Saltar al contenido
Conéctate para seguir esto  
Thorch

Miguel Cruz

Recommended Posts

 

rr8l77.jpg

 

  • Nombre: Miguel Cruz
  • Raza: Humano
  • Sexo: Hombre
  • Edad: 52
  • Altura: 1.82
  • Peso: 80
  • Lugar de Nacimiento: Lordaeron
  • Ocupación: Capellán Escarlata
  • Historia completa

 

Descripción física:

Hombre anciano, calvo, y delgado. Solo algunos pocos cabellos plateados recorren el diámetro de su cabeza. Su rostro arrugado muestra una expresión afable pero austera, y los ojos color avellana grandes, reflejan algo de tristeza melancólica. A pesar de ello, posee una estatura considerable, y un cuerpo que recibió entrenamiento, algo disimulado por las ropas cómodas que suele usar. Unos labios finos cubren su dentadura blanca, y un tono de voz profundo casi marcial, contrasta con lo esperable para un sacerdote ordinario.

 

 

Descripción psíquica:

Spoiler

Persona culta y paciente. De buena capacidad oratoria, y porte digno. Gusta del trato con las gentes de toda clase social, y las charlas gentiles. De pensamiento analítico e investigativo, no suele mostrar jamás sus verdaderas intenciones. Tras la fachada de anciano sabio, devoto y sacrificado, se encuentra una persona pragmática, fría e inmisericorde. Aunque siempre preferirá que sean otros los que se manchen las manos con sangre, mientras él mueve los hilos cual jugador en partida de ajedrez, para que sean sus piezas quienes caigan llegado el caso. Siempre existe la posibilidad de una revancha, si se procura partir a tiempo y cubrir los rastros. La luz sabe que la compasión no es para todos, y el bien mayor debe primar siempre (esto resume su pensamiento).

 

 

 

 

Historia

 

El sol se escondía lentamente, reflejando en el crepuscular horizonte, tonos escarlatas que se fundían entre las primeras sombras nocturnas. En el monasterio, los iniciados de bajo rango se abocaban a las tareas previas a la cena. Mientras los capellanes preparaban los oficios, para la conmemoración del rito purificador nocturno, que solía celebrarse antes del reposo. Sin embargo no todos los iniciados eran jóvenes allí. Don Miguel Cruz, no solo peinaba canas, sino que mostraba una calvicie prominente. No obstante lucía el mismo hábito sencillo y rojizo, propio de aquellos que recién comenzaban la senda del sacrificio. Aquellos rostros jóvenes y temperamentales, contrastaban con la figura arrugada e impasible del veterano. Sin embargo Don Miguel, trajinaba con más agilidad de la esperable, y la misma actitud humilde y entregada que el resto de iniciados. Hacía varios años ya que el antes inquisidor, permanecía recluido voluntariamente en la abadía, como si el haber sido degradado oficialmente en el pasado, no fuera castigo suficiente para él mismo. Desde el inicio, había rechazado enérgicamente los intentos de algunos capellanes, por mostrarle algo de consideración y respeto. A lo que finalmente se terminaron acostumbrando todos, dejando de lado el pasado del anciano por completo.

El viejo iniciado se encontraba repasando las celdas escoba en mano, cuando los gritos de los clérigos centinelas llegaron a sus oídos:

-           Se avistan unos jinetes por el camino, parecen cruzados!

No demoró mucho en cubrir el trayecto hasta su propia recamara, y que la escoba resultara sustituida por el antiguo mazo de guerra que aún conservaba. Toda precaución era bienvenida pues sus viejos ojos, ya habían visto demasiados cruzados muertos andar por las noches, inclusive montando corceles esqueléticos. Conservando aún las sagradas insignias por las que lucharon en vida, a las que también supieron ofrendar su muerte, y recibir como obsequio la pena eterna.

Cuando llegó al ya ennegrecido patio, pudo comprobar como sus temores parecían infundados. Las antorchas de los clérigos que custodiaban los portones, iluminaban claramente los rostros de aquellos escuderos y cruzados, que descendían vivos de sus caballos. Lo que si no esperaba es que todas las miradas se posaran sobre él, mientras unos le señalaban y otros se santiguaban. A partir de ese instante la escena comenzaría a transcurrir en forma lenta. Parecía ser cruzado el que descendió de su montura apresurando el paso hacia él anciano, y terminó ofreciéndole una bandera escarlata prolijamente doblada, demasiado limpia como para pertenecer a algún caído en batalla. Sus palabras no mostraron tono alguno de congoja, por el contrario resultaron frías y escuetas, como quien se quita un enorme peso que yacía sobre sus espaldas.

-          Su hermano, el abanderado Ismael Cruz, cayó en la batalla de la Colina Roja, como comandante en jefe de las fuerzas imperiales defensoras, que resultaran derrotadas por las tropas renegadas, próximos al enclave de Sentencia, en las Tierras Altas de Arathi del Reino de Stromgarde. En representación de los mandos de la Cruzada Escarlata, entregamos esta bandera a su único familiar vivo conocido, hacemos efectivo el pago del seguro de vida acorde, y rendimos los honores correspondientes a tan valeroso guerrero con profundo pesar, dando a usted su hermano las condolencias pertinentes…

Tras la bandera, el cruzado entregó a Don Miguel una bolsa de terciopelo carmesí, cuya llama dorada bordada destacaba en el conjunto, y que por su peso denostaba la existencia de varias piezas de metal en su interior. Tras esto y un saludo marcial al unísono, los jinetes se retiraban haciendo caso omiso a las preguntas del iniciado:

-           Cómo fue? Donde está su cuerpo?. Porque no me traen su medallón y tabardo, en lugar de esta bandera que seguro no le perteneció?...

Sin lograr contener el llanto, solo percibía el eco de sus palabras, el resonar de los cascos de los caballos que partían por el empedrado, y la fuerza de aquellos brazos jóvenes que lo arrastraban hacia sus aposentos. Vio como el último iniciado palmeaba su hombro, antes de cerrar la puerta de su habitación en forma violenta, luego la oscuridad y el silencio sepulcral.

Recordó a su hermano menor, hasta en los sueños. Siempre había sido el más leal y altruista de la familia, era un buen hombre y militar. Vivió por sus seres queridos, la fe en la sagrada luz, y el servicio en la guardia real de Lordaeron, hasta que todo lo perdió a manos de los no muertos. Afectos, fe, patria y hasta la sonrisa. Luego la cruzada escarlata, quien diría… Sin embargo algo no cuadraba, hacía mucho que no recibía noticias sobre Ismael. Pero le conocía bien, la misma sangre corría por sus venas, sabía era un buen estratega, como pudo caer de esa forma?. Muchas cosas no cerraban, demasiados cabos sueltos, aquello era el desenlace nefasto, de una sucesión de hechos que desconocía por completo.

Una semana permaneció de luto en honor a su hermano, mal comiendo y solo saliendo de su celda para visitar la biblioteca. Por eso resultó sorprendente para todos, que ya lo creían perdido en la locura. Cuando Don Miguel Cruz se presentó vistiendo su mejor toga, bolso en la espalda, martillo sagrado al costado y bastón en mano, ante el abad. Solicitó información y registros sobre la actividad del Abanderado Ismael Cruz, los cuales le fueron concedidos. Y argumentando lo que ya todos sabían, pidió también retomar la labor inquisitorial desde el escalón más bajo, pues había pagado con creces su castigo, ya hacía varios años. Lo que también le resultó otorgado, junto con la posibilidad de ser destinado a la embajada de Ventormenta, lugar donde se encontraba el gran cruzado bajo cuyas órdenes directas, prestó servicios Ismael Cruz. Recibiendo por último, los registros del hospicio consagrado a la causa cruzada denominado "De la Pureza", que aparentemente habría sido fundado por el abanderado en un arrabal sureño.

Largo sería el viaje que le esperaba al viejo iniciado escarlata Don Miguel Cruz, máxime cuando sería recorrido en soledad y pobreza. Sus sandalias desgastadas parecían poca cosa como para cubrir el camino de norte a sur, por lo que decidió usaría esas monedas manchadas con sangre amada, y así poder cumplir con su misión. Si la sagrada luz tenía un plan que su hermano que no logró culminar, el levantaría la bandera y proseguiría, con su labor cruelmente eclipsada y truncada. De no ser así, al menos procuraría buscar la verdad, que permanecía oculta a sus ojos y sentir. Para de este modo hacer justicia en nombre de la luz, sobre la memoria de aquel muchacho que vio nacer, y constituía el alma más benigna, que el linaje Cruz pudo tener.

Editado por Thorch

Compartir este post


Enlace al mensaje
Conéctate para seguir esto  

×
×
  • Crear Nuevo...