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Curly

Zajani

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Zajani

  • Nombre: Zajani9FSIwLg.jpg
  • Raza: Trol Lanzanegra
  • Sexo: Mujer
  • Edad: 26
  • Lugar de Nacimiento: Islas Lanzanegra
  • Ocupación: Cazadora
  • Historia completa

 

Índice

  • [...] ...

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Descripción física:

Estatura media, tez azulada, melena verde generalmente recogida en coletas y trenzas y facciones algo desnutridas. Su cuerpo curtido por la caza muestra una musculatura definida de volumen discreto confiriéndole una apariencia ágil. Viejos cortes de un azul más pálido en distintas partes del cuerpo revelan cierta veteranía en la apariencia de la trol.

 

Descripción psíquica:

Los años y la veteranía le han otorgado una personalidad más mordaz y de extremos, siendo familiar o distante de manera selectiva. Su forma de ser puede llevarla a sacrificarse por los que ella considera queridos. Fiel con sus allegados, leal a Vol’jin y a sus razas vecinas de Kalimdor, hostil con sus enemigos. No tiene problemas en huir si con ello salva la vida y le permite esgrimir el rencor en otro momento, no olvida.

 

 

Historia

Año 14 (con 10 años) Inicios con el vudú


La tarde en las Islas Quebradas era como cualquier otra, tranquila y apacible, siempre y cuando los murlocs no pusieran a prueba las defensas de la aldea. El sol que para entonces se encontraba en la cúspide y menguante,  caldeaba los exteriores y las simples pero resistentes estructuras de madera usadas como hogares, produciendo en todo trol adulto cierto estado soporífero que los dejaban aletargados, especialmente tras la ingesta del medio día. Detrás de unas palmeras cercanas al poblado se encontraban dos trols de corta edad.

- Zil’kah, mira lo que he traio del entrenamiento que estoy haciendo con el maestro Tesjabu.
- ¿E’o e’ un mu’eco vudú, Zajani?
- ¿Tas ciego o qué?, ¡claro que es un muñeco vudú! Y habla bien que no te entiendo desde que te están saliendo los colmillos.
- ¡Shh! No g’ites o lo’ de’pertará. ¿Cómo fun’iona e’a cosa?
- Pera, ahora te lo enseño.

Zajani extendió el brazo a la cabeza de su amigo, y sin miramientos arrancó de un tirón un mechón de cabello, el cual introdujo dentro del muñeco construido con gamuza y arena, seguidamente ató con firmeza los hilos de liana encargados de mantener la sencilla estructura que le daba forma a la herramienta.

- ¡Au! ¡¿qué ha’es mue’depied’a?! –Masculló Zil’kah mientras se llevaba la mano a la cabeza.
- Necesito pelo tuyo pa terminá el muñeco. –Habló mientras enroscaba los hilos compactando cada vez más la forma del muñeco. – Ya está, mira atentamente, colega, ¡esto es auténtico vudú!.

Zajani sujetó con ambas manos el muñeco mientras lo miraba con intensidad, titubeó unos instantes y finalmente pronunció con energía las palabras que había escuchado de su maestro.

- ¡Que los espíritus me permitan realizá el vínculo! 

Manteniendo los brazos bien alzados en pose triunfal, la joven aprendiz de artes vudú terminó de hablar, quedando estática mientras sostenía el muñeco que había sustraído de la casa del maestro. Aguardó unos instantes esperando que se manifestasen los efectos, pero no ocurrió nad, descendió la mirada hacia su amigo.

- No te quedes callao, ¿notas algo o no notas ná?
- No noto ná, tronca, ha’ e’tao pe’diendo to el tiempo.
- No puede sé, lo hice como siempre.

Extrañada pasó el pulgar de la mano que sujetaba el muñeco por el vientre de este, examinándolo, y repentinamente su amigo Zil’kah estalló en carcajadas.

- ¡Jajaja! ¿qué e e’te co’quilleo que noto? Vue’ve a ha’erlo ot’a vé.
- Te lo dije atontao, tas hablando con una maestra vudú –Zajani empezó a rozar diversos puntos del muñeco.
- ¡Ojojojo! ¡Ahahaha!  me mata’ de toa’ la’ co’quilla’ –Habló como pudo mientras se retorcía preso de aquella sensación hormigueante que tomaba control de su cuerpo.
- Hehehe, ahora viene lo divertido –Aferrando el muñeco con la zurda, desplazó el índice diestro al pecho de este y lo presionó con algo de fuerza.
- ¡Ugh! –Puso los ojos en blanco y emitió un quejido ahogado, seguidamente cayó a cuerpo muerto sobre el suelo.

La traviesa aprendiz observó cómo su amigo se había desplomado sobre el suelo, quedando inerte y sin dar señales de vida. Zajani gateó a su lado y le dio unas palmaditas en el rostro, al ver que no reaccionaba abrió completamente los ojos.

- ¡Po lo espiritu, ta muerto! –Nerviosa se llevó las manos a la cabeza mirando en todas direcciones- ¿Y ahora qué hago? Su espíritu vendrá a po mí, mal yuyu pa la pobre de Zajani. Debo i a po un machete y comerme su corazón, ¡o tendré mal yuyu!

En el preciso instante que la joven se encontraba arrodillada y planificando como proceder para ingerir los órganos internos de su amigo, presa de los nervios no se percató como tras ella se aproximaba un trol adulto de rastas y pinturas blancas, el cual aceleró los últimos pasos mientras extendía el brazo zurdo hacia atrás, y Tesjabu, mentor en las artes vudú de la joven trol, le propinó a su alumna tal colleja a mano abierta, que en toda la aldea resonó la palmada y un ave en lo alto de la palmera protestó con un graznido. Impulsada por el correctivo Zajani cayó de morros hacia delante quedando con los colmillos clavados en el suelo.

- ¿Te crees que no me iba a dá cuenta, cenutria? Noté el vudú cuando lo hiciste. Trae eso pacá antes de que lo mates o te mate yo a ti.

Aturdida, la joven trol no se atrevió a  moverse ni un ápice, se mantenía en una posición forzada con los colmillos clavados en la tierra, la espalda doblada y el trasero alzado. Su mentor cogió el muñeco que había caído al lado de esta a causa de la tremenda colleja, y revirtió el proceso reanimando a Zil’kah.

 

 

Año 20 (con 16 años) Tiempos de guerra


La calma y templanza mostrado por aquel lugar contrastaba de sobremanera con el clamor de la batalla que se percibía de fondo. De los dos grandes cuencos situados a sendos lados del altar emanaban columnas de humo que embriagaba el área con un  olor especiado de hierbas tan característico de los sacerdotes Lanzanegra.

El sabio y respetado sacerdote de la aldea se encontraba de pie ante el grupo de trols armados los cuales yacían postrados con la cabeza agachada ante él. Tesjabu entonaba de manera constante y cansina el cántico del ritual mientras agitaba las hojas de palmeta que continuamente empapaba con el agua del tercer gran cuenco situado en el centro. El sacerdote se desplazaba de un lado a otro ante sus agotados hermanos mientras gotas se desprendían continuamente de las hojas, empapándoles.

- Tu fiel siervo te ruega una vez más… escucha el dolor de aquellos que te veneran… sus almas piden ser reconfortadas… sus cuerpos claman descanso… debemos resistir… debemos perdurar… gran Loa Bwonsamdi ruego escuche nuestras plegarias…

Los magullados trols permanecían totalmente quietos durante el desarrollo del ritual mientras sus heridas poco a poco iban sanando. El sacerdote continuó su cántico y sus movimientos le llevaron ante Zajani, los años habían pasado y el porte mostrado por su aprendiz contrastaba con la vitalidad y carácter travieso que le caracterizaba otrora, había crecido y ahora su cuerpo se presentaba formado por una constitución apta para la guerra.

Las gotas arrojadas descendían por las placas de su resquebrajada armadura de madera, se mezclaban con la sangre que emanaba del hombro desnudo tras perder la protección por culpa de aquel humano que asestó el espadazo descendiente en busca de su fatalidad, o el tinte carmesí que había tomado su pernera diestra provocado por el ataque del murloc que no pudo percibir a tiempo a causa de la superioridad numérica que les definía. Percibía como el rocío regenerador se filtraba por su precaria armadura y le otorgaban a su cuerpo alivio del que tanto clamaba enmudecido.

Los minutos pasaron y Zajani terminó por alterar la formación del grupo de trols postrados ante el sacerdote, alzó las cejas y contemplo a su maestro ejerciendo aquello que tan bien sabía hacer. Adoraba todas las historias con las que Tesjabu había llenado su infancia, y admiraba la sabiduría que transmitían cada uno de sus consejos. Cuando quiso darse cuenta, la mirada de ambos se cruzaron, los segundos se congelaron durante unos instantes, y la chica sonrió aliviada al ver como finalmente a su mentor se le dibujaba una fraternal sonrisa, la cual ejercía en ella una sensación de bálsamo aliviante, recuperando parte de la voluntad que había quedado mellada por los recientes acontecimientos.

- ¡A las embarcaciones orco, vamo!

La situación fue interrumpida por un grito cercano y los demás Lanzanegra del ritual se incorporaron empuñando sus armas, volver con presteza a las líneas defensivas.

Zajani empuñó nuevamente su lanza y se incorporó.

- Maestro, sube al barco antes de que regresen, ayudaré en las defensas para ofrecer las almas de esas criaturas al gran Loa Bwonsamdi. –Habló casi en gruñidos, mostrando los dientes en una mueca de enfado– Pero…
- Aún no es nuestro momento –Le posó la mano en el hombro desnudo y magullado haciéndole recordar levemente el sabor del dolor– Ayuda a nuestros hermanos tal como te enseñé, complace al gran espíritu que nos guía y protege.
- Debemos resistir solamente un poco más.

La trol emitió un leve gruñido por el contacto de su maestro el cual despejó sus embotados sentidos, y asintió antes de girar medio cuerpo y salir corriendo hacia el interior de una de las islas Lanzanegra perdidas por la inmensidad del mar. La eterna brisa que solía azotar las grandes hojas de las palmeras se había detenido, una leve polvareda producida por la contienda se sostenía en el entorno entorpeciendo la visión. Agudizando su percepción auditiva avanzaba sorteando cuerpos inertes de murlocs y en menor medida de trols, tirados por doquier, empezaba a discernir figuras enfrentadas que aún perduraban en pie.

Jadeante detuvo el paso, observando la escasa resistencia trol que a duras penas conseguía aguantar y actuaban como barrera al avance de los invasores escamados los cuales trataban de alcanzar las embarcaciones orco. Sus ojos observaron las tres figuras que había ante ella, dos murlocs gorgoteaban mientras impactaban con sus armas improvisadas al trol que yacía tendido en el suelo, pudo reconocer a este, era Migajin, cazador adulto bastante holgazán que cuando se dignaba a moverse mostraba una puntería bastante certera para el pesar de sus presas.

Zajani pasó la mano por la pernera diestra empapándola de su propia sangre, la llevó al tallo de la lanza dibujando largas líneas carmesí, empuñó el arma con sendas manos y se lanzó a la carrera contra esos dos pequeños humanoides.

- ¡Vue’tras almas serán usadas para sanar el daño que hacéis!

El murloc más próximo a la posición de la trol se dio cuenta de su presencia demasiado tarde, la trol separó las piernas dando un fuerte pisotón en el suelo, haciendo silbar la lanza con el impulso que su movimiento le confería al trazar la línea horizontal que hizo perforar con violencia el cuerpo de la criatura. Con fuerza tiró del arma para destrabarla y dar un fiero gruñido mientras saltaba hacia el otro murloc, movimiento que la dejó expuesta a la clava de la pequeña criatura, la cual no dudó en usar impactándola en la muslera zurda de la trol. El ataque no sirvió para frenar el salvaje embate que estaba realizando, con su curtido pie pisó la mandíbula inferior de la criatura clavándose parcialmente los dientes en el momento que descendía del salto, y el mortífero extremo de la lanza incidía por la gran boca de este hasta tocar suelo, dándole fin.

- Ahora vue’tras almas e’tan marcadas y pronto os reuniréis con el gran Bwonsamdi.

Zajani hablaba entre jadeos mientras se agachaba clavando la rodilla en el suelo, miró al trol tendido a su lado y extendió la mano sobre la espalda de este, moviéndole levemente.

- ¡Migajin! ¡no puedes quedarte aquí, tenemos que marcharnos! ¿Me puedes escuchar?

El trol no reaccionaba, y para el pesar de Zajani la llamada fue respondida por el gorgoteo de tres murlocs que poco a poco se aproximaban a la zona de la contienda. Al percatarse de ello, la agotada trol sacudió con más fuerza la espalda de Migajin.

- ¡Levanta, solamente hasta los barcos, allí el maestro curará tus heridas! –Tomó al trol tendido de un brazo y tiró de él para alzarlo levemente del suelo, este se encontraba lleno de magulladuras y sangre.

Los escamados humanoides ganaron confianza al ver a la trol solitaria arrodillada en una posición vulnerable, alzaron sus palos afilados y tablones de madera que usaban como armas, y se lanzaron corriendo contra la trol. La cercanía era alarmante y la escapatoria ya no parecía ser una opción. 

Zajani se le cortó la respiración en el momento que los vio saltar encima e instintivamente contrajo su cuerpo para soportar los impactos que estaba a punto de recibir. En una fracción de segundo, una sombra casi tan alta como la de un trol pero más ancha se abrió paso entre el polvo del combate. Con la fuerza de un animal salvaje emitió un gutural gruñido de guerra mientras cargaba contra los murlocs, interceptándolos en una embistiendo con la hombrera, los cuales fueron despedidos por los aires a causa del virulento impacto, ante ella se mostraba uno de esos orcos guerreros que recientemente habían llegado a las Isla Quebradas y seguían las palabras de aquel que llamaban Thrall.

- ¡Ya está muerto!, levanta, tenemos que marcharnos de aquí, ¡ahora!

El orco hablaba entre gritos y gruñidos, los murlocs no tardaron en recomponerse para perpetrar otro ataque pero se frenaron en seco al contemplar la imponente hacha de dos manos que sujetaba el orco, no eran una raza especialmente inteligente pero sabían que el filo de aquel arma clamaba sangre. El guerrero dio un fuerte pisotón al frente en el momento que alzaba el hacha y emitía un grito gutural que hizo vibrar los tímpanos de los murlocs, los cuales retrocedieron trastabillando y cayendo al suelo, se dieron media vuelta y se marcharon a toda prisa, despavoridos.

- El mae’tro puede salvar la vida de Migajin y los demás, he sacrificado más almas al gran e’píritu Bwonsamdi para ellos. –Hablaba mientras apoyaba el tallo de la lanza contra el suelo y se incorporaba.

El orco bajó el hacha revelando en su torso el blasón con un rostro dibujado con pinturas blancas y dos hachas como identidad de su clan. Clavó una penetrante mirada en ella, la descendió hasta el cuerpo del inerte trol, lo aferró de un brazo y se lo echó al hombro antes de iniciar el presto paso hacia la costa.

- ¿Puedes caminar? ¡pues camina! los navíos están zarpando, la horda marcha hacia el oeste, aquí solo queda muerte.

Cojeando levemente, Zajani inició la carrera, esforzándose en mantenerle el ritmo.

- ¿Sen’Jin está a salvo? –Preguntó jadeante tratando de mantener el ritmo con esa cojera que le había producido la clava en el muslo.
- Cuando estemos en alta mar tendrás tiempo para reunirte con los tuyos.

La trol observó con un deje de asombro el ser verdoso que acababa de salvarla, enderezó el rostro al frente y centró las escasas fuerzas que le restaban en llegar a la costa, por su mente deambulaba constantemente las palabras del orco.

 

Año 30 (con 26 años) Actualidad

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