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Thorch

Lysae Silverblade

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  • Nombre: Lysae Silverblade
  • Raza: Kaldorei
  • Sexo: Mujer
  • Edad: 425
  • Altura: 2.0 m
  • Peso: 102
  • Lugar de Nacimiento: Vallefresno
  • Ocupación: Exploradora/guía
  • Historia completa

 

Descripción física:

De contextura media, presenta un físico entrenado debido a sus largas caminatas diarias por los bosques. Cabellos largos de un azul oscuro al igual que su piel. Ojos plateados rasgados. Anchas espaldas y voz severa. No presenta marcas ni cicatrices en el rostro, aunque si algunas en las extremidades, codos y rodillas.

 

 

Descripción psíquica:

Aficionada a la naturaleza, disfruta de las caminatas al aire libre. Su curiosidad insaciable y avidez de conocimientos le llevan a explorar y buscar respuestas. No es alguien muy comunicativa, pero si amable. Se muestra muy protectora, tan leal como apegada a las reglas. Prefiere los grupos pequeños de amigos, y la intimidad, siendo muy discreta con la información que recibe.

 

 

 

Historia

 

Lentamente avanzaba entre la tupida vegetación, el oscuro humo delataba con atroz claridad la ubicación de los profanadores. Ella se encontraba sola, como era de costumbre en el transcurso de sus recorridas por el bosque. Desde el primer instante sabía que aquella acción era peligrosa, pero el asqueroso hedor de la vida consumida en fuego le causaba un profundo estupor.

Durante sus cuatrocientos años de vida, venía luchando por controlar ese impulso, que le llevaba a enfrentar lo que seguramente fuera más prudente evitar. Pero cuál de sus hermanas podría permanecer impasible y prudente, si ante sus ojos se presentaban claros indicios de exterminio?  Si algo podría valer más que la vida, eso sin dudas eran sus bosques. La nación Kaldorei no podía soportar tales afrentas, y ella a pesar de su juventud era plenamente consciente de su lugar en el mundo.

Que haría al llegar?. Pues justamente eso si lo tenía claro de antemano a pesar de la furia, observaría cada detalle e informaría a sus hermanas centinelas. No sería de mucha ayuda si caía muerta, y aún no era todo lo diestra en combate como para asegurar una eliminación directa de la amenaza. En ocasiones así sus pies ligeros y ojos bien abiertos, eran las mejores armas con las que contaba.

Recorrió tan sigilosamente como pudo los últimos metros que le separaban de su objetivo, y ante sus ojos se presentó con claridad la pavorosa visión. Un grupo de Orcos ataviados en harapos color sangre, giraban en torno a una lúgubre fogata de verdosos destellos. En el centro un hermano Kaldorei agonizante, de piel púrpura y vistosos cabellos largos, se notaba era muy joven aún. A pesar de demostrar indicios de la salvaje tortura sufrida, el elfo no se lamentaba solo oraba a Elune sin cesar.

Lysae retrocedió un par de pasos, espantada por la situación que se presentaba ante sus ojos. Tras ella una gruesa rama se enredó en su pie, no logrando recuperar el equilibrio a tiempo, tastabillando y cayendo sobre las hojas en forma sonora. Si bien logro reincorporarse a tiempo, ya era demasiado tarde. Uno de los orcos daga en mano, abrió un profundo y letal canal en la garganta del inocente joven cautivo. Este abrió los ojos en forma desorbitante antes de desvanecerse estrepitosamente, aquella mortuoria mirada parecía clavarse en ella de forma acusatoria.

Luego un torbellino, las encapuchadas figuras señalaban en su dirección pero no lograban avanzar. Sendos puñales se hincaban en el pecho de los brujos, sin indicar quien los arrojaba. Una impactante figura emergía de entre las sombras, veloz como el relámpago balanceaba la luna umbría. Un silbante destello precedía a los brotes carmesí de los Orcos que yacían, poniendo cierre definitivo a su vil existencia en un instante.

La celadora observó a Lysae un momento, luego señaló el cuerpo sin vida del joven Kaldorei que aún parecía mirarle con sus ojos acuosos. Fue muy breve lo que dijo con voz fría y severa:

-          Si no hubieses sido tan torpe e imprudente, el seguiría respirando. Aprende a vivir con eso, o busca que su inocente sacrificio valga de algo a los ojos de Elune.

La joven Elfa corrió como nunca antes lejos de allí, sin mirar atrás entre sollozos y desconcierto.

Luego volvería muchas veces a lo largo de su existencia a ese fatídico lugar, pero solo encontraría la húmeda hiedra bañada por el matinal rocío. El murmullo de las bestias, el zumbido de los insectos, y el cantar de las aves. Ni rastros, ni respuestas, mucho menos consuelo, ante los recuerdos de aquel día en que sintió real culpa por vez primera. Y en el que se juró eternamente, ser como aquella celadora y redimir de algún modo, el daño que sin pretenderlo, había provocado.

 

La madre de Lysae había culminado su ronda como centinela, notoriamente cansada, pero feliz besaba a su hija en la frente, mientras se disponía a comer la cena que su esposo había preparado.

-          Madre porque nunca hablas sobre lo acontecido en tu ronda? Me agradaría saber cómo has visto nuestros bosques por ejemplo, o si lograste darle caza a muchos Orcos.- La joven elfa hablaba con cierta imprudencia, propia de la inmadurez. Aún no había sido siquiera iniciada en el rito de la adultez, por lo que tanto su rostro como sus palabras, no demostraban la profunda cicatriz que guardaba en su alma.

-          Querida hija, Elune es testigo de nuestros actos, y bendice la justa labor de las centinelas. No obstante, no es propio del buen guerrero, hacer alarde de sus combates. Ni grato para una familia, llevar las inevitables disputas al hogar. Lo acontecido durante la guardia allí queda, tanto como lo que sucede en casa no es llevado a la batalla. No sería bueno pensar en los riesgos y la familia, instantes antes de  enfrentar al enemigo. Tampoco traer las manos sucias de sangre, para ser lavadas ante los ojos de quien amas.- Terminó de decir con cierta dulzura la curtida centinela.

-          Comprendo madre que es mejor callar cuando frente a nosotros, lo que nos apena se presenta.- Terminaría diciendo con pesar Lysae, aunque su madre pensara que tan solo se sentía defraudada con su respuesta.

-          Bueno si te sirve de algo, te contaré que los bosques están cada día más frondosos y fuertes, bendecidos por Elune. Que no hemos visto enemigo alguno durante la ronda, y que puedes estar segura de que nuestra nación está a salvo.- La bella centinela sonrió de par en par a su hija, y se fundió en un afectuoso abrazo maternal.

-          Me alegra saber eso, seguramente las celadoras dieron caza a todos los criminales antes de que ustedes llegaran.-Asintió la chica entre los brazos de su madre.

- Lysae otra vez con esa obsesión por las celadoras!-exclamaba la centinela, no con enfado por el contrario su tono era ciertamente indulgente- La labor de ellas es muy especial, ellas son las custodias de los peores criminales, las que velan por el cumplimiento del código judicial Kaldorei, las que dan caza a los peores horrores inimaginables…

- Pues yo quiero ser una celadora!- Interrumpía a su madre en tono caprichoso y algo desafiante.

- Hija me temo que eso es algo que no puedes elegir, no depende de tu voluntad como en el caso de las centinelas. Las celadoras son escogidas específicamente, deben poseer actitudes que ninguna de las Silverblade hemos demostrado jamás en nuestro largo linaje de guerreras.- Suspiraba al tiempo que acariciaba el cabello de Lysae.

- Pues yo seré a primera, ya lo verás madre, que Elune lo permita.- Se apartó de su madre y marcho rápidamente hacia los bosques.

 

Editado por Thorch

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