Saltar al contenido
Conéctate para seguir esto  
Psique

Gabrielle O'Connor

Recommended Posts

Historia

La corrupción se extiende a través de la tierra, volviendo infértiles los campos y cobrándose las vidas de quienes permanecen para defenderlos. No hay restos, ni cadáveres que añorar. Todo se vuelve cenizas en las4xecmAj.pngmanos. Las cuentas del rosario repicaban entre sus dedos con inquietud, pues resultaba ardua la tarea de rezar entre la marea de ruido de un ejército a punto de partir hacia la batalla. Aun entonces, su corazón latía con miedo y sus manos flaqueaban de debilidad ante el peso de una espada. Y aún así, su fervor no le permitía otra cosa que armarse con todo el valor que podía encontrar en su ser, e intentarlo. Ella no era una guerrera, ni tampoco un sacerdote. Era una niña arrancada de los brazos de su hogar para pelear en una guerra injusta y desesperada. Una guerra atroz contra lo que no tenía cabida en este mundo. Y aun sin tratarse de la típica imagen de caballero justiciero, ella luchó por su mundo. Porque, aun que no quisiera, aun que se rindiera, ya no había hogar al que volver. Los rostros de su familia, claros como una mañana despejada habían ido mermando y cediendo con cada atrocidad que veía. A veces, cuando pensaba en su hermano jugando en el jardín trasero de su hacienda, su rostro se derretía y cedía ante el peso de la podredumbre.

Aquellos meses fueron duros e inmisericordes con ella pero la idea de sentirse desdichada era algo inconcebible. Estaba segura de que si estaba allí, si así debía ser su vida, que así fuera, pues no había más que virtud en la determinación de sentirse a prueba por designio divino. En cada herida, en cada batalla, ella la sentía refulgir en su interior. Y obró en consecuencia. Su cuerpo se hizo fuerte, y su fe creció más allá del límite que marcaba su cuerpo. Se encontró abanderando una causa, una poderosa llama por la que estaría dispuesta a dar la vida.

 

Cuando todo había terminado y no quedó más que la quietud de las ruinas de lo que antes fue un glorioso reino, volvió a su hogar sintiendo un enorme sentimiento de realización. Pero al volver a ver aquellos rostros sonrientes incluso ante la peor de las situaciones, entendió que no había vuelto a su hogar, si no a su pasado. Un pasado donde no quería volver, cXxSpVR.pngpues no era su camino. Y entonces tiró de las riendas, volteando su caballo, alejándose ante las miradas desconcertadas de sus más allegados. Estaba segura de que el mundo no había sido salvado todavía, de que aún el hedor de lo retorcido y lo herético seguía suspendido en el aire. No podía volver a ser quien era, pues al igual que el mundo, ella se había transformado, y aquello era ahora su vida.

Las altas murallas y majestuosas torres del santuario de Tyr le daban la bienvenida. Las banderas de la Llama Carmesí se mecían suavemente en el aire infesto, y aún así, a pesar de todo, el hogar irradiaba un aura sacra que aplacaba el temor en todos los corazones. Afianzó su carga en la espalda y ascendió por la cuesta, sintiendo la brisa marina a sus espaldas.

Allí fue donde se preparó a conciencia. Tomó su espada y aprendí a blandirla con precisión y contundencia, hasta que sus manos pudieron sostenerla con fuerza con la seguridad de no volver a fallar un sólo golpe.

También entrenó su fe con tantos otros novicios que deseaban dedicar su vida a los designios de la Luz. Hubo quienes cedieron en su empeño, y hubo quienes destacaron. Ella adoptó rápidamente sus costumbres y rutinas hasta cometerlas con perfección y puntualidad.

Hasta que llegó la hora de partir.

La expedición hacia el interior prometía ser extenuante. Alertados por la presencia de una horda perdida de no-muertos entre los bosques, se adentraron como patrulla de reconocimiento. Ella y cinco más, un grupo pequeño que avanzaba con cautela entre los tocones pustulantes y la tierra putrefacta con el fin de advertir el número, la posición y, de ser posible, su procedencia. Alzó la mirada encarando el norte, donde las nubes se arremolinaban. Stratholme yace ahí, pensó al ver muy desde lejos las altas torres de la ciudad masacrada acuchillando las densas nubes. Despertó de su ensimismamiento cuando se encontraban delante de un camino entre dos altas lomas a cada lado. Alertada, miró al líder de la comitiva confusa. Aquel lugar era perfecto para sufrir una emboscada, sumada a la densa niebla que se arremolinaba resultaban una presa fácil. Quiso inquirir sobre ello, pero entonces ya fue tarde y todo ocurrió muy deprisa. Los estaban esperando.

Las espadas danzaban sajando la débil carne de las aberraciones que arremetían contra ellos. Ninguno dudó en desenfundar las armas, algunos ya con experiencia en batalla contra esos seres, otros, no tanto. Y por fácil que resultase derrotar a un enemigo, su número era significativamente inferior. Uno por uno fueron cayendo hasta que sólo quedó ella en pie. No todos estaban muertos, algunos peleaban por volver a alzarse y luchar. Quería ayudarles, protegerles. Alzó su espada apoyando el pesado filo en su antebrazo, contemplando como poco a poco, las distancias se estrechaban. No quedaban muchos de aquella horda, y no fue ella quien les dio muerte a todos como una heroína. Tan solo fue el verdugo que dio el último golpe a la mayoría.

lyUAF5a.pngSus rodillas que hincaron en el suelo, herida y presa del agotamiento. Todo había terminado, ¿pero a qué precio? se preguntó mirando los cadáveres de sus compañeros, ¿y por quién? guiados por un líder recién ascendido y potencialmente incompetente. Sus piernas comenzaron a fallar en cuanto la adrenalina empezó a huir de sus venas. Un brutal tajo le había perforado la pierna y no tardaría en infectarse. La estiró y alargó la mano hacia ella, y una suave luz comenzó a sanar la herida como zarcillos divinos. Estaba a salvo.

-¿H-a... terminado?-La voz temblorosa la alertó, y no era otra que la de quien los había mandado a una innecesaria y estúpida muerte. Gabrielle cogió fuerzas de donde pudo y volvió a alzarse, caminando pesadamente hacia él. El hombre le tendió la mano para que le ayudase a levantarse. Y ella no deseó otra cosa que dejarle ahí abandonado. Aquello había sido culpa suya, no quiso escuchar y su soberbia le cegó. Merecía morir.

Los dedos se cerraron entorno a la decrépita mano y le ayudó a levantarse.

-Que la Luz te perdone por tus actos. Serás juzgado por ellos.

Los ojos del cruzado se abrieron de par en par escuchando la fría voz que emergía de debajo del casco. No dijo nada al respecto, sólo bajó la mirada y dejó que le ayudase a subirse al caballo, en dirección a Mano de Tyr.

  • Like 3

Compartir este post


Enlace al mensaje
Conéctate para seguir esto  

×
×
  • Crear Nuevo...