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Blues

Xirene Sorrowshade

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  • Nombre: Xirene Sorrowshade
  • Raza: Kaldorei
  • Sexo: Mujer
  • Edad: 867
  • Altura: 2.10
  • Peso: 85
  • Lugar de Nacimiento: Vallefresno
  • Ocupación: Aprendiz de Druida
  • Historia completa

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Descripción física:

Xirene mide 2.10 metros, considerandose lo normal entre su raza. Como el resto de Kaldorei mantiene un cuerpo atlético y perfecto, aunque no le pone mucho interes a las superficialidades de la apariencia, se mantiene en forma ya que se le ha hecho un hábito muy arraigado. Lleva la piel en un tono purpura un poco más oscuro que lo normal.

Gusta de llevar su cabello de color lila muy suelto, deja que crezca siempre y hasta ahora han sido pocas las ocasiones donde se lo ha rebajado o cortado. Como una mujer que ya ha pasado el rito de madurez lleva los tatuajes de la garra y la luna en su rostro, portandolos con orgullo.

Es bastate humilde con sus ropajes, prefieriendo la practicidad a la elegancia, por lo que es comun ver que sus ropas tienen bolsillos entre sus ropas. Odia la opulencia y mira con malos ojos lo que es extremadamente elegante si no se encuentra en tiempos de celebracion que lo ameriten.

Como druida de la garra gusta de llevar adornos en el cabello o en sus ropajes. Gusta en especial de las plumas de aves a manera de adornos, sobretodo las coloridas.

 

 

Descripción psíquica:

Xirene es una persona realmente independiente. Se caracteriza por sus pocas palabras, de hecho nunca hablar aunque es perfectamente capaz de comunicarse sin problemas. Solamente prefiere tener el minimo contacto verbal con la gente y jamás revelar mas de lo necesario.

Deja que sus actos hablen por ella, por lo que es amable, atenta y muy empatica, aunque puede que jamás intime mucho con aquellos que ayude. Suele disfrutar de la soledad, pero no por eso es una ermitaña, le guista tener un equilibrio entre su tiempo en la naturaleza y el tiempo que pasa en el hogar. Por otro lado detesta avisar de sus planes a otras personas, sintiendo que no tiene por que darle explicaciones a nadie, a menos que sea una autoridad.

Comparte una conexión muy profunda con los animales y la flora, buscnado su compañia siempre que puede y observando en perfecta armnia, solo interviene cuando esta segura que debe preserverse el equilibrio y la naturaleza necesita una "pequeña" ayudita. Solo que, ultimamente, se encuenta a si misma trabahando de mas para ayudar a la naturaleza en su recuperacion despues de las ultimas grandes guerras del mundo.

La comunicacion que mantiene con las criaturas de la fauna es bastante profunda en ella. No le hace el feo a ninguna criatuara por más pequeña o repugnante que sea, a todas las estudia y decide si es nercesaria su intervención o solamente debe observarlas en silencio. Claro que con las especies corruptas siente un gran pesar, pues sabe que debe terminar con todo aquello que afecte el equilibrio.

 

 

 

 

Historia

 

Primero llego la brisa, tranquila y con aire salino proveniente del mar. Luego, arribó la luz, con sus tintes de color rosa, propios del atardecer; Los rayos de sol inundaron las cortezas de los arboles cercanos a la costa, trayendo consigo el caleidoscopio de tonalidades pasteles, pardas y verdes.

 

Atravesando la arena con pasos tan silenciosos que ni siquiera la arena podía ahogar, se encontraba una hija de las estrellas, caminando por el litoral con sus pies desnudos sobre los sedimentos traídos desde el fondo de un largo, tranquilo y sereno, oculto en los profusos bosques de Vallefresno. Los granos ásperos acariciaban la punta de sus pies, atravesaban sus dedos, los cuales se hundían y se hundían sobre la cama de suavidad, traída por el ir y devenir de las pequeñas olas en el lago.

 

Se encontraba contemplando, un verbo bastante común para calificar sus acciones. Como siempre, como el día anterior, y el anterior a este. Se encontraba absorta en sus pensamientos, sentimientos sueltos entre el tejer de los recuerdos. ¿Hace cuánto que había permanecido en vigilancia, estática?

 

Su mundo se había paralizado hace años, por no decir milenios…pues se sintieron dolorosos como el lento pasar de los flujos en el tiempo para los de su especie. Pero la realidad, dictaba que apenas habían pasado algunas décadas, llenas de dudas y dolor, pero apenas un parpadeo…Ni cerca siquiera de sanar un poco la herida que había provocado a perdida.

 

Cerró sus ojos, plantando sus pies firmes sobre la arena, sintiendo que los granos de arena tenían una especial caricia que libraba su mente al menos por un pequeño margen…Quizás era el recuerdo, la costumbre o un aura de protección que confería el volver al lugar donde recibió sus primeras enseñanzas. Visto desde un punto de vista meramente frío y lógico, tenía sentido su conducta.

 

Se comportaba de una manera esperada, como una cría que se ha quedado sin madre, sola contra la intemperie cruel, pero justa, que es la gran danza de la vida. Al igual que un retoño solitario ella había regresado al lugar más seguro que conocía, esperando que hubiera una señal, algún signo de la seguridad perdida pero, como lo había intentado hace años, nada llego. Ni nadie, nunca regresó.

 

Fue en ese lugar, siglos aras, donde recibió sus primeras lecciones sobre el flujo y reflujo del azar, conectado tan cuidadosamente con el tejer y destejer del destino. Lo llamaban equilibrio, o al menos así lo llamaba su Shan’do. Tiempo atrás…hace mucho tiempo atrás.

 

Pero él había desaparecido, ya no lo era más, no caminaba en el sueño, ni tampoco en el plano de lo físico y lo tangible, El ahora caminaba en la estrellas, ahí donde la diosa cuida de los que se van, donde ella consuela a los que caminan con los pies descalzos, sobre la tela negra y lúgubre de la noche.

 

Ahí arriba, ella estaba muy segura, en ese lugar se encontraba su maestro ahora, seguramente muy triste de ver que se ha detenido, que sus enseñanzas se habían quedado estancadas en un limbo de dolor y angustia, pero no podría culparla. ¿O puede que sí?, ciertamente…había mucho dolor que sanar, no solamente en el alma de la ahora solitaria Kaldorei, si no en el mismo tejido especial del mundo. La naturaleza aun resentía el paso de las razas demoniacas, de las salvajes pieles verdes más al este, y el dolor combinado con el desbalances natural que las razas jóvenes y menos agraciadas habían causado en el mundo.

 

Demasiado dolor, demasiada confusión, y sus enseñanzas en el druidismo se habían quedado detenidos con la repentina muerte de su maestro, ocurrida en las fauces malditas de una invasión demoniaca…

 

Confusión, confusión y dolor la asolaban desde aquel día…

 

¿Por qué tenía que ser así?...

 

Hubo tanto que no pudo preguntar, que no pudo aprender ni mucho menos comprender. Tantos conocimientos que hubieran servido para el bien, para sanar la tierra o ayudar…evitar, sanar, todo al mismo tiempo y a la vez nada. Se sentía estática…

 

Pero ya era suficiente de venir a refugiarse en el nido donde se sentía más segura. Era hora de dejar atrás los recuerdos más dolorosos, y aunque estaba segura que este ardor en el corazón la perseguiría a través de miles de días, y cientos de miles de noches, tenía que seguir avanzando.

 

La estudiante se inclinó en la arena, estirando una de sus manos sobre esta para apartar un poco del material y crear un pequeño pozo, discreto y nada importante a simple vista, pero para ella era el gesto más importante del momento, y aunque solamente estaba ella, como única testigo de la ceremonia. Sentía que estaba rodeada de las estrellas, que silenciosas observaban su gesto.

 

La druida depositó una semilla, una bellota  humilde y a simple vista nada común, después la cubrió con la arena que había en los alrededores, sepultándola con sumo cuidado, derramando algunas lágrimas en el proceso…pues sabía que pasara lo que pasara, fuese a donde fuese, jamás regresaría a este lugar, pues,  aunque de manera simbólica, ese era el último lugar de descanso del que fue su maestro en otro tiempo. Y su sueño, jamás volverá a ser perturbado.

 

En la costa de aquel lago se encontraba una hija de las estrellas observando, en las orillas de aquel litoral se encontraba una bellota enterrada en la arena, jamás crecería para convertirse en un árbol…pero la vida es a veces extraña y es imposible de predecir…

 

Quizás, quizás…

 

El druida guardó un solemne silencio, testificando su acción. Se dio la media vuelta justo para ver que las hojas empezaban a moverse, y en vez de sentir miedo…sintió una curiosidad por saber que saldría de ese matorral…

 

Y se encontró con un pequeño alce, diminuto e indefenso que estaba dando sus primeros pasos al mundo. No pudo evitar si no sonreír, tomando el gesto del animal que se acercaba para beber agua como una señal de su diosa, y por lo tanto de su maestro en las estrellas.

 

Agradeció su guía, su entrenamiento, y se dirigió de regreso a los bosques. Debía continuar su camino, y el equilibrio no la esperaría nunca más.

Editado por Blues
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