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Elireth

Zadash Solradiante - Voluntad de la luz

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  • Nombre: Zadash Solradiante
  • Raza: Sin'dorei
  • Sexo: Hombre
  • Edad: 120
  • Altura: 1,80
  • Peso: 90
  • Lugar de Nacimiento: Quel'thalas
  • Ocupación: Caballero de sangre
  • Historia completa

 

Descripción física:

Fuerte, piel clara y cabello rojo como el fuego, presenta una cicatriz en el rostro de forma horizontal pasando por su nariz y otras tantas por el cuerpo. Su rostro es de facciones fuertes, con una mandíbula ancha y cuadrada, seguida de una nariz fina y pómulos redondos. Como todo sin’dorei, se podría decir que es guapo, aunque quizá no tanto entre los suyo, dado aquella marca en su rostro.

Tiene una forma de vestir bastante común, pero posee una armadura teñida con los colores rojo y negro que ahora representan a su pueblo. Parece bastante antigua, entre metal, malla y tela, probablemente tuvo mejores épocas. Aun así, hace el mejor esfuerzo por mantenerla en buen estado, al igual que su espada, que presenta ornamentación  en todo el su contorno.

 

 

 

 

 

Recuerdos de un mejor lugar.

 

 

 

Las calles empedradas de Quel’thalas amortiguaban el golpeteo de las botas con bordillo metálico de Zadash mientras caminaba por estas. A los lados, la deprimente imagen de las zonas derruidas, contrastaban con la atmosfera aparentemente perfecta de su alrededor. Ya se había reconstruido parte del lugar, pero aun así solo creaba una lúgubre imagen de vacío. Casas donde sus dueños jamás regresarían, estructuras que antes albergaban conocimiento y saber, ahora totalmente en silencio. Grandes establecimientos donde se celebraba la abundancia, ahora cerrados para siempre. Cada patrulla de Zadash generalmente terminaba igual, recorría las viejas calles que una vez recorrió cuando todo era mejor, pasando por la tienda de escobas de su tía, que ahora estaba totalmente vacía, y continuaba hasta pasar por su viejo hogar, derruido  aun pues las cuadrillas de reconstrucción aun no se encargaban de esa sección. Los recuerdos inmediatamente inundaban su memoria, imágenes de su madre llegaban a su mente como dolorosas punzadas. Aun en el interior se encontraba el viejo maniquí que una vez sostenía la armadura de su padre, que orgulloso, colocaba a la vista de toda la familia y donde Zadash constantemente jugaba y por supuesto también se metía en problemas por hacerlo.

La vieja armadura de su padre Darza le había sido otorgado como un obsequio por su servicio indiscutible en la protección de grandes y reconocidos nobles locales. Ya antes que  él, su padre había sido un guardián respetado y reconocido por sus habilidades marciales, y su buen hacer. Aquella armadura era tan impresionante, que Zadash deseaba poder portarla algún día  con todo el honor que suponía, aquellas placas metálicas ligeras sobre una pechera de mallas e interior de tela que hacía parecer una suerte de kimono reforzado para la guerra ciertamente era un orgullo. Crédito debe darle a su gente, por haber encontrado la armadura en perfecto estado sobre su maniquí cuando la plaga ataco y destruyó todo. Aun así, el hecho de haber encontrado la armadura en ese lugar, solo es un triste recuerdo de lo que no pudo suceder. Su padre murió entre las primeras víctimas del ataque junto a su madre, mientras daban un paseo por las plazas de la capital. La armadura, que era como su segundo cuerpo, lo esperó durante tanto tiempo y jamás regresó.

La patrulla del elfo terminaba frente a una enorme mansión, reconstruida parcialmente pero abandonada como muchas otras. Tras empujar las verjas, se introducía en una estructura ruinosa llena de telarañas, polvo y escombros. Era como un ritual, caminaba hasta el último piso y se detenía justo frente a las puertas del salón central, hacia el amago de abrir uno de los grandes portones de la sala, pero se detenía allí y jamás avanzaba, solo comenzaba a llorar durante algunos minutos, avergonzado y entristecido. Como su abuelo y su padre, él también había heredado el deber de resguardar la seguridad de los nobles a los que su familia había protegido durante generaciones personalmente. Aquella familia, los Solirreverente se habían convertido prácticamente en parte de su familia. Vivía con ellos, compartía su felicidad y su tristeza, los protegía con su alma. Pero aquel fatídico día falló, no fue suficientemente bueno, ni suficientemente astuto ni previsor. Fallo a su abuelo y a su padre y permitió que murieran frente a  él.

Su abuelo era un hombre de fe y su padre también, ambos le enseñaron el poder de la fe en la luz, las tres virtudes y el camino que un guerrero debe seguir en una senda entregada al servicio y la protección de la vida de otros. Le educaron para luchar, para proteger  y eso era lo único que sabía hacer. Fue su fe lo único que le mantuvo en pie, su convicción de restaurar lo perdido. Caminaba hasta aquella casa de tan dolorosos recuerdos solo para orar durante horas por las almas de los caídos. De sus protegidos muertos. Aunque, su hermana le asegura que no es por ellos por quien esta orando, si por si mismo. Busca perdón, redención. Quizá sea cierto, pero no lograba encontrar el camino a ese objetivo, estaba atrapado en un bucle de autocompasión, tenía que acabar con ello.

Pero no podía. Y como tantas otras noches, permaneció en aquella casa, durmiendo frente a la sala a la cual no puede entrar, soñando con mejores tiempos y pensando, ¿Cómo puede ayudar a Quel’tahalas a ser lo que una vez fue?.

Marchó a paso raudo al siguiente día, a la distancia el cuartel de los caballeros de sangre se mostraba impoluto, resistente al  tiempo. Él había sentido como la luz lo abandonaba una vez, había visto el horror y las energías malignas que inundaban la atmosfera de su patria, pero no se detuvo frente a eso, tiño su armadura del rojo sangre de su nueva condición y continuó para servir, para ayudar y proteger a sus hermanos. Tenía que dar un paso al frente, un paso más.

Se detuvo frente a los grandes portones del cuartel, y dio un paso al frente.

Su destino, estaba sellado entonces, como lo estuvieron al momento de su nacimiento. Ya no protegeria nobles, si no que protegeria al pueblo sin'dorei como un todo. Un paso más allá para su familia, una retribucion a sus padres y una manera de perdonarse por haber fallado. Pero, entrar solo era el primer paso, y solo le esperaba un camino de dificultades en el horizonte. Tendria que blindarse mentalmente incluso más que fisicamente para asumir la dificil tarea que tenia por delante. Quel'thalas ya no era un reino de paz, grandes peligros rodeaban el alto reino y tendria que estar a la altura de las dificultades.

Solo tenia el apoyo de su hermana Elendris y su fe para guiarle.

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