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[Evento] [Tablón de Misiones] Los Rebeldes del Norte

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Los Rebeldes del Norte

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Los soldados de la guarnición local de Costasur se apresuraban de un lado al otro del pueblo.

Su equipamiento no era el mejor, pues desde hacía tiempo se sospechaba que el herrero estaba desviando recursos a, según la paranoia (quizás no tan equivocada) del sargento de la guarnición, entidades rebeldes. Sin embargo, luego de mandar a dos recién llegados que decían ser soldados imperiales a investigar el asunto: El herrero misteriosamente desapareció y, junto a él, la única pista de la guarnición para dar con los rebeldes, los cuales cada vez más sonaban menos como una paranoia de un sargento atormentado por los años y más como una cruda realidad para afrontar.
Y, solo como si no fuese suficiente, los recién llegados habían tratado de dañar (con éxito) al único testigo que había visto algo en la noche en la que el herrero había desaparecido.

El sargento, envuelto en cólera, puso de inmediato a sus soldados a buscar a los ahora principales sospechosos de la desaparición del herrero y a cuidar y mantener bajo estrecha vigilancia al testigo hasta poder sacarle lo que querían saber: Pues se negaba a colaborar sin una promesa de protección por parte de la guarnición, cosa que con los pocos recursos y los constantes frentes a mantener fuera del pueblo, era algo que no se podían permitir.

 

Mientras tanto, el pueblo cada vez temía más al sargento, y por extensión, a toda la guarnición de soldados...

Continuará...

 

 

Participantes: @Stannis the Mannis como Elegost, @SwordsMaster como Santiago y Master.
Duración: 2 días
Tipo del evento: Corto (Prólogo)
Habilidades usadas: Elegost: Etiqueta, Advertir/Notar, Buscar /  Santiago: Etiqueta, Buscar

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La situación se agrava

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Los soldados de la guarnición local de Costasur se apresuraban de un lado al otro del pueblo.
Mientras tanto, el Sargento Adolfus Impera andaba de un lado al otro de la torre de la guarnición.

En los últimos días las rutas comerciales de Costasur habían comenzado a ser saqueadas con mucha más intensidad, golpeando duramente a Costasur. Aunque esto se debía principalmente a un aumento en la actividad de los renegados, también habían llegado reportes de la desaparición de caravanas de alimentos además de armamento. Obviamente, los Renegados no necesitaban comer, y en algunos casos comerciantes que habían sobrevivido alegaban saqueos a manos de "bandidos". Por supuesto, el Sargento estaba lejos de considerarlos bandidos: Para él, se trataba de los mismos rebeldes de los que llevaba tiempo volviéndose loco por su persecución.

Aunque eso apenas resultaba una espina en el pie comparado con el verdadero problema: Algunos funcionarios menores y sub-oficiales de menor rango de entre los soldados allí apostados habían aparecido muertos. Asesinados, sencillamente.

 

Los rebeldes habían movido ficha...

 

 

 // Pequeño relato, consecuencia del tiempo sin actuar al respecto (El grandioso Dú0 ha tenido complicaciones y se tardan un siglo en llegar). El evento no ha fracasado aún, pero los rebeldes ya tienen una presencia mucho más sólida en Costasur y contarán con bastante apoyo popular. Colocaré detalles al respecto en el post de Situación de Costasur en Rumores, creado por @Stannis the Mannis

Consecuencias aquí: 

 

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El retorno de los anti-héroes

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Los dos cabos Imperiales se acercaban por el camino a Costasur una vez más, tras una larga y agotadora travesía por los confines de Trabalomas para derrotar al enjambre de corruptas arañas. El sol ya se ocultaba en el horizonte. El ánimo estaba desgastado tras una amarga despedida, y todos parecían finalmente haber llegado a aquel pueblo. Elegost y Santiago, sin embargo, se detuvieron. Indicaron a los dos jóvenes rescatados que se adelantasen y avanzaran sin ellos, pues verlos juntos podría darles problemas. Los jóvenes les costó entenderlo en un comienzo, pero se adelantaron al pueblo silenciosamente agradecidos.
Solo quedaban los tres. Ambos cabos y la elfa; Alayratiel. La decisión de Elegot estaba clara, entregarse, y sus dos compañeros no parecían dispuestos a dejarle entregarse solo.

Caminaron por el pueblo. Miradas de desconcierto e incluso temor se dibujaba en algunos habitantes e incluso milicianos al verles pasar, con la incertidumbre de qué podría pasar con el retorno de los soldados que el sargento había puesto en búsqueda hace tiempo. La torre de la guarnición se dibujó ante ellos, y en la entrada los milicianos encargados de vigilar la entrada. Los tres individuos fueron desarmados, pues aparentemente se había prohibido recientemente la entrada de civiles armados a la torre debido a la situación vivida.
Pero mientras los milicianos llevaban dentro a aquellas personas en busca y captura, el Cabo Mateo que Santiago y Elegost ya conocían los interceptó a todos en la entrada. Con unas pocas palabras les dejó claro a los soldados que ya no debían seguir las ordenes del ex-sargento Adolfus Impera, algo que aparentemente ya debían saber hace tiempo.

Ya dentro, el Cabo Mateo les explicó todo para sacarlos de su confusión. El ex-Sargento Adolfus Impera había sido retirado de su posición y aguardaba Juicio Militar. Aparentemente los soldados imperiales que habían llegado de refuerzos habían abordado en Stromgarde para luego dirigirse por tierra hacia Costasur, y de camino habían extraviado los nuevos documentos, teniendo que solicitar un tercer envío de documentos al ejército imperial, pero solo los documentos, siendo el envío descontado del sueldo de los soldados por su falla y error. Sin documentación, el Sargento en un ataque de la paranoia que lo corroía mandó a encerrar a los recién llegados soldados de apoyo por "fraude", acusándolos de ser rebeldes tratando de infiltrarse.
Cuando los documentos arribaron una vez más y confirmaron la identidad tanto de los ocho soldados imperiales como de los dos cabos en búsqueda, el sargento estaba en problemas.

Ya todo aclarado, a los exploradores se les devolvió sus tabardos, documentos y armamento imperial.
Todo lo que quedaba, era mandar a las dos escuadras de soldados a estar formadas para el anochecer...

 

 //  Masteo corto sobre el regreso a Costasur. No se usó ninguna habilidad.

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Los soldados Enrique y Tristán jadeaban agotados bajo la sombra de la improvisada construcción. El cabo Elegost, con las manos sobre la cintura, observaba impasible el intento de Almenara aún apagada. A su espalda los pasos de Santiago sonaban mientras se acercaba con pasos acelerados al montaraz del norte.
Le esperaban; a él.
 

Un día antes...

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El sol no se había logrado ver salir por el horizonte, cubierto de grandes nubes. La lluvia descendía desde el cielo, empapando el día de tonalidades grises y apagadas. Tres de las cuatro parejas de exploradores imperiales habían acabado de montar las tiendas junto al campamento de mando improvisado por el cabo Faler cerca de la torre de la guarnición. A excepción, claro, de la disfuncional pareja de Enrique y Tristán, que no habían dejado de discutir en toda la noche sobre cómo hacer una buena tienda de campaña. Al toque del alba, Elegost revisó las tiendas de los exploradores, acabando por castigar a Enrique y Tristán dejándolos sin tienda y durmiendo al raso por su incapacidad de colaborar.

El día pasó lento, entre educar a los soldados e indagar sobre sus actitudes y pasados. Llegado a un punto y ya acabando el día, el Montaraz del Norte acabó por colocarse la capucha y el grueso manto y encaminarse a Costasur. Cruzó por entre las calles, militarizadas y con la vigilancia incrementada ante los rumores de rebeldes y conspiradores. A veces algún aldeano pro-rebelde trataba de dar problemas, recién salido ebrio de la taberna, pero era rápidamente aplacado por los guardias de la guarnición de Costasur. Los pasos del cabo acabaron por detenerse frente a una pequeña y familiar vivienda; Lilián, una habitante de Costasur que en el pasado les había ayudado cuando ambos montaraces estaban perdidos y sin nada en aquel pueblo. Se adelantó unos pasos y dio tres firmes golpes en la puerta. Esperó. Nada ocurría. No habían luces en el interior, las cortinas permanecían cerradas y los mellizos no parecían estar en casa. Elegost se dio la vuelta y se sentó en la entrada, en la puerta, esperando. Durante un buen rato pasaron patrullas y más patrullas de soldados de la guarnición; algunos saludaban, la mayoría simplemente seguían de largo, sin notar al montaraz allí sentado. Finalmente acabó pasando una cara familiar que reconoció a Elegost allí sentado y se detuvo. Era al Cabo Mateo. Tras intercambiar algunas palabras, el montaraz le pidió al cabo que fuese al grano, recibiendo las malas noticias. Lilián había desaparecido. Afortunadamente, esta vez a diferencia del herrero habían dos testigos vivos y sanos; los mellizos, Tiagus Jr. y Fergus, los hijos de Lilián. El sargento acabó por destinar la investigación al respecto a Elegost y sus exploradores, prometiendo enviarle los detalles que se tenían al respecto al día siguiente. Con una breve despedida del recién ascendido Sargento Mateo y nada por parte de Elegost más que silencio, este se dirigió al centro del pueblo, a la alcaldía. Al comienzo le costó abrirse paso dentro a través de la fuerte vigilancia en el lugar, y cuando finalmente consiguió que le dejasen entrar solo atinó a hablar con el asistente del magistrado. Tras un rato de insistencia, lo único que este pudo prometer fue tratar de conseguirle una cita con el magistrado al cabo.

Elegost acabó retirándose del sitio y se decantó por regresar al campamento junto a la torre de la guarnición donde permanecían los soldados imperiales por el momento. La lluvia seguía cayendo con pesadez encima suyo, debajo de la gruesa capucha y el manto de explorador.

 

 // Rol corto.
Participantes: @Stannis the Mannis como
Elegost Friederich Faler von Falveri de Lordaeron (Elegost para los vagos)
Master: @SwordsMaster
Habilidades usadas:
Etiqueta - Elegost Friederich Faler von Falveri de Lordaeron
Duración: 3 horas.

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Al volver al campamento, Fergus y Tiagus Jr. se encontraban revoloteando por el campamento, molestando a Santiago quien había regresado de comprar algunos materiales junto a Arnold y Tin. Elegost detuvo a los mellizos un segundo. Tras hablar con ellos un momento, descubrió que un hombre con capucha y la cara cubierta había entrado a tomar a Lilián de la casa y ellos habían escapado. Más tarde en la noche del accidente, habían visto a ese mismo hombre a lo lejos, a las afueras de Costasur, dirigiéndose al norte. No tenían más detalles....
 

Un día después...

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Los soldados Enrique y Tristán jadeaban agotados bajo la sombra de la improvisada construcción. El cabo Elegost, con las manos sobre la cintura, observaba impasible el intento de Almenara aún apagada. A su espalda los pasos de Santiago sonaban mientras se acercaba con movimientos acelerados al montaraz del norte.
Le esperaban; a él.

En la tienda de mando le esperaban un soldado de la guarnición de Costasur y un mensajero en nombre del asistente magistrado. Previendo quien tardaría más en hablar, decidió comenzar con el mensajero. Este formalmente le informó que había conseguido una cita con el magistrado... Para el día 24 del séptimo mes del año 30 según el calendario imperial oficial. Dentro de un mes entero. El montaraz rápidamente despachó al mensajero y decidió centrarse en el soldado, quien probablemente traía noticias más apremiantes. Y tal y como se le había informado, el soldado venía con una pila de papeles e informes sobre la investigación al norte de Costasur en la última media semana en busca de aquellos aclamados rebeldes, todo listo para ceder la investigación al cabo. Los informes de los exploradores de Costasur indicaban a dos posibles rastros, pero leves imposibles de relacionar con los rebeldes. El primero era un informe sobre huellas marcadas en un terreno especialmente húmedo al norte de Costasur, huellas que se dirigían al oeste.
Según los informes había otro rastro, descubierto recién el día anterior al suroeste de las huellas y noroeste de Costasur: Un camino de ramas rotas, arbustos cortados y un trozo de tela rasgada, como si alguien se hubiese abierto camino a través de una zona especialmente silvestre. Debido a que era un informe reciente, aún no se había mandado una patrulla de exploradores a investigar más y determinar la dirección del rastro.
Elegost se quejó por un momento debido a que no se le había enviado junto a los documentos el trozo de tela, por lo cual se dirigió rápidamente a la torre de la guarnición. Allí, fue atendido por el Sargento Mateo y rápidamente se le pidió disculpas y se le entregó la muestra encontrada, oficialmente destinando toda la investigación a los exploradores imperiales.

De vuelta al campamento, Elegost analizó lo que tenía. Ordenó a Santiago tomar a Bronn, Alberto y Arnold y dirigirse a la zona donde se habían encontrado las huellas para analizarla. Mientras Santiago se preparaba, Elegost por su parte se encaminó a Costasur una vez más. Cruzó a través del pueblo fuertemente militarizado y se detuve una vez más frente a la casa de Lilián, tocando a la puerta con tres firmes golpes. Tras un momento Fergus abrió la puerta de la casa, pero antes de poder Elegost reaccionar Tiagus Jr entró corriendo como una bala a la casa y gritó a Fergus que cerrase la puerta, el cual la cerró en la cara de Elegost. Rápidamente las luces dentro se apagaron y las cortinas se cerraron. Un hombre llegó corriendo por la espalda de Elegost, jadeando, con bigote y piel tostada. Un comerciante de toda la vida. Tras un momento hablando, Elegost convenció al comerciante de que se había prohibido la reventa de objetos en Costasur debido a la situación, de lo que vivía el comerciante. Rápidamente mandó al suplicante comerciante a dirigirse al campamento de los soldados imperiales para tratar de acordar algún trato con el cabo de Sveri antes de que este se fuera en misión de exploración.
Cuando el comerciante se alejó, los muchachos volvieron a abrir la puerta y dejaron entrar al cabo. Tiagus Jr. había robado una barra de pan para poder comer algo. Elegost le dio unas monedas a Tiagus Jr para ir a comprar algo de comida de manera más legal, y con el permiso de Fergus entró al dormitorio de Lilián, con la esperanza de encontrar algo respecto a su desaparición, o el porqué se la llevarían.
La habitación era sencilla: Un armario, una cama para dos personas, dos mesitas de luz y un mueble con tres cajones pequeños y dos puertecitas, de no más de un metro de altura. Elegost comenzó por el armario, abriendo ambas puertas. Dentro habían vestidos, pantalones y ropa de todo tipo, de calidad media-baja en su mayoría y de diseños simples. Tras rebuscar un segundo no encontró allí nada más que las vestimentas de la mujer. Con cuidado volvió a ordenar todo y cerró el armario, dirigiéndose ahora a las mesitas de luz. En la primera encontró un sobre ya abierto hace años guardado, junto a un pequeño saquito vacío dónde probablemente había dinero. Cerró la mesita de luz y se dirigió a la del otro lado de la cama. Dentro encontró algo más, un pequeño libro sin título y varios carboncillos a un lado. Con cuidado tomó el libro y lo abrió al comienzo, viendo una fecha al comienzo del año 30 y texto escrito debajo. Era un diario. Con cuidado pasó las páginas, buscando el día en el que Lilián le conoció. La leyó detenidamente y allí estuvo por horas, leyendo entradas relacionadas con aquellos días...
Eventualmente, se dirigió a la última anotación: hacía 5 días.

Hoy ha sido un día raro... Estoy preocupada, el pueblo está en un estado tan deplorable. Todos están preocupados de que nuestros líderes no se esfuercen en defendernos, pero actuando así solo nos dejan más vulnerables a todos... Y ahora...
Ahora, hoy, he sentido que me seguían. Que me observaban. Había un joven que parecía seguirme en el mercado, juraría que su cara me era familiar de algo... Y hace un rato he oído ruidos fuera de casa. Probablemente estoy siendo paranoica. El ambiente, todo lo que ocurre... Sé que hay gente a la que estarían siguiendo antes que a mí, pero no puedo evitar preocuparme.
Sigue sin volver.
Todos los héroes que cruzan por mi vida, simplemente... No vuelven...

La anotación de ese último día acababa ahí. No había nada más.
El montaraz volvió a dejar todo en el cajón como estaba y lo cerró. Se dirigió al último mueble, con los tres cajones pequeños y dos puertas. Comenzó por abrir los pequeños cajoncitos, todos a la vez. En el primero habían calcetines. En el segundo, ropa interior femenina. Y finalmente, en el tercer cajón, habían guardados varios libros, con números desde el 22 hasta el 29. Eran todos diarios de cada año desde el año 22.
Tras eso cerró el cajón de los libros y de los calcetines, rebuscando entre la ropa interior del último cajón. No había nada escondido allí, por lo cual la búsqueda fue "futil" aunque especialmente deliberada.
Elegost acabó sentándose en la cama, pensando.
Pensando.
Y tras un rato, palpó la cama. Era un colchón. Con cuidado se levantó y con una mano alzó el colchón. Debajo, una nota mal doblada y algo arrugada, pero sin marcas de mal trato por el tiempo. Era reciente.
Retiró el pequeño papel arrancado de algún sitio y dejando bajar el colchón, lo desplegó para poder leerlo. La caligrafía era mala e indicaba que se había escrito sobre una mala superficie, como sobre la cama o una pierna.

Una carreta se detuvo frente a casa. Estoy asustada. Cre

Y allí acababa la nota, probablemente para tener tiempo de esconderla rápidamente donde no pudiesen encontrarla. Nadie había dicho nada de una carreta.
Volviendo a la habitación principal, Tiagus Jr ya había vuelto y estaba comiendo con su hermano. Con su permiso, Elegost se dirigió a la ropa sucia y apartó toda la que pertenecía a Lilián para llevársela, para poder "seguir su olor" en caso de necesitarlo.

Volviendo al campamento, Santiago, Bronn, Arnold y Alberto ya habían partido. Elegost entró a su tienda y dejó la ropa allí. Tras un rato de intentar infructíferamente de hacerse con el "aroma" de Lilián, y ser visitado brevemente por Elisa, salió de su tienda, solo para ver a los exploradores imperiales que habían acompañado al cabo de Sveri aparecer jadeando y agotados. Bronn presentaba una herida en el hombro por lo que fue llevado por Elisa y el resto para ser atendido, mientras Arnold y Alberto se quedaban para dar parte de lo ocurrido. Aparentemente, habían sido incapaces de seguir el rastro de huellas, al igual que los informes de los exploradores de la guarnición, por lo cual el cabo decidió tomarse las órdenes de Elegost un poco por su cuenta, decidiendo investigar también la zona donde se había encontrado el trozo de tela rasgado. Allí, habían logrado seguir el rastro en dirección norte durante un largo rato, hasta que fueron emboscados. Trataron de retirarse, pero los emboscadores, con mayor conocimiento del terreno, lograban alcanzarlos constantemente. Ante la situación, alguien debió quedarse atrás para dar tiempo al resto a escapar... Y aquel había sido el cabo de Sveri.
Elegost informó de que partiría a investigar algo y dejó órdenes a los soldados de esperar 5 días por su regreso, o de lo contrario quemar el bosque hacia el norte con todo en él.

El Montaraz del Norte tomó su manto, su capucha y su armamento. Se retiró el tabardo para dejarse solo el broche de explorador.
Su bro le necesitaba.

 

// Evento corto.
Duración: 4-5 horas.
Participantes: 
Elegost Faler Santiago de Sveri
Master: @SwordsMaster

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Hazlo por tu Bro



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Las murallas de Costasur habían quedado ya atrás. El Montaraz avanzaba impasible a lo largo del camino que se dirigía al norte del pueblo. La lluvia caía desde arriba bajo el cielo oscurecido por la caída de la noche, mientras el viento se colaba por entre los altos pinos que conformaban un bosque, sacudiendo el manto del explorador y ayudando a calar el frío y el agua por entre su ropa y armadura. Su rostro cubierto y la gruesa capucha como única protección para su cabeza de las inclemencias del clima.
La larga marcha para traer de vuelta a su aprendiz, compañero y hermano había comenzado.

Tras una larga caminata, el camino se acababa y se dividía en dos en ambas direcciones, este y oeste. Su camino en la relativa seguridad de los caminos acababa allí. Continuó su avance al norte, por entre los bosques de pinos, esperando dar con la primera pista relativa a los rebeldes.
El camino era silvestre y de difícil tránsito para alguien inexperimentado, pero no era nada que el explorador del norte no hubiese visto antes en sus propias tierras natales. Acabó llegando a la zona donde los informes de los exploradores de la guarnición local de Costasur habían dicho avistar las huellas marcadas en el terreno seco. Por supuesto, este rastro estaba ahora siendo borrado por la incesante lluvia y era difícil de seguir, reduciéndose la mayoría de las huellas a nada, y las que aún quedaban se limitaban a ser un agujero deforme en el barro con forma de bota. Aunque el cabo pudo seguir un pequeño tramo el rastro en dirección oeste, pronto este se le hizo imposible de seguir y perdió el rumbo. Pero aún tenía otro rastro más tangible al que aferrarse. Desde su localización, tomó rumbo al sur-oeste con la esperanza de dar con la zona espesa en flora, con arbustos rotos y rastros de que alguien se hubiese abierto paso por allí: donde habían encontrado el trozo de tela rasgado. Pero, a pesar de sus mejores esfuerzos, el lugar descrito por los exploradores de Costasur escapaba a su capacidad de búsqueda. Tras un largo rato andando en la misma dirección, se hizo claro para el Montaraz que no encontraría el lugar que buscaba. Pero cuando estaba por rendirse y volver de su misión de exploración, su oído, afinado por el bosque y los entrenamientos para percibir todo detalle en el bosque se activó, mientras permanecía en silencio oyendo cada sonido que escapa de lo habitual en el ambiente. Un chapoteo a su izquierda. Un susurro avisando que hizo ruido, a sus espaldas. Una rama rota a su derecha. No eran animales, eso lo tenía claro, y le tenían rodeado. Personas.
Sabiendo cuantos eran y donde estaban, Elegost tenía la iniciativa. Tomó una bocanada de aire y se largó a correr lejos del sitio donde planeaban emboscarle. Para su fortuna, Elegost era un explorador experimentado en aquel ambiente, mientras que sus persecutores parecían no serlo tanto. Sin embargo no era difícil para aquellos tres individuos seguir el rastro y los ruidos del montaraz corriendo acelerado por entre los bosques. Sabía que no podía seguir huyendo por siempre en la inmensidad de un bosque, por lo que se detuvo un momento, observando a su alrededor y aprovechando la distancia que había logrado crear entre él y sus persecutores. Logró localizar una zona de arbustos y árboles tupidos tras los cuales esconderse, y allí permaneció hasta que los tres jóvenes encontraron el final del rastro, equipados con ropajes de tela baratos de tonalidades marrones y tan solo una ligera pechera de cuero para resguardar pecho, estómago y espalda. Su armamento, como cabía esperar de una fuerza desorganizada y civil era básico: Uno de ellos llevaba una lanza ligera, otro un hachuela y finalmente uno de ellos con hachuela y un arco corto, con poco más de 10 flechas. Al comienzo los tres jóvenes rebeldes parecían no haber notado la presencia del Montaraz entre los espesos arbustos, hasta que el lancero comenzó a acercarse, desenfundando la lanza y con la mirada fija en Elegost, en su escondite. Cuando el muchacho silbó a sus compañeros, estaba claro que le habían encontrado.

Cuando el montaraz tuvo claro que no podía escapar, se lanzó desde los arbustos hasta el lancero para tomarlo del cuello y tener un rehén. Y así fue, con la espada a la altura del cuello y mirando a los otros dos jóvenes quienes pronto entendieron que, de pronto, la vida de su compañero dependía de su colaboración.
Lancero: ¡N-no! ¡Entregad las armas, por favor, POR FAVOR! - Los otros dos tragaron saliva, sin saber muy bien como proceder ante la delicada situación. Parecían conocerse bien entre los tres.
Rebelde arquero: Tranquilo... Déjalo ir, y te dejamos ir...- Pronunció con calma el más calmo de los tres, mientras alzaba levemente las manos para indicar su cooperación con el soldado imperial.
Elegost: ¡¿No habéis oído?! ¡Deponed las armas! ¡Ni más ni menos! ¡O ensarto la espada por entre el ojo de vuestro amigo! - El arquero observó a su compañero con el ceño fruncido e inclinó la cabeza. Tras eso, ambos retiraron sus armas, dejándolas caer al suelo húmedo.
Rebelde arquero: Bien... Ahora suéltalo- Pronunció con firmeza aquel joven rebelde que no parecía pasar de los 20 o 21 inviernos, a diferencia de sus compañeros que no parecían alcanzar ni tan siquiera los 20.
Elegost: ¡No aún! ¡Ahora os vais a dar la vuelta y echar a andar! ¡Contad hasta veinte! Yo haré lo mismo. Cuando lleguéis a diez, soltaré a este.
Rebelde joven: ¡Va a matarlo, va a matarlo Marty!
Elegost: Aquí los asesinos sois vosotros, no yo.
Rebelde Marty: ¿Asesinos? Queremos salvar Costasur señor. Salvarlo...
Elegost: ¡¿Quién ha salido a emboscarme a mí a mis compañeros?! - El explorador observaba a uno y al otro, intercalando la mirada.
Lancero: ¡No íbamos a matarlos, no hemos matado a nadie! ¡Por favor!
Elegost: ¿Por qué habéis atacado a soldados como yo? ¡Salvarlo con más muertes es como condenarlo!- Elegost pasó a apretar el cuello del joven lancero con más fuerza. La tensión se respiraba en el aire, y el rehén parecía temblequear cada dos por tres.
Elegost: ¡¿Dónde está el soldado moreno al que habéis raptado?!
Marty: ¿Quién...?- Elegost tomó una bocanada de aire, claramente también tenso.
Elegost: ¡Cuatro soldados del Imperio fueron por aquí esta tarde y fueron atacados! ¡Uno no volvió! ¡¿Dónde lo tenéis?!
Marty: ¡N-no lo sé! ¡No lo sabemos! ¡Debió ser otra patrulla, otras personas! ¡No sé!
Jacob: ¡Marty, va a matarlo! ¡VA A MATARLO!
Lancero: ¡POR FAVOR, NO!
Elegost: ¡No he venido a matar a nadie!
Marty: Nadie va a matar a... A nadie. Calma.
Elegost: ¡Voy a soltar a vuestro amigo, Marty! ¡¿Me oís?!- La espada comenzaba a alejarse del lancero...
Jacob: Va... Va a revelar donde estamos...
Marty: Jacob, tranquilo... Está bien. Está bien.
Elegost: ¡Quiero parlamentar! ¡Y buscar la mejor solución! - Y con un brusco movimiento la espada volvió a acercarse el ojo del lancero aterrorizado.
Elegost: Pero quiero un voto de confianza... Pues sois tres contra uno.
Jacob: Le va a contar a todos donde estamos. Va a arruinar la causa, Marty. Es un soldado, nos quiere a todos muertos...
Marty: No pasa nada... Estamos hablando. Hablemos.
Elegost: Uno se pondrá a diez pasos a la derecha...Otro a diez pasos a la izquierda. Os daréis la vuelta y contar en alto hasta diez.
Jacob: Va a escapar y a llevarse a un rehén...
Elegost: ¡Yo no soy como vosotros!
Jacob: ¡ERES QUIEN TIENE UN ARMA AMENAZANDO A MI AMIGO!
Marty: Jacob...
Elegost: Vosotros jugáis con las vidas ajenas como si fueran piezas de ajedrez... ¡Sois vosotros quienes han raptado al mío! Ahora haced lo que os digo... - El Montaraz soltó una bocanada de aire por la boca. El cuello del lancero seguía aferrado con fuerza.
Jacob: No... Tenemos que salvar Costasur. Marty...
Elegost: Si en cinco segundos no hacéis lo que os digo... ¡UNO! - Marty había comenzado a andar a un lado, pero el otro permanecía estático, paralizado.
Marty: Jacob...
Elegost: ¡DOS!
Lancero: ¡JACOB, POR FAVOR! ¡POR FAVOR!
Elegost: ¡TRES!  - El Montaraz tragó saliva, tenso...
Jacob: ¡No puedo! ¡Costasur, la causa! ¡Tanta gente! ¡MARTY!
Lancero: Voy a morir... Voy a morir... Decidle a papá y mamá... Cuando Costasur esté a salvo... - Un par de lágrimas comenzaron a resbalar por los ojos del joven. Elegost apretó los dientes. Ellos... ¡Ellos se llevaron a Santiago! - Decidle que los quiero...
Elegost: ¡CUATRO!
Marty: Jenklins... - El muchacho observaba con una marcada pena en el rostro a su compañero en sus últimos momentos de vida. El rebelde Jacob apartó la mirada...
Elegost: Que así sea... ¡CINCO! - Tras eso, la hoja del Montaraz se enterró a través de la cavidad ocular del lancero rebelde.
Jacob: ¡A... ASESINO! ¡Todos los soldados iguales!
Y tras el asesinato, el combate había iniciado. Jacob se agachó para recoger la hachuela del suelo, lanzándose a por Elegost, pero en el último momento el montaraz arrojó el cadáver del lancero sobre el joven impidiendo el iracundo ataque. Mientras tanto, Marty había retirado un cuchillo oculto tras su espalda y se había lanzado corriendo a socorrer a su compañero. El Montaraz, anticipándose, tomó un cuchillo tras su espalda y se lo arrojó a Marty, a quien se le provocó un corte en el hombro izquierdo en su carrera.
Rápidamente Elegost volvió a alzar la espada en horizontal para desviar la hachuela de Jacob. Sin embargo pronto la superioridad numérica se hizo presente cuando fue flanqueado por Marty con el cuchillo, rajando una zona débil de la armadura y llegando a raspar la piel. Dando unos pasos atrás, el montaraz trató una vez más de lograr encarar a ambos oponentes.
Con un veloz movimiento, el explorador lanzó una estocada a las piernas de Jacob, quien pronto sintió el hierro enterrándose en su carne. Con un rápido contraataque el muchacho hizo acabar de rodillas al montaraz, incapaz de resistir el embate del hacha. Y antes de poder reaccionar, un corte de Marty que aunque desviado, había logrado arrebatar la hombrera del explorador y arrojarlo al suelo. Allí el Montaraz resistió los golpes que le caían por parte de ambos rebeldes en esa precaria posición, hasta que finalmente Marty lo tomó del cuello, alzándolo y dándolo contra el árbol a sus espaldas con fuerza mientras sus manos apretaban el cuello del Montaraz. Rápidamente Elegost lanzó un corte al vientre de Marty para liberarse, un corte de gravedad que acabó haciéndole retroceder y caer de rodillas pasos más atrás con una mano en el estómago. Cuando Elegost creyó volver a estar a salvo, rápidamente tuvo que agacharse para evitar ser decapitado por Jacob enfurecido. Tras eso, Elegost se adelantó y enterró la hoja en el pecho de Marty, quien en sus últimos momentos de vida observó a los ojos al montaraz. El más decente de los rebeldes había muerto. Justo entonces, Elegost le pareció oír a su bro en su mente... "Lo has matado mucho." Elegost observo a Jacob y murmuró suavemente... "Lo sé, bro..."
Ahora eran solo ellos dos. Rápidamente Elegost avanzó, intercambiaron golpes un momento hasta que finalmente Jacob acabó por realizar un feroz tajo que hizo caer a Elegost, en el borde de la inconsciencia. Mientras la lluvia y el barro mojaban su rostro, varios rebeldes con arcos salieron de entre los árboles, acompañados de una voz familiar, lejana, conocida de hace años pero incapaz de reconocerla, emergió. Kon... ¿Kon qué?

-Jacob, tranquilo. Yo me encargo ahora...- Y tras eso...... Oscuridad.

 

 // Rol Corto.
Participantes: Elegost Faler @Stannis the Mannis
Master: @SwordsMaster
Habilidades usadas: Elegost Faler: Rastrear - Buscar - Advertir/Notar - Reflejos - Espada pesada - Defensa - Sigilo - Cuchillo - Atletismo
Duración: 4-5 horas.

Editado para añadir la habilidad Atletismo.

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Atrapados juntos

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Hambre. Sed... Hambre. Sed. Hambre... Sed. Y otra vez el hambre.
Ambos agentes imperiales permanecían ahora en el fondo de lo que podría haber sido alguna vez el pozo de agua de algún pequeño pueblo, ahora seco. A veces arrojaban los restos de la comida al fondo como único alimento para el dúo. Las heces se acumulaban en un rincón.

El tiempo pasaba lento y nada parecía cambiar en aquel agujero. ¿Habían pasado horas, quizás ya más de un día? Quién sabe...
Uno de los rebeldes joven e inexperto, como aparentaban serlo todos, se asomó por la cima. Buscaban al "último" de los Montaraces del Norte, a Elegost Faler. Retirando unas rejas improvisadas colocadas en la cima y bajando una escalera fabricada con viejas sogas, se esperó a que este subiese. Unos arqueros inexpertos esperaban apuntándole, y el lancero tras colocarse detrás apuntándole le indicó que caminase, guiado por uno de los arqueros mismos.
Como cabía esperar, la vista era gris y desalentadora. Una pequeña aldea, probablemente arrasada y abandonada durante la Segunda Guerra por el estado en el que se encontraba. No contaba con más que unas pocas viviendas en ruinas y una vieja y no demasiado imponente torre de adoquines, probablemente usada hace muchos años como puesto de vigilancia. No era difícil pensar que se habría instaurado primero la torre, y luego habrían llegado los hogares rodeando la misma de gente que esperaba que los soldados apostados allí les mantuviesen a salvo. Claramente no había sido así.

Guiaron al montaraz a la torre. Allí le esperaba alguien que se presentaría como Roberth, segundo al mando del "jefe". Le explicó al cabo que, antes de la llegada de las tropas imperiales, no sabían quien era. Solo alguien auto-proclamado Montaraz, que esperaban que se uniese a la causa. Luego llegaron los soldados y la alarma había sonado, indicando que no se trataba de un potencial aliado, si no lo contrario. Finalmente... Tras mofarse del título del "último Montaraz del Norte" del cabo, se presentó como el aprendiz del ex-Capitán de los Montaraces del Norte...
Como agente imperial, no podían dejar a Elegost ni a su compañero ir, eso lo tenían claro, pero podían darle una oportunidad de probar que podía apoyar a la causa. Bajo las órdenes del "jefe", Roberth ordenó que volviesen a encerrar al Montaraz. Daría información y vulnerabilidades sobre Costasur, los soldados y la guarnición o sería ejecutado al día siguiente a la primera luz del alba.

Los rebeldes llevaron a Elegost de vuelta al pozo cuando se les fue ordenado. No parecían seguir órdenes por lealtad, o convicción... Si no miedo.

 

La noche caía. Y la primera luz del alba... Se acercaba. Las horas pasarían lentas esa noche...
Y, quizás, ya no pasarían en lo absoluto para ellos al día siguiente.

 

 // Rol corto.
Duración: 2-3 horas
Participantes: 
Elegost Faler von Falveri @Stannis the Mannis
Master: @SwordsMaster
Habilidades usadas: 
Ninguna

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La soga aguarda, el pueblo clama 
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La noche había pasado con lentitud. Ninguno de los dos cabos había dormido. Con lentitud musitaban la letra de "El León del Norte" aguardando los que serían sus últimos momentos con vida.
Algunos rebeldes oían desde su posición de superioridad, en la cima de aquel apestoso agujero. La letra del León del Norte, el lejano y fiero guerrero y líder de conquistadores. El rey de los depredadores. Una canción auguradora de futuros sangrientos y batallas por suceder.

Cuando la escalera de sogas tocó el fondo del pozo, invitando a ambos prisioneros a salir para ser guiados a su ejecución, quedó claro que planeaban morir cantando. Habían vivido haciéndolo, y morirían del mismo modo. Vive le Vitam, con un título en el arcaico y lejano Común Antiguo, hablando de la traición, la decepción y la caída de un poderoso Imperio de fantasía: Imperio Falveri. La letra transcurría de entre la boca de ambos cabos imperiales mientras eran guiados a la zona de ejecución, donde las sogas que pondrían fin a su miseria estaban siendo preparadas. Una canción de un tono deprimente, lento y nostálgico... Algo oportuno. Los rebeldes simplemente ignoraban los desvaríos de los prisioneros.

Los últimos escalones de la palestra. Las sogas preparadas. Una Vida de Guerras había sido la siguiente letra escogida. Hablando de la futilidad de las luchas por los intereses de otros, las muertes inocentes, la sangre derramada del pueblo sin sentido. Las palabras se espetaban, ganando fuerza con cada una que pronunciaban. Desde cerca a la antigua torre derruída una figura encapuchada observaba y oía, paciente. La señal de ejecución no llegaba aún, incluso cuando los primeros rayos de luz habían comenzado a surcar el horizonte. El segundo al mando estaba enfadado, histérico. Los rebeldes, nerviosos, se miraban entre ellos. ¿Por qué seguían con vida, por qué les permitía el jefe decir todo aquello allí arriba? ¿Era acaso una muestra de... Debilidad?

La letra deprimente y violenta llegaba a su fin, pero no el aliento del dúo. Que jadeantes y temerosos de su destino observaban aún a los rebeldes quietos en su sitio, aguardando la orden de ejecución. Solo les quedaba una canción que intentar, una última letra para ganarse la confianza de jóvenes inexpertos y temerosos que alguna vez habían vivido como cualquier otro chico en Costasur... "La canción del pueblo".
Con una letra más animada, incitando a los rebeldes a alzarse no contra Costasur, pero contra otro enemigo; aquel que los manipulaba para sus propios intereses personales, aquel que los mandaba a morir. El Jefe.
La canción a medida que avanzaba ganaba la aceptación del público repleto de rebeldes, e increíblemente el jefe no parecía hacer nada. Una muestra de debilidad de quien los mantenía unidos por medio de la fuerza y el miedo, que comenzó a acercarse lentamente a la palestra. Acabada la letra, estaba parado frente al Montaraz del Norte... Frente a Elegost.
Todos guardaron silencio de pronto, incluso el segundo al mando que padecía de la mismísima rabia ante la casi sublevación de aquellos jóvenes idealistas en busca de una rebelión.
El jefe comenzó a retirarse la capucha, el embozo... Todo aquello que cubría su cara. Pronto, el Montaraz cambió su expresión, jadeante tras tanto canto, a una más seria, incapaz de expresar sentimiento alguno... O de querer hacerlo. Ante él, un hombre calvo, con cicatrices, de mirada endurecida y vacía, carente de vida o sentimiento en ellos, pero vivo. Un humano de unos 40, quizás y probablemente hasta 50 años. Konrad, ex-Capitán de los Montaraces del Norte de Lordaeron. El silencio era absoluto. Con la voz gruesa y rasgada, ordenó el rebelde conocido por Elegost, Jacob, a traer a Lilián. La mujer permanecía en completo silencio mientras era escoltada a la palestra. Tras llegar, el jefe le pidió con un deje de brusquedad al joven que explicase lo que el Montaraz del Norte, que cantaba hasta hace un momento sobre las muertes innecesarias y la gente del pueblo, había hecho.
"Él... Él mató a Marty y a Jenklins."
El joven no necesitaba decir más, ni le dio tiempo a hacerlo. Konrad rápidamente ordenó la ejecución de varios rebeldes aleatorios a causa del apoyo de las canciones del Montaraz, por cómplices, e incluso la ejecución del mismo Jacob. Cuando este trató de resistirse y atravesó a uno de sus hermanos con su lanza, rápidamente Roberth finalizó su vida por detrás, arrojándole un certero cuchillo a la nuca.
Liderados por el miedo y la fuerza, los rebeldes volvieron a su estado de seriedad y siguieron cada orden del ex-Capitán de los Montaraces del Norte, actual líder de la rebelión de Costasur. Ambos cabos fueron llevados a la torre junto a la silenciosa Lilián, en donde serían vigilados por Roberth y Konrad mismos.

Los rebeldes ni se lo pensaron. Ninguno quería morir. Iban jóvenes idealistas, esperando una rebelión, una liberación, pero cuando llegaban se encontraban con la mismísima distopía en persona...
 

El sufrimiento del Dúo apenas había comenzado.

 

 

 // Rol corto.
Duración: 3-4 horas.
Participantes: 
Elegost Faler von Falveri @Stannis the Mannis y Santiago de Sveri @SwordsMaster
Master: @SwordsMaster
Habilidades usadas: Elegost: Canto. Santiago: Canto.

Editado por SwordsMaster
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