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ILUSDN

Odriel Feathersun

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Odriel - The Aeromancer  Greyscale by ILUSDN

Nombre: Odriel Feathersun

Raza: Quel'dorei

Sexo: Hombre

Edad: 75

Lugar de Nacimiento: Sur de Quel'Thalas

Ocupación: Bibliotecario

 

Descripción física:

Odriel es un Queldorei joven, de unos 75 años, mide aproximadamente 1,85 metros y es de complexión atletica

Su rostro sobresale por una cicatriz terrible y blanca que le recorre todo el costado derecho de la cara, bajando desde la frente, pasando por la cavidad ocular y terminando en la base del cuello. Sus ojos son de un azul intenso y sus cabellos plateados. 

 

Descripción psíquica:

Odriel suele mostrarse bastante altanero, receloso y distante con los recien conocidos, aunque suele perder un poco la timidez y volverse alguien agradable a medida que va ganando confianza

 

 

Historia

 

La noble casa de los FeatherSun estallaba de alegría el día que la aun joven Ciohril dio a luz al primogénito de la familia. Le pusieron por nombre Odriel y vieron en él un gran futuro.La honorable familia de elfos vivía en una tranquila villa apartada, al sur de Quel'Thalas, lejos de la agitada capital.

Los tres eran muy felices viviendo en aquel apacible lugar. Todo iba bien hasta que ocurrió la tragedia. Los padres de Odriel murieron en un extraño accidente. El padre del joven, llamado Odreth FeatherSun, era un mago brillante, pero le gustaba experimentar. Gracias a sus descubrimientos habían hecho la fortuna y la fama de su familia. Pero, aquel día, uno de sus experimentos fallo haciendo volar media casa por los aires y llevándose la vida de Ciohril y Odreth.

Al oír la explosión los vecinos se apresuraron y al llegar hasta la casa corrieron a apagar algunos escombros que aun ardían en llamas. En la calle, sentado entre los escombros, vieron al hijo de los magos, Odriel, ileso, pero mudo y atontado como quien ha sufrido un gran golpe. Cuando lo llevaron a la casa de un sanador y lo revisaron, notaron que no tenía heridas graves. Los días pasaban y el muchacho no reaccionaba; no comía ni hablaba. Parecía no oír lo que le decían, ni ver a quienes iban a visitarlo.

Mientras yacía así, ciego y mudo, la historia de la explosión de la casa y del muchacho que había sobrevivido corrió de boca en boca por las aldeas de los bosques de Canción Eterna. Sucedió que, al quinto día de la explosión, llego a la aldea un desconocido y pidió ver al joven elfo. Los vecinos lo condujeron hasta la casa donde se encontraba. El forastero dijo ser un antiguo colega de Odreth, el padre del joven, y prometió que curaría al muchacho. Luego de hacer salir a todos de la casa, se acercó al camastro, se inclinó sobre Odriel, que yacía con los ojos perdidos en la oscuridad

- Podrías haber sido hijo mío... incluso eres más parecido a mí que a mi querido hermano - susurro mientras observaba al muchacho - Lamentablemente, en lo único que siempre fui mejor que Odreth fue en la magia, él nunca tuvo la paciencia necesaria. Aunque si la tuvo para conquistar el corazón de Ciohril, cosa que yo jamás pude hacer... Aun así... llevas la sangre de los FeatherSun en tus venas - El forastero apoyo la mano sobre la frente de Odriel y luego le toco una sola vez los labios.

Odriel se incorporó y miró alrededor. Al cabo de un rato ya podía hablar y había recobrado las fuerzas y el apetito. Le dio algo de beber y de comer y entonces volvió a recostarse, pero observando siempre al extraño con una mirada enigmática y maravillada.

Cuando permitió que volvieran a entrar en la casa, el sanador lo intercepto -No eres un elfo común -le dijo

Ni tampoco lo será este muchacho -repuso el otro- Cuando parta lo llevaré conmigo, y si él demostrara tener condiciones permanecerá a mi lado como aprendiz, me encargaré de él y hare que reciba la instrucción adecuada, pues mantener en tinieblas la mente de aquel que ha nacido mago es cosa peligrosa.

La gente de la aldea acepto, ya que el joven no tenía edad suficiente para valerse aún por sí mismo y tras la muerte de sus padres no tenía a nadie más con vida que se encargara de él. Odriel comenzó una travesía por los bosques de canción eterna junto al extraño mago con el objetivo de adentrarse en el dominio de la magia. Odriel amaba recorrer el bosque ya que era un joven muy inquieto y empezaba a imaginarse que pronto aprendería a realizar poderosos conjuros y encantamientos

Pero no todo era como el joven había imaginado. El mago apenas si pronunciaba palabra y poco le había dicho a Odriel desde que partieron desde la aldea. El joven, un día, cuando ya comenzaba a impacientarse con la situación y había perdido el temor reverente que le inspiraba al principio el mago, le pregunto - ¿Cuándo comenzara mi aprendizaje, Señor?

Ya ha comenzado – Respondió el otro.

Odriel se quedó un momento en silencio, como buscando el significado a aquellas palabras. Al fin dijo – Pero... ¡Aún no me has enseñado nada!

Porque no has descubierto lo que te estoy enseñando – Replico el mago mientras pasaba por encima de las raíces de un enorme árbol. Siempre rumbo al sureste.

Odriel no respondió. No siempre es fácil responderle a un mago. El mago miro a su discípulo de soslayo y asintió – Para oír, hay que callar – agrego en voz más baja.

Odriel frunció el ceño ya que no le gustaba pasar por tonto, pero no agrego nada más. Ni siquiera se quejó cuando el mago dejo que una lluvia pasajera descargara sus aguas sobre ellos y solo se limitó a refugiarse bajo las hojas de un viejo árbol. Mojado y melancólico se preguntaba de que servía tener poder si una prudencia excesiva impedía utilizarlo. Fue el momento en el que más extrañó a sus padres, ya que ellos si le hubieran enseñado algo útil.

El viaje no duro mucho más y luego de un par de días habían llegado a otra pequeña aldea de dónde provenía el mago. La casa de este era pequeña pero confortable, y de hecho se parecía bastante a la suya propia, a excepción de la diferencia de tamaño. Allí pasó gran cantidad de días aprendiendo a leer y escribir y comenzando las primeras lecciones que todo aspirante a mago debe conocer. Con el tiempo, el mago comenzó a darle a Odriel gruesos volúmenes que el joven pasaba semanas leyendo. Además el mago explicaba los distintos efectos que la magia tiene sobre el mundo y como esta afecta su equilibrio en mayor o menor medida. Y aunque le explico las distintas formas de conjuración de hechizos y como la magia fluye a través de las líneas de ley, recorriendo todo el mundo, jamás avanzo a la parte práctica.

 El mago mandaba a menudo a su discípulo a juntar distintas plantas y hierbas, diciéndole que podía dedicar a esta tarea todo el tiempo que creyera necesario, con la libertad de pasarse todo el día vagabundeando por los arroyos y por los bosques y campos dorados bajo el sol. Para Odriel aquellas salidas eran una fiesta y nunca regresaba  antes del anochecer, mas nunca olvidaba de llevar las plantas que su maestro le había solicitado. Mientras trepaba  y erraba por el bosque, vadeando arroyos y explorando cuevas, no dejaba de buscarlas y siempre volvía con algunas. Descubrió entre dos arroyos un prado donde una flor, rara y muy apreciada por los curanderos, crecía en abundancia. Volvió allí al día siguiente. Alguien había llegado antes que él, una muchacha a quien Odriel conocía de vista, él no le hubiera hablado, pero ella se le acercó y lo saludó con amabilidad.

-Te conozco -le dijo-, tú eres Odriel, el discípulo de nuestro mago. ¡Me gustaría que me contaras cosas de brujería!

Yo no practico brujería, yo me dedico al estudio de la magia - dijo tímido al principio y receloso, con la mirada fija en las flores blancas que rozaban la falda blanca de la muchacha. La elfa no pareció notar el tono de molestia que había usado el joven y siguió hablando en un tono franco, desenvuelto e insistente, y poco a poco fue ganando la confianza de Odriel. Era una muchacha de la edad de él, alta y muy pálida, de tez blanquecina. Los cabellos largos y lacios le caían como una cascada de agua dorada.

A Odriel le pareció atractiva y, mientras conversaban, empezó a sentir el deseo de agradarle, de que ella lo admirase. Le contó la historia de cómo había sobrevivido a la explosión y como su maestro, que había visto talento en él, lo había escogido como aprendiz. Ella lo escuchó como si todo aquello la asombrara y maravillara, pero sin alabanzas ni elogios. Y un momento después se interesaba en otra cosa: - ¿Puedes hacer que vengan a ti los espectros de los muertos?

Odriel pensó que se burlaba de él con esa pregunta -Podría si quisiera -respondió con voz calma.

-¿No es muy difícil, muy peligroso, llamar a un espectro?

- Difícil, sí lo es. ¿Peligroso? -Odriel se encogió de hombros. Esta vez estaba casi seguro de que los ojos de ella brillaban de admiración.

La elfa entonces le pidió que hiciera algún hechizo para ella. Odriel la disuadió recurriendo a las palabras misteriosas que usaba su maestro, pero ella insistía y él no sabía cómo negarse rotundamente. Se marchó, pues, diciendo que el mago, su maestro, estaba esperándolo, y no volvió al prado al día siguiente. Pero al otro día volvió, diciéndose que tenía que recoger más flores. Ella ya estaba allí y los dos juntos vadearon descalzos las hierbas pegajosas, arrancando los pesados capullos blancos. Resplandecía el sol primaveral y ella volvió a hacerle preguntas sobre hechicería y magia y escuchaba todo con ojos tan asombrados que Odriel se dejó llevar una vez más por la vanidad.

Luego ella le preguntó si no haría algún sortilegio y como él murmuraba alguna excusa, ella lo miró, apartándose de la cara los cabellos dorados, y le dijo: -¿No será que tienes miedo?

-No, no tengo miedo.

Ella sonrío entonces con un ligero desdén. -Tal vez eres demasiado joven.

Esto Odriel no pudo soportarlo. No dijo mucho, pero resolvió que le probaría quién era. Le propuso que volviera al prado al día siguiente, si quería, y se despidió de ella para regresar a la casa mientras el mago estaba todavía ausente. Fue directamente al estante y bajó los dos Libros que su maestro nunca le había mostrado. Comenzó a buscar algún conjuro con el que pudiera impresionar a la joven elfa de cabellos dorados y mientras trataba de descifrar un conjuro que se titulaba “Bendición de los vientos” entró el mago en la casa.

Al ver al joven se acercó a él sin decir una palabra y le quitó el libro de las manos. - ¿Fue por ese conjuro que abriste los libros?

- No, Maestro -murmuró el muchacho, y lleno de vergüenza confesó lo que había ido a buscar y por qué motivo.

¿Nunca has pensado que así como hay oscuridad alrededor de la luz, también hay peligro alrededor del poder? Esta magia no es un juego al que nos dedicamos por placer o por halago. Piénsalo: en nuestro Arte, cada palabra que pronunciamos, cada acto que ejecutamos es para bien o para mal. ¡Antes de obrar o hablar hay que conocer el precio!

Avergonzado, Odriel exclamó - ¿Cómo puedo saber esas cosas cuando tú nada me enseñas? Desde el día en que vine a vivir contigo nada he hecho, nada he visto...

El mago dijo con voz apacible - Odriel no estás atado a mí ni a mi servicio. Tú no viniste a mí, yo fui hacia ti. Muy joven eres para hacer esta elección, mas yo no puedo hacerla en tu lugar. Si tal es tu deseo, te enviaré a la academia del Ocaso, donde se enseñan todas las Altas Artes. Cualquier arte que te propongas aprender, la aprenderás, pues grande es tu poder. Más grande aún que tu orgullo, espero. Me gustaría retenerte conmigo, pues yo tengo lo que a ti te falta, mas no he de hacerlo contra tu voluntad. Escoge ahora entre permanecer aquí o ir a Lunargenta.

Por un momento sintió el deseo de quedarse junto al elfo, de errar con él por los bosques, en largas caminatas, aprendiendo el silencio. Pero también había en él otros anhelos irreprimibles, la ambición de la gloria, el deseo de actuar. El camino que le había mostrado hacia la Maestría le parecía lento, un rodeo demasiado largo cuando él podía partir hacia la ciudad capital, donde el aire brillaba de encantamientos, donde los magísteres se paseaban entre prodigios.

-Maestro -dijo-, quiero ir a Lunargenta.

20 largos años después, Lunargenta, la hermosa y pacifica ciudad  elfica, cuna de forestales y magos famosos, comenzaba a iluminarse con los primeros rayos del sol. Poco a poco sus habitantes iniciaban sus tareas diarias sin sospechar siquiera lo que se les avecinaba. Odriel, como todas las mañanas desde que se mudó a la ciudad, se dirigió rumbo a la academia del ocaso marchito donde se dedicaba al estudio de la magia de viento.

Enérgico como era, había escogido la escuela de magia más relacionada con su personalidad. Inquietos e incontrolables solían decir sus maestros cuando se referían a los pequeños e inofensivos remolinos que generaba o a Odriel mismo. Como todos los días Odriel se rehusó a recorrer el aburrido camino y en lugar de eso atravesó el bosque saltando raíces y esquivando rocas mientras silbaba alegre.

Avanzaba a paso ligero cuando, de improviso, levanto la vista al cielo confundido. El cielo normalmente limpio de nubes se cubría por unos manchones negros que anunciaban tormenta. Se quedó varios minutos así, absorto en sus pensamientos hasta que una voz de mujer, salida de algún lugar cercano del bosque, lo saco de su ensimismamiento.

Intrigado, comenzó a caminar en la dirección de donde venía aquella voz, sin saber con qué se encontraría. Al llegar a un claro la vio sentada sobre unas enormes raíces. Una joven elfa de cabellos dorados y mirada cautivadora lo llamaba con la mano. La joven vestía un delicado vestido blanco que le cubría hasta la altura de las rodillas y parecía tener la misma edad que él.

- Acércate Odriel - Dijo con la voz más dulce que el joven mago había escuchado en su vida.

- Ese es mi nombre... pero tu... ¿Cómo lo sabes?  - Pregunto el joven sorprendido

- Soy Mit'hadril, aprendiz del gran mago Dusreth. Hace tiempo que te ha estado observando.  - Dijo mirando al mago fijamente - Mi maestro sabe las capacidades que posees y le gustaría que Odriel FeatherSun, el  aeromante, se convirtiera en su discípulo.

Odriel se quedó boquiabierto al oír que la elfa conocía no solo su nombre, si no también el apellido de su familia y la escuela a la que se dedicaba. - ¿Acaso tu maestro enseña en la Academia del Ocaso marchito? - Pregunto sin poder llegar a otra conclusión.

- Odriel... - La elfa se puso de pie y dio unos pasos hacia él, su belleza y gracia eran incomparables - Dusreth es un mago muy poderoso... no necesita mezclarse con los magister de la Academia. Puede ver lo que fue y lo que será. - A medida que hablaba se iba acercando más y más a Odriel - Sabia que llegarías hasta mí y también me dijo lo que responderías....- Añadió en un susurro sus labios estaban separados solo por un par de centímetros.-  Ven a este mismo lugar mañana y te llevare a conocerlo en persona - La elfa beso a Odriel y este no pudo reaccionar, su cuerpo hacia varios minutos que había dejado de responderle.

 Despertó horas después con los rayos del sol de mediodía pegando directamente sobre su rostro. Estaba tumbado boca arriba, en el pasto, justo en el lugar donde había oído la voz por primera vez. Odriel se levantó bastante perturbado y confundido y recorrió el trecho que le quedaba hasta la academia. Subió, rápidamente, los escalones decorados de la torre y llego hasta los niveles donde se dictaban clases. En lugar de dirigirse a alguna de las aulas, el joven mago cambio de opinión y en lugar de eso se metió en un baño.

Se dirigió a uno de los lavabos y se mojó la cara para tratar de despabilarse. ¿Acaso todo eso habría sido un sueño? No... Todo parecía tan real. Se miró al espejo, un joven quel'dorei de unos 70 años le devolvía la mirada. Sus cabellos eran plateados como los de su padre y su piel, blanca como la nieve, igual a la de su madre. Odriel no pudo evitar pensar en ellos. Su padre había sido un importante mago conjurador mientras que su madre era  abjuradora. Aun así se habían enamorado mutuamente la primera vez que se vieron y tuvieron un solo hijo antes de fallecer en aquel extraño accidente hacía ya 25 años.

Odriel mojó su cara una vez más y salió del baño para dirigirse, ahora sí, al aula donde debería haber estado desde la mañana. Aun pensando en lo acontecido esa mañana. Poco le importo cuando sus instructores, magos ya entrados en edad y fácilmente irritables, lo regañaron por no estar prestando la atención debida.

 A Odriel le fascinaba adentrarse en los conocimientos de la magia y si fuera por el pasaría todo el día escuchando a sus maestros, pero aquel día recibió con entusiasmo la llegada del final de las actividades

Desanduvo el camino hasta la entrada de la ciudad y de ahí hasta su casa ubicada en la parte más occidental de la misma. Al llegar a su casa ceno una comida ligera y se recostó sobre su cama meditabundo. Un torrente de pensamientos invadió la cabeza del elfo.

Poder... ¿no era acaso lo que siempre había anhelado?.. Y aquella elfa se lo había ofrecido tan generosamente...  pero acaso... ¿habría algún truco?.. ¿Alguna trampa?.. ¿Algún precio que pagar? ¿Valía la pena arriesgarse? Claro que lo valía... después de todo él era el último miembro de la familia FeatherSun... Era su misión recuperar el honor de esta. No importaban ni el precio que tuviera que pagar o cuantos sacrificios debiera hacer. Nada de eso importaba si lograba llegar a su meta. Si tendría el poder no habría nada a lo que temer hasta los más grandes se arrodillarían a sus pies. Ya había apostado demasiado tiempo en la academia de magia... era momento... de buscar otro camino, uno que fuero más directo y corto.

Odriel se quedó dormido ese día con aquel pensamiento grabado en su mente. Pero, aun así, no se decidió a acercarse a aquella zona del bosque sino hasta que reunió el valor necesario, una semana después. Decidió buscar a la elfa y rechazar amablemente la propuesta de la elfa recordando las enseñanzas que había recibido de sus anteriores maestros, era la sabiduría lo que en realidad debía buscar y no solo el poder.

Al llegar a prado la elfa ya estaba allí, vestida del mismo modo que la vez anterior y con una sonrisa en los labios.

 - Mi maestro sabía que tardarías en decidirte... pero lo has hecho demasiado tarde...- dijo antes de que Odriel pudiera articular palabra alguna - aun así me ha enviado a que te ayude a llegar a un lugar seguro.

- ¿Un lugar seguro? - repitió el mago otra vez confundido. La elfa claramente sabía algo que el desconocía - ¿A qué te refieres exactamente? No hay lugar más seguro que nuestro bosque.

- Aeromante Odriel si has venido hasta aquí deberías empezar a confiar en mí y sobretodo en mi maestro. - Mientras decía esto empezaron a oírse gritos de pánico

. Desde la charca placido susurro hasta los mismos torreones de la ciudad se oía como la gente huía de algún peligro. Miles de elfos corrían en distintas direcciones, algunos tratando de escapar y otros tratando de hacer retroceder a los no-muertos que cada vez eran más, ya que, a medida que iban cayendo los elfos, estos eran levantados por los nigromantes enemigos. La traición era evidente ya que las noticias del que la plaga había invadido los bosques de canción eterna no había llegado sino hasta que fue demasiado tarde y ya no había forma de evitar la derrota.

Odriel junto a la maga, a diferencia de la mayoría, se había dirigido rumbo al este. - Debemos llegar donde mi maestro - repetía continuamente ella. - Debería estar esperándonos en una cueva un poco más adelante. – y corría cada vez más presurosa mientras detrás de ellos comenzaban a oírse sonidos de gruñidos. Odriel estaba acostumbrado a atravesar el bosque y tenía una buena resistencia física, pero no la elfa, la cual termino tendida en el suelo recuperando el aliento.

De repente todos los sonidos se apagaron y alrededor de ellos la oscuridad comenzaba a extenderse. Una figura tambaleante se acercaba a los dos elfos. Cuando Odriel pudo distinguir de qué se trataba, ya era demasiado tarde. El no-muerto se había arrojado sobre Mit'hadril dispuesto a desgarrarle la carne.  Odriel fue más rápido y se interpuso en el camino de la criatura mientras sentía como esta clavaba sus garras en el rostro realizo un conjuro con lo que una ráfaga de viento arrojo a la criatura hacia atrás.

Aprovechando la oportunidad ayudo a la elfa a ponerse de pie, retrocedió unos pasos, dio media vuelta y corrieron juntos en dirección contraria, con el no-muerto pisándoles los talones. La sangre le martilleaba los ojos, el aire le quemaba la garganta, y en realidad ya no corría, avanzaba vacilante, tambaleándose. Le pareció ver una luz en algún lugar delante de él, y creyó oír una voz más arriba, en alguna parte, que lo llamaba -¡Ven! ¡Ven!

Trató de responder pero no tenía voz. La luz pálida apareció delante de él más clara y definida, alumbrando un portal.  Con el último aliento que le quedaba, Odriel se precipitó hacia la débil luz arrastrando a la elfa consigo. Pensó en volverse para cerrarle el paso al no-muerto, pero las piernas no lo sostuvieron. Se tambaleó, buscando un apoyo. Unas luces le aparecieron ante los ojos, enceguecedoras. Sintió que caía y que algo lo sostenía al mismo tiempo. Pero la mente exhausta del mago se hundió en las tinieblas.

Odriel despertó, y durante un largo rato sólo supo que era agradable despertar, pues no había esperado despertar otra vez, y era maravilloso ver la luz, la vasta y simple luz del día alrededor. Tenía la sensación de flotar en esa luz. Al fin se dio cuenta de que estaba acostado en una cama montada sobre una armazón sostenida por cuatro altas patas talladas, y los colchones eran grandes sacos de seda rellenos de pluma, y por eso él pensaba que estaba flotando. Y de lo alto del lecho colgaba un dosel de seda carmesí para proteger de las corrientes a quien allí durmiera

Odriel se incorporó, descubriendo que estaba vestido con una túnica de brocado de plata y seda, como un señor. Junto al lecho, sobre una silla, lo esperaban un par de botas de cuero flexible y una capa forrada con piel. Una puerta se abrió a espaldas de Odriel, y entró un elfo de unos  200 años - Bienvenido, mi joven discípulo-dijo, sonriendo. Era elfo alto de cabellos oscuros y mirada penetrante, y estaba vestido de blanco y plata. Odriel se inclinó en una tiesa reverencia.

-No te acuerdas de mí, parece. –Dijo el recién llegado

-¿Acordarme de ti, Señor?

- Pensé que no me recordarías -dijo el elfo, sonriendo-. Pero, aunque tengas poca memoria, eres bienvenido aquí, como un viejo amigo.

-¿Qué lugar es éste? – Dijo Odriel confundido

Esto es Dalaran mi querido discípulo y yo soy el Magister Dusreth, aunque puede llamarme solo maestro. Has estado inconsciente por demasiado tiempo y eso es algo que no nos es sobrado. – He visto que esta ciudad pronto caerá al igual que lo hizo Lunargenta y espero estemos bastante lejos de aquí para cuando eso ocurra

- ¿Dusreth? ¿Discípulo? Yo aún no he dicho que si –Replico confundido – Por mucho poder que prometas no puedes ignorar el equilibrio del mundo – Dijo apresuradamente, mostrando, sin quererlo, sus dudas acerca de la propuesta.

- Entiendo tus dudas Odriel pero has sido limitado por aquellos magos de la academia y sus advertencias…  –Comenzó Dusreth con una sonrisa,

-  Pídele a un mago que te explique un secreto y siempre te hablará de equilibrio, de peligros y de tinieblas. Un mago, un mago de verdad, uno que hubiera trascendido esas niñerías, es sin duda bastante poderoso como para hacer cualquier cosa, y equilibrar el mundo como mejor le parezca, y ahuyentar las tinieblas con su propia luz. - Concluyo mucho más serio, convenciendo a Odriel, que no dijo palabra alguna para contradecirlo

-  Y ahora ven conmigo, quiero presentarte a mis otros discípulos – Dicho esto lo condujo a través de un pasillo de piedra hasta otra lujosa habitación donde esperaban otros 3 Quel’dorei adolescentes

- A Mit'hadril ya la conoces, ella es experta en el arte de la ilusión, y luego están Ket’rhos, piromante consumado y Alesser quien se dedica al estudio de la conjuración – y luego agrego dirigiéndose a los otros tres – Y el mis estimados, es Odriel, nuestro aeromante.

 Ahora si me disculpan, terminare de preparar el portal para salir de aquí. – Y se retiró por una puerta lateral.

Uno de los dos elfos se acercó a Odriel – Así que aeromante eh- Dijo con  aire de altivez -Aquí en Dalaran todos los sortilegios son poderosos. Haznos un hechizo, Aeromante. Muéstranos tu estilo.

Confuso y tomado por sorpresa, Odriel no dijo nada.

-Más tarde, Ket’rhos -dijo Mit'hadril con calma-. Déjalo en paz un rato.

- O es hábil o tiene poder, de lo contrario el Maestro no hubiera elegido para que se nos uniera ¿Y por qué más tarde, y no ahora? ¿No es así, Aeromante?

- Soy hábil y tengo poder -replicó Odriel que ya estaba recuperando y se ponía a la altura de su compañero – Pero yo no practico la magia ni por placer ni por halago – respondió con altanería

Odriel descubrió demasiado pronto que no era el único ni el favorito de los discípulos de Dusreth y que si quería conseguir el favor de su nuevo maestro debería esforzarse por superar a los otros 3, los cuales, no serían nada permisivos con él.

Poco tiempo después el portal estuvo terminado y todos lo atravesaron escapando de Dalaran antes de que el vaticinio de Dusreth se cumpliera. Por varios años viajaron como grupo por distintos lugares de las tierras del este Hasta que llegó el momento en que Dusreth desapareció sin dejar rastro, dejando una suma de dinero a cada uno con la que podrían vivir por un tiempo cómodamente.

Mientras que Ket’rhos y Alesser se dirigirían hacia la ciudad estado de Theramore, Odriel y Mit'hadril viajarían a Ventormenta, capital del imperiodeseando continuar sus estudios en la torre de Artes y Ciencias. El grupo ansiaba reencontrar a su maestro y continuar con la idea de este de restaurar la sociedad Quel’dorei como una nueva nación donde la magia fuera el pilar fundamental.

Odriel no quería perderles pisada a sus “hermanos” en el estudio de lo arcano, por lo que partió de inmediato a tierras humanas. Con el dinero dejado por su maestro, pudo sobrevivir lo suficiente como para conseguir un trabajo estable en una biblioteca. Ya con su situación económica más estable, era hora de unirse a la academia.

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PROGRESOS I: Práctica en el campamento del ejército

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La evocación es una de las artes más útiles que están al servicio de cualquier aeromante que se precie. Pero para que el viento sirva al mago, primero el taumaturgo tiene que entregarse a su estudio. Es por eso que día tras día me dedico al estudio de los movimientos eólicos, como aquella mañana en el campamento formado a las afueras de Villadorada.

Los gnolls aún no se habían mostrado por la zona, pero sabíamos que era cuestión de tiempo para que lo hiciesen por lo que practicar mis hechizos se encontraba entre mis prioridades.

Me encontré con la señortia Achea recorriendo las tiendas y ayudando en cuanto podía al igual que todos los días anteriores. Parecía que estaba a punto de tomar un descanso, por lo que entable una conversación con ella que derivó a que le ofreciera hacer una demostración de aeromancia. Después de todo debía practicar los conjuros que tanto esfuerzo me estaba tomando dominar.

Nos dirigimos al exterior de las empalizadas mientras de camino se nos unían Velanys y un muchacho humano llamado Jack.  Este último no se quedó por demasiado tiempo hasta que volvió al campamento para, según creo, anotarse como voluntario.

Procedí a preparar todo para la práctica; una vara de madera bien clavada en la tierra bastaría de momento.  Realice algunos hechizos sencillos de rango antes de acercarme para practicar mi, normalmente más eficiente, corte de viento.

Esa fue una de las tantas veces en las que no fue efectivo. Fue efectivo, aunque no con el efecto deseado. El viento afilado se escapó de mi control  dejando una corte en la palma de mi mano. Así debían sentirse mis enemigos cuando eran cortados por una espada a la que no pueden ver. Mientras observaba mi propia herida, recta y limpia, Achea se acercó a ayudarme. Casi había olvidado por completo su presencia, pero ella fue muy amable vendando el corte.

El siguiente intento procure concentrarme por más tiempo y logré el resultado esperado:  La vara siendo cortada a la mitad. El entrenamiento había sido un éxito, dentro de los parámetros que pueden preverse.  

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PROGRESOS II: Práctica en las dependencias externas de la Academia

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Oscurecía en Villadorada y mientras muchos regresaban a sus hogares luego de largas jornadas de trabajo, los quel’doreis, Mélandyel  y Odriel  se reunían en una de las encrucijadas cercanas al ayuntamiento. Bueno, decir que lo hicieron por común acuerdo es impreciso. Más bien, Mélandyel encontró a Odriel como si hubiera sabido que el elfo estaría deambulando por esa zona, lo interceptó agarrándole de la mano y, apenas dándole tiempo para reaccionar, lo arrastró hacia la zona oeste de la aldea.

- Ya que no estabais haciendo nada  -  Dictaminó ella. - vamos a realizar las prácticas que teníamos pendientes

Odriel no opuso demasiada resistencia ya que era el principal interesado en llevar adelante dicha práctica, necesaria para progresar en sus estudios arcanos.  Siguiendo el camino que habían tomado llegaron hasta la casa de Mélandyel, donde la elfa recogió material que le sería indispensable y lo cargo en un pequeño morral que Odriel se ofreció a llevar.

Luego de una corta charla decidieron que lo mejor sería ir a las dependencias exteriores de la academia, por lo que, sin perder demasiado tiempo, se pusieron rumbo a dicha zona de entrenamiento.

Al llegar allí, cerca de la medianoche, algo de luz quedaba en algunas de las ventanas de la torre pero, en mayor parte, una leve capa de penumbra imperaba sobre la zona.

 - ¿Veis? ya os lo dije, aquí no vamos a molestar a nadie a estas horas – reafirmó Mélandyel mientras tomaba el morral y lo dejaba cerca de un macetero.

La quel’dorei sugirió continuar con la pequeña practica que habían dejado pendiente. En la ocasión anterior Odriel había estado creando pequeñas ráfagas arremolinadas de viento. Esta vez trató de formar algo más similar a un tornado aprovechando los consejos y cambios que la abjuradora le iba sugiriendo, logrando un mejor efecto.

Luego de eso, Mélandyel, decidió unirse a la práctica de forma más activa. Sugirió utilizar un hechizo para fortalecer la defensa de uno de los monigotes del patio mientras Odriel intentaba derribarlo. Sin mucho preámbulo, reclamó energía concentrándola y evocándola en forma de placas de hielo y dirigiéndolas hacia el muñeco, creando un revestimiento endurecido de capas de escarcha.

En sus primeros intentos Odriel no logró pasar por sobre la defensa del, ahora, muñeco criomante. No fue hasta el tercer intento en el que pudo quitar el recubrimiento, que Mélandyel había aplicado eficientemente, y así derribar a la figura de madera. Luego de estos primeros intentos, Odriel y Mél decidieron pasar a un nuevo nivel de conjuros.

Ambos probarían nuevos hechizos que habían estado estudiando. Era el momento de llevarlos a la práctica. Mélandyel se remangó destapando los antebrazos y adoptando una actitud mucho más seria y concentrada. Inició el proceso, reclamando un mayor caudal energía, y apuntando al muñeco lo envolvió con una capa ovalada cerrada por su parte posterior.  La burbuja emitía un leve reflejo y humeaba con el vapor frío de la escarcha.

Por su parte, Odriel canalizó su energía dando forma a una translucida espada de viento evocada como una extensión de sus dedos índice y corazón. Con ella trato de penetrar el escudo con el que Mélandyel protegía al muñeco. El elfo logró golpearlo de manera efectiva en dos ocasiones, una estando cuerpo a cuerpo y otra utilizando la espada de viento cual proyectil afilado. La criomante mantuvo la esfera protectora ante los ataques del elfo y ambos lograron un progreso notable en el dominio de sus hechizos.

Después de haber estado canalizando por bastante tiempo, ambos estaban algo agotados y decidieron por dar terminado el entrenamiento, dando paso a la vuelta a casa y a la recuperación de energía.

 

Spoiler

@Curly por si quieres usarlo para subir algunas de las habilidades que usaron entonces. 

Ha pasado bastante tiempo, pero mejor tarde que nunca

 

Spoiler

Me voy a cobrar esta!!! xD

 Odriel dice: *Entre los dos muñecos de la izquierda debería formarse un remolino de viento que iría ganando algo de potencia*
 Odriel tira los dados y obtiene 2 (1-10)
 Mélandyel dice: Bueno.. *se encoge de hombros al ver esa cosa chuchurría* 

 

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PROGRESOS III:  Entrenamiento en el bosquecillo de Villadorada

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Paseaba en cercanía de la fuente de Villadorada, como solía hacer por aquellos días. Su actividad favorita: Lanzar hojitas al viento y seguirlas hasta que tocasen tierra. Estaba así, ensimismado con la tarea, cuando una voz lo hizo volver a la realidad.

-Bal’a dshash – Oyó la pronunciación no del todo correcta, y, antes de ver al humano que lo saludaba, ya sabía con que se encontraría. Un muchacho de baja estatura y constitución normal, de piel blanca, y pelo oscuro lo observaba sonriendo. - ¿Practicando las artes arcanas?

Odriel, sorprendido por la sagacidad del muchacho, entabló una conversación con él, entusiasmado. No era común encontrarse con gente que tuviera especial aprecio por la cultura elfica y Goldeon, como se llamaba el muchacho de cabello oscuro, lo tenía. El joven humano se reía sin maldad de las clásicas respuestas respetuosas del elfo, haciendo mención que eran educadas y que era lo que se esperaba de ellos, razón por la cual los admiraba en cierta medida.  

Odriel, hinchado de orgullo por su pueblo, continuó la conversación. Hablaron de la academia a la que el humano había pertenecido y el elfo deseaba pertenecer. El quel’dorei descubrió que Goldeon había estudiado las artes arcanas en el pasado y lo instó a seguir practicándolas aunque fuese por cuenta propia.

Goldeon necesitaba encontrar una herrería y luego de que el elfo le mostrase el camino, Odriel aceptó mostrarle algo de su magia élfica. Acordaron juntarse en el bosquecillo detrás de la glorieta de la fuente y se separaron para volver a encontrarse minutos más tarde para aquella demostración.

 Mientras conversaban de los profesores de la academia, Odriel se posicionó frente a un enorme tronco caído, probablemente producto del pasado ataque gnoll. El mago explicó que aunque el viento podía parecer inofensivo, podía utilizarse de distintas manera, ofreciendo una variable ofensiva. Pasando a la práctica, murmuró un sortilegio y blandió en el aire una espada invisible con la que hizo saltar la corteza del tronco.

Ante la sorpresa de Goldeon por aquel conjuro, Odriel le contó de su temporada estudiando en la academia de Quel’thalas, dejando claro que tenía muchos más años de los que aparentaba.

Prosiguiendo con la demostración, Odriel tomó distancia y luego de calentar con algunos hechizos sencillos, preparó nuevamente su llamado “corte de viento” y canalizó energías creando aquella ráfaga de viento afilada similar a la anterior, pero lanzándola a distancia contra la corteza del tronco caído.

Luego de eso, Goldeon mencionó que debía irse. Odriel le aseguro que podía contar con su ayuda si alguna vez retomaba sus estudios arcanos y finalmente se despidieron, yendo cada uno por su lado.

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PROGRESOS IV: ¿Magia? No, defensa

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Odriel sabía que su habilidad parando ataques físicos no era la mejor que podía esperarse de alguien que corría tantos riesgos. Por años había estudiado para dominar la aeromancia, pero ahora veía como todos sus esfuerzos parecían vanos ante enemigos que no dominaban estrategias místicas.

Buscando mitigar esta debilidad, Odriel acudió a la taberna del barrio bajo, contando con que allí encontraría a Bodvar. Una vez en el lugar, Odriel no se sorprendió demasiado al enterarse de boca de Nicholas que el enano había partido en una de sus tantas expediciones la bosque. 

Contrariado pero decidido a no desperdiciar el tiempo que el había tomado llegar hasta allí, el aeromante le propuso entrenar a Nicholas. Luego de una breve conversación ambos coincidieron en que les sería beneficioso. Nicholas necesitaba practicar con su espada y Odriel necesitaba esquivar esos golpes. 

Fue así que se dirigieron al patio trasero de la posada donde habían montado una zona de entrenamiento. La noche era agradable y parecía que les permitiría pasar un rato sin preocuparse por las esporádicas lloviznas. Nicholas escogió una espada de madera y se posicionó frente a Odriel.

El mago le pidió que intentara golpearlo mientras que el procuraría esquivar los golpes. Nicholas practicó diferentes movimientos con tal de derribar al elfo y varios de ellos dieron resultado. Odriel por su parte esquivaba o bloqueaba los ataques que podía y los otros eran mitigados por su armadura de cuero. 

A pesar de contar con esta protección, Odriel terminó con una buena cantidad de moratones, tumbado en el suelo y respirando con dificultad. A pesar de que varios golpes habían dado en el, el mago sabía que aquellas horas de practica le valdrían en un futuro. Con ayuda de Nicholas se puso de pie para, posteriormente, regresar a la librería del elfo. 

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PROGRESOS V: El poder de La Luz vs La Aeromancia

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El enfrentamiento con Elir, el brujo, había dejado a Odriel herido, pero no solo su cuerpo sino también su espíritu. Ver superada su defensa por aquellos hechizos lo hizo recapacitar acerca del tiempo que estaba dedicando a pulir cada una de sus habilidades. Defenderse de habilidades arcanas era una cosa, pero otra muy distinta era detener hechizos de vacío. Con la idea de aprender a detener otras energías que no fuesen de energías arcanas, Odriel se dirigió al cuartel de la mano de plata buscando a Jared. 

El novicio justo salía de los establecimientos y se topó con el elfo. Una corta conversación bastó para que Odriel explicase la situación. Jared aceptó entrenar con el aeromante y juntos pusieron rumbo a un sitio alejado, un pequeño bosquecillo donde no molestarían a nadie con sus hechizos.

Al llegar a aquel sitio especifico ambos se colocaron frente a frente y acordaron como sería aquella practica. En principio Jared lanzaría algún hechizo de Luz mientras que el mago le detenía y luego a la inversa. Odriel confeccionó un escudo arcano para su defensa mientras que utilizaba ráfagas de viento para probar la defensa del humano. Jared por su parte intentaba dominar aquellas artes y necesitó concentrarse bastante para lograrlas, requiriendo en algunas ocasiones varios intentos.

Estuvieron practicando por un buen rato ante las atentas miradas de Margot y Lisandra que habían pasado por allí como espectadoras. El elfo, gracias a que tenía algo más de experiencia, pudo frenar la mayoría de los ataques. Jared en cambio tuvo algunas dificultades pero aun así el resultado fue bastante satisfactorio al final. Pasaron un par de horas con este entrenamiento hasta que el par decidió volver a sus actividades diarias y descansar.

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PROGRESOS VI: Espada Imperecedera

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La zona de entrenamiento detrás de la Capital se había convertido en un sitio al que el elfo concurría con cierta frecuencia. A veces para reunirse antes de alguna exploración al bosque, otras simplemente para entrenar. En una de aquellas ocasiones se encontró con Nicholas y decidió practicar su corte de viento. El humano, con cierto interés por la magia del elfo, permaneció como espectador. 

- Aeromante contra Ogro - Bromeó Odriel mientras se posicionaba frente a aquellos barriles amontonados y pintados que representaban a una de aquellas grotescas criaturas; No a los aeromantes, sino a los ogros. El enfrentamiento no duro demasiado y luego de un par de intentos, Odriel logró efectuar de manera correcta el hechizo y dejar una marca sobre la madera.

 

Días más tarde Odriel encontró otra oportunidad, aunque inesperada, de practicar sus conjuros. Se encontraba en el bosque junto a Lissandra, Valaden, Bodvar, Konstantine y Aldebarán. En resumen, eran un grupo numeroso y se había adentrado en la espesura, no sin cierto nerviosismo por parte de algunos de ellos, con la intención de encontrar un sitio donde entrenar. 

El claro al que llegaron parecía bastante acogedor, pero dejó de serlo en cuanto un grupo de gnolls aparecieron tras una elevación del terreno. ambos bandos no tardaron en enzarzase en una encarnizada batalla que terminó con un claro vencedor. En aquella ocasión, Odriel se lució con varios movimientos de aeromancia, cortando un par de gargantas gnolls con su corte de viento. 

 

Corte de viento, no era un nombre que le gustase demasiado a Odriel,  pero era tan intuitivo como podría aspirar a ser. Fue un muchacho albino miembro de la iglesia quien le ofreció un mejor nombre. su nombre era Konstantine, un muchacho con muchos deseos de aprender y en extremo enérgico. A Odriel le sorprendió esa cualidad en el humano y accedió a enseñarle uno de sus hechizos. 

Cuando ambos tuvieron la ocasión, se reunieron en las inmediaciones de la academia seguidos por Aldebarán, un sujeto silencioso. Posicionándose frente a uno de los muñecos de entrenamiento que estaban dispuestos en aquella zona. Odriel alzó la mano derecha y canalizó energía sobre ella. Mientras lo hacía, el viento se arremolinó en forma estirada como si fuera una espada en manos del mago. Con un movimiento horizontal, el quel'dorei blandió la espada y su hechizo voló hacia los muñecos de entrenamiento, golpeando con la barrera que los protegía. Había sido un exito y Konstantine, sorprendido, le sugirió un nuevo nombre para aquel Hechizo, espada imperecedera. Odriel sonrió, le gustaba aquel nombre.

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