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Elireth

Katya Alexei Straghov Volskaya

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Nombre:  Katya Alexei Straghov Volskaya

Edad:  30

Altura:  1.80
Lugar de nacimiento:  Kainham , situada al Este de Andorhal a cinco días de camino hacia los valles de Darmen en el reino de Lordaeron.

Descripción física:

Es una mujer alta y físicamente fuerte, cuenta con un físico fibroso  y marcado dada su vida de superviviente, si bien, en esa época estaba más bien famélica, una vez logró salir de aquel horror mejoró considerablemente. Sus cabellos dorados suele llevarlos bien amarrados en una coleta, sus ojos son azules siendo que el izquierdo casi es tocado por una de las tres cicatrices que surcan ese lado de su rostro desde el pómulo la más larga hasta la oreja, su labio inferior también es tocado ligeramente por una de estas cicatrices, desviándose en su recorrido ligeramente por la barbilla. Si bien su lado bueno deja claro que es una mujer de facciones bonitas y finas, esta cicatriz la desfigura y le da una apariencia particularmente hostil. Sus ropas actuales son más bien harapos remendados, una espada que más parece una sierra y un pistolón improvisado con metales que casi parece estar oxidada o bien tostada por el uso excesivo, sea como fuere parece haber sido fiel hasta ahora. Y  tan fiel como sus armas es su collar con el símbolo de la luz sagrada hecha improvisadamente con hojalata, no se desprende de ella en ningún momento.

 

 

 

 

 

 

Noches de pesadillas

El sonido de las botas sonaba húmedo en el empedrado mojado de lo que alguna vez fuera una de la calles principales más hermosa de Kainham. La fuerte lluvia amenazaba con inundar el lugar y las casas derruidas que obstruían el flujo no ayudaban demasiado a que el agua pudiera filtrarse y tampoco a la pareja que corría como si la vida se le fuera en ello esquivando los escombros del antiguo teatro, alguna vez orgullo de los locales que ahora solo era madera quemada y destrozada.  La figura más alta era de Alexis Volskaya , corría desesperado llevando en brazos a su hija y aferrando de la mano a su esposa Andrea Straghov – Nos alcanzaran… n- no podemos dejarlos atrás – decía ella entre jadeos por el cansancio, su pecho ardía de dolor pero no podía detenerse, no si quería conservar la vida. Alexis no se tomaba el tiempo para hablar, solo tiraba de su mujer como si de esa manera pudiera insuflarle energías para continuar. Desviaron a un lado, y se ocultaron en un callejón que apenas y se mantenía en pie. Katya, la pequeña entre los brazos del hombre estaba aterrada y su padre le tapaba la boca para que su llanto no atrajera la atención. El silencio se hizo y la tensión se acrecentaba. En una de las paredes se proyectaba la sombra de una criatura a cuatro patas acompañados de otro par que ahora mucho más lentos, parecían estar buscando a su presa perdida.

No fue el  llanto, ni el sonido de los dientes tiritando del miedo y el frio lo que atrajo la atención de las bestias, no, fue una rata. Una condenada rata decidió moverse entre la basura haciendo caer un frasco de vidrio que se quebró y atrajo de inmediato a los monstruos no-muertos. La pareja se apretujo con fuerza, esperando que la oscuridad los protegiera, mientras que las criaturas se movían por el callejón a paso lento, para nada estúpidas, sabían que podía ser una trampa. Los necrófagos andaban y simulaban olisquear, ¿a caso podían hacerlo?, se preguntaba Alexix mientras buscaba alguna forma de sacar a su familia de aquella situación pero estaban atrapados y las criaturas se acercaban. Entonces vio sobre ellos, la pared era alta pero podía pasar a  su hija por arriba, ella podría salvarse. Su mujer como si hubiera leído su mente, le miró y asintió. Ella se saco algo de la bolsa, una caja y se la entrego a la niña que la miraba con ojos abiertos y asustados – Conserva esto…  nunca lo pierdas, será nuestro vinculo – la caja con adornos dorados y protegida por una cerradura y su llave fue aferrada por la niña que no entendía lo que pasaba y tampoco tuvo tiempo a entenderlo pues su padre la alzo y la coloco sobre la pared – ¡ Corre Katya, ve por ayuda, no mires atrás ¡ - ella observo aterrada a sus padres, entrando en llanto, solo tenia doce años -  ¡ No , no quiero… quiero estar con ustedes ¡ - las bestias al escuchar el ruido se abalanzaron – ¡ Ve Katya ¡ - grito su madre, las bestias rugieron, Alexis se lanzo contra una de las criaturas para detenerla, la otra fue por la niña pegando un salto pero Andrea se aferro a las patas deteniendo sus afiladas garras justo a tiempo para evitar que encajaran en su hija, pero la punta de sus afiladas armas lograron marcar para siempre a la pequeña que aterrada se cayó de la pared y sangrante con medio rostro desfigurado no hacía más que correr mientras escuchaba los gritos agónicos de sus padres, hasta que solo hubo silenció.

Corrió, corrió tanto como jamás lo había hecho hasta que su pecho ardía y sus piernas flaqueaban. La sangre goteaba por todo el camino, su cuerpo se debilitaba y a mitad del camino sucumbió.

 

 Despertó      bruscamente, otra vez esa pesadilla, otra vez el recuerdo. Estaba sudada y tenia lagrimas en los ojos. Había estado llorando dormida otra vez. Se sentó en la cama y encendió la vela improvisaba que iluminaba su pequeño refugio. La “cama” que usaba no era más que un montón de telas apiladas para aislarla del suelo. Ya habían pasado veintiocho años de aquello y aun seguía teniendo la misma pesadilla una y otra vez. La puerta sonó, se tomo un momento para limpiarse el rostro y acomodar su cabello rubio en una coleta antes de abrir - ¿Quién e- - su pregunta no acabó, reconoció el rostro de quien tocaba, el Padre Fandler, seguramente la había escuchado – Lo siento, son… las pesadillas, otra vez – dijo volviendo a la cama para sentarse mientras el padre se adentraba en la habitación y se sentaba a su lado, posando una mano en su hombro para reconfortarla – Se que es difícil, todo ha sido difícil desde entonces, pero la luz hace las cosas por una razón y tú tienes una misión especial – ella se coloco las palmas en la cara, frustrada - ¿Cuál?, lo único que hago es vivir como una rata en los restos del mundo. No veo el sentido de todo esto – el padre soltó un suspiro – No puedes pretender comprender los designios de la luz, solo puedes conformarte con intentarlo y dejarla hacer. A su debido tiempo lo entenderás  - ella elevo su cabeza de nuevo, solo para abrazar a su salvador. Él la había encontrado cuando se desmayo en la vía, le había sanado el rostro y la había salvado de la infección que padeció durante un mes entero. Desde entonces la había adoptado como su hija – Eso espero… ayer, Salí a cazar de nuevo y encontré algo de comer para la congregación, la he dejado en las cocinas – él asintió – no estoy aquí solo por eso, también hay otro motivo – ella se aparto, el tono que uso Frandler le alarmó, nunca se había tornado tan misterioso - ¿Ha pasado algo? – pregunto de inmediato, como siempre, muy perceptiva – Ha desaparecido un recolector, Caliban y nos han llegado informes de una conglomeración mayor de criaturas, cada vez es más difícil conseguir recursos… temo que estamos en peligro – ella resopló – eso ocurre siempre, y es que siempre estamos en peligro – él negó de inmediato – no como esta vez – dijo escuetamente y Katya no puedo evitar alzar las cejas preocupada, él jamás es alarmista y que lo fuera ahora implicaba que las cosas realmente estaban mal - ¿Qué debo hacer? – el padre se meció la barba dubitativo, lo que fuera que iba a decirle realmente le estaba costando - Iban Lamost te entrenó bien, aprendiste a cazar y usar tus armas gracias a él, creo… que no tengo una mejor opción y desearía tenerla. Quisiera… no tener que ponerte en peligro, pero nadie más desea ir. Katya, necesito que busques al recolector perdido, nunca encontraron su cuerpo ni siquiera en las tripas de otras criaturas, algunos creen que podría haber encontrado algo, quizá.. otros humanos. - ¡ ¿ Otros humanos?  ¡ - dijo ella incrédula casi al instante, él asintió – quizá, no hemos tenido contacto nunca, pero aun se guardan esperanzas. Quizá solo des con un cuerpo o quizá… quizá des con una esperanza, sea como fuere… entenderé si no deseas asumir este riesgo – ella se quedo en silencio pensativa, había enfrentado a criaturas de horror por tantos años, jamás había dejado de temerles y jamás lo haría, pero ese temor le impulsaba a querer sobrevivir, querer… acabar con ese horror y ahora debía enfrentarlo por una causa poco clara.

Años siendo educada en los preceptos de la luz, el Padre le había hablado sobre los paladines, sobre las ordenes monásticas, sobre cómo era el mundo y como grandes héroes lo mantenían a salvo, ella siempre había guardado esperanza de que estos héroes estuvieran en alguna parte esperando el momento para actuar. El mundo era muy grande, decía él y en alguna parte debía haber alguien más, solo había que buscar – Lo haré – dijo poniéndose en pie, prácticamente comenzando los preparativos en ese momento – Antes debes comer y despedirte, te daré talismanes y protecciones, por favor si no encuentras nada vuelve. No te quisiera perderte – ella sonrió y le abrazo – no lo harás.

 

La esperanza carmesí

Un peto hecho con hojalata junto a su hombrera derecha y un protector para el cuello, un sombrero carcomido de ala ancha adornaba su cabeza mientras que una muslera de cuero duro y otra de hojalata oxidada acompañado de todo esto una pistolera con su respectivo pistolón barroco oxidado y remendado, a la cintura una espada con filo dentado probablemente hecho de manera improvisada con alguna vieja espada sin filo eran lo único que la acompañaban en su viaje junto a su mochila. El viaje había tomado algunas semanas, y los encuentros salvajes se habían dado un par de veces, pero había logrado escapar en ambos casos. No había hecho despedidas amplias y es que a nadie le importaba, básicamente era un suicido  lo que estaba haciendo. Para esas gentes y para la propia Katya, hacer vínculos era contraproducente pues la muerte era el pan de cada día y lo mejor era aislarse tanto como fuera posible para no sufrir.

El ambiente iba cambiando con el tiempo y a medida que seguía el rastro de Caliban, comenzaba hacer frio… frio, hacía tiempo que no sentía una temperatura agradable. El cielo estaba gris y las gotas de lluvia cayeron sobre su brazo. Se alarmó, había estado tan distraída con las pequeñas motas de lo que parecía césped en el suelo que no se había percatado del cielo. Echo a correr hacia un refugio en la montaña y busco la más que probable herida de acido pero no había nada, sus dedos se humedecieron por el agua… - ¡ Agua ¡ - dijo abriendo los ojos, emocionada y alarmada, luego se cayó, esperando el más que probable ataque de una bestia, pero no pasó nada. Agua, la última vez que vio llover fue aquella trágica noche. La tormenta se desparramo con fuerza fuera del refugio y ella observó aquel evento como quien veía un milagro, ni siquiera podía creerlo. Aquella noche lleno su cantimplora de agua pura, se baño en la lluvia y durmió como jamás había dormido. Su oración a la luz solo era agradecimiento, había recibido un regalo y una señal sagrada.

Al día siguiente continuó su viaje, no había animales en la zona pero tampoco había criaturas sin embargo sus reservas de comida se agotaban. Si no llegaba algún lugar donde hubiera pronto su viaje finalizaría abruptamente. Había estado pidiendo a la luz ayuda para superar ese escollo, pero nada ocurría. Subía  y bajaba colinas desérticas, lo único que parecía haber eran motas de algo verde en el suelo, ¿césped?, ya no recordaba muy bien como era.  Las horas pasaron, el cansancio comenzaba apoderarse de ella hasta que escuchó un grito - ¡ Hay, por aquí ¡ -escuchaba a la distancia, intento mirar en esa dirección y vio una figura, luego dos y tres, sus cuerpos brillaban, no, eran sus armaduras. Abrió los ojos de par en par y prácticamente echo a correr hacia ellos. Jadeando se detuvo frente a ellos incrédula, verlos con aquellas armaduras, fuertes y bien alimentados, ¿Dónde habían estado? - ¡Gracias a la luz ¡ - dijo – deben ayudarme… mi pueblo, mi gente… están allá – ellos la miraron, asintiendo – primero debes comer, estas famélica – jamás había notado lo flaca que estaba hasta ese momento, los huesos casi se le notaban, jamás había notado en toda su vida el hambre que había pasado. Los siguió y esa noche comió como nunca lo había hecho pero recibió la penosa noticia de que no podía ayudar, no ahora, no en el futuro cercano. Ellos ni siquiera sabían como había podido sobrevivir en aquellas fronteras, pocos se aventuraban y volvían con vida.

Esa noche durmió como una roca, y al siguiente día sintió vergüenza de haber dormido bien. Los paladines le prometieron que intentarían ayudarla, pero no podían prometer nada aun, no ahora. Poco a poco y con el pasar de los días, los escarlata le pusieron al día de todo lo que se había perdido, el imperio, la caída de Lordaeron y todo lo demás. Debía procesar demasiado, pero lo único que había entendido con certeza es que para ayudar a su pueblo, debía prepararse y convencer  al imperio de que la ayudara de algún modo.

El padre la necesitaba, y su misión era encontrarles ayuda de una forma u otra. Finalmente en una delegación hacia Ventormenta marchó prometiendo que volvería para ayudarlos a todos.

Editado por Elireth

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