. Pero por las historias que se cuentan de ellos tiene mas que suficiente para sentirse reservada y agradecida de no vivir entre humanos

Posee una enemistad con los humanos al no haber tenido mucho contacto ni en sus tierras ni con uno en persona pues jamás ha pisado tierras imperiales. Pero por las historias que se cuentan de ellos tiene mas que suficiente para sentirse reservada y agradecida de no vivir entre humanos. 

Eventos asistidos:

 

Eventos Masteados:

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Historia:

Nuevamente un destello de luz de color índigo se vió a través de las ventanas en una casa construida con un techo de mampostería y paredes pintadas con el color del lapislázuli. Afuera la tierra estaba húmeda, los restos de la lluvia fría corrían a través de los techos magenta del refugio Quel’dorei en tierras del interior.

El viento hace rato había dejado de soplar, pero la gente del poblado de casas altas se negaba a salir aún, era la hora del té y el ambiente invitaba a una cálida conversación frente a una chimenea, consumiendo galletas de avena con un poco de regaliz rosado.

Había una casa, una situada en el borde del pueblo, vecina de la entrada al refugio; Tenía preciosos ventanales, entintados con un leve toque de violeta: Un techo magenta, algo gastado por las condiciones que vienen con los años, y profundas paredes de un color azul destellante; Dentro de aquella casa, ocurrían pequeños destellos de luz púrpura, lo suficientemente fuertes para ser vistos por las ventanas del exterior.

Dentro de aquella casa, una joven Quel’dorei, de cabello corto y rebelde se encontraba sentada con ambas piernas cruzadas frente a un pesado libro cuyas hojas estaban rasgadas por los bordes. Una luz volvió a encenderse, en esta ocasión, sobre los dedos índice y pulgar de la muchacha que recitaba de manera entrecortada las palabras escritas en el texto. Una y otra vez susurró las sílabas, concentrando energía sobre su mano.

Conjurar magia es algo tan natural para los elfos como lo es respirar. Sentir la energía de su inmediatez, juntándose sobre la punta de sus dedos a su voluntad era una experiencia que es mejor describirla como excitante y catastrófica: El cuerpo se excita con el aluvión de poder, y la mente se abre a las posibilidades que trae consigo la capacidad de alterar la materia misma.

La magia es poder, son versos. Un hechizo es similar a componer una perfecta armonía entre las rimas, la suavidad y la poesía de las palabras. Para la joven elfa evocadora de dichas energías, era como atravesar una ventana muy breve en la cual sentía y tocaba los trazos de su hogar perdido.

El arte arcano también es una forma de expresión.

Thamireen, con frecuencia llamada simplemente Thami, era la mediana de una tercia de hermanas; Durante toda su vida, vivió rodeada por las maravillas de la magia en su máxima expresión dentro de las academias mágicas del alto reino. Sus padres siempre fueron respetados como excelentes magos, llegando incluso a ocupar posiciones de importancia como decanos de magia en academias mágicas, de las hijas del matrimonio Cantofénix, no se esperaba nada menos que la perfección y la disciplina.

La luz en los dedos de la elfa brilló con soberbia intensidad por un par de segundos antes de que se desvaneciera y el concentrado de poder hiciera su camino de regreso a las líneas ley, liberándose por fin de la manipulación de la conjuradora novata que intentaba darle forma.

Una sensación amarga golpeó de lleno el estómago de la Quel’dorei, era de fuerza invasiva, lo suficiente para hacer que arqueara su espalda hacia adelante mientras que un picor intenso quemaba sus mejillas; Todo aquello duró por unos segundos hasta que la elfa pudo recuperar, con dificultad, un relativo bienestar.

-Suficiente por hoy-Pensó para sí misma.

La pequeña elfa cerró el libro frente suya y lo colocó en la esquina del juguetero donde su padre solía guardar los retratos, medallas títulos y reconocimientos adquiridos a lo largo de su carrera. Thamireen acarició las tapas gruesas del libro mientras tomaba con su mano izquierda un pequeño retrato donde una elfa adulta, de cabello celeste y ropas ostentosas, la miraba con una sonrisa tan grande como la distancia que ahora separaba a ambas.

Con delicadeza volvió a colocar el retrato donde lo encontró, si al caso rotando levemente el objeto hacia la izquierda, como si estuviese viendo el libro.

Mientras caminaba, hizo un repaso con la vista hacia los reconocimientos, libros y otros títulos que conservaba su padre. La llenaban de orgullo, y un poco de pesar. Ochocientos años de legado como un excelente abjurador eran dos pares de zapatillas demasiado grandes que ocupar. Ella, con sus escasos ochenta años, apenas había terminado la formación básica de la academia cuando su reino, y por consecuencia su vida, se fragmentó y dividió para siempre.

Siguió con su andar silencioso por la casa, no es que lo intentara a propósito, pero sus grandes calcetines de color lila hacían un buen trabajo para amortiguar el ruido de sus pasos sobre la alfombra de piel de Oso pardo; Ella jamás le había guardado afecto a aquel accesorio de la casa, pero con el tiempo, aprendió a tolerarlo.

Sintió que sería divertido comenzar a andar de puntillas. ¿Por cuál motivo? Sinceramente no lo sabía, pero tampoco le importaba demasiado, se encontraba sola en casa. Su padre había salido a visitar un alquimista amigo suyo, y su hermana mayor, se encontraba junto a los errantes, entrenando en las artes del bosque, perfeccionando sus habilidades con el arco y la caza.

Su padre se sentía orgulloso de ella, en cambio de Thamireen, no demasiado. Quizá por eso empezó a caminar en puntillas, a su madre le hubiese deleitado la delicadeza, quizás, se hubiera unido a ella en el andar refinado, y juntas hubiesen caminado sobre la horrible piel de oso, manchando lo suficiente para dejarla inservible hasta el punto en el que sería desechable por completo.

Pero no era el caso, y el recuerdo de lo que pudo, pero no fue, de lo que jamás será, fue un amargo punzón directo a su corazón. Hizo bajar sus grandes orejas, y comenzó a sentirse sola, verdaderamente sola en su casa.

Decidió asomarse por la ventana, vio el pórtico de madera tallada sobre el camino de tierra aplastada que marcaba el inicio del refugio Quel’danil. Frente a su casa, estaba la morada de la joven pareja Bosqueargenta, recientemente mudados después de haber tenido suficiente con la pedantería  de los humanos en sus tierras. El recuerdo de las historias traídas por los jóvenes elfos hizo que frunciera el ceño. ¡Los cielos arcanos la salven de pasar un día entre humanos!.

Sin embargo, el disgusto no hizo que se sintiera menos solitaria, menos inútil y menos nostálgica. El día no era diferente a su estado de ánimo; Todo estaba gris y arruinado, la tierra en silencio y había poco color en el mundo.

Con su frente contra el cristal comenzó a divagar en sus ideas, a los pocos minutos, la lluvia regresó con la misma intensidad de antes.

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