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Blues

Ayane Hanabira

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  • Nombre del Personaje
    Ayane Hanabira
  • Raza
    Pandaren
  • Sexo
    Mujer
  • Edad
    16
  • Altura
    1.97mts
  • Peso
    150kg
  • Lugar de Nacimiento
    Tajin-Espesuras Krasarang
  • Ocupación
    Acólita Shado-pan.
  • Descripción Física

    Hanabira se caracteriza por ser discreta, usar siempre una capucha, y si no es posible, usar la bufanda para cubrir la parte baja del rostro. Procura siempre llevar una imagen pulcra, tanto de su aseo como de su ropa. Su cuerpo es delgado y ágil, producto de un entrenamiento enfocado a la velocidad y resistencia antes que a la fuerza. Tiene algunos mechones de color lila en su cabello y su pelaje es negro azabache con un blanco claro. sus ojos son de color verde claro.

  • Descripción Psíquica

    Hanabira es callada, reservada y prefiere hablar solamente cuando es puntual, sin embargo, dista mucho de ser de carácter templado. Puede que no hable demasiado, pero es rápida y temeraria en la toma de decisiones. Su paciencia es corta, según las observaciones de sus maestros, es justamente ese rasgo de su personalidad (La poca paciencia y querer resolver los problemas de la forma más directa posible) la que ha frenado mucho su entrenamiento. 

    Suele tener buen desempeño en las actividades físicas, y problemas con las cuestiones espirituales. Una buena manera de pensar en ella es como una persona que vive el momento de manera rápida, contundente, y nunca se detiene a ver el pasado, o el futuro, y por ende no sabe donde esta parada con mucha frecuencia. 

    Sin embargo, es disciplinada con sus entrenamientos. Correcta en sus formas, tiene problemas para entablar amistades o incluso conversaciones con otros pandaren, incluso dentro del mismo monasterio. Los demás acólitos han aprendido a adaptarse a su personalidad reservada e introvertida y simplemente la dejan a sus anchas. 

    Su actitud es consecuencia de experiencias muy intensas vividas antes de su vida en el shadopan, de lo poco que ha compartido se sabe que proviene de una muy pequeña aldea en las espesuras, y que no recuerda demasiado como era su vida antes de unirse a la orden. Tampoco nadie ha preguntado más a profundidad, solamente sus maestros conocen el trasfondo de la historia completa. 

    Dentro de sus aspiraciones en el Shado-pan, desea unirse a la disciplina del Wu Kao, sin embargo, su actitud impussiva y directa la han mantenido alejada de esta meta. 

  • Ficha Rápida
    No (1000 palabras mínimo)
  • Historia

    El incesante viento volvió a soplar con un adolorido aullido sobre las tejas negras del techo nevado de la pagoda central, como un susurro, se infiltró agonizante a través de los arcos de piedra que marcaban con sublime autoridad la entrada y salida al patio de entrenamiento principal.

    Se escuchó como una voz helada que venía espectralmente desde el corazón de la montaña, cargando consigo la fuerza suficiente para levantar endebles y pequeñas ramas muertas; abandonadas, marchitas. Se habían caído del árbol, sucumbido al frío y regresado a la tierra, solamente para morir arrastradas por la ventisca.

    Había apenas tres sobre el patio pavimentado con piedra negra de la montaña. El frio atravesaba a través de capas de color negro y blanco, con el viento como su aliado, hacían ondear a su ritmo, dos bufandas blancas y una roja que actuaba como juez y mentor.  

    -De nuevo-Tosió desde adentro del edificio. Su voz era áspera, arrastraba las últimas sílabas de las palabras que decía. Raspaba en su garganta una leve tos, que pese a lo molesta que fuera, no evitaría que el anciano veterano vigilara de cerca el entrenamiento.

    Apenas sus labios habían terminado de dictar cuando el viento fue cortado por el filo de una lanza en manos de un joven pandaren. La elegante arma dibujó un refinado movimiento circular hacia arriba, el sol se reflejó en el filo del arma e iluminó por instantes un montículo de nieve cerca del pórtico de la pagoda.

    La ejecución del movimiento fue más que sublime, pero, aunque bien realizado había sido demasiado lento.

    Solamente encontró vacío y frio mientras cortaba el aire donde hasta hace apenas unos instantes se encontraba la victima del ataque.

    El joven acólito, quien apenas se había dado cuenta de su ataque fallido, tuvo que confiar en su instinto, retrayendo sus brazos para después girar su arma frente a él, haciendo rebotar tres proyectiles con forma de cuchillos alargados que había lanzado la oponente quién hace poco había intentado atacar.

    Apenas hubo tiempo de contemplación entre ambos alumnos, quienes rápidos como el aleteo de un colibrí, tomaron sus respectivas armas para enfrascarse cada uno en intentar superar al otro.

    Los golpes fueron bloqueados, cada movimiento de ataque, había sido anticipado, prevenido y contestado con una ágil respuesta que terminaba en la conclusión de una nueva defensa no prevista por el rival.

    Ambos acólitos, danzaron en una demostración de saltos, agresiones por lo alto, lo bajo y a los costados. Atrapados en una lucha más que igualada entre ambos. E irremediablemente terminaron en el mismo resultado.

    Empate.

    El viento volvió a aullar, herido por los ataques que no encontraron objetivo. Su lamento, era solamente acompañado por la respiración agitada de ambos acólitos, quienes habían terminado en una íntima pero mortal pose: Ella, con el extremo filoso de la lanza cercana a su yugular; y él, con apenas margen para moverse y no cortar su cuello con la punta de las armas de su contrincante.

    Se miraron el uno al otro a los ojos, la batalla había terminado en el plano físico, pero dentro de ellos, aún existía el intercambio del metal contra el metal, el sonido de las armas, dibujando trazos en el viento y produciendo la música de la batalla. Pero el anciano de bufanda roja había juzgado, su decisión, ya estaba tomada.

    Solo hizo falta que se pusiera de pie para que la pareja desistiera de su batalla. Ambos se separaron e inclinaron en perfecta sintonía hacia el venerable.

    -Un pétalo, si cae en el momento indicado, con la delicadeza necesaria, puede provocar una avalancha.- Recitó el anciano, su andar ya era pesado; El aliento, olía al té de cardenal enrizado que bebía constantemente para aliviar sus reumas.

    -Temple, tranquilidad, paz.-Continuó, acercándose a la altura del hombro de la acólita, estiró su zarpa derecha y tomó apenas un trozo de tela que se había roto como resultado del enfrentamiento de hace apenas unos segundos. Cuando removió el pedazo de prenda, notó el leve color rojo de una herida que lloraba sangre.

    -Tienes aún demasiado que aprender Ayane.-dijo mientras se acercaba al segundo acólito, bastó con una leve palmada sobre su hombro derecho para indicarle que ya podía retirarse, y así lo hizo.

    -…Estaba demasiado cerca Maestro Hadoka.- Replicó la estudiante. La empuñadura de sus armas resintió la presión de las zarpas contenidas con frustración.

    -Cerca no es suficiente. Ni siquiera es aceptable.-Continuó el veterano, ya acostumbrado al temperamento de la acólita. –Muchos han muerto por un “cerca”, harías bien en recordarlo.- Concluyó, y le dio la espalda a la acólita, luego alzó la vista hacia las ramas largas que se extendían como trazos sobre el cielo gris, esta noche caerá una nevada sobre el monasterio.

    La acolita no dijo nada, subió la bufanda blanca y acomodó el esbozo negro que siempre cargaba puesto. Su hombro apenas dolía.

     

    -Aún veo demasiado desequilibrio en ti-Dijo el anciano maestro, mientras recorría con pasos cortos el patio ligeramente nevado. Por un momento, el viento dio una tregua y calmó su ira.

    -Su entrenamiento me ha hecho fuerte, Mis habilidades son…-Dijo la acólita, como respuesta, recibió una grave mirada del veterano pandaren. Supo entonces, que de nuevo se había precipitado con sus palabras.

    -Nunca dije que no tuvieras las habilidades, niña. Dije que aun veo demasiado desequilibro en ti.-

    Con un suspiro pesado el anciano retomó su lugar dentro de la pagoda, lejos de la nieve y protegido del frío que volvía a soplar contra la montaña. La acólita le siguió en silencio.

    -Equilibrio niña, Eso es algo Que yo no puedo enseñarte. Tú debes buscarlo por ti misma.-Dijo mientras observaba el rostro de la joven acólita, podía oler la pregunta mucho antes que se articulara de sus labios. Antes de que ella pudiera replicar alguna otra cosa, él habló primero.

    -Quizás puedas hacerme un par de favores, mientras buscas tu equilibrio.-

    El veterano alzo su brazo, señalando a una estantería cercana, sobre esta se encontraba una pila de cartas atadas con un hilo rojo. La acolita, entendiendo el gesto de su maestro, comenzó a revisar aquel paquete.

    -Estos son muchos nombres…Yo no… ¿Cómo voy a encontrarlos?- Preguntó la Acólita, con un evidente tono de confusión.

    Con un calmado aire el maestro Hadoka del Shadopan tomo una buena bocanada de aire, el té había hecho maravillas para destapar su nariz, y ahora se sentía mucho mejor, con un sutil movimiento, se puso de pie nuevamente, después miró a su estudiante.

    No hubo palabras, solo tranquilidad.

    No sopló el viento aullante, solo hubo brisa tenue.

    No hubo dolor, solamente aprendizaje

    -Encuentra las respuestas por ti misma, y quizás, te cruces con lo que de verdad necesitas-

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