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Elireth

El sable lunar

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El sable lunar

La luna estaba saliendo aquella noche, y como ya era costumbre desde hacia incontables años, Dicea Sombralunar se preparaba para salir a primera hora para iniciar sus entrenamientos. Mientras preparaba su larga trenza y las herramientas de uso cotidiano se percató de algo diferente en su mesita de noche. Habia una nota. Miró a los lados, extrañada, ¿habria sido escrita por Silandris?, miró a un lado pero la cachorra dormia placidamente en la otra cama. Su mente se perdió por un momento mientras su mirada buscaba señales de algun intruso o bien pistas sobre como podrian haber entrado, sin embargo no encontró ninguna. Volvio su atención a la nota, la cual tomó entre sus manos y abrió con cuidado para leer lo que contenia.

Escrita de manera cuidada tenia un mensaje escueto con apenas unos pocos datos: "Ve al Oeste de vallefreno, más allá del Falfarren, busca el camino de las driades antes de la puesta de la dama blanca". Dicea parecia incredula, comenzó a pensar en distintas posibilidades siendo la primera por supuesto una trampa, pero ... ¿quien?, lo descartó rapidamente pues no tenia la relevancia como para algo asi, tampoco enemigos declarados y no sabia de ningun orco que pudiera escribir en el lenguaje de su pueblo. El misterio crecia por momentos, al final solo habria una forma de descubrir quien era el autor de dicha nota, ir allá.

Tomó sus pertenencias y preparó sus armas ademas de su armadura, Silandris aun estaba afectada por aquella rara enfermedad del sueño por lo que prefirió actuar sola, no merecia la pena ponerla en riesgo. Estando sola pudo moverse a paso rapido por los caminos en dirección al bosque, hacia mucho tiempo desde la ultima vez que estuvo sola y por un instante se sentia extraña. Si bien habia como siempre una tranquilidad que envolbia el bosque, sentia que le faltaba algo o alguien, moverse sola de nuevo como una errante entre los arboles y la hierba por un instante la hicieron perderse en recuerdos, algunos menos agradables que otros. Silandris estaba en su mente constantemente, su estado actual le preocupaba y le frustraba a partes iguales. Podria luchar contra un orco, un furbolg enloquecido y protegerla, pero ¿que podia hacer contra una enfermedad que ni siquiera entendia?. De nuevo se sentia en aquella posicion de impotencia, otra vez no podia ayudar a quienes estaban con ella fielmente. Pronto salió de sus pensamientos cuando se dio cuenta de que estaba cruzando el Falfarren y entraba en zona de guerra, su mente cambio de enfoque rapidamente y se alejo hacia la espesura donde podria estar más segura que en los caminos manchados por la sangre de sus congeneres. Media hora pasaria antes de alcanzar el camino señalado, subió a uno de los arboles estando alli y buscó con cuidado lo que se supone que deberia estar alli, si es que debia estar algo. No sucedió nada.

Luego de un rato parecia tiempo perdido, ¿una broma quiza?, una de muy mal gusto sin duda. Justo cuando estaba dispuesta a bajar del árbol escuchó voces en la distancia, eran asperas y graves, no podia entender el idioma. Definitivamente debian ser orcos. Sin dilación se agazapo entre las hojas y observó con detenimiento bajo sus ramas. Un grupo de orcos caminaba por debajo rodeando el árbol, parecian exploradores y hablaban entre ellos descuidadamente. Un olor a pelo quemado llegaba desde la distancia cuando el viento soplaba contra Dicea, rapidamente dedujo que habia un puesto cerca y por la confianza que parecian tener los exploradores, debia llevar un tiempo alli. Quiza esa era la razon de la nota, aun asi, ella solo era una Kaldorei y no tenia ninguna oportunidad contra todos ellos. ¿Observar quiza?, solo eso podia tener sentido para ella asi que decidio bajar del árbol y moverse por las rocas entre las raices para observa el campamento al otro lado. Subiendo algunas elevaciones, saltando raices y escalando una roca alta, quedo justo por encima del objetivo. Cinco orcos se reunian en el lugar junto a una carreta con suministros, tiendas de campaña rudimentarias de confeccion orca y una jaula en el centro con un sable de pelaje blanco en su interior. Tres orcos estaban comiendo mientras otros dos hacian las guardias.

Dicea pasó algun tiempo pensativa, no parecia haber nada fuera de lo comun, solo una avanzada más en el bosque que tarde o temprano caeria por las flechas de las Centinelas debido a su absurdo descuido, algo demasiado comun en los orcos que se adentraban demasiado en el bosque. Dicea siempre imaginó que era su orgullo el que les llevaba constantemente a intentar avanzar más allá en busca de tentar a las guerreras que con gusto terminaban por darles muerte como pago por su atrevimiento. Volvió a centrar su mirada en el sable de la jaula, estaba acostado pero no parecia comodo de ninguna forma ademas de que su tamaño y fuerza muscular eran evidencia de que se trataba de un sable entrenado. La jaula era gruesa, sabian de la fuerza de los sables y fueron astutos al colocarlo dentro. Uno de los orcos molestó al felino y este respondió con rabia contenida moviendo toda la jaula y permitiendo notar a Dicea el punto debil del a misma, su cerradura no tenia mecanismo más allá de un mero trozo grueso de metal incrustado en dos aberturas. La idea paso por la cabeza de Dicea, quiza ese era su proposito, liberar al animal. Parecia un objetivo terriblemente peligroso, pero un hermano del bosque no podia estar en semejante situacion y solo ella podia ayudarlo. Su mente trabajaba rapido mientras la adrenalina crecia en su cuerpo, comenzaba a estar más dispuesta a intentarlo.

Se decidió por hacerlo. Bajó por la empinada colina y entre las rocas tan rapido como pudo, cuidando el sonido de sus pasos en cada movimiento. Se coló por detras, primero usando la carreta como covertura, luego cruzando hacia los suministros y finalmente hasta la jaula. Habia un orco custodiando al felino, todos le daban la espalda, salvo uno que pelaba papas en el fuego. Dicea se agazapo entre las cajas durante un rato, los orcos hablaban pero ella no podia entender nada. Los orcos terminaron de comer, dos marcharon a las guardias. Una orco hembra se acerco a la carreta en busca de algo. El que vigilaba se mantenia alli pero hablaba con ella. Dicea tuvo una idea. Golpeando con fuerza la parte metalica de la jaula, produjo un sonido suficietemente fuerte para atraer la atencion del orcos, este dio la vuelta para observar lo que ocurria. La elfa usaba su capa para mantenerse oculta, el orco se paró frente a ella mientras se comunicaba con su amiga pero por el tono de voz parecian hablar de manera calmada. Él encontró algo, lo tomó y caminó unos pasos hacia el flanco derecho de Dicea y fue entonces cuando ella salio de su escondite, tomó la cabeza del orco y con la guja de guerra atravezo su nunca y garganta con el filo central. Tiró del orco hacia ella y lo oculto con el cuero que habia en el sitio. Su pecho se movia a un ritmo acelerado, sentia la adrenalina recorrerla por completo mientras se movia como fiera por entre las cajas. La orco hembra pareció notar la repentina ausencia de su compañero, por lo que se acercó al lugar para buscarlo, mientras ella lo hacia Dicea rodeó la jaula siendo vista por el orco de las papas. Tan rapido como pudo se posó detras de la orco, ejecutandola limpiamente del mismo modo que a su compañero. El orco de las papas avanzó hacia ella gritando, pero ya era tarde, Dicea liberó a la bestia que con rabia salió despedida hacia el orco destrozandolo de un zarpaso. Dicea hizo lo propio corriendo al bosque mientras los guardias corrian para perseguirla. La siguieron durante un buen tiempo, Dicea corrie desbocada intentando perderlos, hasta que en algun punto solo hubo silencio. No sabia cuando ni como los habia perdido, pero lo habia hecho.

Durante un rato buscó al sable por las cercanias, pero no lo encontró. Pronto decidio volver a casa, su filo estaba ensangrentado y sus musculos adoloridos por el ritmo del encuentro. Habia sobrevivido contra todo pronostico. Quiza habia sido su astucia, su habilidad o la guardia de la diosa, pero habia logrado su objetivo y rescatado al sable. Cualquier error le habria costado la vida.

Pronto regresaria para ver a la cachorra dormir aun, atrapada en aquel sueño infinito. ¿Y si hubiera muerto esa noche?, ¿que habria sido de Silandris?, una imprudencia quiza o un acto egoista de su parte. No lo sabia, solo sabia una cosa: Silandris comenzaba a volverse parte de su familia. Encontaria una forma de ayudarla o moriria en el intento.

Masteado por:

@Vagabundo

Participante:

Dicea Sombralunar @Elireth

Habilidades utilizadas con exito:

- Sigilo.
- Escalar.
- Atletismo.
- Guja de guerra.

Duración:
5 Horas.

Editado por Elireth

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El legado familiar.

Algunas lunas despues una Kaldorei de aspecto fiero se presento ante Dicea, no pareció reconocerla directamente pues preguntó por ella. Ambas se presentaron, la Kaldorei desconocida se llamaba Athaldre y era una criadora de sables, lo que explicaba la ropa que usaba y la fuerza que pareciatener. Decia estar buscando a la elfa de cabello azul con la intención de agradecerle por salvar a su sable. Dicea por un momento pensó que quiza ella habia hecho la nota pero pronto Athaldre nego cualquiera relación con una nota, inclkuso habia dado perdida a su sable. El silencio se hizo durante unos minutos pues ambas parecian encontrar extremadamente extraña la relacion entre ambas y esa nota.

Tras un rato de conversa Athaldre llevó a Dicea hacia su campamento donde los sables bajo su cuidado comian y bebian por los al rededores, todos grandes y fuertes, ademas de algunos cachorros más pequeños por los al rededores. El sable que Dicea habia rescatado era una hembra de pelaje blanco y rallas negras hembra que ademas estaba preñada, lo que sin duda causo un impacto en Dicea que parecia sorprendida. Si ella no hubiera estado alli, solo Elune sabe lo que habrian hecho con ella y sus cachorros.

Athaldre estaba muy agradecida, le contó una historia sobre ella y su familia, para luego entregarle un libro muy antiguo sobre la fauna local, especialmente sobre el cuidado de los sables. Dicea no podia aceptarlo pero ella insistio, el libro habia pasado de maestro a aprendiz durante generaciones y ella pensaba que era momento de entregarlo a otra persona que pudiera apreciarlo tanto como ella. Dicea acepto con agradecimiento y ambas se despidieron.

Esa noche Dicea no fue a entrenar, paso una gran cantidad de horas leyendo el libro que se le habia entregado. Deseaba aprender todo lo que podia sobre los sables.

Masteado por:

@Vagabundo

Duración:
1 hora.

Se obtuvo:
- Libro sobre la fauna y la crianza de los sables de la noche en Vallefresno.

Habilidad desarrollada:
- Fauna.

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